Prólogo
Su respiración era agitada, tenia entre sus manos aquella katana que era de su hermano, el cual acababa de morir. Siempre fue buena con las armas, pero una señorita no podia aspirar a ser mas que una kunoichi; sus perseguidores las buscaban con fervor, escuchaba como la hierba seca se rompía a cada paso que ellos daban, sus preguntas eran de confusion y maldecian del como una chica podría correr tan rápido con un kimono que no estaba hecho para huir.
Su larga cabellera estaba descuidada, tenia hojas secas, hierbas e incluso insectos sobre ella, su respiración se calmo y volvió a levantarse para volver a correr, esta vez siendo descubierta por aquellas personas que querían asesinarla, lanzaron estrellas ninja dándole así a varias partes de su cuerpo, pero ella seguía corriendo, fue entonces cuando se detuvo, desenvainó su espada y a una velocidad impresionante mato a sus agresores, cayo tendida al suelo mientras en varios puntos de su cuerpo tenia aquellas estrellas afiladas enterradas por todo su cuerpo, miro el cielo y sin soltar la vaina y su espada sonrió, cerro los ojos aceptando su muerte pero derrepente el cambio de iluminación la alerto, estaba en un pasillo, blanco y con miles de puertas por todos lados, se levanto curiosa y en medio del pasillo miro a aquel hombre leyendo un papel muy extraño.
- ¿Que... Es esto? - Si esto era el cielo en verdad no lo imaginaba para nada así, ¿Era donde iba reencarnar?, ¿Ese tipo era su Dios? - ¡Hey tu!, ¡¿Que demonios es esto?! - Exclamo la chica mientras a paso apretado ignorando sus heridas se aceco al escritorio de aquel tipo extraño, este la miro y antes de que tocara siquiera algo de él una puerta de piedra se abrió, absorbió a la muchacha la cual cayo de una enorme altura sobre muchos hierbajos que amortiguaron su caída.
-Siguiente.
La chica antes de caer inconsciente miro a los elfos.
- ¿Mori...?
- ¡¿Otro más hermano?! - En un lenguaje desconocido, dos chicos con largas orejas cabello rubio y pecas se acercaron a la inconsciente chica, miraron sus orejas para nada idénticas a las de ellos. - Otro Drifter.
- ¿Debemos llevarlo a con los otros tres? - Se cuestiono el segundo chico, ambos se decidieron a levantar a la chica como podían y llevarla hacia aquel castillo abandonado donde habían estado hacia unos minutos atrás. Cansados pararon frente aquel castillo habitado por drifters, siendo recibidos otra vez por el mismo arquero. Repitieron el proceso que habían hecho con el drifter de hacia un rato y la dejaron en tirada en suelo para volverse a ir a su aldea esperando que otro mas no cayera del cielo.
El joven arquero de cabello largo miro a la chica. La cargo con facilidad sobre su espalda hasta dentro del castillo donde la dejo en el suelo con cuidado, miro sus heridas ya que aun tenia estrellas ninja enterradas, las fue quitando una a una.
- Esta vez es una hermosa chica. Me preguntó de que clan y época será. ¿Esta bien dotada?, El kimono no deja ver nada. - Dijo un hombre de cabello largo con rasgos asiáticos y un poco mayor. Aun así se mantenía en buena forma, se levanto y comenzó a manosear a la chica en busca de alguna buena cosa por tocar y la encontró - Tienen buenos pechos, ¿Que edad tendrá?
- Deja de tocarla. Viejo verde.- Esta vez hablo aquel chico, cabello negro y facciones finas, muy lindo a decir verdad. Este se retiro con su arco para comenzar a cazar
En el piso se encontraban ambos drifters caídos de la puerta, uno apunto de despertar y la otra sin indicios de esto. Aquel chico se levanto confundido y se puso en guardia al notar a los extraños.
- ¿¡Quien eres tu!? - Exclamo, miro a su alredodor y miro el sello en la pared. - ¿¡Ese es el sello de la familia Oda!?, ¿¡Eres parte de esa familia!?
- Yo soy el Oda. - Dijo aquel viejo mirando al chico. - Tus heridas son graves pero aun así resistes, buen hombre.
- ¿A que te refieres con que eres el Oda? - Desenvainó su espada.
- Yo soy Oda Nobunaga.
- No me jodas, Nobunaga murió hace muchos años, ¿Estoy en el infierno y tu eres un demonio que intenta engañarme? - Apunto su espada hacia él, esto provocó que el tal Nobunaga apuntara su mosquete hacia aquel chico extraño. Una flecha paso entre los dos y se clavo en la pared, el chico que antes había salido regreso.
- Dejen eso. - En sus manos traía algunos patos muertos, les paso uno a los chicos y la instrucción fue clara. - Desplumen.
- Dijiste que Nobunaga estaba muerto. Vaya todos piensan que estoy muerto. - En sus manos jalo las plumas del ave así arrancándolas.
- Eso es cierto. Fue traicionado por su sirviente Akechi y sus sirvientes en el templo Honnouiji en Kyoto... Hace diez y ocho años.
- ¿¡Diez y ocho años!?, ¡Llegue aquí hace seis meses! - Sin alguna razón, el arquero comenzó a reír, el chico que vestía de rojo lo miro.
- Para mi es una estupidez hablar de un tema que paso hace muchos años.
- ¿Y tu quien eres? - Pregunto
- Dile quien eres. - Dijo Nobunaga
- Yo soy... Yoichi. Nasu no Suketaka Yoichi. Ese es mi nombre.
- ¡Dejen de mentir!, ¡Ese es un hombre que lucho hace cuatrocientos años! - Los gritos ocacionaron que la chica despertara, tenia vendajes por todo su cuerpo y lo único que le tapaba era su kimono el cual estaba a medio poner. Miro a los tres chicos y a una velocidad impresionante se alejo y desenvaino su katana.
- ¡No puede ser!, ¿¡Me capturaron!?, ¡Pero había asesinado a todos!, ¿¡Quienes son ustedes!? - Apunto su arma hacia aquellos hombres, sus heridas comenzaron a sangrar nuevamente.
- Ustedes dos, Dejen de moverse que los acabo de curar, tu ya volviste a abrir tus heridas. - La joven miro sus ropas, las cuales estaban cubiertas de sangre, aun así no se inmuto por el dolor.
- ¡¿Entonces eres aliado?!, ¿A cual clan ninja pertenecen?
- ¿Una kunoichi? - Preguntaron todos a la vez. La chica asintió.
- Todos los clanes ninja me conocen, Soy Chiyome Mochizuki. - todos los presentes abrieron la boca a manera de compresión, solo Nobunaga y Toyohisa le conocian. Se encontraba anonda por lo que tenia enfrente ¿De verdad eran aliados?
- ¿Y tu quien eres? - Nobunaga preguntó hacia el chico que antes estaba haciendo un escandalo.
- Shimazu Toyohisa.
- ¿Quien? - Dijeron todos a la vez. La chica abrió la boca un poco sorprendida.
- ¡El Clan de los locos bárbaros! - Nonunaga pareció entenderle y lo recordó junto a Yoichi.
- ¿¡A quien le dices loco bárbaro!? - Exclamo Toyohisa molesto mirando a Chiyome.
- Ah también en mi época estaba ese clan - Yoichi dijo, miro a todos. La platica se extendió hasta tal punto que los nuevos drifters entendieron que pasaba mas no se daban cuenta de que alguien los espiaban. Comenzaron a comer los patos que el arquero había cazado. Todos los hombres comiendo como bárbaros y obviamente la única mujer, comiendo como una dama hecha y derecha, demasiado elegante para una Kunoichi.
- Entonces, si todos somos de diferentes épocas, ¿No deben haber mas como nosotros pero mas adelante en el futuro? - La voz de la mujer era totalmente seductora, una mala costumbre que conservaba, su pose era provocativa haciendo que los presentes la miraran fijamente sin perder cada detalle de ella. Incluso aunque estuviera comiendo sin cubiertos se miraba totalmente hermosa, dando a entender que los frutos de sus entrenamientos ya eran parte de ella como un tatuaje.
- Suponemos eso, pero no sabemos siquiera que hacemos aquí, en otra dimensión. Solo aparecí en un pasillo blanco con muchas puertas y un hombre en medio en una mesa con muchos papeles dijo "Siguiente" y aparecí aquí. - Yoichi relato, todos los presentes afirmaron lo que había pasado dando a entender que a todos les había pasado lo mismo.
- Solo queda esperar por que pasa. - Dijo Chiyome. Poco rato después, todos se encontraban dormidos, Yoichi se levanto y se acerco a la ventana mirado a la luna, y como el humo de una aldea cercana cubría aquel satélite. Inmediatamente todos se despertaron y desenvainaron sus armas.
- También lo notaron - El menor de todos tenia su arma en mano, sin quitar la vista del humo. Su mirada se dirigió a estos personajes históricos.
- Viene de la aldea de los elfos. - La voz de Nobunaga era imponente, se levantaron todos, las heridas de los recién llegados no Importaban ahora. Si no la sensación de batalla de todos los presentes en aquel castillo los excitaba, sin decir palabra alguna; comenzaron a correr hacia la aldea.
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