2. Azotea.
Promps: Amigos de la infancia, toqueteos, pen**ración con dedos, Non-con.
1519 palabras.
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La parejita del aula que todos conocían pasaba molestandose durante todo el día, y la verdad es que su relación no era real, es decir, todos sabían que se gustaban pero tanto Kaito como su compañera no querían admitirlo.
Y ahí estaban, saltandose materias juntos.
Kaito constantemente salía a escondidas de clases sin motivo, entonces su mejor amiga se apresuraba a buscarlo por la curiosidad de saber qué hacía. Todo indicaba que salía del instituto, y solo podía encontrarlo cuando este entraba por la puerta del recinto, así que regresaban juntos a clases, Kaito nunca respondía sus preguntas sobre dónde se metía.
Pero esta vez fue diferente. La fémina lo encontró en la cima del edificio, tirado en la azotea observando el cielo de día.
—¿Qué estás haciendo?
—Nada. —respondió desinteresado.
Ella, tranquilo, se colocó sentada a su lado, hacía un ligero viento, mirando también el cielo azul. Era un día fresco.
—¿Siempre vienes a buscarme aquí?
—Sí. —respondió alegre. —Aún si no estás aquí.
—¿Por qué? —seguía hablando sin mucho interés.
—Porque el color del cielo me recuerda a tus ojos. —dijo sin vacilar, al momento que un fuerte viendo los sacudió.
Kaito clavó su vista en ella, quién no dirigía sus ojos a él en absoluto.
¿Había dicho lo que creyó escuchar?
No sabía bien que decir, así que actuó como el patán de siempre.
—Tus bragas son blancas. —murmuró.
—¡¿Qué?! —el rostro de ella enfureció, así que se levantó rápidamente lista para retirarse.
Kaito no sabía muy bien la razón, pero con tal de quedarse con ella un momento más y molestarla, la tomó del tobillo con descuido, haciendo que la fémina cayera al suelo dolorosamente.
—¡Ay, serás un idiota! —exclamaba adolorida.
Kaito se sentó frente a ella, quién recién se incorporaba, pero el mago la volvió a empujar al suelo, esta vez cayendo con casi total suavidad.
—Quédate ahí.
—¿Por qué haces esto? —sabía que su objetivo era fastidiarla, pero esta vez la clase era tan aburrida que no puso oposición porque no quería regresar.
—¡Vaya, pero que buena vista! —rió el castaño.
El mago no veía más que su falda desacomodada, sus bragas completamente expuestas al aire junto con sus piernas semi cubiertas por calcetines largos.
En un intento desesperado por cubrirse, volvió a regresar al suelo sin poder luchar.
—Te dije que te quedarás ahí.
Cuando intento mover sus manos, estas habían sido misteriosamente amarradas con un firme listón blanco.
—¡¿Qué vas hacer, idiota?! —exclamó rojisima del rostro, forcejeando. No tenía la capacidad de levantarse sin sus manos.
—Que linda se ve esta parte de ti cuando luchas por moverte.
—¡¿Eeeh?! ¡Suéltame, Kaito! ¡Tú, pervertido! —decía manteniéndose luchando.
—¿Pervertido? ¡Pero si tú eres la loca que me sigue a todas partes!
—¡Claro que no!
—¿No...? Bueno, igual es lindo ver tus muslos revolverse porque no puedes escapar, tonta. Me pregunto qué pasará sí... —el mago posó sus manos sobre sus muslos y comenzó a masejearlos de un lado a otro.
—¡¿Qué...?! ¡Ah...! —en un intento de oponerse, un jadeo se escurrió por su boca, pues el joven apretaba y deslizaba sus manos por sobre ella. —¡Kaito...! —no le gustaba que de hecho, la sensación acelelara su corazón. —¡Detente...! —gimoteaba, no entendía por qué tales toques le hacían sentirse así.
—Que adorable te ves así de sonrojada y estremeciendote tan indefensa. ¿Hasta dónde me dejarás llegar? —se burlaba.
Sabía que Kuroba era un pervertido, pero no pensó que él fuera hacer tales actos con ella.
Un extraño palpitar apareció en la entrepierna de la joven, que con más esmero, trataba de cerrar sus piernas, pero Kaito no lo permitía.
—Es divertido verte pelear. —insistió siguiendo tocando sus muslos, estaba entre ellos.
Ahora, había pasado en un instante a su trasero, pasando sus toques por debajo de ella.
Ella ahogó unas palabras.
—¿Cómo se siente esto? —dijo apretando un lado de su costado, inmovilizando una de sus piernas.
—¡Ah...! —gimió. —¡Su-suelta! —jadeó tratando de cubrir su rostro.
—¡No seas tímida! Quiero ver tu cara mientras te hago sufrir. —dijo divertido.
Pasando sus manos al frente, metió uno de sus dedos al resorte de sus bragas, dejando darle un pequeñísimo latigazo a joven.
—¿Qué harás si te quito esto? —algo en sus ojos cambio, al verlo, la fémina sospecho que ya no se trataba de un fastidio casual.
Pero, dado sus sentimientos, ella no sería capaz de pararlo. Cerró ojos con fuerza, escuchando una risita ganadora por parte de Kaito.
En un arrebato, el mago estaba arriba de la chica, y le había levantado la camisa.
—Quiero ver todo de ti mientras lo hago. —murmuró en un tono diferente, desabrochó con facilidad el sostén rosa que usaba y sacó sus pechos al aire, cuáles parecían derretirse en lados opuestos.
Un gemido parecido a un llanto salió de ella.
Lo primero que hizo Kuroba, mientras seguía manoseando sus piernas, fue poner su cabeza a la altura de sus tetas y comenzar a succionar el pezón de una, lamiendo también.
Ahora, la chica no buscaba callar sus gemidos y dejaba salir sus expresiones sin mucha preocupación.
Nunca antes había sentido algo parecido sobre sus picos, sabía que sus bragas comenzaban a mojarse pues el cosquilleo de su intimidad se hacía más fuerte.
—¡K-kaito...! ¡Aah! —gemía tratando de pararlo.
El mago, deteniéndose por su llamado sin despegar los labios de sus pechos, prosiguió con la labor succionando con más fuerza, pasando de uno a otro pecho en momentos, acciones que seguiro dejarían manchas.
Cuando acabó ahí, le sonrió a la chica que lo observa con un rostro desfigurado de placer sin poder controlar su respiración, pues nunca había sufrido una experiencia similar.
El joven volvió a descender hasta sus piernas, dónde tomó ambas con cada brazo sin dificultad, nunca apartando los ojos de los de ella.
Acercó su rostro casi al inicio de su bragas, primero lamiendo el interior de su muslo para después morderlo, asegurándose de poner una marca duradera ahí, continuando mordiendo por zonas cercanas a la vez que escuchaba los alaridos de su compañera.
Nuevamente, clavó sus ojos en sus bragas totalmente llenas de éxtasis. Y esta vez, se aseguró de bajarlas con cuidado.
Un hilo de líquido conectaba la tela con su feminidad.
Ella estaba tan nerviosa que apenas y podía ver. Sus piernas aún temblaban por el reciente ataque.
Kaito bajó sus ojos a su intimidad. Viendolo bien, él también estaba sudando y sus mejillas parecían sonrojadas.
Incado, arrastró a la chica hacía él, colocando su trasero sobre sus piernas totalmente abiertas.
Entonces posó sus dedos justo en la entrada de ella, notando de inmediato lo mojada que se encontraba.
Primero, dos dedos recorrieron el interior de sus labios inferiores, haciéndola temblar. Después, subió un poco más y tocó aquel punto, actitud que la hizo soltar un gemido.
De inmediato, el mago notó su punto débil, comenzando a dar vueltas en círculos con su dedo sobre aquel punto, mirándole llenarse de tal placer, después con tres dedos, empezó a realizar un movimiento desde arriba hacia abajo, tallando.
La chica retorcía sus piernas de satisfacción y sus gemidos no tan sonoros, daban felicidad al castaño. Además, cada cierto tiempo, ella pronunciaba su nombre en sufrimiento.
Frotaba su mano contra su intimidad cada vez más rápido, entrando y saliendo de entre sus labios sin lastimar su entrada, pero adminarando cómo escurría de fluido y palpitaba deseosa.
Cuando pensó que ella estaba a punto de llegar se detuvo, pero al momento introdujo con demasiado sumo cuidado un dedo en ella, que parecía consternada por la situación.
—Me detendré si te duele. —susurró, pero ella no se quejó.
Las paredes del interior apretaban su extremidad, pero este, debido al juego previo, pasaba con facilidad.
Entonces, viendo exitado las expresiones de la jovencita, comenzó a sacarlo y meterlo con suavidad. Tragó saliva y apresuró su movimiento. Había aprendido que existía cierto punto en las mujeres que les daba mucho placer, así que lo intento. En cierto lugar adecuado, curvó su dedo aún en su interior y presionó.
Ella casi grita su nombre, al momento que una ola de líquido salió de su interior y sus piernas se sacudieron estrepitosamente. Seguido del suceso, el chico sacó su dedo, contemplando lo rendida y sumisa que estaba su compañera, chorreaba de placer mientras su intimidad seguida temblando.
Kaito, por completo duro, saco su miembro y lo frotó con sus propias manos, gimiendo el nombre de la chica mientras la observaba perdida en placer. Imaginaba que la sensación que su dedo sufrió, era la misma que su pene pasaba, estar dentro de su vagina y embestirla hasta que no pudiera ni hablar. Un líquido blanco salia de él, jadeando, jaló más fuerte su falo y depósito todo el semen sobre el vientre de la fémina.
No podía expresar en palabras lo hermosa que le resultaba en aquel estado.
—Kai-Kaito... —jadeó, tratando de recuperar el sentido, todavía amarrada. —M-me gustas mucho. —confesó tímida.
—Ya lo sé, tonta.
Y después de todo, lo último que hizo Kaito fue llenarla de besos.
Fue un lío regresar a clases.
★★★
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