II.
Tras la pequeña aventura que habían tenido al traer al mundo a una pequeña bebé, Samantha logró con unas monedas que un pequeño avisase en la casa Moore que necesitaban un carruaje y también que llevaran a un doctor que estuviese listo para su llegada. La castaña no solo logró que Ruth subiese al carruaje, sino que también hizo que Bash y Gilbert les acompañasen, deseaba agradecer su ayuda de alguna manera y nada mejor que la comida de Baba.
—Es muy hermosa, Ruth —Samantha acarició el pequeño rostro de la bebé que ahora yacía dormida en los brazos de su madre—. No les faltará nada, estoy segura que Baba estará feliz de tener nuevamente un bebé en casa —miró a Ro con una sonrisa y esta asintió sabiendo que su abuela ayudaría tanto a la madre como a la hija con la que sería su nueva vida.
—No sé cómo pagarle, a ninguno en realidad, muchas gracias. A partir de hoy estaré a su servicio —Ruth no se atrevía a mirar a la cara a la chica, sintiéndose en deuda, una que dudaba poder pagar.
—Oh no, tu no me debes nada, mi casa será la tuya solo si así lo deseas, ahí podrás quedarte cuanto quieras, pero eso no significa que debas trabajar para mí, eres libre —Samantha apretó la mano de la mujer y por primera vez desde que había subido al carruaje le miró, Ruth podía asegurar que aquella niña era un ángel que dios había mandado.
—Señorita Moore, estamos por llegar —el cochero le informó y esta le agradeció para después mirar a quienes le acompañaban.
—Espero se sientan como en su casa, les encantará la comida de Baba y a una mujer con una cuchara de madera por favor avísenme para poder huir con Ro —ambas chicas sintieron un escalofrío al solo pensar en la mujer con tal utensilio recordando como esta les reprendía al robarle comida de la cocina. Gilbert y Bash compartieron una mirada confundidos ante la petición, pero el castaño se encogió de hombros y ninguno dijo algo al respecto.
Un par de minutos después por fin el carruaje se detuvo, el cochero descendió de su puesto con tal de abrir la puerta, tuvo la intención de ayudar a Samantha a bajar, pero esta lo hizo sola de un solo salto, algo poco refinado y poco apropiado, aunque poco le importó a la chica que tendió su mano a Ruth al igual que el hombre para ayudarle a bajar.
—Tom, que le lleven a una habitación —le aviso al chico que se acercó corriendo a ellos con el doctor a su lado—. Por favor revise tanto a ella como a la bebé, hemos tenido que ayudarle a dar a luz en un lugar poco esterilizado. Ellos cuidarán de ti y tu bebé, podrás instalarte en la habitación y cuando gustes podrás bajar o te subirán algo de comida —Ruth le miró con los ojos rasgados ante tal amabilidad, le apretó la mano a la chica para después dejarse guiar tanto por el doctor como el chico junto a este—. Bien, ahora es mejor que vengan conmigo o... —Samantha hablaba hacia sus invitados más un grito le interrumpió.
—SAMANTHA VIOLET MOORE —la castaña saltó en su lugar temerosa a girarse hacia quien le llamaba, Baba le había visto, su voz molesta era inconfundible—. ROBIN SAMAROO —la morena que había intentado ocultarse también saltó en su lugar, pero ella si veía como su abuela se acercaba cual torbellino hacia ellas y lo peor de todo, llevaba consigo la cuchara de madera. Las dos chicas se miraron sin color en sus mejillas a sabiendas de que si no explicaban el por qué no habían ido a saludar a la mujer tan pronto pisaron Trinidad, la mujer les dejaría sin comer y posiblemente no podrían sentarse en buen rato.
—¡Baba! —su voz salió un poco más chillona de lo que esperaba, la castaña giró sobre su lugar con una temblorosa sonrisa, que desapareció tan pronto miró la silueta de la mujer acercándose a todo ritmo, levantando sus faldas para que no le estorbase en su andar.
—¡Nada de Baba, ustedes dos me tenían tan preocupada! —se plantó frente a ellas, el ceño fruncido y su mirada pasaba desde la castaña hasta la de rizos, ambas chicas compartieron una mirada, temerosas al enojo de su Baba.
Valene respiraba agitada, algunas gotas de sudor resbalaban por el costado de su rostro, más unas cuantas miradas más a sus nietas bastaron para que su mirada se suavizase y que sin poder evitarlo sollozara para después atraer a las chicas hacia si con tal de envolverles en un fuerte abrazo, uno que añoró por bastante tiempo y por fin podía tener. Ro y Samantha no se movieron ante tal sorpresa, pero bastaron segundos en el calor hogareño en los brazos de la mujer para que ambas muchachas llorasen cual niñas pequeñas, tres tortuosos años sin verse por lo que poco les importó llorar de aquella manera ante los que aún eran desconocidos.
—Oh, mis pequeñas —acarició los cabellos de las chicas, intentaba consolarles, pero también a sí misma—. Vous m'avez tellement manqué, mes petites coquines —en un momento la mujer recayó en las miradas de sus invitados, mismos que intentaban no mirar de más la escena con tal de no incomodar—. Oh, pero que grosera he sido, vamos niñas, tenemos invitados —separó los rostros de las chicas de sus hombros con delicadeza y limpio las lágrimas que aún bajaban por las mejillas de estas—. Señores, espero no tengan una mala impresión ante tal actuar mío, soy Valene Samaroo, abuela de estas hermosas niñas —Bash se despojó de su sombrero, tanto el cómo Gilbert realizaron una ligera reverencia que provocó una sonrisa de la mujer y correspondió a tal acto.
—Señora es un gusto, mi nombre es Gilbert Blythe y él es Bash Lacroix. Lamentamos si es que interrumpimos su encuentro, podemos irnos y... —Valene sonrió ante tal amabilidad por parte del chico, poco blancos le trataban con tal respeto, por ello le interrumpió antes de que continuase por aquel camino.
—No, ni siquiera lo piensen, las noticias sobre la aventura que tuvieron los cuatro con la joven y su bebé han llegado a mis oídos y como agradecimiento les invitamos a comer con nosotras.
—Baba es toda una artista en la cocina —Samantha le miró más calmada, con una sonrisa emocionada ante la sola mención de la cocina de la mujer, aunque sus mejillas al igual que la punta de su nariz se encontraba de un color rojizo tras haber llorado segundos antes.
—Por supuesto que lo soy, aunque algunos parecieran preferir el Roti de las calles que mi comida, ¿no es así? —Robin no pudo ocultar su risa ante tal carta jugada por su abuela y por la cara que Samantha puso ante tales palabras.
—Pero, Babaaa —se quejó cual niña, era cierto que el Roti de las calles de Trinidad era bueno, pero jamás se compararía con la comida de su Baba—, admito pecar al comer Roti, pero mi principal misión fue el comprarte algo de Chow de la señora Ragbir, tu favorito —miró a la mujer con sus grandes ojos verdes y haciendo un ligero puchero, el mismo movimiento que hacía de niña para evitar alguna reprimenda por parte de Baba.
—Bien —esa sola palabra bastó para que Samantha soltase un grito de felicidad y comenzara a saltar emocionada, Robin sonreía feliz ante tal alegría que la castaña presentaba, cuántas veces había añorado por alguna pizca de felicidad por parte de Sam durante su estadía en Londres—. Niña —Valene le llamó en un tono cansado provocando que Samantha detuviese su actuar y se sonrojase al recordar que sus invitados habían visto aquel acto poro grácil.
—Lo lamento —sonrió apenada, Bash y Gilbert negaron mostrando que no importaba en lo absoluto, aunque si estaban intrigados ante tal personalidad tan poco común, si bien dicha personalidad podría haber sido comparada con cierta pelirroja de Green Gables, más Gilbert ni siquiera reparó en ello, la castaña había llamado su atención por completo.
—Siendo así, pasen, la mesa ya ha de estar lista y será un honor compartir con más personas nuestra comida —las tres mujeres iniciaron su andar guiando a los hombres hacia el interior de la casa.
La comida transcurrió entre risas y anécdotas, sobre todo por parte de Bash, quien ahora sabían que se llamaba en realidad Sebastian, este había viajado por muchos lados al trabajar en el barco por el que él y Gilbert habían llegado.
El personal de la casa Moore no podían estar más felices de ver a la que era la niña de la casa, ahora se encontraba entre ellos y que comenzaba a crecer mostrando las hermosas facciones que eran dignas de la señora de la casa, más los ojos verdes tan expresivos eran los mismo que los de su progenitor.
—¿Cuánto tiempo se quedarán en Trinidad, señores? —Valene se atrevió a preguntar, quizá podría invitarles en otras ocasiones a que les acompañasen a comer o quizá a desayunar, si es que era posible.
—Posiblemente una semana más —Sebastian contestó con su marcado acento, Samantha se quejó por lo bajo, le había agradado el conocer nuevas personas tras tanto tiempo sin realmente socializar con alguien que no fuese Ro.
—Es una pena, nosotras solo estamos de paso al igual que ustedes, pero nosotras partiremos pasado mañana, debemos reencontrarnos con mi hermano y su esposa.
—Realmente una pena, hubiera sido agradable, es mi primera visita a Trinidad y realmente solo conozco a Bash, quien me ha orientado un poco por sus calles —Gilbert era sincero con sus palabras, le hubiese gustado el tener una amistad con personas tan misteriosas a su punto de vista.
—Pues quizá no tengamos demasiado tiempo, pero podríamos pasar el día de mañana enseñándole las maravillas de Trinidad —Ro sonrió emocionada y Sam le hizo segunda asintiendo enérgicamente—. Claro, solo si ustedes lo desean y si es que es posible.
—¡Claro! —Sebastian contestó por ambos—. Mi amigo necesita que Trinidad se le clave en el corazón, el pobre solo había probado el cangrejo hervido, ¿pueden creerlo? —el moreno rio con ganas, provocando que Gilbert le codeara con las mejillas sonrosadas apenado ante tal ataque frente a las damas.
—¡Oh pobre muchacho! —Valene parecía mortificada ante tal información, jamás dejaría que algún conocido suyo se fuese de su hogar sin conocer las maravillas de la cocina de Trinidad—. Si es que Vi me lo permite, mientras estén en Trinidad pueden venir a comer a cualquier hora que deseen —la mencionada a penas y reaccionó, hacia tanto que nadie le decía "Vi" que por poco olvidaba aquel apodo.
—Baba, tú no tienes que pedir mi autorización para nada, esta es también tu casa, tú tienes el derecho de invitar a quien gustes —tomó la mano de la mujer y le dio un apretón—. Por lo que quedan invitados a la casa Moore por siempre, ustedes tendrán la suerte de degustar la comida de Baba por más tiempo que nosotras.
—Será un honor el degustar tal comida por ustedes señoritas —Gilbert bromeó provocando la risa de todos.
—Señorita Moore —Ruth se encontraba en el umbral del comedor con su pequeña en brazos, hacia un par de horas atrás el doctor había dejado la casa con las noticias de que tanto la mujer como la bebé se encontraban sanas y solo deberían descansar para recuperar fuerzas, por lo que Ruth comió en su habitación y después se dejó llevar por los brazos de Morfeo al igual que su pequeña.
—Oh, Ruth. Pasa, por favor acompáñanos, ¿Quieres algo de té? Tenemos algunos pasteles y galletas —Samantha señalo la silla vacía invitando a la mujer a que tomara asiento, Ruth no se negó y con una sonrisa tomó asiento meciendo ligeramente a su pequeña que jugaba con sus rizos.
—Debo agradecerle de nuevo su ayuda y su hospitalidad, estoy en deuda
—No estás en deuda con nadie, Ruth. Sé los pensamientos que siguen habiendo, pero yo te he ofrecido mi hogar sin afán de que te sintieras en deuda, la decisión la tienes tú, ya lo he dicho al llegar en el carruaje, pero lo repetiré ante los oídos de todos los presentes, puedes irte si así lo deseas y regresar cuando gustes, desde este día tú y tu pequeña son bienvenidas, sin ningún truco tras mi propuesta —Samantha le brindó una sonrisa que solo provocó que Ruth sollozase ante tal amabilidad nunca antes dada a su persona, la chica parecía un ángel ante sus ojos y le agradecía tanto a dios por ponerla en su camino—. Ahora, ¿puedo cargar a la pequeña guerrera? Se ve tan linda —Ruth accedió y Samantha se colocó de pie para caminar hasta la mujer, quien le pasó a la pequeña con sumo cuidado y compartió algunas palabras con la chica, quien parecía tener miedo de que la bebé llorase en cualquier momento.
Los presentes no pudieron evitar sonreír, el corazón de la chica era tan puro que brindaba cierta calidez con sus palabras y acciones a las personas que le rodeaban, cosa que era poco común, al menos para los hombres que poco conocían de la castaña, más sí que había llamado la atención de cierto chico de Avonlea, la chica despertaba su curiosidad por alguna razón y esperaba poder conocerla, aunque fuera un poco en el día que les quedaba de estadía tanto a la castaña como a la morena.
Pelirroja W
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