UNO



5 años antes

¿Por qué las mudanzas eran tan aburridas?

Me llevaba haciendo esa pregunta durante días y horas. Siempre veía en las películas que era muy divertido, pero no lo era. Siempre mentían. No era divertido guardar toda tu vida en unas simples cajas. Y mucho menos divertido era dejar tu vida atrás.

Y por eso tenía mi mala cara cuando el camión de mudanzas se marchó en el momento que mi padre me pasó la última caja que había en su interior. Ya estaba, no había marcha atrás. Habíamos estado durante más de media hora bajando todas nuestras pertenencias recolectadas en cajas de cartón y embalajes de plástico. Solté un leve suspiro de agotamiento al subir con la caja en brazos hasta la segunda planta de nuestro nuevo hogar.

Mi nueva habitación estaba vacía, sin vida. El color blanco de las paredes me hizo entrecerrar los ojos ante la falta de decoración, ante la simpleza que mostraba. Mi mente ya comenzó a maquinar cómo iba a decorar esas blancas paredes con mis tantos posters y fanarts que tenía de mis libros favoritos.

Dejé la caja junto a las demás y me senté en el mullido colchón, ese que me había acompañado durante años en nuestra antigua casa. Respiré con tranquilidad y relajación y dejé mi espalda apoyada en el desnudo colchón. El techo también era blanco. Toda esta nueva habitación estaba llena de simpleza y pureza. Era un incordio. Necesitaba un cambio de look.

Y lo supe desde que mis padres me comunicaron la noticia de la mudanza, desde que me sentaron junto a ellos en la mesa del salón y me dijeron que teníamos que dejar nuestra ciudad atrás y comenzar una nueva vida. Una nueva vida lejos de mis amigos.

Solté un bostezo y me acurruqué en la cama. Estaba agotada tanto mental como físicamente. Las cuatro horas en coche, solo parando para casos especiales, me habían dejado trastocada. No soportaba los viajes tan largos, mucho menos si sabía que no había una fecha de vuelta; mucho menos si era un viaje de solo ida hasta una ciudad nueva.  Los párpados se me comenzaron a cerrar de un momento a otro hasta que caí rendida ante el alboroto de mis padres sacando nuestras pertenencias de las cajas.

La voz de mi madre me hizo de despertador. Me tallé los ojos con cansancio y vagué por el largo pasillo hasta las escaleras, donde mi madre me esperaba. Su cabello rubio estaba recogido en un moño mal hecho y unos mechones le caían por la frente, dándole un toque desenfadado. Me sonrió cuando bajé hasta su lado y me revolvió el cabello castaño con la mano, causando un fruncimiento de ceño por mi parte. Odiaba que me despeinasen.

—Tu padre ha ido por la comida, ¿quieres algo en específico? —sabía lo que estaba haciendo. Sabía que no me hacía gracia tener que mudarnos, menos cuando me faltaba un curso para terminar el instituto, así que sonreí falsamente, no quería hacerla sentir mal, porque la decisión no había sido su culpa. Ella también ha tenido que renunciar a su antigua vida para venir a vivir a una nueva ciudad, aunque esta le proporcionara un trabajo fijo—. ¿Segura? Podemos pedir chino.

—No hace falta, mamá. Lo que pidáis está bien—le sonreí de nuevo y volví a subir a la habitación, no sin antes darle un beso en la mejilla y decirle—. Avísame cuando papá llegue, voy a ordenar un poco mi dormitorio.

Me di la vuelta y caminé de nuevo por ese pasillo, tan vacío y sin vida. Varias cajas estaban desperdigadas a su largo, unas con cosas de los baños y otras con adornos para la casa. A pesar de haberme quedado dormida con el ruido de mis padres ordenando, habían dejado cajas sin tocar. Una mudanza era un proceso muy largo y tedioso.

Puse los brazos en mi cintura y me paré en la puerta. No sabía por dónde empezar. Pensé que lo mejor sería guardar la ropa primero para que no se me arrugase más de lo que tenía que estar ya, pero la gran blanca estantería que estaba a un lado del escritorio captó mi atención por completo. Antes estaba tan agotada que no me acordaba que fue una de las cosas que mi padre trajo antes de mudarnos completamente.

Esa estantería había sido mi mayor logro en la vida, la había montado junto a mi padre cuando tenía doce años, que fue cuando mi amor por la lectura comenzó a aparecer oficialmente, y la tenía llena, por lo menos hasta ahora. Ahora estaba vacía, parecía sin vida. Pero eso iba a cambiar en los próximos minutos.

Ya sabía lo que iba a ordenar primero. Abrí una de las tantas cajas llenas de libros y empecé a sacarlos y a colocarlos. Nunca había sido capaz de decidirme como colocarlos: si por editorial, por color, por tamaño o por género. Esta vez, decidí que era mejor colocarlos por editorial, ya que suelen ser del mismo tamaño, pero estaba segura de que no iban a durar mucho tiempo así. Colocados los libros, rebusqué en otras cajas las tazas y figuritas que solía usar para decorar. Amaba todo el contenido literario que sacaban, ya fuese desde pegatinas, marcapáginas, tazas o cualquier cosa relacionada con mis libros favoritos.

Alrededor de las tres de la tarde, mi padre entró en mi nueva habitación, que seguía hecha un desastre porque solo había ordenado los libros y mirando mis redes sociales, buscando cualquier indicio de que me echasen de menos. Sonrió cuando vio que lo único que había ordenado era eso. Le sonreí ampliamente de vuelta.

—La comida está abajo—me dijo ayudándome a levantarme. Las rodillas me crujieron cuando las estiré. Mierda, demasiado tiempo sentada—. Ve a lavarte las manos y baja.

—Sí, mi capitán—imité la pose de un soldado. Mi padre dejó escapar una carcajada y se fue.

Había estado tan ensimismada en ordenar la librería y mirar el móvil que no me había dado cuenta del hambre que tenía hasta que escuché la palabra comida. Llevaba sin comer desde las doce de la mañana, cuando me comí un sándwich de pollo en el camino, en una de las paradas a repostar.

Bajé a la cocina, con las manos ya lavadas y me senté en un taburete que estaban junto a la barra americana. Las cajas de pizza estaban ahí, pero mis padres no. Miré a los dos lados para cerciorarme que no hubiese nadie y cogí un trozo. La boca se me hizo agua al oler el queso derretido y la carne en la masa.

Gemí del gusto, pero casi me atraganto cuando unas manos me dieron un pellizco en el hombro izquierdo. Mi madre me miraba con una ceja alzada pero una sonrisa burlona escapándose de entre sus labios.

La miré con los ojos como platos por el susto y porque me había pillado con las manos en la masa. O, en este caso, en las pizzas. Le sonreí inocentemente y dejé la porción en una servilleta.

—Gracias por esperarnos, terremoto—dijo sarcásticamente, rodeó la encimera y cogió los vasos y platos de plástico que había. No entendía porque no había sacado los de cristal y porcelana de las cajas, pero tampoco le presté mucha atención a ese pensamiento.

Mi padre entró a la cocina con una bolsa, cuyo contenido era desconocido para mí y para mi madre. Las dejó en la encimera y vio que le faltaba una porción a la pizza. Me miró con una ceja alzada intuyendo que yo había sido la culpable. Le sonreí con fingida inocencia.

—Yo no he sido—dije inocentemente y señalé a mi madre—. Ha sido ella—abrió la boca con indignación y me tiró un paño a la cara—. Auch—me froté la frente, lugar donde había impactado el paño y la miré.

—Eso te pasa por mentirosa—me dijo haciendo la señal de "te vigilo" y haciéndose la enfadada.

La verdad era que mi madre con su poco más de metro y medio no tenía nada de intimidante y esa pose solo le hacía parecer más graciosa. Yo me reía, pero sabía que cuando yo me enfadaba me veía de la misma manera que ella, pues todo el mundo decía que éramos como dos gotas de agua, excepto por el color del cabello.

—Cariño, ¿dónde están las copas? —preguntó mi padre mientras rebuscaba entre las cajas que no habían vaciado.

—Ya tenemos vasos fuera, ¿para qué quieres copas ahora?

Sostuvo una botella de champán en sus manos y sonrió. Mi madre lo miró de forma reprobatoria pero poco a poco le devolvió el gesto.

Sacó las copas de una caja cualquiera y las dejó en la encimera. Cogió tres, eso significaba que me dejaba beber. Hice una señal de triunfo en mis adentros, no solía beber mucho y, mucho menos, lo hacía delante de ellos. Pero, de vez en cuando, solían dejarme beber lo que ellos bebían, aunque era muy poca la cantidad.

—Dame la botella que la guardo en el congelador para que se enfríe mientras comemos—dijo acercando su brazo a mi padre.

Por fin nos sentamos todos a comer. La caja con la pizza estaba en el centro de la mesa. Por cada minuto que pasaba, las porciones desaparecían. Reí al ver como mi padre le quitaba las aceitunas a sus trozos y se las echaba a mi madre y esta le reñía por jugar así con la comida. Vi como soltaba un bostezo cada cinco minutos y como sus párpados se cerraban involuntariamente. La mudanza y las horas en coche habían jugado una mala pasada en todos los miembros de nuestra familia, menos en mi padre, quien estaba acostumbrado a moverse de un sitio para otro en su trabajo.

El castaño se levantó de la silla y se encaminó hasta el congelador, de donde sacó la botella previamente guardada y llenó nuestras copas.

—¡Por nosotros y por los nuevos comienzos! —exclamó alzándola.

—¡Por nosotros! —respondimos mi madre y yo al unísono.

Concluimos el brindis con un choque de las copas de cristal y bebiéndonos el contenido burbujeante.

Sabía que en los brindis no se pedían deseos, pero yo lo hice.

Deseé que la mudanza no hubiese sido en vano, que de verdad fuese un nuevo y buen comienzo y que mereciese la pena dejar mis amistades atrás. Deseé que por fin pudiese terminar mis proyectos de escritura en este nuevo ambiente.

Solo esperaba que mis sueños se hiciesen realidad.

***


¡HOLA! Aquí os traigo el primer capítulo de la historia.

Este capítulo es más de presentación que de otra cosa, para que podáis conocer a la protagonista, April, y a su familia un poco, antes de meternos de lleno en la trama central.

Como podéis ver, la historia principal se centra y transcurre cinco años antes del prólogo, cuando April va al instituto y conoce a los demás. Esto está planteado así porque la historia está planeada para que conste de dos partes, no dos libros, sino partes.

¡Espero que os guste!

¿Quién más es una fanática del merchandising? Yo lo amooooo


Editado: 8/10/2021

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