SEIS
El paisaje otoñal de uno de los parques de Greenside era precioso.
Las hojas de los árboles estaban teñidas de un tono anaranjado y marrón; se movían de forma armoniosa debido a la suave brisa que corría. Yo me sentía en paz y estaba agradecida por vivir en un mundo donde existían los otoños. La ciudad se veía más animada y los niños podían salir a jugar en los parques a cualquier hora, pues no hacía un calor sofocante ni dañino. Además, era la época perfecta para quedar a tomar un café calentito en una cafetería mientras veías la lluvia caer.
No pude convencer a Sophie para hacer eso, pero sí que quedamos para ver el paisaje en un parque y ponernos al día de nuestros cotilleos. Estaba mirándome de frente con una pierna sobre el banco, dejando ver las botas militares negras que llevaba. Por lo que había visto desde que la conocía, las llevaba siempre puestas.
—No me puedo creer que presenciases la pelea de Carla con Mason y Adam y no me lo dijeses en el momento —dejé el sándwich en el banco en el que estábamos sentadas. Rodé los ojos ante su acusación.
—No pensaba que fuese tan interesante —me encogí de hombros tranquila—. Además, ni siquiera escuché lo que hablaron, yo estaba fuera.
—Da igual —dijo—. Ese tipo de cotilleos son los que hay que contar —rodé los ojos y reí levemente. Ella y su fanatismo por los cotilleos.
—Cambiando de tema —dije sentándome en forma de indio— Vas a venir mañana ¿no? No podría soportar sola a todos mis vecinos. Por lo que he visto hay muchos niños chicos y viejos.
—No me lo perdería por nada del mundo —le dio un sorbo a su bebida—. Quiero conocer a tus padres. Tienen pinta de ser divertidos.
Apreté los labios porque quería que viniese, pero no me sentía preparada para escuchar a mis padres soltar anécdotas que encontraban divertidas de cuando era pequeña. Era su tema de conversación favorito cada vez que conocían a algún amigo.
Una notificación en su teléfono le hizo soltar un pequeño gritito, me enseñó el móvil sonriendo y procedió a contestar. Le sonreí de vuelta y me emocioné tanto como ella. Este era el cotilleo que estaba esperando que me contase.
—¿Qué te ha dicho? —pregunté—. ¿Hablasteis más anoche? —emitió un sonido de felicidad.
—Me ha vuelto a contestar a la historia —rió tontamente—. ¿Qué le digo?
—Te voy a decir lo mismo que anoche, no sé. No sé ligar, tía —le dije—. Vas a tener que hacerlo sin mí.
La noticia de anoche resultó ser esa. Su crush, Laila, le respondió la historia que subió y estuvieron hablando casi toda la noche. Empezó con una reacción con una carita enamorada y Sophie le respondió con un mensaje atrevido, el cual yo nunca sería capaz de decir. A partir de ahí estuvieron hablando toda la noche.
—¿Le mando una foto de lo que estamos haciendo? —reí ante lo nerviosa que sonaba—. ¡No te rías! —me dio un golpe en el brazo que me hizo reír más.
—¡Perdón! —dije intentando parar de reír—. Sé tú misma.
—Me ha mandado una foto ella —me la enseñó. La chica estaba vestida con el uniforme de animadoras, el cual era negro y amarillo, con las iniciales del instituto en el pecho—. Está guapa hasta sudada —suspiró risueñamente. Luego se hizo una foto sosteniendo la lata de refresco y sacando la lengua. Me la enseñó—. ¿Te gusta? —no me dio tiempo a responder ya que envió la foto.
A los pocos minutos le respondió. Y Sophie se enfrascó en una conversación con ella en la que me hizo partícipe y cómplice. Estuvimos hablando con ella durante varios minutos hasta que el sol se puso y la noche nos consumió. Accedí a que me llevase en su coche hasta mi casa, pero me arrepentí al instante. Sophie era una loca al volante.
—Avísame cuando te responda —le dije bajándome—. Gracias por traerme —me tuve que agarrar a la puerta porque había venido tan rápida que me había mareado.
—Dalo por seguro —respondió—. No hay de qué. Nos vemos mañana, chica nueva.
—¡Adiós!
Nada más entrar en casa, un olor muy rico llegó hasta mis fosas nasales. Papá estaba en casa y se estaba encargando de la cena. Entré en la cocina, mi madre estaba sentada en un taburete junto a la barra con una copa de vino en su mano y se reía de algo que decía mi padre. Este movía lo que tenía en la cacerola con una cuchara de madera. Me quedé unos segundos parada en el quicio de la puerta observando como charlaban tranquilamente, de una manera íntima.
Mis padres eran la razón por la que creía en el amor.
—Y así fue como Charlie se cayó encima del pastel de cumpleaños —mi madre continuó riendo. Mi padre se giró en el momento que pasé por la puerta—. Oh, hola, terremoto. ¿Qué tal con Sophie?
—Bien —dije acercándome a la nevera para coger algo de beber—, hemos estado en un parque hablando —miré el delantal que llevaba mi padre e hice una mueca —. Mañana no llevarás ese delantal puesto, ¿no? —dije apuntándolo. Era horrorosamente vergonzoso. Él enarcó una ceja y sonrió con diversión.
—¿Por qué no? A mí me gusta.
—Papá, es ridículo. ¿Besa al cocinero y la figura tiene un hombre cachas? Pff —escuché la carcajada de mi madre.
— A mí me parece sexy —mi madre contestó y tomó un trago de su vino. No se me escapó la mirada que le echó a mi padre.
— Asqueroso —mi padre, ante mi comentario, se agachó y besó a mi madre en los labios. Puse una cara de asco fingido—. Por favor, que hay menores delante, un poquito de respeto —ambos rieron y me lanzaron un beso, pude ver como me sacaron la lengua.
Rodé los ojos ante su infantilismo, pero acabé sonriendo un poco con su relación. Era una de las cosas que aspiraba en la vida. Algún día iba a hacer una historia inspirada en ellos como regalo.
***
La ropa que estaba en mi armario me miraba y yo la miraba a ella. No sabía que ponerme para la barbacoa, estaba super indecisa. No quería arreglarme mucho, pero tampoco quería ir completamente desarreglada y hecha un desastre, no era plan de recibir a mis vecinos así, tampoco quería avergonzar a mis padres. Aunque fuesen ellos los encargados siempre de avergonzarme.
Recibí una notificación de Sophie, decía que estaba llegando. Le dije que cuando llegase, entrase y subiese a mi habitación. Cinco minutos después sonó el timbre, supuse que era mi amiga. Mi suposición resultó ser cierta, pues escuché pasos fuera de mi habitación y unas voces. La puerta se abrió y Sophie asomó su cabeza, me regaló una sonrisa radiante, la cual le devolví.
—Hola —saludó exagerando la última vocal. Se sentó en mi cama y echó un vistazo a toda mi habitación. Estaba llena de posters y accesorios relacionados con mis libros favoritos—. Me gusta —me miró con el ceño fruncido—. ¿Todavía no estás vestida? Ya hay gente en tu jardín.
—¿En serio? —me asomé a la ventana, pues daba a este, y corrí un poco la cortina para ver. Era cierto—. Mierda.
Sophie se levantó y me hizo apartarme del armario, ella se puso a examinar toda mi ropa. No tenía mucha ropa ya que no era una fan de la moda. Prefería gastarme mi dinero en libros nuevos. Estuvo revisándolo durante unos minutos hasta que sacó un vestido veraniego.
—¿Qué te parece? —negué con una mueca—. ¿Por qué? Es muy mono y todavía hace el tiempo para llevarlo, podrías combinarlo con una chaqueta vaquera si tienes frío.
—No es eso, es que no me gustan los vestidos —me lanzó una mirada interrogante—. Mis muslos no son exactamente delgados y me hacen daño por el roce. Además, me da vergüenza que me vean las piernas. Nunca me pongo vestidos o pantalones cortos —expliqué con algo de vergüenza.
—¿Entonces por qué te lo compraste? —me preguntó extrañada.
—Porque estaba de oferta —dije obviamente. Sophie me miró y negó con una sonrisa en su rostro.
Había sacado la vena de compradora compulsiva de mi padre. No podía evitarlo. Además, me compraba las prendas con el pretexto de utilizarlas algún día, pero siempre acababan muertas del asco en mi armario.
—Te entiendo perfectamente. Ahora ponte esto. Pienso hacer que te pongas uno de esos vestidos algún día —me tiró varias prendas a la cara, las cogí torpemente—. Date prisa, a ver si me voy a quedar sin comida por tu culpa.
A los pocos minutos ya estaba vestida, el atuendo elegido por Sophie consistía en unos simples vaqueros y un crop top, el cual cambié por una camiseta más larga y ancha, pues no tampoco me sentía segura con esa parte de mi cuerpo. Negó con la cabeza y me advirtió que también iba a utilizar un día ropa de ese estilo. No objeté ni intenté negarme, pero no pensaba hacerlo en un futuro cercano.
Salimos al jardín. Estaba lleno de gente, un niño pequeño pasó por al lado mía corriendo y me hizo trastabillar, aunque por suerte no caí. Sophie me miró con una sonrisa burlona y continuó caminando. La seguí hasta donde estaba la mesa con refrescos. Abrí los ojos maravillada cuando vi la famosa limonada de mi madre. Ni siquiera me había dado cuenta que la había hecho. Llevaba todo el día metida en mi habitación leyendo que ni el aroma de la comida que estaba haciendo había logrado sacarme del rincón de lectura. Le ofrecí un vaso a Sophie y le dije que no se arrepentiría. La limonada de mi madre era la mejor que había probado en mi vida. Luego nos sentamos en uno de los banquitos libres que había en el jardín.
—Laila me ha dicho esto —me mostró la conversación. Estuve varios minutos con ella ya que habían hablado bastante—. Creo que la voy a invitar al baile —dio un sorbo a su limonada—. Está buenísima tía, ojalá, mi madre cocinase así —reí y le di la razón—. Lo que iba diciendo, tengo que hacerlo antes de que sea muy tarde.
—¿Estás segura? —para estas cosas yo era muy tímida. Si quería ir con alguien a un baile, esperaba que esa persona me invitase. Y por eso había acabado yendo en grupos o con gente que no me interesaba solo por vergüenza a pedírselo a alguien o a rechazar a quien me lo pedía.
—Sí, bueno, no sé —se encogió de hombros—. Antes no estaba completamente del todo segura, pero después de estar charlando estos días y de tal manera, estoy segura de que hetero no es, ¿no?
—No sé que decir —fue mi turno de encogerme de hombros. No tenía ni idea de como aconsejarle—. Quizás no lo sea, de todas formas, no pierdes nada si te rechaza. Quizás sea bisexual.
—Sí que pierdo —hizo un pequeño puchero y se llevo la mano a la frente dramáticamente—. Pierdo mi dignidad.
Reí ante su teatralidad, esta chica nació para ser actriz, cosa que me comentó varias veces. Estaba deseando que interpretase una obra para ir a verla y ver sobre el escenario qué tan dramática era. El sonido del llanto de un bebé hizo que dejase de prestar atención a lo que Sophie me seguía contando. Busqué con mi mirada el lugar de donde procedía el ruido. Achiqué los ojos para ver de quien se trataba. Un adolescente tenía a un infante en brazos y trataba de calmarlo, cosa que fue en vano. La madre, la señora Foster asumí, ya que soltó un par de palabras en español, se acercó y lo cogió en brazos para hacer que dejase de llorar. El adolescente se giró, seguro que notó que lo estaba mirando, y vi que se trataba de Adam. Aparté rápidamente mi vista de él cuando me sonrió en forma de saludo.
—¿Qué tanto miras? —dijo la rubia sacándome de mi ensoñación—. Anda, si es Adam —levantó la mano y empezó a llamarlo. Este se acercó a nosotras. Llevaba unas deportivas negras, unos vaqueros algo sueltos y una camisa de cuadros roja abierta, debajo tenía una camiseta negra con el dibujo de una guitarra.
—Hola, chicas —acompañó el saludo con el típico gesto de la cabeza— ¿Qué tal? —se giró hacia mí—. Creo que no nos conocemos oficialmente —sacó una mano del bolsillo de sus vaqueros y la acercó a mí. Aspiré el aroma a vainilla cuando le estreché la mano. Su sonrisa creció y pude observar su dentadura, unos pequeños dientes torcidos me saludaron—. Soy Adam, tu compañero de instituto y, aparentemente, tu vecino —le sonreí de vuelta y me presenté.
—Yo soy April.
—¿Quieres sentarte? —preguntó Sophie e hizo el amago de moverse para dejarle espacio.
No le dio tiempo a contestar, ya que un señor mayor se acercó a él y se lo llevó para hablar. Era el señor Foster. Mi madre me había hecho un pequeño mapa mental para saber quien era cada persona mientras cenábamos. El señor Foster, o Adam, era el copropietario del restaurante español al que fuimos un par de días atrás. Parecía una conversación seria, el hombre también lo parecía siempre, Adam asentía continuamente y mantuvo una expresión neutra en su rostro. No tardó mucho en acercarse a nosotras y disculparse.
—Lo siento mucho, chicas, pero debo irme —nos dio una mirada de disculpa y se fue. Vi como su desgarbada espalda se movía entre la multitud para desaparecer por la puerta de madera del jardín.
¿Qué habría pasado para irse así?
—No entiendo porque siendo tan amable es amigo del gilipollas de Mason —Sophie frunció el ceño mientras bebía de la cañita de su limonada.
—Y yo no entiendo el odio que le tienes a ese pobre chico —dije confusa. Sus ojos azules me miraron con diversión y misterio. No entendí esa mirada.
—Eso, amiga mía, es una historia para otro día —dijo sonriendo maliciosamente y tomando un trago de su limonada.
Continuamos hablando durante un rato. Le presenté formalmente a mi padre cuando apareció con una bandeja llena de carne por la puerta. Escuché a Sophie decir que le encantaba mi padre cuando se colocó el delantal e hizo una pose divertida. Sonreí porque no se encontraba avergonzada ni creía que mi padre era un rarito como había ocurrido con mis anteriores amistades.
Vi a mi madre charlar con una mujer con la tez algo más olivácea, el cabello negro como el carbón y una pose tranquila y relajada. La mujer llevaba un niño pequeño en brazos, con el pelo oscuro también, pero con una piel algo más clara y pálida. Era el mismo niño que Adam sostenía antes, por lo que supuse que se trataba de su madre y su hermano menor, Tyler. Adam y su padre habían desaparecido de la barbacoa. Tenía entendido que había otro miembro familiar en la familia Foster. Fue fácil identificar a la otra persona, la hermana mediana, Sarah, sentada en el columpio del patio mientras jugaba a la videoconsola portátil. Tenía el mismo color de pelo que sus hermanos.
—¿Un poco de tortilla de patatas, niñas? —levanté la mirada ante la señora Foster y asentí.
Paula se había encargado de traer un par de platos típicos de su país y estaba más que contenta por esa decisión. Había utilizado una palabra en español para referirse a nosotras, pero no sabía muy bien de qué se trataba, por lo que solo le sonreí.
—Esta es la mejor barbacoa de mi vida —dijo Sophie con la boca llena de la tortilla que nos había ofrecido la vecina. Esta solo rió y se alejó para seguir repartiendo su obra de arte.
Reí de acuerdo a lo que había dicho y bebí de mi vaso de limonada.
Quizás no estaba tan mal después de todo.
Quizás sí iba a encontrar mi sitio en Greenside.
***
¡HOLA!
Por fin se celebra la barbacoa jejeje y por fin, April y Adam se conocen, oficialmente, sin chocarse en los pasillos.
¿Qué os ha parecido? ¿A qué creéis que se debe el "odio" de Sophie a Mason?
¡¡Os leo!!
Editado: 16/10/2021
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