DOS


El lunes llegó en un abrir y cerrar de ojos, y con él, llegó el primer día de clases.

No me hacía ni pizca de gracia empezar el último curso del instituto en un lugar nuevo y sin conocer a nadie. Se suponía que el último año de instituto era para pasarlo con tus amigos, ir de aventuras, hacer travesuras y dejar tu marca en el recinto, no de comenzar de cero y relacionarte con personas que, seguramente, ya tendrían su grupo hecho y consolidado. Eché un vistazo a mis notificaciones en busca de algún mensaje de mis amigos de mi ciudad, pero no tenía nada, ni un simple «hola». Suspiré y bloqueé la pantalla con una mueca de frustración. Sabía que mi grupo no eran amigos amigos, sino personas con las que pasaba el tiempo. No sabían nada con profundidad de mi vida. Éramos compañeros de clases que nos quejábamos de la vida y del instituto. Pero, aun así, me entristecía no tener ni un simple mensaje de ninguno de ellos. Podrían hacerse los interesados por lo menos durante unos días y luego pasar de mí. 

—¡Vamos, April! —la voz de mi madre desde la planta baja me hizo volver al mundo. Me miré por última vez en el espejo, me retoqué el pelo y me cercioré de no tener ninguna mancha de máscara de pestañas—. ¡April!

—¡Voy! —cogí mi maleta de la cama y salí de la habitación.

Mi madre me esperaba en la entrada, con su mítico termo de café en una mano y las llaves del coche en la otra. Su pelo estaba suelto y unas ondas rubias caían sobre su busto. Con una sonrisa me entregó un vaso desechable de café. Le devolví la sonrisa con falsedad. 

—¿Lista? —no.

Mentí para no hacerle sentir mal y caminé a su lado hasta el garaje, donde estaba el coche familiar aparcado. Tuvimos que poner el aire acondicionado debido al calor que hacía en el vehículo. Aspiré el aroma del café en mis manos y coloqué el Google Maps en el teléfono. Ya estuvimos visitando nuestras nuevas escuelas en el fin de semana, pero queríamos cerciorarnos del camino una vez más, pues mi instituto, Greenside High, no estaba muy lejos de la nueva casa si ibas en coche, pero el colegio de primaria donde mi madre era profesora sí que estaba algo más lejos. 

Llegando a la escuela, recibí un mensaje de mi padre, tenía una foto adjunta donde me deseaba suerte. Mi padre por motivos de trabajo tuvo que irse temprano de casa; trabajaba como periodista así que pasaba mucho tiempo de viaje para poder cubrir las noticias de todo el estado. Leí el mensaje en alto ya que también le deseaba suerte a mi madre.

Ella me hizo poner la opción de mandarle un audio y ambas le dimos las gracias y, por supuesto, también le deseamos suerte a él, ya que, a pesar de llevar trabajando para esa cadena años, era una nueva oficina y eran nuevos compañeros de trabajo. A todos nos había cambiado la vida esta mudanza. Los tres teníamos que comenzar de cero. Después de mandar el audio, mi madre dejó el coche en doble fila al lado de la parada de autobuses.

—Aquí es donde te digo adiós—habló volviéndose hacia mí—. Mi niña pequeña ya no es tan pequeña.

—Mamá, para—dije rodando los ojos—. Haces esto todos los años. Es mi último año de instituto, no es como que me vaya a morir—me miró con ojos tiernos y me apretó los cachetes—. Mamá, en serio, para.

Odiaba que me tocasen los cachetes porque siempre había tenido complejo por lo redonda y gorda que tenía la cara. Y mi madre lo sabía perfectamente, y más después de los berrinches y malas caras que ponía cuando lo hacía. Así que dejó caer su mano, pero la sonrisa la mantuvo. Un segundo después puso su cara seria y supe que venía una charla de camino. Me preparé mentalmente para ella.

—Ya sé que no es fácil empezar en un nuevo colegio en el último año, pero este nuevo trabajo es una gran oportunidad para mí, así que vas a tener que hacer un esfuerzo. Y ya sabes que en vacaciones vas a poder volver a nuestra antigua ciudad para ver a tus amigos, papá y yo te lo dijimos y vamos a mantener esa promesa, a no ser que tengas malas notas—miré hacia otro lado porque odiaba esa charla. Sabía perfectamente lo bueno que era el trabajo para ella, pero como ya he dicho, no me hacía gracia empezar de nuevo—. Dicho esto, pórtate bien, intenta hacer nuevos amigos o, por lo menos, charla con alguien.

Asentí y sonreí falsamente. Le di un beso en la mejilla y bajé del coche. Mi madre bajó la ventanilla y me lanzó un beso, me despedí de ella con la mano y me di la vuelta. No quería hacerle sentir mal porque sabía la gran oportunidad laboral que era para mis padres, pero eso no implicaba que para mí lo fuese. 

Miré la puerta del instituto y respiré profundamente. Odiaba esto, odiaba tener que empezar de nuevo, odiaba tener que superar mi timidez para poder hablar con alguien y, odiaba tener que volver a empezar de nuevo.

Odiaba Greenside.

***

Miré simultáneamente el correo electrónico, que contenía mi horario y mi número de taquilla y los pasillos del instituto, pero fue en vano. Era imposible encontrar donde estaba mi taquilla con tantas personas pasando y charlando enfrente de estas. ¿No tenían otro sitio para cotillear? Seguro que eran todos del mismo pueblo, podían quedar para tomar algo y ponerse al día de sus vidas en otro lugar. Estaba harta de buscar y no encontrar nada, así que decidí pedirle ayuda a una chica que pasó por mi lado.

—Perdona—me puse a un lado suyo y le toqué el hombro—, ¿sabes dónde está...?

—¿Me ves con cara de mapa? —se colocó los auriculares y siguió caminando.

Me quedé unos segundos impactada por lo que acababa de pasar. ¡Será borde la tía! 

Reaccioné al cabo de unos segundos y volví a retomar la búsqueda de la taquilla, sintiéndome algo impactada y cabreada con la actitud tan borde de la rubia. Al cabo de unos minutos la encontré, estaba al final del pasillo, justo al lado del aula de música. Genial, iba a ser fácil de encontrar.

La abrí y guardé la sudadera que llevaba cargando porque, según mi madre, iba a hacer frío por la mañana, y también guardé el libro que tenía planeado leer en el descanso. Cerré la taquilla y volví a mirar mi móvil para ver que clase tenía y cual era el aula. Esa vez decidí preguntarle a la persona que usaba una de las taquillas próximas a la mía, me indicó como encontrarla y luego siguió hablando con sus amigos, como si nada hubiese interrumpido su conversación.

Empecé a andar por los pasillos hasta encontrar el aula, había logrado entender las indicaciones que me habían dado. Cuando llegué, no había apenas nadie así que escogí un asiento en la fila del medio. Poco a poco, la clase empezó a llenarse y cuando sonó el timbre solo quedaban un par de asientos por ocupar.

Un par de minutos después de que sonase el timbre, entró el profesor. Era un señor calvo y llevaba la vestimenta típica de un profesor de historia: unos vaqueros y una camisa de cuadros negra y roja. Dejó su maletín color marrón encima del escritorio y sacó una tiza de uno de los bolsillos. Entonces, empezó a escribir en la pizarra su nombre. 

—Como podéis ver, soy el señor...—unos golpes en la puerta interrumpieron su presentación.

—¿Se puede? —un par de cabezas se asomaron para que el profesor los pudiese ver. Una cabellera pelirroja y otra pelinegra se dejó entrever. 

—Señor Foster, señor Kane —el profesor cruzó los brazos y los miró con el ceño fruncido—, el primer día y ya están llegando tarde ¿Qué van a dejar para el resto del curso? —uno de ellos iba a responder, pero el otro le dio un codazo para hacerlo callar. El profesor resopló y les dejó pasar—. Sentaos antes de que me arrepienta, pero que esta sea la última vez.

Los chicos entraron y se sentaron en los sitios que sobraban. El más alto y el pelinegro se sentó en la silla que estaba a mi izquierda, mientras que el otro se sentó en la fila de detrás, a un lado tenía a la chica que ni se dignó a ayudarme esa mañana. Esta hizo un corte de mangas haciendo que el otro sonriese. 

—Como iba diciendo antes de ser interrumpido —el profesor continuó—, soy el señor Perkins y seré vuestro profesor de Historia durante este curso. A muchos de ustedes ya los conozco, pero hay algunas caras nuevas. No os haré presentaros porque ya hemos tenido suficientes distracciones en el día de hoy—rebuscó en su maletín y sacó unas gafas, luego cogió un papel y empezó a pasar lista.

Me dejé caer en la silla algo más relajada porque no tendría que presentarme ni pasar vergüenza delante de personas que no conocía de nada. Pero me puse alerta cuando escuché al profesor poner un Power Point con el primer tema. Mierda, ¿por qué comenzaba las clases ya? ¿Dónde se dejaban las clases solo de presentación? Maldito instituto nuevo. Maldito bolígrafo que había querido quedarse sin tinta y no pintar. Empecé a agobiarme porque solo había traído un bolígrafo ya que pensaba que no iban a comenzar a dar materia, sino que iban a ser clases de presentaciones, pero me había equivocado pero bien. 

Sentí un golpecito en el hombro y me giré hacia esa dirección. El chico que había llegado tarde, el pelinegro, me dio un bolígrafo. Seguramente me habría visto tan agobiada y a punto de llorar que me ayudó. Le di las gracias varias veces y le sonreí. 

Él me devolvió el gesto. 

Al final no había sido un mal primer día.

***

¡Hola! ¡Nuevo capítulo! ¡YAYYY!

Este capítulo sigue siendo algo introductorio pues April acaba de empezar el curso, en una nueva ciudad y en un nuevo instituto, así que necesita tiempo para acostumbrarse y aclimatarse.

En el siguiente ya hay algo más de salseo y conoceremos a alguien importante en la historia.

¿Quién será esa persona?

Gracias por leer, ¡hasta pronto!

Editado: 13/10/2021

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