Capítulo 21: La lista; dormir bajo las estrellas

Cubiertos de harina, azúcar y huevos, ambos se miraron antes de llevarse a la boca el primer dango. Bakugo empezó por el blanco, pero observaba a Shoto iniciar con el de color verde. ¡A ese chico le gustaba demasiado el té verde! Ambos sabían que después de aquella guerra campal en la cocina, la cual inició con el lanzamiento de harina, continuó con el azúcar y acabaron por los huevos... necesitarían ducharse y, sobre todo, recoger el desastre organizado.

Saboreando los dangos recién preparados, Bakugo observaba las mejillas blanquecinas de Shoto. Cubiertas de harina al igual que su cabello, tenía un toque infantil único. Sonreía y se notaba que pese a que al inicio le costó iniciar aquella guerra, se lo había pasado bien.

— ¿Están buenos?

— Así que esto son dangos... – susurró Shoto sin haberlos comido jamás.

— De verdad que tú nunca has tenido infancia – sonrió Bakugo sabiendo que los padres generalmente regalaban dangos a sus hijos, eran populares entre los dulces y a él se le daba bien prepararlos. Su madre le enseñó.

La cara de felicidad de Shoto provocó una sonrisa en Bakugo, sobre todo, cuando vio que éste intentaba robarle el suyo de color verde.

— Ey, no me robes el mío.

— Es que me gustan mucho los verdes – sonrió Shoto – por favor... Kacchan – susurró ese apodo que hizo sonrojar a Bakugo y con el que al final, terminó por acercarle su plato para que tomase el dango verde.

— Vale, pero sólo por esta vez porque nunca los habías comido. No te acostumbres.

— Gracias, Kacchan – sonrió Shoto arrebatándole el dango verde pero entonces, tras devorarlo y antes de pasar a los rosas, Shoto pareció quedarse algo cabizbajo.

— ¿En qué piensas?

— En todo el trabajo que me queda por hacer antes del concierto – susurró Shoto.

— Tú siempre pensando en trabajo. ¿Tanto te preocupa ese concierto?

— Un poco, sí. La verdad es que... es el primer concierto contigo y quiero que la química del grupo sea perfecta, que encaje todo a las mil maravillas y...

— ¿Y?

— Y tengo ciertas dudas.

— ¿Sobre qué?

— Mi resfriado no es que esté mejor precisamente – mintió Shoto sobre su cáncer haciendo pasar así su problema de garganta por un simple resfriado –. ¿Y si me quedo sin voz en el concierto?

— Puedes hacer playback – dijo Bakugo.

— No voy a hacer eso.

— Si te quedas sin voz... no hay mucho que hacer, Shoto. ¿O es que tienes también eso pensado?

— La verdad es que sí pero... necesito tu ayuda.

— No voy a cantar por ti.

— No quiero que cantes por mí... al menos no todo – dijo Shoto sorprendiendo a Bakugo – pensaba en que tú cantases algunas canciones y yo otras, así podría descansar la voz por momentos y, a la vez, si desde el primer concierto se ve que puedes cantar, a nadie le sorprenderá si en un futuro lo sigues haciendo.

— ¿Por qué lo haría en un futuro? Soy guitarrista. Tú eres el cantante.

— ¿Y si alguna vez... no pudiera cantar? – preguntó Shoto intentando evidenciar que un solo cantante no era bueno y prefería tener un reemplazo, sin embargo, no quería ser demasiado evidente y decirle que en realidad... iba a ser un reemplazo para siempre.

Esta estrategia para que Bakugo cantase algo sólo funcionaría mientras él no le dijera que iba a ser permanente. Tenía que engañarle haciéndole creer que cantaría provisionalmente para luego, en el concierto, presentarle como cantante y guitarrista, como su sustituto cuando tras ese concierto, abandonase el grupo.

— De acuerdo – dijo finalmente Bakugo – podría aprender algunas canciones si quieres por si acaso.

— Gracias.

— Pero... practicaremos tú y yo, esta noche y yo elijo el lugar. Prepara una mochila con pijama y lo que necesites, la noche será larga.

¡Absorto! Así se quedó Shoto pero imaginó que Bakugo ya tenía algo planeado para poder ensayar sin interrupciones y esas cosas. No quiso darle demasiadas vueltas.

— Recojamos rápido la cocina y vamos a ducharnos, ¿vale? Nos podemos ver a las ocho en el jardín de atrás para ensayar – aclaró Bakugo, aunque más parecía una imposición que una pregunta o quedada formal.

— Vale – confirmó Shoto.

***

Recién duchado y habiéndose quitado toda esa harina y los huevos de encima, cubierto con el albornoz y secándose el cabello con la capucha del mismo, se acercó a la mesilla de noche. Allí, los botes de medicación seguían presentes pese a que apenas estaban haciendo efecto. A duras penas le mantenían y su cáncer seguía avanzando. Ni la radioterapia funcionó cuando se la dieron, ni la inmunoterapia funcionaba. La cirugía era su último cartucho para gastar y si eso tampoco conseguía terminar con él cáncer... entonces no habría nada que hacer. Aun así, agarró la caja y se sentó en el colchón para poder abrirla.

Dentro de ella había una jeringuilla y dos medicaciones inyectables: nivolumab y pembrolizumab. Era terapia con inhibidores y que, aunque ahora mismo no terminaban de hacer el efecto deseado, debía seguir inyectándose hasta la cirugía.

Metió la jeringuilla en el primer botecito y sacó algo del líquido de él hasta la cantidad que su médico le indicó y luego, se la inyectó en el brazo para pasar a la última medicación.

¡Dos semanas! Apenas quedaban días... Shoto ya los contaba en una cuenta atrás para abandonar el grupo. Debía preparar a Bakugo fuera como fuera para que acabase siendo el cantante y esta noche, proporcionándole algunas canciones a él y practicando los dos, era una buena oportunidad, la mejor que jamás tendría.

Cuando la puerta sonó, Shoto guardó todo en la caja nuevamente y dio acceso a la persona que estaba al otro lado mientras volvía a meter el brazo en la manga del albornoz para cubrirse. Izuku entró con una sonrisa, cerrando la puerta con rapidez tras él y corriendo hacia el colchón donde estaba su amigo para lanzarse sobre el colchón como un niño travieso que quiere que le cuenten todo lo ocurrido en una cita.

— ¿Y bien? – preguntó Izuku con una gran sonrisa infantil.

— ¿Y bien, qué? – preguntó Shoto.

— Pues... Bakugo y tú... os he visto y escuchado en la cocina.

— Me enseñaba a cocinar.

— Ya... te divertías mucho, como en una cita.

— ¿Cita? – se preguntó casi para sí mismo Shoto, pero no recordaba que Bakugo hubiera dicho una palabra así – no he tenido ninguna cita – dijo Shoto con total seguridad.

Izuku le miró con incredulidad. Conocía a Shoto tanto como para saber que si no le decían las cosas con total claridad, él no sacaba conclusiones y, por tanto, era muy posible que Bakugo jamás usase la palabra "cita", pero evidentemente, aquello había sido una aunque ninguno quisiera admitirlo. Izuku sonrió.

— Creo que le gustas – susurró Izuku – y también creo... que a ti te gusta algo también.

— No es verdad, sólo descubrió una estúpida lista de cosas que quería hacer que escribí con mi hermano hacía ya demasiados años. Se empeñó en cumplirla, ¿esto está mal? – preguntó Shoto al ver la cara melancólica de Izuku.

— No, para nada, excepto por el hecho de que tú no le estás contando toda la verdad.

— No puedo – dijo Shoto con su sonrisa melancólica a la vez que agachaba su cabeza.

— Se está encariñando contigo y, a la larga, eso será malo.

— Sólo serán dos semanas y luego... desapareceré. Él seguirá con su vida.

— ¿Te has parado a pensar en lo que él pensará o sentirá cuando tú ya no estés en la banda? Se preguntará mil veces por qué te fuiste, por qué lo dejaste y puede que un día descubra la verdad y entonces se preguntará... por qué no le contaste nada. Una amistad, Shoto, depende de la confianza mutua y no te digo si encima sentís algo el uno por el otro. Una relación es arriesgarse y confiar en la otra parte.

Shoto parecía pensar en las palabras de su amigo y cuanto más las repetía en su cabeza, más sentido tenían pero... aun así, había algo en su interior, un miedo atroz a ser rechazado demasiado pronto por ese problema. Bakugo era un chico difícil y complicado, pero fuera por lo que fuera, ellos dos parecían estar llevándose bien ahora mismo y por eso, Shoto se negaba a romper la dinámica ahora antes del concierto.

Por los ojos que puso Shoto, Izuku entendió que había algo en todo ello que le preocupaba demasiado.

— ¿Qué es lo que ronda por tu cabeza? – sonrió Izuku en un intento por hacer sentir cómodo a su amigo para hablar del tema.

— Romper la buena dinámica que hay ahora mismo en el grupo. Si le cuento la verdad a Bakugo... podría reaccionar de una manera que no espero y quizá destrozar el buen ambiente de la banda justo antes del concierto. Siendo sincero y muy egoísta, me gusta el ambiente que hay ahora mismo.

Izuku entendió enseguida lo que atemorizaba a su amigo y por eso, no quiso seguir insistiendo más. Shoto era el que tenía esa enfermedad y le correspondía a él tomar las decisiones de cuándo contarlo, a quién o cómo.

— Voy a vestirme – dijo finalmente Shoto guardando la caja de la medicación de nuevo en el cajón de la mesilla.

— ¿Vas a salir?

— En realidad... no – sonrió Shoto – sólo voy a ir esta noche al jardín de atrás con Bakugo para practicar algunas canciones que quiero que cante en el concierto.

***

"Dormir bajo las estrellas", era lo mismo que decir que le habría gustado ir de acampada y finalmente, allí estaba. Bakugo terminaba de poner una sábana alrededor de la estructura improvisada que había hecho atando los extremos a unos árboles cercanos para crear una especie de tienda de campaña.

— Vaya, no sabía que eras un "manitas" – dijo Shoto al ver que Bakugo tenía recursos para todo. Nunca imaginó que se le darían bien esas cosas.

— Bueno... improvisar siempre se me ha dado bien – dijo Bakugo.

Bajo la sábana, unos cojines estaban tirados sobre otra sábana donde seguramente dormirían y la guitarra de Bakugo descansaba en el suelo a no mucha distancia de uno de los árboles.

— Espero que no llueva – sonrió Shoto.

— Si llueve, tendremos que salir corriendo al interior porque estas sábanas no aguantarán la lluvia, pero... por lo que he visto en el tiempo, hoy hará una buena noche.

— ¿Crees que habrá estrellas?

Shoto aprovechó para acercarse a la improvisada tienda y se sentó entre los cojines mirando por uno de los laterales para evitar la sábana que hacía de techo y poder así ver el cielo. No se veía ni una estrella todavía, pero en Japón, era normal aquello. Demasiada contaminación.

— Sí... claro que sí, alguna veremos – dijo Bakugo muy convencido de ello y entonces, se tumbó al lado de donde Shoto estaba sentado y miró la sábana blanca sobre él. Shoto le imitó al ver que se tumbaba.

Cuando Bakugo lo vio tumbado, entonces apagó la luz de las linternas que había traído y unas estrellas brillaron en la sábana. No eran reales, él mismo había puesto esas pegatinas luminiscentes allí pegadas, pero eso hizo reír a Shoto al verlas.

— ¿Ves como sí? Alguna veremos – sonrió Bakugo.

— Ey, Kacchan – susurró Shoto ese apodo que ahora mismo, parecía no molestarle demasiado a su compañero, éste se giró a mirarle aunque Shoto mantenía su mirada en las estrellas improvisadas de la sábana –. ¿Esto es... una cita?

Bakugo se sonrojó ante esa palabra. La realidad era que no había pensado demasiado en etiquetar las cosas. Estaba a gusto al lado de ese chico y por alguna razón, verlo tan serio siempre le había hecho desear ver su sonrisa, pero una vez que consiguió verla una única vez... se volvió completamente adicto, hasta el punto de estar allí, haciendo lo que fuera con tal de volver a verla y disfrutarla.

— S-sí – dijo finalmente tras pensar unos segundos la respuesta, porque sabía que hablar de forma directa con Shoto era la mejor forma de llegar hasta él.

Incorporándose un poco y cargando su cuerpo sobre uno de sus brazos para poder ver a Shoto desde cierta altura, Bakugo le observó antes de acercar su rostro ligeramente al de Shoto.

— Sí, sí que es una cita – dijo Bakugo de la forma más clara que pudo para que ese chico no pudiera pensar nada raro.

— Entonces... creo que es la mejor cita que te he tenido jamás.

Aquello sorprendió a Bakugo que sonrió ligeramente con arrogancia. ¡Claro que era la mejor! Como que era la única que había tenido si su memoria no le fallaba. Shoto dijo que jamás había salido con nadie.

— Soy tu primera cita – hizo énfasis Bakugo en eso – ya podía trabajar en ella porque quería que fuera perfecta.

— Gracias – susurró Shoto con la mirada perdida en esas estrellas aunque al instante siguiente, miró los ojos de Bakugo. Él estaba allí, a su lado, casi encima suyo y entonces, Shoto llevó su mano a la nuca de su compañero para obligarle a bajar el rostro hacia él y poder besarle.

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