Capítulo 19: Una cita
Caminaba lentamente al lado de Bakugo. Cubriendo su cabello con la capucha y con sus manos dentro de los bolsillos de la sudadera, sólo seguía el ritmo de su compañero. Era la primera vez que alguien le invitaba a una cita, al menos formalmente. Él nunca había tenido amigos y mucho menos parejas.
Disimuladamente, Shoto desviaba la mirada hacia Bakugo cuando éste parecía no mirar aunque sabía que por mucho que le mirase, no descubriría dónde iban o de qué iría la cita. Él ni siquiera sabía cómo debía comportarse en una cita. ¿Qué debía hacer o decir?
— Por aquí – escuchó a Bakugo que cambiaba la dirección hacia la derecha.
Shoto se detuvo un segundo al escuchar su voz y luego, miró a Bakugo y giró hacia la calle que él decía siguiéndole a escasos centímetros.
— ¿Dónde vamos? – preguntó finalmente Shoto.
— A un bar de aquí al lado. Tienen billar.
— ¿Te gusta el billar?
— Jugaba desde pequeño con mi padre. Me distrae, aunque no es que sea realmente bueno. ¿Has jugado alguna vez?
— No. Yo no tenía tiempo para jugar. Mi padre siempre me obligaba a estudiar o a practicar. Cuando tenía algún hueco libre, componía.
— Eres como un crío que no ha tenido infancia.
— ¿En serio? – preguntó Shoto con una mueca como si quisiera sonreír aunque no llegó a hacerlo.
— Sí. No entiendo cómo pudiste madurar tanto para algunas cosas y quedarte tan inocente en otras. Eres muy raro.
Por un momento, Shoto se entretuvo mirando a la gente de su alrededor. Hacía tanto tiempo que no detenía su vida. Siempre estaba encerrado en aquella casa, trabajando. Sólo salía para ir al hospital, al templo y a los conciertos. Su vida se había vuelto una rutina aburrida y demasiado predecible. Desde hacía demasiado tiempo, ya nada le motivaba.
Bakugo abrió la puerta y cedió el paso a Shoto al bar. No había demasiada gente, pero aun así, Shoto no se quitó la capucha por miedo a que alguien pudiera reconocerle. Bakugo tenía suerte por el momento de aún no ser demasiado conocido. Era el nuevo en la banda, sólo había salido una única vez en público cuando la entrevista de presentación. Después del primer concierto... todo cambiaría para él. Shoto lo sabía de sobra. Bakugo ocuparía su puesto y las noticias correrían como la pólvora entre los fans. Por fin él... pasaría al olvido.
La mesa de billar estaba al fondo, así que Shoto quiso encaminarse hacia ella cuando Bakugo colocó su mano sobre su hombro para frenarle. Shoto le miró un segundo viendo cómo le indicaba primero la barra. Querría pedir algo de beber.
— ¿Qué quieres? – le preguntó Bakugo y entonces... recordó la primera vez que conoció a Shoto. Él muy idiota le pidió un té verde. Así empezó su primera discusión.
Bakugo sonrió y al ver que Shoto movía los labios para decirle la bebida que quería tomar, Bakugo se anticipó.
— Y no me digas un té verde que te saco a patadas del bar – le dijo con una sonrisa. Shoto sonrió.
— Entonces... lo mismo que me serviste tú el primer día.
— Cerveza sin alcohol. Vale.
¡Una cita! A Shoto no se le iba de la cabeza esa palabra. Seguramente, aquella sería su primera, última y única cita en la vida. Sonrió, porque si sólo iba a tener una, al menos habría tenido alguna experiencia en ese campo.
Bakugo pidió las bebidas y miró atrás para asegurarse de que Shoto estaba bien. Lo miraba todo como si fuera la primera vez que entraba a un bar. Como un niño curioso que todo le llamaba la atención. Era un chico realmente extraño, pero a la vez, tenía ese encanto que le convertía en alguien único. Le gustaban muchas cosas de él, de su carácter, de su físico.
— 1030 yenes – dijo el camarero.
Bakugo, que estaba absorto, se giró rapidamente y buscó su cartera en el bolsillo trasero de su pantalón, sin embargo, Shoto fue más rápido que él sacando la cartera y pagando.
— Se suponía que invitaba yo.
— Ya... supones muchas cosas – sonrió Shoto sin darse cuenta de que un papel perfectamente doblado varias veces caía de su cartera. Bakugo lo observó mientras Shoto recogía la vuelta de los billetes que había pasado al camarero.
Al ver que su compañero ni se había percatado de aquello, Bakugo se agachó para recoger el papel, sin embargo, en vez de devolvérselo, la intriga por saber de qué se trataba le hizo quedárselo en la mano dudando si debía abrirlo o no. La respuesta era no, podía ser algo privado o sólo un ticket de alguna compra que había hecho. No tenía demasiada importancia así que pensó en devolvérselo, pero cuando vio el rostro de Shoto sonrojado al mirarle con el papel en la mano, algo le dio la sensación de que no era un simple ticket de alguna compra.
— Devuélvemelo – casi gritó Shoto estirando la mano con rapidez para quitárselo, lo cual hizo que Bakugo tuviera todavía mayor curiosidad y alejase la mano con el papel de Shoto.
— Iba a hacerlo, pero ahora... creo que prefiero no hacerlo – sonrió.
— ¡Ni se te ocurra! – le amenazó Shoto con una mirada desafiante al ver que los dedos de Bakugo empezaban a desplegar el papel una vez él se había levantado para mantener a Shoto a algo más de distancia pese a que este intentaba acortarla para arrebatarle el papel.
— ¿Qué será... será? – preguntó Bakugo en un tono divertido, pero al desplegarlo y leer las primeras letras en mayúsculas, se paralizó.
"Cosas que quiero hacer mientras viva"
¡Era una lista! Una lista de cosas que ese chico había escrito y que, seguramente, algunas de ellas le daría vergüenza que otras personas las leyera, sin embargo, no había tachado ni una de esa larga lista. Bakugo no leyó ninguna, pero estaba claro por lo limpia que estaba y sin tachaduras... que Shoto no las había cumplido.
— ¿No has cumplido ni una sola? – preguntó Bakugo sonrojando más aún a Shoto.
— ¡Cállate! Eso es personal.
— ¿Por qué no has cumplido ninguna?
— Para algunas de ellas, antes no tenía dinero.
— Ahora lo tienes – sonrió Bakugo.
— Ahora no tengo tiempo – se quejó por la cantidad de trabajo que tenía siempre –. ¿Me lo devuelves?
— ¡No! Quiero leerlo – dijo abiertamente.
— Como quieras. Tampoco es nada del otro mundo. Una tontería de cuando era más joven. Algo que rellené con mi hermano hace demasiado tiempo.
Bakugo observó mejor el rostro de Shoto. ¿Le importaba o no que lo leyese? Era algo extraño, al principio parecía que sí, ahora... casi le daba igual. ¡Ese chico era muy raro!
— No lo leeré si no quieres, pero la verdad es que me gustaría hacerlo – sonrió Bakugo por su curiosidad absoluta de saber un poco sobre ese chico.
— No me importa demasiado ya – dijo Shoto – no creo que vaya a cumplir nada de lo que está ahí escrito.
— Vale. Vamos a jugar al billar. Iré leyendo mientras te toca el turno – sonrió Bakugo acercándose de nuevo a la barra a recoger los botellines de cervezas que había pedido.
Ambos se acercaron a la mesa de billar vacía del fondo y fue el momento en que Bakugo dejó apoyadas las cervezas en una de las mesas pequeñas contiguas al billar.
— Me has dicho que nunca has jugado. Hay varias modalidades de juego pero... a mí me gusta el americano – comentó.
— Vale, sólo explícame un poco y veré qué puedo hacer.
— Se juega con una blanca y quince bolas de colores numeradas del 1 al 15. Si jugásemos en grupo, un grupo tendría que meter las bolas del 1 al 7 y el otro del 9 al 15. Se gana la partida si embocas todas las bolas de tu grupo y por último, la número ocho.
— Vale. Empieza tú entonces, me quedo las del 9 al 15 – dijo Shoto.
Con una sonrisa, Bakugo guardó el papel en el bolsillo trasero de su pantalón y tomó la tiza para untarlo por la punta del taco; luego, se colocó cerca de la mesa, se inclinó sobre ella y posicionó el taco de tal forma que pudiera golpear la bola blanca contra el grupo de bolas frente a él. Con el golpe, todas las del grupo salieran esparcidas hacia cada lado del tablero pero una de ellas, la número dos, entró.
— Te toca – le pasó Bakugo el otro taco colgado en la pared a Shoto.
— Borra esa sonrisa burlona. Te ganaré.
— ¿Enserio? ¿Quieres que te enseñe cómo jugar?
— Te he visto lanzar, no será tan complicado.
— Vale – se sentó Bakugo sobre la otra mesa de billar frente a Shoto después de sacar el papel de su bolsillo. Dio un sorbo a la cerveza mientras leía la primera frase y Shoto buscaba un ángulo para golpear la bola blanca -. ¿Aprender francés? – preguntó Bakugo leyendo la primera línea de la lista.
— Sí, ¿qué tiene de malo?
— Nada... sólo es raro. ¿Por qué no inglés?
— Ya sé inglés – dijo Shoto moviendo el taco por encima del pulgar de la mano que tenía apoyada en la mesa tal y como había visto a Bakugo hacer.
— Conocer otros continentes. ¿Nunca has viajado?
— No he tenido la oportunidad de salir de Japón – dijo Shoto – me gustaría ver algo de mundo fuera de esta isla. ¿Tú has viajado?
— A Estados Unidos. Mi madre era de allí, tenía algo de familia allí. Antes de que murieran mis padres, solíamos ir de vez en cuanto a visitarlos.
¡Conociendo a Shoto! Eso era lo que sentía Bakugo a cada línea que leía. Poco a poco, veía algo más de ese chico del que no sabía y, seguramente, Shoto sentía lo mismo con él. Hablaban de cosas sin importancia pero que les daba una imagen mejor de cómo era la otra persona.
— Enamorarte – susurró Bakugo frenando en seco el lanzamiento que Shoto ya iba a hacer. Éste se sonrojó en cuanto escuchó aquello –. ¿Tampoco te has enamorado nunca?
— Supongo que no. No es que haya sido una persona demasiado sociable. Siempre estaba ocupado estudiando y ensayando. No tenía tiempo para las relaciones personales.
— Bueno, no es tan grave, yo tampoco me he enamorado nunca – dio un sorbo a su botellín de cerveza – supongo que aún somos demasiado jóvenes para ello. Hay tiempo.
— Ya... tiempo... – susurró Shoto lo cual a Bakugo le sonó como si realmente, él sintiera que no lo tenía – sí... todo es cuestión de tiempo – golpeó el tablero en un intento por golpear la bola.
Por el ángulo en el que golpeó, sólo había rozado la bola y ésta salió disparada por la fuerza empleada de la mesa, directa hacia Bakugo sentado frente a él. Al ver venir la bola, Bakugo se apartó con unos reflejos increíbles ante el asombro de Shoto.
— Lo siento – dijo éste.
— Dame un bolígrafo – susurró Bakugo mirando la bola ya quieta tras él en la mesa contigua donde él estaba sentado – tengo que añadir a esta lista dos cosas, una... no matar a Bakugo Katsuki, y dos... aprender a jugar al billar.
Shoto sonrió.
— Voy a enseñarte a jugar, ¿vale? Más que nada, porque no quiero pagar las cosas que rompamos en el bar, y tampoco quiero que mates a alguien.
Colocándose a su espalda, Bakugo se recostó sobre la espalda de Shoto apoyando sus manos sobre las del chico para explicarle la posición exacta. ¡Tensión! Era lo que ambos sintieron al estar tan cerca el uno del otro. Shoto sentía la respiración de Bakugo a su lado, su mejilla estaba prácticamente al lado de la del chico y entonces, desvió la mirada un segundo hacia él sin girar el rostro. Le observaba de reojo sintiendo cómo Bakugo deslizaba el taco entre sus manos de delante hacia atrás como si apuntase a la bola y entonces... el taco golpeó la bola con suavidad.
— No intentes darle demasiado fuerte, al menos al inicio hasta que controles la dirección.
— Vale – susurró Shoto algo sonrojado al ver que Bakugo se apartaba de él.
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