Capítulo 17: Deseo concedido
¿Alguna vez habéis pensado que el destino es injusto? Por momentos, Izuku pensaba que era demasiado injusto. Desde que conocía a Shoto Todoroki, se dio cuenta de que, incluso a las mejores personas, podían ocurrirle las situaciones más horrorosas y daba igual lo bueno que fuera, el destino parecía ensañarse con él una y otra vez. Las cosas malas no deberían pasarle a personas buenas, pero... así era la vida. No todo era de color de rosas y cuando las malas rachas venían, lo hacían para quedarse por un largo tiempo. Simplemente pensaba... que Todoroki no había llegado a conocer un buen tiempo en su vida a excepción del lanzamiento de la banda y tampoco era que le trajese paz y tranquilidad, todo lo contrario, con su estatus famoso sólo consiguió más trabajo, más expectativas y más presión.
Sentado en la silla de la mesa de la cocina con el desayuno sin tocar todavía, miró a Shoto en el rellano poniéndose la chaqueta para marcharse. Sabía que iba al hospital y no precisamente para él, sino por su hermano mayor. Su casa siempre fue una casa de locos. Su padre maltrató a todos psicológicamente durante años, toda la infancia de Shoto fue marcada por aquello, luego el incendio donde su hermano quedó en coma por salvarle y ahora... le llegaba el cáncer. ¿Realmente Shoto conoció alguna vez la felicidad? Izuku lo dudaba.
— Come de una maldita vez – se quejó Bakugo al ver al nerd mirando fijamente a Shoto.
Momentos así eran los que hacían dudar a Bakugo. Por una parte, sentía que Izuku se preocupaba demasiado por Shoto, casi como una pareja, pero en realidad... seguía sin sentir esa química entre ellos que le hiciera pensar que estaban en una relación. Era muy raro todo entre ellos dos.
Bakugo se levantó del asiento recogiendo su plato y taza ya vacíos para llevarlos a la cocina y entonces, en ese momento en que se cruzó con Shoto, sintió que éste le esquivaba con rapidez, apartándose de su camino y girando el rostro hacia la manivela de la puerta. ¡No era una sensación! Estaba seguro de que le había esquivado a propósito y seguramente por lo de aquel beso.
— Me voy. Nos vemos luego – dijo Shoto generalizando a todos.
— Hasta luego, Todoroki – sonrió Kirishima.
Bakugo no pronunció palabra alguna, pero observó a Izuku decir un "hasta luego" sutil y casi tímido, más triste que otra cosa y eso captó su atención. Allí ocurría algo y no era algo bueno. ¿Sabría Izuku quizá lo de su beso de la otra noche y sí estaban en una relación o era otra cosa? Quizá simplemente su relación no funcionaba del todo o puede que ni existiera... no estaba seguro todavía de qué narices estaba pasando.
— Yo también me voy – dijo Bakugo tras dejar las cosas en la pila de la cocina y dirigirse hacia la percha del hall para agarrar su chaqueta.
— ¿En serio? Creí que hoy ensayaríamos tú y yo – dijo Kirishima.
— Más tarde, ¿vale? Tengo cosas que hacer ahora mismo.
— De acuerdo – no quiso insistir Kirishima al ver el rostro cabreado de su mejor amigo. Izuku ni siquiera parecía estar prestando atención, seguía envuelto en su propio mundo. No le dio importancia y salió tras Shoto.
Al muy idiota no era difícil seguirle. Se ponía la capucha de la sudadera pero tenía costumbres muy normales. Ni siquiera iba en coche, en moto ni nada por el estilo, sino en metro. Por suerte, Bakugo ni siquiera tenía que ocultarse. Habían hecho la primera presentación pero la gente todavía no se había quedado demasiado con quién era él, aun así, prefirió evitar al mundo y subió los cascos de música desde su cuello a sus oídos para evitar los ruidos externos. A cierta distancia, siguió a Shoto y subió por la otra puerta del abarrotado vagón. No le quitó ojo de encima hasta que le vio bajar y entonces, él bajó también para volver a seguirle.
Shoto tomó el ascensor del metro; él, las escaleras pero con tanta rapidez que llegó justo cuando las puertas del ascensor se abrían y volvió a seguirle. No podía creerse lo fácil que era seguir a ese idiota, él era tan sumamente inocente que pensaba que nadie le seguiría jamás, al menos de sus compañeros. Bakugo se sorprendió al verle entrar en el hospital pero siguió a su espalda a una distancia prudencial. No pensaba perderle de vista ahora que había llegado tan lejos.
En una de las habitaciones del fondo de la UCI, se metió tras saludar a un par de enfermeras que parecían conocerle muy bien. Posiblemente había ido muchas veces por allí. Esperó unos segundos y cuando el pasillo se calmó, avanzó hacia la habitación. Se asomó para ver a un chico de cabello blanco entubado en la camilla, conectado a varios aparatos que le monitorizaban, y Shoto sentado a no mucha distancia de él en el sillón. En sus manos la libreta donde escribía sus canciones y un bolígrafo. Ni siquiera allí dejaba de trabajar. Le escuchó tararear con suavidad como si no quisiera molestar a nadie y, a la vez, quisiera que la persona en la camilla le escuchase.
Se alejó del lugar sin hacer ruido por no molestarle. Que Shoto acudiera al hospital esos días que pedía libres le hacía cuestionarse muchas cosas, pero aunque podía intentar imaginarse mil situaciones diferentes, sólo había una verdad y la tenía Shoto. Era muy posible que él nunca se la contase.
Esperó no muy lejos del pasillo para ver a Shoto marcharse. Quería coincidir con él y fingir que, simplemente, aquel encuentro había sido fortuito, pero de alguna forma, tenía que pillarle infraganti. Pasaron horas y a su lado, sobre el asiento vacío, un par de vasos ya vacíos de lo que fue un mal café mientras esperaba. Finalmente, vio a Shoto salir por el pasillo.
Bakugo se levantó con rapidez y se dirigió hacia él haciéndose el despistado y entonces, se chocó con él en el giro como si aquello hubiera sido un mero accidente. Shoto abrió los ojos en cuanto le vio sin terminar de pedir disculpas por la sorpresa de ver a Bakugo; éste, en cambio, sólo miró a Shoto.
— Lo... siento – susurró esta vez Shoto algo más calmado –. ¿Qué estás haciendo aquí? – preguntó directamente con gran sorpresa en su rostro.
— Tenía un chequeo médico, cosas de los representantes. ¿Qué haces tú aquí? – preguntó Bakugo haciéndose el curioso por su altercado.
— Sólo... visitar a alguien. Nos vemos en casa.
— Vale...
¡No! No podía dejar que ahora ese encontronazo adrede quedase sin explicaciones de lo que había visto horas antes. Necesitaba saber más, conocer más de ese chico, así que Bakugo pensó en algo rápido. Le siguió. No estaba seguro de si su plan funcionaría pero sí sabía una cosa: Shoto era terriblemente inocentón y santurrón. Se creería casi cualquier cosa que él dijera porque así era él, quería creer que todos decían siempre la verdad como si aún fuera un niño pequeño que admirase a los adultos y quisiera creer que nunca mentían.
Salieron a la calle y Bakugo caminó a escasos centímetros por detrás de Shoto. Ya no se escondía, no quería hacerlo y veía cómo Shoto se giraba de vez en cuando y le observaba con extrañeza sin entender por qué le seguía. De golpe, Shoto se detuvo y se giró como si quisiera preguntarle algo. Al ver esa reacción, Bakugo se anticipó, ése era su plan, preguntar mucho antes de que Shoto lo hiciera.
— ¿Es que me sigues? – preguntó Bakugo cortando la frase de Shoto antes de que ésta saliera. Shoto se quedó atónito porque iba a preguntarle exactamente eso teniendo en cuenta que Bakugo iba tras él.
— Pues... no – susurró inocentemente Shoto – de hecho, iba a preguntarte eso.
— Ya... ¿a dónde vas?
— Aquí al lado – señaló Shoto – al templo.
— Vaya, qué casualidad, yo también iba hacia allí.
El ceño de Shoto se frunció de golpe ante aquella coincidencia. No le seguía, es que iban al misma lado. Sonrió sutilmente y Bakugo sonrió con arrogancia al dejar claro que Shoto seguía siendo demasiado inocente para muchos temas. Agradecía esa maldita inocencia suya.
— Podemos ir juntos entonces – susurró Shoto –. ¿Qué vas a pedir? Si es que se puede saber.
— Iba a pedir que los representantes no me dieran mucho por saco – sonrió antes de ver a Shoto sonreír también.
— ¿En serio?
— No, idiota – se quejó Bakugo, aunque por su sonrisa supo que el insulto no iba en serio – voy a pedir por mi futuro en la banda – dijo al ser lo primero que se le ocurrió. La gente iba a los templos a pedir cosas del día a día, muchos estudiantes pedían por sus notas, así que su idea no era nada descabellada.
— Ya veo. Es un buen deseo.
— ¿Qué vas a pedir tú?
Aquella pregunta congeló a Shoto. Se quedó completamente helado, sin saber qué responderle y parecía querer evitar el tema.
— Da igual, vamos hacia allí – dijo Bakugo finalmente empezando a caminar por primera vez delante de Shoto como indicándole el camino.
***
Bakugo miraba de reojo a Shoto rezando. Había depositado la tablilla de madera colgada pidiendo su deseo y ahora, rezaba en silencio. ¡Era atractivo! Mucho, aunque su rostro algo cabizbajo hacía caer el flequillo sobre sus ojos, en concreto, sobre esa quemadura de su ojo izquierdo que él siempre trataba de ocultar aunque no siempre lo conseguía.
En cuanto Shoto abrió los ojos, Bakugo fingió que continuaba rezando. Cerró sus párpados y apretó más las palmas de sus manos.
— ¿Necesitas más tiempo? – preguntó Shoto.
— No, no. Ya he pedido lo que quería.
— Yo también – susurró Shoto.
— ¿Crees que se cumplirá lo que hemos pedido?
— Espero que sí – susurró Shoto aunque la mirada melancólica que puso causó un extraño efecto en Bakugo. Un dolor punzante en su pecho como si algo no fuese bien.
— ¿Me contarás que has pedido?
¡Y una vez más, Shoto se heló ante esa pregunta! Tenía la respuesta pero parecía que intentaba encontrar una mentira que soltar para no tener que afrontar la verdad frente a él. Mantuvo el silencio aunque sus labios temblaban.
Instintivamente y sin saber un motivo para ello, Bakugo se aproximó a su tembloroso compañero y apartó gentilmente con su mano el flequillo de Shoto para ver esa quemadura que tanto trataba de ocultar, lo que provocó que Shoto reaccionase con rapidez echándose hacia atrás perplejo y tratando de ocultar todavía más la marca de su ojo izquierdo.
¡Algo le afectaba! Bakugo estaba seguro de que ese chico tenía algo oscuro en su interior, un recuerdo o algo a lo que se aferraba desesperadamente y no era algo feliz. Por eso estaban allí, rezando en un templo.
— Cuando mis padres murieron y me quedé solo – susurró Bakugo – perdí toda la esperanza de regresar a la música. Mi padre tocaba la guitarra, aprendí de él – sonrió Bakugo al recordarlo – y mi madre... tenía la mejor voz que jamás hayas escuchado. Hacían un gran equipo y siempre supe que quería dedicarme a la música pero... la vida te cambia de un plumazo.
— Lo siento – susurró Shoto.
— No suelo decir esto a menudo así que... gracias, por devolverme un mínimo de esperanza en la música. Ni siquiera te has quejado de mi estilo raro, sino que lo has acoplado a la banda. Eres un buen músico y compañero, tienes un don y un talento innato para la música.
— Es mi hermano – dijo Shoto todavía cabizbajo – al que he ido a visitar... es mi hermano mayor, Touya. Él... lo es todo para mí pero lleva años en coma inducido. Sus quemaduras eran demasiado graves y todavía intentan regenerar su cuerpo aunque... si despierta, le quedarán cicatrices profundas de por vida por las múltiples operaciones que lleva.
¡Quemaduras! Esa palabra le hizo darse cuenta de una cosa importante: Shoto tenía una quemadura grave en su ojo izquierdo, ésa que ocultaba siempre y que ahora mismo, había vuelto a esconder. Bakugo entendió que todo el dolor que cargaba ese chico tenía que ver con su hermano mayor. Algo ocurrió para que su hermano mayor acabase quemado en esa camilla y él con esa cicatriz, pero no estaba seguro si Shoto hablaría más. Parecía que ya le había costado demasiado llegar hasta allí y lo había logrado sólo porque él había descubierto una parte importante de sí mismo al contarle sobre su familia.
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