CUARTO DÍA:
Oí que alguien me llamaba. Parpadeé varias veces y la imagen de un Daniel preocupado apareció ante mí.
- Menos mal que tú estás bien. ¿Qué te ha pasado? - me preguntó.
- Creo que alguien me golpeó en la cabeza - dije llevándome la mano a la nuca.
- Mierda. Entonces no debió ver a nadie - murmuró Brenn.
- ¿Qué? ¿Alguien ha entrado?
Ambos se miraron y entonces noté que Lydia no estaba.
- ¿Y Lydia? ¿Dónde está? - pregunté.
- Lo siento mucho, Ari - me dijo Daniel apoyando su mano sobre mi hombro.
Le aparté de un empujó y corrí al baño. La bañera llena de agua hasta la mitad se había teñido de un rojo oscuro. Lydia se encontraba en su interior con la cabeza agachada y los brazos llenos de cortes.
- Hablé con ella. Parecía estar bien - sollocé.
- No fue un suicidio - me dijo Daniel.
- O no del todo - añadió Brenn.
Brenn levantó suavemente la cabeza de Lydia y vi unas extrañas marcas oscuras en su cuello.
- Pero ¿quién haría eso? - pregunté entre lágrimas.
Lydia había estado a mi lado tanto tiempo que la idea de haberla perdido se me hacía terriblemente dolorosa. No volvería a escuchar su risa escandalosa ni sus chistes malos. No volvería a ver su sonrisa tímida al hablar de Patrick. No volvería verla cantar mientras utilizaba un cepillo de pelo a modo de micrófono. No estaría a mi lado cuando me sintiera sola. No me invitaría a ver películas si me sentía triste. Se había ido y no volvería. El peso de aquellas ideas me hizo caer de rodillas. Las lágrimas inundaron mis ojos y cuando Daniel me llevó a otra habitación el dolor no se fue.
- Alguien nos está intentando joder. Tenemos que salir de aquí - dijo Brenn.
- Podríamos ir en coche hasta el tronco. A lo mejor entre nosotros tres logramos apartarlo. Sino podemos continuar hasta que haya cobertura - propuso Daniel.
- El pueblo más cercano esta a quince kilómetros.
- Esperemos tener cobertura antes de eso.
- Voy a por el coche.
- Brenn. Deberíamos esperar un rato - le dijo intentando que yo no lo escuchara.
- ¿Esperar? ¿A qué? ¿A qué el capullo que esté haciendo esto vuelva? - Brenn no se molesto en bajar su tono como había hecho Daniel.
- Si estamos los tres despiertos dudo que nadie intente nada.
Brenn se marchó molesto y yo me quedé llorando en el pasillo. No sé cuanto tiempo pasó hasta que deje de llorar ni cuanto tiempo pasó hasta que llegó Daniel con un plato de comida. Lo rechacé. No tenía ganas ni de comer ni de moverme.
- Deberías comer - me dijo.
- No tengo ganas.
Dejó el plato a un lado.
- Es todo mi culpa - dije sintiendo que las lágrimas se volverían a escapar.
- ¿Cómo iba a ser culpa tuya?
Me puse en pie y fui a buscar mi bloc de notas. Le enseñé los dibujos.
- Todos los pinté en sueños. Antes de que ocurrieran.
Daniel observó los dibujos sin saber que decir.
- Desde... desde que vinimos he visto a una niña. No creo que sea real pero tampoco es fruto de mi imaginación. No estoy loca - dije rompiendo a llorar de nuevo.
- Tranquila. No creo que lo estes. Tampoco creo que sea culpa tuya. Pero ¿cuándo has hecho este dibujo? - me preguntó.
En él aparecía Brenn tumbado con la cabeza en una hoguera.
- No lo sé. Yo no he sido. No lo recuerdo - dije notando como la angustia se apoderaba de cada centímetro de mi cuerpo.
- Tranquila. Respira hondo - me dijo apartando el cuderno para abrazarme.
- Daniel. Va a anochecer pronto. Deberíamos irnos ya - dijo Daniel desde las escaleras.
- Tal vez sea mejor salir mañana. No es buena idea salir de noche. No veremos nada en el bosque.
Oímos refunfuñar a Brenn pero no dijo nada más. Bajamos los tres y nos sentamos en los sofás. Mientras yo estaba arriba habían apartado el sofá con el cuerpo de Dana y habían colocado los demás para llenar el espacio. No era buena idea dormir aunque todos estabamos cansados. En mitad de la noche, Daniel se retiró al bañó pero tuvo que ir al del cobertizo ya que nadie se había atrevido a tocar el cuerpo de Lydia. Me acerqué a Brenn que estaba frente a la hoguera automática. De pronto sono un click y el fuego se encendió.
- ¿Qué haces? - me regañó Brenn.
- Yo no he sido. Apártate de ahí - le dije.
- ¿Por qué?
- Quit... - empecé a decir.
Una sombra se abalanzó sobre Brenn. Salté hacia atrás e intenté seguir a la sombra que se escapó en la oscuridad de la noche. A gritos llamé a Daniel pero tardó unos segundos en llegar.
- ¿Qué ha ocurrido? - preguntó.
- Alguien le ha empujado - gimoteé -. No le he visto bien. Solo se que ha salido por allí - sollocé señalando la puerta de cristal abierta.
- ¿La niña? - me preguntó.
- No. Esta vez parecía mayor y tal vez hombre - dije acercándome a Brenn.
La mayor parte del pelo ya no estaba y este se encontraba bocabajo mientras el pecho subía y bajaba a velocidades que no eran normales. Daniel le dio la vuelta y sentí que iba a vomitar. No había comido por lo que las arcadas no dieron resumtado. Su rostro era una mezcla entre el rojo escarlata de la sangre y el negro del carbón. La piel parecía cera bajo el efecto del calor y la nariz apenas era reconocible. Había apartado la vista rápidamente pero no lo suficiente. Oí como Brenn intentaba decir algo pero solo se oyó un borboteo. Tras varias respiraciones que estaban más cerca de ruidos animales que humanos, Brenn empezó a convulsionar y tras unos segundos que me parecieron una eternidad el cuerpo y las fuertes respiraciones se detuvieron. Miré el cuerpo sin vida, los ojos vacíos y me volví a apartar presa de las arcadas. Daniel se apartó del cuerpo y me abrazó. Noté que el también temblaba. Me arrastró hasta la puerta de entrada y cogió las llves del coche. Subió y arrancó. Di la vuelta al coche para subir cuando oí la risa infantil que tanto me había atormentado. La niña se despedía con la mano entre risitas. El claxon me obligó a separar la vista y Daniel me apresuró a que subiera al coche. Le obedecí e intenté pensar en otra cosa mientras intentábamos escapar de aquella pesadilla. Una vez llegamos hasta el coche de Patrick lo esquivamos y seguimos hasta el enorme tronco que había en mitad de la carretera. Era imposible rodearlo ya que estabamos en montaña y los laterales de la carretera eran demasiado empinados. Esperamos a que saliera el sol para bajar del coche y continuar nuestra marcha.
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