El príncipe se quita la coro... La ropa


Daniel


Tener en frente de mí a la abuela, dueña, señora y mujer más poderosa del mundo es tan increíble que siento que estoy a nada de desmayarme. 

Cuando Ryu mencionó que vendríamos a la casa de su abuela, jamás esperé que ella fuera la que nos diera la bienvenida, nos invitara una taza de té con galletas y comenzara una amena charla con nosotros, como si su tiempo no valiera oro, o como si tuviera una eternidad para hablar de cosas tan poco relevantes cómo...

Mi comida favorita o mis intereses a parte del dibujo.

Es de ese tipo de mujeres que su mayor atractivo no es la belleza física, sino la increíble capacidad mental que posee. ¡Ciento cinco años dios mío! ¡Ciento cinco! ¡Y aún escucha muy bien, usa lentes pero su graduación no es demasiada, además de qué, me sorprende que solo necesite de un bastón tallado para caminar!

¡Incluso hasta yo parezco viejo en comparación de esta mujer!

Siempre atenta a las palabras, sabe escuchar, aconsejar; ríe cuando es prudente, manteniendo esa elegancia y sutileza, no frágil como un pétalo, sino como una bomba, que está a nada de estallar. 

Ryu la mira con asombro y respeto, y ella... Ella lo ve con esos ojos negros, llenos de amor, de cariño, desde que llegamos no ha parado de acariciarle la cabeza, o acomodarle su traje casi impecable. Le ama, y yo sonrío al ver que es así, no sé si Ryu esté interesado en heredar el cargo de ser líder de la familia, pero sin duda su abuela está muy dispuesta a cedérselo sin mucho problema.

—Bueno, me disculpo por haberlos entretenido demasiado, sé que el joven Jelavick necesita avanzar, pero hace mucho que no platicaba con alguien. Esta pobre vieja se levanta para guiarlos a la sala de dibujo. —Ella hace un intento de levantarse pero Ryu la detiene. —¿Qué? ¿Ahora ni siquiera me dejarán caminar dentro de mi propia casa?

Al ser reprendido por su abuela, las orejas de Ryu se tornan rojas; según el poco conocimiento que tengo acerca de este extraño chico, es muy difícil sonrojarlo, pero sus orejas y cuello demuestran la verdad cuando está avergonzado. 

¡Bien por ti Daniel! Sigue así y pronto podrás leerlo como una bruja lee la palma de la mano de algún desconocido...

—No hace falta que abuela se levante. —Ryu le besa la mejilla a modo de despedida y la mujer deja de protestar. —Yo me encargo, usted descanse, el médico ha dicho que su rodilla aún está delicada y le mandó reposo.

—¡Bah! ¡¿Mi rodilla delicada?! ¿Yo he caminado más que ese hombre? ¡Yo..! ¡Yo fui campeona olímpica de lucha libre, natación, atletismo, alpinismo, danza! ¡¿Y él dice que mis rodillas están débiles?! ¡Voy a demostrarle quien es el débil aquí..!

Conforme nos alejamos la risa ligera que he estado reprimiendo sale, Ryu gira para verme, en cuanto nota mi expresión alegre también sonríe, y es entonces cuando recuerdo que he venido a dibujarle... ¡No a charlar y a pasar un buen rato!

La sangre sube a mi rostro, siento mis mejillas enrojecer, y ese calor ardiente se apodera una vez más de mí. 

Pierdo por completo la noción de lo que me rodea, y solo puedo medio prestar atención cuando el andar de Ryu se detiene a la par que el mío, empuja una puerta de madera con diseños en oro y me guía al interior. 

Este también en un salón bonito... ¡Aunque en esta mansión todo lo es!

¡Me siento algo ofendido de que incluso sea más grande y bella que la residencia oficial de mi disfuncional familia! 

Pero... También siento orgullo, la alianza D'Angello Leprince ha ganado todo lo que tiene, se lo merece, y si todos resultan ser tan buenas personas como Ryu y su abuela, se lo merecen aún más.

El salón tiene forma circular, columnas le rodean, hay una plataforma en forma de sol colocada justo en el centro, sobre ella hay telas, cojines y sedas, por debajo la rodea un pequeño estanque de lotos y nenúfares. Parece un lugar encantado; la iluminación también es muy buena, el techo es de cristal, dejando entrar los rayos del sol para iluminarlo todo. 

Se nota que los Leprince tienen dinero, la abuela de la familia, a la cual aún no me atrevo a llamar por su nombre, tiene un gusto extraño por la película del Titanic, y por lo mismo mandó contratar a varios dibujantes de los Wang, para que la retrataran igual que Jack a la niña rica. Y creo que otro dato innecesario que agregar a esta pequeña historia, es el hecho de que este salón fue construido nada más para eso, para que la abuela pudiera ser retratada, y ahora será usado para que el nieto sea plasmado en papel.

¡Jamás hay que romper las tradiciones familiares!

Abro la boca con la intención de adular el lugar, pero un gruñido me hace sudar frío, mis ojos giran en la dirección de aquel sonido, y al ver lo que está allí, sentado, descansando en otra plataforma acojinada, un miedo profundo me domina.

¡Tengo miedo! ¡Mami tengo miedo!

Sé que mi dignidad ya no existe, y he quedado muy mal con Ryu al menos unas tres veces, pero... ¡Pero ahora ya no me interesa perder más, solo quiero salir con vida!

Sin pensarlo mucho corro detrás del príncipe azul y me subo de un brinco a su espalda. Ryu se tambalea por el repentino peso extra, pero ni siquiera llega a enfadarse, sus manos apresan con seguridad mis piernas para que no resbale, y yo solo puedo esconder mi cabeza en el cueco que queda entre su cuello y su mentón. 

En mi pecho, mi corazón está acelerado, tanto por lo que acabo de hacer, como por lo que está delante de mí. La fragancia de Ryu se filtra por mi nariz, es exquisita, usa un perfume suave, el cual se entre mezcla con el aroma a chocolate que siempre lleva presente, algunos de sus mechones me hacen cosquillas en la nariz... 

¡De no tener tanto miedo seguro estaría disfrutando de este momento!  ¡Pero ahora solo puedo temblar como una delicada hoja en medio de una tormentosa ventisca!

—Tranquilo. —Escucharlo es reconfortante, pero sus palabras no alivian en nada mi miedo. —No te hará nada.

—¡¿Qué no me hará nada dices?! —Lo miro con incredulidad desde su hombro. —¡¿Quieres explicarme que mierda hace Shere Khan, Tigger, o como se llame, aquí en tu casa?!

El tigre vuelve a gruñir, se levanta de su cómodo lugar y comienza a acercarse a nosotros con pasos sigilosos, esa colita esponjosa y de color naranja con franjas se mueve... ¡Ah!

Abrazo con más fuerza a Ryu, mis piernas aprietan su cintura y mis brazos se envuelven en su cuello, tengo miedo de ahorcarlo, pero más miedo tengo de esa criatura que se acerca mirándome con recelo.

¡Shu! ¡Shu, shu! ¡Sáquese firulais!

¡Ah no se va! 

Stop, stop, stop. Si esta cosa es un tigre... ¿Sabe Kung Fu? ¿Igual que en la peli de Kung Fu panda?

¡Daniel! ¡No pienses en tonterías mientras corres peligro de ahorcar a un Leprince y morir comido por un tigre esponjoso!

—Hera... 

—¿Eh?

Ryu acaricia la cabeza del tigre, aquella bestia se frota con cariño contra su pierna derecha, soltando ronroneos complacidos cada que siente la mano ajena frotar su pelaje.

—Su nombre es Hera. —dice Ryu sin apartar la mirada del animal, quien luego de recibir mimos comienza a alejarse devuelta a su lugar sagrado. —Mi mamá la salvó de cachorra. Unos cazadores mataron a su madre y se llevaron a sus hermanos, ella sobrevivió porque estaba enferma y los hombres creyeron que un tigre en tales condiciones no se vendería bien en el mercado negro. La abandonaron; mis padres hacen alpinismo y excursión cada mes, en una de sus salidas, mi mamá se desvió de la ruta y gracias a eso encontró a la tigresa a punto de morir de hambre. Ella la llevó a un especialista para salvarla, a los pocos meses Hera ya estaba bien. La intención inicial era integrarla de regreso a su entorno natural, pero luego de convivir con humanos y acostumbrarse a que le sirvieran todo en bandeja de plata ya no pudieron regresarla al estado salvaje. 

Comienzo a bajar de la espalda de Ryu, quien me ayuda a estabilizarme una vez que mis pies vuelven a tocar el  piso. 

—¿Entonces se la quedaron? —pregunto sin dejar de observar al bello animal, el cual ronronea y bosteza antes de reacomodarse para dormir.

—No era la idea, mi abuela y yo sí la queríamos, pero era mejor mandarla a un santuario. Lo malo fue que Hera comenzó a ser acosada por los demás tigres, la cambiamos varias veces pero nunca se llegó a acostumbrar. En la última ocasión casi la matan, así que mi abuela intervino, llegó a un acuerdo con el gobierno, y desde entonces está bajo la jurisdicción de mi familia. Nunca nos ha dado problemas, es algo agresiva cuando entra algún extraño que no le agrada, pero fuera de ignorarlo, rasguñarlo y dar mordidas, no ha llegado a comerse a casi nadie.

Vuelvo a temblar. 

—¿Casi nadie?

—Casi nadie, una vez que se olvidaron de alimentarla se comió al chihuahua de una tía. Desde entonces está la regla de: No perros, y no olvidar alimentar a la minino.

Trago saliva, me alejo sin hacer ruido hasta el lugar donde voy a trabajar, bajo mi mochila, y me siento a esperar que Ryu se saque la ropa o saque a ese tigre de aquí.


Daniel


Las palmas de mi mano sudan, mi nerviosismo aumenta con cada segundo más que transcurre, aunque no puedo estar seguro si lo que siento es por haberme quedado solo con Hera, o porque dentro de casi nada voy a ver el cuerpo de un príncipe versión Adonis santificado.

—No me mires así. —Hera mueve su nariz cuando le hablo y al instante desvía la mirada hacía la pared. Vaya que es digna y con carácter. —Ya sé que soy un fracaso... ¡Déjame en mi fantasía! ¿Quieres?

Un maullido me responde y no sé si reírme o llorar porque he sido del agrado de esa tigresa.

—Me alegra ver que ya no le tienes miedo. 

Escupo el lápiz que he estado mordiendo, pierdo el equilibrio y caigo del sillón hacía delante. Ryu corre a auxiliarme, pero antes de que llegue a tocarme ya me he vuelto a levantar y estoy reteniendo al máximo el contacto visual. 

Ya han sido muchos comienzos con el pie izquierdo, de favor permíteme tantita ventaja ahora.

—¿Estás bien? —pregunta inseguro.

—¡De maravilla! —contesto volviendo a mi posición inicial. 

Ryu ve que estoy ignorándolo a propósito y ríe de nuevo. ¡Ah santa guayaba! ¡Este hombre comienza a jugar muy feo conmigo!

Sigo sin mirarle, él llega hasta el sol en el centro y se sube, siempre cuidando de no tropezar con algún cojín o retazo de seda. Yo quiero ver, quiero... Pero me reprimo, en mi campo de visión solo se alcanza a distinguir una bata azul marino que cubre la piel desnuda del príncipe.

Mis nudillos están blancos de tanto que he aferrado el pobre lápiz que no tiene nada de culpa. Cierro los ojos y me mentalizo, la voz de Ryu me traer de vuelta diciendo que ya ha tomado la posición que le indiqué antes de que se desvistiera, me agradezco internamente por eso, ahora que está tan expuesto dudo tener la capacidad para indicarle algo que tenga sentido.

Respiro hondo, giró el lápiz y abro los ojos.

Lo primero que veo son los suyos, tan hermosos y vivos, como oscuros y desgarradores. De lo segundo que me doy cuenta es del tatuaje de estrellas que tiene en el lado izquierdo del pecho, una constelación que carece sentido, y que creo, tampoco es real.

¡Bien Daniel! ¡Concentración, fijación y acción!

Podré ser una persona terrible, considerada pecador por muchos y mal pensado para otros. No puedo negar ninguna, lo soy. Pero en el fondo tengo principios y una moral muy firmes, trabajo es trabajo y mi vida social es mi vida social, Ryu se ofreció a ayudarme cuando más lo necesitaba, como pago solo puedo hacer que esto sea lo menos incómodo para ambos.

Las fantasías de Daniel Jelavick se detienen y solo queda el Daniel artista, ese chico que sabe apreciar a las personas, a sus cuerpos sin ningún otro sentimiento de por medio. 

Ryu me sonríe cuando ve que voy a comenzar y yo también le respondo con una radiante sonrisa. 

Muevo el lápiz  por el cuaderno y hago el primer trazo. 

El cuerpo delante de mí es único, como todos en el mundo. Ryu tuvo mucha razón al corregirme con anterioridad acerca de los fallos que tuve en mis bocetos, toda la piel de su cuerpo es pálida, pero no llega a tener ese color enfermizo de los vampiros en las películas. Los músculos son marcados, más que los míos, pero aún conservan ese toque delicado e infantil, y mientras que mis muñecas y tobillos son pequeños, como si fueran a quebrarse, los de Ryu están tallados sin llegar a ser muy gruesos, pero tampoco tan frágiles.

¡Hay buenos genes en esta familia!

Por dentro lloro de manera caótica. 

¡¿Por qué yo salí así?! ¡¿Por qué no puedo tener ese cuerpo?! ¡¿Acaso mis padres no me hicieron con amor?!

En mi facultad hay tanta gente bella de distintas maneras, y yo... Yo aún me pregunto qué rayos me pasó.

¿Tengo músculos para presumir? No.

¿Una estatura que me haga destacar? Tampoco.

¿Mis pectorales son marcados como los atletas? Menos. En mi pecho la piel es muy sensible, y no hay cuadros impresionantes que resalten, desde pequeño he sufrido trastornos alimenticios, mis músculos y mi cuerpo tuvieron problemas para desarrollarse, y como resultado...

¡Taran! ¡Un Daniel delgado y flácido!

Termino el primer dibujo antes de que siquiera pueda darme cuenta, pero al observar la creación divina que he hecho con mis propias manos no puedo evitar sentirme eufórico.

—¿Cómo quedó? —Ryu se coloca la bata y desciende para sentarse junto a mí, con intenciones de observar lo que he hecho. —Mmn, vas mejorando. —agrega una vez le muestro lo que dibujé.

Asiento con prisa, pero luego me doy cuenta de algo. Hay un mejor ángulo para aprovechar la luz que cae desde arriba, ya sin tanto pánico, jalo una de las mangas de la bata azul, logrando atraer de inmediato la atención del príncipe.

—¿Pasa algo?

—Aquí... Hay, hay algo que quiero intentar.

—En ese caso... —Se pone de pie y se estira, algunos de sus huesos truenan y yo me estremezco al escuchar aquel sonido no tan agradable. —¡Vamos a hacerlo!

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