01 | El secreto de la magia navideña

[ 00 ]

Suspiró. Se dejó caer en la mecedora de madera, escuchando un leve rechinido al hacerlo. Sus cabellos rubios volaron por un segundo, solo para dejarse caer sobre su frente como suaves y delgadas plumas de ave.

El grupo de niños se dejó caer bruscamente a sus pies y se acomodaron, ansiosos a que empezara el relato, entre risas y siseos.

Las luces eran cálidas y la chimenea estaba ardiendo a un color naranja profundo, junto a la ventana había un enorme árbol de navidad que entre todos los chiquillos se habían encargado de adornar y en la puerta estaba recargada una mujer cruzada de brazos, mirando con ternura la cómica escena.

—Bueno —comenzó a decir al tiempo que se inclinaba hacia adelante y juntaba las manos con la intención de atraer la atención de todos los niños—. Ya tienen edad para conocer esta historia. En unos momentos les voy a revelar de donde proviene realmente la magia de la navidad.

Y comenzó.

[ 01 ]

Se dicen muchas cosas sobre el taller de Santa: que Jack Frost trató por siglos de colarse en él, que son los elfos los que hacen los juguetes, que son los yetis, que los hace el mismo Santa Claus, que es un invento de Coca-Cola o que su verdadero nombre es Nicolás.

Ninguna realmente se puede comprobar. Pero si se pueden afirmar un par de cosas que han permanecido secretas hasta este momento.

Los juguetes que entrega Santa son hechos meticulosamente, al final, son extremadamente importantes al ser para los niños que se han portado bien todo el año. Ese trabajo lo tiene una persona muy importante: se trata de un diseñador llamado Hipo Abadejo.

Sus trazos son muy especiales; nadie tiene acceso a ellos. En esas enormes hojas amarillas tiene los diseños de cada uno de los juguetes favoritos de los niños y constantemente les hace modificaciones para que no se vuelvan aburridos para ellos. Sería muy malo si cayeran en manos equivocadas.

Los únicos que tienen acceso a esos planos son los elfos encargados de armar esos juguetes, desde tallarlos, pulir los detalles y pintarlos.

Pero para que un juguete sea especial, necesita pasar por una persona que se va a encargar de darles vida y volverlos mágicos. Eso que hace sus juguetes tan especiales para ustedes es obra de Moana Vaialiki, quien porta una piedra preciosa capaz de crear vida y magia: El corazón de TeFiti.

Si los planos de Hipo se perdieran, sería una catástrofe, pero si la piedra preciosa de Moana cayera en las manos equivocadas, todo estaría perdido; el espíritu navideño desaparecería, la navidad se acabaría y solo habría oscuridad en las almas de los inocentes.

Y un día pasó. La piedra se perdió.

Moana se sintió devastada en tanto se dio cuenta de que su collar estaba vacío. Comenzó a buscar entre sus sábanas, sacudió sus almohadas y debajo de los muebles, pero la piedra no estaba ahí. Se había esfumado.

Salió al pasillo y encendió todas las luces con la intención de buscarla en cada rincón del taller. Sostuvo su abrigo con su derecha y la izquierda la deslizaba por el barandal de madera mientras sus pisadas resonaban en las tablas de madera. Hipo salió tras ella, la tomó de las manos y solo así se tranquilizó.

Ella lo abrazó, sacando su preocupación en forma de lágrimas que se deslizaban por su pecho y cuando dejó de sollozar, Hipo sugirió que sería hora de buscar a Norte.

Cuando abrió el castaño la puerta de la oficina, se dio cuenta de que Jack Frost, el guardián de la diversión, se encontraba ahí también. Probablemente Norte estaría regañándolo por alguna cosa o estarían discutiendo los resultados de algún partido de fútbol.

Al ver a la morena con los ojos hinchados, Norte se acercó cariñosamente a ella y la llevó hasta su silla, donde le dio una manta calientita y después le ofreció pastel de frutas, por supuesto, ella lo tomó. Jack cerró la puerta tras él e intercambiaron una mirada antes de regresarla con Norte.

—¿Qué sucede? —preguntó.

Ante esto, Hipo fue quien comenzó a explicar la situación. Norte palideció e incluso Jack pareció abandonar momentáneamente su faceta divertida y mostrar un semblante serio ante la situación.

—Esto es gravísimo, tenemos que encontrarlo lo antes posible.

—Debe de estar aquí —comentó Jack desde la punta de su cayado—. No hay manera de que esté fuera de este lugar.

—Pondré a todos a buscar inmediatamente, incluso a los duendes y a los yetis —declaró y salió de la habitación.

—Tranquila. —Alcanzó Hipo un taburete en una de las esquinas de la habitación para sentarse frente a Moana y tomarla de las manos—. Lo encontrarán.

Moana sorbió su nariz y asintió. Hipo entonces se acercó para plantarle un tierno beso en los labios y acariciarla de la mejilla, para luego dirigirse a Jack. Ella siguió comiendo pastel.

Jack se pasó la mano por las cejas y suspiró, comenzó a remilgar que faltaba poco para navidad y que Norte probablemente estuviera frustrado en esos días, Hipo lo entendía enteramente, pero no podía cargarle toda la responsabilidad de la pérdida a Moana, no lo haría. Finalmente Jack le puso la mano en el hombro y le aseguró que trataría de que fuera suficiente con las nevadas.

Moana entonces se levantó, aún sujetando la manta que tenía en los hombros y se paseó por los estantes que Norte tenía, hasta llegar a la esfera de nieve que, al acercarse, le mostró un escenario sombrío con viviendas de telarañas y habitantes desmembrados.

—Halloweentown.

Ambos hombres entonces se callaron de tajo y voltearon a verla. Moana se acomodó la cobija en los antebrazos y tomó la esfera apegándola a su pecho, siguió examinando el lugar y confirmó su resolución inicial. Levantó la mirada a Hipo y Jack que la miraban extrañados.

—Es Halloweentown.

Moana entonces le entregó a Hipo la esfera y el de ojos verdes la miró aún con Jack respirándole en la oreja.

—¿Por qué la esfera te mostraría Halloweentown?

Moana lo meditó por un momento con la mirada baja y luego se la volvió a dirigir.

—¿Qué si el corazón estuviera ahí?

Jack palideció y por un segundo sintió que se caía del escritorio en el que estaba subido. Dio un par de saltos para estabilizarse y corrió hasta la puerta.

—Debemos decirle a Norte.

Moana e Hipo se miraron por un segundo, aún muy asustados, pero sintiéndose un poco más tranquilos al mirar los ojos del otro. Ni siquiera pudieron articular palabra cuando Norte entró dando un portazo y Jack brincó sobre su hombro.

—¿Halloweentown? —le preguntó—. ¿Cómo podría haber llegado el corazón hasta allá?

—Quizás fuimos víctimas de robo.

Norte apretó los párpados y sacudió la cabeza.

—No interesa. Si el corazón está en Halloweentown, la navidad corre grave peligro.

—Tengo que traerlo de vuelta —declaró decidida.

—Tenemos.

Moana entonces asintió y tomó la mano blanca del castaño.

—Pero... oigan —intervino Jack mientras bajaba de un salto de su cayado—. No estarán pensando en simplemente ir a Halloweentown y caminar alegremente como si de la alameda se tratara. ¿O si? —Se cruzó de brazos y enarcó una ceja—. Los habitantes de ese lugar son malvados, maliciosos y no dudarán un segundo en deshacerse de ustedes.

—Que lo intenten —respondió Moana muy segura de sí misma.

—No, Jack tiene razón. —Esta vez fue la voz de Norte la que se alzó—. Y creo que él debería ir con ustedes.

—Yo no tengo problemas —dijo Hipo—. Ayuda extra no le viene mal a nadie.

Moana asintió y respiró hondo antes de voltearse y colocarse en posición de lanzar la esfera hacia la pared. En tanto ambas superficies hicieron contacto, se desplegó como una pintura en óleo el mundo de Halloween. Moana corrió dentro de esta y Jack fue después, Hipo en cambio se volvió a Norte y este le deseo buena suerte.

Una potente luz se hizo presente en el lugar y finalmente el portal desapareció, arrojando a los tres al gélido y oscuro mundo de las pesadillas.

Aparecieron detrás de las escaleras de una casa, Hipo tomó la mano de Moana y Jack se asomó por la parte de arriba, subido en su cayado, solo para ver las calles desiertas. Se bajó de un salto y les informó de la novedad. Moana pensó que sería una buena idea salir en ese momento, pero el ágil reflejo de Hipo para tomarla por la muñeca la obligó a detenerse.

—Espera. No me fio.

Hipo y Jack entonces intercambiaron una mirada y el de ojos azules apuntó con su cayado hacia ningún lugar en particular y disparó una ráfaga de hielo.

Inmediatamente diminutas figuras salvajes comenzaron a salir de todos lados con armas blancas, el ceño fruncido y una mirada de furia. Junto a ellos, salieron otros pobladores de Halloweentown cargando antorchas prendidas con fuego.

Moana expandió la mirada y estiró el brazo a su izquierda con la intención de tomar cualquier cosa para defenderse, Hipo ya había sacado la espada de su cinturón, sin embargo era Jack el que estaba al frente con el cayado fuertemente sostenido. La morena finalmente logró alcanzar una trinchera y respiró hondo para poder correr hasta las escaleras, poder subirse a ellas y atacarlos desde arriba.

—¡Alto! —una voz seria aunque con atisbos dulces se asomó entre la multitud—. ¡¿Es así como tratamos a nuestros invitados?!

El regaño fue tal que las cabezas literalmente se giraron a verlo como si de robots se tratara. Ahí estaba, pulcro y tétrico, erguido triunfante el rey del Halloween: Jack Skellington.

—¿Invitados? —soltó Moana con una ceja arqueada.

—¡Claro que si! —respondió simpático el de traje a rayas—. Cualquiera que llegue a Halloweentown es un invitado.

Las figuras diminutas y los pobladores de apariencia diversa lanzaron entonces un grito de júbilo y comenzaron a movilizarse tan rápido que era imposible seguirles el paso con la mirada. Entre varios alzaron a Frost y este soltó un chillido de sorpresa, Hipo se alejaba cada vez más de la multitud y entonces el rey de las pesadillas se abrió paso y le extendió su mano a Moana con la intención de llevarla escaleras abajo, después los tomó a ella y a Hipo por los hombros y comenzó a caminar.

—Que maravilloso que estén aquí —soltó animadamente—. Se van a divertir mucho en Halloweentown.

Hipo sonrió forzadamente y asintió.

—No se sientan intimidados por las primeras impresiones —continuó—. Todos tenemos instintos, pero ya verán que les va a gustar mucho estar aquí cuando todos se porten más amables.

"Con que salvajes" pensó Moana.

La misma asintió y vio pronto un delgado portón negro que daba a unas escaleras y a una casa con luces amarillas. Jack entonces despegó sus esqueléticas y frías manos de los hombros de la pareja y avanzó hasta el portón para luego voltearse a mirarlos y juntar las manos.

—Y, bien, ¿qué los trae a Halloweentown?

Los morenos intercambiaron una mirada al sentir dudas sobre revelar la situación o no, era delicada y no debían confiar en cualquiera. Sin embargo, Moana estaba tan desesperada que creyó que decirle sería su solución.

—Buscamos el corazón de TeFiti —soltó. Jack le dirigió una mirada de extrañeza a la vez que ladeaba la cabeza—. Se extravió y la navidad será dentro de poco. Estamos muy desesperados.

—Cariño —respondió amablemente el Rey del Halloween, mientras la tomaba de los hombros—. No se preocupen más por eso, todo tiene una solución.

—Jack —habló entonces Hipo—. ¿Tú podrías aportar algo a nuestra búsqueda? Cualquier cosa sirve.

—¿Yo? —Se llevó la mano al pecho y luego en su rostro se formó una sonrisa—. Es posible que pueda ayudarlos más de lo que se imaginan.

La expresión de Moana se iluminó y buscó la mano del castaño. Jack se giró al portón y de un leve empujón lo abrió. Comenzó a subir las escaleras, invitando en el acto a sus nuevos invitados a seguirlo.

Cuando llegaron finalmente arriba, no podían dar crédito a lo que veían: los muebles oscuros y tétricos estaban cubiertos de escarcha, había luces de colores por todos lados, botas colgadas en la chimenea y lo más importante: un enorme árbol de navidad.

—No sabía que fueras tan fanático de la navidad —musitó Hipo.

—Te quedó muy linda la decoración de tu casa, Jack —comentó Moana mientras observaba los adornos de los marcos de las ventanas.

—Muchas gracias.

Llevó entonces la mano hacia una mesa en la que se encontraban algunos bocadillos y se los ofreció, ellos no pudieron aceptarlo. Moana dijo que era porque ya habían cenado, pero la realidad era que les sería imposible comer algo con un gusano vivo adentro.

—Ahora —juntó sus dedos y los miró seriamente—. Vamos a lo que nos interesa.

Moana e Hipo intercambiaron una mirada ligeramente confundidos, sin embargo asintieron. El rey calavera sonrió.

Me parece que... —comenzó a dar vueltas por la habitación y se detuvo en un lugar sombrío, donde había una pequeña caja negra que no tenía telarañas, delatando que había sido utilizada recientemente. Jack acarició la tapa de la caja con los dedos y en un súbito movimiento la abrió y sacó de esta que contenía— es esto lo que buscan.

Al verla frente a sus narices, la primera reacción de Moana fue tratar de tomar la piedra, ya le daría las gracias cuando la tuviera entre las manos. Pero Skellington tenía otros planes en mente, así que le alejó la piedra de las manos.

Hipo frunció el ceño.

—Resulta que... —canturreó a la vez que comenzaba a pasearse por toda la sala de estar, jugueteando la piedra entre los dedos— se me ocurrió una gran idea.

Moana lo escudriñó recelosa.

—¿Qué les parece si este año descansan y yo me hago cargo de entregar los regalos de navidad?

—¡¿Qué?! —exclamó Moana y sintió al instante el apretón qué Hipo le dio a su muñeca—. Jack —dijo ya más calmada—, te agradezco este gesto tan grandioso, de verdad. Pero no podemos hacerlo.

La mirada del rey de las pesadillas se ensombreció de manera que ambos morenos sintieron un agujero en el estómago. Algo estaba a punto de salir horriblemente.

—Les propongo un trato simple —dijo entonces—: Ustedes me dejan la piedra para que yo entregue los regalos a los niños esta navidad y convencen a Norte de que no intervenga y yo les entrego entero a Jackson.

Chasqueó los dedos y al instante tres criaturas con miradas de demonio aparecieron de entre las sombras cargando un enorme costal marrón, costal que arrojaron bruscamente al suelo y abrieron solo para mostrar a Jack Frost con las extremidades amarradas y silenciado con una cadena. Uno de los pequeños demonios le entregó el cayado de Jack al rey de las pesadillas y este sonrió mientras jugueteaba con él.

—¡Jack! —grito Hipo y Moana sintió que se le detenía el corazón. La reacción del castaño fue correr hasta él, pero el de ojos azules murmuró algo por debajo del pañuelo blanco y movió bruscamente la cabeza de un lado a otro. Eso fue suficiente para detenerlo.

—Estábamos esperándolos —rio burlonamente.

Hipo soltó un gruñido. Habían caído directamente en su trampa. ¿Cómo habían podido ser tan ilusos?

Moana apretó los puños. Estaba a punto de lanzarse sobre el calavera y sacarle la piedra de las manos a cómo diera lugar, pero, de nuevo, Skellington fue más listo y en tanto notó sus intenciones en el lenguaje corporal, le apuntó con el arma de Frost.

—Da un paso y destrozo el cayado.

Jack respondió con un grito ahogado y la morena entonces retrocedió.

—Entonces, ¿podemos hablar de negocios?

—Jack —fue Hipo el que habló esta vez, sereno y tranquilo vio una última esperanza que no podía desaprovechar—. Las cosas qué haces con Halloween son increíbles. Todos los adornos y las historias son cosas que la gente adora y disfruta y así como tú eres el increíble rey del Halloween y nadie te puede igualar, así lo es Norte también.

—Es justo eso —respondió dejando el cayado detrás de él—. ¿No se aburren de hacer siempre lo mismo? ¿Qué tiene de malo probar algo nuevo?

—No creo que sea así como funcione.

La expresión de Jack esta vez si fue de molestia para pasar a la ira, pero no reaccionó. Moana sintió esos segundos como interminables y finalmente vio como de un sutil movimiento le indicaba a los pequeños una instrucción.

—Llévenselos.

—¡¿Qué?!

Dos de los tres diablillos se acercaron a ellos con unas sierras eléctricas en las manos, el otro tenía fuertemente agarrado a Frost. Moana e Hipo empezaron a retroceder, viendo cómo se acercaban más y más, por un momento, la morena resbaló pero alcanzó a agarrarse de la manija, solo para que Hipo se asomara por la ventana y viera la enorme multitud que los había amenazado apenas habían llegado, acercarse más y más hacia la puerta.

—Van a romper la puerta —dijo Hipo y Moana rápidamente se interpuso en esta, sabiendo pudiera sería su final. ¿Tenía acaso otra alternativa?

La puerta se rompió ante el empuje de los diminutos externos y cargaron a Moana de la misma manera que habían cargado a Jack. Un gruñido la obligó a voltear, solo para ver a Hipo mordiéndose los labios y con una pierna sangrando.

—Oye, no —regañó Jack al diablillo con la sierra—. Ya sabes que a Oogie Boogie no le gustan lastimados.

—¡Basta! —pidió Moana— ¡No puedes hacer esto!

—Quise negociar con ustedes por las buenas, pero no quisieron. Esta es la consecuencia.

Moana no sabía que tenía claustrofobia hasta verse encerrada en ese saco apestoso y la pierna de Hipo no paraba de sangrar.

[02]

Los tres sintieron el golpe cuando los diablos dejaron caer los sacos al suelo y escucharon a la puerta cerrarse tras de ellos. Moana fue la primera en asomarse y al ver todo desierto, gateó hasta abrir la bolsa de Jack y luego la de Hipo.

—Esto no es bueno —musitó Jack, asomando la cabeza por el borde del saco.

—¿Qué? —preguntó Moana girándose una vez hubo desecho el nudo de Hipo y este pudo salir.

—Aquí vive Oogie Boogie. Tenemos poco tiempo para salir de aquí.

Moana iba a preguntar cómo hasta que Jack sacó de debajo de su sudadera la esfera de nieve de norte.

De repente comenzaron a escuchar pasos y Moana comenzó a sudar frío, la herida en la pierna de Hipo si sería un problema. Como pudo, Hipo gateó hasta donde estaba Jack y tomó la bola de sus manos para lanzarla. Quiso hablar, pero lo único que salió de sus labios fue un susurro.

—...norte.

Sin pensarlo, Moana tomó a Hipo de la muñeca y con el mismo impulso él se levantó para poder correr dentro de la esfera. Jack había estado vigilando y se metió tras ellos justo cuando Oogie Boogie entraba en el lugar.

Levantó la cabeza teniendo un pila de nieve encima, se la sacudió y se talló la cara antes de levantarse para buscar a Hipo y a Jack.

El castaño fue el primero de los dos en incorporarse, quedando sentado en la nieve. Subió la mirada, viendo que su cabello también había quedado cubierto de nieve, se sacudió y quiso levantarse. Ese quejido que soltó al tratar de mover la pierna herida fue lo que alertó a la morena, quien volteó y corrió hacia quedar de rodillas frente a él.

Jack llegó volando casi al instante y aterrizó detrás de ella. Comenzó a inspeccionar el lugar y soltó un suspiro al darse cuenta a dónde habían caído. Moana lo miró. Le causaba extrañeza que Jack supiera exactamente en qué parte del globo estaban si lo único que se veían eran kilómetros de montañas cubiertas en su totalidad de nieve blanca.

Jack jugueteó con la esfera de nieve antes de agacharse junto a Moana y dirigirse a Hipo.

—La montaña del norte —soltó—. Nos trajiste a la montaña del norte en lugar de al polo norte.

Hipo se dejó caer en la nieve y se llevó las manos a la cara, Moana miró mal a Jack.

—No es su culpa que estemos en esta situación. —Se sacó el abrigo y temblando de frío logró amarrarlo con fuerza en la pierna de Hipo, centímetros arriba de la herida que tenía, y le levantó bruscamente la pierna, arrancándole un grito de dolor—. Es mía.

Dejó caer la pierna de Hipo y se levantó, sacudiéndose la nieve. Jack imitó la acción de ella y sabiendo lo que se venía, la dejó hablar.

—Si no hubiera confiado en Skellington o hubiéramos armado un plan antes de llegar solamente esperando lo mejor, no tendrían tu cayado, hubiéramos recuperado la piedra y más importante, Hipo no hubiera salido lastimado.

Hipo entonces se apoyó de los brazos para incorporarse y trataba de hablarle, sin éxito al estar ella tan molesta.

—También fue mi error querer razonar con Jack. —Finalmente se alzó su voz siendo este el único calmante para ella. Moana se calló de tajo y se llevó las manos al pecho. Sonrió levemente e Hipo lo hizo también.

—Oigan, no estamos buscando culpables ahora —dijo Jack poniendo su mano en su hombro—. Que si vamos a hacerlo, queda claro que yo quedo un último lugar.

Hipo le lanzó una mala mirada y Jack entonces dejó escapar una risa nerviosa a la vez que la soltaba.

—Mi punto es que debemos pensar en cuál va a ser nuestro siguiente paso.

Ladeó la mirada al castaño a sus pies y después las regresó a la morena.

—Aunque Hipo no pueda caminar.

—¡Si puedo caminar! —gritó como respuesta y trató de levantarse, sin conseguirlo. Le arrebató a Jack una carcajada.

—Vamos a hacer algo —dijo entonces—: Moana puede tener mi sudadera, ya que yo no siento frío, y tú brincas a mi espalda y te llevo.

—De ninguna manera —espetó Hipo—. Eso va a ser incómodo.

—Deja de chillar, Abadejo, o te vas a morir de inanición.

Finalmente, Hipo tomó la mano de Jack y así pudo estabilizarse un poco. En un momento tomó un hondo respiro y de un salto terminó encima de la espalda de Jack. Moana se puso el gorro, se ajustó las agujetas y comenzaron a caminar entre la nieve. No tengo idea de cuanto tiempo fue.

Sus pasos comenzaban a ser más pesados y más lentos, el cansancio más notorio en su respiración y en los enormes círculos negros que se formaban debajo de sus ojos. La noche era oscura, fría y el eco de los aullidos de los lobos retumbaba en las densas montañas y se perdía entre las ramas de los enormes pinos. Hipo estaba casi dormido.

Fue entonces, cuando iba bajando la montaña, caminando a un lado de Sven, que escuché la respiración pesada que me hizo voltear y a un par de metros de mí fue que vi una morena y un albino cargando a un castaño que le doblaba la estatura en la espalda.

—Ven, Sven.

Nunca supe porque siempre terminaba ayudando extraños si siempre decía que no lo haría más.

—¿Están perdidos? —pregunté y eso atrajo la mirada de la chica a quien se le iluminó el rostro al verme.

—No hemos visto más que pinos y nieve por horas —musitó el castaño.

—Y tú estás herido —musité refiriéndome al mismo y este asintió.

—Ven, Sven. —Se acercó entonces y dobló sus rodillas para dejarse caer en la nieve y poder montar al castaño en él.

—Gracias. Nos ha salvado.

—Arendelle les gustará —la morena sonrió—. Pero antes considero prudente pasar a la tienda de Oaken a comprarle una venda o algo similar.

La morena asintió y seguimos  caminando montaña abajo. Había sido una suerte haber decidido ir a visitar a mi familia antes de pasar las fiestas con Anna, de otro modo jamás los hubiera encontrado. Parecían bastante atentos, más ella, a la historia que les iba contando a medida que nos acercábamos a la tienda de Oaken.

Dudé un poco antes de entrar a la tienda, Moana lo notó. Después de aquella vez, cuando conocí a Anna, probablemente Oaken no me tendría mucho afecto ni muchas ganas de verme. Fue ella la que empujó la puerta e hizo sonar la campana.

—¡Yuju! Rebajas de invierno.

Ella se sobresaltó al oír el enérgico saludo del pelirrojo detrás del mostrador y yo solté una carcajada. Oaken, al escucharme, me miró mal.

—¡Tú!

—Oye, no tengo ninguna intención de molestarte. Lo prometo.

Él aún no quitaba la mirada de molestia de los ojos.

—Venimos por vendas. Afuera hay un herido.

Subió las cejas entonces y entre tartamudeos dijo que buscaría entre sus tiliches a ver que tenía. Moana entonces comenzó a caminar por la tienda, examinando todos los objetos que había. Me pareció extraño, pero no le diría nada.

De pronto, Oaken sacó de uno de sus mostradores una venda y se la entregó a Moana, deseándole que aquel herido se recuperara pronto, ella le agradeció y le deseo feliz navidad. Aproveché el momento para hacerlo también.

Mientras Moana curaba a Hipo, les expliqué que tendríamos que pasar a recoger antes la campana que la familia real tocaba para iniciar las fiestas. De nuevo, era ella la que se miraba más entusiasmada por ver cómo se celebraba la navidad en Arendelle. Se levantó y le dio un corto beso a su novio.

Cuando pasamos el portón del palacio de Arendelle, los tres dejaron caer la quijada, pero por diferentes razones. Hipo y Moana miraban cuanta gente había reunida esperando ver a la princesa y a la reina jalar la cuerda para hacer sonar la campana que daría inicio a las fiestas y Jack miraba directamente a Elsa.

Fue un momento grandioso, hasta que Moana vio que la gente comenzaba a irse y el ánimo decaía en el rostro de Elsa y de Anna. Todo pasó lento a los ojos de Moana desde que los presenté. Anna y Elsa me miraban cantar junto con Sven, Jack buscaba crear algo bonito con su escarcha para animar el ambiente, sin conseguirlo y Elsa se disculpó ante todos y de un portazo se encerró.

Jack miró con lastima a Anna y Olaf entonces tomó la mano de Moana.

—¿Ustedes tienen tradiciones de navidad? —preguntó.

La morena intercambió una mirada con Hipo y este trató de decir algo, sin conseguirlo; se quedó inexpresivo y mudo.

—Creo que estamos tan ocupados organizando la navidad... que no celebramos la navidad.

—¿Ustedes crean la navidad?

Ambos iban a decir algo, sin saber realmente qué, pero la reacción espontánea de Olaf los interrumpió.

—¡Ustedes pueden ayudarme a traerle tradiciones de navidad a Elsa y a Anna!

—Bueno... no sé si podamos desviarnos de...

Sin preguntarles, Olaf los tomó a ambos de la mano y salió corriendo con ellos tratando de seguirles el paso. Se detuvo frente al establo de Sven, haciéndolo levantarse abruptamente.

—¡Sven, ellos nos van a ayudar a encontrarle tradiciones a Elsa y a Anna! ¡Les encontraremos la mejor tradición! ¿Estás conmigo?

El muñeco de nieve alzó su brazo de madera y Sven la golpeó tan fuerte que salió volando.

—¡Au!

—Moana —susurró Hipo en su oído—. Si no recuperamos el corazón, nadie va a tener navidad.

—Lo sé —suspiró—. Pero déjame pensar en un plan esta vez. No quiero que nada malo vuelva a suceder cuando nos enfrentemos de nuevo a Skellington. —Quiso formar una media sonrisa a la vez que se encogía de hombros y ladeaba la cabeza—. Además, esto no debe de tardarnos. ¿Qué tan difícil debe ser encontrarles una tradición?

Olaf tocó a todas las puertas habidas y por haber en en reino y recibía todos los regalos maravillado por ellos. A Moana también se le notaba la emoción e Hipo no podía sentir más ternura.

Fue hasta que llegaron de nuevo con Oaken que Hipo se sintió un poco receloso sobre quitarse todo lo que traía encima y meterse en un lugar donde había un calor sofocante. Moana, en cambio, no tuvo problema en usar una tela como top y una falda con decorado de Arendelle y seguir a Olaf al sauna. Presionado y abrumado por Oaken y su familia, terminó adentro también, deseando no volver a estar nunca en ningún lugar parecido.

Moana suspiró volviéndose a poner la sudadera después del spa e Hipo no desaprovechó la oportunidad para tomarla de la cintura y plantarle un beso en los labios, luego miró hacia arriba y Moana rio al descubrir la presencia de un muérdago. Lo besó ahora ella a él y se dispusieron a salir rumbo a Arendelle.

Fue entonces cuando algo en el trineo se prendió en llamas, el trineo comenzó a jalar a Sven y Moana trataba de controlarlo mientras Hipo alejaba a Olaf del fuego. Sven gruñó y Moana vio que estaban al borde de un acantilado. Hipo brincó hasta Sven y sacó la correa de su cuello para sacar el trineo de él, pero Moana y Olaf quedaron en el trineo, sintiendo como volaba por los aires.

Moana tomó a Olaf, mientras el de blanco tomaba el pastel de frutas, y saltó hasta el otro lado, cubriéndose de nieve.

—¡Miren, se salvó el pastel de frutas!

Moana se giró, no muy alegre, y se levantó para sacarse la nieve.

—Solo tenemos que llevarlo con Elsa y con...

—¡Olaf, espera! —Moana salió corriendo detrás del muñeco de nieve, pero él le llevaba unos pasos de ventaja.

—¡Mira, un perrito...!

Sven, sin siquiera consultar a Hipo aún montado en él, salió corriendo hacia Arendelle con la intención de alertar a Kristoff. Hipo no quería dejar sola a Moana en medio del tenebroso bosque.

La morena alzó a Olaf y salió corriendo de los lobos hambrientos. Al ver que ellos eran mucho más rápidos que ella, decidió subirse a un pino con Olaf agarrado de su cuello y el pastel en su gorro, el que sacó una vez hubieron llegado arriba. Los lobos seguían tratando de comérselos, sin embargo ellos no sabían escalar y ella decidió esperar a que los lobos se rindieran. Fue entonces que un halcón de nieve salió de entre unas ramas y se llevó el pastel de Olaf, sin poder Moana hacer nada.

Olaf comenzó a sollozar y Moana lo envolvió entre sus brazos.

—Decepcioné a Anna y a Elsa.

—No, Olaf, no lo hiciste —consoló con cariño—. Diste tu mejor esfuerzo.

—¿De qué vale si no pude darles a Elsa y a Anna una gran navidad?

Moana ya no supo como contestar, solo siguió acariciandolo cariñosamente. Ella se sentía exactamente de la misma manera por no haber recuperado del corazón de las manos de Skellington.

—¡Olaf!

—¡Olaf!

—¡Moana!

La morena levantó la cabeza y vio a lo lejos a Hipo, a Elsa, a Anna, buscándolos junto conmigo y con el resto de Arendelle.

—Vamos.

—Baja tú.

—No me voy a ir de aquí sin ti.

Olaf bufó y le pasó los brazos por el cuello. Ella comenzó a bajar e Hipo la recibió a los pies del árbol con un beso. Anna y Elsa corrieron a abrazar a Olaf y a explicarle que si tenían una tradición, que él era su tradición, haciéndolo sentir especial y querido. Finalmente, se abrazaron. Hipo también abrazó a Moana por la cintura mientras miraba con ternura la escena conmovedora. Fue entonces que Moana lo entendió: el espíritu navideño es algo que vive en cada uno de nosotros y solamente uno tiene el poder de volver, no solo la navidad, sino todos los momentos especiales.

—Jack —llamó Moana y este se acercó. También estaba conmovido—. Ya sé cómo arreglarlo.

Ella le extendió las manos y Jack sacó de su bolsillo la esfera de Norte para entregársela. Suspiró.

—Bueno, es hora de irnos.

—¿Por qué no se quedan a cenar? —rápidamente preguntó Anna.

—Tenemos que hacer algo importante ahora, pero les deseamos a todos una feliz navidad.

La princesa se levantó entonces y abrazó fuertemente a Moana, luego a Hipo y a Jack. Los abrazos comenzaron a repartirse y los buenos deseos con ellos.

—¿Vendrán a visitarnos?

—Claro que si —exclamó sonriente Hipo.

Jack entonces se balanceó y tomó la mano de Elsa para dejar un beso en ella.

—Prometido.

[03]

Moana no dudó un segundo en correr hasta la casa de Skellington en tanto se hubo estabilizado, encontrándola vacía. Sin embargo siguió un barullo que se escuchaba hasta la plaza solo para encontrar a Skellington con un trineo,  regalos en las manos y una multitud rodeándolo.

—¡Jack! —gritó con todas sus fuerzas, los puños cerrados y fiereza en la mirada.

—¡Tú! ¡¿Cómo...

—He venido para negociar.

El rey calavera expandió los ojos por la sorpresa y ladeó una sonrisa lobuna. Entregó la caja que tenía en las manos y de un gesto silencio a todos, Sally se llevó la mano a los labios. Se acercó entonces dando pasos alargados y dejando un ambiente tenso a su paso, tan tenso como los puños de Moana que no relajó ni cuando tuvo al tenebroso sujeto a centímetros de sus narices.

—Jack, lo siento. Yo... me equivoqué.

Una oleada de reacciones de sorpresa se hizo presente que también reflejaron los gestos del soberano.

—No fue justo de mi parte reprimir tu emoción por la navidad. La navidad es hermosa y yo estoy honrada de ser parte de ella. —Se llevó las manos al pecho—. El nivel de espíritu navideño qué hay en ti es impresionante y contagia... ¡Solo mira!

Tanto Moana como el de traje se tomaron un segundo para contemplar a la multitud que estaba al rededor de ellos. Jack sonrió ligeramente de lado.

—¿Lo ves? Jack, por favor, acompáñanos a entregar los regalos en navidad.

—Moana, querida —respondió entonces poniendo su helada mano en su hombro—, yo voy a entregar los regalos este año. No te desgastes.

Y se giró para ignorarla y seguir empacando los regalos.

—¡Jack, espera! Si realmente quieres involucrarte en la navidad, hazlo. Pero déjanos ayudarte a hacerlo. Te prometo que verás el taller de Norte y conocerás todo el proceso de hacer los regalos, incluso lo convenceré de llevarte con él a entregarlos.

Suspiró.

—La navidad no le pertenece a Norte, ni a mi, ni al corazón, las festividades nos pertenecen a todos. Es el espíritu navideño qué hay en cada uno lo que la  hace especial, así como la adrenalina que siente la gente en Halloween con tus sustos. Jack Skellington, ¿nos ayudarías a esparcir esta noche el espíritu navideño y  hacer de esta la mejor navidad de todas?

Moana le extendió la mano amigablemente, esperando que Jack la tomara, pero en su lugar lo vio sacar de las bolsas de su traje el corazón y entregárselo. Ella sonrió.

Jack e Hipo llegaron detrás de ella y la miraron sostener el corazón en la mano, se extrañaron de ver qué algo esperaba. El rey de las pesadillas le dirigió la mirada y tomó el cayado de junto a la fuente, solo para lanzárselo a Jack.

—¿Y bien?

—Si a Norte no le molesta, me encantaría ayudarles.

Moana soltó un grito de alegría y corrió a abrazar a Jack, quien se quedó atónito y un poco disgustado. Sally solo se rio en silencio y Jack e Hipo sonrieron también antes de aventar la esfera y pronunciar, ahora bien, el destino. Tras ánimos de Sally, Jack se dejó guiar por los tres hasta el mismísimo Polo Norte.

[ 04 ]

—Así fue como Moana descubrió que la verdadera magia de navidad no estaba en el corazón de TeFiti, sino en el de cada uno de nosotros. 

—¡Abuelo Kristoff! —exclamó con emoción uno de los pequeños traviesos—. ¿Ellos regresaron?

Un estruendo se escuchó entonces y los niños voltearon a ver hacia la chimenea, que había sido el origen. Estucharon un grito y un pujido a la ves que se levantaba una nube de cenizas. Lo primero que vieron fue una mujer morena con polvo en el cabello y detrás de ella un castaño que al parecer le había caído encima.

La ventana se abrió bruscamente, dejando ver a Jack Frost en ella quien solo reía a carcajadas.

—Todavía no les sale ese truco de Norte de bajar por la chimenea.

—¿Cómo nos va a salir si nos empujaste, rata panteonera?

Jack no podía contener su risa. Moana corrió a saludar a Kristoff y a Anna con la energía que la caracterizaba, mientras Hipo se sentaba a conversar con los pequeños.

—¿Pasarán navidad con nosotros? —preguntó Anna.

—Al parecer, Kris ya se nos adelantó a contarles la historia a sus nietos —rio—, pero algo más se nos ocurrirá para entretenerlos.

Jack dibujó entonces en la ventana la figura de un reno y la hizo cobrar vida mientras los niños llamaban la atención de todos con su asombro. Olaf también estaba asombrado, pero dejó de prestarle atención para caminar hacia Moana y Anna.

—Feliz navidad, Moana.

Ella se tiro de rodillas al suelo y le dio a Olaf un efusivo abrazo cariñoso.

—Feliz navidad, Olaf.

✧ ˚Aprovecho para agradecer sus bellos comentarios de la introducción ¡! Me hicieron sentir muy emocionada todos ellos y pues aunque la creatividad no me da para responderlos todos, que se sepa que los aprecio. Luv u.

✧ ˚Y, bueno, he escrito sobre doctores antes, pero es aquí donde te digo cómo salvar una vida. En este caso, Hipo estaba desangrándose (perdiendo mucha sangre) y eso puede ser muy peligroso. Lo primero que se hace cuando sangra una extremidad es identificar el tipo de sangrado: Si la sangre es oscura, viene de la vena y se debe aplicar presión a la herida. Si es más clara, es mucha y sale al ritmo del pulso, viene de la arteria y se tiene que detener "cerrando la válvula" (es decir, cortar el flujo un par de centímetros arriba de la herida y luego cerrar la herida). Si es clara y sale poquita, es capilar y con una venda encima queda.

✧ ˚Es recomendable claro llamar a un doctor porque pues ellos le saben al rollo y no olvidar que esto solo funciona cuando sangran los brazos o las piernas. (No sé si deba explicar porque no debes apretar algo para "cerrar la válvula" en el cuello).

✧ ˚ Y pues esto es todo, espero las morras se pongan las pilas y poder publicar pronto el siguiente. Bye bye.

✧ ˚  ·    . ₊˚.༄ ೃ - ˚ ༘♡ ⋆。˚

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