«5»
— Hola, Rog.
Roger levantó la vista de su celular pudiendo ver al chico que tenía en frente. Brian le sonreía buscando quizás, un tema de conversación, o poder conocerse.
— Eh... hola —murmuró y volvió a mirar hacia abajo, en un gesto bastante descortés que pasó desapercibido por el de orbes color almendra.
— ¿Qué haces?
— Leer —respondió.
— ¿En tu celular...? —preguntó confundido.
— Se llama Wattpad. O PDF, no encontré el libro en físico —respondió aún leyendo—. Maldito Gavin, te aborrezco —murmuró en referencia al libro.
— ¿Gavin...?
— Nada, no dije nada —dijo algo avergonzado. Brian se sentó a su lado y se acercó bastante para poder ver lo que leía. El rubio se puso tenso, bastante colorado, y con una mirada que denotaba confusión.
— ¿Un dragón? —preguntó confundido.
— No, no. Bueno, en parte —respondió leyendo.
— No te entiendo —lo miró.
«Los deportistas nunca entienden nada que no tenga que ver con un balón.» pensó Roger.
— Es Navarog, el príncipe de los demonios —respondió.
— ¿Qué demonios andas leyendo? —soltó una risa.
— ¡Es una saga fantástica! —repuso—. Además no tengo por qué de darte explicaciones, ni siquiera somos amigos.
— ¿Quién dijo que no? —repuso.
— Yo.
«Tiene... temperamento.» pensó Brian.
— ¿Y por qué?
— Porque con suerte nos conocemos —respondió. Obviamente no diría la razón real.
— Oh, entonces te caigo mal —bromeó.
— Uhjum, un poco —respondió de forma directa.
— Auch —dijo—. Oh, vamos, ¿y por qué?
— Me ponen incómodo las personas que quieren obligarte a socializar —respondió.
— No te estoy obligando a nada —repuso, ya comenzando a molestarse—. No tienes que ser tan jodidamente descortés.
— Uhjum.
— ¿Me estás escuchando siquiera?
— La verdad no, te dije que estaba leyendo —respondió.
— Vaya, pedazo de idiota que eres —soltó.
— ¡Justo eso! —exclamó el rubio despegando la vista del celular. Brian lo miró con extrañeza.
— ¿Qué mierda? —preguntó.
— Eso, antes estabas esforzándote demasiado por agradarme —respondió—. Ahora estás siendo honesto. Crees que soy un idiota, lo dices. Transparencia. No tienes por qué intentar agradar. Eso solo hace que me caigas peor.
— Eres bastante extraño —admitió.
— Ya sabía eso, y la verdad poco me importa —respondió—. Tengo clases, ¡nos vemos! —se puso de pie.
— Espera —le tomó la muñeca—. Primero que nada, no tenemos clases hasta dentro de diez minutos —respondió. Roger soltó un bufido—. Segundo, quiero conocerte y hablar contigo. ¿Por qué no quieres hacer amigos?
— Maldita Clare, le dijo —masculló.
— No me dijo Clare —repuso—. ¿Por qué te aíslas?
— Porque socializar es estúpido, como tú lo estás siendo en estos momentos y como lo fue John al decirte —dijo soltándose—. Tengo clases.
— Rog, es en serio, ¿qué tienes? —indagó—. Mira, voy a serte sincero, a veces eres muy bipolar. Ni yo mismo te entiendo y creo que tú tampoco lo haces. En momentos puedes verte tímido o retraído y en otros simplemente antipático, y es por lo mismo que creo que simplemente es porque tú quieres formarte esa imagen. Pero ¿sabes? Quiero conocerte pese a eso.
— Qué mierda —murmuró Roger.
— Lo digo en serio —repuso.
— No me formo ninguna puta imagen —dijo de forma seca.
— Lo haces —repuso—. John y yo nos dimos cuenta en tu casa, como eres totalmente distinto con tu hermana allí.
— Cállate, soy así porque es una niña que perdió a su madre, ¿de qué otra voy a ser? Solo nos tenemos a los dos.
— Tienen a su padre —repuso.
— Sí, claro —masculló—. Mira, Brian, yo no me meto en vidas ajenas, no te metas tú en la mía.
— ¿Puedes dejar de ser tan grosero por un segundo? —pidió—. Escúchate, estás siendo de forma adrede alguien totalmente inaccesible. Quieres estar solo.
— Todos son iguales. ¿Para qué seguir creando lazos que no son reales?
Una pequeña luz se encendió en el cerebro de Brian, como una ampolleta. Recordó algo trascendental para su discurso, y supo preparar su siguiente argumento rápidamente.
— Crear Lazos —repitió.
— Sí, ¿qué con eso? Son falsos —dijo Roger molesto.
— Eso es del Principito —recordó—. El zorro lo dice.
— No... o sea, sí, pero no me refería...
— Cuando el Principito le pregunta qué es domesticar —siguió Brian. Roger estaba rojo de la vergüenza mientras miraba hacia el lado con el ceño fruncido—. El zorro le dice que es crear lazos, y que si quiere jugar con él debe domesticarlo.
— El Principito le dice que no tiene tiempo —murmuró Roger suspirando—. Que tiene que hacer amigos y conocer cosas nuevas.
— Y el zorro le dice que no se puede conocer lo que no se ha domesticado —complementó Brian.
— Y que si lo domestica...
— Su vida se llenaría de sol.
— Dijiste que solo lo habías leído una vez —masculló Roger.
— Lo leí de nuevo —respondió—. Quería saber qué tenía de espectacular de forma que un chico lo había leído doce veces y seguía disfrutándolo como si fuese la primera.
— Qué puta mierda, eso es psicópata —repuso Roger.
— También me hicieron leerlo en filosofía —complementó con honestidad mientras rodaba los ojos—. No todo el universo gira al rededor de ti.
— Me gusta tu honestidad —respondió con esta misma—. Pero aún así no estoy interesado.
— Déjame domesticarte.
— No, no soy un puto perro —dijo.
— El Principito tampoco lo era, y aún así su rosa lo domesticó —dijo, Roger volvió a mirar hacia otra parte—. Así como también domesticó al aviador.
— Las personas no son como la rosa o el aviador, mucho menos como el zorro —dijo Roger.
— Puede ser —accedió Brian—. Pero ¿No también dice el libro "Es una locura odiar a todas las rosas, solo porque una te pinchó"?
— Esa mierda no sale en el libro —repuso Roger.
— ¡Hey, sí aparece! —repuso a su vez.
— Brian, he leído ese libro doce veces, he visto la película cuatro, y he visto la obra de teatro dos...
— ¿Hay obra de teatro...?
— Sí, y en ninguna parte ¡aparece esa puta frase! —exclamó.
— Uy, bueno, pero aunque no lo haga, sigue siendo cierta —repuso.
— Pero no aparece en el libro.
— ¡Solo estoy diciendo que es cierta!
— Es que en serio, ¿de dónde la sacaste? ¿Del Facebook de tu tía la religiosa? —preguntó aguantándose la risa.
— ¡De internet!
— ¡Ves! Es falsa.
— Esos bastardos, me mintieron —masculló Brian. Roger soltó otra risa sonora y Brian sonrió al verlo, pensando que era una risa realmente hermosa.
— Lee el libro original —dijo entre risas—. Es mejor que esa porquería que dijiste.
— No era una porquería, es algo cierto —repuso—. Deberías sonreír.
— No, no me gusta —negó y sacó el libro de su casillero—. Te lo presto para que lo leas. Cuando lo hayas hecho, avísame.
— ¿Para comentarlo?
— No, idiota, para que me lo devuelvas —repuso—. Te lo estoy prestando, no regalando.
— Bueno, bueno, bueno —soltó una risa—. Aún así encontraré alguna cita que te haga cambiar de opinión respecto a las amistades.
— Inténtalo. Me sé todo ese libro, podría decírtelo de memoria si quisiera.
— A ver, muéstrame —dijo Brian. Roger soltó una risa mientras negaba con la cabeza.
— No tengo que demostrarte nada, May —dijo y tomó su mochila, yéndose al salón—. Nos vemos, Baobab —Brian se le quedó mirando unos momentos y sonrió.
— ¿Cómo me llamaste...?
— ¡Baobab! Y si no sabes lo que es, te hace falta leer el libro —dijo finamente yéndose.
— Serás complicado, pero eres lindo —dijo en voz baja y también tomó sus cosas para ir a su clase.
(...)
— Entonces básicamente quieres forzar a un chico a que sea tu amigo.
— ¡No! Solo... me preocupó lo que dijo John —respondió. Su madre soltó una risa y tomó una calada de su cigarrillo, para luego exhalar el humo. Brian hizo una mueca por esto.
— Sí, seguro. Te conozco, Brian, tienes una especie de obsesión extraña por entrometerte en las vidas ajenas —dijo ella.
— No, no es eso —bufó—. Nunca me escuchas.
— Soy tu madre, créeme que lo hago —repuso.
— Sí, sí, lo siento —suspiró—. Pero no iba a eso... era que... no sé, siento que ese chico le sucede algo.
— Bueno, está bien ayudar a los demás —dijo la mujer—. Deberías acercarte.
— Pensé que no querías —repuso.
— No, solo espero que no te meta ideas malas en la cabeza. Aún eres un niño —dijo.
— Tengo quince años, mamá...
— Pero sigues siendo mi niño. Así que cuídate bajo cualquier circunstancia —le dijo—. De todas formas, sabes que te ayudaré si así lo necesitas.
— Gracias, mamá —sonrió—. Iré a hacer mi tarea, me avisas si necesitas algo.
— Claro, hijo, ve —dijo ella y volvió a darle una calada al cigarrillo. Brian subió antes de seguir contaminándose los pulmones, y se dispuso a hacer su tarea.
Estaba seguro que Roger tenía algo, después de lo que John había contado. Y realmente quería ayudarlo, pese a que se conocían poco.
Cuando estaba terminando, le llegó un mensaje de Freddie. Le comentó que el gótico del que tan interesado estaba, vivía en frente de su prima. Brian le preguntó qué relevancia tenía aquello, y la respuesta del azabache fue clara y concisa.
Dijiste que querías saber si tenía problemas, ¿no? Pues esta es la forma más rápida de hacerlo.
Brian miró el mensaje y frunció el ceño. No era un maldito acosador tampoco, y simplemente le dijo al azabache que dejara de molestar.
Sabía que quería ayudarlo, pero tampoco quería ser así de incómodo. Quizás primero debían hacerse amigos, y dejar que el rubio se abriera y se sintiese en confianza de poder contar algo.
(...)
— ¿En serio le dijiste Baobab a alguien? —la risa de la niña era sonora.
— ¡Me seguía insistiendo! —se defendió Roger—. Mira, Clare, ya te dije mi postura.
— Pero ese tal Brian se veía simpático —repuso ella—. Además te quiere ayudar.
— ¿De qué?
— De que te pones a llorar en la noche llamando a mamá —dijo. Roger se puso rojo.
— ¿Me espías de noche? —preguntó—. Además deberías estar dormida a esa hora.
— Me preocupo por ti, por eso a veces digo que tengo una pesadilla. Para así poder dormir contigo y poder abrazarte para que no sigas llorando.
La inocencia de su hermana le dio un bonito sentimiento al rubio. Quien solo sonrió un poco y se rascó el cuello. Tampoco era alguien lo suficientemente expresivo.
— Maldita mocosa, no me puedo enojar contigo —la abrazó y le revolvió el cabello—. Lamento haberte asustado, Clare. Realmente no era mi intención.
— No te preocupes, Roggie —le dijo también abrazándolo—. Es mi deber pony de hermanita protegerte.
— Yo diría que es mi deber gótico protegerte a ti —dijo riendo un poco—. Yo soy el hermano mayor.
— Pero yo soy la sensata sin pensamientos que la vida vale caca —dijo.
Roger soltó otra risa.
— ¿Vale caca?
— ¡No es mi culpa! No me dejas decir la palabra con eme —frunció el ceño.
— Bien, puedes decir vale caca —dijo Roger riendo—. Pero no frente a papá.
— Está bien —sonrió. Luego notó que el rubio miraba a ese punto en la puerta del baño, donde estaba aquella foto—. Roggie, ¿no deberías sacarla mientras papá trabaja?
— Se daría cuenta —murmuró este, como si el cuadro pudiese oírlo—. Es mejor así. Siempre se puede cerrar la puerta.
Y entonces se levantó y la cerró. Finalizando aquella vista poco deseada.
•*•*•*•
Baobab: árbol de gran follaje y estatura que se popularizó en el libro del principito, por ser representado como una plaga de árboles enormes que ocupaban todo el planeta del principito si este no quitaba antes sus malezas.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top