03. ━ The future of a dynasty.

03 |  EL FUTURO DE UNA DINASTÍA.




King's landing, 277 d.C.



Se le otorgó el sobrenombre la Luna de Plata cuando tenía diez años. Las personas del reino la conocían así, pero cada uno por diferentes motivos. Un bardo de la corte la había llamado de tal forma cuando tuvo el privilegio de verla durante una pequeña cena privada del rey con sus dos hijos porque «su belleza ilumina el corazón de cada hombre que la ve, tal como la luna ilumina el camino de las personas en la oscuridad»; los nobles, o al menos la mayoría, la llamaban así por ser la joya más preciada de la Corona; el pueblo llano por ser tan considerada y brindarles ayuda, justo como aquel astro les ayudaba dándole luz a las calles y caminos durante las noches. La comparación lograba sacarle una sonrisa siempre; decían que su hermosura atrapaba a todo el que la viese y su temperamento amable era una dulce combinación. Durante el último años, la bondad de su corazón fue lo que terminó de validar el nombre y se ganó el cariño de la gente. Y si anhelaba ser una reina admirada como Alysanne, debía procurar mantenerlo.

El cielo de la capital esa tarde no estaba acompañado por el ardiente sol, las nubes se veían grises y el viento helado soplaba con fuerza arrastrando el desagradable olor de los barrios bajos. Una ventisca de aire pasó junto a ella, apretó los labios disimulando una mueca; debía soportar y mostrarle a la gente que no le molestaba convivir con ellos. Esto era necesario. Cuando su hermano ascendiera al trono, lo mejor que podían tener para un reinado prospero y memorable era el cariño del pueblo. Si bien era cierto que esto comenzó siendo un acto sin intención pura ya que sólo quería construir una buena reputación, actualmente también le agradaba la sensación reconfortante que sentía al ayudar a los habitantes, incluso si sólo fuese dándoles un poco de dinero.

—No creo que esto sea conveniente, su alteza.— murmuró lady Rhaelyne, alzando sus faldas lo suficiente para no arrastrar. No entendía por qué la joven princesa podía caminar con tranquilidad y dejar que su precioso vestido lila con detalles bordados en hilo dorado se ensuciara con la tierra y suciedad. Obtuvo una mirada por parte del Capa Blanca que les acompañaba, ella estaba tan obstinada en permanecer a una distancia prudente que no dejara en evidencia el sonrojo de sus mejillas, que no lo notó—. Todo está tan... sucio.— esto último lo susurró al ver a un niño con harapos.

Vaelys se detuvo repentinamente, y la azabache casi chocó con su espalda de no ser por sus reflejos. Se giró a sus acompañantes con una sonrisa a medias.

—No hay por qué temer, querida prima.— afirmó, sus ojos violetas mostraban seguridad. La ojiazul miró a su alrededor con recelo, arrancándole un suspiro exasperado. Podía entender que a Rhaelyne le desagradaran los plebeyos porque era cierto que la mayoría estaban muy sucios, pero debía disimular cuando estuvieran rodeadas de ellos. Su sonrisa pronto adquirió un deje de burla cuando miró al único hombre presente—. Ser Arthur.— lo llamó. Él la miró al instante, su mano jamás abandonó la empuñadura de su espada por si se presentaba algún peligro—. Por favor, dígale a lady Rhaelyne que no debe preocuparse. Yo sé que usted nos defenderá de ser necesario como el honorable caballero que es.

El castaño mostró una pequeña sonrisa por la sinceridad en la voz de su princesa. En el año que llevaba interactuando con ella, se había dado cuenta que el príncipe Rhaegar tenía razón al decir que ella era más que una belleza exterior. A sus trece días del nombre era amable, cautivadora, divertida a su manera, orgullosa y un poco obstinada.

La mirada violácea de Arthur encontró a Rhaelyne Baratheon mirando con ojos estrechos a la hija del rey.

—Agradezco su confianza en mí, princesa.— la platinada le dirigió una radiante sonrisa blanca—. Mi lady.— la joven Baratheon lo vio apenada, seguramente por haber estado ignorado su presencia—. Le pido que no se preocupe, su alteza tiene mucha razón al decir que ante cualquier amenaza mi deber es resguardar su seguridad.

Vaelys supo que las mejillas de su amiga tiñéndose de rojo eran su señal para retirarse, en silencio lo hizo. No le hacía daño a nadie si dejaba un momento a la chiquilla con el apuesto caballero que admiraba, ¿cierto?

Con cada paso que daba por las calles, el peso de las miradas estaba sobre ella. Se sentía halagada, pues era consciente de su belleza; en parte la veían por sus largos bucles cayendo por su espalda como una cascada de plata fundida y por su precioso rostro de rasgos delicados, en otra porque aguardaban a sus acciones. Discreta, sacó las pequeñas bolsas escondidas en un bolsillo que estaba diseñado en su vestido, una cálida sonrisa se dibujó en sus rosados labios y le dio un venado de plata a cada persona que vio en su paseo, el pueblo respondía con pequeñas sonrisas y le deseaban la protección de los dioses. Cuando ya no le quedó ninguna moneda, decidió dar la vuelta y regresar a la fortaleza antes de que su señor padre notara su ausencia.

—¡Siete infiernos! ¡Niña!

Un pequeño cuerpo se estrelló contra sus piernas siguiendo aquel lejano grito femenino. El instinto maternal, que había desarrollado con el nacimiento de Viserys, se activó. En un segundo estaba de rodillas en el suelo, sostuvo el rostro sucio de la niña que le chocó, le examinó con la mirada varias veces para ver si estaba lastimada.

—¿Estás bien, pequeña?— no recibió una respuesta verbal, en cambio, la infante estiró una de sus manitos. Vaelys retrocedió asustada, se relajó al notar que sólo quería tocar un mechón de su cabello plateado y volvió a su posición anterior, permitiendo que lo hiciera—. ¿Cuál es tu nombre?

—Nira.— una tierna sonrisa acompañó su respuesta, la platinada copió el gesto.

—¿Sabes? Suena similar al apodo de la princesa Rhaenyra.— respondió y luego agregó un comentario—. Dicen que era muy bonita, casi tanto como tú.— el halago a la niña era una pequeña mentira piadosa, pues cualquiera sabría que una princesa Targaryen, y especialmente la infame Reina de medio año, siempre sería mucho más bonita que cualquier otra mujer. Ella no debía tener más de seis años, Vaelys no perdía nada con ser amable y hacer feliz a una inocente criatura.

—Usted es muy bonita.

La joven Targaryen abrió la boca para responder, fue interrumpida antes de lograrlo.

—¡Nira!— una mujer mayor se acercó corriendo. Cuando vio a la princesa, abrió los ojos más de lo normal—. Oh, milady, lo siento mucho...— le lanzó una mirada mortal a la niña. Vaelys no le corrigió su mala pronunciación o su uso del título equivocado—. Espero que esta niña imprudente no le haya ofendido. Me encargaré de mi hija, no se preocupe. Por favor, tenga piedad y perdone nuestra insolencia.

Nira ignoró a su madre y miró a la Targaryen con un brillo en su mirada.

—¿Usted es la princesa dragón?— aplaudió felizmente cuando recibió un asentimiento de cabeza. Su madre chilló horrorizada por su comportamiento frente a una dama tan noble como lo era la hija del rey y la reina—. ¡Entonces es la futura reina! Porque he escuchado que va a casarse con su hermano, el príncipe Rhaegar.— la sonrisa de Vaelys creció ante la mención del nombre de su ahora prometido, más el comentario le provocó cierta amargura también.

Allí estaba nuevamente. Alguien recordándole que la noticia ya había sido difundida por cada rincón de los Siete Reinos desde hace una quincena. El rey, luego de regresar a la capital, no esperó demasiado para hacer oficial el compromiso de su heredero con su única hija.

El día que ordenó a Tywin Lannister enviar cuervos a todos los grandes señores fue el peor para Vaelys, bueno el segundo. El principal había sido en su décimo primer día del nombre, cuando tuvo la mala fortuna de que justo en la fecha que se iba a celebrar un torneo en honor a su nacimiento se levantó con un horrible dolor en el vientre bajo y las sábanas blancas manchadas de rojo. Sangre. Todavía recordaba el olor del líquido y la sensación húmeda entre sus muslos internos, indicando que su primera sangre había llegado. Cuando su padre fue informado por el maestre Pycelle sonrió y al final del banquete del primer día todos sabían que ya podía ser usada como yegua de cría, ella jamás había sentido tanta humillación como en aquel momento. Incluso esa noche lloró en la intimidad de sus cámaras, aún sabiendo que su único deber era abrirse de piernas para su hermano y darle herederos, no entendía por qué el reino debía enterarse de un tema tan personal, iba a ser la esposa del heredero a la corona, por lo que no necesitaban avisar que ya estaba en el mercado matrimonio ni entregar su mano en busca de alianzas con las otras casas. Recordaba haberse dormido entre los brazos de Rhaegar, escuchando sus disculpas por no protegerla como canción de cuna.

Rhaelyne Baratheon y Arthur Dayne se acercaron de prisa. Encontraron a su escurridiza princesa mirando durante lánguidos segundos los ojos de una niña con cabellos carbón. Preocupados, vieron a la gente amontonarse alrededor de ellas.

—Sí, Nira. El príncipe y yo nos vamos a casar.— la escucharon decir. La joven Baratheon apresuró el paso, angustiada. Sabía que a su amiga no le molestaba admitir que iba a casarse, sino verse forzada a renunciar para siempre al Lobo Salvaje.

—Princesa Vaelys, es hora de regresar a la fortaleza. El príncipe Viserys la está esperando.— dijo Rhaelyne llegando a ella. Sólo bastó el nombre del niño para que la Targaryen se levantara, sacudió la falda de su vestido y acarició la cabeza de la niña.

—Me ha agradado conocerte, Nira, pero debo ver a mi pequeño hermano. Si los dioses así lo quieren, un día volveré a verte.— la princesa sonrió una última vez a los pueblerinos, seguidamente, procedió a caminar.

Al poco tiempo dejaron a los habitantes de King's landing atrás, uno que otro encontraron en su trayecto, Vaelys les sonreía a diferencia de Rhaelyne que apartaba la mirada rápido, no queriendo mirar a los plebeyos. Ser Arthur las seguía a ambas, resguardando la espalda de su princesa y la hija de lord Baratheon, hasta que la primera ralentizó el paso y llegó a su lado.

La doncella de cabellos negros ignoró la acción, acelerando el paso. No deseaba estar más tiempo del necesario lejos de la seguridad de los Capas Doradas.

—¿Puedo ayudarle en algo, princesa?— el joven Dayne preguntó curioso, pues ella miró de reojo a su amiga, asegurándose de que estuviera lejos de ambos.

—Camine conmigo, Ser.— Vaelys no esperó respuesta, entrelazó su brazo con el suyo y siguió encaminándose a su destino. Estuvieron en silencio un corto tiempo hasta que ella volvió a hablar—. Espero perdone mi atrevimiento, ¿cómo se encuentra nuestra querida Ashara?— Arthur sonrió ante la mención de su hermana—. No la he visto desde el año pasado cuando visité Dorne. Mantenemos contacto a través de cartas, pero el maestre Pycelle las revisa todas, por lo cual demoran más tiempo en ser enviadas y llegar a mí.— se quejó olvidando cualquier propiedad. Él era el amigo más cercano de Rhaegar y alguien leal, eventualmente, podía confiar en él. Jon Connington era el otro compañero cercano de su hermano, pero a ella le incomodaba un poco, solía mirarla como si la estuviese juzgando en silencio. Por suerte, ahora estaba lejos, visitando su hogar.

Vaelys pensó que el guardia real lucía más atractivo cuando sonreía, sus ojos brillaban. Ya entendía por qué Rhaelyne tenía ese pequeño –gran– enamoramiento con él.

—Mi hermana está muy bien, su alteza. Gracias por preocuparse.— la platinada se encogió de hombros con una bonita sonrisa—. Aunque ha estado preocupada por la princesa Elia.

El pálido rostro de Vaelys pareció casi traslúcido cuando escuchó aquello. Su expresión sonriente pasó a ser preocupación pura, y no le culpó por ello. Ashara le había contado el año pasado que durante la visita de la princesa Targaryen a Dorne, justo como Rhaegar y él, ellas habían congeniado rápido y con Elia Martell, se hicieron amigas las tres.

—¡Por los dioses antiguos y nuevos! ¿Puedo preguntar qué sucede con Elia? ¿Está bien? ¿Le pasó algo?— Vaelys no tardó en llenarlo de preguntas.

Arthur le sonrió una vez más, tranquilizándola un poco—. La salud de la princesa Elia siempre ha sido delicada, pescó un resfriado que la mantiene en reposo. La mantendré al tanto, si lo desea.

—Se lo agradecería mucho, Ser Arthur. Mantendré al sol de Dorne en mis oraciones.— ambos se detuvieron cuando atravesaron las puertas de la fortaleza—. Si no es molestia, dígale a Ashara de mi parte que espero verla pronto y a Elia también, que las extraño mucho.— la princesa deshizo la unión de sus brazos con un suspiro derrotado—. Fue agradable conversar con usted. Ahora no le quito más su tiempo, puede irse.

El guardia se inclinó con propiedad y después ambos siguieron sus propios caminos. Vaelys pasó junto al Salón del Trono y se extrañó al no escuchar los gritos de su señor padre, percibió que los guardias estaban más inquietos de lo normal, terminó por restarle importancia. Dobló en una esquina en dirección a la biblioteca real.

Una vez ahí, buscó a su prometido con la mirada y con diversión rodó los ojos al verlo de espaldas, leyendo en un mueble. Sigilosa se acercó a él, recogiendo su falda por precaución a que se escuchara el arrastre, con cuidado acercó su boca a la oreja impropia.

—¿Qué estás haciendo, mi dulce hermano?

Se reincorporó cuando Rhaegar saltó en su asiento, intentó sin éxito reprimir una carcajada.

—¡Vaelys!— reclamó el príncipe, la sonrisa en sus labios delataba su fingida molestia—. No hagas eso, pudiste matarme por el susto.

Su hermana lo miró burlona—. ¿Y quedarme viuda antes de tiempo? Sigue soñando, mi amor.— había estado llamándolo cariñosamente desde el día de su compromiso con la intención de bromear un poco e incomodarlo, pero Rhaegar parecía querer llevarle la contra pues estaba encantado con la idea. ‹No nos hemos casado aún y ya está contradiciendo› pensó. Lo atribuía a que él estaba más preparado mentalmente que ella para aceptar su boda. Él lució aturdido un momento, pero terminó mostrando una sonrisa, ocasionando que el corazón de Vaelys latiera con fuerza—. ¿Qué estás leyendo ahora? ¿Sobre el Príncipe que fue prometido y tus profecías otra vez?

—Nada me haría más feliz que escucharte tomar en serio "mis profecías" por una vez, querida hermana.— el príncipe apretó los labios, mirando severamente a Vaelys con sus tristes ojos—. Y la respuesta a tus preguntas es sí.— fue el turno de la chica de adoptar la misma expresión—. No me mires así. Gusto de mantenerme informado, y en los últimos días he reflexionado el tema, llegué a la conclusión que no soy el Príncipe que fue prometido.

—Eso ya lo sé. Soy quien te repitió cientos de veces "no lo eres, chico".— respondió su hermana, mirándolo como si fuese estúpido, algo que lastimó su orgullo.

—Como decía, antes de que interrumpieras, no soy el Príncipe prometido.— repitió, ganándose un ademán por parte de Vaelys, pidiéndole que siguiera—. Porque nuestro hijo lo será.

—¡Has perdido la cabeza!— exclamó, incrédula—. ¿Por qué infiernos nuestro Daeron sería eso que dices?

—¡Vaelys!— Rhaegar negó con la cabeza desaprobatoriamente, mientras la regañaba por su vocabulario. Frunció el ceño tras repetir las palabras de la joven en su cabeza—. ¿Daeron?— inquirió intrigado, recibió una sonrisa orgullosa como respuesta.

—Si tenemos un hijo se llamará Daeron.— afirmó con seguridad en sus ojos lilas—. En honor a Daeron el Joven Dragón.— alzó una de sus plateadas cejas, desafiándolo a contradecir. Sonrió cuando Rhaegar suspiró, pasándose una mano por el cabello blanco.

—¿Acaso no es derecho del padre nombrar a sus hijos?— el Targaryen fue quien sonrió esta vez, el silencio de su prometida le dio la respuesta que ambos sabían—. Él será un gran rey, lo presiento.— se acercó a ella, tomó sus manos entre las suyas con suavidad—. Por eso no le pondré Daeron a nuestro hijo. Tiene que llamarse Aegon como el Conquistador.

Vaelys quiso reírse por lo estúpidos que estaban siendo, no se habían ni casado y ya discutían el nombre de un hijo inexistente. Fue obligada alzar la cabeza para ver los orbes índigos cuando las manos de su hermano encontraron sus mejillas y las acariciaron con suavidad. Él inclinó la cabeza hacia adelante, ella se asustó y dio un paso atrás, lo escuchó suspirar por su acción.

—El dragón debe tener tres cabezas.— murmuró al no tolerar el silencio incómodo—. ¿Eso es lo qué dicen tus libros, verdad?

—Sí, tres cabezas. Dos reinas y un rey, como los Conquistadores.

—Visenya, Rhaenys y Aegon.— sabía que iba arrepentirse, Rhaegar vería sus palabras como un pase libre a tomarse en serio el nombrar a sus hijos igual que los primeros Targaryen en reinar Westeros. Acunó el rostro varonil en sus delicadas manos y lo miró con tristeza, estaba tan obsesionado con sus profecías que temía perderlo como a su padre, la locura siempre viene en muchas formas—. Eso será la voluntad de la Madre, Rhaegar. Así que pídele benevolencia por tus añorados Conquistadores.

Sin decir otra palabra, se colocó sobre los dedos de su pie para estar a la misma altura, depositó un beso en la comisura de su boca. Rhaegar encontró solo después de ver a su hermana alejarse de él a toda prisa.








Por la noche, Vaelys entró con su hermanito en brazos a las habitaciones de su madre en el Torreón de Maegor para que cenaran juntas y que ella pudiera ver al niño un rato. Ignoró el hecho que los guardias permitieron su acceso incluso si no tenía el permiso del rey. En su defensa, le hubiera preguntado pero no lo había visto desde el desayuno. Las doncellas de la reina Rhaella hicieron una reverencia. Los sirvientes pusieron, diferentes platillos y bebidas que seguramente no consumirían por completo fueron servidos.

—Madre, estás radiante hoy.— halagó la joven acercándose a su progenitora, ésta besó su mejilla y gustosa recibió a Viserys. Ambas procedieron a tomar asiento, se oían de fondo los balbuceos del niño.

El cabello de la reina Rhaella resplandeció bajo la luz de luna que entraba por el ventanal, una sonrisa en sus labios mostraba su alegría por ver a sus niños dragón después de varias semanas y sus tristes ojos lilas su deseo de verlos más seguido, estaba cansada de sólo hacerlo cuando su marido lo permitía. Su delicada figura se envolvía en un sencillo vestido azul celeste con mangas largas y un cuello alto.

Vaelys no era ingenua, sabía cuál era la función de ese cuello alto. Su sangre hirvió cuando un pequeño hematoma resaltó en la piel de su madre que la tela alta no cubrió. Prefirió fingir no haberlo visito. No deseaba entristecerla más con sus preguntas, pero era bastante obvio quién fue el causante.

La mujer Targaryen le dedicó una sonrisa maternal—. Mi pequeña, soy yo quien debería decir eso.— las mejillas de Vaelys se encendieron, era un honor que un ser tan maravilloso y bello como su madre le dijera tales palabras—. No has cumplido tus quince días del nombre y ya eres toda una belleza. Me sorprendería que una guerra no se desatara en tu nombre.— admitió. En la mente de Vaelys aparecieron un par de ojos grises. Viserys rió como si hubiese entendido aquellas palabras y estuviera de acuerdo—. Rhaegar es muy afortunado de tenerte y tú a él.

La menor bajó la vista y pinchó con el tenedor bastante fuerte un pedazo de fruta. Su corazón latió al escuchar el nombre de su hermano, igual que sucedió cuando lo vio. Quizá se debía a la ansiedad; porque no deseaba un matrimonio sin amor y lamentablemente –por mucho que lo intentara– no podía ver al joven príncipe como hombre.

—Por supuesto, madre. Mi hermano es el hombre que cualquier doncella querría tener de esposo.— susurró sin mirarla todavía.

—Me alegra que pienses eso, hija mía.— sonrió a medias en dirección a la menor—. Ahora que tu padre estará ausente unos días, tu hermano necesitará de ti para apoyarlo mientras asume el control del reino.— Rhaella se concentró en su bebé y no notó la mirada confusa que recibía.

—¿Padre estará ausente? ¿Por qué?

—Rhaegar me ha informado que el rey decidió ir atender personalmente los asuntos con lord Denys Darklyn. Partió esta mañana, se llevó sólo un pequeño grupo de hombres con él.

Por alguna razón, a Vaelys no le gustó del todo la noticia. Le agradaba, pues su madre tendría algo de libertad y no estaría sometida a la voluntad del rey. Presentía que algo del dichoso viaje no iba a resultar positivamente, no cuando conocía muy bien a su padre, pero si era la voluntad de los dioses, ¿quién era ella para contradecir?











AUTHOR'S NOTE.

¡Hey, preciosos! Lamento mucho no haber subido nada en los días anteriores, me miré la última temporada de Stragner Things  y no escribí nada. Pero aquí les traigo un largo capítulo para que me perdonen y no me tiren al fuego.

Mi bebé Arthur apareció. Y hubo mención de Elia y Ashara askhjs.

¡Nos vemos pronto! Las adoro, gracias por su apoyo.

(24/05/2023) Corregido.

—Regina.

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