02. ━ The fury of the Dragon Princess.

02 | LA FURIA DE LA PRINCESA DRAGON.


Lannisport, 277 d. C.


Cuando la princesa despertó, su doncella principal, quien a la vez era su confidente y amiga más cercana, le avisó que Cersei y Genna Lannister la invitaron a tomar el desayuno con ellas. Sin rechistar, aceptó. Debía mantener a los leones cerca y de paso conocer más a la chiquilla que pretendía robarle a su futuro marido. Porque, aunque se sentía mal por romperle las ilusiones en el futuro, eso no quitaba que le enojaba que alguien tuviera el atrevimiento de codiciar lo que era suyo.

Después de tomar su baño como todas las mañanas, dejó que las doncellas que trajo consigo desde King's landing le untaran aceites aromatizantes y que le escogieran un vestido verde oliva, pero ella misma optó por utilizar sólo un collar de plata con un rubí en el centro y dejar su cabellera suelta en sus bucles naturales. También hizo que vistieran a Viserys de sedas a juego con las suyas y con sus dedos peinó la corta cabellera plateada lo mejor que pudo.

Cuando llegó al área indicada, permitió que una sonrisa de cortesía apareciera para saludar con propiedad a las damas de Lannisport. Estaba de mal humor pero también la emocionaba ver el hogar de los leones porque a pesar de que eran extravagantes también había cierto encanto en este lugar; ahora podía asegurar que valieron la pena todas esas semanas viajando encerrada en un carruaje con un montón de doncellas que no hacían más que cuchichear acerca del príncipe heredero cuando creían que ella no estaba prestando atención y una Septa mirándola con reproche cuando se negaba a dejar que la nodriza cuidara a Viserys.

Por supuesto, sus ilusiones de pasar una estadía completamente agradable en aquel lugar se vieron rotas en el instante que su padre interrumpió su conversación con Rhaegar sólo para tomarse la libertad de mandarlos a instalarse en las habitaciones preparadas para ellos, siendo así descortés con sus anfitriones y poniendo el ambiente tenso entre ellos y leones. Incluso si a ella no le terminaban de agradar esas fieras traicioneras reconocía que, al menos para guardar apariencias, su padre debió dejar que mostraran su gratitud a Lord Tywin por su hospitalidad. Tener modales perfectos es algo que se esperaba del futuro rey y su reina.

Las miradas recelosas de Cersei Lannister hacia su persona no hicieron más que irritarla. ¿Cómo osaba el león juzgar al dragón? Y hubiese mostrado su descontento de no ser porque Rhaegar haló su brazo suavemente y Viserys comenzó a soltar pequeños sollozos por haber despertado de su siesta.

De no ser por esos dos hermanos suyos, habría olvidado que tenía una reputación que cuidar y se habría quejado con su padre en ese mismo instante.

Recordaba que mientras eran conducidos por lady Frey a sus habitaciones, todo lo que quería era finalizar la conversación que la mujer trataba de entablar, recostar a Vis y dormir. La última noche de su viaje, alguna loca idea debió meterse en el pequeño cerebro del niño pues estuvo despierto toda la noche sin dejarla descansar. La nodriza había insistido en atenderlo, pero Vaelys jamás permitiría que otra persona lo tocara. Le prometió a su señora madre que lo cuidaría como si fuese su propio hijo y temía que mientras no observaba pudiera pasarle algo. Tal como sucedió con Shaena, Daeron, Aegon y Jaehaerys.

Ya había perdido demasiados hermanos porque no fue una buena hermana mayor y no los tuvo bajo su vigilancia, así que esta vez se aferraría con uñas y dientes. No iba dejar ir tan fácil a Viserys. Él era la luz que la guiaba mientras Rhaegar era el calor que la mantenía a salvo.

‹Por Viserys he suplicado a padre y aceptado sus condiciones,— recordaba haber pensado aquello mientras seguía a la hermana de la Mano del Rey—, como mantener a una gran ridícula cantidad de guardias alrededor y no permitir que nadie, incluida las doncellas, lo toquen.— las miradas de reproche mal disimuladas por su mezquindad habían llegado a su memoria—. Todo eso únicamente para que se me permita mantener a ese niño a mi lado... e impedir que viva aislado solo por siempre, para que pueda conocer la calidez familiar. Para que no sea como madre y yo.— en el instante que Genna se retiró, recordó a su pobre madre encerrada en el Torreón de Maegor por culpa de infidelidades que sólo existían en la mente enferma de Aerys—. Es increíble las cosas que hacemos por aquellos que amamos›.

Finalmente, cuando llegó la noche el Gran León de la Roca intentó que la belleza de su hija cautivara a Rhaegar. Por desgracia para él, su hermano era una persona que no se dejaba enredar tan fácil. Siempre estaba melancólico y tocando su arpa, pero no significaba que fuese estúpido o débil; él era, de hecho, muy inteligente.

Y todo eso sumado a los acontecimientos a su alrededor, no ayudaban a mejorar su estado actual. Ya estaba cansada de escuchar a las damas contar chismes mientras tomaban el desayuno. Vaelys sabía que aún no se acostumbraba a la manera en que funcionaban los círculos sociales de la nobleza westerosi porque –hasta el año anterior– pasó la mitad de su vida encerrada entre cuatro paredes por culpa de su paranoico padre, siendo su hermano su única compañía cada tres días, pero estaba segura que existían mejores temas a conversar. ¿A ella qué le importaba como se le veía el vestido a lady Redwyne anoche?

—Mis disculpas, lady Cersei, me he distraído un momento. ¿Qué decía?— atinó a decir cuando cayó en cuenta de los múltiples pares de ojos encima suyo. Por suerte, la atención recayó en Viserys, que se removió entre sus brazos intentando alcanzar un pastelillo de limón. Ella tomó una pequeña porción con una cuchara y se la dio.

La luz del Occidente se aclaró la garganta, cuadró los hombros y miró a Vaelys con intriga y altanería mezcladas—. Le preguntaba si es verdad que las joyas de los Targaryen son las más preciosas que existen en Westeros. Aunque me parece que luego de mi boda con su hermano Rhaegar, podré comprobarlo por mí misma.— la dama de compañía de Cersei miró a la rubia con los ojos ensanchados, sin poder creer que dijese aquello frente a la hermana del heredero al Trono de Hierro. El supuesto compromiso no había sido confirmado, por lo que la princesa Vaelys podía acusarla de blasfemia contra la familia real si quería, alegando que estaba divulgando mentiras que involucraban al príncipe—. He escuchado que son más de mil piezas.

"Oye mi rugido" era el lema de los leones, pero "Fuego y sangre" era el de los Targaryen. Y la Luna de Plata iba a encargarse de reducir el rugido de Cersei Lannister con su fuego a nada más que un vil maullido de gato herido.

‹Déjala creer que es suyo, — la pena que anteriormente sentía por la niña desapareció por completo— déjala elevar su ego a la mayor altura para que cuando se lo arrebate el impacto de su caída sea más grande.›

—Mi querida lady Cersei, no puedo darle una respuesta precisa. No las he visto todas. Pero espero que pueda comprobarlo y decirme si es verdad.— dijo con un tono dulce, con cuidado de no lastimar a su hermanito se levantó con toda la gracia que tenía y sonrió—. Hasta entonces, será un misterio para ambas.— Vaelys mintió, ella ya las había visto—. Gracias por sus atenciones. Me temo que mis damas y yo tenemos que retirarnos, el príncipe Viserys debe descansar.

—Claro, princesa. Me gustaría volver a repetir este encuentro, si le parece bien a su alteza.

Asintió una última vez hacia lady Frey, pues no tenía nada en su contra. Comenzó a caminar hacia el castillo, deteniéndose cuando llegó al ala donde se hospedaba la familia real.

—¿No te quedarás sin hacer algo respecto a Cersei Lannister, cierto?

Sus ojos violetas miraron al niño entre sus brazos y luego a su única amiga en la corte de King's landing. Rhaelyne Baratheon era una joven un año menor. Poseía la piel blanca libre de imperfecciones, un rostro con pómulos altos –herencia de su abuela paterna, decían– brillantes ojos azules y un largo cabello negro cual plumas de un cuervo. Era la única hija y tercer vástago de lord Steffon Baratheon y lady Cassana Estermont.

—No. Ahora ven, Lyne.— pidió conteniendo la ira de su voz. La jovencita se acercó son una sonrisa—. Lleva a mi querido hermano a mis aposentos y no dejes que esa nodriza horrenda le ponga las manos encima.— alzó a Viserys de manera que podía mirarlo de frente y depositó un beso en su pequeña frente, sonrió cuando lo oyó balbucear su nombre—. Sí, valonqar. Volveré contigo más tarde. Siempre volveré a ti.

Las demás doncellas parecieron intuir que debían seguir a lady Rhaelyne, una vez que lo hicieron la princesa retomó su camino a las habitaciones del rey con paso apresurado.

Solía decir que no tendía a enojarse con facilidad, pero que si algo lograba encender esa chispa en su interior era que se metieran con su familia. Y los Lannister sufrirían las consecuencias de su repugnante codicia. ¿Quién se creía Cersei Lannister para hablarle como si fuesen tan cercanas e ignorar su identidad como la princesa de los Siete Reinos? Afirmar que se casaría con Rhaegar era ignorar deliberadamente las tradiciones de los Targaryen. Todos sabían que los dragones se casaban con dragones para mantener su linaje puro, entonces ¿por qué daba por sentado que habría una unión entre ambas Casas? Era insultante siquiera pensar en mezclar la sangre del dragón con leones.

«La sangre del dragón sólo puede mezclarse entre sí, hija mía», la voz de Aerys resonó en sus pensamientos. «Por eso naciste. Para darle crías de sangre pura a tu hermano».

Divisó la puerta protegida por tres guardias, para suerte suya, Ser Barristan Selmy era uno de ellos. Continuó su camino, plantándose frente a ellos. Recibió una inclinación de sus cabezas como reverencia.

—Quiero ver a mi padre.— exigió, fuerte y claro. El mayor de los guardias pareció dudar y abrió la boca para decir algo, pero con una sola mirada ella lo silenció. Cuando los tres se apartaron, se sintió satisfecha consigo misma. Era la amada hija del rey, ofenderla es ofender al soberano.

Mientras entraba, se dio cuenta de por qué Ser Barristan quiso detenerla y se prometió disculparse con él más tarde, después de todo sólo cumplía su deber. Azotó la puerta, sobresaltando a los hombres fuera. Su mirada violácea se encontró con los fríos ojos de su padre, pero el mal humor de Vaelys se nubló por la confusión de ver a Rhaegar ahí, ocupando un lugar en la mesa en medio de la habitación. Su bonito rostro se enmarcó con un ceño fruncido.

Sus ojos expresaban duda, pregúntale al príncipe qué hacía en esa habitación. Él esquivó su mirada.

—¿Qué modales son esos, niña?— gruñó el rey, retando a su hija. Ésta se estremeció un poco; él nunca la había golpeado como sabía que hacía con su madre, pero si llegaba a alzar la voz—. Mejor no digas nada.— levantó su mano, callándola groseramente—. Rhaegar, puedes irte. Ahora voy a hablar con tu insolente hermana.

Ella alzó el mentón con orgullo, como si nunca hubiera temido a su padre, y caminó hasta llegar frente al susodicho. Rhaegar dudó con brevedad en el momento anterior a levantarse de su silla. La princesa le sonrió al ver cómo volteaba a mirarla preocupado una última vez y sin ánimos de hacerlo salía cerrando la puerta detrás de él.

Vaelys acomodó su vestido, dejó caer su cuerpo en una de las sillas. Miró a Aerys con una ceja alzada, preguntando en silencio qué infiernos quería ahora.

—Ignoraré tu grosería anterior y por tu propio bien será mejor que no me interrumpas, Vaelys.— la de ojos violetas se mordió el interior de la mejilla para no responder—. Tywin Lannister ofreció la mano de su hija en matrimonio para tu hermano.

Olvidando la advertencia de su señor padre, la silla rechinó cuando se levantó bruscamente.

—¡Los Otros se lleven a Tywin Lannister!— ladró olvidando que era el rey con quien hablaba. Agradeció a su Septa haberle contado esa historia del norte cuando era pequeña, pues Aerys pareció confundido ante el comentario—. Kepa, no. No puedes aceptar semejante atrevimiento.— negó con firmeza. Por un breve instante, su padre tuvo un atisbo de sonrisa al verla tan colérica. Un dragón rugiendo—. ¿Rechazaste su oferta, verdad? Tú eres quien dice que la sangre del dragón no se mezcla con la de sus vasallos.— respiró profundo, retomando asiento—. Esos leones sólo quieren poner sus garras sobre la corona y el título que me pertenecen como futura reina. ¡Y no voy a permitirlo! ¡Rhaegar es mío!— sabía que no debía tratar a su hermano como un objeto de posesión, pero la furia nublaba su juicio— ¡Esa maldita leona no puede tener lo que es del dragón!

El rey Targaryen caminó hasta su hija y le tomó las manos casi con dulzura. De no ser por el brillo peligroso que indicaba la falta de cordura, la joven pensaría que era el mismo hombre de una década atrás. Ese hombre que no estaba tan corrompido por los celos y la desconfianza. Ese hombre que la ponía sobre su regazo, le contaba historias desde el Salón del Trono y que jamás la hubiese encerrado en una torre.

‹El padre que admiré una vez›.

—Calma, hija mía. Calma.— dijo llevando una mano a la barbilla de la princesa, obligándola a mirarlo. Su agarre se apretó un poco más sin querer hacerlo—. Ninguna puta leona usurpará el derecho de nacimiento que corresponde a una princesa Targaryen.— aunque no estaba del todo de acuerdo con la ofensa a Cersei, Vaelys sonrió satisfecha—. Tú serás quien se case con Rhaegar y le dé herederos con sangre pura a la corona. ¿Te ha quedado claro?

—Por supuesto, padre.— asintió con una sonrisa. Agradeció en silencio que él soltara su mandíbula y se alejara.

—Y esta noche Tywin aprenderá a no codiciar más de lo que debería.

La chica temió un poco cuando vio aparecer en los ojos violetas de Aerys ese fuego provocado por la locura.

—Ya puedes irte. Déjame esos leones traicioneros a mí. Tú sólo debes preocuparte por sonreír y verte Bonita durante el banquete.

Sin decir una palabra más, se reverenció frente a él. Salió de la habitación escuchando la risa de su padre de fondo, seguramente por imaginar alguna clase de humillación a los Lannister. Murmuró una rápida disculpa a Ser Barristan cuando lo vio. Pensó en buscar a Rhaegar, rechazando la idea al segundo. Más tarde lo buscaría para preguntar que habló con su padre, ahora debía ir a checar a Viserys y prepararse para la noche.








La leona de Casterly Rock siempre había sido segura de sí misma, pues era la hermosa hija de uno de los hombres con más poder y dinero de Westeros así que podía tener todo lo que quería con sólo pedirlo y nadie se lo negaría, sin embargo, cuando finalmente llegó el ansiado banquete los nervios comenzaron a consumirla. Su compromiso con el príncipe dragón sería anunciado esa misma noche, su tía Genna se encargó de que las sirvientas prepararan el más precioso vestido que poseía, optando por uno en color rojo vibrante con un león rugiente bordado con hilos dorados en la falda y sus bucles dorados fueron apresados en un peinado estilo sureño.

—¿No te parece extraño que tu príncipe y la princesa vistan de blanco? Nadie más lo hace— se burló el heredero de Tywin Lannister con la mirada en el frente.

Los ojos verdes de Cersei recayeron en su hermano. El apuesto Jaime iba enfundado en un jubón dorado y pantalones de cuero negro y relucientes botas de cuero. Su brillante melena junto a las esmeraldas de sus cuencas oculares resaltaban en él.

La Lannister levantó una ceja en su dirección. Sabía que detrás de esa burla existían los celos y decidió molestarlo un poco—. No veo por qué lo dices. Rhaegar es el príncipe heredero, debe destacar entre la gente.

—¿Y qué hay de la princesa Vaelys? Aunque siendo sincero, hermana, con su sola presencia ya destaca.— la respuesta de Jaime le provocó un amargo sabor de boca—. Además, escuché de los sirvientes que fueron órdenes del rey Aerys.

Vaelys veía todo el salón con el ceño fruncido mientras su hermano mayor jugaba con sus dedos debajo de la mesa. No se notaba, pero él estaba aburrido. El silencio recayó en el lugar desde que el rey apareció, nadie se movía de sus mesas, sólo los sirvientes llevando platillos y jarras de vino de un lugar a otro. Lo único que cortaba el incómodo silencio eran los bardos cantando. No podría retirarse incluso si lo deseaba, la mesa principal era ocupada por su familia y todos estaban prestándoles atención.

El perfil de Rhaegar pareció más entretenido. Confirmó lo que ya sabía, si ella era la doncella más hermosa de los Siete Reinos, sin duda su hermano era el hombre más hermoso de los Siete Reinos. Lo cual era de esperarse, pues al ser hermanos eran similares por lo que compartían la misma belleza valyria. Su hermano era dueño de una cabellera brillante y plateada como la luna, un rostro increíblemente atractivo y aunque casi nunca sonreía pero cuando lo hacía iluminaba el lugar en que se encontrara. Y sus ojos... ‹Oh dioses, esos tristes ojos índigos›, donde se permitiría caer en su profundidad.

Vaelys se sorprendió a sí misma alzando una mano para acariciarle la mejilla. Al instante, bajó la mano.

El príncipe se giró hacia ella con una pequeña sonrisa casi imperceptible. Confundida, vio cómo se levantaba de su asiento extendiendo una mano en su dirección—. Baila conmigo, hermana.

Sintió muchos pares de ojos encima, incluyendo los de su señor padre. Importándole lo que podrían pensar y el hecho de que su padre le ordenó lucir bonita junto a Rhaegar, aceptó.

En segundos, los músicos cambiaron la sinfonía a una más alegre. La mano del Targaryen le apresó la cintura, la suya atrapó el hombro contrario, permitiendo que las que quedaban libres se entrelazaran comenzando la suave danza. Los ojos índigos repasaron la silueta femenina, buscando un indicio de maltrato. No confiaba en su colérico padre para dejarlo con su hermana a solas.

—Lady Rhaelyne me dijo lo que pasó con Cersei Lannister.— Rhaegar inició finalmente una conversación. Sonrió cuando los labios de la joven se curvaron en una mueca—. No te enojes con ella. Te aprecia y temía que hicieras algo imprudente. Tu temperamento no es precisamente el mejor.— afianzó su agarre en la pequeña cintura cuando la princesa intentó dar un paso atrás, rechazando su toque.

Los ojos de Vaelys se ensancharon al no esperar tal acción—. No estoy enojada. Hice ese gesto con mi boca porque no entiendo cómo puedes ser tan tonto para no ver lo qué sucede.— permitió que la burla se desplazara en su melódica voz—. Lyne te contó sólo porque quiere que le agradezcas presentándole a Ser Arthur. De lejos se nota el enamoramiento que tiene con él.— dejó salir una suave risa, que a oídos de Rhaegar fue el mejor sonido del que pudo ser testigo. Le alegraba saber que en el infierno de vida que llevaban por culpa de Aerys, sus hermanos encontraban momentos para ser felices.

—Me duele que pienses eso, hermanita.— la aludida sonrió, mostrando una mirada divertida—. Sin embargo, tienes razón en decir que no me doy cuenta.— las siguientes palabras, destruyeron la mirada arrogante de la menor—. Sucede que las únicas mujeres cuyo alrededor estoy pendiente son mi madre y mi futura esposa.

Vaelys abrió la boca para responderle, volviendo a cerrarla sin poder formular una respuesta. La tomó con la guardia baja. Una cosa era pensarlo y otra cosa era escuchar esa realidad viniendo de su hermano.

—¡Atención! El rey dedicará unas palabras.

Las manos de Rhaegar y Vaelys se encontraron con el vacío al ser obligados a separarse. Dirigieron toda su atención a su progenitor, ambos disgustados tras ver la sonrisa cruel en su rostro.

—Como ya saben, desde hace un tiempo mi heredero alcanzó la edad para contraer nupcias.— comenzó el rey a decir con malicia. De reojo, su hija miró a Cersei Lannister ponerse de pie con una sonrisa en su rostro. Tywin estaba junto al rey, con una mirada neutral en su rostro—. Y mi trabajo como rey es encargarme de buscar una esposa adecuada para él y capaz de darle herederos a la corona.

Por alguna razón su corazón latía desenfrenado con cada palabra, ¿por qué de repente tenía miedo si la prepararon toda su vida para ese momento? No lo sabía, pero la mano de Rhaegar entrelazándose con la suya le dio la seguridad que necesitaba.

—Es por eso que me complace anunciar el compromiso entre mi hijo, el príncipe Rhaegar, y mi hija, la princesa Vaelys.

Y en el momento que vio las reacciones de los Lannister, Vaelys entendió por qué su padre los obligó a vestirse de blanco. No los castigaba por hacer lucir "frágil"¹ a Viserys el día anterior. La realidad era que no le bastaba con humillar a los leones frente a todos, puesto que el rumor de que Tywin Lannister ofreció a su hija para casarse con el príncipe heredero ya había corrido y ahora con esto todos sabrían que fue rotundamente rechazada.

Aerys Targaryen no estaba satisfecho con eso y quería que sus hijos deslumbraran y parecieran inalcanzables como un recordatorio a su Mano de que no debía aspirar a más de lo que debía, porque los dragones no mezclaban su sangre con sus sirvientes.

Vaelys no pudo evitar sonreír en grande cuando sostuvo el brazo de Rhaegar y escuchaba las felicitaciones  de los lores y ladies. El impacto de la caída debió dolerle a Cersei, ¿verdad?















AUTHOR'S NOTE.

(23/05/2023) Corregido.

¹ Por si no quedó claro jajjj, con "hacerlo lucir frágil" me refería a que en el capítulo anterior Viserys lucía como un angelito todo vestido de blanco, lo cual Vaelys sabe que es inaceptable para Aerys porque "el dragón debe lucir fuerte siempre", lol.

—Regina.

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