C A P I T U L O 19.
De vuelta a Rumania.
Mamá no paraba de decirnos un montón de parabienes para nuestro viaje.
— Los extrañaré queridos míos. — nos abrazó — Enviennos una carta apenas lleguen, no quiero quedarme preocupada.
— Creo que será más rápido un Patronus — contesté.
— Bueno, la idea es que se comuniquen. — me besó en la mejilla y se despidió antes de que abordaramos al tren.
— Te quiero mamá. — la abracé fuerte.
— Evanna, cuida de mi hijo.
— No se preocupe señora Weasley.
— Querida te he dicho hasta el cansancio que me digas Molly.
— Ya, basta de platica — comenté. — Nos quedaremos abajo si siguen parloteando.
— Adiós queridos. — nos dijo adiós con la mano y abordamos.
Buscamos un asiento libre y nos sentamos juntos.
—¿ Todo bien?
— Si, estoy tranquila.
Besé su cabeza y apoyó esta en mi hombro.
— ¿Dormiras?
— Un poco — bostezó. — Gracias por todo Charlie, enserio.
— De nada preciosa. Descansa.
Todo el camino hasta el límite de Rumania me dediqué a ver por la ventana, pensando, analizando todo lo que había sucedido en estos días, que habían sido intensos, inesperados y la verdad es que no pensé jamás en que vendría a Londres.
Evanna no era capaz de estar cerca de su madre, la entendía. Había sido un golpe muy duro para ella, conocerla, enterarse de todo. Eva era una chica de buen corazón, sólo que este no podía resistir tanto.
La entendería y apoyaría en todo lo que necesitara. El viaje fue largo y estaba haciendo bastante frío, me gustaba ir en tren, me ayudaba a aclarar la cabeza y las ideas.
Pensé en Tonks y en todo lo que había hablado con ella en el cementerio. Ella siempre fue mi confidente y ahora que con Eva también habíamos hablado me sentía un poco más ligero.
Sólo quedaba un obstáculo y de verdad que quería dejarlo pasar.
— Hey, tenemos que ir descendiendo. — la remecí. Yo había dormido a saltos, más ella había tenido los ojos cerrados desde que nos subimos, ni siquiera había comido.
Se puso su abrigo y cogió el pequeño bolso que había traído. Yo también me coloqué la bufanda.
— ¿Tienes hambre? No comiste nada en todo el trayecto. Podemos pasar a algún lugar antes de desaparecer.
— No, sólo quiero que vayamos a la Reserva, extraño a las criaturas y a los chicos.
— ¿A esas bestias? — reí.
— Todos ustedes son buenas personas.
Eso me hizo sentir diferente, que ella me encontrara de esa manera era algo... ¿Especial?
Caminamos por las calles de piedra de Rumania tomados de la mano.
—¿Prefieres estar en Rumania?
— Sí — asentí — para mí este lugar es mi hogar.
— Eres feliz aquí, eso se nota. Me gusta verte sonreír.
Encontramos la calle para desaparecer y en un segundo pude sentir el vértigo y el mareo que significaba la aparición. En unos minutos estuvimos de nuevo en la Reserva.
De nuevo en casa.
— Creo que todo está tal y como lo dejaste aparentemente. — bromeó.
— Así parece, más les vale a todos que así sea.
— Gruñón.
— Engreída.
— Me iré a duchar — comentó, ya era de noche cuando llegamos — ¿Quieres que después tomemos un té o algo?
— Me parece, estaré en mi cabaña y pondré agua a calentar. ¿Te parece?
— Vuelvo en un momento — sonrió y se dirigió a la residencial.
Yo me dispuse a ordenar un poco la cabaña, se suponía que como era el que llevaba el mando aquí tenía el derecho a ella. Saqué la ropa arrumbada del pequeño sofá y encendí la chimenea. Fuí hacia el baño y me dí una ducha rápida.
Cuando salí de la ducha Eva aún no venía. Era de esperarse, las mujeres tendían a demorarse incluso cuando decían una ducha rápida.
Conjuré un patronus y mi dragón salió por la ventana en dirección a Londres para avisar que habíamos llegado bien.
De pronto Eva golpeó.
— Pasa. — dije en un tono suave.
— Está helado, me asomé a ver a Yusuf y está roncando — rió — Isaac se quedó con él estos días al parecer porque estaba dormido también en la cama que está en la habitación vacía.
— Veo que ya lo inspeccionaste todo. — bromeé.
— Muchos días sin ser una entrometida.
Eso no lo esperaba.
— Ten, aquí está el té, con canela obviamente.
Sonrió.
— Últimamente estás de buen humor. — me comentó mientras tomábamos el té y comía un sandwich con huevo.
— Siempre he tenido buen humor.
— Eso es una mentira enorme.
—¿Qué?
— Eres un cascarrabias Charlie Weasley.
— Sabes, creo que tienes razón. No solía reírme tanto, creo que eso tengo que agradecertelo.
— ¿Ah si? ¿Cómo lo harás? No soy fácil de complacer.— sonrió.
Dejé mi taza a un lado y me senté junto a ella en el sofá, ella dejó su taza también y me observó expectante. Me acerqué a ella y rocé sus labios. Poco a poco fui besandola despacio y pude sentir de lleno su boca tibia. Me gustaba besarla y sus besos eran cariñosos, transmitían un calor especial.
Ella correspondió mi beso y enredó sus manos en mi cabello que estaba ya enmarañado por el viaje, pude sentir su piel tibia y bajé mis labios a su cuello, depositando suaves besos en él. Me gustaba su aroma a Canela y a frambuesa. No sabía si esto estaba bien, pero si se sentía muy bien.
La respiración de ella comenzó a agitarse y no sé en qué momento terminamos en el sofá, mi cuerpo sobre el de ella y besándonos más intenso que nunca antes.
Me gustaba la sensación que provocaba en mí y la calma que incluso en un momento así me hacía sentir.
— Charlie — susurró. Y se separó un momento de nuestro beso.
— ¿Te incomodé? — usé el mismo tono como si alguien fuera a oírnos.
— No sólo que necesito decirte algo.
— ¿Te sucede algo?
— Yo jamás he estado con un chico... en este sentido.
Me costó un momento procesar que era lo que decía, intenté que mi cara no demostrara ninguna sorpresa, pero era inevitable, ella jamás había estado con un chico y eso de pronto me hizo sentir nervioso y estúpidamente especial.
— ¿Tú quieres..? — pregunté.
— Sí — susurró con las pupilas dilatadas por el deseo.
Quise complacerla, hacerla sentir cómoda y querida. Porque era así, yo de un momento a otro había comenzado a querer sin pensar a esta entrometida rubia.
Tomé delicadamente su cuerpo por la cintura y la cargué hasta mi habitación. La deposité en la cama y me acomodé sobre ella sin hacerle daño. Quería que ella lo disfrutara después de todo era su primera vez.
Besé despacio su cuello y mimé poco a poco su cuerpo mientras le quité su playera rosa.
De pronto empecé a escuchar sus suspiros y eso me satisfació también a mí. Poco a poco ella se fue relajando y empezó a seguir mi ritmo. Era adorable y tierna. No era necesario que fuera atrevida, tenía su encanto así como era.
Me quité lo que me quedaba y de pronto estábamos enredados, fui muy suave con ella para que se acostumbrara, pero cuando oí mi nombre salir de su boca no pude seguirme conteniendo.
Sus suspiros suaves y agitados llenaron la habitación hasta que de pronto nuestras respiraciones se acompasaron luego de llegar al máximo placer.
Observé como el sudor perló su frente. Había tomado todas las precauciones para que pudiera sentirse segura conmigo.
—¿Estás bien? ¿Te he hecho daño?
— Estoy perfectamente, eso me ha encantado. — dijo en una sonrisa pícara.
— Esa era la idea. — suspiré, para luego besarla.
Me acomodé a su lado. Y me entretuve jugando con su cabello rubio que estaba algo revuelto.
—¿Qué has hecho Evanna? Tu cabello. Se ha enredado.
— Me he puesto a jugar con un travieso dragón . — me siguió el juego.
— ¿No te da miedo jugar con fuego? — suspiré observándola fijamente. Era hermosa.
— Me agrada, lo prefiero antes que al hielo.
— ¿Segura?
— Completamente.
— Eres obstinada al igual que entrometida. — jugué.
— Y tú eres un tierno gruñón.
Solté una carcajada sonora.
Se colocó sobre mí y comenzó a besarme con intensidad.
— Vaya, veo que realmente te gusta jugar con fuego. — la acaricié con intención.
— Me gustan los dragones, sobre todo tú.
Y correspoondí a su beso.
***
Ver a Eva dormir era tranquilizador, ella se veía adorable, como una niña pequeña y eso me enternecía.
Creo que jamás había conocido a alguien que me generara esa sensación de ternura.
Sentía que debía protegerla.
Era hermosa, su piel era suave y pálida, sus ojos se veían armoniosos estando cerrados y su cabello siempre olía bien.
¿Quién pensaría que me terminaría por gustar la canela?
Reí por lo bajo por eso, antes detestaba la canela y ahora era uno de mis aromas preferidos, incluso estaba en mi amortentia.
Desde la escuela hasta el festival no había olido esa poción.
¿Habrá habido algún otro aroma entre medio?
Jamás lo sabría.
Y ahora preferiría que fuera así.
No quería enredar mi cabeza.
De pronto sentí un repiqueteo en la ventana.
— La respuesta de mi madre— pensé, aunque no era ninguna lechuza de nuestra familia. Era un fénix que nunca antes había visto. Saqué el saco de su pata y este voló de inmediato de vuelta.
Traté de no hacer ruido para no despertar a Eva, que se veía sumamente cómoda durmiendo entre mis edredones.
Cuando abrí el pergamino me pude dar cuenta que no era mi madre.
Volví a mirar a Eva antes de leer la carta que tenía entre las manos y pensé por unos momentos.
Dirigí mi mirada al pergamino que tenía en las manos y observé la ordenada y fina caligrafía.
Sabía perfectamente a quién pertenecía.
Sonreí.
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