Libro XVIII. Strike

D R A G O N A R I

Autora: Clumsykitty

Fandom: Marvel/AU/Fantasía

Parejas: Winteriron (BuckyxTony), NovaQuill, Staron, entre otras.

Derechos: nada me pertenece más que mis ideas.

Advertencias: una historia en un mundo fantástico con muchas referencias. La pareja principal es Winteriron, por favor, es Winteriron. Osea, es Winteriron. Siempre será Winteriron. Creada en honor a los chorro mil likes del rincón playero de locura y perdición de esta minina mal habida, la ganadora del sorteo pidió un Winteriron de fantasía. Helo aquí.

Un Winteriron.

Gracias por leerme.


*****


LIBRO XVIII. STRIKE.



El Triskelion era una construcción flotante cerca de Nova, pero oculta por la corriente marina más salvaje. La habían erigido con ayuda de Nova Prime y de los Florentinos, para ser la guarida de todos ellos porque las islas se volvieron demasiado inseguras. Constaba de tres enormes edificios a modo de fortalezas conectados entre sí como si fueran tres espirales unidas. Ahí vivían, además de los Devastadores, los ahora llamados Vengadores en honor a cierto caza dragones.

Steven también vivía ahí con su hijo Ian y otras personas que le siguieron cuando abandonó el ejército, además claro de las criaturas refugiadas como Natalia o Clint. Todos sin duda con algo en común: buscaban hallar la verdad y devolver el curso de la historia a su verdadera senda de una buena vez. Habían hecho expediciones tratando de localizar a Antonio o a Vir Invernus sin ningún resultado. La Milano estaba en ello cuando fueron estos los que los encontraron para felicidad de los Devastadores.

—Bruce estará feliz —le contó Quill— Ya lo veo saltar de alegría.

—¿Qué hacías con Blanco en tu barco?

—Tenemos que cargar con algunas cosas y él es muy bueno defendiendo su carga.

—Se le han contagiado tus mañas —bromeó Antonio.

Con Vir Invernus flotando tranquilamente junto al Triskelion, el caza dragones llegó a la entrada. Bruce ya salía para recibirle con brazos abiertas y unas cuantas lágrimas traicioneras. Steven también se presentó, sonriendo a Antonio antes de darle un fuerte abrazo. Vestía una armadura con partes en azul y blanco, pero lo que llamó su atención fue su yelmo por esas alitas blancas que había imaginado eran más grandes, no casi unos muñoncitos, entendiendo el apodo.

—Winghead.

—Tony, Al-Ghila nos perdona al tenerte de vuelta.

—Ya pasó. Es cansado guardar rencores.

—¿Por qué no invitas a tu dragón para que entre con nosotros?

Antonio miró a Vir Invernus y negó, volviéndose a ellos.

—Necesita vigilar, es parte de su naturaleza. Este lugar es muy lindo, de no haber visto los soportes lo hubiera tomado por una isla auténtica.

—Oh, vamos, quiero brindar —animó Quill— Esto merece una ronda de buen vino.

Todo indicaba que esa separación había servido a todos para madurar, algo bueno considerando que Antonio no tenía buenas noticias para ellos como hubiera querido. Estar entre sus amigos tan animados, resueltos a seguir adelante con ese humor tan peculiar le hizo darse cuenta de cuanto los había extrañado todo ese tiempo, cuánta falta le hacían a su vida. Su dragón había hecho muy bien en llevarlo con engaños hasta donde ellos, debía agradecerle después.

—¿Y bien? —Drax los señaló— ¿Vamos a quedarnos aquí bebiendo o pelearemos?

—Temo que es hora del gran enfrentamiento —respondió Antonio— Van a venir a nosotros o viceversa. Pero es algo que sucederá ya.

—Pues nunca me ha gustado que me digan qué hacer —negó Quill, arrugando su nariz— ¿Qué haremos, Tony?

Este suspiró, dejando su copa sobre la mesa. —Pelear contra el rey, los dragones, los hechiceros, el ejército del rey y todos sus aliados.

—Suena fácil —resopló Rocket.

—No todo es malo, Tony. Hay miedo en ellos, sobre todo en quienes menos imaginas: los Vir Dragonari.

—Gracias, Steve, desafortunadamente nosotros solo tenemos uno y no voy a arriesgarlo al punto de casi perderlo para ganar. Mi plan no contempla usar a Invernus como avanzada.

—Pf, tú y tu dragón. Nadie dijo que lo sacrifiques —bufó Quill.

—Quizá si puede llorar otro poquito...

—¡Rocket!

—¿Qué? Esas perlas fundaron el Triskelion, unas cuantas más pueden comprar aliados o el tiempo suficiente para ganar.

—Vamos a movernos al centro —Steve miró al caza dragones— Ya no lo pospongamos más, o ellos nos tenderán una trampa.

Antonio estuvo de acuerdo, saliendo para ver a su dragón y pedirle que llamara a los Florentinos y si era posible, a los seres de las profundidades. Iban a requerir de todas las manos posibles porque su enemigo los rebasaba en número. Antonio solo contaba con un as bajo la manga: el invierno. La estación en la que ahora estaban era el dominio de Vir Invernus, aunque también de Vir Rumlow y por supuesto, de Vir Centinelis, más sospechaba que si eliminaba a tres Dragonari más, esos dos perderían la potestad del elemento, quedando solamente su dragón como el maestro del hielo.

—Lo lograremos, Tony —le animó Bruce.

—Tenemos que hacerlo. No habrá una segunda oportunidad.

—¿Has hablado con el Hechicero Supremo?

—No nos ayudará. Es un esclavo del rey.

—Oh...

—Lo siento, Bruce. Temo que serás el único hechicero que tendremos entre nuestras filas.

Trompetas y cuernos llamaron a todos en el Triskelion. Quill envió un mensaje a Rider, dejándole saber lo que harían. El capitán de Nova les había dado su palabra de apoyarlos. Nova Prime no estaba en concordia con el rey, así que esa rebelión también era su causa. Aún con la flota de Richard, seguían siendo muy pocos. Una vez más, Antonio confió en que su dragón ya era más fuerte para ganarle el control del invierno a sus dos rivales.

Montado en Vir Invernus, el joven cazador voló con la Mila no y Reina Meredith partiendo del Triskelion, escoltados por otros barcos más pequeños. Un plan quizá apresurado, más ya no se podía alargar más su confrontación. Antonio estaba más que seguro que el Hechicero Supremo ya había alertado al rey sobre ellos, los esperaban ya. No se quedarían de brazos cruzados escondidos en esa fortaleza flotante con el miedo a ser atacados. El caza dragones tocó las escamas de su dragón con suavidad, llamando su atención.

—Vir Centinelis es mi rival, Snezhinka.

Y mío.

—No, déjamelo a mí. Tú tratarás de convencer a tu hermano.

¿Qué pasará si no me escucha?

Antonio suspiró. —Que Al-Ghila lo ilumine.

El dragón movió su hocico para que mirara hacia abajo. Como la mejor flota naval, los barcos de guerra Florentinos fueron apareciendo conforme avanzaron hacia el centro del archipiélago. La primera barrea mágica ya estaba dispuesta alrededor, un muro de sellos etéreos impidiéndoles el paso, mismo que Golem Bruce rompió con sus puños para ellos. La siguiente fue una avanzada de dragones, todos Laur.

—¡TONY! —Steven le gritó desde Reina Meredith— ¡Continúa! ¡Esto es para nosotros!

Vir Invernus se elevó, perdiéndose entre las nubes y volando a toda velocidad hacia la capital. Antonio tomó a Viernes, elevándola en lo alto.

—¡Al-Ghila! ¡Tus verdaderos hijos pelearán en tu nombre!

Arrojó la lanza pese a la altura para que su dragón soplara sobre esta un viento que la congeló. Relámpagos siguieron a la Gladius como su guía para caer sobre esa enorme isla. Strike, la capital de Levram y sede del palacio del rey Pierce III. Cristales mágicos se rompieron con los relámpagos, todos esos escudos que no esperaban una llegada a tal altura ni esa cantidad de poder. Mientras Viernes caía para congelar casi todo a su alrededor, varios dragones entre Laur y Vir, saltaron desde el suelo de la isla hacia ellos.

—Snezhinka, eres el invierno.

Vir Invernus se detuvo en el aire, agitando sus alas. El viento que lanzó hacia los dragones mató un par de los Laur, no eran su objetivo sino la isla y sus alrededores que fueron congelados y de esta manera asegurados hasta que retirara su poder. Un Laur que Antonio no reconoció, les lanzó fuego que debieron evadir porque fue demasiado ardiente incluso para ese tipo de dragón tan pequeño.

—Eso no es posible...

Están otorgándoles más poder. Es el rey.

Antonio gruñó. —Con o sin él vamos por ellos, Snezhinka. Tu pata delantera es de metal Mark y por Al-Ghila que eso no lo pueden alterar. ¡Vuela hacia nuestros enemigos!

Primero cayeron esos Laur en una persecución en el aire cuando fueron usados como escudos vivientes por los Vir, a quienes provocaron para que se atacaran entre ellos. Podían estar obedeciendo las órdenes del rey, sin embargo, esos dragones eran muy orgullosos y Antonio sabía que levantar rencillas entre ellos era mil veces mejor que cualquier estrategia de ataque. Vir Invernus podía ya camuflarse en el aire y eso lo usaron para confundirlos lo suficiente y hacer que chocaran entre sí, mordiéndose o rasguñándose por accidente. La vanidad fue mayor a cualquier control. Con sus dos lanzas, Antonio ya no esperó más, arrojándose en el aire fue por esos Laur restantes mientras los Vir ya peleaban entre sí.

Solo quedó uno, Laur Yelena. Muy veloz y venenosa.

Vir Invernus fue a ella, cazándola a toda velocidad con Antonio bien sujeto a su lomo esperando la oportunidad. Uno de los Vir dejó la riña, notando aquella persecución, era Vir Major. El caza dragones tomó aire y cerró sus ojos en la picada que hizo su dragón, soltándose sin advertirle para quedar en el aire suspendido por unos instantes con sus dos lanzas apuntando juntas hacia Vir Major, que no vio ese pequeño humano por la ventisca hasta que sintió un horrible dolor en el pecho y cayó al océano congelado. El hielo se fracturó mientras Antonio extraía su corazón.

—Dos más, solo dos más.

¿Para qué? Ni él mismo lo sabía, pero sentía que debía reunir ocho corazones de Vir Dragonari por alguna razón. Corrió entre tropezones para no ser llevado junto con el cuerpo de Vir Major hacia el fondo del océano, colocando con algo de torpeza su nuevo zafiro en su pecho. Laur Yelena cayó lejos, fracturando más el hielo, ya sin cabeza y una parte de su ala. Antonio silbó en cumplido al verla muerta, corriendo con jadeos pesados buscando a su dragón.

¡ANTONIO!

Látigos mágicos de color carmesí lo atraparon desde una distancia muy lejana, tirando del joven cazador para alejarlo de Vir Invernus. Los otros Dragonari volvieron en sí lo suficiente para dividirse en dos grupos, uno volando hacia el caza dragones y otro hacia Vir Invernus, ambos ya separados por una distancia considerable gracias a esos látigos llevándose a Antonio tan aprisa que su armadura dejó rastros de rasguños y sangre en el hielo.

—¡Maldita sea!

Antonio clavó ambas lanzas, gritando de dolor por el tirón de esos látigos en sus piernas y torso. Confió en que su armadura soportaría la inminente mordida del primer dragón. Una sombra lo cubrió, los látigos le soltaron y el caza dragones se halló volando por los aires bien sujeto por una garra negra. Parpadeó, buscando ver a su extraño salvador. Jarvis y Viernes se lo dijeron.

Vir Rumlow lo había rescatado.

Esto es por él, caza dragones. Gruñó el Dragonari.

Fueron rodeados por un muro de espejos fantasmales. Vir Rumlow rugió, escupiendo fuego hacia ellos logrando hacer una brecha por la que lanzó cual bala a Antonio, quedando encerrado en aquel embrujo. El cazador agradeció ese lanzamiento apurado que lo estampó justo en el lomo de Vir Klavius. Tropezó entre las crestas, alertando al dragón con sus pasos, haciendo que se girara de modo que voló con su pecho mirando el cielo, dejándose caer contra el hielo buscando aplastar al humano antes de alcanzar su corazón a través de sus pulmones.

Golem Bruce brincó al cuello del dragón, torciéndolo a tiempo para girarlo cuando los tres se estrellaron con un rebote violento que casi tiró a Antonio de no ser por tener el reflejo de clavar a Viernes en una de las escamas y sujetarse. Sonrió a su inesperado amigo, corriendo a la parte alta de aquel lomo, clavando ahora su Jarvis con un grito de furia mientras el Golem obligaba al dragón a estar pegado al hielo. Un corazón más, tan solo faltaba uno más y el rey estaría perdido.

—¡Bruce! ¡Ayuda a Invernus!

Con un rugido sonoro, el hechicero saltó hacia el grupo de dragones. Quizá no podría arrancarles el corazón, pero si podía romperles los huesos con ese cuerpo denso. Antonio jadeó, hincando una rodilla en el hielo e inclinando su cabeza, una vez que tuvo ambas lanzas consigo en ambas manos.

—Al-Ghila, tu Vengador pide tu bendición. Protege a mi dragón y no permitas que nada le pase. Estoy listo.

Vir Centinelis apareció, venía directamente del palacio del rey con el monarca en su lomo. No era el único dragón, los más fuertes como ya esperaba, estaban volando a su lado teniendo a los hechiceros como sus jinetes. Un escenario que Antonio ya había previsto. Tan solo necesitaba un corazón más, pero tenía delante de sí una docena de Vir Dragonari con Altos Maestros Hechiceros conduciéndolos, un obstáculo que le superaba. Su dragón llegó a su lado con Golem Bruce, los otros dragones se unieron al nuevo grupo de ataque del rey. Una pelea un tanto injusta.

—¡Tony!

El llamado de Quill lo sorprendió, sobre todo porque apareció del hielo con los Devastadores, la flota de Nova y los guerreros de Steven como si hubiera sido empujado desde las profundidades. Cientos de luces los rodearon, seres marinos que habían subido a la superficie para ayudarlos. Antonio rio, corriendo hacia Vir Invernus y subiendo a su lomo. Golem Bruce lanzó un grito de guerra que los demás imitaron. Ahora estaban más parejos.

—¿Estás listo, dragón mío?

Siempre.

Los ojos del caza dragones buscaron un objetivo. Vencer al rey y a Vir Centinelis sería la fachada de su ataque. Era otro dragón, alguno de los ya heridos por Vir Invernus.

—Es hora de mostrarles lo que tú y yo podemos lograr.

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