Libro XV. Vir Rumlow
D R A G O N A R I
Autora: Clumsykitty
Fandom: Marvel/AU/Fantasía
Parejas: Winteriron (BuckyxTony), NovaQuill, Staron, entre otras.
Derechos: nada me pertenece más que mis ideas.
Advertencias: una historia en un mundo fantástico con muchas referencias. La pareja principal es Winteriron, por favor, es Winteriron. Osea, es Winteriron. Siempre será Winteriron. Creada en honor a los chorro mil likes del rincón playero de locura y perdición de esta minina mal habida, la ganadora del sorteo pidió un Winteriron de fantasía. Helo aquí.
Un Winteriron.
Gracias por leerme.
*****
LIBRO XV. VIR RUMLOW.
Jaymes miraba el rostro tranquilo de Antonio ahora que dormía luego de atender sus heridas, crear un techo improvisado con ramas y cortezas, terminando con una fogata junto a la cual se recostaron con sus capas sobre montoncitos de hojas secas a modo de camas. Un refugio precario, pero el caza dragones estaba como si durmiera en un palacio, probablemente se sentía seguro al lado de su protector dragón y por eso estaba así. Jaymes sintió eso al leer sus pensamientos, acomodando los cabellos de Antonio y besando su frente.
—Duerme, Antoshka.
Se recostó de nuevo, acomodándose a su lado y casi quedándose dormido hasta olfatear otro dragón llegando a la isla. Se levantó veloz sin despertar a Antonio, preparándose para una posible confrontación. No era un Vir Dragonari que fuera enemigo o desconocido. Jaymes se alejó lo suficiente para no ser vistos, bajando de aquella alta colina al campo nevado donde aterrizó Vir Rumlow, transformándose en humano con expresión dura al caminar en zancadas hacia su hermano menor al que sujetó por los hombros, lo sacudió y luego lo abrazó con una mano en sus cabellos.
—¡Estúpido! ¡Eso estuvo muy cerca!
—No pasó nada, hermano.
Vir Rumlow gruñó, separándose al olfatear algo. —¿El caza dragones? ¿Perdiste la cabeza?
—No, ya sabe mi nombre real.
—¡Invernus!
—Y él ha preferido esconderse aquí conmigo que seguir en su mundo. Lo que me lleva a preguntar, ¿cómo llegaste hasta aquí?
—Te seguí cuando pasaste por el centro del archipiélago. Nadie más lo notó porque todos te creen bien muerto. Deja que padre se entere que acabaste con Zemo, ya no podrás escapar más.
—A menos que tú le digas algo antes.
—Invernus, este juego ha dejado de ser gracioso. Perdiste una pata y ahora traes esa cosa en su lugar. Zemo era como un hermano para padre, no te lo va a perdonar.
—Como yo tampoco sus tratos hacia mí. Pero, sobre todo, sus mentiras.
Vir Rumlow tomó aire, negando despacio. Dio un giro sobre sus talones, observando el paisaje muerto.
—No sé dónde hay más terquedad. Si en tu sueño de volver a ver al rey dragón o en tu cariño por ese humano.
Jaymes sonrió. —Lamento contrariarte tanto.
—No soy yo el de los problemas. No al menos los importantes. Invernus, ¿ya lo pensaste bien? Tu humano... es mortal.
—Si el rey dragón despierta, le pediré una gracia.
—Eres imposible. Me marcho ya. Hiciste bien en llevarte este cementerio hasta estas aguas, pero no servirá por largo tiempo.
—No será necesario. Gracias, hermano, espero verte de nuevo.
—Yo no —gruñó Rumlow.
Jaymes apretó una sonrisa al verlo batir sus alas en furia último gesto de despedida. Vir Rumlow era un dragón de humor volátil y poca paciencia, pero siempre le había cuidado, alimentado e incluso mentido a su padre por él. Cuando estaba agonizando por el veneno, ellos aparecieron. Vir Centinelis quiso dejarlo ahí para que muriera con su madre y hermana, pero Rumlow rogó, diciendo que sería un dragón fuerte y temible. Solo por eso Vir Centinelis lo adoptó. Y si ahora sabía luchar y otras tantas cosas se debía a su hermano mayor.
—Gracias —murmuró Jaymes, volviendo a las ruinas, esta sin interrupciones para dormir.
Antonio sería el primero en despertar, un poco por hambre y otro poco porque quería estar seguro de que su dragón estaba ahí. Sonrió al ver ese rostro relajado, acercándose para abrazarlo y besar sus labios esperando travieso a que Jaymes despertara. Este abrió lentamente sus ojos, correspondiendo a su sonrisa feliz con otra, acariciando una mejilla de Antonio con la yema de sus dedos.
—Antoshka, ¿has dormido bien? Aún es temprano.
—Como un rey... o mejor —Antonio volvió a besarle—Y quiero mi desayuno.
—Iré...
—Ah, ah —el cazador rio divertido —No hablo de comida.
—¿Antoshka?
Este le guiñó un ojo, levantando la capa de Jaymes, colándose dentro con una amplia sonrisa mientras sus manos levantaban la camisa y desabrochaban el pantalón que ya mostraba un bulto provocado por los besos y mordidas de los labios de Antonio que recorrieron desde sus labios hasta su vientre donde la boca del cazador al fin encontró lo que buscaba, ese miembro que comenzó a lamer y chupar como si realmente fuera su desayuno. Jaymes jadeó de golpe, sus manos se enredaron en los cabellos castaños del caza dragones, acariciándolos primero, luego sujetándolos cuando su erección fue devorada por una boca cálida y muy golosa.
—Antoshka...
La boca de Antonio no le soltó hasta que Jaymes terminó con el cuerpo tenso y dando por regalo a su pareja ese líquido tibio y blancuzco que fue tragado con avidez. Antonio rio complacido al ver ese rostro descompuesto en su dragón, gateando para besarle, compartiendo el sabor de su semen entre sus lenguas al enredarlas hasta que algo de saliva escurrió de sus mentones.
—Mm, Antoshka, sigues duro.
—Sé que te encargarás de ello —Antonio le detuvo al ver que pensaba hacer lo mismo que él— Así no.
—¿Cómo, entonces?
La mirada deseosa del cazador dejó boquiabierto a Jaymes, tosiendo un poco en un gesto irregular.
—No lo sé.
—Ahora entiendo tu renuencia. Crees que si lo hacemos vas a matarme o algo así.
—Jamás supe de algo así antes.
—¿Y la canción que me cantaste en Nova?
—Esa es una metáfora.
—Pues bueno, a escribir un nuevo capítulo en nuestra historia. Quero que el sol de invierno nos encuentre retozando. Snezhinka, hazme tuyo.
Esa petición/orden fue obedecida de inmediato. Jaymes le abrazó posesivo, besándole de vuelta y casi arrancándole la ropa de no ser porque Antonio cooperó moviendo aprisa sus manos que chocaron con la entrepierna de su dragón cuya libido intuía era mayor a la de un humano promedio. Se dio cuenta de lo cálida que era esa mano metálica, contrario a lo que imaginó sería al tocarle directamente, ya ambos desnudos tendidos sobre las capas y cama de hojas secas. Antonio se mordió un labio al sentir los colmillos en sus pezones que quedaron erectos y sensibles al aire frío, mirando esa boca bajar más y más, ignorando su erección para ir todavía más abajo.
—¡Oh, Dioses!
Jaymes no usó una lengua humana, eso lo tuvo por seguro al sentirlo entrar entre sus nalgas. Y esa saliva tampoco fue del todo natural porque su cuerpo pareció entrar en un estado de embriaguez extraña, deliciosa y adictiva que le hizo sentir como si estuviera ardiendo en fiebre. Empezó a sudar tanto que sus cabellos se humedecieron, retorciéndose sin que sus manos tuvieran idea de dónde aferrarse mientras esa lengua serpentina le tocaba de manera pecaminosa en su interior. Antonio estuvo a punto de correrse de esa forma, respirando como si se estuviera ahogando cuando Jaymes le soltó al fin, sonriendo de forma depredadora al relamerse sus labios brillantes.
—Sabes bien.
Antonio bufó con su rostro hirviendo. —¿Eso es todo?
—No.
La lengua de Jaymes recorrió su entrepierna, humedeciendo toda la zona que el caza dragones se juró ya empapaban las ropas debajo. Sus ojos no perdieron detalle de la erección en su dragón que al fin probaría como tanto anhelaba, alcanzándola con una mano y masturbándola aprisa con todo el ánimo de provocarle más, que casi terminara de nuevo. Jaymes entrecerró sus ojos, gruñendo no en señal de peligro sino de excitación con unas pupilas abiertas más de lo normal.
—Te di una orden —musitó Antonio, lamiendo un pezón de Jaymes— Y aún sigo esperando.
—Eres impaciente, Antoshka. Y algo imprudente.
—No me asusta esa lanza tuya.
—Lo hará.
Rieron por diferentes razones. Antonio enredó sus piernas alrededor de las caderas de Jaymes, ayudándole a entrar de una buena vez. No quería más juegos ni preámbulos. Tampoco era que le asustara el dolor inicial, su dragón no era pequeño y él estaba experimentando por primera vez eso, más valía resistir un poco. Antes de que Jaymes creyera que lo estaba lastimando, lo empujó hasta quedar sobre él con un gemido ahogado al sentirlo entrar por completo por el movimiento. Antonio se encorvó un poco, sus ojos humedeciéndose, pero apoyándose sobre el pecho de Jaymes para no dejarle moverse.
—Oh, Dioses... Dioses...
—Antoshka.
—Espera —este se acomodó con un ligero siseo, moviendo apenas sus caderas, respingando un poco, esta vez sonriendo más tranquilo— Esto... mejora.
—Antoshka... —Jaymes gimió, estaba tratando con todas sus fuerzas de no perder el control al sentir como le apretó.
—¿Qué sucede, Snezhinka?
—Necesito... tú...
Teniendo el control de la situación, Antonio comenzó a moverse, subiendo lentamente apoyado en sus rodillas y gimiendo al sentir deslizarse ese miembro palpitante en su interior casi a punto de salir y dejándose caer. Los dos quedaron sin aliento. Antonio lo volvió a repetir, cada vez más rápido hasta que ya no tuvo molestias, disfrutando el montar a su dragón con ímpetu, sonriendo a las manos en sus caderas que le sujetaron con fuerza suficiente para dejar posteriores marcas, ayudándole con ese vaivén. Un cambio de ángulo hizo al cazador gritar con ojos abiertos y aferrándose a los hombros de Jaymes que rasguñó por reflejo, con una mirada confundida que pedía más de eso.
—¿Qué...?
Jaymes sonrió malicioso. —Es mi turno.
En un parpadeo que mareó un poco a Antonio, le sujetó por la espalda al cambiar de posiciones, embistiéndole con fuerza en ese mismo ángulo entre gruñidos roncos suyos y los gemidos que pasaron a gritos de Antonio. Las manos de este arañaron su espalda y brazos al buscar soporte con sus muslos apretando esas caderas que no dejaron de martillearlo. Jaymes se apoyó sobre sus palmas, irguiéndose para acelerar más, haciendo que sus cuerpos se movieran y arrastraran consigo las capas y hojas. Los ojos de Antonio se pusieron en blanco, arqueándose al tiempo que su boca hizo una perfecta 'O' al golpearle un éxtasis bien inducido por ese duro y caliente pene golpeando en su interior en sincronía con una mano en su propia erección animándole a correrse.
—¡SNEZHINKA!
Sintió las gotas calientes caer sobre su pecho y vientre, su cuerpo flojo cayendo, quejándose al sentir las embestidas cuyo ritmo y profundidad no cesaron. Antonio sollozó un poco, sujetándose a las ropas de las que tiró, sintiendo claramente como volvió a tener otro orgasmo sin que su miembro endureciera. Jadeó errático al sentir su interior ser llenado por esa semilla ardiente, mirando el rostro perdido en placer de Jaymes, quien rugió bajito y luego cayó sobre él con una respiración agitada. Los labios de este buscaron los del caza dragones, enredando de nuevo sus lenguas perezosamente, mordiéndose en juego sin moverse en lo absoluto, permaneciendo unidos, piernas entrelazadas acariciándose.
—No he muerto —bromeó Antonio al recuperar su aliento.
Jaymes rio, besando su hombro que luego besó. —Estoy dándome cuenta de ello.
—Esto fue genial. Maravilloso.
—¿No te lastimé?
—Solo mi orgullo al hacerme esa pregunta —Antonio acomodó esos cabellos húmedos que cubrían el rostro de Jaymes— No te dejaré ir nunca. O a tu pene.
—Yo tampoco. Te amo.
Antonio sonrió feliz. —Y yo te amo.
Se besaron de nuevo, lento, cariñoso, recorriendo sus bocas y haciéndose mimos por unos minutos antes de separarse. Antonio se sonrojó al sentir algo escurrirse entre sus piernas igual que esa picazón en su trasero algo adolorido. Pero había valido la pena. Todo. Su separación, esa isla, estar con su dragón. Se abrazó a Jaymes, besando su pecho y quedándose en silencio mirando el sol apareciendo en el horizonte cuyos rayos los cubrieron.
—Estás agotado, pero tu mente no descansa, Antoshka.
—¿Lees mis pensamientos todo el tiempo?
—Sí —Jaymes besó su sien— Y lo que piensas es peligroso. Pueden rastrearnos hasta esta isla.
—Tal vez sí, tal vez no. Me doy cuenta que el metal Mark reacciona a los dragones malos, no a los buenos como tú. ¿Por qué no puedo hacer algo a la inversa?
—Una apuesta peligrosa.
—Quiero que Vir Centinelis y el rey sientan miedo. Mucho. Y solo lo lograré demostrándoles lo fuerte que somos juntos, Snezhinka. Soy El Vengador de Al-Ghila, en verdad que lo soy. Ya va siendo hora de que la balanza se incline a nuestro favor.
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