Libro XIX. Al-Ghila
D R A G O N A R I
Autora: Clumsykitty
Fandom: Marvel/AU/Fantasía
Parejas: Winteriron (BuckyxTony), NovaQuill, Staron, entre otras.
Derechos: nada me pertenece más que mis ideas.
Advertencias: una historia en un mundo fantástico con muchas referencias. La pareja principal es Winteriron, por favor, es Winteriron. Osea, es Winteriron. Siempre será Winteriron. Creada en honor a los chorro mil likes del rincón playero de locura y perdición de esta minina mal habida, la ganadora del sorteo pidió un Winteriron de fantasía. Helo aquí.
Un Winteriron.
Gracias por leerme.
*****
LIBRO XIX. AL-GHILA.
"La mentira puede ser profunda, hiriente y muy bien disfrazada como una verdad, pero jamás resistirá ante la verdad al descubrirla."
Eso le enseñó Ho Yinsen y Antonio lo creía firmemente, estaba consciente de que varios de los dragones protegiendo al rey lo hacían por miedo o por engaño. Si lograba hacerlos dudar, tendrían más aliados inesperados como Vir Rumlow que, arriesgando su vida, ahora estaba con ellos buscando proteger a su tonto hermano menor. Antonio decidió que mostrar quien entre esos dos bandos tenía la razón era la mejor arma o poder.
—Puedes hacerles creer que todo es un sueño —habló al rey cuando estuvieron frente a frente— Puedes torcer el tiempo a tu favor, pero tu motivo es un cordel finito que ha llegado a su punta.
Vir Centinelis los atacó con una llamarada que esquivaron, haciendo que los persiguieran los demás. Los hechiceros encontraron dificultades para maniobrar sus hechizos porque los seres de las profundidades emitieron vibraciones que atacaron sus mentes, eso que tanto necesitaban para controlar su magia. Steven, Quill y el resto de los Vengadores buscaron hacer caer a los dragones. No se trataba de vencerlos, sino de despertarlos de ese letargo encantado.
También era frustrarlos para que enfurecieran.
La peleaba estuvo más o menos pareja, con una ligera ventaja para el Rey Pierce al usar el poder de Kobik y con ello hacer más fuertes o desaparecer a sus dragones antes de que la lanza del caza dragones pudiera alcanzar sus corazones junto con el Hechicero Supremo tomando el poder de Cronos, deteniendo el tiempo lo suficiente para huir. Antonio se dio cuenta que tenían que provocarlos más y hacerlos cometer un error lo antes posible o las cosas empeorarían para ellos.
—¡Quill, a su izquierda!
Vir Invernus usó su cuerpo para impedir que un hechizo de Strange alcanzara a los Devastadores, oportunidad que tomó Vir Centinelis para caerle encima. El rey sonrió usando su corona con la joya de Kobik, endureciendo más el cuerpo de aquel dragón y así dañar más a Invernus. Antonio gruñó furioso, entrecerrando sus ojos con una mano en el lomo de su dragón.
—¡No eres el único con ese truco!
Cerró sus ojos, hablando así a Vir Invernus. Shezhinka, sé el invierno.
El dragón lanzó un rugido con el hocico de Vir Centinelis en una pata trasera que mordió en el preciso instante en que su cuerpo se transformó en el más duro y frío hielo. Un dragón de hielo puro con una pata metálica cambiando a una translúcida. Vir Centinelis terminó con la mitad de su hocico paralizado al haberse congelado, alejándose de inmediato de ellos. La magia de Strange llegó para curar al Vir Dragonari bajo la mirada sospechosa de Antonio.
—Ese no es Vir Centinelis —murmuró a su dragón.
¿Cómo lo sabes?
—Jarvis y Viernes no pueden atinarle, porque el nombre no corresponde con el dragón.
¿Quién puede ser?
—Lo voy a averiguar. Déjame en el suelo.
Rider lo alcanzó en medio de flechas y hechizos cruzándose sobre ellos como lanzas ardientes.
—¡Tony! ¡Ese dragón...!
—¡Lo sé! ¡Es falso!
El capitán de Nova asintió, mirando a Vir Invernus protegerlos con una ventisca alrededor.
—También es falso ese Hechicero Supremo. Sus ataques no son así, algo sucede con ellos.
—¿Qué puede ser? —el caza dragones jadeó frustrado— ¡Maldita sea!
—Yo creo saber qué es —Bruce volvió a su forma por unos instantes— Tony, dile a Jaymes que me ayude.
—Bruce, explícame.
—Liah—Ardyh no va a presentarse, a menos que la obliguemos, puso en su lugar otro hermano traidor —el hechicero tomó aire, listo para transformarse— Tony... si pierdo la cordura, muéstrame esto.
Bruce le entregó un guardapelo que tenía la foto de una linda y sonriente joven junto con un mechoncito de sus cabellos. Antes de que Antonio pudiera detenerlo, Golem Bruce se lanzó de lleno contra el Hechicero Supremo con Vir Invernus abriéndole el paso. Nada impidió que esa mole de jade derribara al dragón que Strange montaba. El yelmo de este cayó, revelando que no era el hombre a quien conocieran, se trataba de su esposa, Clea. La Maestre se defendió con fiereza, lanzando hechizos para cegar al Golem sin lograr que este la soltara, golpeando su escudo hasta romperlo.
Vir Centinelis dejó su pelea para ir a ayudarla con tanta prisa que extrañó a Antonio. Jarvis y Viernes vibraron entonces, reconociendo al fin a ese dragón impostor. Vir Dormmamu. El dragón de la oscuridad. El caza dragones preparó su lanza, corriendo con todas sus fuerzas para tomar impulso y enviando directo a Jarvis contra la bestia. Otro Vir Dragonari se atravesó, protegiendo a su señor. Vir Dormmamu tomó a la Maestre Clea y se alejó para ponerla a salvo. Antonio obtuvo el octavo corazón de un Dragonari.
Pero cuando lo puso en su pecho, nada pasó.
—¿Qué...? No, algo está fallando.
Vir Invernus se giró de golpe, regresando a su lado y descendiendo en el hielo bajando su hocico.
Antoshka, necesitas un corazón más. Uno bueno.
Antonio abrió sus ojos, comenzando a negar y queriendo esconder sus lanzas.
—No... no... eso nunca... no... jamás...
Si permites que ellos ganen, todos van a morir. No hay una segunda oportunidad.
—¡No! ¡YO NO VOY A TOMAR TU CORAZÓN!
Despierta al Rey Dragón, el puede devolverme la vida.
El palacio estalló a lo lejos. Un enorme dragón de escamas carmesí y negras brotó, lanzando fuego que fue derritiendo el hielo, carbonizando a todo ser vivo sin distinguir entre amigos y enemigos, incluso a la gente que había permanecido congelada en el tiempo.
No hay tiempo, ella ya está aquí.
—¡NOOO! —Antonio lloró, castañeando sus dientes.
Mi corazón siempre ha sido tuyo. No temo a la muerte.
Vir Invernus se irguió para mostrar su pecho. Antonio casi aulló, negando entre gruesas lágrimas. Se quitó el yelmo, con ambas lanzas en sus temblorosas manos, estremeciéndose de pies a cabeza. Vir Rumlow vio aquello, volando hacia ellos buscando detener al caza dragones. Golem Bruce lo derribó a puñetazos, cayendo con él sobre el mar descongelado por el fuego de Vir Centinelis.
Te amo.
Antonio jaló aire, haciendo bailar sus lanzas en el aire.
—¡Pero yo más! —le rebatió, sonriendo con tristeza y luego gritando al cielo nublado— ¡AL-GHILA! ¡DESPIERTA!
Quill casi dejó caer su ballesta al ver esas dos lanzas atravesar el pecho de Antonio. Vir Invernus rugió en dolor. Todo pareció detenerse, cayendo un silencio denso en el que solo se escuchó el llanto de un dragón frente al cuerpo apoyado sobre dos lanzas cruzadas de un humano sin vida, desangrándose por el pecho decorado con ocho joyas brillantes. Los seres marinos y los Florentinos comenzaron a cantar, cada vez más alto hasta que el llanto del dragón enmudeció. Cuando las perlas de Vir Invernus se mancharon con la sangre de Antonio, el cielo retumbó como si fuese a caerse sobre ellos.
Relámpagos cayeron sobre todos ellos, fueron tantos que pareció ser un día claro de verano y no una tarde sangrienta de invierno.
Liah-Ardyh rugió adolorida al ser alcanzada por esos relámpagos, igual que los suyos. Un estallido proveniente del océano rompió una enorme porción del océano congelado a lo lejos, saliendo disparado hacia el cielo tormentoso, ensanchándose hasta alcanzar el cuerpo de Antonio. Vir Invernus quiso detenerlo, pero aquella columna girando cual tornado se llevó al caza dragones. Los Florentinos gritaron en alegría y Steven se preguntó entre lágrimas si no se habían vuelto locos de remate.
Aquellos dragones todavía en el aire cayeron al suelo, todos agazapados como si algo invisible los aplastara, retrocediendo con la cola entre las patas. Las nubes se tornaron doradas como si un sol estuviera entre ellas. La tormenta se disipó y un gigantesco dragón dorado resplandeció en su lugar, descendiendo suavemente hasta quedar en medio de todos ellos. Tenía una filosa cresta roja como sus cuernos y garras, sus escamas parecían una armadura viviente, con penetrantes ojos azules que miraron alrededor.
Al-Ghila estaba entre ellos.
El Rey Dragón lanzó un rugido que sonó como si mil cuernos hubieran tocado al mismo tiempo, haciendo vibrar todo. Ya no estaban sobre un océano helado con una isla diezmada por el fuego. De pronto, se encontraron sobre un enorme puente multicolor. Esos seres marinos de las profundidades ya no se arrastraban, flotaban junto a Al-Ghila como diminutos luceros. Detrás del dragón había un árbol blanco que parecía no tener fin, compuesto de nueve enormes ramas que apuntaban a diferentes infinitas direcciones.
—Rid, ¿estamos muertos? —preguntó Quill.
—Estamos en la morada del Rey Dragón.
—Eso no responde a mi pregunta.
Al-Ghila giró su hocico hacia ellos, agitando su cola que soltó relámpagos. Su voz ronca, profunda, retumbó en ese cielo oscuro.
—He escuchado la plegaria de uno de mis hijos, he escuchado el llanto de otro. El tiempo de dolor ha terminado al fin.
Todos los dragones flotaron como lo hicieran los seres marinos, rodeados por estos. Al-Ghila miró a todos.
—Suficiente sangre ha costado sus pecados, no nacieron para esto. Es hora de volver, hijos míos.
—¡Espere! —Peter Quill levantó una mano, riendo nervioso al sentir esa pesada mirada— Espere... um... Su Divinidad, ¿sabe? Yo no le oré mucho, es decir... ¡como sea! No todos sus niños son malos, unos se portaron bien y otros cambiaron al saber la verdad sobre usted y pues... Bucky, bueno, Vir Invernus... él le entregó su corazón a Tony. Tony le entregó su corazón a usted para que despertara y todo...
—Quill —Rocket murmuró nervioso.
—¡Ya sé! Lo que trato de decir es que no los castigue a todos por unos cuantos, y si puede pues... ¿no podría revivir a Antonio? Mi amigo dragón va a estar muy triste si se queda sin su humano idiota. Ah, y si nos puede regresar a casa estaríamos encantados. Gracias por todo, Rey Dragón, Majestad.
Richard y Steven intercambiaron una mirada ante semejante atrevimiento. Al-Ghila pareció sonreír mirando a Vir Invernus, su hermano y los otros dragones que se le unieron a ellos durante la batalla al darse cuenta de los trucos de Liah-Ardyh y los hechiceros traidores. Se giró hacia el árbol, rugiendo como si estuviera llamando a alguien. Del otro lado del puente multicolor aparecieron los míticos elfos que traían consigo largos y pesados látigos para los dragones que recibirían su castigo. Los demás volverían al mundo, ahora protegidos por el Rey Dragón.
—Vuelvan a casa y sean felices, mis pequeños hijos.
En un parpadeo, ya estaban de regreso en sus barcos o sobre la tierra como si hace unos momentos no hubieran estado enfrascados en una guerra campal. Amaneció. La gente despertó con un dolor de cabeza preguntándose qué había sucedido, porque no recordaban muchas cosas, les pareció que habían caído en cama durante años sin saber del mundo.
Quill y los demás navegaron a toda prisa hacia la capital que ya no poseía ni palacio ni rey. Solo un enorme campo verde en su lugar. Para los demás, siempre había estado ahí desde la muerte del último soberano hacía mucho tiempo. Al-Ghila diría quien sería el siguiente en llevar la corona. En ese campo se encontraron con el verdadero Hechicero Supremo, esperándolos con rostro cansado. Rocket casi se le fue encima de solo verlo.
—¡Usted!
—Lo lograron —Strange sonrió— No entiendo cómo, pero lo lograron. Felicidades.
—¿Qué pasó con el rey y...?
—Están lejos de nosotros ya. Somos libres.
—¿Y usted? —Rider señaló su pecho.
—También soy libre, listo para recibir al nuevo rey.
—¿Ah, sí? —Quill arqueó una ceja— ¿Yo?
—El soldado con el escudo que lleva una estrella.
Todos se giraron hacia Steven, quien parpadeó incrédulo. Strange asintió e hincó una rodilla en el pasto. Gamora tiró de Quill, y los demás la imitaron al verla arrodillarse. El capitán Rogers rio un tanto nervioso, sin poder creer su nombramiento, haciendo que todos se levantaran.
—Yo no... vamos, debe ser una broma.
—Al-Ghila te eligió porque tienes el corazón de un rey, así que debes usar una corona y devolverle a este mundo lo que le arrebataron.
—Steven, mi amigo, va a ser muy raro llamarte Su Majestad —bromeó Quill— Si nos vas a dejar seguir navegando como Devastadores, ¿cierto?
—Peter —Richard le miró con ojos entrecerrados.
—Te amo.
—Hechicero Supremo —Steven miró a este— ¿Qué pasó con Antonio y Vir Invernus?
Strange negó apenas. —Es algo que depende de ellos. No teman, de una u otra forma los verán de regreso. El Maestre Wong nos espera para el festín del rey, ¿vamos?
La palabra festín fue el mejor hechizo para todos que rápidamente siguieron al Hechicero Supremo. Peter miró a su pareja, todavía inquieto.
—¿Qué quiso decir con eso de una u otra forma?
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