Libro XI. Laur Yelena

D R A G O N A R I

Autora: Clumsykitty

Fandom: Marvel/AU/Fantasía

Parejas: Winteriron (BuckyxTony), NovaQuill, Staron, entre otras.

Derechos: nada me pertenece más que mis ideas.

Advertencias: una historia en un mundo fantástico con muchas referencias. La pareja principal es Winteriron, por favor, es Winteriron. Osea, es Winteriron. Siempre será Winteriron. Creada en honor a los chorro mil likes del rincón playero de locura y perdición de esta minina mal habida, la ganadora del sorteo pidió un Winteriron de fantasía. Helo aquí.

Un Winteriron.

Gracias por leerme.


*****


LIBRO XI. LAUR YELENA.



—¿Ahora si me dirás por qué fuiste a Sokovia?

—Peter...

—Me lo debes.

Rider negó con una sonrisa, mirando el techo de su recámara teniendo un brazo sobre su frente, todavía agitado, empapado de sudor con su pecho buscando recobrar la calma de su respiración. Quill estaba tumbado boca abajo en iguales condiciones, su cabello alborotado sobre la almohada, una sábana apenas cubriendo sus caderas que lucían marcas de unas posesivas manos.

—Nunca antes te interesó eso.

—Pues ya me interesa —Peter le miró con un puchero— No me quieres decir.

—Eso no, amor. Es... pues te lo dije, una orden.

—¿Mover la flota de extremo a extremo no se te hizo DEMASIADO raro?

Richard suspiró, no saldría de esa sin una respuesta clara. Se giró, pasando ese brazo de su frente que bajó por la cintura de Quill, pegándole a él, repartiendo cortos besos en su espalda húmeda.

—Hacer eso solo puede responder a dos cosas, cariño. Porque no querían que detectáramos el paso de alguien por Nova o porque querían molestar a la gobernadora.

—¿Y tú por cuál te inclinas? —Peter ronroneó a los besos.

—¿Sinceramente? Creo que buscaron un pretexto para decir que Nova Prime estaba excediéndose y eso lo aprovecharon para hacer válida la petición de navegar a Sokovia mientras cruzaban nuestros mares.

—Eres tan inteligente.

—Ahora dime por qué mi hermoso y rebelde mercenario de pronto se interesa por estos líos diplomáticos. ¿Tiene que ver con esos dos amigos nuevos?

—¿Celoso? —Quill alzó su rostro, buscando sus labios.

Por respuesta tuvo un beso fogoso y el roce de algo en su cadera que le hizo reír divertido, respondiendo de la misma manera en su entrepierna. La charla continuaría más adelante a la hora de la cena cuando ambos fueron a la posada donde se hospedaba el resto. Peter recordó que tenía un polizón, haciendo las debidas introducciones a su amante.

—Rid, este de aquí es Bucky.

—Mucho gusto.

—No es mi nombre —reclamó Jaymes con el ceño fruncido.

—Mi barco, mis reglas. Te llamo como quiero.

—Hm.

—Gruñe mucho, pero no muerde, Rid.

—¿No te conozco de algún lado, Bucky?

Antonio miró al capitán de Nova, ya sentado en la mesa reservada. Jaymes se volvió a Richard, parpadeando un poco y luego apenas inclinado de lado su rostro.

—Un invierno en Xandar.

Rider parpadeó confundido, justo en esos momentos Bruce entró al rescate.

—A veces habla así, ¿nos sentamos?

—¡Ya muero de hambre! —se quejó Rocket.

La charla fue por otros derroteros, siempre terminando entre cantos, mucho vino desbordándose por las copas y carcajadas. Richard se pasó a un asiento cerca de Jaymes, quien comía quieto sin participar en esos alborotos con sus ojos atentos a los gestos de Antonio.

—¿Bucky?

—Ese no... —Jaymes suspiró— Capitán Rider.

—Esto te parecerá una locura, pero... es que desde que me dijiste lo de Xandar no he dejado de pensar en ello. Bien —Rider rio nervioso, tallándose la nuca— Dioses, es una locura.

Jaymes solo le miró sin decir nada. El capitán siguió hablando.

—Lo que sucede es que cuando yo era muy pequeño... verás mi padre era soldado y no estaba en casa por la guerra, una de tantas. Mi hermano menor, Robbie, estaba recién nacido y enfermó por la fiebre. El caso es que ese invierno cayó una tormenta de días que no me dejaba ir al pueblo donde vivía el médico. Yo salí pese a que mi madre todavía en cama me lo prohibió. Historia corta, quedé atrapado bajo la nieve y es donde entra lo más extraño de todo...

Richard miró al resto y luego a Jaymes quien solo esperaba a que continuara sin decir nada, dejando abandonado su plato de comida.

—Yo... yo recuerdo bien que lloré y le pedí a Al-Ghila que no dejara morir a mi hermanito y que aceptara mi vida a cambio de la suya. Esto ni siquiera lo sabe Peter y te lo estoy contando a ti... es... en fin, luego de eso algo tiró de mi brazo que se había quedado en alto, sacándome de la nieve para dejarme en un parpadeo en el camino muy cerca del pueblo donde el médico —el capitán juntó sus cejas— Era un enorme dragón de ojos gris azulados y escamas negras. Vir Invernus.

Jaymes bajó su mirada a su plato. —Es un recuerdo muy clavado en su mente, capitán.

—"Corre, la tormenta cesará" —Rider apretó sus puños— Mi hermano se salvó y la tormenta cesó.

Ambos se quedaron callados, el capitán de Nova estaba inquieto, inclinándose como si quisiera ver de cerca ese rostro cabizbajo de Jaymes. Sí, era una memoria que nunca se le borraría. Motivo por el cual su caza de dragones era muy selectiva, se había jurado nunca lastimar a un dragón bueno de volverlo a encontrar. Aunque todos dijeran que era el más cruel, el causante del hielo perpetuo. Para él era como un enviado de Al-Ghila al que le debía la vida de su hermanito como de su madre. Y tenía tan buena memoria que recordaba perfecto cómo eran los ojos de Vir Invernus.

—¿Qué haces...? ¿Qué haces aquí? ¿En esta forma?

—Espero mi muerte.

Richard iba a reclamar, pero un celoso Peter Quill lo tironeó para alejarlo, robándole un beso. Antonio los observó curioso, sentándose junto a Jaymes cuando el rubio se llevó a su amante del otro lado de la mesa.

—¿Estás bien? No te molestó, ¿o sí?

—No pasó nada.

—¿Seguro?

Jaymes asintió. —Estoy bien, Antoshka.

Antonio le sonrió, entrelazando su mano. Todavía quería hablar con él sobre el contenido de ese rollo que se había robado, porque le intrigaba que supiera del nombre real de un dragón cuando en Kamar-Taj eso fue algo que les costó una escuela en ruinas y muchas vidas inocentes perdidas. Y es que ni Bruce con su magia ni su lanza podían decirle nada sobre su persona o el pasado de Jaymes. Únicamente lo que este le dijera, lo cual no era mucho además de ser palabras confusas. El caza dragones le empujó en juego, antes de volverse divertido para admirar a Drax contra Rocket en una competencia de baile. Ya estaban bastante ebrios. Jaymes miró a Richard Rider a lo lejos, quien se volvió al sentir su mirada, tan solo unos instantes porque luego los celos de Quill lo hicieron girarse para otro beso posesivo.

A la mañana siguiente o mejor dicho mediodía ya que despertaron muy tarde por la resaca, se reunieron con Rider y Quill en una taberna cerca del muelle comercial, lugar de buenos platillos del mar. Bruce ahí les contó lo que había encontrado en la biblioteca, mientras comían cangrejos, ostras, camarones y ensaladas.

—Las teorías de Tony han resultado muy acertadas —empezó el hechicero— Eventos de dragones coinciden demasiadas veces con la historia de los reyes de Levram para llamarlo simple coincidencia. Por ejemplo, esta dinastía. El primer rey Pierce se hizo de la corona cuando venció en una batalla relámpago al antiguo rey. Lo curioso es que precisamente su corona no fue la de los anteriores monarcas, se hizo una nueva con el diamante cuadrado en el centro que bautizaron como el Corazón de Levram. Hay una historia sobre el Hechicero Supremo Ancestral advirtiéndole al rey Pierce I que, si la corona dejaba su cabeza, la vida se le escaparía del cuerpo. De ahí que se diga que los siguientes reyes duermen con esa corona en su cabeza.

—Sabía de eso —comentó Gamora— Y que el Corazón de Levram era en realidad el corazón de un dragón.

—¿Qué dragón? —preguntó Quill.

—Lo ignoro —respondió la guerrera. Bruce también negó.

—Según las Crónicas Reales, ese diamante fue una lágrima que una estrella derramó por amor al rey.

—Me suena más a una conveniente historia —observó Antonio.

—No nos has dicho que encontraste tú.

—Solo disparates y mapas viejos, Bruce. El acceso a los mejores libros se reserva a los hechiceros.

—Me alegra que la visita diera sus frutos —Peter asintió— ¿Qué sigue? Porque ahora tenemos a Rid para darnos un empujoncito.

—Una patada dirás, amor —Richard se levantó con una sonrisa— Vengan.

Resultó que el capitán de Nova obsequió a Quill otro barco, uno de guerra. Ligero para navegar, pero con los mejores cañones y velas. Reina Meredith fue el nombre, en honor a la madre de Peter. Como era costumbre, rompieron una botella de ron contra el casco y brindaron en su honor luego de que Quill casi se pusiera a llorar al ponerse sentimental por el obsequio. Antonio miró a Jaymes, ya sabía de aquel regalo, si bien lo había olvidado del todo.

—¿Cómo lo supiste, Jaymes? —preguntó en susurros mientras Peter besaba como loco a su pareja, embargado de felicidad— ¿Eres...? ¿Eres un hechicero?

Jaymes negó, tomando la mano de Antonio. —No, no lo soy.

—Entonces...

—¡Tony, ven! —llamó el rubio—¡Quiero una bendición tuya para Mere!

La alegría duró poco. Gritos de lejos los hicieron volverse. Richard notó bengalas rojas lanzadas al aire desde otro puerto distante.

—¡Dragón! —gritó.

Bruce sacó su compás, mostrándoselo al caza dragones. —Laur Yelena.

Todos corrieron de vuelta a donde la Milano por más armas. Rider en su caballo para llamar a su gente y apoyar la infantería en aquel puerto. Jaymes salió de la posada, contrario a la orden dada por Antonio de quedarse ahí cuidando de Blanco, caminando en sentido contrario a los demás que huían despavoridos de la dragona que ya incendiaba barcos, evadiendo escudos mágicos de protección y sus hechiceros. Ella escupió una saliva venenosa y corrosiva, derritiendo armaduras, quemando pieles. Antonio llegó tan veloz como pudo, lanzando su Jarvis que Laur Yelena esquivó, volando alto para escupirle fuego de nuevo.

—¡Todos, cúbranse! —aulló Rider a lo lejos.

La dragona miró al joven cazador y voló en picada tan veloz que Antonio no alcanzó a recuperar su lanza a tiempo, siendo estampado contra un muro por el hocico de Laur Yelena. Era increíblemente rápida, más que ningún otro dragón que hubiera enfrentado. Bruce jadeó, quitándose sus lentes y tomando su báculo para llamar a su mejor hechizo. Se transformó en un Golem de jade que saló sobre el lomo de la dragona, esta planeó violentamente tratando de quitárselo de encima. Los dos cayeron en el agua, levantando un muro azul que ayudó a apagar los incendios con todos corriendo tan lejos como podían, salvó los soldados y el capitán de Nova.

—¡CUIDADO!

Ambas criaturas emergieron del mar, Laur Yelena mordiendo al Golem Bruce por el torso, estampándolo contra un almacén que estalló en pedazos. Iba a lanzarle otra mordida cuando se detuvo. Sus fosas nasales se abrieron más, girando su hocico hacia un costado. Para sorpresa de Richard, el más cercano a la escena, la dragona se agazapó como si hubiera visto algo que le asustara, encogiendo alas y metiendo su cola entre las patas, retrocediendo hacia el mar con gemidos sin despegar la vista a un lado del muelle hasta hundirse entre las olas y desaparecer.

Rider miró hacia donde ella lo había hecho. A lo lejos, observando tranquilo, estaba Jaymes. Este siguió con la vista fija en el mar un poco más antes de correr a donde Antonio, quien ya se ponía de pie, bastante desorientado. Quill y su grupo llegaron por el medio con soldados tirando de enormes ballestas para dragones. Los hechiceros auxiliares estaban malheridos. El caza dragones recuperó su lanza entre los escombros, volviéndose a Jaymes quien buscaba sostenerle.

—¡Te dije que te quedaras en la posada!

—Temía por ti, Antoshka.

Antonio bufó, quitándose el yelmo. —¿Qué jodidos pasó?

—Ella se fue.

—No tiene sentido, venía dispuesta destruirlo todo. Quería tragarse a los hechiceros. ¿Por qué cambió de parecer?

—Tienes sangre —Jaymes usó sus dientes para rasgar su camisa nueva y hacer un pañuelo improvisado con que limpiarle el rostro.

—¡Joder! ¿Vieron eso? —Peter los alcanzó, silbando— En la vida había visto una dragona tan fuerte ni tan rápida. Mierda, hasta parecía que desaparecía por ratos. Es de una familia nueva, a mí no me engañan. ¿Y Bruce?

—Acá —jadeó el joven hechicero, apareciendo entre los restos del almacén, apoyado en su báculo, cabellos revueltos y sucios de tierra sujetándose un costado herido.

—¡Bruce! ¡Un médico! ¡Un hechicero!

El capitán de Nova les auxilió, de vez en cuando mirando a Jaymes, quien permaneció siempre al lado de un confundido Antonio. El puerto sufrió daños, pero nada grave gracias a que había desaparecido a tiempo esa dragona. Muchos dijeron días más adelante que fueron los hechiceros los que la ahuyentaron. Otros que el Golem de jade lo hizo. Rider fue el único que sabía la verdad.

Vir Invernus los había salvado.

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