El final solo es el comienzo

D R A G O N A R I

Autora: Clumsykitty

Fandom: Marvel/AU/Fantasía

Parejas: Winteriron (BuckyxTony), NovaQuill, Staron, entre otras.

Derechos: nada me pertenece más que mis ideas.

Advertencias: una historia en un mundo fantástico con muchas referencias. La pareja principal es Winteriron, por favor, es Winteriron. Osea, es Winteriron. Siempre será Winteriron. Creada en honor a los chorro mil likes del rincón playero de locura y perdición de esta minina mal habida, la ganadora del sorteo pidió un Winteriron de fantasía. Helo aquí.

Un Winteriron.

Gracias por leerme.


*****


El final solo es el comienzo.



Al-Ghila miró a Vir Invernus con su cabeza caída frente a él, desanimado y solo en ese puente multicolor.

No deberías estar triste.

—¿Debo volver y pasar la eternidad solo?

Yo no dije eso.

Invernus levantó su hocico. —¿Dónde está?

Esperándote.

—¿E-Está... vivo?

Le pregunté cómo deseaba vivir contigo, mi niño. Porque un humano y un dragón no pueden estar juntos de la misma forma que el sol no puede estar junto al océano.

—Daría mi inmortalidad por él.

Y él lo sabe, pero no es el caso. Ahora suelta la amargura y regresa. Les otorgo la potestad de cuidar de ese mundo frágil más lleno de pequeñas maravillas. Cuídenlo y protéjanlo. Si me necesitan, solo deben llamarme por mi nombre real.

Vir Invernus se irguió. —No lo conocemos.

Tú no —rio el Rey Dragón.

El corazón de Kobik se quedó con Al-Ghila, igual que el de Cronos, para que nunca volvieran a mancharlos con la maldad. Así el mundo pudo seguir su curso natural como siempre debió ser. El rey Steven fue coronado en primavera cuando se erigió el Palacio de la Estrella. Su hijo Ian fue nombrado Príncipe Heredero, a su lado estaban sus fieles amigos. Strange regresó a Kamar-Taj para seguir enseñando a nuevos discípulos, escribiendo la historia del Vengador y su dragón del invierno. Los bardos cantaron sus aventuras. Quill hizo un brindis en silencio por sus ausentes amigos.

Richard Rider entregó su regalo pendiente, un anillo de compromiso. La boda fue en Nova, con el rey presente. Años después adoptarían una pequeña rescatada de un naufragio, llamada Emma. La vida en el archipiélago Levram encontró al fin su armonía, humanos y seres mágicos conviviendo en paz, sin pertubar a los dragones quienes también se volvieron prudentes. Algunos se quedaron en Kamar-Taj para ayudar con los libros, dictando a los hechiceros lo que había que escribir.

Vir Rumlow se fue a la isla Manhattan, ahora renacida. Siendo el dragón arisco, gruñón y de poca paciencia por excelencia para que nadie lo molestara, salvo el idiota capitán con su Milano que le visitaba de vez en cuando para dejarle más comida y tesoros. Pero si el rey Steven le llamaba, le asistía con todo y su mal humor.

—¿Qué haces, Emma querida?

—¡Papi! Es una tarta de ciruelas.

—Eso lo puedo comprobar —respondió un maduro Quill años más tarde a su hija que ya estaba en esa edad para sacarle canas— Lo que no entiendo es porque la colocas a medio campo sobre una roca. ¿Es acaso para las hadas?

—No, papi. Es para ellos.

—¿Ellos?

Emma rio divertida, besando la mejilla de su padre antes de regresar a casa entre brincos canturreando para sí misma. Peter arqueó una ceja, preguntándose si su hija no se habría enamorado de algún fauno coqueto. Con manos en la cintura, negó para seguirla aunque a paso tranquilo porque ya no era el mozo de antaño. Dos sombras cubrieron el sol y el corazón le latió aprisa, girándose de vuelta a la roca que tenía la tarta encima. Mirándolo, del otro lado, estaban dos gigantescos dragones sonrientes porque podían hacerlo.

—¡Ustedes...! —Quill quiso reclamar pero le ganaron las lágrimas— Ya estoy demasiado viejo para esto. ¿Con que andan mal aconsejando a mi hija? ¿Eh? Pues yo lo haré con la lagartija que lleguen a tener por cría.

El dragón de escamas rojas y doradas se giró un poco, dando espacio para que un tímido dragoncito se asomara. De escamas color castaño claro y bordes platinados con ojos azules, el pequeño dragón fue a la roca que olfateó, atrapando la tarta con su hocico antes de echar a correr de vuelta donde sus padres. Quill rio sin poder creerlo.

—Quién diría que un par de atolondrados podrían ser padres.

También nos sorprendió saber que Emma era tu hija, respondió Vir Invernus.

Peter gruñó con un puchero. —¿Saben cuánto los hemos echado de menos? ¡Pues un montón! ¿Al menos puedo saber cómo se llama su lagartija?

Bucky.

Un resoplido escapó del capitán, negando y luego suspirando con los ojos puestos en el dragón rojo.

—Supongo que ya no eres Antonio Stark.

Fue mi nombre humano.

—¿Cómo te llamaré ahora?

Vir Ferrum.

—Es un buen nombre —Peter suspiró— No van a quedarse, ¿verdad?

Cuando nos necesiten estaremos aquí, solo debes tocar el tambor del Palacio de la Estrella.

—¿Qué? ¿Fueron a ver primero a Steven? Sí, claro, preferencias.

Gracias por todo, Quill.

—Hm, tontos dragones. Los quiero y siempre me harán falta.

Siempre estaremos ahí, animó Vir Invernus.

—Claro —Quill se limpió una lágrima— Ya. Estoy bien. Me alegra saber que están vivos y que ahora son como dioses, me supongo. No lo sé. Solo no se vuelvan malos que yo no sabría qué hacer y no sería nada lindo pelear contra un viejo y querido amigo.

Los dragones rieron, el dragoncito se asomó, trotando hacia el rubio al verlo llorar. Sin más, le lamió el rostro de un lengüetazo y echó a correr de vuelta, subiendo al lomo de Vir Invernus. Peter los despidió con un adiós de su mano y una sonrisa en el rostro cubierto de baba morada por las ciruelas.

—Ah, olvidé pedirles un deseo. Los dragones conceden deseos, ¿no?



F I N

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