Capítulo 57: La aventura de Makasu
-Pfffffffft-. Makasu suspiró, estaba aburrido, estudiando en su habitación.
*¡Pom pom!*
-¿Hm?-. Makasu miró en su ventana a Linda, Mikami y Takada. Se dirigió a abrir la ventana, y la abrió.
-¡Ey Makasu!, ¿¡Nos ayudas a buscar las bolas de dragón!?-. Preguntó Linda sonriente.
-Ehhh, ¿Cómo?, ¿Buscar las bolas de dragón?, ¿Para qué?-. Preguntó Makasu.
-Ven-. Dijo Linda, y Makasu miró a los lados, y después salió por la ventana.
Linda, Mikami y Takada le llevaron a una zona de un bosque quemado, donde estaban muchos animales, como monos, tigres, leones, zorros, lobos, y incluso...
-¡Un pequeño dragón!-. Dijo Makasu sonriente. -¡Ajajajaja!-. Se dirigió a él, y comenzó a acariciarlo. Se dio cuenta de que su lomo estaba vendado. -¿¡Qué le ha pasado a este dragoncín!?-. Preguntó Makasu sorprendido.
-El bosque se quemó, hubo un incendio forestal-. Dijo Mikami.
-¡Debemos reunir las bolas de dragón y pedir un deseo para que estos animalitos vivan de nuevo en el boque!-. Dijo Takada, hablando mal.
-Sabrás volar, pero sigues sin saber hablar-. Dijo Mikami cruzado de brazos, sonrientes, y Takada le dio un golpe en la cabeza. -¡Maldita niña, te odio!-. Dijo Mikami, y Takada se rio.
-¡Está bien!-.
-¿Mm?-. Todos miraron a Makasu.
-¡Estoy con vosotros, vayamos a buscar las bolas de dragón!-. Dijo Makasu sonriente, y Linda sonrió.
-¡Sabía que dirías eso!-. Dijo Linda sonriente.
La aventura comenzó en la isla de Ryuusaki, donde recogieron el radar de las bolas de dragón que Misa le otorgó a los niños.
-Toma Makasu, te la regalo-. Ryuusaki sacó detrás suya una nube sarami. -Es como la que tenía tú padre..., Sé que puedes volar, pero siempre viene bien una de estas-. Dijo sonriente, y Makasu se ilusionó.
-¡Muchas gracias Ryuusaki-San!-. Makasu se subió en su nube sarami, y con el radar en mano, miró al horizonte. -¡Venga, vamos!-. Dijo Makasu sonriente, y se dirigió junto a los demás a por las bolas de dragón.
Linda tenía a Mikami en brazos, ya que no sabía como volar, y Takada seguía a Linda, que esta seguía a Makasu en su nube sarami.
-¡Yujuuuuu!-. Makasu disfrutaba mucho del vuelo, e incluso se atrevió a ponerse de pie, y disfrutar la brisa del viento.
Llegaron a un pueblo donde se encontraban dos de las bolas de dragón, y bajaron para ver donde se podían encontrar.
Se dirigieron a la zona más cercana, y vieron como las bolas de dragón estaban juntas, en un humilde puesto de comida.
-¡Perdone!-. Makasu se alzó volando para estar a la altura.
-¡Dígame, pequeño!-. Dijo la chica de la tienda.
-¿Podría darme las dos bolas de dragón que tiene allí por favor?-. Preguntó señalando.
-¿Las dos que?-. Preguntó confundida, y de pronto, un forajido, pasó corriendo, y robó un enorme pescado del puesto, y encima, tirando las dos bolas de dragón al suelo, que se iban rodando. -¡Me robaaaaaaaaaaaaaan!-. Gritó la comerciante.
-¡Aix!-. Makasu se puso rabioso.
-¡Nosotros vamos por las bolas, tú detén a ese rufián!-. Dijo Linda, y Makasu asintió.
Makasu se dirigió corriendo a por el ladrón, y lo cazó embistiéndolo, y tirándolo al suelo.
-¡Ah!-. Makasu levantó. -¡Devuelve lo que robaste, maldito!-. Dijo furioso.
-¡Ahora verás niñato!-. El ladrón se levantó, y sonrió, intentó pegar a Makasu, pero este lo esquivó, y después, le dio una patada en la barriga, lanzándole lo más lejos posible.
-¡Ja!-. Todos los pueblerinos de los al rededores aplaudieron a Makasu, y una chica se acercó para darle un beso en la mejilla que se sonrojó. -¡A-Ah!-. Makasu se sonrojó y se rio levemente.
-¡Las tenemos!-. Dijo Linda, teniendo las dos bolas de dragón.
-¿Nos las podemos llevar?-. Preguntó Mikami.
-¡Claro claro, lleváoslas!-. Dijo la chica del mercadillo.
-¡Genial, gracias!-. Agradeció Linda. -¡Vamos a por las siguientes Makasu!-.
-¡Hm!-. Makasu saltó, y se subió en su nube. -¡Vamooos!-. Se dirigió a por la siguiente bola, mirando el rádar.
-Hm...-. Koete miraba en su alrededor, intentaba buscarlo... -¡Vamos, no te escondas, sal de ahí!-. Ordenó, furioso. -¡Mghj, vamos cobarde!-. Gruñó, y seguía buscando, hasta que vio como algo se movía entre los arbustos.
-¡AHÍ ESTÁS!-. Lanzó una ráfaga ki, y la ardilla saltó del miedo, soltando así el zapato de Koete. -¡Hm!-. Se dirigió a coger el zapato, y se lo puso. Ahora vestía su antigua ropa, una camisa negra y pantalones azules fuertes.
-¡Koeteeeeeeeeeeeeeeeeee!-.
-¿Hm?-. Koete miró hacia atrás, y vio a Matt llegar con una cesta de comida.
-¡Aquí está la comida!-. La puso en el suelo, y después se limpió el sudor. -¡Lo que me ha costado conseguirla!, He tenido que pelear con un oso y todo-. Dijo sonriente.
Koete se acercó a la comida, cogió un filete cocinado y lo mordió.
-Mm..., Muchas gracias...-. Murmuró.
-Hm-. Matt sonrió.
Luna meditaba, estaba sentado, con las piernas cruzadas, con el ceño fruncido, pensando...
-Luna...-. Luna miró atrás, y vio a Dios.
-¿Kamisama?-. Preguntó Luna. -¿Qué haces aquí?-. Kamisama sonrió.
-¿No crees que ya va siendo hora de que tú cojas el puesto de Dios?-.
-¿Cómo dices?-. Preguntó extrañado, y se levantó.
-Creo que tú..., Estás más cualificado-. Luna negó.
-Ni en broma..., No estoy listo para eso-. Dijo, y miró hacia otro lado.
-Sé lo que te dijo Nail en Saturno-.
-¿Hm?-. Luna miró a Kamisama.
-Si quieres...., Vencer a Shinigami...., Te-Tendrías que fusionarte con...., Con.....-. Luna se levantó.
-¡Ni en broma estaré de nuevo junto a ese!-. Luna gruñó. -¡NUNCA!-.
-Acepta que quizás...-. Kamisama tocó el hombro de Luna.
-¡No toques!-. Dijo Luna, apartándose. -Lo siento, pero no volveré a estar junto a ti. Al menos..., No por ahora, no te necesito-. Luna se fue volando, y Kamisama suspiró...
-¿Algún día...-. Dijo sonriendo. -...Podré descansar?-. Preguntó.
Las 7 bolas de dragón brillaron, y de allí salió el dragón Shen-Long.
-¡CÓNCEDEDME VUESTRO DESEO!-.
-¡Restaura el bosque!-. Gritaron todos.
-¡DESEO CONCEDIDO!-. El dragón desapareció, las bolas de dragón se hicieron piedra y se elevaron, para después, dispersarse por el mundo.
El bosque volvió a ser normal, y el dragoncín, ya curado, se acercó a Makasu, y comenzó a lamerle la cara.
-¡Ajajaja, dragoncín!-. Makasu sonrió, y el dragón parecía que también. -¡Tengo una idea!-.
-¡Yujuuuuuuuuuuuuu!-. Nate suspiró, y al escuchar esa voz...
-¿¡Makasu!?-. Preguntó, y lo vio llegar volando con un dragón pequeño de color morado y con la cara y la barriga amarilla.
-¡Mira papá, es un dragoncito!-. Dijo Makasu sonriente, viniendo. El dragón paró de aletear y bajó al suelo. -¿¡Nos lo podemos quedar!?-. Preguntó.
-Bueno..., No sé..., Es que..., ¿Qué come?-. Preguntó.
-¡Come lo que sea!-. Nate se rascó la cabeza.
-Bueno..., Mm..., Está bien, vale-. Dijo, y Makasu sonrió, y abrazó a su padre.
-¡Muchas gracias!-. Nate sonrió, y acarició la cabeza de su hijo.
Luna estaba levitando, y meditando, en una cascada, y de pronto, vino Makasu con su dragón.
-¡Ey Luna!-. Luna miró a Makasu.
-Hola Makasu..., ¿Y ese..., Bicho?-. Preguntó.
-¡Es un dragoncín que salvé, y mira, baila al mismo tiempo que silbo!-. Dijo Makasu, y sonrió. -¡Mira!-. Makasu comenzó a silbar.
-M-Mm...-. Luna frunció el ceño.
-Fufufuuuuuuuu-. Makasu comenzó a bailar y hacer piruetas, y a dar palmadas, sonriente, el dragón movía la cola, y Makasu le seguía el baile.
-¡Fiufiu fiuuuuuuu!-. Makasu bailaba contento.
-Cállate...-. Ordenó Luna, pero Makasu siguió a lo suyo, y Luna comenzaba a sudar.
-Hhjmmm...., mghj....-.
Makasu miraba a Luna, mientra silbaba.
-¡HE DICHO QUE TE CALLES!-.
-¡A-Ah!-. Makasu se sorprendió, y Luna suspiró.
-Los saturnianos somos sensibles a los silbidos....-. Explicó, y Makasu se sorprendió.
-¡Jaja!-. Se rio, y se subió en el dragoncín.
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