Capítulo 40: Inexplicable

« ¡No! » gritó Mecancton al momento de ver el cuerpo inerte de Athan. Por más que quería acercarse no podía, se quedaba en su lugar, volando, como si sus alas no le respondieran para ir en auxilio del que seguía siendo su hermano a fin de cuentas.

Laertes veía la escena victorioso, había logrado deshacerse del segundo dragón benevolente, del dragón plateado. Hizo una seña para que fueran por los sacerdotes y poder largarse de ahí de nuevo. Obelix observaba la mirada de Mecancton, aquella mirada que demostraba sorpresa y cierto dejo de dolor era completamente nueva en él. Desde que llegó con ellos no demostraba otro sentimiento que no fuera el odio hacia los dragones benevolentes, un odio que se notaba que había cargado desde la infancia probablemente, construido por personas específicas y que quería descargar en cualquier momento. La mirada que traía actualmente era nueva, totalmente inesperada por su parte. Bajó volviendo a transformarse tomando a Kellan de los brazos que de inmediato se movió en un forcejeo para poder liberarse.

—No hagas las cosas más difíciles. —le advirtió Obelix señalado con la mirada a Keira. Al ver el dolor que traía, Kellan dejó de forcejear, si lo seguía haciendo era muy alta la probabilidad de que ellos intentaran hacerle daño aprovechando su debilidad actual.

Debido al impacto proporcionado por el cuerpo de Athan el terreno empezó a desestabilizarse, haciendo que la tierra se deslizara junto con el plateado hacia el barranco, cayendo en una cañada logrando que la tierra se quebrara liberando magma al estar al pie del Mt. Fuji. Causando la liberación de una fumarola junto con un ligero temblor indicando el inicio de una posible erupción.

Obelix se alteró al percatarse del significado de dicho evento. Se transformó en dragón sosteniendo a Kellan con sus patas dando aviso a sus compañeros sobre el inminente peligro. Laertes voló en dirección hacia Keira con clara intención de llevársela. Nunca la agarró ya que Deo la había agarrado del brazo cayendo al suelo con ella y Karsten lo recibió con un aliento de fuego que recibió sus alas al cubrirse del ataque.

—Tenemos que irnos. —dijo Deo parándose con ella mirándola con tristeza reprimiendo las lágrimas que amenazaban con salir en cualquier momento por la muerte de su segundo líder y amigo.

Keira seguía sin poder creer lo que acababa de pasar, esa caída daba por hecho ya que había fallecido. Se negaba a creerlo, él que era el segundo más fuerte de todos los benevolentes había sido vencido.

—Vámonos, Ke... —no pudo terminar su frase ya que Kozma lo había tacleado lanzándolo hacia una gran piedra logrando que el cobrizo emitiera un quejido de dolor.

Deo se incorporó una vez que el dolor pasó viendo amenazante a Kozma que estaba en una media transformación. El cobre imitó su condición, sacó sus alas, sus ojos se volvieron amarillos y varias escamas aparecieron en sus manos, párpados inferiores, en las líneas del cuello y frente. Kozma lo atacó con su rayo de hielo siendo esquivado con agilidad por Deo, con su mano señaló a la piedra con la que había chocado anteriormente moviéndola directamente hacia Kozma que cayó al suelo escupiendo un poco de sangre debido al impacto de la roca en su pecho. Mecancton aprovechó las peleas para volar directamente hacia Keira que estaba desprotegida; todos los benevolentes estaban luchando con cada infernal, incluso Bastiaan que intentaba por todos los medios derribar a Obelix, tanto por la ira de que haya matado a su amigo como para liberar a Kellan que por más que usara sus habilidades para soltarse siempre era atrapado por Obelix o arrebatado de las patas o lomo del bronce.

Mecancton voló directamente hacia Keira, ella corrió por inercia en un intento de alejarse de él, lo cual no funcionó ya que él era mucho más veloz al volar. Quería distraerlo, que no la alcanzara, que hubiera un suceso que hiciera que él se detuviera un momento. Cayó al tropezar con una piedra volteando mientras se arrastraba viendo como el gran dragón negro se acercaba a ella con las garras extendidas en su dirección. Se cubrió con sus brazos frente a ella esperando que la agarrara. Solamente sintió que un fuerte viento llegó desde su espalda y costados, bajó los brazos notando que el dragón estaba en el suelo a metros lejos de ella emitiendo unos quejidos de dolor. Sorprendida se paró tambaleante, el viento lo había hecho caer y apartarse, justo en el instante en que ella se cubrió con sus brazos.

"¿Fui yo?" pensó sorprendida sin despegar la vista del dragón que estaba poniéndose de pie.

«Ven ahora y nadie más saldrá lastimado. » escuchó a Mecancton hablarle, notó temblor en su voz al pronunciar las últimas palabras. El dragón caminaba hacia ella mostrando sus dientes en señal de amenaza pero sus ojos eran indescifrables, tenían una mezcla de emociones extrañas que nadie podía averiguar.

—No... —dijo en un susurro retrocediendo pasando su vista por los dragones que estaban peleando y sobre todo al barranco por el cual había caído Athan.

« ¡No te pedí permiso! » se abalanzó a ella siendo detenido por otro ligero temblor acompañado del sonido del magma brotando desde la dirección de la cañada que a la vez expulsaba humo. Keira volteó hacia esa dirección sintiendo como su corazón se rompía mucho más, una lágrima salió, cayó al suelo sintiendo el peso de una enorme pata sobre su espalda. «Te lo advertí. »

Mecancton emprendió el vuelo llevándose a Keira en su pata, ella gritó alertando a los demás dragones que se distrajeron al verla ser llevada por él. Los benevolentes volaron en su dirección siendo detenidos por el sonido del magma ascendiendo por el cráter.

« ¡Vayan por ella! » gritó Karsten dirigiéndose hacia el volcán. Ellos hicieron caso ya que sabían que él era el único con el poder de controlar la erupción que se iba a llevar a cabo.

Mecancton aventó al aire a Keira y Obelix hizo lo mismo con Kellan. Ambos gritaron cayendo directamente en el lomo de los dragones. Las escamas de ambos dragones se movieron de tal manera que aprisionaron las manos y pies de los sacerdotes a su lomo, ellos se sorprendieron ante esa habilidad nunca antes vista. Intentaron zafarse sin obtener resultados.

Ambos sacerdotes voltearon hacia dónde venían los benevolentes persiguiéndolos. Laertes chasqueó la lengua a manera de disgusto al visualizarlos también.

«Kozma » el aludido volteó. «Niebla. »

El dragón blanco emitió una sonrisa de medio lado parando y volteándose de manera brusca extendiendo sus alas expulsando una gran cantidad de niebla en dirección de los benevolentes que se cubrieron la vista con sus alas. Al apartarlas no pudieron ver nada, todo estaba cubierto de niebla, borroso, imperceptible.

«Se acabó. »

Escucharon la voz del dragón rojo acompañado de un fuerte quejido de Deo, solamente vieron como caía e intentaba nivelarse con la única ala que ahora poseía, su ala derecha estaba completamente quemada. Andrew se apresuró a ayudarlo a estabilizarse de nuevo. Se miraron con impotencia, con frustración, ninguno de ellos tenía la habilidad de dispersar la niebla, solamente Athan podía hacerlo.

Regresaron de nuevo a su antigua locación. Encontraron a Karsten volado sobre el cráter viendo directamente al magma subir poco a poco. Respiró pausadamente con los ojos cerrados calmando y despejando su mente. Abrió los ojos y emprendió el vuelo picada entrando directamente al magma. A pesar de que lo habían visto hacer eso varias veces, los demás no evitaron sentirse preocupados al verlo hacer dicha acción.

Karsten voló al centro del magma extendiendo sus alas, sus ojos brillaron más de lo usual e hizo su cuello hacia atrás dejando que la Painita emitiera una luz dorada que se extendió por todas las escamas de su cuerpo. Lanzó un rugido expulsando la luz de su cuerpo hacia el exterior logrando que varias ondas salieran del volcán parecidas a una explosión sónica extendiéndose por todo el bosque.

La lava que estaba desbordándose del volcán empezó a regresar al cráter, al igual que la que salió de la cañada volvió a su lugar anterior. Los pequeños temblores cesaron, el sonido que escucharon anteriormente también paró y la fumarola desapareció por completo. Todo permaneció en calma, el silencio sepulcral se hizo presente; solamente podían escuchar el aleteo que emitían sin despegar sus ojos del cráter del volcán en espera que saliera su líder.

«Karsten... » Mencionaron al unísono con un claro tono de preocupación.

Del cráter salió Karsten extendiendo sus alas una vez estando afuera, los demás se acercaron de inmediato al verlo salir.

« ¿Y Keira? » preguntó una vez que todos se acercaron.

«Se la llevaron. » contestó Bastiaan con culpa en su voz. «Hirieron a Deo. »

El dorado volteó a ver a Deo esbozando una mirada de preocupación al verlo con toda su ala quemada siendo ayudado por Andrew para no desplomarse.

«Hay... hay que irnos. » dijo con temblor en su voz. «Debemos rescatarla, se lo debemos. » miraron hacia la cañada con dolor dejando que unas lágrimas salieran de sus ojos. «No te preocupes, Athan, ella estará a salvo. La rescataremos y tu muerte no habrá sido en vano. »

Una vez que terminó de decir esas palabras emprendieron el vuelo de regreso al hogar del dorado para curarse las heridas y convencer a todas las criaturas de pelear si era necesario, ahora que tenían en su poder la piedra aseguraban que un enfrentamiento se aproximaba y necesitarían toda la ayuda posible.

Slaven estaba sentado frete al lago mirando el anillo de dedo completo de su mano izquierda. ¿Por qué había sentido eso? ¿Dónde había quedado todo el odio hacia él al momento de verlo desplomarse hacia su inevitable muerte?

—Me sorprende ver una expresión de preocupación y dolor en tu rostro por primera vez. —habló Obelix a espaldas de él. Al escucharlo sintió una ira descomunal invadiéndolo. Se paró encarándolo y tomándolo del cuello de su saco con fuerza.

— ¡Tú no decides cómo me siento! —gritó mirándolo con furia. Sus ojos emitían un intenso brillo dispar tal y como los tenía.

— ¿Todo esto por matar al dragón plateado? —tenía un rostro inexpresivo. Veía algo raro en la expresión y actitud de Slaven, algo que no podía descifrar en este momento, algo sumamente extraño y nuevo en el dragón negro que juraba conocer.

Slaven frunció el ceño rechinando los dientes. Alzó su puño impactándolo en la quijada del esmeralda haciendo que cayera al suelo tocándose la zona afectada con una mueca de dolor.

— ¡Mecancton! —gritó el líder.

Levantó la mirada viendo a Laertes con una mirada seria con los demás a su lado. Su respiración estaba acelerada, sus puños cerrados encajando sus uñas en sus palmas y el ceño fruncido era la imagen que les daba a los infernales. No podían descifrar su actitud.

—Explica porque lo golpeaste.

No obtuvieron respuesta de su parte.

—Solamente mencione si estaba así por haber matado al dragón plateado. —contestó Obelix parándose sobando su quijada, bajó su mano viendo a Slaven una vez que estuvo a un lado del líder.

— ¡Cállate! —gritó Slaven con furia. Laertes notó que la piedra (que ahora negra) en su anillo había emitido una tenue luz plateada de apenas dos segundos de duración al momento en que gritó. Frunció el ceño volviendo su vista hacia Slaven.

— ¿Tanto alboroto por eso? ¿No era eso lo que querías? —Slaven lo miró con furia apretando la mandíbula dada su evidente furia. —Solamente era un benevolente que debía ser exterminado.

— ¡Era mi hermano! —de nuevo la tenue luz en su piedra se hizo presente.

— ¡Un hermano que te humilló! —dijo Laertes mirando a Slaven que dejó de temblar su quijada. —Te quitó la atención de todos. De tu madre —empezó a caminar hacia él. —De tu padre, de los demás dragones. —caminaba alrededor de él. Slaven suavizó sus facciones tornándolas melancólicas al recordar esos sucesos del pasado. —Te despojó de lo que era tuyo por derecho, ¿y todo para qué? Ser atacado y dado por muerto. Mientras él disfrutaba del poder y atención tú sufrías, te dejaron de lado por su culpa. —quedó detrás de él. Lo tomó de la barbilla ladeando su rostro para quedar cerca del suyo. —Nosotros te aceptamos, te dimos la posición que te mereces. Él te quitó todo y nosotros le devolvimos el favor.

Su voz era seria y suave, hizo que Slaven se doblegara ante los recuerdos, que volviera a sentir esa furia hacia Athan que llevaba durante años. Laertes lo soltó viéndolo volver a poner esa mirada sombría y llena de odio que poseía siempre, esbozó una sonrisa ladina al haber logrado eso.

—Estamos a un paso de lograr nuestro cometido. —comentó volviendo al centro de los demás dragones. —Solamente falta que ellos abran el cofre.

— ¿Cómo lograremos que lo abran? —dijo Urian. —No lo harán.

—Te equivocas, querido Urian. —continuó el líder. —Tenemos a su familia y algo a nuestro favor también. —los dragones lo vieron expectantes. —Keira está dolida, si la convencemos hará todo lo que queramos.

— ¿Cómo haremos eso? —dijo Kozma.

—Le dejaré esa tarea a Mecancton. —volteó a ver al nombrado. —Veamos que tan bien lo haces.

El dragón lo miró, aún tenía esa punzada en su pecho, un cosquilleo en su dedo donde se localizaba su anillo pero no le tomó importancia. Esbozó una sonrisa de medio lado caminando hacia los calabozos seguido por las miradas de los infernales. Obelix lo veía extraño, había sido fascinante haber visto esas reacciones de su parte, reacciones totalmente diferentes a las que estaba acostumbrado verle. Debía haber un trasfondo que ni siquiera el mismo Slaven sabía.

Slaven entró al calabozo con el rechinido de la puerta como acompañante. Kellan estaba sentado con su espalda recargada en la pared con una mirada de desesperación buscando alguna manera de salir de ahí. Keira estaba sentada con sus piernas pegadas a su pecho abrazadas por sus brazos y su barbilla recargada en ellos con mirada perdida y vacía. Esbozó una sonrisa ladina al verlos en ese estado, sería sencillo. Cerró la puerta haciendo un fuerte sonido que hizo que ambos sacerdotes lo vieran.

—Iré al grano —se acercó parándose frente a las rejas quedando a la vista de ambos. —Abran el cofre.

—Déjenos ir. —dijo Kellan acercándose a los barrotes.

—Cuando abran el cofre, además no creo que a sus queridas madres les guste quedarse encerradas de por vida, ¿o sí?

Ambos chicos se quedaron callados, aún las tenían cautivas. Debían salvarlas, estaban seguros que las habían torturado, debían sacarlas.

Keira se paró caminando hacia los barrotes tomándolos.

— ¿Por qué los sigues? —habló quedo pero audible.

—Son lo que perdí hace tiempo.

—Lo mataron.

—Una pérdida insignificante.

— ¡Era tu hermano! —lo miró con sus lágrimas saliendo por sus ojos. Slaven se sorprendió ante tal expresión por parte de la sacerdotisa, ¿por qué tenía esa expresión? ¿Por qué nadie ponía una así con él? ¿Acaso la habían puesto cuando pensaron que estaba muerto? ¿En qué era mejor Athan que él? ¿Por qué Athan se merecía esas miradas y él no?

— ¡Me quitó todo! —gritó de vuelta. —Nosotros queremos devolverles lo que ellos les quitaron. Sus madres están aquí por su culpa, no las protegieron como era su deber. Les quitarán su libertad cuando vuelvan con ellos, han revelado el cofre ellos los juzgarán y castigarán. ¿No quieren ser libres? —caminaba de un lado a otro viéndolos. —Con la piedra nosotros seremos capaces de darles su libertad, de que vivan una vida pacífica y como se merecen. Les devolveremos lo que ellos les quitaron, sus padres.

Ellos se quedaron callados, estaban débiles ahora. Keira por la muerte de Athan y la captura de su madre y Kellan por el dolor de su prima y la privación de libertad de su madre. ¿Acaso era posible que con la piedra puedan devolver a la vida a seres queridos? Sabían que la piedra podía transferir las habilidades de los benevolentes, que era muy poderosa al ser creada por los primeros dragones pero no sabían nada más. Era muy poderosa, pero esos poderes seguían en el misterio para ellos. Jamás les dijeron que era lo que debían proteger tanto de la piedra, no les preguntaron, solamente lo hicieron. Por esa piedra ambos perdieron sus vidas anteriores, por culpa de esa piedra sus padres habían muerto ¿y dónde estaban los dragones?

Por esa piedra todo se desató, por esa piedra... Athan había muerto. ¿La piedra tenía el poder de traerlo de vuelta?

Slaven abrió las rejas dejándolos salir, ambos tambalearon un poco al dejar las celdas. Se abrazaron una vez que estuvieron a fuera y se miraron. Kellan sabía que Keira estaba sufriendo, ella no había conocido a su padre, todo se lo habían ocultado y ahora lo había perdido todo incluyendo a ese dragón que era tan especial para ella. No se había equivocado al momento de notar la debilidad de ella debido al suceso anterior, si decidía abrir el cofre sería por el dolor que sentía y él aunque se opusiera la iba a ayudar, porque eran familia, porque era su deber. Por culpa de esa piedra ella lo había perdido todo, y él también. Solamente le dijeron que debía protegerla, secuestró a Keira, lastimó a los dragones, perdió a su madre y ahora veía sufrir a su familia y todo por esa piedra.

Slaven tenía razón, por culpa de los dragones perdieron lo más preciado para ellos.

—Estábien. —ambos miraron a Slaven. —Abriremos el cofre.

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