Capítulo 25: Karsten.
Keira abrió los ojos poco a poco acostumbrándose a la luz. Se sentó en la cama tocándose la cabeza respirando pausadamente con los ojos cerrados, tenía un pequeño dolor de cabeza que estaba segura que pronto se iba a desvanecer. Abrió los ojos por completo mirando la habitación, no la conocía. Una habitación de color café con toques dorados y una piedra de color rojo-anaranjado con unos toques de marrón que iluminaba toda la estancia.
Se paró decidida a salir. El lugar, que se dio cuenta que era una cueva, era más grande de las otras en las que había estado. Miró hacia arriba, la montaña era bastante alta que hasta tenía miedo de mirar hacia abajo temiendo caer, a pesar de que ya había estado volando encima de un dragón aún le daba un poco de miedo mirar hacia abajo.
Sintió un viento a su lado, volteó su mirada encontrándose con un dragón color ocre.
—Hola, Deo. —le dijo sonriendo.
« ¿Dormiste bien? » dijo aliviado de que se encontrara bien, no había tenido ninguna lesión, el kraken no la había lastimado como habían creído.
—Sí, sólo me duele un poco la cabeza. Pero estoy bien.
«Qué bueno. » hizo un sonido implicando que había sonreído. «Acompáñame, es necesario que conozcas a alguien. »
—Está bien. —Deo puso su ala como escalón dejando que ella subiera.
Bajó con tranquilidad para no asustarla, la montaña era tan alta que casi tenían que ir en picada para poder llegar hasta donde le habían indicado al ocre. Keira admiraba la montaña mientras bajaban, toda estaba alumbrada por esa extraña piedra que emanaba un brillo especial y hermoso, casi igual a la que había visto en el cuello de Athan.
Llegaron a la mitad, Deo dejó que ella bajara para volver a transformarse de nuevo. Keira se pegó a la pared alejándose de la orilla, a pesar de que el piso era grueso y estaba protegido por un enorme barandal se podía ver claramente el vacío en donde ellos tenían que pasar para poder bajar con más rapidez.
— ¿En dónde estamos? —le preguntó con curiosidad.
—Creo que es mejor que alguien más te conteste. —puso sus manos en sus bolsillos mirándola con una pequeña sonrisa como siempre hacía para alegrarla.
— ¿Quién? — Deo señaló con la mirada atrás de ella.
Al voltear se encontró con un chico alto, mucho más alto que Athan, como una cabeza más alto; ojos tan claros que parecía que estabas viendo el reflejo del agua; su pelo de un rubio como los rayos del mismo sol, algo largo sujetado en una coleta, con un flequillo que caía por su lado izquierdo al igual que un mechón colgando de su lado derecho, facciones demasiado finas que parecía de porcelana por su piel blanca; tenía un arete en su oreja derecha con la misma piedra que había visto antes al igual que la tenía colgada en el cuello. Vestía pantalones negros con un saco del mismo color abotonado que dejaba ver solamente una parte de su pecho y la cadena, de calzado tenía unos zapatos del mismo color de sus ropas.
—Un gusto en conocerte, Keira. —dijo con una sonrisa mostrando su dentadura blanca. Keira lo vio con confusión, bajó un poco la mirada sin borrar su sonrisa para después volver a verla. —Me llamo Karsten, soy el dragón dorado.
Keira abrió los ojos sorprendida, por fin conocía al dragón dorado quería articular alguna frase o algo que preguntarle o decirle, no se le ocurrió nada por el momento, la sorpresa y nervios eran tan grandes que no podía siquiera pensar en algo inteligente que decir.
—Deo, gracias. Puedes retirarte. —le dijo al ocre con amabilidad. Deo asintió y se retiró dejándolos solos. —Debes tener varias preguntas, haré lo posible por contestar todas. Ven.
Keira lo siguió hasta que abrió una puerta la cual daba a un puente que conectaba con el pico de otra montaña, pasaron por ella saliendo de nuevo cruzando otro pequeño puente hasta llegar a una estructura algo parecida a un balcón, sólo que esta tenía un camino a su lado izquierdo para continuar caminando.
El paisaje era completamente hermoso. Varias montañas de distintos tamaños, cubiertas de árboles y nubes que hacían verlas más misteriosas. A pesar de que el sol estaba presente sentía frío debido a la altura. Recorrió con la vista el camino, era totalmente de piedra adornado con unos pequeños árboles adornando las esquinas. Sonrió maravillada por tan bello paisaje.
—Bienvenida a mi hogar. —dijo Karsten colocándose a un lado de ella.
—Es hermoso —lo miró algo apenada. — ¿Podría preguntar, en dónde exactamente me encuentro? Sé que es en China por lo que me dijeron antes, pero ¿en dónde con exactitud?
Karsten rió un poco por su expresión y pregunta haciendo que Keira se ruborizara pensando que había dicho algo tono, la verdad se sentía así: tonta.
—Me imagino que te han traído de lugar en lugar que ya perdiste la orientación. —le dijo sonriendo. —No te preocupes, es comprensible. —Keira lo miró sin decir nada, era comprensivo. —Son las montañas Huangshan, y efectivamente estamos en China.
Keira miró el paisaje de nuevo. Había oído de Huangshan, incluso había leído sobre el lugar y visto algunas cuantas fotos, nunca se imaginó que fuera así de hermoso y magnífico.
—Sin duda es hermoso. —dijo con una sonrisa.
—Gracias. —la voz del dorado era tal pacífica que era perfecta para entablar una conversación con él sin aburrirte. — ¿Caminamos? Así me preguntarías lo que quieras.
Ambos empezaron a caminar sin prisa alguna. Keira de vez en cuando veía a Karsten de reojo, su sola presencia imponía al igual que cuando conoció a Athan por primera vez. Tenía esa aura extraña y misteriosa que era casi imposible de explicar, eso era gracias a su linaje, al ser el primero de todos.
— ¿Por qué los llamaste ahora? —dijo rompiendo el silencio incómodo en el que estaba metida.
—Por lo que está pasando últimamente. —contestó sin interrumpir su caminar mientras miraba al frente, su expresión estaba seria pero sin perder ese tono calmado en su voz. —No se me hace normal que varias criaturas se estén saliendo de control.
— ¿Sabías todo? —su expresión se tornó a una confundida.
—Un poco. —frunció un poco el ceño, pasaba desapercibido debido a su flequillo. —Con el pirolisco lo tomé un poco normal ya que primero había ataco en el desierto, lo que me alertó fue que los atacó a ustedes. No es normal que un pirolisco recurra a esos lugares algo fríos y específicamente a alguien en particular.
— ¿Alguien en particular?
—Sí. —la vio de reojo. —El pirolisco te buscaba, sólo que al ver a Athan prefirió atacarlo en lugar de a ti.
—Pero... —bajó la mirada recordando el incidente. —Athan lo eliminó.
—Por eso me dejé de preocupar, ya no hubieron actividades de ese tipo hasta que llegaron con Bastiaan. —volvió a ver al frente. —Igual manejaron muy bien lo del licántropo, aunque pienso que también estaba vinculado con el suceso anterior, igualmente la hidra y el kraken.
— ¿Por qué lo dices?
—Se me hace extraño que a los lugares en los que han ido solamente las criaturas más peligrosas los han atacado y justamente cuando tienen poco de llegar.
Keira se tornó pensativa, tenía lógica lo que decía. Los sucesos habían sido extraños y casi consecutivos que ni tiempo les daba de poder recuperarse del ataque anterior.
—Ahora que lo dices... —frunció un poco los labios con expresión preocupada y continuó —: Las criaturas atacaban después de que yo llegara, según lo que había entendido antes no habían atacado hasta que yo aparecí. Justo después de conocer a Athan, ese elfo Colin apareció, al igual que el pirolisco, el licántropo atacó a Deo y después quiso atacarme a mí y luego esa hidra.
—Tranquila. —dijo parando volteándola a ver. —No es tú culpa en lo absoluto, alguien está planeando esos ataques para dañarnos, incluida tú. Por eso los llamé, para saber quién está detrás de todo esto.
Eso calmó a Keira, ya había pensado que todo lo sucedido había sido por su culpa, y que si ella estaba presente de seguro todos saldrían lastimados y eso era lo que menos quería.
—Aunque... —la voz de Karsten la sacó de sus pensamientos. —Según tengo entendido, tú has ayudado en todos los ataques. Viste debilidades que no teníamos idea y curaste heridas que jamás habíamos podido curar. Eres mejor de lo que imaginé.
—Gracias. —sonrió con ternura. —Pero, no sé por qué sé todo eso. Es extraño.
—Para eso estás aquí también, te ayudaremos a descubrirlo. —le sonrió.
Volvieron a emprender su camino rodeando otra montaña bajando algunas escaleras en donde había un paisaje más cerrado lleno de árboles, había un pequeño quiosco con un estanque rodeado de flores y con vapor alrededor. Era lo que llamaban aguas termales, Keira se quedó sorprendida ante eso pero su expresión volvió a cambiar. Aún tenía una duda que la carcomía por dentro.
—Karsten.
— ¿Hmm...?
— ¿Por qué cada vez que hablan de ti, Athan se pone furioso? —Karsten paró en seco ante esa pregunta.
—Por... —formó un puño ocultándolo en los bolsillos de su pantalón. —Nada que debas preocuparte, un pequeño pleito que ocurrió hace tiempo. Así nos llevamos ahora. Tranquila. —le sonrió. Keira no le creyó del todo pero prefirió no preguntar más.
Como un rayo, recordó que Athan había sido herido. Su preocupación creció al momento de recordar lo poco que había visto, Kozma jalando a Athan llevándoselo.
— ¿Y Athan? —dijo preocupada, Karsten la volteó a ver al escuchar su tono alarmante. — ¿Dónde está? ¿Se encuentra bien?
—Tranquila. —le dijo poniéndose frente a ella. —Está bien, está descansando por el momento. ¿Quieres verlo? —Keira asintió. —De acuerdo, Cyrene te llevará.
Keira volteó encontrando a Cyrene a su espalda. Volvió a ver a Karsten sorprendida, él solamente le guiñó un ojo y con su mirada le indicó que fuera, ella asintió y se fue junto con Cyrene regresando por el mismo camino.
Karsten bajó la mirada esbozando una sonrisa un poco melancólica. La pregunta de la chica lo había tomado desprevenido, no pensaba que se daría cuenta de la tensión entre ellos dos, por eso optó por ocultarlo. Frunció los labios formando de nueva cuenta un puño debido a la frustración.
— ¿Cuánto tiempo vas a seguir soportándolo? —dijo una voz detrás de él.
—Cuanto sea necesario, Bastiaan. —volteó a verlo, estaba sentado en la orilla del estanque con una mano en su rodilla mientras la otra estaba jugando con el agua mientras la veía.
—Algún día tendrás que contarle a la chica lo que pasó.
—Preferiría que Athan fuera el que le dijera. —se sentó a su lado mirando hacia el agua. —Será todo a su momento.
—No creo que quiera decírselo. —dijo Bastiaan recargando su barbilla en la mano que estaba en su rodilla.
— ¿Por qué lo dices? —preguntó volteándolo a ver.
—Porque... —esbozó una sonrisa. —Al parecer, Athan ya conoce ese sentimiento.
—Me alegro. —sonrió al escuchar eso mirando hacia el cielo. —Lo necesitaba, después de tanto tiempo...
Por otro lado, Cyrene le abrió la puerta a Keira dejándola pasar.
—Los dejaré solos. —dijo sonriéndole y saliendo de la habitación.
Keira se acercó un poco, se sentó en la cama tocando un poco la herida que llevaba en la espalda. El tatuaje que tenía por alas estaba quebrado, señal de que sus alas estaban en mal estado. Pasó sus dedos por la herida cuando la mano de Athan la detuvo.
—No lo toques. —le dijo abriendo los ojos sin soltar su mano. —Duele.
—Perdón, quería ver si podía ayudar en algo. —quitó su mano de la de él. Athan se sentó mirándola.
—Tranquila, esto nos ha pasado seguido aunque no lo creas, así que ya sabemos cómo manejarlo. —le sonrió para que se calmara.
—Son bien problemáticos ustedes. —rió un poco. Athan imitó su reacción, le gustaba verla reír o sonreír, lo distraía de todo lo que estaba pasando y eso le agradaba en cierto punto. Dejó de reír tornándose un poco serio mirando a las sábanas.
—Ya conocí ese sentimiento. —dijo sin dejar de ver las sábanas.
— ¿Cuál sentimiento? —lo miró confundida.
—Miedo. —la volteó a ver, ahora la veía con ojos tristes y asustados. —Cuando caíste al mar, sentí que no te podía salvar y... al momento de ir por ti cuando Kozma me sacó yo... —bajó la mirada de nuevo. — sentí que no te iba a volver a ver.
Keira tomó su mano, Athan la volteó a ver casi sorprendido.
—Pero no pasó nada malo, estoy aquí. —le sonrió con ternura. Su mirada se tornó triste, apretó los labios un poco. —Yo siempre tengo miedo, temo que ustedes se lastimen. Tengo miedo de que salgas más lastimado por mi culpa, todo esto que ha pasado ha sido desde que me conociste. Temía que cada vez que esas criaturas atacaran tu vida terminaría, ¿por qué lo haces? Tal fácil hubiera sido no tratar de protegerme, ¿por qué...?
—Porque no quiero que tu vida peligre. —quitó su mano de la de ella tomando su rostro haciendo que lo viera. —Porque desde que te conocí quise eso, niña. No quiero que algo te pase, por eso prefiero que estés lejos ayudándome a que te lleven o te lastimen.
—Pero... aun así sales lastimado. Me proteges sin siquiera saber lo que soy y... —fue interrumpida cuando sintió un abrazo proveniente de él.
—No me importa lo que seas, aun así te protegeré al igual que tú lo haces por mi cuando me ayudas. Eso basta para mí. —acarició el cabello de ella aun abrazándola. —Lo hago por el simple hecho de que siento algo extraño, creo que... creo que siento... ese sentimiento que me dijiste antes. —rompió el abrazo tomando su rostro mirándola a los ojos con una mirada tierna como lo había estado haciendo últimamente. —No quiero perderte. —acarició su rostro acercándose un poco. Estaban a pocos centímetros cuando escucharon un pequeño toque en la puerta.
Athan rechinó los dientes separándose de ella mirando a la puerta con frustración.
—Pasa. —quiso disfrazarlo con un tono calmado, al parecer funcionó. Keira se alejó mirando a la puerta. Entró Deo con una mirada de lamento por haberlos interrumpido, tal vez se llevaría una reprimenda de parte del plateado.
—Perdón pero... ya llegaron. —dijo mirándolos. Athan asintió parándose al igual que Keira.
—Vamos. No hay que hacerlos esperar. —los tres salieron del lugar encaminándose justo a la base de la montaña donde estaban reunidos todos los dragones, algunas criaturas que ella no conocía pero sobretodo una que le llamó la atención.
Una mujer algo mayor, con aura bastante parecida a Cyrene, incluso algo mucho más fuerte que la de ella. Tenía el cabello blanco agarrado en una media cola, sus ojos eran de color verde esmeralda que resaltaban demasiado debido a su pálida piel; llevaba un largo vestido color hueso con una cadena en su cintura que llevaba unos pendientes de sol y luna. Su mirada estaba puesta en la chica de ojos miel haciendo que se sintiera incómoda.
—Bien. —dijo Karsten una vez que se unieron a ellos. —Es hora de empezar con la reunión.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top