Capítulo 21: Dos bandos.

Athan, Deo y Andrew se tensaron ante su pregunta. Era obvio que iba a preguntar eso tarde o temprano, al haberse involucrado con su mundo sin previo aviso era totalmente lógico que tuviera dudas de cada criatura, incluso si había algunas parecidas a ellos.

Cyrene frunció los labios levantándose de la silla.

—Iré a hablar con mi señora, con permiso. —el ocre se dio cuenta de inmediato que era una excusa para dejarlos solos. La tomó de la muñeca con una mirada casi suplicante de que no se fuera. —Tranquilo, todo estará bien. —le dijo en un susurro para luego salir de la biblioteca y esperar afuera.

Los tres dragones se notaban tensos y en conflicto para poder empezar a narrar la existencia de esos seres. Athan, al ser el responsable, tomó la iniciativa volteándola a ver con seriedad; una seriedad que denotaba que era algo sumamente importante.

—Sí, existen más como nosotros. —le contestó hundiéndose en su ojos color de miel.

—Son llamados: Infernales. —habló Deo. Iban a tomar turnos para poder explicarle con claridad.

—¿Por qué los llaman así? —quiso preguntar de una manera calmada pero su voz salió quebradiza, evidencia de que tenía miedo de preguntar algo incorrecto con respecto a ese tema que, claramente, era delicado.

—Por su naturaleza maligna. —dijo Andrew. —Las habilidades que ellos poseen son diferentes a las nuestras y son de una increíble capacidad de destrucción.

—Son cuatro. —dijo Athan. —El rojo, el azul, el verde y el blanco.

—También... —habló el cobrizo. — los conocemos como el rubí, zafiro, esmeralda y diamante.

—Son llamados así... —antes de que Keira pudiera formular su pregunta Andrew ya se había adelantado a contestarla. —, por las piedras que poseen.

—El primero es el rojo, su nombre es Laertes. —continuó Athan. —Es el líder, es muy controlador, ególatra y bastante astuto. —al hablar de él se le dibujó una mueca en sus labios, señal de desprecio absoluto.

—¿Has tenido conflictos con él? —esperaba no haber dicho algo inapropiado que hiciera que se enojara más de lo que probablemente ya estaba al hablar de ese ser.

—Él no —mencionó Andrew. —Karsten, el dorado, sí.

Keira no quiso preguntar nada más si ellos no querían hablar del tema del dragón dorado, lo notaba por la expresión de Athan. Siempre que hablaban del dorado ponía una mirada llena de rencor y tristeza que no podía decir porque.

—El segundo, es el azul, Urian. —continuó Andrew. —Es igual de ególatra que Laertes pero menos astuto que él, sólo un poco. Siempre tengo conflictos con él ya que vivimos casi en el mismo territorio y porque sus habilidades repelen las mías.

—¿Mismo territorio?

—Sí, él vive en el Mt. Kilimanjaro. Por eso tengo conflictos con él, es el único que vive en el mismo territorio que uno de nosotros.

—El tercero, es el verde, Obelix. —dijo Deo en su turno de explicar. —A simple vista puede parecer pacífico ya que es el que menos interés tiene en combatir pero... —se acercó un poco más. —No te fíes de él, tiene un aura siniestra que puede hacer que tus peores miedos salgan a flote. Nunca lo subestimes.

Keira se quedó sin palabras. El tono serio que había empleado le dio miedo, Deo siempre era alegre y verlo así lograba profesar su autoridad como dragón.

—El último, es el blanco, Kozma. —continuó Athan después de apartar a Deo un poco de Keira. —Sus habilidades son comparadas con las mías ya que también usa el hielo, pero no son similares. Aunque debo admitir que me causa muchos problemas por eso. —hizo una mueca al recordar. —También, —prosiguió. — no debes de confiarte con él. Puede parecer inofensivo pero es el que más oculto tiene su inteligencia y puede ser peligroso, tanto como Laertes.

Keira dirigió su mirada a la mesa procesando todo lo que acababan de explicarle. Sabía que le habían comentado lo más básico de ellos, incluso que tal vez ocultaban sus habilidades o dónde vivían para no espantarla; lo que no tenía idea era que en realidad ellos no sabían dónde se encontraban, más que Urian.

Al escuchar hablar de ellos le había causado un escalofrío, podrían ser iguales a ellos tres pero a la vez tan diferentes. Había notado que Laertes era de temer al igual que Obelix, con él debían ser precavidos según lo que le había dicho Deo.

—No te espantes. —le dijo Athan sacándola de sus pensamientos. —Te habrías enterado tarde o temprano.

—No voy a negar que si estoy un poco espantada. —contestó volteándolo a ver. —Pero no puedo evitar pensar algo.

—¿Qué cosa?

—Según lo que entendí y me acaban de explicar, ustedes tienen conflictos con ellos y unos muy grandes debido a las expresiones que hicieron al describirlos. —los tres dragones se sorprendieron ante su respuesta, entendía mejor de lo que esperaban. —Así que imagino que tienen cierto poder sobre algunas criaturas al igual que ustedes.

—En cierta forma, sí.

—Mi punto es, ¿no será obra de ellos que esos elfos nos estén persiguiendo?

Con eso puso a pensar a los dragones. Athan ya tenía sus sospechas sobre ese asunto, y más cuando se enteró que el azul y rojo habían parado con sus ataques, incluso que el verde estuviera más tranquilo y Kozma tampoco hiciera nada. No era de extrañar que también los demás tuvieran esa ligera sospecha.

—Te mentiría si dijera que no lo había pensado. —le dijo volteando a ver a sus compañeros que lo vieron con desaprobación. —¿Qué?

—¿Por qué no dijiste nada? —le recriminó Andrew.

—Porque sólo era una ligera sospecha.

—¿Y no crees que debiste decirnos? ¡También nos incumbe! —dijo esta vez Deo. Tenían razón, ellos también eran parte de esto y debían enterarse de toda sospecha que, tanto Athan como Karsten tuvieran.

—Lo lamento, me ocupé tanto en protegerla y a ustedes que no lo razoné. —pudieron notar la culpa en su voz, claramente quería ocultarles eso por protección, ese era el dragón plateado que conocían. Keira lo tomó de la mano regalándole una sonrisa.

—No te preocupes ¿sí? —le dijo aún sonriendo. —Ahora podemos encontrar respuestas juntos, yo también puedo ayudar, lo llevo haciendo últimamente ¿no es así?

—Cierto. —contestó Athan con una sonrisa. —Has sido de mucha ayuda, niña. —dijo despeinándola un poco. Keira sabía que él necesitaba alejar la culpa y preocupación que llevaba en ese momento, así que optó por recriminarle el llamarla "niña" como lo había hecho al momento de conocerlo, tal vez así reiría un poco.

—¡Que no me digas niña, lagartija! —dijo quitando su mano. Había logrado su cometido, Athan había reído.

—Supongamos que las sospechas son correctas. —dijo Andrew llamando la atención de los tres. —¿Para qué te necesitarían, Keira? Dudo que sólo por tu habilidad, deben de tener un propósito contigo.

—No lo sé. —cambió su expresión a una pensativa. —Ni yo misma sé que es lo que tengo.

—¿Crees que la gente de Cyrene pudiera ayudarnos? —preguntó Deo con esperanza a que contestara afirmativo.

—Supongo que sí, pero deben verla en persona. —comentó Andrew. Se le iluminó el rostro con una sonrisa. —Puedo hacer que venga la líder.

—¡Eso estaría perfecto! ¿Tú qué opinas, Keira? —la volteó a ver con una sonrisa.

—¡Que sí! —imitó su acción. —Ya quiero saber porque puedo diferenciar todo esto.

—Entonces está decidido. —dijo Athan volteando a ver a Andrew. —Has que venga.

El ocre asintió con una sonrisa.

Los cuatro salieron de la biblioteca encontrando a Cyrene sentada enfrente del estanque, cuando los vio se paró yendo hacia ellos.

—¿Hablabas con tu señora? —le preguntó Andrew con una sonrisa.

—Sí. Se encuentra bien. —contesta de la misma manera. —Todo está en orden allá, no ha habido cambios hasta ahora. —este último comentario fue más dirigido hacia los otros dragones debido a la preocupación del bienestar de Bastiaan.

—Me alegro por eso. —soltó un suspiro de alivio al igual que sus compañeros. —Cyrene, tu señora debe venir. Necesitamos que vea a Keira.

—Claro que sí, debo comentarle.

—Cuéntale todo, por favor.

La expresión de Keira se tornó confusa, había sentido algo bajo sus pies, un leve temblor al parecer sólo sentido por ella. No le tomó importancia y volvió a ver a Cyrene.

Lo volvió a sentir.

Esta vez sintió un escalofrío por todo el cuerpo, una especie de punzadas aparecieron en su espalda como si varias agujas se le estuvieran incrustando; escuchó unos rugidos leves dentro de su cabeza y la respiración se le estaba acelerando. Algo se avecinaba.

—Athan... —dijo tomándolo del brazo mirando toda la cueva. El recién nombrado la volteó a ver alarmándose por su expresión.

—¿Estás bien? —susurró preocupado sólo para que ella lo oyera tomándola del hombro.

—Algo... —lo volteó a ver. —Algo se avecina.

Todos la escucharon porque de inmediato la voltearon a ver con una expresión de alarma y sorpresa. Algo se acercaba y ella lo estaba sintiendo.

—¿Qué sientes, Keira? —dijo Cyrene tomándola de las manos con preocupación.

—Punzadas, como agujas. —comentó mirándola con alarma al no reconocer lo que estaba pasando. —Y varios gruñidos retumbando en mi cabeza.

Andrew se alarmó más, ya se imaginó lo que podía ser y no era nada bueno. Corrió hacia la entrada de su cueva apenas escuchó: "varios gruñidos".

—¡Andrew! —exclamaron Athan y Deo al verlo correr así.

—Quédate con ella. —le dijo Athan a Cyrene para después seguir al ocre junto con Deo.

Al llegar a la salida vieron como la arena se estaba moviendo y levantando. Dos tenues movimientos para luego desaparecer; después se volvieron a ver, sólo que esta vez fueron seguidos, acompañados de leves gruñidos. Los tres dragones se pusieron alerta al estar en medio de un repentino silencio sepulcral.

Athan miró a Keira que estaba junto a Cyrene, a unos cuantos pasos de ellos. Keira tenía la respiración un poco acelerada, los rugidos en su cabeza habían cesado junto con las punzadas. Se estaba tranquilizando hasta que sintió una presión en el pecho, estaba ahí.

—¡Athan! —gritó alarmada.

Al plateado no le dio tiempo de voltear cuando divisaron a una criatura de cinco cabezas saliendo de la arena.




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