Capítulo 20: Hogar.

Después de horas de estar volando al fin ambos dragones divisaron el desierto, Keira había dormido casi toda la mitad del camino. Había sido tardado ya que se toparon con varias criaturas, las cuales se pusieron alerta ya que los dragones nunca se reunían a menos que fuera una emergencia o situación especial, no estaban tan errados.

Athan ladeó un poco la cabeza encontrando a Keira dormida. Gracias a la cadena y que prácticamente estaba sentada encima de sus alas, no se caía. Parpadeó un poco cerrando sus ojos después emitiendo lo que pareció ser un suspiro decidido a despertarla.

«Niña, arriba. » no precisamente con tacto pero despertarla a fin de cuentas.

Keira ni se movió, su sueño era muy profundo al parecer. Ya lo había notado desde antes pero esta vez si se está pasando un poco.

«Niña, ya llegamos. ¡Arriba! » de nuevo, nada. Un sonido algo parecido a una risa macabra salió del hocico de Athan. Con sus alas la movió un poco bajando y subiendo varias veces hasta terminar con un movimiento algo similar a una turbulencia en avión. Keira abrió los ojos espantada, vio a Athan que estaba riendo -sonido raro viniendo de un dragón -, así que le dio un golpe en la cabeza.

—¡No vuelvas a hacer eso, lagartija! —le recriminó, luego se talló los ojos alejando cualquier rastro de que había estado dormida.

«Ya lo siento, niña. Pero ya llegamos. »

Keira vio hacia enfrente. Un montón de arena a su alrededor con una corriente tan fuerte que hacía que esos pequeños cristales llegaran a su rostro, haciendo que por inercia entrecerrara sus ojos para evitar que se metieran; el sol era abrasador, hasta cierto punto era agotador por lo fuerte que brillaba y emanaba los rayos UV causando un calor extremo -al menos para ella-. Siguieron volando por un rato hasta que llegaron a unas montañas, varias seguidas iluminadas por el sol, a simple vista parecía que no podía haber una cueva ahí.

Athan dio la vuelta. Ahí estaba la cueva, oculta en la sombra donde el sol no daba para ser vista por el ojo humano. Ambos dragones aterrizaron en el pequeño acantilado afuera de la cueva, Keira se bajó con cuidado para no perder el equilibrio, Athan y Deo se volvieron a transformar sentándose en el suelo debido al agotamiento de estar volando por horas y horas.

—Bienvenidos. —se escuchó la voz de Cyrene. Los tres la voltearon a ver, estaba sonriente pero se le notaba la confusión de porque estaban ahí.

—¿Quiénes son, Cyrene? —esta vez fue Andrew el que salió tocándole el hombro a su compañera con tono entre amable y autoritario, debía mantener su posición como protector del desierto. Volteó a ver hacia donde estaba clavada la mirada Cyrene encontrándose con Athan, Deo y Keira. —¿Y ustedes que hacen aquí?

—Visitando. —dijo Athan parándose yendo hacia él poniendo sus manos en los hombros del ocre con una sonrisa. —Ya te extrañaba, hermanito.

—Si claro. —nunca le creía esas palabras. —¿Qué quieres?

—¿Necesito otro motivo para visitarte? Tú hiciste lo mismo conmigo cuando estaba en Valemount. —se cruzó de brazos mirándolo divertido.

—Eso es diferente. —hizo un ademán de manos bufando. Lo volvió a ver al igual que a Deo. —Nunca vienes a visitar porque quieres. Además vienes con Deo, algo te traes.

—Bueno, bueno, te lo diré adentro. —le dedicó una mirada de súplica de que no siguiera hablando de eso, Andrew asintió.

—Está bien, entren. —se hizo a un lado dejando que ambos entraran, cuando pasó Keira le sonrió al igual que ella.

Keira no entendió que acababa de pasar, se supone que Andrew sabía todo lo que pasaba. Según había entendido anteriormente, los dragones sentían lo que pasaba con cada uno y se enteraban de todo, así que no entendía la razón por la cual dijo aquello.

Entraron a la cueva, Keira vio alrededor. Parecía simple, rocas en el centro con evidencia de que habían sido encendidas, al fondo habían unas cuantas mantas y estaba todo obscuro. Tenía la pinta de una cueva normal al igual que la de Athan, pero... Bastiaan ya había dicho algo anteriormente: "Sólo es por fuera".

Entre más se adentraron se dio cuenta que era igual a la cueva de Bastiaan, había más al fondo.

Bajaron las escaleras hasta el centro, estaba cubierto por arena y en el centro estaba una especie de estanque de arena movediza. En el techo había una roca de color azul medianoche y marino que daba luz a la cueva, también en las rocas de los costados se encontraba esa piedra y al fondo del lado izquierdo había un pasadizo que -según suponía- daba a otras montañas vecinas.

«La piedra es la benitoíta. Es la característica de Andrew. » le dijo Athan en su mente. Ahora ya conocía todas las piedras simbólicas de cada dragón, no, faltaba el dorado.

Llegaron al frente del estanque, Andrew los volteó a ver.

—Ahora, ¿qué pasó? —dijo con calma, Cyrene se colocó a su lado algo curiosa por lo que dirían esos dragones.

—¿Ya tienes una idea, verdad? —preguntó Deo mirándolo.

—Sí, más o menos. Bastiaan me avisó algo.

Deo volteó a ver a Athan con sorpresa, Bastiaan era bastante precavido en esos aspectos, siempre se aseguraba que los demás estuvieran enterados de lo que a los demás les estaba pasando. Y esta no fue la excepción.

—Entonces ya sabes. —dijo Athan acercándose a él quitándose su cadena y entregándosela al ocre. —Con esto entenderás mejor.

Andrew tomó la Alejandrita yendo hacia el estanque. Alzó su brazo con su mano encima de la arena emanando una luz naranja que hizo aparecer el mismo pozo que Bastiaan sólo que éste era de arena, colocó la piedra dentro y emitió las mismas imágenes que el bronce había visto.

Su expresión fue la misma que la del bronce, un impacto que era imposible de esconder. Al terminar de ver las imágenes sacó la piedra volteando hacia Athan.

—¡Vaya! -dijo entregándole la piedra. —Es más complicado de lo que pensé.

—Ya sabes ahora lo que ha pasado. —dijo Athan colocándose de nuevo la cadena en su cuello.

—Vengan por acá, es mejor que estar aquí con el calor. —los condujo a una puerta, los tres lo siguieron junto con Cyrene.

—No sé cómo lo soportas, Cyrene. De él lo entiendo pero ¿tú? —le dijo Deo para aligerar un poco el ambiente, Cyrene rió un poco.

—Ya me acostumbré. —Deo imitó su acción. Volteó a ver a Keira que estaba caminando detrás de Athan y por ende enfrente de él. Se acercó a ella al igual que Cyrene dejando un poco de espacio entre ellos y Athan y Andrew.

—¿Tú cómo te sientes? —le preguntó una vez estando a un lado de ella.

—Bien, con un poco de calor. Pero no entiendo lo que pasa aquí, ¿en dónde estamos? —se había perdido en la conversación, enserio no sabía que pasaba ni en donde se encontraba. De hecho no sabía en dónde se había encontrado últimamente, debía preguntarle a Athan más tarde.

Andrew abrió la puerta dejándolos pasar a lo que sería una biblioteca, había estantes de libros alrededor de la habitación, una mesa redonda en el centro de la habitación con espacio suficiente para los cinco dragones y tal vez algunos acompañantes.

Athan le indicó a Keira que se sentara abriéndole una silla, ella se sentó y junto a ella el plateado y el cobrizo. Andrew y Cyrene se sentaron enfrente de ellos.

—Se me hizo bastante extraño que aparecieran en tu territorio primero. —dijo Andrew una vez que todos estaban sentados. —¿Lo del pirolisco fue después de que yo fui y cuando te avisé?

—Sí. —dijo Athan recargando su codo en la mesa. —Justo después de que me avisaste que a ti te había lastimado.

—Con razón. —volteó a ver a su acompañante. —¿Tú qué opinas, Cyrene?

Cyrene lo vio desconcertada, no le había pedido su opinión sobre este tema desde que fue atacado por ese pirolisco. Suponía que debía decirle lo que pensó desde que vio las imágenes de la Alejandrita de Athan.

—Yo... —volteó a ver a todos y prosiguió: —, creo que no es coincidencia que haya aparecido primero en Valemount y luego que ambos gemelos fueran a Cártisoara. Tal vez me equivoque pero creo que también tuvieron que ver con el ataque del licántropo.

Deo y Athan quedaron pensativos, no se les había ocurrido esa suposición, por su parte Andrew sabía más o menos lo que ella iba a decir, la conocía muy bien como para decirlo con sólo ver sus ojos. La que los veía interrogante era Keira, quería saber en dónde se había encontrado, tenía que preguntar ahora.

—Esperen... —dijo con un ademán de manos y mirada confusa. —¿Cártisoara? ¿En dónde hemos estado, Athan? —volteó a verlo interrogante y un poco alarmada, odiaba no saber en dónde se encontraba y de seguro lo iba a golpear si no le decía en ese preciso momento a dónde la había llevado.

—Se nota que no pones atención, niña. —comentó Athan con una risa burlona.

—¿Cómo quieres que me dé cuenta si me la he pasado en tu lomo todo el tiempo, lagartija albina? —lo miró enojada.

—¡Y dale con lo de albina! —parecían dos niños peleando, eso hizo que los tres que estaban en el salón soltaran una risa tenue al verlos peleándose. Athan meditó un poco y volvió a su posición anterior. —Aunque creo que no te lo había comentado anteriormente.

—¡¿No le has dicho en dónde vivimos?! —lo reprendió Andrew. —Nunca le dices nada, ¿qué haré contigo? —negó con la cabeza.

—¿Y por qué sólo me regañas a mí? También Deo estaba con nosotros. -ahora estaba a la defensiva, a veces ni parecía el mayor de todos.

—Porque es tú culpa el no decirle, segundo al mando. —Athan bufó. —Bueno, hay que comentarle. Empieza, Athan.

—No me mandes. —lo fulminó con la mirada y volteó a ver a Keira. —Nosotros vivimos en lugares que se adecúan a nuestro poder, lugares en los que nuestros antecesores han vivido por años.

—¿Cuáles son esos lugares? —y su curiosidad volvió a despertar.

—Verás. —se acomodó mejor para poderle explicar. —Nosotros vivimos en Canadá, ¿correcto?

—Sí, yo vivo en el pueblo de Valemount justo al lado de un bosque y el Mt.Robson.

—Ahí vivo yo, en el Mt.Robson. —Keira se sorprendió pero entendió por qué el lugar donde se encontraba su cueva era tan familiar, lo había visto de lejos más nunca acercado. —Ese monte es bastante frío para mí, al ser el dragón plateado mis habilidades requieren del frío y ese lugar lo tiene para que yo pueda vivir sin problemas. También tiene la altura para poder ver lo que sucede en tú pueblo y los más cercanos para notar de inmediato si están en peligro o no.

Keira asintió entendiendo, a pesar de que era una corta explicación era suficiente como para entender lo esencial. Athan se aclaró la garganta para poder continuar con su relato.

—Bastiaan vive en Rumania, específicamente en Cártisoara en el Lago Bâlea. —Keira recordó el paisaje donde se encontraba la cueva de Bastiaan, también vino a su mente el hogar de los licántropos.

—Entonces... —los miró a todos y luego a Athan. —Ese es el hogar de los licántropos también.

—Exacto. —continuó Athan. —Los licántropos viven en el sur del lago, pasando las montañas Fadaras, ¿recuerdas?

—Sí, recuerdo como lucía todo.

—En Rumania es donde se encuentras varias criaturas que solamente has leído en libros. Licántropos, vampiros, sílfides, ninfas... —Keira volteó a ver a Cyrene que le sonrió.

—Nosotras... —le empezó a explicar. —Vivimos en diferentes partes no sólo en Rumania, depende del clima son las ninfas que hay. Yo soy una ninfa del bosque, cerca de donde están los licántropos.

—Ahora que recuerdo, con Bastiaan había alguien parecida a ti, con tu misma aura.

—Sí, una ninfa de agua debido al lago.

—Bastiaan vive en Rumania... —continuó Athan. —Porque como dragón de bronce sus habilidades requieres climas húmedos y propensos a lluvia, él se acomodó allí. Además que está en el centro donde puede vigilar a todas las criaturas que están a su cargo debido a que, técnicamente, viven alrededor de él. Ahí estábamos nosotros.

—Dijiste que vendríamos con Andrew, a... áfrica. —volteó a ver a Andrew, éste se acercó recargando sus codos en la mesa.

—Así es, esto es áfrica. —señaló con la vista a todo el lugar con una sonrisa, volvió a verla. —Siendo más específicos: el desierto del Sahara.

—¡Pero... es muy grande!

—Exacto y por ende más trabajo. —rió un poco bajo. —Yo vivo en las Montañas Ahaggar, alrededor hay volcanes, colinas, macizos montañosos como el Adrar de los Iforas, más montañas. —Andrew conocía a la perfección su terreno, tenía que hacerlo, era el más grande de todos. —Vivo aquí porque mis habilidades son referentes a la tierra, la temperatura, y necesito un clima caliente para poder sobrevivir ya que si viviera en un lugar como el de Athan o Deo me moriría.

—¿Qué clase de criaturas habitan aquí? —dijo Keira adoptando la misma posición que Andrew.

—Por mencionar algunas: basiliscos, cíclopes, hidras. —explicó. Keira ya había leído un poco de aquellas criaturas, y sonaban aterradoras por las lecturas que había hecho. Sobre todo porque estuvo presente en el ataque del pirolisco que era de la familia de basiliscos. Así que más o menos ya se imaginaba la clase de peligros que Andrew debe pasar todos los días. —No pongas esa expresión, no me pasa nada. Los venzo fácilmente. —le sonrió a la chica para aligerar su miedo, lo cual había funcionado.

—Y, Deo... —volteó a ver al cobrizo. —¿Dónde vives?

—Yo... —dijo Deo imitando la posición. —Vivo en Escocia, en el castillo de Fioram.

Keira abrió los ojos con asombro, había oído de ese castillo y lo popular que era, entonces ¿cómo...?

—P-pero... ese lugar es turístico, ¿cómo...?

—¿Le hago para pasar desapercibido? —completó su pregunta. Keira asintió. —El castillo esta "abandonado" —hizo comillas con sus dedos. —, y está prohibido entrar. Por ende, nadie me ve.

—Buena fachada. —dijo Keira, los dragones asintieron estando de acuerdo, Deo guiñó un ojo y Cyrene sonrió.

—En Escocia lo que más predomina son los bosques, colinas e incluso es famoso por el Lago Ness. -—ecargó su mentón en la mano empezando a explicar.

—Famoso por el monstruo ese. —dijo Athan un poco fastidiado con una ademán de manos, odiaba esa historia. Esa criatura se había dejado ver ocasionando las múltiples leyendas sobre el lago y Escocia.

—Pues sí, el monstruo ese, como le dices es pacífico mientras no lo hagan enojar. —dijo Deo defendiendo a la criatura.

—Siempre está enojado, cuando lo ven se asustan y se enoja. —dijo Athan, no quería perder la discusión. —¡Es horrible!

—¡Mira quién habla! —le dio un pequeño golpe en la cabeza. —Sí es parecido a nosotros pero sin alas y acuático.

Keira, Andrew y Cyrene soltaron una carcajada por la pelea infantil de esos dos dragones.

—¿Qué es esa criatura? —preguntó Keira una vez que dejó de reír. Deo la miró mientras Athan se sobaba la cabeza.

—Es un leviatán. —contestó. El simple hecho de escuchar el nombre había causado un escalofrío recorriendo la espina dorsal de Keira, incluso en Andrew y Athan. —Es el más rebelde de las criaturas que tengo a mi cargo; las otras cómo la ondina, o ninfa acuática, nagas, dríadas, centauros, incluso algunos elfos son más pacíficos que esa criatura.

—¿Nagas, dríadas? —no entendió esos nombres, nunca los había escuchado.

Athan vio a Deo con una sonrisita. —Anda, te toca explicar.

Deo lo fulminó con la mirada pero le iba a explicar a la chica. Para eso se paró tomando su silla y colocándola a un lado de Keira quedando a su lado izquierdo y Athan en el derecho, así le podía explicar mejor.

—Una dríada es una especie de duende de los árboles con aspecto femenino. —empezó su explicación con sus típicos movimientos de manos. —Están ligadas a un árbol y reciben el daño que se le hace, también son las causantes de que florezcan. Su piel y cabello cambia con la estación así que prácticamente es la que le da vida a los árboles.

—¡Wow! Son increíbles. —exclamó Keira con asombro.

—Bastante, tienen una magia muy poderosa para poderle dar vida a los árboles y plantas ahí cerca. Me ayudan bastante. —dijo sonriente. —Las naga —continuó. — son serpientes semi-divinas. Son las que me ayudan a vigilar a los humanos y que de vez en cuando me ayudan a poner orden.

—Wow... —casi suspiró. Era demasiada información que ellos se aseguraban de dársela lo más breve posible para poder entenderla y eso se los agradecía mucho. —Sus hogares son increíbles, ustedes también son asombrosos. —volteó a ver a los tres dragones regalándoles una sonrisa, les había subido el ego sin saberlo. Volteó a ver a Athan. —¿Tan difícil era decirme eso?

—¡Ay! No sabía cómo decírtelo, fue más fácil que ellos te explicaran sus respectivos territorios, excepto Bastiaan pero fue más fácil a fin de cuentas. —se defendió el plateado. Keira soltó una pequeña risa por su actitud a la defensiva que había tomado en ese momento.

Quedó pensativa un momento y el ambiente se tornó en un silencio un poco incómodo. Había escuchado todas las explicaciones de cada criatura con la ellos congeniaban y era cada vez más complejo todo, pero sonaba muy "tranquilo" a pesar de decir que tenían sus conflictos.

¿No había más? ¿No hay una explicación para lo que ella había vivido con esos elfos?

Debía haberla...

—Pero... —rompió el silencio. —Entiendo que ustedes son los dragones que custodian todos esos territorios y que son los benevolentes, pero hay algo que me tiene en duda desde hace rato... —los tres dragones se tensaron, se imaginaban lo que iba a preguntar y por obligación tenían que contestar, tenían que contarle aunque todo este tiempo querían ocultárselo para no incrustarle más miedo del que podría tener ya.

—¿Qué cosa, Keira? —habló Deo con su tono calmado pero por dentro hecho un manojo de nervios, en esos aspectos era el que más calma tenía.

Estaban preparados para recibir la pregunta y contestar con la verdad desde el principio y decirle de una vez por toda que era relacionado con lo que ella estaba pasando, o al menos eso eran sus sospechas.

—¿Existen otros dragones aparte de ustedes?

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top