Capítulo 18: Los infernales.
El eco de las gotas golpeando la roca de la cueva mientras unos pasos se escuchaban de lejos. En el fondo, rodeado de oscuridad y con rubíes iluminando con esa hermosa luz roja que emanaban, estaba un chico sentado a la orilla de un pequeño lago ubicado en el centro mirándolo fijamente.
—Señor. —dijeron a sus espaldas. El chico soltó un suspiro ladeando la cabeza para verlo de reojo.
—¿Qué? —su voz era ronca, seria y fría. No se movió de su lugar para nada, solamente se limitó a verlo.
—Llegaron noticias de Eldan y Belden. —se notaba en su voz el miedo que le tenía al chico, miedo de decir algo incorrecto y ganarse un castigo.
—¿Y qué dicen? —flexionó su pierna derecha poniendo su brazo en su rodilla. Esa posición le daba un poco más de poder de intimidación.
—No la han encontrado, pero hallaron algo interesante. —no necesitó más información, pudo leer su mente en cuestión de segundos.
El chico se paró, volteó a ver al sirviente que de inmediato fue infundado por el miedo y respeto. La luz de los rubíes lo cubrieron dejando ver mejor su apariencia. Un chico alto, cabello pelirrojo un poco largo con un flequillo que caía levemente por sus ojos verde aceituna que profesaban temor con solo verlos, de piel blanca de apariencia frágil, y facciones finas y apuesto; vestía unos pantalones negros y saco largo del mismo color cubriendo su pecho descubierto, y estaba descalzo.
—Puedes irte, elfo. —no le importaba aprenderse los nombres de sus sirvientes, al menos del que le servía en este momento.
Fijó su vista en el lago, esbozó una sonrisa un tanto siniestra que escondía muchas cosas al igual que sus verdaderas intenciones.
Subió a su habitación echándose en su cama, puso sus brazos detrás de su cabeza cerrando sus ojos. Respiró lentamente concentrándose a la vez que se relajaba.
«Vengan» habló en su cabeza, más bien ordenó.
Se quedó dormido por unos minutos, o tal vez horas. No las contó. Abrió los ojos lentamente al escuchar unos sonidos familiares, se levantó con pereza saliendo de su cueva y recargándose con los brazos cruzados en la entrada. Esperó por un momento, un aburrido momento para ser exactos.
«Laertes. » lo interrumpieron. El recién nombrado abrió los ojos mirando hacia arriba, divisó a un dragón de color azul aterrizando.
El pelirrojo se acercó poniendo sus manos en los bolsillos de su saco. El dragón azul se cubrió con sus alas y se transformó en un chico con la misma vestimenta que el pelirrojo, cabello negro, y ojos café, un café que los hacían lucir hermosos; sin embargo, escondían una intimidación horrible.
—Bienvenido, Urian. —dijo Laertes cuando él chico se acercó.
—Dijiste que viniéramos ¿no? Pues aquí estoy. —su tono era despreocupado pero se notaba que le tenía un gran respeto a ese pelirrojo.
—Como siempre, eres él primero en llegar. —empezó a caminar de nuevo hacia la cueva seguido por él moreno.
—Bueno, no puedo ignorar el llamado de mi superior ¿o sí?
—Muy cierto, dragón azul.
—No hay problema, dragón rojo.
Laertes esbozó una sonrisa de superioridad al escuchar su nombre como dragón rojo. Se sentía orgulloso de decirlo, al igual que presumía el poder que poseía al ser el dragón de más alto rango.
Llegaron al centro de la cueva, no pudieron siquiera sentarse o hacer algo más, cuando fueron interrumpidos por otro dragón.
—Vaya que eres rápido, Urian. —dijo un chico terminando de bajar y colocándose a un lado del recién nombrado. —Se me hizo difícil alcanzarte.
—Aún así, llegaste después de mí por unos minutos. —rió viendo al susodicho.
El chico era de la misma estatura que Urian, cabello castaño, un poco largo agarrado en una coleta, piel blanca y ojos miel; de vestimenta con cualquiera de los demás. Sus facciones eran mucho más finas que la de los otros dos, y tenía un aspecto mas despreocupado.
—Ahora sólo debemos de esperar a Kozma. —dijo Laertes hincándose al borde del lago seguido de los otros dos dragones.
—Ese albino siempre se atrasa. —dijo el azúl tocándose la frente.
—No todos vivimos cerca, azulito. —se escuchó a sus espaldas. Voltearon a ver al chico. De apariencia fina y delicada, de cabello rubio un poco largo, piel blanca casi pálida y ojos azules grisáceos. Un chico realmente lindo.
—Ahora ya estamos todos. —anunció el dragón rojo con una sonrisa.
Los cuatro dragones se acercaron mirando al lago. Profesaban un aura tenebrosa y sombría, que con solo verlos daba un temor tan grande que hacía que la piel se tornara de gallina. Ellos eran los enemigos de los dragones benevolentes, eran los llamados dragones infernales.
Con toda la habilidad de competir contra los benevolentes. Con la ayuda de sus poderes podrían ser cuan temibles quisieran y también gracias a la enorme inteligencia que poseían. Eran cautelosos, siniestros, calculadores.
El líder era Laertes, él dragón rojo. El más inteligente, al igual que poderoso. Poseía un ego bastante grande, que a cualquiera lo consideraba inferior, claro para él sus compañeros eran dignos oponentes al igual que los benevolentes.
El que seguía era el dragón negro, poco se sabía de él. Al igual que el rojo era bastante poderoso como inteligente. Su identidad sólo era conocida por ellos.
Después era el dragón azúl, Urian. Inteligente, aunque no tanto como Laertes o el negro. Muy impulsivo y bastante metódico, cosa que les servía de mucha ayuda a sus compañeros.
Luego estaba Obelix, el verde. Despreocupado, sin intenciones de atacar a los benevolentes o cualquier otra especie. Bastante protector, si algo o alguien atacaba a los que apreciaba sacaban lo peor de él.
Por último el blanco, Kozma. De inteligencia escasa según sus compañeros. Sin embargo, eso dejaba ver por fuera, la realidad: un calculador extremo, mucho más de lo que podían esperar de él.
Los cinco, llamados infernales. Reinados por la oscuridad hasta lo más profundo de su ser.
—¿Y Mecancton? —dijo Urian sentándose del lado izquierdo de Laertes.
—Es cierto, ¿no va a venir? —le siguió Kozma colocándose al lado de él mientras que Obelix se sentó del lado derecho de Laertes.
—Por ahora no. —contestó el rojo pasando su mano por el agua. —Está ocupado.
Con el movimiento de las ondas se formó la imagen de Keira, Eldan y Belden y el incidente del pirolisco.
—Esa chica tiene un don especial, eh. —dijo Kozma mirando las imágenes con una media sonrisa dibujada en el rostro.
—Y no sólo eso... —comentó Obelix con mirada despreocupada mientras jugaba con su coleta. —Está acompañada. —señaló el lago. Todos voltearon a ver a la imagen que el verde había mencionado anteriormente.
—Así que... ¿Está con ella? —dijo Urian con una sonrisa, le daba gracia mirar el esfuerzo que hacían para protegerla.
—Athan... —terminó por decir Laertes con esa sonrisa que dejaba millones de dudas para interpretar lo que significaba. —Esto será interesante.
—¿Qué planeas hacer, Laertes? —dijo Obelix volteándolo a ver con desgano. —Los elfos no se han dado cuenta que el plateado está con ella.
—Por ahora está bien así. —contestó con una pequeña y tenue risa. —Dejemos que se confíen. Cuando los tengamos donde los queremos, entraremos en acción.
Los demás sonrieron al igual que él. Una sonrisa siniestra acompañada de una risa. Esa risa podría causar escalofríos a cualquiera que la escuchara, lo cual funcionó, les causó temor a los que estaban a su servicio.
—Esto le gustará a Mecancton. —volvió a reír.
—No lo dudes. —comentó Obelix recargando su mentón sobre su rodilla flexionada frente a él. —Le encantará.
—Pronto será el momento, la piedra está muy cerca. —volteó a ver a Kozma haciéndole una media sonrisa. —Tú sigues después.
Kozma sonrió y asintió.
—No te decepcionaré. —le aseguró. Laertes sólo asintió.
—"Despacio, despacio, confiando en sus instintos será traicionado por las llamas del infierno..."—murmuraba con una sonrisa en el rostro. Sus ojos se tornaron de un violeta brillante dejando aparecer en su rostro unas pocas escamas rojas mientras cantaba.
No dijeron nada. Sabían que cuando cantaba esa pequeña frase era que estaba pensando en algo y lo mejor era no interponerse.
El líder, con su voz siniestra cantaba e ideaba para poder competir contra aquellos que consideraba dignos de enfrentar, causando temor de aquellos planes precisos usando a cada uno para obtener su objetivo.
"Pronto superaremos a esas criaturas inferiores, sólo esperen hermanos míos..." pensó mientras esbozaba una sonrisa decidida.
Estaban listos para el próximo paso. Decididos a poseer la preciada gema que habían buscado desde hace tiempo, para eso les hacía falta esa chica de extraño don.
Su plan tomaba el curso que necesitaban, sólo les faltaba el factor sorpresa: ellos.
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