Capítulo 11: Las piedras.

El sol comenzaba a colarse por la entrada de la cueva haciendo que el hielo brillara cual cristal. Los rayos reflejados le dieron a Keira en los ojos despertándola, abrió los ojos poco a poco parpadeando para acostumbrarse. Al abrirlos por completo se fijo en la imagen tan hermosa de los diferentes colores que mostraba el hielo, sonrió ante el paisaje —si se podía llamar paisaje—.

Miró a su alrededor, se encontraba abrigada con una enorme ala plateada y una cola como almohada. Aunque no lo pareciera el ala era bastante cálida y la cola muy cómoda. Volteó hacia atrás observando a Athan dormir plácidamente, se veía tan indefenso en esa forma que nadie se imaginaria que era un dragón salvaje.

Se acercó un poco más, temerosa puso su mano en el hocico de Athan empezando a acariciarlo como si fuera una mascota. Sonrió al verlo removerse un poco. Athan abrió los ojos.

«No soy un perro ¿sabías? » habló en su mente. Keira rió.

—Sí lo sé, pero eres tierno así. —contestó con una sonrisa adornando sus labios.

«¿Así cómo? » abandonó su posición volviendo a transformarse en humano, restregaba sus ojos debido al sueño.

—Dormido.

Eso lo despertó por completo. Se paró acercándose a ella, Keira retrocedió debido a lo imponente que era él; más fuerte y más alto, sus ojos eran negros que daban un poco de miedo teniéndolo tan cerca. Chocó con la helada pared debido al hielo, Athan puso sus brazos a su alrededor aprisionándola.

—No...—dijo Athan cerca de ella en un susurro, Keira sentía que sus piernas flaqueaban, era la primera vez que lo tenía tan cerca.—...me veo tierno dormido.

—Sólo un poco.—Keira se alejó de él con habilidad que ni siquiera ella sabía que tenía. Por la cercanía de él había sentido que su rostro se tornó rojo, por primera vez se había sonrojado.

—Ey.—Athan la tomó del brazo haciendo que lo viera, la miró arrepentido.—Lamento... si te asuste ahorita.

—No me asustaste. —mintió, si se había asustado un poco.—Aunque tus ojos así de negros si causan un poco de terror.

—Me han dicho eso varias veces.—rió.

Keira se fijo en un collar que llevaba alrededor del cuello, no lo había visto antes y había despertado su curiosidad.

—¿Has llevado eso todo este tiempo?—le dijo curiosa sin despegar sus ojos del collar.

—¿Qué cosa?

—Eso.—señaló el collar con su dedo.

—Ah, esto.—sonrió. Tomó la cadena de plata quitándosela del cuello y mostrándosela a Keira.—Es la piedra que me identifica, el símbolo de que soy el dragón plateado.

—¿Qué es?—dijo Keira tomando la piedra en su mano. Era pequeña solamente agarra a la cadena de plata, no de le veía color específico si no que cambiaba de color al momento de moverla. No era  pesada, era más bien ligera y totalmente hermosa.

—Se llama: Alejandrita.

Un ruido los distrajo. No se habían percatado de que Deo estaba allí, voltearon a verlo encontrando a un dragón cobrizo estirándose en su forma humana.

—¿De qué tanto hablan que no dejan dormir?—dijo Deo terminando de estirarse.

—¿Aún quieres dormir, flojo?—dijo Athan riendo.

—Te recuerdo que volé mucho para ir con Bastiaan y regresar lo más rápido que pude. Eso cansa como no tienes idea.

—Sí, sí, deja de quejarte princesa.

—¿Princesa? —Athan se preparó para el ataque que pronto recibiría cerrando sus ojos.—¿Princesa?—hizo una pequeña pero cardiava pausa.—¡¿Princesa?!—y le lanzó un ataque de fuego en la cabeza que, como era de esperarse, no le hizo daño pero si le produjo un dolor de cabeza inmenso.

Keira se quedó con los ojos bien abiertos ante tal acto por parte de Deo. ¿Acaso él era así de verdad?

—Y así... —le dijo Athan en un susurro— es cómo me tratan.

—Dejando de lado que me llamaste así —se acercó a ellos, puso una mano en el hombro de Athan como disculpa y prosiguió—: ¿de qué hablaban?

—Le estaba mostrando a Keira la piedra.—dijl Athan tocándose la cabeza y hablando en susurros. Deo sonrió divertido planeando molestarlo con eso.—Ni se te ocurra gritarme porque no respondo.

Y así los planes de Deo se fueron por el drenaje.

—Así que... la piedra ¿eh?—dijo en un intento de alivianar el ambiente el cual funcionó. —¿Qué le has dicho?

—Nada.—habló en su tono bajo por el dolor de cabeza que estaba sufriendo.—Nos interrumpiste.

—Lo siento.

—Como digas.—miró a Keira que estaba preocupada por su estado, le guiñó un ojo y continuó con su explicación anterior: —La piedra aparte de ser mi símbolo, guarda mis poderes, como evidencia de que los poseo.

—¿Es la fuente de tu poder?—dijo Keira mirándolo y luego a Deo.

—No del todo.

—Verás...—habló Deo para explicarle mejor, Athan dejó que lo hiciera.—Esta piedra guarda nuestros poderes como evidencia de que somos los dragones que los poseen, si esta en manos de otro dragón esos poderes se salen de control al quererlos usar y atacan al "impostor".

—¿Cómo un escudo?

—Exacto.—Deo sonrió. —Cómo un escudo. La piedra protege nuestra identidad y del próximo dragón que esté en la línea de sucesión, si alguien llega a poseer la piedra podrá tomar la identidad del dragón al que se la ha quitado.

—Pero... ¿Cómo, si acabas de decir que ataca al impostor?

—Si ese ser es compatible con la sangre del dragón la piedra lo acepta como tal. Por eso la protegemos a cualquier costa, todo dragón tiene una, hasta yo.—se fue a sentar en una piedra junto con Athan que estaba agarrando su cabeza por el dolor.

—¿Tú?—se acercó a ellos hincándose. —¿Cuál?

—Esta.—de su cuello sacó una cadena de cobre con una pequeña piedra azul-verdoso colgando de ella.—Se llama: Grandidierita.

—¿Gran... qué?

Deo rió.

—Un nombre raro, pero su color caracteriza donde vivimos y nuestros poderes.

—Es hermosa.

—Gracias.

—Pero que nombres más extraños.—rió un poco.

—Los nombres —habló Athan acomodándose mejor. Al parecer el dolor había cesado.— son porque las piedras son de las más raras del mundo, difícilmente pueden verlas. Yo tengo una Alejandrita, Deo una Grandidierita, Andrew una Benitoíta, Bastiaan una Tanzanita.

—Qué raros nombres.—Keira sonrió. — Pero deben de ser muy hermosas.

—Lo son.—dijo Deo.— Cada una más rara que la otra, por orden de sucesión es la rareza de la piedra. El que tiene la más rara es el dorado.

—No hables de eso, Deo.—dijo Athan callándolo.—Estas piedras también nos avisan de los enemigos, nos muestran memorias, en fin, muchas cosas. Son como nuestras consejeras, escudo, identificación.

—Que interesante.—dijo Keira con una sonrisa.—¿Ya pasó el dolor?

—Sí —sonrió gentil.— Gracias.

—Bueno...—dijo Deo parándose y dándole la mano a Athan para que se pare.—Mejor salir ahora para no llegar tan tarde, ¿no crees?—Athan le tomó la mano y se paró, fue con Keira ayudándola a parar y vio a Deo.

—Tienes razón.—dijo con una sonrisa. Volteó a ver a Keira.—¿Lista?

—Lista.—contestó sonriente y decidida, se sentía valiente, decidió dejar toda su tristeza de dejar a su madre y amigos atrás y solamente mirad al futuro, mirar en la seguridad de Athan más que en la de ella misma ¿por qué? Sólo sentía que debía hacerlo.

—Bien.—la jaló fuera de la cueva parando donde estaba el acantilado.—Que conste que tú dijiste que estabas lista.

—¿Qué?—lo miró confundida.

—Ya verás. —sonrió con picardía, algo tramaba.

—Espera, Athan...—la empujó sin siquiera avisar.—¡Athan!

—Oye —dijo Deo colocándose al lado de él. — me parece que exageraste.

—¿Tu crees?—miraba a Keira como caía.

—Sí, y bastante.

Athan veía al acantilado como caía ella, algo se removió dentro de él al verla caer hacia la muerte. Sí se le había pasado la mano, no quería verla gritar. Sin decir nada se aventó tras ella sorprendiendo a Deo por su acción, no se aventaba por nadie y ahora se aventaba por ella —claro que él lo causó—, para salvarla.

Se transformó en dragón recogiendo a Keira, tenía los ojos cerrados por el miedo de caer y morir. Al sentir las escamas de Athan abrió los ojos cristalizados por las lágrimas que amenazaban con salir, lo golpeó con fuerza.

—¡Eres un idiota maldita lagartija albina!—le gritó mientras lo golpeaba con lágrimas escurriendo por sus mejillas.

«Keira, espera.» trató de tranquilizarla sin éxito alguno.

—¡Cállate lagartija estúpida!

«Keira...»

El llanto no cesaba, estaba bastante asustada y dolida por lo que él había hecho, ni siquiera le importaba porque lo hizo sólo sabía que le dolió. Tal vez para probar su valentía, si superaba ese miedo podría con lo que sea.

Athan bajó al bosque, una vez en tierra Keira bajó casi de inmediato apoyándose en el tronco de un árbol calmándose poco a poco. Athan se volvió a transformar y fue con ella.

—Keira...—tenía miedo de tocarla, había hecho mal en repetir lo que su padre le había hecho cuando niño.

—¡No me toques!—lo miró con ojos llorosos, eso a Athan lo quebró, si se equivocó. —Athan... ¿Por qué?

—Lo lamento, lo hice porque así nos hicieron a nosotros los dragones para no sentir miedo. Creí que haciéndote lo mismo no tendrías miedo en el viaje que vamos a hacer.—la tomó por los hombros acercándola a él formando un abrazo, acarició su cabellera con protección.—Perdoname por asustarte, no... no te volveré a hacer nada, te lo prometo.

Keira ocultó su rostro en el pecho de él, ahora se sentía protegida; entendió el mensaje y de alguna forma ya no tenía miedo.

—Estoy bien —lo miró sin romper el abrazo.— creo que... lograste tu cometido, ya no tengo miedo.

—Lo lamento enserio.

—Está bien.—le sonrió, esa calidez lleno a Athan de alegría.—Yo... lamento haberte dicho maldita lagartija.

—De hecho ya me acostumbre a que me digas lagartija, una palabra más no hace daño.

—Que egocentrista.

—Si tu lo dices, niña.

Keira rió, ya le gustaba ese apodo.

—Aw, que lindos.—dijo Deo caminando hacia ellos.—Perdón por romper el momento pero entre más nos tardamos más tarde llegaremos.

—Sí, sí, ya vámonos o la princesa se enojará.

—¿Princesa?

Athan se hecho a correr transformándose y esperando a Keira subiera, ella entendió que muy pronto recibiría otro ataque así que subió rápidamente. Una vez que la sintió emprendió vuelo.

—¡¿Princesa?! —gritó Deo transformándose luego siguiéndolo. No lo atacó sólo rió, le agradaba que ambos se molestaran así era su lazo de dragones, eran —en cierto modo— familia.

«Tranquila niña, el viaje será rápido puedes dormir si lo deseas.» dijo Athan para tranquilizarla.

—¿A dónde vamos?—dijo agarrándose fuerte de la cadena y acomodando su rostro en su cabeza, era cómodo.

«Con Bastiaan, a un lugar cerca del mar.»

—¿Quién es Bastiaan?

«El más cercano a mi, el dragón de bronce. »

Keira no dijo nada más, se acomodó para admirar mejor el paisaje. Sólo le quedaba esperar a que llegaran a su destino, el hogar del dragón de bronce.

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