Capítulo 1: Curiosidad


  Sin bajar de ese acantilado. Solamente como espectador, viendo, admirando, soñando...

  Resopló. Abandonó su posición alejando su cola de su cuerpo, levantando la cabeza, abriendo sus alas ocasionando un gran y fuerte viento. Dio media vuelta y entró a su cueva. Se sentó y acostó cubriéndose del frío con su cola.

  "¿Qué se sentirá ser humano? ¿Diferente?"

  Seguía muy sumido en sus pensamientos. Tanta curiosidad lo mataba, su amigo Bastiaan le contaba muchas cosas sobre esa vida de los mortales y quería verlo con sus propios ojos.

  "¿Es obra tuya esto?" fue su amigo entrando a la cueva. Hermosas escamas color bronce, alto e intimidante. Se secó el agua que escurría por su cuerpo mirando a su amigo.

  "No lo había notado." contestó.

  "¿Otra vez esos pensamientos Athan?" se sentó al lado de él.

  Athan se incorporó mirando a su amigo.

  "Un poco".

  "Mejor aléjalos porque haces que llueva a cántaros ".

  Athan le dedicó una mirada asesina.

  "No me mates". Dijo a la defensiva Bastiaan. " Mejor me voy".

  Dicho esto abandonó su posición y salió de la cueva. Dio un último vistazo a su amigo y se fue volando dejando a Athan en su soledad.

  Athan seguía pensando, ¿debía olvidarlo? ¡No!

  Tomó una decisión. Se paró y salió. Abrió sus alas dejando que el agua las cubriera. Las abrió más y emprendió vuelo.

  Disfrutaba el viento en su rostro, el agua en sus escamas y alas. Bajó en picada con rapidez, el agua y el viento empezaron a circular alrededor de él creando un torbellino cubriéndolo. El agua lo cubrió por completo cuando se acercaba al suelo, cerró sus ojos.

  Posicionó sus pies en la tierra. El agua iba desapareciendo poco a poco. Sus patas traseras se convirtieron en piernas, las delanteras en brazos, su rostro se tornó a la de un chico bastante apuesto; con pelo negro con rayos rubios en el fleco que casi podría cubrir su ojo izquierdo, ojos negros, facciones finas. Sus alas desaparecieron, solamente dejaron un tatuaje de espirales que cubría toda su espalda.

  Tomó la forma de un humano. Abrió sus ojos lentamente acostumbrándose al cambio. Echó un vistazo al bosque, los árboles, la tierra, el río que cruzaba por ahí.

  El viento sopló. Frío. Se cubrió con sus brazos como reflejo.

  "Que extraño" pensó mirando su acción.

  —Ahora vas a tener frío más a menudo.—dijo una voz de la nada. Athan la buscó por todas partes.—Por acá.

  Volteó hacia atrás y ahí estaba... Bastiaan. Era igual a él, un humano. Alto al igual que él, piel un poco bronceada, cabello rubio cobrizo, ojos café y las facciones un poco mas duras pero finas a fin de cuentas.

  Estaba vestido con unos pantalones negros, playera roja, chaqueta negra con una gorra cubriendo su cabello, tenis negros y guantes negros. Bajo su brazo llevaba una pequeña maleta negra.

  —Es parte de ser humano.—dijo Bastiaan acercándose a él con una sonrisa. Quedó frente a él.—¿Por qué tan sorprendido?

  —Estás... estás hablando.—se sorprendió al escuchar su propia voz. Esa voz masculina y melodiosa. Bastiaan rió.

  —Igual tú.

  —Eres igual que yo...

  —¿Humano? Sí, lo hago seguido.—se rascó un poco la sien riendo nervioso.—Toma.—le dio la maleta.—Es mejor que te cubras. En este mundo puedes enfermarte de cualquier cosa cuando estás bajo la lluvia.

  Athan abrió la maleta sacando la ropa que había dentro. Pantalones negros, playera azul, una chaqueta y zapatos negros. Miró a Bastiaan que le hacía señas de que se fuera a cambiar.
  Fue atrás de un árbol y se cambió lo mas rápido que pudo. Salió terminando de acomodar la chaqueta y poniéndose la gorra.

  —¿Mejor?—preguntó Bastiaan sentado en una roca bajo un árbol.

  —Sí.—se acercó a él sentándose a su lado.

  —Ya entrarás en calor. Ahora desaste de esta horrorosa lluvia, esta colmando mi paciencia.

  —¿Puedo hacer eso aún siendo humano?

  —Claro, me olvidé que es la primera vez que te transformas.—lo volteó a ver.—Tus habilidades como dragón no desaparecen ni cambian, puedes utilizarlos. Solo tienes que pensar que quieres hacer y usar las manos, claro que debes controlarte porque al ser nosotros dragones nuestra ira se sale de control y pueden desatar nuestros poderes y, a veces, quitar la transformación.

  Athan se sorprendió. Nunca se había imaginado que eso era posible. Ni siquiera se había creído capaz de hacer lo que hizo.

  —No me esperaba menos del dragón de bronce.—mencionó Athan mirando hacia el cielo.—Lo intentaré.

  Extendió su mano hacia el cielo mirándolo fijamente. La abrió y ejerció un poco de fuerza en ella, su concentración era mucha. Las nubes se dispersaron, las gotas de lluvia dejaron de caer, el viento dejó de soplar muy fuerte, los rayos del sol salieron. Cambió el clima a uno soleado.

  —No fue tan difícil, ¿o sí?—dijo Bastiaan sonriendo.

  —Cállate.

  —Si me callo no te podré decir que necesitas un lugar para quedarte, no puedes vivir en la cueva si quieres explorar este mundo.

  —¿A dónde voy?

  —Aquí cerca hay un pequeño pueblo. Puedes ir allá y experimentar la vida de los mortales como un chico de 18 años.—se paró estirándose un poco.—Toma.—le dio su cartera.— Lo necesitarás, yo debo irme.

  —¿De vuelta al desierto?

  —Sí. Alguien tiene que poner orden allá. Adiós, Athan.

  Corrió un poco y de inmediato se transformó en ese dragón de bronce emprendiendo su viaje.

  Athan suspiró y caminó lejos del bosque. Se le hacía raro caminar así pero a la vez interesante. Llegó a la entrada del pueblo. Varias casas, tiendas, coches, etc.

  —Que rara forma de vivir.

  Se quedó admirando el pueblo por un rato. Su aventura iba a comenzar en ese mismo momento.

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