V. De fire mestrene

CHAPTER 5
THE FOUR CHAMPIONS

Mi querida Rhea

Te escribo para saber cómo estás. Aunque tengo que admitir que desde que te fuiste del santuario tenía planeado escribirte, pero por más que trataba no encontraba las palabras adecuadas. Así que me decidí por dejar que las palabras fluyeran.

Se que no sé mucho de tu familia al igual que de ti, y creo que ese fue un pequeño motivo por investigar algo, por más mínimo que fuera y termine encontrando algo que no esperaba, un trozo de periódico en realidad, donde tú salías en una foto junto con otras dos chicas que se parecen mucho a ti, las tres vestían armaduras muy femeninas, y a sus espaldas tres dragones se encontraban.

En ese momento cuando vi aquello no sabes cuánto deseaba poder leerlo, el problema fue que estaba en noruego, y noruego yo no hablo. Me gustaría que cuando esté en Hogwarts pudieras contarme la historia detrás de esa foto.

Con cariño
Charlie Weasley

⚔️

El día siguiente era sábado, Rhaena como tenía de costumbre ya estaba despierta a una hora bastante temprana, así que se dirigió al comedor de la casa, y la sorpresa que se llevó es que su querido hermano ya se encontraba ahí, recargado en la mensa.

–¿Por qué te levantaste tan temprano? –preguntó ella mientras tomaba asiento a lado de su hermano

–Pensaba –respondió él

–Haré como que te creo

Ejder miro a su hermana, la cual, cuando le trajeron el desayuno, comía de lo más tranquilamente.

–¿Cómo puedes estar tan tranquila?

–¿Debería estar nerviosa?

–Creo que si, aunque no estoy seguro, anoche yo no pude conciliar el sueño

Rhaena miro a los ojos de su hermano –Eso explica el ardor de tus ojos

–Si –afirmó

En ese momento Harald se hizo presente en el comedor y se acerco a dónde Rhaena, extendió una carta, al parecer su padre había respondido mucho antes de lo que creía; dejo los cubiertos a un lado y tomo la carta.

–Gracias, Harald

–De nada, Alteza

Rhaena abrió la carta y la leyó rápidamente, después le dirigió una mirada a ambos hombres.

–¿Qué sucede? –Ejder quiso saber

Ella suspiro y leyó en voz alta –Mi querida hija... Respondiendo a la pregunta de tu carta, Kelrina no quería que su hija se enterarse de nosotros, creo que será momento en que su hija se entere de esto; me encontraré en Hogwarts para la primera prueba y tus primas de igual forma... Hasta entonces, nos estaremos viendo –doblo la carta y la guardo en el sobre

–Así que después de todo, habrá reunión familiar

–Así es

–Quien lo diría –comenzó a decir Harald–, las mareritt se reunirán de nuevo

Rhaena sonrió y su hermano respondió: –Eso es algo legendario

–Total y completamente legendario –agregó ella.

⚔️

A media tarde empezó a caer una lluvia suave, Viktor fue a la casa a estar un rato con Ejder y Rhaena, pero no venía solo, los otros estudiantes de Durmstrang iban con él.
Resultaba muy agradable estar sentados junto al fuego, escuchando el suave golpeteo de las gotas de lluvia contra los cristales de la ventana, todos los presentes hablaban entre ellos.

–Así que Viktor –Ejder llamo su atención y este lo miro–. Hasta ahora eres el favorito para ser campeón

Viktor se encogió de hombros –Que te puedo decir

–El quidditch ya lo hizo famoso, si llegara a ser el campeón, se le subiría más el ego –mencionó Rhaena a lo que algunos rieron

Viktor la miro mal –En serio así piensas así de mi

–No –respondió ella–. Dejemos que el cáliz decida, que elija a quien tenga que elegir, y sin resentimiento alguno.

–Asi se habla hermana, y quién sea el elegido, terminará ebrio de igual forma

Rhaena miro a su hermano acusadora mente –Y de dónde piensas sacar el licor

–Eso es secreto –susurro

–No puedo creer la mala influencia de hermano que tengo –admitió con cierto toque de burla

Todos los presentes pusieron atención a las siguientes palabras que Ejder diría –Y yo no puedo creer que cuando estás con Rhaenyra y Elaena, las tres juntas inciten mucho a la violencia –declaro–. Así que en parte, la mala influencia eres tú

El lugar se llenó con la palabra al unísono de «uuuh», Rhaena pudo ver el rostro de satisfacción de su hermano al dejarla sin palabras, como si hubiera obtenido una gran victoria.

Ella volteo a ver el fuego y una pequeña idea paso por su mente, regreso su vista a su hermano, pero sus ojos ya no eran normales, sus iris cambiaron a una tonalidad violeta y sus pupilas tenían una forma elíptica vertical, su hermano al ver eso se le borro la sonrisa mientras que de la nada el abrigo que él tenía puesto se incendio en llamas. Ejder grito como si de un loco se tratase, la mayoría se sorprendió al ver eso, lo único que pudieron hacer fue sacar sus varitas e invocar el hechizo de agua para que las llamas se apagaran. Ejder termino mojado de pies a cabeza y Rhaena lo único que hizo fue aguantarse la risa mientras que regresaba sus ojos a la normalidad.

–Sera mejor que vayas a cambiarte –mencionó ella–. O se nos hará tarde, hermanito

Ejder la miro con furia en sus ojos y se retiró a su habitación para cambiarse de ropa, más en vergüenza no lo pudo haber dejado.

⚔️

Después de lo que sucedió en la casa, todos los alumnos de Durmstrang salieron de aquella casa para dirigirse al castillo, en el camino se encontraron con Igor y todos de dirigieron al Gran Comedor.
Una vez dentro vieron que el Gran Comedor, iluminado por velas, estaba casi abarrotado. Habían quitado del vestíbulo el cáliz de fuego y lo habían puesto delante de la silla vacía de Dumbledore, sobre la mesa de los profesores.

El banquete de Halloween parecía mucho más largo de lo habitual. Como todos cuantos se encontraban en el Gran Comedor –a juzgar por los cuellos que se giraban
continuamente, las expresiones de impaciencia, las piernas que se movían nerviosas y la gente que se levantaba para ver si Dumbledore ya había terminado de comer–, de lejos se notaba que querían que la cena terminará y anunciarán a los campeones.

Rhaena miro de reojo a su hermano, al parecer estaba igual que el resto de los presentes, solo ella al parecer no le afectaba –o simplemente no le importaba– quienes fueran los elegidos, solo su mirada recoria todo el comedor y observando a cada alumno que se se encontraba ahí.

Por fin, los platos de oro volvieron a su original estado inmaculado. Se produjo cierto alboroto en el salón, que se cortó casi instantáneamente cuando Dumbledore se puso en pie. Junto a él, el profesor Karkarov, los hermanos Pendragon y Madame Maxime parecían tan tensos y expectantes como los demás, a excepción de Rhaena que se tomaba todo con total tranquilidad. Ludo Bagman sonreía y guiñaba el ojo a varios estudiantes. El señor Crouch, en cambio, no parecía nada interesado, sino más bien aburrido.

–Bien, el cáliz está casi preparado para tomar una decisión –anunció Dumbledore–. Según me parece, falta tan sólo un minuto. Cuando pronuncie el nombre de un campeón, le ruego que venga a esta parte del Gran Comedor, pase por la mesa de los profesores y entre en la sala de al lado –indicó la puerta que había detrás de su mesa–, donde recibirá las primeras instrucciones.

Sacó la varita y ejecutó con ella un amplio movimiento en el aire. De inmediato se apagaron todas las velas salvo las que estaban dentro de las calabazas con forma de cara, y la estancia quedó casi a oscuras. No había nada en el Gran Comedor que brillara tanto como el cáliz de fuego, y el fulgor de las chispas y la blancura azulada de las llamas casi hacia daño a los ojos. Todo el mundo miraba, expectante. Algunos consultaban los relojes.

De pronto, las llamas del cáliz se volvieron violeta, y empezaron a salir chispas, Rhaena miro eso muy curiosamente, ese color era el mismo que se vio cuando puso su nombre en el cáliz. A continuación, brotó en el aire una lengua de fuego y arrojó un trozo carbonizado de pergamino. La sala entera ahogó un grito.

Dumbledore tomó el trozo de pergamino y lo alejó tanto como le daba el brazo para poder leerlo a la luz de las llamas, que habían vuelto a adquirir un color blanco azulado.

–La campeona de Durmstrang –leyó con voz alta y clara, Ejder miro a su hermana por inercia–  será Rhaena Pendragon.

Una tormenta de aplausos y vítores inundaba el Gran Comedor. Rhaena camino hacia Dumbledore. Se volvió a la derecha, recorrió la mesa de los profesores y desapareció por la puerta hacia la sala contigua.

–¡Bravo, Rhaena! –bramó Karkarov, tan fuerte que todo el mundo lo oyó incluso por encima de los aplausos–. ¡Traeras honor a nuestro instituto!

Cuando Rhaena hubo llegado a la sala contigua, vio el lugar y se acercó hasta la chimenea, ver las llamas distraerla su mente un momento. Un par de minutos después alguien más ingreso al lugar y su presencia no paso desapercibido por ella, era otra chica rubia, que al verla hizo una pequeña reverencia.

Rhaena la miro –il n'était pas nécessaire de s'incliner (no era necesario hacer una reverencia)

La chica le devolvió la mirada –pour éducation que j'ai fait (por educación, lo hice) –respondió

Ambas pusieron su vista en las llamas, hasta que una última persona entro al lugar para después unirse a los dos mujeres.

Rhaena Pendragon, Cedric Diggory y Fleur Delacour estaban junto a la chimenea. Con sus siluetas recortadas contra las llamas, tenían un aspecto curiosamente imponente.

Rhaena, cabizbaja que miraba las llamas, como si le estuvieran mostrando algo. Cedric, de pie con las manos a la espalda, observaba el fuego. Fleur Delacour miró a la cuarta persona que entró y volvió a echarse para atrás su largo pelo plateado.

–¿Qué pasa? –preguntó, creyendo que había entrado para transmitirles algún mensaje–. ¿«Quieguen» que volvamos al «comedog»?

En ese instante Rhaena quitó la vista de las llamas para ver al chico, el cual no tardó mucho en reconocerlo.

Harry no sabía cómo explicar lo que acababa de suceder. Se quedó allí quieto, mirando a los tres campeones, sorprendido de lo altos que parecían.

Oyó detrás un ruido de pasos apresurados. Era Ludo, que entraba en la sala. Tomo del brazo a Harry y lo llevó hacia delante.

–¡Extraordinario! –susurró, apretándole el brazo– ¡Absolutamente extraordinario! Señoritas... caballero –añadió, acercándose al fuego y dirigiéndose a los otros tres–. ¿Puedo presentarles, por increíble que parezca, al cuarto campeón del Torneo de los tres magos?

Cedric parecía desconcertado: pasó la vista de Bagman a Harry y de Harry a Bagman como si estuviera convencido de que había oído mal. Fleur Delacour, sin embargo, se sacudió el pelo y dijo con una sonrisa:

–¡Oh, un chiste muy «divegtido», «señog» Bagman!

—¿Un chiste? —repitió Bagman, desconcertado—. ¡No, no, en absoluto! ¡El nombre de Harry acaba de salir del cáliz de fuego!

Cedric seguía teniendo el mismo aspecto de cortés desconcierto. Fleur frunció el entrecejo. Rhaena seguía de lo más tranquila.

–«Pego» es evidente que ha habido un «egog» –le dijo a Bagman con desdén–. Él no puede «competig». Es demasiado joven.

–Bueno... esto ha sido muy extraño –reconoció Bagman, frotándose la barbilla impecablemente afeitada y mirando sonriente a Harry–. Pero, como sabran, la restricción es una novedad de este año, impuesta sólo como medida extra de seguridad. Y como su nombre ha salido del cáliz de fuego... Quiero decir que no creo que ahora haya ninguna posibilidad de hacer algo para impedirlo. Son las reglas, Harry, y no tienes más remedio que concursar. Tendrás que hacerlo lo mejor que puedas...

Detrás de ellos, la puerta volvió a abrirse para dar paso a un grupo numeroso de gente: el profesor Dumbledore, seguido de cerca por el señor Crouch, el profesor Karkarov, Madame Maxime, la profesora McGonagall y el profesor Snape. Antes de que la profesora McGonagall cerrara la puerta, se oia el rumor de los cientos de estudiantes que estaban al otro lado del muro.

–¡Madame Maxime! –dijo Fleur de inmediato, caminando con decisión hacia la directora de su academia–.¡Dicen que este niño también va a «competig»!

Madame Maxime se había erguido completamente hasta alcanzar toda su considerable altura. La parte superior de la cabeza rozó en la araña llena de velas, y el pecho gigantesco, cubierto de satén negro, pareció inflarse.

–¿Qué significa todo esto, «Dumbledog»? –preguntó imperiosamente.

–Es lo mismo que quisiera saber yo, Dumbledore –dijo el profesor Karkarov. Mostraba una tensa sonrisa, y sus azules ojos parecían pedazos de hielo–. ¿Dos
campeones de Hogwarts? No recuerdo que nadie me explicara que el colegio anfitrión tuviera derecho a dos campeones. ¿O es que no he leído las normas con el suficiente cuidado?

Soltó una risa breve y desagradable.
–Ç'est impossible! (¡Es imposible!) –exclamó Madame Maxime, apoyando su enorme mano llena de soberbias cuentas de ópalo sobre el hombro de Fleur–. «Hogwag» no puede «teneg» dos campeones. Es absolutamente injusto.

–Creíamos que tu raya de edad rechazaría a los aspirantes más jóvenes, Dumbledore –añadió Karkarov, sin perder su sonrisa, aunque tenía los ojos más fríos que nunca–. De no ser así, habríamos traído una más amplia selección de candidatos de nuestros colegios.

–No es culpa de nadie más que de Potter, Karkarov –intervino Snape con voz melosa. La malicia daba un brillo especial a sus negros ojos–. No hay que culpar a Dumbledore del empeño de Potter en quebrantar las normas. Desde que llegó aquí no ha hecho otra cosa que traspasar límites...

–Gracias, Severus –dijo con firmeza Dumbledore, y Snape se calló, aunque sus ojos siguieron lanzando destellos malévolos entre la cortina de grasiento pelo negro.

El profesor Dumbledore miró a Harry, y éste le devolvió la mirada, intentando descifrar la expresión de los ojos tras las gafas de media luna.

–¿Echaste tu nombre en el cáliz de fuego, Harry? –le preguntó Dumbledore con tono calmado.

–No –contestó Harry, muy consciente de que todos lo observaban con gran atención. Semioculto en la sombra, Snape profirió una suave exclamación de incredulidad.

–¿Le pediste a algún alumno mayor que echara tu nombre en el cáliz de fuego? –inquirió el director, sin hacer caso a Snape.

–No –respondió Harry con vehemencia.

–¡Ah, «pog» supuesto está mintiendo! –gritó Madame Maxime.

Snape agitaba la cabeza de un lado a otro, con un rictus en los labios.

–Él no pudo cruzar la raya de edad –dijo severamente la profesora McGonagall–. Supongo que todos estamos de acuerdo en ese punto...

–«Dumbledog» pudo «habeg» cometido algún «egog» –replicó Madame Maxime, encogiéndose de hombros.

–Por supuesto, eso es posible –admitió Dumbledore por cortesía.

–¡Sabes perfectamente que no has cometido error alguno, Dumbledore!– repuso airada la profesora McGonagall–. ¡Por Dios, qué absurdo! ¡Harry no pudo traspasar por sí mismo la raya! Y, puesto que el profesor Dumbledore está seguro de que Harry no convenció a ningún alumno mayor para que lo hiciera por él, mi parecer es que eso debería bastarnos a los demás. Y le dirigió al profesor Snape una mirada encolerizada.

–Señor Crouch... señor Bagman –dijo Karkarov, de nuevo con voz afectada–, ustedes son nuestros jueces imparciales. Supongo que estarán de acuerdo en que esto es completamente irregular.

Bagman se pasó un pañuelo por la cara, redonda e infantil, y miró al señor Crouch, que estaba fuera del círculo iluminado por el fuego de la chimenea y tenía el rostro medio oculto en la sombra. Su aspecto era vagamente misterioso, y la semi oscuridad lo hacia parecer mucho más viejo, dándole una apariencia casi de calavera. Pero, al hablar, su voz fue tan cortante como siempre:

–Hay que seguir las reglas, y las reglas establecen claramente que aquellas personas cuyos nombres salgan del cáliz de fuego estarán obligadas a competir en el Torneo.

–Bien, Barty conoce el reglamento de cabo a rabo –dijo Bagman, sonriendo y volviéndose hacia Karkarov y Madame Maxime, como si el asunto estuviera cerrado.

–Insisto en que se vuelva a proponer a consideración el nombre del resto de mis alumnos –dijo Karkarov. La sonrisa y el tono afectado habían desaparecido. De hecho, la expresión de su rostro no era nada agradable–. Vuelve a sacar el cáliz de
fuego, y continuaremos añadiendo nombres hasta que cada colegio cuente con dos campeones. No pido más que lo justo, Dumbledore.

–Pero, Karkarov, no es así como funciona el cáliz de fuego –objetó Bagman–. El cáliz acaba de apagarse y no volverá a arder hasta el comienzo del próximo Torneo.

–¡En el que, desde luego, Durmstrang no participará! –estalló Karkarov–. ¡Después de todos nuestros encuentros, negociaciones y compromisos, no esperaba que ocurriera algo de esta naturaleza! ¡Estoy tentado de irme ahora mismo!

–Ésa es una falsa amenaza, Karkarov –gruñó una voz, junto a la puerta–. Ahora no puedes retirar a tu campeón. Está obligado a competir. Como dijo Dumbledore, ha firmado un contrato mágico vinculante. Te conviene, ¿eh?

Moody acababa de entrar en la sala. Se acercó al fuego cojeando, y, a cada paso que daba, retumbaba la pata de palo.

–¿Que si me conviene? –repitió Karkarov–. Me temo que no te comprendo, Moody.

A Harry le pareció que Karkarov intentaba adoptar un tono de desdén, como si ni siquiera mereciera la pena escuchar lo que Moody decía, pero las manos traicionaban sus sentimientos. Estaban apretadas en sendos puños.

–¿No me entiendes? –dijo Moody en voz baja–. Pues es muy sencillo, Karkarov. Tan sencillo como que alguien eche el nombre de Potter en ese cáliz sabiendo que si sale se verá forzado a participar.

–¡Evidentemente, alguien tenía mucho empeño en que «Hogwag tuviega» el doble de «opogiunidades»! —declaró Madame Maxime.

–Estoy completamente de acuerdo, Madame Máxime –asintió Karkarov, haciendo ante ella una leve reverencia–. Voy a presentar mi queja ante el Ministerio de Magia y la Confederación Internacional de Magos...

–Si alguien tiene motivos para quejarse es Potter –gruñó Moody–, y, sin embargo, es curioso... No le oigo decir ni medio...

–¿Y «pog» qué «tendgía» que «quejagse»? –estalló Fleur Delacour, dando una patada en el suelo–. Va a «podeg pagticipag», ¿no? ¡Todos hemos soñado «dugante» semanas y semanas con «seg» elegidos! Mil galeones en metálico... ¡es una «opogtunidad pog» la que muchos «moguiguían»!

–Tal vez alguien espera que Potter muera por ella –replicó Moody, con un levísimo matiz de exasperación en la voz.

A estas palabras les siguió un silencio extremadamente tenso.
Ludo Bagman, que parecía muy nervioso, se alzaba sobre las puntas de los pies y volvía apoyarse sobre las plantas.

–Pero hombre, Moody... ¡vaya cosas dices! –protestó.

–Como todo el mundo sabe, el profesor Moody da la mañana por perdida si no ha descubierto antes de la comida media docena de intentos de asesinato –dijo en voz alta Karkarov–. Por lo que parece, ahora les está enseñando a sus alumnos a hacer lo mismo. Una rara cualidad en un profesor de Defensa Contra las Artes Oscuras, Dumbledore, pero no dudo que tenías tus motivos para contratarlo.

–Conque imagino cosas, ¿eh? –gruñó Moody–. Conque veo cosas, ¿eh? Fue una bruja o un mago competente el que echó el nombre del muchacho en el cáliz.

–¡Ah!, ¿qué prueba hay de eso? –preguntó Madame Maxime, alzando sus enormes manos.

–¡Que consiguió engañar a un objeto mágico extraordinario! –replicó Moody–. Para hacerle olvidar al cáliz de fuego que sólo compiten tres colegios tuvo que usarse un encantamiento confundidor excepcionalmente fuerte... Porque creo estar en lo cierto al suponer que propuso el nombre de Potter como representante de un cuarto colegio, para asegurarse de que era el único en su grupo...

–Parece que has pensado mucho en ello, Moody –apuntó Karkarov con frialdad–, y la verdad es que te ha quedado una teoría muy ingeniosa... aunque he oído que recientemente se te metió en la cabeza que uno de tus regalos de cumpleaños contenía un huevo de basilisco astutamente disimulado, y lo hiciste trizas antes de darte cuenta de que era un reloj de mesa. Así que nos disculparás si no te tomamos demasiado en serio...

–Hay gente que puede aprovecharse de las situaciones más inocentes –contestó Moody con voz amenazante–. Mi trabajo consiste en pensar cómo obran los magos tenebrosos, Karkarov, como deberías recordar.

–¡Alastor! –dijo Dumbledore en tono de advertencia.

Por un momento, Harry se preguntó a quién se estaba dirigiendo, pero luego comprendió que Ojoloco no podía ser el verdadero nombre de Moody. Éste se calló, aunque siguió mirando con satisfacción a Karkarov, que tenía el rostro encendido de cólera.

–No sabemos cómo se ha originado esta situación –continuó Dumbledore dirigiéndose a todos los reunidos en la sala–. Pero me parece que no nos queda más remedio que aceptar las cosas tal como están. Tanto Cedric como Harry han sido seleccionados para competir en el Torneo. Y eso es lo que tendrán que hacer.

–Ah, «pego, Dumbledog»...

–Mi querida Madame Maxime, si se le ha ocurrido a usted una alternativa, estaré encantado de escucharla.

Dumbledore aguardó, pero Madame Maxime no dijo nada; se limitó a mirarlo duramente. Y no era la única: Snape parecía furioso, Karkarov estaba lívido. Bagman, en cambio, parecía bastante entusiasmado.

–Bueno, ¿nos ponemos a ello, entonces? –dijo frotándose las manos y sonriendo a todo el mundo–. Tenemos que darles las instrucciones a nuestros campeones, ¿no? Barty, ¿quieres hacer el honor?

El señor Crouch pareció salir de un profundo ensueño.

–Sí –respondió–, las instrucciones. Sí... la primera prueba...

Fue hacia la zona iluminada por el fuego. De cerca, a Harry le pareció que se encontraba enfermo. Se lo veía ojeroso, y la piel, arrugada y reseca, mostraba un aspecto que no era el que tenía durante los Mundiales de Quidditch.

–La primera prueba está pensada para medir su coraje –les explicó a Harry, Cedric, Fleur–, así que no les vamos a decir en qué consiste. El coraje para afrontar lo desconocido es una cualidad muy importante en un mago, muy importante...

»La primera prueba se llevará a cabo el veinticuatro de noviembre, ante los demás estudiantes y el tribunal.

»A los campeones no les está permitido solicitar ni aceptar ayuda de ningún tipo por parte de sus profesores para llevar a cabo las pruebas del Torneo. Harán frente al
primero de los retos armados sólo con su varita. Cuando la primera prueba haya dado fin, recibirán información sobre la segunda. Debido a que el Torneo exige una gran dedicación a los campeones, éstos quedarán exentos de los exámenes de fin de año.

A Rhaena no le hacía falta que le explicarán algo, ella prácticamente ya lo sabía. El señor Crouch se volvió hacia Dumbledore.

–Eso es todo, ¿no, Albus?

–Creo que sí –respondió Dumbledore, que observaba al señor Crouch con algo de preocupación–. ¿Estás seguro de que no quieres pasar la noche en Hogwarts, Barty?

–No, Dumbledore, tengo que volver al Ministerio –contestó el señor Crouch–. Es un momento muy difícil, tenemos mucho trabajo. He dejado a cargo al joven Weatherby... Es muy entusiasta; a decir verdad, quizá sea demasiado entusiasta...

–Al menos tomarás algo de beber antes de irte... –insistió Dumbledore.

–Vamos, Barty. ¡Yo me voy a quedar! –dijo Bagman muy animado–. Ahora es en Hogwarts donde ocurren las cosas, ya lo sabes. ¡Es mucho más emocionante que la oficina!

–Creo que no, Ludo –contestó Crouch, con algo de su sempiterna impaciencia.

–Profesor Karkarov, Madame Maxime, ¿una bebida antes de que nos retiremos a descansar? –ofreció Dumbledore.

Pero Madame Maxime ya le había pasado a Fleur un brazo por los hombros y la sacaba rápidamente de la sala. Karkarov y Rhaena, también salieron, aunque en silencio.

⚔️

Rhaena había regresado con Igor aunque después tomaron caminos diferentes. Ella entro a la casa, la cuál parecía estar en un sombrío silencio, camino hacia la sala donde horas antes se encontraba y al cruzar la puerta vio a su hermano junto o a Viktor y el resto de sus compañeros.

–¡Por fin regresas! –le dijo Ejder–. Ya iba a ir a buscarte –se acercó a ella entregándole una bebida que era seguro que contenía alcohol

–Al parecer, un cuarto campeón fue la razón de una pequeña controversia

Viktor se acercó a ella –Sin resentimientos –choco su bebida con la de ella

Ejder se puso en el centro de la habitación, llamando la atención de todos –Bebamos hasta olvidar –levantó su copa– ¡¡Skol!! –bebió la bebida de un trago

Rhaena levanto su copa –¡¡Skol!! –dio un trago a su bebida y los demás hicieron lo mismo

⚔️

El sol comenzaba a salir, la luz comenzaba a entrar por las ventas de la habitación. Rhaena empezaba a despertarse por la luz que entraba, al principio no reconoció donde estaba, hasta después de un par de minutos noto que se encontraba en su habitación.
Sintió la necesidad de moverse pero sintió un brazo rodeando su cintura y fue ahí donde bajo la mirada, estaba tapada con las sábanas de la cama, levanto un poco las sábanas y lo que temía era verdad, estaba completamente desnuda.

«¿Que fue lo que hice anoche?»  Era la pregunta que estaba rondando por su cabeza, así que volteo a mirar de quién se trataba, y cuando vio quien era –en el fondo agradecía que no fuera su hermano–, pero él, específicamente que fue lo que anoche pasó entre su mejor amigo y ella. Sin duda estar pasado por los efectos del alcohol no era algo bueno.

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