I.Quidditch verdensmesterskap

CHAPTER 1
QUIDDITCH WORLD CUP

Rhaena se encontraba más que tranquila en aquel estudio que tenía el tamaño de una biblioteca, tenía asuntos que atender y cartas que responder.

Alguien, hizo una aparición en aquel lugar en el que ella se encontraba, Rhaena estaba tan concentrada en lo que hacía que no le dio tanta importancia al sentir la presencia de aquel hombre que se había aparecido en su estudio personal.

El hombre al acercarse más a ella pudo retirar aquella pluma que tenía en su mano, fue en ese momento en el que Rhaena dejo de ver el pergamino en el que escribía y le prestos toda su atención a aquel búlgaro al que llamaba amigo.

–Viktor, esto es importante –Rhaena le dijo mientras señalaba las cartas

–Lo sé –respondió el búlgaro–. Pero, podrías dejar eso para después –dejo la pluma de nuevo en el escritorio

–¿Por qué razón debería hacerlo? –ella le pregunto con tal seriedad

–Hoy es un día importante para mí –empezo a decir y Rhaena le hizo un ademán para que prosiguiera–. El partido de quidditch...

–¿Quieres que vaya? –termino de decir y él asintió como respuesta–. No iré

–Por favor –suplico

–No –ella afirmó

–Solo serán unas horas –trato de convencerla

–No

–Seré tu sirviente, si así logro convencerte

–Hay muchos sirvientes aquí en el palacio –lo pensó por un momento–, uno más no afectaría mucho

–Consideraras la propuesta –la miro esperanzado

–No, y es mi última palabra

Viktor trato de buscar otras escusas para tratar de convencer a su amiga.
–Estudiamos en el mismo instituto, te ayudo en lo que necesites

–No

–¿Acomodo tus libros? –señalo unos cuantos que estaban desordenados

–No

–¿Por nuestra amistad?

–¡Bien, ya! –dijo frustrada–. Iré, solo si eso mantiene tu boca cerrada –Viktor sonrió con satisfacción–. Solo termino de responder está carta y vamos

Rhaena termino de escribir la respuesta para después pedirle a un sirviente del palacio que las mandara.
Después de que dejó a un lado sus deberes, se acerco a Viktor el cual le extendió su brazo y ella se sujeto de el para después irse.

⚔️

Ambos hicieron una aparición en el lugar en que se llevaría a cabo el partido, había muchas carpas en aquel lugar.

Rhaena llevo una de sus manos a su vientre, odiaba las apariciones, prefería mil veces abrir un portal.

–Te sientes bien –Viktor le pregunto al ver aquel acto

–Odio las apariciones –ella le respondió tranquilamente

Y entonces se oyó el sonido profundo y retumbante de un gong al otro lado del bosque, y de inmediato se iluminaron entre los árboles unos faroles rojos y verdes, marcando el camino al estadio.

–Sera mejor seguir los faroles, si queremos llegar a tiempo –ella le dijo y él asintió como respuesta

se internaron a toda prisa en el bosque por el camino que marcaban los faroles. Oían los gritos, las risas, los retazos de canciones de los miles de personas que iban con ellos. La atmósfera de febril emoción se podía contagiar fácilmente y no tardaron en llegar al estadio, ambos tomaron rumbos diferentes.

–Aquí nos despedimos –Viktor le dijo

–Te veré en unas horas –le dijo ella acompañado con una media sonrisa

–¿Dónde estarás? –le preguntó

–Tribuna principal –Rhaena respondió sin mas–, Fudge invito a la familia, el único que acepto venir fue Ejder

–Se sorprenderá al verte

–Lo más probable, será mejor que te retires

–Te veré entonces –ella asintió a lo que él le dijo para después retirarse

Rhaena dio media vuelta y se dispuso a seguir su camino hasta llegar a la dichosa tribuna principal.

⚔️

No tardó mucho en llegar a su destino, buscaba con la mirada a su hermano pero falló haciéndolo; de lejos Rhaena pudo visualizar al ministro de magia de magia de Bulgaria y estaba acompañado por Cornelius y otros cuántas personas más, vislumbro a su hermano quien intercambiaba palabras con aquellas personas, sin titubear un momento más se acerco con tal seguridad llamando la atención de los presentes y una mirada de sorpresa por parte de Ejder.

–Espero no interrumpir algo importante

–Jeg trodde du ikke ville komme (pensé que no vendrías) –Ejder le dijo a su hermana en un susurro en su oído

–Tro meg, jeg trodde ikke det heller (créeme, yo tampoco lo pensé) –Rhaena le respondió de la misma forma

–Alteza –Cornelius dijo haciendo una reverencia–. No interrumpe nada importante, déjeme le presento, Arthur Weasley –hizo un ademán señalando al pelirrojo–, y Lucius Malfoy

–Un gusto al fin poder conocerla en persona –el señor Malfoy hizo una reverencia mientras tomaba su mano y dejaba un beso en el dorso de esta–. Le presento a mi esposa, Narcisa y a mi hijo Draco

–Alteza –dijo el señor Weasley–. Un placer conocerla

–Supongo que viene acompañado de sus hijos

–Así es, y unos amigos de la familia –respondió

–Ya lo noté –Rhaena examinó a cada pelirrojo con la mirada–. No son necesarias las presentaciones

Quedaron en un silencio por unos largos minutos hasta que el señor Malfoy hizo un ademán para retirarse con su familia.

Un segundo más tarde, Ludo Bagman llegaba a la tribuna principal como si fuera un indio lanzándose al ataque de un fuerte.

–¿Todos listos? –preguntó. Su redonda cara relucía de emoción como un queso de bola grande–. Señor ministro, ¿qué le parece si empezamos?

–Cuando tú quieras, Ludo –respondió Fudge complacido.

Ludo sacó la varita, se apuntó con ella a la garganta y dijo:

–¡Sonorus! –Su voz se alzó por encima del estruendo de la multitud que abarrotaba ya el estadio y retumbó en cada rincón de las tribunas–. Damas y caballeros... ¡bienvenidos! ¡Bienvenidos a la cuadringentésima vigésima segunda edición de la Copa del Mundo de quidditch!

Los espectadores gritaron y aplaudieron. Ondearon miles de banderas, y los discordantes himnos de sus naciones se sumaron al jaleo de la multitud. El enorme panel que tenían enfrente borró su último anuncio [Grageas de todos los sabores de Bertie Bott: ¡un peligro en cada bocado!] y mostró a continuación: BULGARIA: 0; IRLANDA: 0.

–Y ahora, sin más dilación, permítanme que les presente a... ¡las mascotas del equipo de Bulgaria!

Las tribunas del lado derecho, que eran un sólido bloque de color escarlata, bramaron su aprobación.

Los hermanos Pendragon tomaron asiento y solo se dedicaban a mirar la entrada de las veelas.

Aunque las veelas son atractivas físicamente con la simple danza que acababan de presentar lograron conquistar a más de la mitad de la población masculina que se encontraba en ese lugar.

–Ejder –su hermana captó su atención y volteo a mirarla–. Estás babeando

Ejder paso su mano por la boca y en efectivo, su hermana tenía razón, así que regreso a su postura anterior como si nada hubiera sucedido.

Cesó la música y el estadio se sumió en gritos de protesta. La multitud no quería que las veelas se fueran.

–Y ahora –bramó la voz de Ludo Bagman– tengan la bondad de alzar sus varitas para recibir a... ¡las mascotas del equipo nacional de Irlanda!

En aquel momento, lo que parecía ser un cometa de color oro y verde entró en el estadio como disparado, dio una vuelta al terreno de juego y se dividió en dos cometas más pequeños que se dirigieron a toda velocidad hacia los postes de gol.

Repentinamente se formó un arco iris que se extendió de un lado a otro del campo de juego, conectando las dos bolas de luz. La multitud exclamaba «¡oooooooh!» y luego «¡aaaaaaah!», como si estuviera contemplando un castillo de fuegos de artificio. A continuación se desvaneció el arco iris, y las dos bolas de luz volvieron a juntarse y se abrieron: formaron un trébol enorme y reluciente que se levantó en el aire y empezó a elevarse sobre las tribunas. De él caía algo que parecía una lluvia de oro.

Rhaena miraba el espectáculo bastante sorprendida lo cual no lo aparentaba en absoluto.

–¿Qué es eso que conforma al trébol? –pregunto su hermano

–Porque no lo miras tu mismo, sabes perfectamente que no necesitamos algo para ver mejor –ella le respondió

Ambos hermanos hicieron un pequeño cambio en sus ojos, parecían como los de un gato y pudieron ver mejor el trébol, el cual estaba compuesto de miles de hombrecitos diminutos con barba y chalecos rojos,cada uno de los cuales llevaba una diminuta lámpara de color oro o verde.

–Leprechauns –Ejder dijo al verlos

–Sí, pero según tú, las veelas captaron la atención  de más de uno, eso incluyendote

–A veces pienso que eres una mala hermana

–¿En serio lo crees? –ella le pregunto

–Aveces si –dijo él

El enorme trébol se disolvió, los leprechauns se fueron hacia el lado opuesto al que ocupaban las veelas, y se sentaron con las piernas cruzadas para contemplar el partido.

Ambos hermanos hicieron  que sus ojos volvieran a la normalidad.

–Y ahora, damas y caballeros, ¡demos una calurosa bienvenida a la selección nacional de quidditch de Bulgaria! Con ustedes... ¡Dimitrov!

Una figura vestida de escarlata entró tan rápido montada sobre el palo de su escoba que sólo se pudo distinguir un borrón en el aire. La afición del equipo de Bulgaria aplaudió como loca.

–¡Ivanova!

Una nueva figura hizo su aparición zumbando en el aire, igualmente vestida con una túnica de color escarlata.

–¡Zograf!, ¡Levski!, ¡Vulchanov!, ¡Volkov! yyyyyyyyy... ¡Krum!

–Y recibamos ahora con un cordial saludo ¡a la selección nacional de quidditch de Irlanda! –bramó Bagman–. Les presento a... ¡Connolly!, ¡Ryan!, ¡Troy!, ¡Mullet!, ¡Moran!, ¡Quigley! yyyyyyyyy... ¡Lynch!

Siete borrones de color verde rasgaron el aire al entrar en el campo de juego.

–Y ya por fin, llegado desde Egipto, nuestro árbitro, el aclamado Presimago de la Asociación Internacional de Quidditch: ¡Hasán Mustafá!

Entonces, caminando a zancadas, entró en el campo de juego un mago vestido con una túnica dorada que hacía juego con el estadio. Era delgado, pequeño y totalmente calvo salvo por el bigote. El partido había comenzado y Rhaena era la única que no prestaba atención hasta que cien mil magos y brujas ahogaron un grito cuando los dos buscadores, Krum y Lynch, cayeron en picado por en medio de los cazadores, tan veloces como si se hubieran tirado de un avión sin paracaídas, hasta que en el último segundo Viktor Krum frenó su descenso y se elevó con un movimiento de espiral. Lynch, sin embargo, chocó contra el suelo con un golpe sordo que se oyó en todo el estadio. Un gemido brotó de la afición irlandesa.

–¡Tiempo muerto! –gritó la voz de Bagman–. ¡Expertos medimagos tienen que salir al campo para examinar a Aidan Lynch!

Finalmente Lynch se incorporó, en medio de los vítores de la afición del equipo de Irlanda, montó en la Saeta de Fuego y, dando una patada en la hierba, levantó el vuelo. Su recuperación pareció otorgar un nuevo empuje al equipo de Irlanda.

En otros quince minutos trepidantes, Irlanda consiguió marcar diez veces más. Ganaban por ciento treinta puntos a diez, y los jugadores comenzaban a jugar de manera más sucia.

Cuando Mullet, una vez más, salió disparada hacia los postes de gol aferrando la quaffle bajo el brazo, el guardián del equipo búlgaro, Zograf, salió a su encuentro, un grito de rabia brotó de la afición de Irlanda, y el largo y vibrante pitido de Mustafá indicó falta.

–Y Mustafá está reprendiendo al guardián búlgaro por juego violento... ¡Excesivo uso de los codos! –informó Bagman a los espectadores, por encima de su clamor–. Y... ¡sí, señores, penalti favorable a Irlanda!

Los leprechauns, que se habían elevado en el aire, enojados como un enjambre de avispas cuando Mullet había sufrido la falta, se apresuraron en aquel momento a formar las palabras: «¡JA, JA, JA!» Las veelas, al otro lado del campo, se pusieron de pie de un salto, agitaron de enfado sus melenas y volvieron a bailar.

Hasán Mustafá había aterrizado justo delante de las veelas y se comportaba de una manera muy extraña: flexionaba los músculos y se atusaba nerviosamente el bigote.

–¡No, esto sí que no! –dijo Ludo Bagman, aunque parecía que le hacía mucha gracia–. ¡Por favor, que alguien le dé una palmada al árbitro!

Un medimago cruzó a toda prisa el campo, tapándose los oídos con los dedos, y le dio una patada a Mustafá en la espinilla. Mustafá volvió en sí.

–Y, si no me equivoco, ¡Mustafá está tratando de expulsar a las mascotas del equipo búlgaro! –explicó la voz de Bagman–. Esto es algo que no habíamos visto nunca... ¡Ah, la cosa podría ponerse fea...!

Y, desde luego, se puso fea: los golpeadores del equipo de Bulgaria, Volkov y Vulchanov, habían tomado tierra uno a cada lado de Mustafá, y discutían con él furiosamente señalando hacia los leprechauns, que acababan de formar las palabras:
«¡JE, JE, JE!» Pero a Mustafá no lo cohibían los búlgaros: señalaba al aire con el dedo, claramente pidiéndoles que volvieran al juego, y, como ellos no le hacían caso, dio dos breves soplidos al silbato.

–¡Dos penaltis a favor de Irlanda! –gritó Bagman, y la afición del equipo búlgaro vociferó de rabia–. Será mejor que Volkov y Vulchanov regresen a sus escobas... Sí... ahí van... Troy toma la quaffle...

A partir de aquel instante el juego alcanzó nuevos niveles de ferocidad. Los golpeadores de ambos equipos jugaban sin compasión: Volkov y Vulchanov, en especial, no parecían preocuparse mucho si en vez de a las bludgers golpeaban con los bates a los jugadores irlandeses. Dimitrov se lanzó hacia Moran, que estaba en posesión de la quaffle, y casi la derriba de la escoba.

–Y esto querido hermano –dijo Rhaena después de presenciar aquella escena–. Es rivalidad entre equipos

–¡Falta! –corearon los seguidores del equipo de Irlanda todos a una, y al levantarse a la vez, con su color verde, semejaron una ola.

–¡Falta! –repitió la voz mágicamente amplificada de Ludo Bagman–. Dimitrov pretende acabar con Moran... volando deliberadamente para chocar con ella... Eso será otro penalti... ¡Sí, ya oímos el silbato!

Los leprechauns habían vuelto a alzarse en el aire, y formaron una mano gigante que hacía un signo muy grosero dedicado a las veelas que tenían enfrente. Entonces las veelas perdieron el control. Se lanzaron al campo y arrojaron a los duendes lo que parecían puñados de fuego. Por el contrario, sus caras se alargaban hasta convertirse en cabezas de pájaro con un pico temible y afilado, y unas alas largas y escamosas les nacían de los hombros.

–Creo que es más que solo una rivalidad –Ejder dijo mientras seguía viendo aquella escena–. Se están tomando esto muy en serio

–¡Por eso, muchachos –gritó el señor Weasley para hacerse oír por encima del tumulto captando la atención de los hermanos Pendragon quienes lo alcanzaron a escuchar–, es por lo que no hay que fijarse sólo en la belleza!

–Por un extraño motivo, le doy un poco de razón a aquel hombre –Ejder hizo un pequeño ademán señalando al señor Weasley

Los magos del Ministerio se lanzaron en tropel al terreno de juego para separar a las veelas y los leprechauns, pero con poco éxito. Y la batalla que tenía lugar en el suelo no era nada comparada con la del aire.

–Levski... Dimitrov... Moran... Troy... Mullet... Ivanova... De nuevo Moran... Moran... ¡Y MORAN CONSIGUE MARCAR!

Pero apenas se pudieron oír los vítores de la afición irlandesa, tapados por los gritos de las veelas, los disparos de las varitas de los funcionarios y los bramidos de furia de los búlgaros. El juego se reanudó enseguida: primero Levski se hizo con la quaffle, luego Dimitrov... Quigley, el golpeador irlandés, le dio a una bludger que pasaba a su lado y la lanzó con todas sus fuerzas contra Krum, que no consiguió esquivarla a tiempo: le pegó de lleno en la cara.

La multitud lanzó un gruñido ensordecedor. Parecía que Krum tenía la nariz rota, porque la cara estaba cubierta de sangre, pero Mustafá no hizo uso del silbato. La
jugada lo había tomando por sorpresa.

–De casualidad piensan matarse ahí mismo

–Creo que si –Rhaena le dio un poco de razón a su hermano–. Se están tomando esto muy personal –Ejder asintió como respuesta

La afición irlandesa se levantó como una ola verde, gritando a su buscador... pero Krum fue detrás, iba dejando tras él un rastro de gotas de sangre, pero se puso a la par de Lynch, y ambos se lanzaron de nuevo hacia el suelo... Por segunda vez, Lynch chocó contra el suelo con una fuerza tremenda, y una horda de veelas furiosas empezó a darle patadas.

Krum, que tenía la túnica roja manchada con la sangre que le caía de la nariz, se elevaba suavemente en el aire, con el puño en alto y un destello de oro dentro de la mano.

El tablero anunció «BULGARIA: 160; IRLANDA: 170» a la multitud, que no parecía haber comprendido lo ocurrido. Luego, despacio, como si acelerara un enorme Jumbo, un bramido se alzó entre la afición del equipo de Irlanda, y fue creciendo más y más hasta convertirse en gritos de alegría.

–¡IRLANDA HA GANADO! –voceó Bagman, que, como los mismos irlandeses, parecía desconcertado por el repentino final del juego–. ¡KRUM HA ATRAPADO LA SNITCH, PERO IRLANDA HA GANADO! ¡Dios Santo, no creo que nadie se lo esperara!

A poca distancia, los jugadores del equipo de Irlanda bailaban de alegría bajo una lluvia de oro que les arrojaban sus mascotas. Por todo el estadio se agitaban las banderas, y el himno nacional de Irlanda atronaba en cada rincón. Las veelas recuperaron su aspecto habitual, nuevamente hermosas, aunque tristes.

–«Vueno», hemos luchado «vrravamente» –dijo quién era el ministro búlgaro de Magia.

–¡Usted habla nuestro idioma! –dijo Fudge, ofendido, Rhaena que estaba escuchando se reía en sus adentros–. ¡Y me ha tenido todo el día comunicándome por gestos!

–«Vueno», eso fue muy «divertida» –dijo el ministro búlgaro, encogiéndose de hombros.

–¡Y mientras la selección irlandesa da una vuelta de honor al campo, escoltada por sus mascotas, llega a la tribuna principal la Copa del Mundo de quidditch! –voceó Bagman.

De repente una cegadora luz blanca que bañó mágicamente la tribuna en que se hallaban, para que todo el mundo pudiera ver el interior.

Rhaena y Ejder se levantaron y tomaron lugar al lado del ministro Fudge; dos magos que llevaban, jadeando, una gran copa de oro que entregaron a Cornelius Fudge, el cual aún parecía muy contrariado por haberse pasado el día comunicándose por señas sin razón.

–Dediquemos un fuerte aplauso a los caballerosos perdedores: ¡la selección de Bulgaria! –gritó Bagman.

Y, subiendo por la escalera, llegaron hasta la tribuna los siete derrotados jugadores búlgaros. Abajo, la multitud aplaudía con aprecio.

Uno a uno, los búlgaros desfilaron entre las butacas de la tribuna, y Bagman los fue nombrando mientras estrechaban la mano de su ministro y luego la de Fudge y para terminar haciendo una reverencia ante la presencia de los hermanos Pendragon.

Krum, que estaba en último lugar, tenía realmente muy mal aspecto. Los ojos negros relucían en medio del rostro ensangrentado. Todavía agarraba la snitch, Rhaena que lo estaba mirando en cierta parte le entristecía ver a su amigo en ese estado.

Cuando Bagman pronunció el nombre de Krum, el estadio entero le dedicó una ovación ensordecedora.

Y a continuación subió el equipo de Irlanda. Moran y Connolly llevaban a Aidan Lynch. El segundo batacazo parecía haberlo aturdido, y tenía los ojos desenfocados.

Pero sonrió muy contento cuando Troy y Quigley levantaron la Copa en el aire y la multitud expresó estruendosamente su aprobación.

Al final, cuando la selección irlandesa bajó de la tribuna para dar otra vuelta de honor sobre las escobas –Aidan Lynch montado detrás de Connolly, agarrándose con fuerza a su cintura y todavía sonriendo como aturdido–, Bagman se apuntó con la varita a la garganta y susurró: ¡Quietus!

–Se hablará de esto durante años –dijo con la voz ronca–. Ha sido un giro verdaderamente inesperado. Es una pena que no haya durado más... Ah, ya... ya... ¿Cuánto les debo?

Los gemelos Weasley que acababan de subirse sobre los respaldos de sus butacas y permanecían frente a Ludo Bagman con una amplia sonrisa y la mano tendida hacia él.
Rhaena pudo ver a los gemelos, suponía que más de uno que se encontraba en ese lugar habían hecho apuestas. De repente ella sintió la mirada de alguien, busco aquella mirada y dio con ella; uno de los Weasley la miraba y ahora que podía ver mejor a aquel hombre sabía que ya lo había visto antes, solo que se preguntaba de dónde –por su aspecto podría deducir que tenía un trabajo algo rudo–, probablemente lo habría visto en alguna ocasión en Rumania.

–Será mejor salir de aquí, discretamente –Ejder le dijo al oído a su hermana

Ella lo miro y asintió como respuesta, busco a Viktor con la mirada y cuando él la miro le hizo un ademán con la cabeza para que viniera a dónde se encontraba, el búlgaro fué hasta donde su amiga y después los tres salieron de aquel lugar de regreso al palacio.

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