Los problemas que aparecen en el camino...
Ciudad Gótica, casa abandonada – 11 a.m.
El sol apenas lograba filtrarse entre las tablas rotas de las ventanas, iluminando tenuemente la habitación donde cinco adolescentes dormían, esparcidos por el suelo y los muebles viejos. El ambiente era denso, y el aire aún cargaba el olor a cenizas del almacén derrumbado la noche anterior.
El sonido agudo de un teléfono rompió la quietud. Dante, el chico de chaqueta negra de cuero con rayas blancas y cabello castaño desordenado, abrió los ojos con fastidio y buscó el móvil entre sus cosas.
—¿Qué quiere? —gruñó, sin molestarse en revisar quién llamaba.
—No quisiera despertarte tan temprano… —respondió una voz femenina cargada de sarcasmo—. La policía nos acaba de informar sobre el fallecimiento de tu madre. Deberías venir por Shaun… necesita a su hermano mayor en estos momentos.
El cuerpo de Dante se tensó de inmediato, y cualquier rastro de sueño desapareció al escuchar esas palabras. El eco del recuerdo aún estaba fresco en su mente: el cuerpo de su madre, frío y sin vida, tendido en la sala bañada en sangre.
—Claro... —dijo con voz apagada antes de colgar. Sus ojos permanecieron fijos en el teléfono por unos segundos, como si aún procesara lo que acababa de escuchar.
Respirando profundamente, se levantó y caminó hacia Danny, que dormía boca abajo sobre un viejo sofá con una chaqueta gris oscuro con azul cubriéndolo como una manta. Su cabello negro y desordenado asomaba por un lado del cojín.
Dante tocó su hombro con suavidad, pero firme.
—Danny… —susurró, intentando no sonar más alterado de lo que ya estaba.
El chico gruñó, encogiéndose de hombros y girando un poco, sin abrir los ojos.
—¿Qué quieres? —resopló, apenas despertando.
Dante se cruzó de brazos, su mirada cargada de incomodidad.
—Tengo que salir… Es algo personal. ¿Crees que puedas vigilar a los demás mientras regreso?
Danny finalmente abrió los ojos, observándolo con una mezcla de curiosidad y molestia.
—Sí, claro… —respondió, bostezando—. Pero más te vale volver pronto.
Dante asintió, aunque su mente ya estaba lejos de allí. Se acercó a la mesa donde descansaban las llaves de su Charger. Cuando giró para salir, Danny lo miró de reojo.
—Oye… —llamó Danny desde el sofá—. ¿Estás bien?
Dante no respondió de inmediato. Miró hacia la puerta medio abierta, las sombras proyectadas por el sol matutino se alargaban frente a él.
—¿A dónde crees que vas? —preguntó Nick, un adolescente con el cabello castaño oscuro y corto. Llevaba una pañoleta negra con patrones grises atada alrededor de la cabeza. Sus ojos marrones lo observaban con intensidad, y un colmillo sobresalía ligeramente de su labio. Vestía una camiseta de manga larga con una sin mangas oscura encima, que parecía un chaleco con capucha.
—Iré a recoger a mi hermano, Nick —dijo Dante, apretando las llaves en su mano.
—Vamos juntos —intervino Dylan, otro de los adolescentes que acababa de despertarse. Llevaba un gorro rojo que cubría la mayor parte de su cabello oscuro, dejando caer algunos mechones a los lados de su rostro. Vestía una camisa roja de cuello abierto, debajo de una chaqueta gris y negra con detalles blancos. Su ropa tenía un diseño moderno y casual, con bolsillos y botones visibles.
—No sé si sea buena idea, Dylan —respondió Nick con un suspiro.
—De hecho, él tiene razón —dijo Jason, el último en despertarse. Se sentó en el borde de una mesa vieja, cruzando los brazos. Llevaba una chaqueta negra con hombros blancos, un abrigo rojo debajo y una camisa blanca —. Quedarnos en Ciudad Gótica traerá algunos problemitas con Batsy y Nightwing. Y más ahora que sabemos que trabaja con Spawn.
Dante se detuvo en seco.
—¿Spawn? —repitió, girando lentamente hacia Jason.
—Lo vi anoche, justo antes de que escapáramos del almacén. Parece que Batman está reforzando su círculo. Si ese espectro está de su lado, las cosas se pondrán jodidas.
Dante apretó la mandíbula.
—Más razón para que me apure —dijo con frialdad—. No quiero que Shaun quede atrapado en este infierno.
Nick dio un paso al frente, cruzándose de brazos.
—Entonces vamos todos. Si algo sale mal, no quiero tener que explicarle a tu hermano por qué su héroe no volvió.
Dylan sonrió levemente.
—Sí, y si hay pelea, sabes que me encantaría darle a Spawn un par de golpes.
Jason se levantó, agarrando su casco rojo de la mesa.
—Parece que estamos de acuerdo. Vamos antes de que la policía decida aparecer por aquí.
Dante miró a su improvisado equipo y asintió. Aunque todavía no entendía bien cómo habían terminado juntos, sabía que cada uno tenía sus propios demonios… y esa era la única razón por la que aún seguían vivos.
Metrópolis, suburbios – 12 p.m.
El sol brillaba intensamente sobre los suburbios de Metrópolis, pero el calor no lograba disipar la sensación de vacío que se cernía sobre cierta casa en la esquina de la calle. Las cortinas permanecían cerradas, y el césped sin cortar sugería que los días recientes no habían sido fáciles para los residentes de aquel hogar.
A lo lejos, el rugir de un motor poderoso rompió el silencio apacible del vecindario. El sonido creció hasta volverse ensordecedor mientras un Dodge Charger negro, con líneas blancas en el capó, se acercaba lentamente por la calle.
En el porche delantero, una mujer de mediana edad observó el vehículo con una mezcla de curiosidad y desconfianza. A su lado, un niño de unos nueve años, de cabello negro y ojos oscuros, miraba fijamente el auto mientras se aferraba al borde de su camiseta con ambas manos.
—No recuerdo que tu hermano tuviera un auto como ese… —comentó la mujer, frunciendo ligeramente el ceño.
El niño bajó la mirada hacia el suelo, pateando con suavidad una pequeña piedra que yacía junto a sus pies.
—Yo tampoco… —respondió en voz baja, con tristeza evidente en sus palabras.
El vehículo se detuvo frente a la casa. El motor rugió una última vez antes de apagarse, dejando tras de sí un incómodo silencio. La puerta del conductor se abrió lentamente, y Dante salió del auto, apoyando los brazos sobre el techo por un momento mientras observaba la casa.
El niño levantó la vista y sus ojos se iluminaron al reconocer a su hermano mayor. Sin embargo, la emoción se disipó al notar la expresión de Dante: cansado, distante, con ojeras marcadas que no se molestaba en ocultar.
Dante se acercó lentamente al porche.
—Shaun… —dijo suavemente, inclinándose para quedar a la altura de su hermano—. ¿Estás bien?
Shaun asintió en silencio, pero no apartó la vista de sus zapatos.
La mujer, que observaba la escena, cruzó los brazos.
—Recibimos la llamada esta mañana —dijo, con tono serio pero comprensivo—. La policía dejó algunos papeles… están en la mesa.
Dante asintió sin mirarla directamente.
—Gracias por cuidarlo —respondió.
La mujer le dio una palmada en el hombro antes de entrar a la casa, dejándolos solos en el porche.
Por un instante, ninguno de los dos habló. Dante miraba el vecindario, como si el simple hecho de enfocarse en otra cosa pudiera aliviar el peso que sentía sobre sus hombros.
—¿Por qué tardaste tanto? —preguntó Shaun, rompiendo el silencio.
Dante tardó unos segundos en responder.
—Estaba… ocupado.
El niño lo miró con una mezcla de desconfianza y tristeza.
—Estabas peleando otra vez, ¿no?
Dante desvió la mirada.
—No es tan sencillo, Shaun.
El niño apretó los labios.
—No importa lo que hagas… mamá ya no va a volver.
Dante cerró los ojos un segundo, conteniendo el nudo en su garganta.
—Lo sé —susurró—. Pero aún me tienes a mí.
El niño no respondió de inmediato. Tras unos segundos, dio un pequeño paso adelante y abrazó a su hermano con fuerza.
Dante se quedó inmóvil por un momento, sorprendido, pero pronto rodeó a Shaun con los brazos, sosteniéndolo con firmeza.
Aquel abrazo era lo único que realmente importaba.
La mujer regresó al porche, esta vez con una carpeta de papeles en la mano. Su expresión era tensa, pero trataba de mantener la compostura mientras se dirigía a Dante.
—No somos familia, pero no te preocupes… —dijo con un suspiro—. Nos encargaremos del funeral. Solo te pido una cosa.
Dante la miró con cautela mientras tomaba los documentos.
—¿Qué condición?
La mujer bajó la mirada por un momento antes de fijar sus ojos en Shaun.
—Quiero que tu hermano deje de juntarse con mi hijo. La gente de Ciudad Gótica… solo trae problemas.
El silencio que siguió se sintió más pesado que nunca. Dante apretó la carpeta entre sus dedos, luchando por mantener la calma. Finalmente, asintió lentamente.
—Está bien… —respondió en un tono seco, con un amargor evidente que no se molestó en disimular.
Sin decir más, tomó a Shaun de la mano y lo guió hacia el auto.
—Vamos, Shaun.
El niño no dijo nada, pero apretó con fuerza la mano de su hermano mientras caminaban hacia el Charger.
Cuando ambos subieron, Dante encendió el motor con un gruñido metálico que rompió el incómodo silencio del vecindario.
Desde el asiento del copiloto, Danny observaba la escena a través del parabrisas, recargado con el codo sobre la ventana.
—Bueno… eso fue incómodo —murmuró, girando ligeramente hacia Dante mientras Dylan, Jason y Nick permanecían en los asientos traseros, en silencio.
—Y que lo digas… —añadió Dylan, cruzando los brazos con incomodidad mientras miraba a través de la ventana.
Jason, que estaba justo en medio, exhaló con fastidio.
—Bienvenido a Metrópolis. La gente aquí no es muy buena ocultando lo que piensa de nosotros.
Nick, sentado junto a la puerta, apoyó la cabeza contra el cristal, con una expresión neutral.
—Es mejor que Ciudad Gótica —murmuró sin apartar la vista de la calle.
Dante no respondió. Su mirada seguía fija en el camino, pero sus nudillos se tensaron alrededor del volante.
—Esto es temporal… —dijo finalmente Dante, con un tono que no admitía discusión—. No estamos aquí para quedarnos.
—No estoy tan seguro —respondió Danny, mirando por el retrovisor mientras los chicos en los asientos traseros hacían espacio para que Shaun, el niño de 9 años, se acomodara en el asiento central.
—No conozco algún lugar seguro en Gótica… —añadió Danny, con una ligera preocupación en su voz.
Jason, sentado a un costado, le pasó un papel a Dante sin decir una palabra.
—Ten —dijo simplemente—. Es una dirección en Metrópolis.
Dante echó un vistazo al papel mientras conducía, asintiendo con la cabeza. La tensión en su rostro no se desvanecía, pero al menos se sentía un poco más enfocado.
Shaun, sentado entre los chicos, miraba curioso a Nick, quien no perdía oportunidad para hacerle caras graciosas y distraerlo un poco de la atmósfera pesada del viaje.
—Dante, ¿quiénes son ellos? —preguntó Shaun, sus ojos llenos de curiosidad mientras miraba a Nick, que le hizo una cara exagerada para sacarle una sonrisa al niño.
Dante, sin quitar la vista de la carretera, sonrió levemente antes de responder.
—Son... amigos —dijo con una ligera sonrisa, suavizando un poco la seriedad que lo rodeaba. Miró a los chicos en el asiento trasero. Luego, giró el volante hacia la dirección indicada en el papel.
Un.Metrópolis, barrios bajos
El Charger finalmente se detuvo frente a un almacén en buen estado pero claramente abandonado. La edificación parecía haber visto mejores días, pero aún conservaba una estructura sólida. Dante apagó el motor y los chicos se bajaron, uno por uno.
—Bienvenidos a my house —dijo Jason con una sonrisa algo forzada, señalando el almacén.
El lugar tenía el aspecto de un refugio improvisado, y la atmósfera de la zona no era precisamente acogedora. Las calles cercanas estaban sucias, y la luz del sol apenas alcanzaba a filtrarse entre las sombras de los edificios de la cuadra. Sin embargo, para ellos, era lo suficientemente seguro como para hacer una pausa, al menos por ahora.
Dante observó el lugar con una mirada crítica, pero estaba claro que no tenía otra opción.
—Aquí estaremos, al menos por el momento. —dijo, mientras ayudaba a Shaun a bajar del coche. La tensión seguía presente, pero algo en sus ojos mostraba que la lucha no había terminado.
—Ya verán —dijo Danny con una sonrisa confiada mientras caminaba hacia el almacén. Su paso era firme, como si ya estuviera acostumbrado a lidiar con este tipo de lugares.
—Cuando termine con él, quedará mucho mejor que la casa de cualquier ricachón —agregó, mirando el almacén con una mezcla de desdén y anticipación.
Los demás lo miraron, algunos con dudas, otros con una ligera sonrisa. Sabían que Danny no hablaba solo por hablar; tenía un talento natural para transformar lo que parecía inútil en algo funcional, o al menos, en algo habitable.
Dante observó en silencio, sintiendo una mezcla de preocupación y alivio. A pesar de la situación, de estar atrapados en esa ciudad que no perdonaba a nadie, tener a un grupo de personas como los chicos con él lo hacía sentir que tal vez las cosas no eran tan imposibles.
Shaun, con su pequeña mochila colgada al hombro, miraba el almacén con ojos grandes. No estaba seguro de qué pensar, pero la idea de estar lejos del caos de Gótica le daba una leve sensación de calma.
—¿De verdad crees que este lugar va a estar bien? —preguntó Nick desde atrás, mirando la edificación con una mezcla de escepticismo y curiosidad.
—Confía en él —respondió Dante, mientras se adentraba al almacén, mirando el lugar con detenimiento. La luz filtrada a través de las ventanas rotas le daba una atmósfera sombría, pero eso no le impedía ver las posibilidades. Había algo en ese espacio que podía ser remodelado, adaptado. Algo que podía ofrecerles un respiro.
—Vamos —dijo Danny con una sonrisa burlona al ver el rostro de Nick—. Cuando veas lo que puedo hacer con esto, no vas a querer irte.
Con eso, todos comenzaron a entrar en el almacén, preparados para adaptarse a su nuevo refugio. Sin importar cuán poco parecía ofrecer, sabían que ahora, más que nunca, necesitaban hacer de ese lugar su hogar, al menos por el tiempo que les fuera posible.
—Antes de que empiecen a arreglar el lugar —dijo Danny, levantando la mano para llamar la atención de todos. Su tono era serio, pero con un toque de esa arrogancia que lo caracterizaba—, necesito que me dejen solo para hacer mi magia. Vayan y diviértanse por Metrópolis, yo me encargaré de esto.
Dante lo miró, no completamente convencido, pero confiaba en las habilidades de Danny, aunque sabía que podía ser un poco… impredecible.
—¿Seguro? —preguntó Dylan, alzando una ceja, claramente escéptico.
Danny asintió varias veces, con una sonrisa de suficiencia.
—Sí, sí, sí —respondió Danny con confianza, sacudiendo la cabeza como si se tratara de una solicitud ridícula. Sabía lo que hacía, y eso le daba la seguridad de que, en cuanto comenzara, todo tomaría forma rápidamente.
—Bien, nos vamos entonces —dijo Jason, ya encaminándose hacia la salida del almacén, seguido de los demás. No tenían muchas ganas de quedarse en ese lugar a hacer trabajo de construcción. Metrópolis les ofrecía más distracciones, y ninguno de ellos era tonto como para perderse la oportunidad de disfrutar de la ciudad.
—Nos vemos en un rato, Danny —dijo Nick mientras caminaba hacia la salida.
Con todos saliendo y dejándolo solo, Danny se quedó allí, mirando el almacén vacío y polvoriento con una sonrisa en el rostro. Sabía que, con un poco de esfuerzo, este lugar podría convertirse en algo más de lo que todos esperaban.
Cerró los ojos un momento, respiró profundamente y empezó a planear cómo iba a transformar el espacio. La “magia” que mencionaba no era literal, pero su habilidad para manipular lo que tenía a su alrededor, para hacer que un simple almacén se convirtiera en un hogar improvisado, era algo que siempre había hecho bien.
—Verán, chicos —murmuró para sí mismo, con una sonrisa traviesa—, les dije que esto quedaría mejor que cualquier casa de lujo.
Metrópolis, 1:30 p.m. – Protesta de activistas de los derechos de los animales
Después de que Danny los corriera del almacén momentáneamente, Nick decidió caminar solo por las calles de Metrópolis. Se sentía inquieto, buscando algo en qué distraerse, y pronto se encontró con una protesta en pleno auge. Dos grupos opuestos estaban cara a cara, uno defendiendo los derechos de los animales y el otro, asegurando que comer carne no los convertía en monstruos.
—¡1234, los animales también son hermanos! —cantó una chica de aspecto hispano, con un gorro verde y un vestido largo que casi llegaba a sus tobillos. Llevaba una camisa verde claro y un pendiente que brillaba sutilmente en su oreja. Un gafete en su pecho decía "Jéssica Cruz", indicando que ella era la líder del grupo.
—¡Lo que ella dijo! —apoyó otro de los manifestantes, levantando su cartel con fervor.
Desde el otro lado, los opositores al activismo animal comenzaban a alzar la voz.
—¡Son solo animales! —gritó un hombre con actitud desafiante, mientras otros a su alrededor asentían.
—¡Comer animales no te hace un monstruo! —respondió una mujer con energía, mientras agachaba la cabeza para ajustar su cartel.
Nick observaba la escena, sintiendo que la tensión se estaba acumulando rápidamente.
—Esto sí que es una pérdida de tiempo —pensó, cruzándose de brazos mientras se acercaba un poco más.
De repente, el grupo contrario se exaltó aún más.
—¿Ya terminaron? ¡Tengo hambre! —gritó uno de los hombres del grupo contrario, mostrando más indiferencia que realmente una posición firme.
Nick no podía soportarlo más, y decidió intervenir. Se acercó rápidamente a la chica con el gorro verde, sorprendiéndola por la espalda.
—Hola —dijo de repente, provocando que la chica se sobresaltara.
—¡Ah! Oye, eres nuevo —respondió ella, recuperándose rápidamente del susto, antes de darle un cartel con el logo de su causa—. Únete a nosotros, protesta con nosotros.
Nick tomó el cartel entre sus manos, mirando el mensaje con algo de desdén.
—Sí —dijo, alargando la respuesta—. No lo creo, chica green.
Luego, sin más preámbulos, se dio un paso al frente, dirigiéndose directamente hacia el grupo contrario.
—¡Oye, imbécil! —gritó Nick, llamando la atención de uno de los manifestantes.
—¡Qué! —gritó el hombre, adoptando una postura defensiva ante la provocación.
—¡Toma! —gritó Nick, levantando el cartel y golpeando al hombre con él. El impacto fue suficiente para que el grupo contrario se alterara.
—¡Pelea! —gritó Nick, agitando el cartel como si fuera una señal para iniciar una pelea. En segundos, los dos grupos comenzaron a empujarse y lanzarse insultos, desatando el caos en medio de la calle.
—¡No! ¡No! ¡Deténganse! —gritó Jéssica, tratando de calmar la situación, pero sus esfuerzos fueron en vano. En medio de la confusión, Nick aprovechó la oportunidad.
Con rapidez, se acercó a ella, tomándola del brazo y llevándola detrás de la zona donde se encontraba el caos.
—Ayúdame a liberar a los animales —dijo Nick con tono serio, abriendo una puerta metálica que parecía conducir a algún tipo de área privada o jaulas.
Jéssica, atónita y molesta, intentó soltarse, mirando a su alrededor con incredulidad.
—¡No tenías que haber hecho eso! —exclamó, ahora más preocupada por la situación en la que se encontraba. Pero Nick ya había tomado el control de la situación, y no tenía intención de detenerse.
—Mira, amiga, si quieres algo en la vida, a veces debes hacer sacrificios —dijo Nick mientras corría, abriendo las jaulas de los distintos animales con rapidez y algo de desinterés.
Sin pensarlo mucho más, Jessica suspiró y comenzó a ayudarlo, liberando a los animales que estaban encerrados.
—¿Conoces algún lugar donde podamos llevarlos? —preguntó Nick, mientras echaba un vistazo a los animales que corrían, buscando alguna forma de llevarlos a un lugar más seguro.
Refugio de animales de metrópolis
Jess se entretenía caminando entre los pollos. Mientras tanto, Nick observaba las vacas con una expresión de indiferencia y curiosidad. Sin embargo, al verlas con su cara de vampiro, las vacas se asustaron y comenzaron a correr, descontroladas.
Jessica lo observó con una mezcla de sorpresa y decepción.
—Tengo un don, chica green —dijo Nick, sonriendo burlonamente, mientras el anillo de Jessica comenzaba a parpadear con un resplandor verde.
—Si quieres, llámame Jess —respondió ella, aún algo sorprendida, pero sin perder su compostura—. Bueno, admito que fue "diferente" a la manera normal, pero si tuvo resultados.
—Gracias —respondió Nick con sarcasmo, haciendo una reverencia en broma, mientras sonreía con picardía.
—Aunque, podríamos haber hecho las cosas de una manera más pacífica —dijo Jess, ligeramente molesta, observando cómo los animales corrían en diferentes direcciones.
—Jess, Jess, Jess —replicó Nick con tono burlón—. Ya te lo dije antes, el mundo no funciona así. La mitad de las cosas se resuelven hablando o peleando, y yo elegí la forma fácil. Créeme, Jessica, hablar no lleva a nada.
Jessica, enojada, puso las manos en las caderas y lo miró fijamente.
—Pues yo digo que hablar siempre supera a la violencia —respondió, desafiante, sin apartar la mirada.
—Ja, ja, ja, como no —dijo Nick con sarcasmo, riéndose ante la actitud de Jess.
A pesar de estar enojada, Jessica comenzó a notar algo extraño en Nick.
—Eres nuevo, ¿no es así? ¿A qué escuela vas? —preguntó curiosa, mientras observaba los detalles de su ropa.
Nick pensó rápidamente en la respuesta, recordando el cartel que había visto cuando entraron a Metrópolis.
—Metrópolis High —respondió rápidamente, sin pensarlo demasiado.
—¡Vaya! Qué coincidencia —dijo Jess, con una sonrisa, sorprendida—. Yo también voy allí. Ya lo sé, las clases empiezan mañana. Te demostraré mañana mismo que estás equivocado —dijo con confianza, cruzándose de brazos.
—Ok, es una cita —dijo Nick, sonriendo maliciosamente, sabiendo que había tocado un punto sensible.
Jess, visiblemente sonrojada, lo miró con una expresión nerviosa.
—¡No es una cita! Solo seremos dos conocidos que hablarán y... eh... —dijo, tartamudeando mientras se ruborizaba aún más.
Nick solo se rió ante su reacción. La situación, para él, estaba claramente tomando un giro más divertido de lo esperado.
Metrópolis, 4:30 p.m.
Jason salió de una cafetería, un vaso de café caliente en mano, mientras caminaba con tranquilidad por las bulliciosas calles de la ciudad. El sol comenzaba a caer, pero el movimiento en Metrópolis nunca cesaba.
Un fuerte estruendo captó su atención. El sonido de guitarras distorsionadas y una batería retumbante lo guiaron hacia un callejón donde se celebraba un concierto de rock underground. Jason se detuvo por un momento, pensativo.
—¿Por qué no? —se dijo a sí mismo, entrando sin dudar demasiado.
El lugar era oscuro, iluminado solo por luces de colores que parpadeaban al ritmo de la música. La multitud saltaba y gritaba, dejándose llevar por la intensidad del concierto.
Mientras caminaba, esquivando a la gente, algo llamó su atención. En medio del tumulto, una chica rubia bailaba con energía desbordante. Llevaba una chaqueta azul, pantalones marrones y una hebilla con una gran S grabada.
—Debe ser alguna fan de Superman —pensó Jason con escepticismo, desviando la mirada y planeando retirarse del lugar.
Sin embargo, un grito cortó el ambiente.
—¡Eso duele, perra! —vociferó un hombre, a pocos metros de la rubia.
Jason giró la cabeza con rapidez.
—¡Eso te pasa por intentar tocarme! —respondió ella, con los puños apretados y una mirada desafiante—. Podemos dejarlo como un malentendido y listo. —Su tono, aunque firme, buscaba evitar una escalada innecesaria.
—No lo creo... —respondió el hombre con una sonrisa torcida, extendiendo su mano nuevamente hacia ella.
Jason ya estaba listo para intervenir, pero antes de que pudiera moverse, la chica reaccionó con una velocidad sobrehumana. De un solo golpe, el hombre salió disparado contra una pared, cayendo inconsciente.
Jason se quedó paralizado por un momento.
—¿Wow? No sabía que Superman tenía una hermana menor… —murmuró, incrédulo.
El sonido de un arma cargándose lo trajo de vuelta a la realidad.
—¡Jefe! —gritó otro hombre, compañero del primero, sacando una pistola del cinturón y apuntando directamente hacia la chica.
Jason no lo pensó dos veces. En cuestión de segundos, se deslizó entre la multitud. Con una patada rápida desarmó al agresor, y con un movimiento descendente lo noqueó, dejándolo fuera de combate.
—Wow… —susurró la chica, aún sorprendida por la reacción de Jason.
—¡Nos vamos! —dijo él, tomando su mano con firmeza y tirando de ella hacia la salida.
La chica no opuso resistencia, siguiéndolo mientras ambos desaparecían entre la multitud que seguía disfrutando del concierto, ajena al pequeño caos que acababa de ocurrir.
Afuera del lugar
La brisa de la tarde golpeó suavemente a Jason y Kara mientras salían del local. El bullicio del concierto se desvanecía detrás de ellos, dejando solo el eco distante de la música.
—Gracias… Yo podía sola, pero… gracias. —Kara sonrió con cierta incomodidad, aunque genuinamente agradecida.
Jason se encogió de hombros, extendiéndole la mano.
—Jason. Jason Todd.
Kara aceptó el apretón con entusiasmo.
—Kara. Solo Kara.
Jason la miró con curiosidad.
—Estuviste increíble allí adentro. Ese puñetazo… aún veo al tipo volar en cámara lenta.
—¿Bromeas? ¡Lo tuyo fue impresionante! Esas patadas… —Kara imitó el sonido de la patada cortando el aire—. Woosh, como ninja o algo así.
Jason rió, metiendo las manos en los bolsillos de su chaqueta.
—Eres fuerte, aunque… —Jason la escaneó rápidamente de arriba a abajo. Su vista se detuvo involuntariamente en el trasero de la chica —. Con el tamaño que tienes, no me sorprende.
Kara parpadeó, confundida al principio, pero su rostro se sonrojó al notar hacia dónde iba la mirada de Jason.
—¿Qué crees que estás mirando? ¡Pervertido! —espetó, cruzando los brazos sobre su pecho y dando un paso atrás.
Jason levantó las manos en señal de paz, conteniendo una carcajada.
—¡Nada, nada! Me refería a tus bíceps. —Asintió hacia sus brazos—. Están bien marcados, ¿eh? Se nota que entrenas duro.
Kara lo miró de reojo, evaluando si le creía o no. Finalmente, sonrió con cierta timidez y posó como míster Olimpia.
—¡Oh! Gracias. Trabajo mucho en ellos. —Flexionó los brazos, haciendo que Jason soltara una carcajada.
—No lo dudo. A ese tipo lo mandaste directo al hospital.
—¿Y tú? —preguntó Kara, aún con una sonrisa—. ¿Eres nuevo en Metrópolis? No te había visto antes.
—Sí, algo así. —Jason desvió la mirada, evitando entrar en detalles.
—¿A qué escuela vas?
Jason dudó. “Vamos, ¿cuál era la escuela del cartel?” pensó.
—Eh… No lo sé. Tú dime.
Kara entrecerró los ojos, sospechando que Jason intentaba esquivar la pregunta.
—Yo voy a Metrópolis High.
Jason chasqueó los dedos, improvisando.
—Oh, qué casualidad. Yo también.
Kara levantó una ceja, cruzando los brazos.
—¿En serio?
—Claro. ¿Por qué mentiría?
—Supongo que lo sabré mañana… —Kara lo miró de arriba a abajo, evaluándolo—. Nos veremos en clase, Todd.
Jason sonrió con suficiencia.
—Eso espero, Kara. Eso espero.
Kara simplemente rodó los ojos, pero no pudo evitar sonreír. Dándole un amistoso golpe en el hombro
—Jajaja —dijo Jason mientras reprimía un poco el dolor del golpe
—Maldita fuerza de Alien —penso Kara notando que lo había golpeado muy fuerte —A- ad- adiós Jason, te veo mañana —dijo Kara marchándose un poco nerviosa
Jason la observó mientras se alejaba, frotándose disimuladamente el hombro.
—Maldita fuerza kriptoniana… —murmuró con una sonrisa de lado.
Kara, por su parte, caminaba a paso rápido, reprimiendo el calor que sentía en el rostro.
—Genial, Kara. Le vas a romper el hombro al primer chico con el que hablas en semanas.—pensó, negando con la cabeza.
Jason se quedó un momento parado en la acera, observándola hasta que desapareció entre la multitud.
—Definitivamente no es como otras chicas… —susurró.
El viento sopló con fuerza, arrastrando una hoja de periódico que se detuvo a sus pies. Jason la pisó sin darle importancia, pero sus pensamientos divagaban.
“Metrópolis High, ¿eh? Supongo que ahora tengo que averiguar cómo meterme allí.”
Sin nada más que hacer, Jason giró sobre sus talones y comenzó a caminar hacia el almacén donde Danny debía estar "trabajando su magia".
—Espero que no haya volado el lugar... otra vez. —murmuró, acelerando el paso.
Metrópolis prometía ser más interesante de lo que esperaba.
Metrópolis, feria en los muelles – 6:30 p.m.
Dante caminaba lentamente por los muelles junto a su hermano menor, Shaun. Las luces de la feria brillaban con intensidad mientras el sonido de la música y las risas llenaban el ambiente. A su alrededor, las atracciones mecánicas rugían y la gente disfrutaba de los juegos y la comida típica de feria.
—¿Quieres pizza? —preguntó Dante, señalando un puesto cercano con mesas al aire libre.
—Claro… —respondió Shaun, encogiéndose de hombros. Su voz sonaba apagada, reflejando aún el peso de los últimos días.
Dante suspiró. Sabía que su hermano estaba lidiando con la pérdida de sus padres, y aunque él mismo sentía el mismo dolor, intentaba mantenerse fuerte por Shaun.
“Solo… una noche de descanso no nos haría daño.”
Sin decir más, llevó a Shaun al puesto de pizza y ordenaron una grande de pepperoni. Se sentaron en una mesa junto a la ventana mientras esperaban. Dante apoyó los codos sobre la mesa, dejando que su mirada vagara por los alrededores.
Fue entonces cuando la vio.
A pocos metros, en una esquina no tan concurrida, una chica de cabello morado realizaba trucos de magia. Llevaba un traje de maga que resaltaba bastante en la zona de los muslos, probablemente diseñado para llamar la atención de los transeúntes. Sin embargo, a pesar de sus esfuerzos, pocos se detenían a observar.
Dante la miró por unos segundos, viendo cómo intentaba hacer levitar un pañuelo con un poco de torpeza. No lo hacía mal, pero competir con la feria y sus atracciones era casi imposible.
La chica terminó su truco con una ligera reverencia, pero su expresión reflejaba cierta tristeza. Al levantar la mirada, sus ojos se cruzaron con los de Dante.
Él, de inmediato, desvió la vista, fingiendo que no había visto nada. No era su problema.
Pero Shaun tenía otra idea.
El niño se deslizó de la silla y, antes de que Dante pudiera detenerlo, corrió hacia la chica.
—¡Oye! —exclamó Dante, pero Shaun ya estaba al lado de la maga, aplaudiendo con entusiasmo.
—¡Eso fue increíble! ¿Cómo lo hiciste? —preguntó Shaun con los ojos brillantes.
La chica se sorprendió al principio, pero rápidamente sonrió al ver el entusiasmo del niño.
—¿Te gustó? —preguntó, inclinándose un poco para estar a su altura.
—¡Sí! ¡Fue genial!
Dante se llevó una mano a la cara y suspiró. “Claro, Shaun tenía que hacer algo así”.
Resignado, se levantó y se acercó a ellos.
—Lo siento… no quería molestar. —dijo Dante, metiendo las manos en los bolsillos.
La chica negó con la cabeza.
—No te preocupes. —respondió con una sonrisa amable— Es bueno tener al menos un fan.
Shaun miró a Dante con insistencia.
—Dante, ¿puedes darle algo de dinero? Quiero ver otro truco.
Dante arqueó una ceja.
—¿No se supone que íbamos a cenar?
—Por favor… —suplicó Shaun con ojos de cachorrito.
Dante suspiró, sacando unos billetes del bolsillo y poniéndolos en la caja de la maga.
—Con eso es suficiente para otro truco, ¿no? —preguntó, medio en broma.
—Por supuesto. —dijo la chica, guiñándole un ojo a Shaun— Este es para ti.
Mientras la maga comenzaba su siguiente truco, Dante se cruzó de brazos y se apoyó en un poste cercano, observando en silencio.
“Tal vez… no estaba tan mal dejar que Shaun se distrajera un poco.’’
El ambiente de feria se tornó tenso en cuestión de segundos. Las luces y la música alegre parecían opacarse mientras que tres tipos se acercaban a la chica.
—Oye, preciosa. —dijo el más grande de los tres, con un cigarrillo colgando de sus labios. Su mirada era lasciva mientras dejaba caer un billete de cien dólares en la caja de la maga—. Ese truco de antes no estuvo nada mal, pero te aseguro que ganarías más en una sesión privada con nosotros. —El hombre se relamió los labios de forma asquerosa, haciendo que la chica retrocediera un poco.
—A-ah, gracias... pero ¿por qué privar a los demás del espectáculo? —respondió la chica con nerviosismo, tratando de mantener la compostura.
Dante, quien observaba todo desde unos pasos atrás, sintió una punzada de incomodidad. “Esto no pinta bien.’’
Sin perder tiempo, tomó la mano de Shaun, dispuesto a alejarse de allí si las cosas se salían de control.
—¿No nos entendiste? —intervino uno de los maleantes, acercándose más a la chica—. Cuando Big T te dice algo, lo haces.
El hombre extendió la mano para agarrarla, pero ella instintivamente dio un paso hacia atrás… y terminó chocando de lleno contra Dante.
La situación ya era incómoda, pero lo que ocurrió a continuación solo la empeoró.
—¿Qué…? —pensó Dante, sonrojándose al darse cuenta de que, de alguna forma inexplicable, sus manos habían terminado en el trasero de la chica, inconscientemente por el nerviosismo, este sonrió, revelando unos dientes afilados de demonio.
Shaun, con una expresión mezcla de confusión y horror, no sabía si reír o intervenir.
—¡AHHH! —gritó la chica, su rostro completamente rojo.
—¡Te juro que no fue intencional! —se apresuró a decir Dante, levantando las manos con torpeza.
Sin embargo, la chica no pareció escuchar su explicación. Aún en pánico por la situación (y por la sonrisa nerviosa y afilada del muchacho), respondió de la manera más directa posible: con un puñetazo.
¡SMACK!
Dante retrocedió un par de pasos, sobándose la mandíbula.
—¿Pero qué…? —masculló entre dientes, sintiendo el ardor del golpe.
—No sé qué está pasando aquí, pero… —Big T agarró a la chica por la muñeca, ignorando por completo a Dante—. ¡Tú te vienes con nosotros!
Los otros dos maleantes la sujetaron también, impidiéndole soltarse.
Dante apretó los dientes. Se llevó una mano a la mandíbula, pensativo. “Bien, ya me dieron un golpe gratis. No hay razón para quedarme.’’
Con Shaun aún de la mano, estaba por darse la vuelta y alejarse cuando un dolor punzante cruzó su mente.
—SALVA AL INOCENTE, CASTIGA AL CULPABLE. —la voz retumbó en su cabeza como una orden absoluta.
—Te dije que no te librarías fácilmente de esto. —agregó una segunda voz, más maliciosa. La risa de Eli resonó con diversión.
Dante se detuvo en seco.
—Mierda… —susurró.
—¿Dante? —Shaun lo miró con preocupación.
Dante giró lentamente, clavando su mirada en los maleantes. Su ojo derecho comenzó a arder con un brillo naranja intenso.
—Y yo que pensé que hoy podría relajarme… —dijo, mientras las llamas naranjas envolvían la cuenca de su ojo, creciendo cada vez más.
El calor se intensificó.
La carne de Dante comenzó a consumirse rápidamente, dejando a la vista un cráneo metálico envuelto en fuego infernal.
—¿Q-qué… qué demonios? —balbuceó uno de los maleantes, soltando la muñeca de la chica con un movimiento tembloroso.
Big T retrocedió un paso, pero Dante ya había dado un paso al frente.
—TARDE. —murmuró el Rider con una voz cavernosa.
Las llamas danzaban alrededor de su cuerpo esquelético mientras las sombras de la feria temblaban ante su presencia.
Inmediatamente, una cadena se enrolló alrededor de las piernas de Big T, arrastrándolo sin piedad hacia el Ghost Rider. Las llamas naranjas iluminaban el rostro del maleante, reflejando su creciente pánico mientras se acercaba al cráneo llameante.
Dante, o más bien el Ghost Rider, levantó la mirada, dispuesto a aplicar su castigo más temido: LA MIRADA DE PENITENCIA.
—MÍRAME… —susurró con voz cavernosa, mientras las llamas en sus ojos ardían con mayor intensidad.
Big T forcejeó inútilmente, su respiración se volvió errática. Pero antes de que el Rider completara su sentencia, un detalle lo detuvo.
Shaun lo miraba con los ojos muy abiertos, lleno de sorpresa… y miedo.
Junto a él, la maga también lo observaba, con una mezcla de desconcierto y horror.
Por primera vez, Dante sintió algo diferente. Una chispa de conciencia…
“Shaun… no puede verme así.”*
El fuego comenzó a menguar poco a poco. Dante luchó internamente contra la furia que consumía al Ghost Rider.
—¡Basta! —gritó, obligándose a tomar el control.
El cráneo en llamas parpadeó, y lentamente, los rasgos humanos de Dante comenzaron a regresar. La carne regenerándose, cubriendo el esqueleto incandescente hasta que las llamas se extinguieron por completo.
Ahora, completamente él mismo, Dante miró con furia contenida a Big T.
—Me haces enojar… —dijo con una voz más natural, aunque aún cargada de rabia.
El puño de Dante se cerró con fuerza y, sin pensarlo dos veces, lanzó un golpe directo al rostro del maleante.
¡BAM!
El impacto fue brutal. Big T salió despedido hacia atrás, estrellándose contra sus compañeros, que cayeron como fichas de dominó.
—¡Ugh! ¡¿Qué demonios fue eso?! —se quejó uno de ellos, ayudando a Big T a levantarse.
—Cállate y corre… —murmuró Big T, llevándose una mano al rostro adolorido mientras tambaleaba.
Los tres maleantes no tardaron en poner pies en polvorosa, desapareciendo entre la multitud de la feria.
Dante suspiró y se pasó una mano por el cabello, tratando de calmarse.
—Y eso es todo… —murmuró, como si se estuviera convenciendo a sí mismo.
—¿Estás… bien? —preguntó Shaun con voz temblorosa, acercándose a su hermano.
—Sí, no fue nada. —Dante se agachó y apoyó una mano en su hombro, dedicándole una sonrisa tranquilizadora—. ¿Tú estás bien?
Shaun asintió lentamente, aunque seguía viéndolo con una mezcla de asombro y preocupación.
—¡E-espera! —La maga se acercó, aún algo sonrojada y nerviosa—. ¿Qué… qué demonios fue eso? ¿Quién eres tú?
Dante se encogió de hombros, evitando la mirada.
—Solo un chico que odia las injusticias… y los problemas. —respondió, restándole importancia—. ¿Estás bien?
Ella lo miró por un momento antes de asentir.
—Sí… gracias por ayudarme. Aunque… —Se llevó una mano al rostro, aún avergonzada—. Lo de antes… ¿seguro que fue accidental?
Dante se rascó la nuca, nervioso.
—¡Te juro que sí! —dijo rápidamente, alzando las manos en señal de inocencia mientras volvía a mostrar su afilada sonrisa.
La chica soltó una risa ligera, relajando el ambiente.
—Está bien, te creeré… por ahora.
Shaun miró la interacción con curiosidad.
—Oye, ¿puedes hacer más trucos de magia? —preguntó de repente, desviando la atención.
La maga sonrió y sacó una baraja de cartas de la manga de su traje.
—Por supuesto. ¿Cuál es tu nombre, pequeño?
—Shaun.
—Bien, Shaun. Este truco es para ti. —Se arrodilló frente a él y comenzó a realizar un sencillo pero entretenido acto de magia.
Dante observó en silencio, sintiendo que, al menos por ahora, las cosas estaban en calma. Pero en el fondo sabía que no podría mantener al Ghost Rider bajo control para siempre.
30 minutos después.
La maga había terminado su día y estaba guardando el dinero cuando se disponía a marcharse. Justo en ese momento, Shaun la interrumpió con una pregunta.
—¿Quién eres? —preguntó el niño, su rostro iluminado por una sonrisa amplia.
La chica lo miró y, con un aire dramático y algo exagerado, levantó la cabeza y se presentó.
—¡Yo... soy la asombrosa y hermosa Zee Zatara! —dijo con una sonrisa desbordante de confianza.
Shaun, entusiasmado por la respuesta, se adelantó sin pensarlo mucho.
—¿Te llevamos? —preguntó, sin dejar de sonreír.
Dante, que estaba observando en silencio desde un costado, alzó la voz para protestar.
—¡Oye! —dijo, frunciendo el ceño, pero fue completamente ignorado por Shaun y Zee.
Zee, sin perder el ritmo, tomó la mano de Shaun con una sonrisa encantadora.
—¡Claro! —respondió sin vacilar, y ambos se encaminaron hacia el parqueo.
Dante suspiró, resignado.
—Será una larga noche... —murmuró, antes de seguir caminando tras ellos.
Por las calles de Metrópolis
El sonido de un potente motor resonaba en las calles, cortando el silencio de la noche. Dentro del coche, el ambiente era tenso y algo incómodo. Dante mantenía sus ojos en el camino, su expresión imperturbable mientras conducía. De repente, el silencio fue roto por la voz de Zee, que intentaba aliviar la tensión.
—Lindos llantos, por cierto —comentó Zee, visiblemente nerviosa desde el asiento del copiloto, refiriéndose a cuando Dante se transformó en el Ghost Rider.
—Sii —respondió Dante con sarcasmo, sin apartar la mirada del volante. Su tono dejaba claro que no quería hablar al respecto.
—¿Son nuevos en Metrópolis? —preguntó Zee, buscando algún tema de conversación para romper el hielo.
—Sí, acabamos de mudarnos —respondió Shaun con una sonrisa de oreja a oreja.
—¡Oh, eso es genial! —respondió Zee, interesada—. ¿Y a qué escuela van?
—Tengo una beca en la escuela privada Roble Alto —dijo Shaun con orgullo. La noticia sorprendió a Zee, ya que no cualquiera podía entrar a esa escuela, mucho menos recibir una beca.
Zee se quedó boquiabierta por un momento, pero rápidamente recobró la compostura.
—¿Impresionada, verdad? —dijo Dante con una mezcla de orgullo y burla en su tono.
Zee asintió, todavía sorprendida.
—Sí... ¡wow, eso es impresionante! —respondió, pero rápidamente cambió de tema—. ¿Y tú, a cuál vas?
Dante, que había estado concentrado en la carretera, pensó por un momento antes de responder.
—Yo... Hmmm, voy a... —dijo, alargando la palabra mientras pensaba en su respuesta.
Zee, con los ojos fijos en él, esperaba ansiosa una respuesta.
—¡Vamos Dante, tú puedes, tú puedes! —se alentó mentalmente el chico, mientras trataba de recordar el nombre del cartel escolar. Mantenía toda su concentración en esa tarea, pero también estaba consciente de que tenía que concentrarse en la carretera.
—¿Metrópolis High? —dijo, algo dudoso, buscando reafirmar su respuesta.
Zee, que había estado escuchando con atención, sonrió ampliamente y su rostro se iluminó con entusiasmo.
—¡Oh, en serio! —exclamó, casi brillando de emoción, mientras se inclinaba ligeramente hacia Dante—. ¡Yo también voy ahí!
Dante, al escuchar la respuesta, casi se desvió un poco al volante, completamente sorprendido por la coincidencia. En su mente, una alarma sonó, porque no podía evitar notar lo cerca que estaba Zee, especialmente su escote, que no ayudaba en nada a disimular el tamaño de sus pechos.
—¡Esta es muy cerca! —pensó, tratando desesperadamente de bloquear esos pensamientos y centrarse en conducir. Intentó con todas sus fuerzas no distraerse con la cercanía de la chica, pero la tentación era difícil de ignorar.
De alguna manera, Dante logró mantener sus manos firmes en el volante, pero la tensión en el aire entre ellos era palpable.
Casino de Metrópolis, Penthouse del Hotel
Dante observaba el gigantesco edificio del hotel, su mirada fija en la majestuosa estructura, con sus luces brillando en la noche. Traga saliva, sorprendido por la enorme diferencia entre el lujo del lugar y la vida que él y su hermano tenían.
— Los seis vivimos en un almacén de mala muerte, en un rincón de Metrópolis que ni siquiera sabe que existe... La mitad de nuestras cosas están en mal estado, y mi cuarto... posiblemente sea un sótano —pensó Dante, con una sensación incómoda al ver lo lejos que estaban de esa clase de vida.
Al volverse, sus ojos se encontraron con los de Zee. Ella lo miraba con una sonrisa en el rostro, y con una expresión de satisfacción por haber tenido una noche interesante.
— Te veo mañana en clases —se despidió la chica con entusiasmo, antes de alejarse hacia la entrada del hotel.
Dante observó cómo se alejaba, la sensación de incomodidad aún rondando en su pecho. No entendía cómo alguien como ella, tan brillante y extrovertida, podía ser tan diferente a su propia realidad.
— Debimos cobrarle ese viaje... —dijo, molesto consigo mismo mientras encendía el motor del auto.
Shaun, que había estado observando el lujoso letrero del hotel con una expresión de asombro, asintió.
— Es cierto —dijo, su tono de voz aún cargado de incredulidad mientras seguía con la mirada el resplandor del letrero.
El contraste entre lo que veían frente a ellos y su propia vida era algo que no podían evitar notar. Pero con un suspiro, Dante arrancó el auto, decidido a dejar atrás esa sensación por un rato, aunque algo le decía que no podrían ignorarla por mucho más tiempo.
— ¡Espera! —gritó la voz de Dylan desde adentro del simbionte, la desesperación evidente en sus palabras. — ¡Esto no era parte del trato!
Pero Carnage, sumido en su locura y hambre insaciable, no tenía intenciones de detenerse. Su cuerpo de simbionte retumbaba con una energía caótica, cubriendo cada centímetro de su ser como un manto de destrucción. Su risa resonaba, distorsionada y aterradora.
— ¡EN ESTE MOMENTO SOMOS NOSOTROS O ELLA! —gritó Carnage, su voz rebosante de locura. La simbiosis que compartía con Dylan no era suficiente para calmar su furia, y sus palabras estaban teñidas de una urgencia visceral. — ¡NO HAY NEGOCIACIONES!
Wonder Woman no retrocedió ni un paso. Su mirada fija en el monstruo, el escudo listo, la espada lista para ser desenvainada. No importaba quién estuviera detrás de ese monstruo, ni siquiera la conversación interna que pudieran estar teniendo; su misión era clara, y no permitiría que la maldad destruyera más vidas en Metrópolis.
— Si es una pelea lo que quieres, monstruo —dijo Wonder Woman, su tono firme como acero —Te mostraré lo que significa enfrentarse a una guerrera amazona.
De repente, sin más advertencia, Carnage saltó hacia ella con una velocidad impresionante, desatando una lluvia de tentáculos y garras. Wonder Woman apenas tuvo tiempo de levantar su escudo para bloquear el primer ataque, el impacto de la fuerza de Carnage enviándola hacia atrás, haciendo que el asfalto se agrietara bajo sus pies.
Dylan, atrapado dentro de la mente de Carnage, luchaba por recuperar el control. Sabía que esta no era la manera en que debía ir todo. Pero la furia del simbionte era imparable, y la sensación de poder lo envolvía de tal manera que las palabras de Dylan se ahogaban.
Wonder Woman, con agilidad, contrarrestó el ataque, girando sobre sí misma para evadir un tentáculo que casi la golpea. Con un giro rápido, lanzó su espada, atravesando uno de los tentáculos de Carnage y causando que el monstruo emitiera un rugido de rabia.
—¡Esto acaba aquí! —exclamó Wonder Woman, concentrándose en cada movimiento. El combate era feroz, pero ella sabía que solo una de las dos fuerzas saldría victoriosa esa noche.
El aire en el callejón estaba cargado de tensión y el hedor del miedo se mezclaba con el eco de los pasos de Wonder Woman. Frente a ella, Carnage, una masa retorcida de odio y simbionte, se preparaba para atacar de nuevo. Pero entonces, algo inesperado ocurrió.
— ¡Basta! —gritó la voz de Dylan desde dentro de la criatura.
Una mano emergió lentamente de la caótica masa de simbionte. Sus dedos temblaban mientras se abrían paso a través del pecho de Carnage, como si alguien estuviera arrancando una máscara de piel viva.
— ¿QUÉ CARAJOS CREES QUE ESTÁS HACIENDO? —rugió Carnage, su voz resonando por las paredes del callejón.
Su forma imponente y grotesca comenzó a temblar, reduciéndose poco a poco. Las extremidades monstruosas se encogieron, y la masa negra y roja se disipó como humo disipado por el viento.
En cuestión de segundos, la figura gigantesca se había desvanecido, dejando de pie a un adolescente de cabello oscuro. El simbionte ahora cubría su cuerpo como un traje, ajustado y aerodinámico, similar a un spider suit. La piel roja del simbionte estaba marcada con líneas negras que recorrían su torso y brazos, casi como venas oscuras sobre la tela. Su boca dentada había desaparecido, dejando solo una máscara con dos grandes ojos blancos, afilados y brillantes.
Dylan se miró las manos, jadeante, sintiendo el poder del simbionte ahora bajo su control.
— Ahora yo tengo el control —susurró, con una mezcla de alivio y miedo.
Wonder Woman frunció el ceño. Bajó ligeramente el escudo, pero no dejó de observar con desconfianza.
— ¿Quién eres tú? —preguntó con firmeza, dando un paso adelante.
Dylan no respondió. Se giró hacia la pared del edificio más cercano.
— Lo siento... pero no tengo tiempo para explicaciones —dijo con una voz apagada.
Antes de que Wonder Woman pudiera reaccionar, Dylan flexionó las piernas y se lanzó hacia la pared. Las yemas de sus dedos se adhirieron a la superficie como si fueran ventosas, permitiéndole trepar con facilidad, casi deslizándose hacia arriba a una velocidad inhumana.
— ¡Espera! —gritó Wonder Woman, comenzando a correr detrás de él.
Pero Dylan ya estaba en el techo, moviéndose con agilidad entre los edificios, sus movimientos instintivos y fluidos, como si el simbionte supiera exactamente qué hacer.
Desde el borde del tejado, Dylan echó un último vistazo al callejón. Wonder Woman lo observaba desde abajo, con el ceño fruncido y el lazo de la verdad en la mano.
— Lo siento, pero esto no es tu pelea —susurró Dylan, antes de perderse en la oscuridad de la noche.
Wonder Woman permaneció allí unos segundos más, sintiendo que algo mucho más grande estaba por venir.
Metrópolis, almacén – 9:30 p.m.
El antiguo almacén, que alguna vez fue un montón de escombros y polvo, ahora brillaba con una nueva vida. Danny, cubierto de grasa y sudor, apagó su linterna y dio un paso atrás para admirar su obra.
— Con eso ya debería estar listo —murmuró, exhalando con alivio mientras se limpiaba las manos con un trapo sucio.
Con un clic, el almacén se iluminó por completo. Las luces colgaban de cables improvisados, y aunque algunas parpadeaban, el ambiente se sentía acogedor. El techo, que solía tener agujeros y goteras, estaba ahora completamente reparado. Las paredes, aunque conservaban grafitis, habían sido limpiadas, dándole un aire urbano pero habitable.
Había logrado rescatar varias cosas del almacén abandonado: algunas computadoras que ahora funcionaban perfectamente, una vieja máquina arcade que brillaba en la esquina, y un espacio de cocina pequeño pero funcional. Al final del almacén, se encontraba un baño que, aunque modesto, servía para lo necesario.
En la sección trasera, el garaje estaba listo para recibir el Charger de Dante. Danny incluso había puesto su mirada en una motocicleta que llevaba meses abandonada y que planeaba restaurar.
En el centro del lugar, viejos sillones desgastados formaban una pequeña sala de estar frente a una televisión de pantalla grande, claramente una reliquia de tiempos pasados, pero aún funcional.
La tranquilidad fue interrumpida por el chirrido de la puerta principal abriéndose.
— Wow —murmuró Jason, siendo el primero en entrar. Sus ojos recorrieron el lugar con admiración —. No bromeabas cuando dijiste que harías magia con este lugar.
Danny sonrió, encogiéndose de hombros.
— Solo fue ingenio y chatarra.
— Esto se ve bien —agregó Nick, entrando detrás de Jason y observando las máquinas.
Desde el exterior, el rugido de un motor llamó la atención de todos. Dante estacionó el Charger y apagó el motor con un suave giro de llave. Al abrir la puerta del auto, miró el almacén y asintió con aprobación.
— Se ve mejor de lo que pensé. Buen trabajo, Danny.
Shaun entró corriendo detrás de Dante, sus ojos brillaban de emoción.
— ¡Esto es genial!
Por último, Dylan cruzó la puerta con las manos en los bolsillos, observando en silencio.
— Parece que soy el último en llegar —dijo, apoyándose en una de las columnas cercanas.
Danny cruzó los brazos, orgulloso de su trabajo.
— Bueno, alguien tenía que hacerlo. Además, dudo que alguno de ustedes sepa siquiera cómo cambiar un foco.
Dante soltó una carcajada.
— Tienes razón. Shaun rompe cosas, Jason pelea con cosas, y yo… bueno, yo las prendo en llamas.
Jason levantó las manos.
— Oye, pelear con cosas tiene su utilidad.
Shaun se dejó caer en uno de los sillones, soltando un suspiro.
— Lo importante es que tenemos un lugar para llamar hogar.
Danny miró la motocicleta abandonada en el garaje y sonrió para sí mismo.
— Aún falta trabajo, pero estamos en camino.
Nick tomó asiento frente a la televisión y encendió la máquina arcade, sonriendo mientras el sonido clásico del juego llenaba el almacén.
— ¿Alguien para una partida? —preguntó, sacando una moneda del bolsillo.
Dante se dejó caer en el sillón frente a la televisión, cruzando los brazos detrás de la cabeza.
— Nah… creo que me quedaré aquí, disfrutando el silencio.
Jason se acercó a la cocina improvisada, revisando la nevera.
— Genial, tenemos cervezas. Bueno… jugos para Shaun.
Shaun puso los ojos en blanco.
— Qué considerado de tu parte.
Danny soltó una pequeña risa, pero su expresión rápidamente cambió a una de orgullo mientras se dirigía hacia una puerta al fondo del almacén.
— Y eso no es todo —dijo, atrayendo la atención del grupo—. Vengan, tienen que ver esto.
Intrigados, los chicos lo siguieron a través de la puerta y descendieron por unas escaleras de metal que crujían levemente bajo sus pasos. Al llegar al sótano, las luces se encendieron automáticamente, revelando un amplio espacio que sorprendió a todos.
Frente a ellos se extendía un pasillo con siete habitaciones perfectamente distribuidas a lo largo del sótano. Era un contraste impresionante con el aspecto exterior del almacén.
— ¿Cómo…? —murmuró Dante, visiblemente impresionado.
Danny sonrió, cruzándose de brazos.
— Fue mucho trabajo… pero valió la pena.
Los chicos comenzaron a explorar las habitaciones, sus rostros reflejaban asombro y satisfacción.
La primera habitación, estaba llena de herramientas bien organizadas, estanterías con piezas de maquinaria y en el centro, sobre un viejo maniquí, descansaba el traje de Red X. El antifaz oscuro y la capa desgastada parecían observarlos en silencio.
— Bueno, esto grita "Danny" por todas partes —comentó Jason, pasando la mano por el maniquí.
La segunda habitación tenía una estética más peligrosa. Una cama sencilla estaba colocada contra la pared, y sobre un escritorio, descansaba el casco rojo de Red Hood. Varias armas estaban organizadas cuidadosamente, listas para usarse en cualquier momento. Jason sonrió al verlas.
— Ahora sí me siento como en casa.
La tercera habitación pertenecía a Dante. Era más caótica. En una esquina, había libros colocados como blancos de tiro, algunos con agujeros en el centro. La ropa de Dante estaba desparramada sobre la cama, y una pequeña mesa con cuchillos y cadenas descansaba al lado.
— Bonito desastre —dijo Nick con una carcajada.
— Prefiero llamarlo… orden a mi manera —replicó Dante mientras lanzaba un cuchillo hacia uno de los libros.
La cuarta habitación tenía un aire más infantil. Las paredes estaban decoradas con dibujos y algunos juguetes, con una cama que parecía hecha a medida para Shaun.
— ¡Esto es genial! —dijo Shaun, lanzándose sobre la cama con una gran sonrisa.
— Te hice un espacio que encajara contigo —explicó Danny.
La quinta habitación tenía un ambiente más relajado. En una esquina, un columpio hecho con una rueda colgaba del techo, y un pequeño refrigerador estaba junto a la cama. Nick abrió el refrigerador y encontró un par de sodas frías dentro.
— ¿Me leíste la mente o qué? —preguntó Nick, tomando una lata.
— Tenía la corazonada de que te gustaría.
La sexta habitación era bastante simple, pero tenía una gran televisión frente a una cama bien organizada. Era evidente que estaba pensada para Dylan.
Dylan pasó la mano por el borde de la cama y asintió con aprobación.
— Funciona.
Finalmente, llegaron a la séptima habitación. A diferencia de las demás, esta solo tenía una cama y una lámpara. Las paredes estaban vacías, sin decoración alguna.
— ¿Y este cuarto? —preguntó Dante, frunciendo el ceño.
Danny se encogió de hombros.
— No sabía qué hacer con él. Lo dejé libre, por si alguien necesita espacio extra o… tenemos una visita inesperada.
Jason arqueó una ceja.
— ¿Visitas inesperadas? ¿Planeas hospedar a alguien más?
— No lo sé… siempre es bueno tener un lugar de sobra —respondió Danny con una sonrisa misteriosa.
El grupo volvió al centro del sótano, observando el lugar con más calma. Se sentía acogedor, diferente a cualquier otro sitio en el que habían estado.
— Este lugar… es increíble —dijo Shaun, rompiendo el silencio.
— Ahora tenemos algo parecido a un hogar —añadió Nick, recostándose en el columpio.
Dante se apoyó contra una de las columnas, observando a sus amigos con una sonrisa cansada.
— Supongo que este viejo almacén no está tan mal después de todo.
Danny asintió.
— Bienvenidos a su nuevo hogar, chicos.
Y así, mientras la noche caía sobre Metrópolis, un grupo de jóvenes problemáticos encontró un refugio en el lugar más inesperado.
Danny asintió con una sonrisa y cruzó los brazos.
— Bienvenidos a su nuevo hogar, chicos.
Pero antes de que pudieran relajarse, Nick gritó desde la esquina del almacén.
— ¡Espera! Hay algo de lo que debemos hablar.
Intrigados, todos miraron hacia el techo del almacén, donde cinco adolescentes y un niño se encontraban reunidos alrededor de un dispositivo. Danny estaba sentado frente a una computadora portátil, su mirada concentrada mientras tecleaba rápidamente.
— Repítanme, ¿por qué hago esto? —preguntó Danny con una mezcla de irritación y confusión, mientras hackeaba el servidor de Metrópolis High. En la pantalla, los nombres de Jason, Dante, Nick, Dylan y el suyo aparecían en la lista de inscripciones de la escuela.
— Digamos que… metí la pata sin querer —respondieron Dante, Jason y Nick al unísono, mientras intercambiaban miradas nerviosas.
Jason fue el primero en hablar, levantando las manos en señal de disculpa.
— No sé si Super tiene una hermana, pero hoy la conocí y… bueno, una cosa llevó a la otra, y le dije que estudiaba en Metrópolis High.
Nick, con la cara algo roja, se frotó la nuca mientras explicaba.
— Yo ayudé hoy a una chica vegetariana, y, bueno, me preguntó dónde estudiaba… y, eh, pues… dije que allí.
Dante, visiblemente incómodo, recordó el momento en que miro el escote de Zee.
— Yo… —dijo, claramente eludiendo detalles— Digamos que fue algo que surgió en el momento.
— Y ¿Entonces ustedes metieron la pata, y me metieron a mí? —preguntó Dylan, visiblemente confundido, mientras miraba a cada uno de los chicos.
Danny suspiró y dejó de teclear por un momento, mirando a los chicos con una expresión entre divertida y exasperada.
— ¡Qué desastre! —exclamó—. Pero bueno, ya estamos todos inscritos. No hay vuelta atrás.
Dylan frunció el ceño y levantó una ceja.
— ¿Por qué me metieron a mí en esto? ¿No era suficiente con ustedes?
— Pensamos que como no tienes muchos amigos, tal vez sería bueno para ti salir un poco, ¿sabes? —respondió Nick, intentando suavizar la situación.
Jason, tratando de no reír, añadió:
— Y además, no es como si pudieras rechazarlo. Ya estás inscrito.
Dylan miró a todos, observó la pantalla de la computadora y suspiró.
— Esto va a ser… raro.
Danny, con una sonrisa burlona, le lanzó una mirada desafiante.
— Prepárate, amigo. Metrópolis High no es cualquier escuela.
Los chicos se miraron entre ellos, algunos aún confundidos y otros más resignados a la situación. Lo único que quedaba por hacer era adaptarse a lo que tenían ahora. Había muchas incógnitas, pero también una oportunidad para algo nuevo. La escuela, los desafíos y la vida en Metrópolis High estaban esperando.
— Genial, otra aventura comienza. —dijo Dante, con una sonrisa torcida en el rostro.
Reportaje Especial De Ciudad Gótica
A altas horas de la madrugada, las pantallas de la ciudad mostraban un informe urgente que rápidamente captó la atención de todos los residentes. La voz del periodista, grave y solemne, resonó por todo Metropolis.
— Última hora, desde Ciudad Gótica, un evento que ha sacudido los cimientos de la ciudad. Batman, el enigmático vigilante de la noche, ha logrado derrotar a uno de los villanos más temidos de la ciudad, Killer Croc. Este criminal, conocido por su fuerza descomunal y su naturaleza imparable, fue finalmente capturado por el Caballero Oscuro y entregado a las autoridades de Gótica.
La imagen mostró a Batman, cubierto en su capa oscura, observando con seriedad mientras un grupo de policías se llevaba a Killer Croc esposado. El héroe de Gótica, que raramente se dejaba ver de cerca, mantenía su postura inquebrantable, como siempre. La noticia avanzó mientras la cámara se centraba en el comisionado Gordon, quien aparecía a su lado, observando la captura con un gesto de alivio.
— Según informes oficiales, el comisionado James Gordon, quien ha trabajado incansablemente al lado del Caballero Oscuro, ha confirmado que Killer Croc será trasladado a una de las prisiones de máxima seguridad de Ciudad Gótica. Sin embargo, la noticia más sorprendente proviene de la próxima gran transferencia de personal: Gordon, el veterano oficial, ha sido elegido para ser el nuevo comisionado de la policía de Metropolis.
La cámara enfocó brevemente al comisionado Gordon, que saludaba a la multitud con una mirada confiada y profesional, una figura que mostraba su experiencia, pero también una nueva etapa de su vida. La noticia era grande, y el cambio significaba mucho para la ciudad. Gordon había aceptado la oferta para trasladarse a Metropolis, donde su arduo trabajo sería fundamental para ayudar a restaurar el orden en una ciudad que, a pesar de su moderno brillo, también enfrentaba sus propios problemas con el crimen organizado.
— A partir de mañana, Gordon comenzará su labor como comisionado en Metropolis, donde se le encomendará mantener la paz en una de las ciudades más avanzadas del mundo. Su reputación y su experiencia le preceden, y se espera que, al igual que en Gótica, su influencia será clave para mantener el orden y erradicar las amenazas a la seguridad pública.
El reportaje cerró con imágenes del brillante horizonte de Metropolis, el sol comenzando a elevarse sobre la ciudad mientras la música evocaba un tono esperanzador. La transición entre las dos ciudades marcaba un nuevo comienzo, tanto para Gordon como para los ciudadanos que verían un cambio en la manera en que se enfrentaban los desafíos del crimen.
—Este es un nuevo capítulo en la historia de Metropolis. Las autoridades esperan que la experiencia del comisionado Gordon ayude a fortalecer la fuerza policial y a colaborar con los héroes de la ciudad en la lucha contra la delincuencia. Mientras tanto, el futuro de Gótica, aunque incierto, parece haber dado un respiro gracias a la intervención de Batman y su incansable lucha contra el crimen.
La transmisión se desvaneció mientras las imágenes de Metropolis brillaban en la pantalla, ofreciendo una visión de esperanza para los días venideros.
Fin del Reportaje.
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