Los Conejos Mágicos
Laboratorio de LexCorp
Los Night Sons investigaban el interior del laboratorio.
—¿Por qué estamos aquí? —preguntó Spider-Carnage, visiblemente confundido.
—Un rastro sospechoso de energía nos atrajo hasta aquí —respondió Red X mientras analizaba los parámetros de energía en un dispositivo portátil.
—No es raro, estamos en un laboratorio —señaló Morbius con obviedad.
—Lo sería, si estuviéramos hablando de un laboratorio común. Pero este no lo es. Por alguna razón, emite más energía y radiación de lo normal —explicó Red X con seriedad.
—Eso sí es sospechoso —añadió Red Hood, cruzándose de brazos.
—Creo que ya encontré la fuente de tanta radiación y energía —dijo Ghost Rider, mientras la luz de una cápsula se reflejaba en su metálico cráneo.
Frente a ellos, dentro de una cápsula de cristal, yacía un joven de cabello negro corto y ojos azules intensos. Su musculatura estaba bien definida, y vestía una camisa negra con el emblema de Superman en rojo, pantalones azules y zapatillas blancas.
—Inocente... —susurró Ghost Rider, apoyando su mano en el cristal.
El vidrio se rompió al instante, liberando al joven, quien comenzó a moverse lentamente, despertando.
—¿Quién... soy? —preguntó el chico, confundido.
—Tú... —murmuró Red X mientras revisaba unos papeles en un escritorio cercano—. Conner...
El sonido de la alarma resonó de inmediato en todo el laboratorio.
—Debemos marcharnos —dijo Spider-Carnage, volviendo la vista hacia la entrada.
—¿Nos lo llevaremos a la base? —preguntó Red Hood con cierta incredulidad.
—A estas alturas, no hay otra opción —replicó Morbius.
Ghost Rider silbó y su auto infernal llegó rugiendo. Sin perder tiempo, el grupo abandonó el laboratorio, llevándose a Conner con ellos.
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A la mañana siguiente
Toc, toc, toc, toc, toc...
—Maldito superoído... —murmuró Kara, dándose vueltas en la cama.
—¡Kara, llegó tu amiga! —exclamó su tutor con entusiasmo desde la sala.
—¿Eh? —farfulló la chica, levantándose con pesadez y caminando hacia la puerta mientras se frotaba los ojos—. ¿Quién viene tan temprano...?
El golpe en la puerta fue más fuerte esta vez. Al abrirla, Kara vio a Zee, vestida con su traje de maga, sosteniendo dos jaulas con conejos dentro.
—¡Kara querida, qué alegría y orgullo verte! —dijo su tutora, sonriente.
—¿Alegría y qué? —replicó Kara, aún medio dormida, rascándose la cabeza.
—¡Este es Blackberry Hazel von Owsla III! —dijo Zee, levantando la jaula de su derecha—. ¡Y este es Marshmallow Fluffytail! —añadió, mostrando el conejo de la izquierda.
—Ok... ¿Y qué hacen aquí? —preguntó Kara, parpadeando somnolienta.
Zee se acercó, con una gran sonrisa.
—Mira esto —dijo sacando su teléfono y enseñándole una larga conversación—. Largos mensajes anoche. Prometiste ayudarte.
Kara observó el chat con expresión de negación.
—Como sea... —se rindió, cruzándose de brazos.
—¡Ay, por favor, Kara! ¡No puedes fallarme ahora! —suplicó Zee, antes de recuperar su habitual entusiasmo—. Hoy es mi primera presentación pagada como maga y necesito que cuides de mis pequeños mientras estoy fuera.
—¿No puedes llevarlos contigo? ¿No son parte de tu acto? —inquirió Kara, desconcertada.
—Estos son conejos mágicos. Serían demasiado para una fiesta infantil.
Kara miró el desorden de su habitación.
—No sé... ¿por ahí?
—¿En este desastre? —Zee suspiró y, tras dudar un momento, le pasó las jaulas a Kara.
—Sujétalos —ordenó mientras sacaba su varita y comenzaba a reorganizar la habitación mágicamente—. Escucha bien, hay algunas reglas. Primero, solo comen verduras orgánicas, cortadas en cubos de exactamente un centímetro. Nada de supermercado, Blackberry Hazel ha tenido problemas estomacales. Agua dulce, a 14 grados centígrados, ni más ni menos. Y—
—¿Cuánto tiempo estarás fuera? —interrumpió Kara, frunciendo el ceño.
—No más de una hora —contestó Zee, transformando un póster de esqueleto en uno de ella misma con la frase “The Amazing Zee Zatara”.
—Tres cepillados suaves a la izquierda, cinco a la derecha. No olvides—
—Sí, sí, lo que sea —gruñó Kara, impaciente.
Zee se dirigió a la puerta, pero se detuvo de golpe.
—Ah, hay otra regla —añadió, volviendo a mirarla con seriedad.
Kara rodó los ojos.
—¿Cuál?
—La más importante. Nunca, bajo ninguna circunstancia, pongas a los conejos juntos.
Kara observó a los conejos en silencio y luego asintió con desgano.
—Como sea...
—¡Gracias, Kara! ¡Mami los extrañará! ¡Nos vemos! —Zee se despidió, cerrando la puerta detrás de ella.
Kara miró a los dos conejos en sus manos antes de dejarlos a un costado de ella y dejar su actitud ruda, mirando a los conejos con una sonrisa.
—¿Quiénes son los conejitos más lindos del mundo? Ustedes, cierto, shi shi shon —dijo mientras se quitaba el flequillo de la cara—. ¿Quiénes son los conejitos más lindos? ¿Quiénes? Ustedes son los más dulces y mágicos del mundo —dijo, haciendo que los conejos le sonrieran—. Si, si... ¿Cómo dijo que se llaman? —dijo Kara, intentando recordar sus nombres—. Ah, qué importa —agregó mientras señalaba a Blackberry—. Tú pareces un Merlín, y tú —dijo apuntando a Marshmallow—, un Harry Houdini. ¿Les gustan sus nombres? —preguntó Kara, mirándolos con ternura. —¡Sí, sí! ¡Ay, qué lindos! Ven acá, Merlín —dijo, sacando a Merlín de su jaula y abrazándolo—. ¡Ay, sí, tienes un conejito muy suavecito! Claro que sí lo eres tú —dijo, sosteniendo al conejo sobre su rostro mientras este le sonreía, disfrutando de los mimos.
Rápidamente, lo devolvió a su jaula antes de sacar a Harry Houdini.
—¡Y tú, Harry Houdini! —dijo mientras lo abrazaba y lo sacudía suavemente—. ¡Ay, eres tan lindo, conejito! —dijo, haciendo que el conejo disfrutara de sus halagos. Luego, Kara rápidamente tomó su teléfono algo maltratado. —¡Ahora una selfie para que todos nos vean! —dijo mientras se tomaba algunas selfies en diferentes posiciones.
—Regresen a sus jaulas —dijo, guardando a Harry Houdini en su jaula. —¿Qué? —dijo, confundida.
Frente a ella, los muy tristes Merlín y Harry Houdini intentaban tocarse mientras veían a Kara con lástima.
—Ay, Zee dijo que no los pusiera juntos —dijo Kara, con los ojos tristes, mientras observaba la escena de los conejos.
Estos comenzaron a aullar mientras se intentaban acercar más y más.
—Apuesto a que Zee tiene demasiadas reglas con ustedes —dijo Kara, arrojándose hacia las jaulas—. A mí también me pone reglas, pero no las necesitamos —dijo abriendo las jaulas y tomando a los dos conejos en un abrazo—. Cierto, porque somos los conejitos mágicos más lindos del mundo, las reglas son para tontos, ¿no? —dijo, mientras los conejitos comenzaban a correr en círculos sobre ella—. Las reglas son para tontos, sí, para tontos —dijo antes de volver a abrazarlos—. ¿Saben qué es lo que vamos a hacer? ¡Comeremos zanahorias! —dijo Kara mientras salía de su habitación.
Rápidamente, Merlín volteó a ver a Harry Houdini con una mirada ganadora, y este hizo lo mismo. Inmediatamente, Kara volvió a abrir la puerta.
—No hagan nada tonto mientras salgo —dijo antes de marcharse a una velocidad inhumana y volver con zanahorias—. ¡Tenemos suerte, estas son las últimas! ¡Ahhh! —gritó, sorprendida al mirar a los conejos, que ahora se abrazaban con amor y cerca de ellos había tres conejitos bebés—. ¡Harry Houdini! ¡Ah! ¡Eres mamá! —dijo Kara emocionada mientras tomaba a la pareja y sus crías en un abrazo—. ¡Ay, qué adorables son! ¡Me los como, me los como! ¡Nunca creí que me gustara esto! —dijo, sacando su teléfono para tomarse una selfie con los conejitos—. ¡Digan zanahoria! —dijo, tomando la foto. Sorprendentemente, diez conejitos bebés ahora estaban encima de ella en lugar de tres. Rápidamente bajó el teléfono con una mirada perpleja.
Toc, toc, toc.
Escuchó Kara el sonido de unos golpes en su puerta.
—Oye, Kara, ya me voy al mercado. ¿Te traigo algo? —preguntó su tutor, desde el otro lado de la puerta.
—¿Zanahorias? —dijo Kara, algo confundida.
—Lo que digas —respondió el tutor, marchándose.
—Ok, ok, ok —dijo Kara, llevándose una mano a la frente y golpeándose levemente. —Piensa, Kara —se dijo a sí misma, antes de abrir su puño y mirar sorprendida. En su mano había un pequeño conejito, y ahora no eran 10, ¡sino 20!—. ¡No dejes de pensar, Kara! —gritó, mientras tomaba los 20 conejitos bebés. Dejó a Merlín y a Harry Houdini abrazándose, y encerró a los conejitos en una jaula.
—Esto es... —dijo con una sonrisa triunfal, pero al voltear la mirada, vio otros 20 conejitos bebés—. ¡Ay, no! —gritó, tomando rápidamente los otros conejitos y encerrándolos en otra jaula—. ¡Ahhh! —exclamó, al ver 30 conejitos bebés a su alrededor—. ¡¿Qué está pasando?! —dijo, mientras tomaba su guitarra eléctrica y la usaba como pala para meter a los conejitos en una canasta—. Ufff... —se secó el sudor de la frente antes de mirar a Harry Houdini y Merlín, quienes ahora tenían una camada de 60 conejitos bebés, todos apilados en una torre. Rápidamente, tomó la sábana de su cama y trató de envolverlos, pero la sábana se fue estirando cada vez más hasta que, finalmente, se rompió.
—Oh, no... —dijo Kara, mirando aterrada. En ese momento, su habitación se llenó con dos millones de conejitos bebés—. ¡No, no, no, no, no, no! —gritó, mientras los conejitos seguían multiplicándose, llenando su habitación por completo. De repente, la ventana no soportó más y se abrió, dejando que los conejitos salieran como una catarata.
—¡Oigan ustedes! —dijo Kara, señalando a Harry Houdini y Merlín—. ¡Deténganse!
Sin embargo, los conejos ni se inmutaron y siguieron saliendo por la ventana, siendo arrastrados por el río de conejitos con una sonrisa.
—Creo que ya perdí el control... —dijo Kara, derrotada, observando cómo el caos se desbordaba a su alrededor.
Metrópolis, barrios bajos
En un almacén apartado, los chicos se encontraban tranquilos mientras Conner disfrutaba de unos waffles.
—¿No vamos a hablar del elefante en la habitación? —dijo Dylan, alzando una ceja mientras miraba a Conner.
—¿De qué quieres que hablemos? ¿De por qué, por alguna extraña razón, Lex Luthor tenía a un joven de nuestra edad encerrado en una cápsula en un laboratorio secreto? —respondió Nick, con tono sarcástico.
Rápidamente, Shaun se acercó a Conner con una sonrisa traviesa.
—¿Quieres? —le preguntó el niño al adolescente, ofreciéndole un bote de miel.
—Gra...cias —respondió Conner, algo confundido, pero aceptó el bote de miel con una ligera sonrisa.
—Es solo un chico, uno muy confundido —comentó Jason, observando la escena con comprensión.
—No sabe nada del mundo aquí afuera, no podíamos dejarlo solo —dijo Dante, visiblemente molesto por la actitud de Dylan.
—Es como un clon de Superman —intervino Danny, saliendo de su laboratorio—. Puede que no tenga todas sus habilidades, pero en efecto, es como un clon imperfecto de Superman.
—No es un clon —replicó Dante, aún molesto—. Solo es un chico.
—Me gusta esa actitud —comentó Jason, con una sonrisa aprobatoria.
Danny, sonriendo ampliamente, agregó:
—Ok, bueno... Conner no tiene a dónde ir.
—En pocas palabras —dijo Dylan—, ¿estás diciendo que se quedará con nosotros? Si es así, entonces, ¿qué haremos con el tema de los Night Sons?
—No creo que sea un gran problema, sabes que nos falta un sexto integrante —respondió Nick—. Si tiene la mayoría de los poderes de Superman, entonces puede ser un compañero muy fuerte.
—Está bien —dijo Danny, sacando un antifaz negro de un gabinete—. Este antifaz está hecho de un polímero ultra resistente al calor, se adhiere fácilmente a la piel y se retira sin dificultad con los dedos. No puede ser un vigilante si muestra su rostro.
Conner observó el antifaz con una mezcla de confusión y curiosidad. Sin embargo, al ver la determinación en los ojos de los chicos, aceptó el gesto. A pesar de sus dudas, sabía que este grupo se estaba convirtiendo en su nueva familia.
—Dante, ¿podemos ir a Pelham Park? —preguntó Shaun, tomando la mano de Conner.
—Está bien —respondió Dante, mirando a Jason—. Tú vienes con nosotros.
—No tenía nada que hacer el resto del día, así que está bien —dijo Jason, relajado.
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Metrópolis
En Metrópolis, las calles se inundaban de conejitos bebés.
—A deshacernos de esa adorable basura —dijo Supergirl, mirando el mar de conejitos.
Rápidamente, voló hacia el frente, deteniéndose justo frente a la marea de conejitos.
—¡Alto! —exclamó, estirando la mano.
Sin embargo, el mar de conejitos pasó por debajo de ella.
—¡Ah! ¡Se dirigen a Midtown! —dijo Supergirl al ver un puente. —¡Y llenarán la ciudad entera! —voló hacia el puente a gran velocidad.
Usando un poco de su fuerza, Supergirl derribó un pilar meramente estético, bloqueando el paso del mar de conejitos.
—Lo siento, conejitos, camino cerrado —dijo con una sonrisa, pero los conejitos se desviaron hacia la derecha. —¡Ay! ¿Es en serio? —exclamó antes de ser arrastrada por el mar de conejitos hacia Pelham Park.
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En una pequeña tarima, Zee se encontraba frente a un niño en una silla. Delante de ella, había tres niños más.
—¡Ahora, pequeño Tommy! ¿Qué tienes detrás de la oreja? —dijo Zee, muy animada, mientras sacaba un conejito bebé en lugar de una moneda.
—¡No es mi moneda, es un...! —comenzó Tommy, pero fue interrumpido por una niña.
—¡Conejito! —dijo la niña, antes de que ella y los otros tres niños fueran arrastrados por el mar de conejitos junto a Zee y Tommy.
De inmediato, Pelham Park se inundó de conejitos.
—¿Qué está pasando aquí? —dijo Dante, confundido, mientras salía de su Dodge Charger 1969 acompañado de Shaun, Conner y Jason.
Del mar de conejitos emergió Supergirl, seguida por una molesta Zee.
—¡Holaaa! —dijo Supergirl nerviosa—. ¿Cómo te va?
—¡Te dije que no los juntaras! —le reclamó Zee.
—Y lo hice, en serio, fueron como por unos 10 minutos —respondió Supergirl, mirando a Zee, que seguía molesta—. 5 minutos... —Zee no cambió su expresión—. 3 minutos... —el estado de ánimo de la maga seguía igual—. 1 minuto... —dijo Supergirl, hundiéndose nuevamente en los conejitos.
—¡Ahhh! —gritó Zee frustrada.
—¡¿Y qué querías que hiciera?! ¡Ellos se aman! —dijo Supergirl, sin entender el enojo de Zee.
—¡Por eso! ¡Ese es el problema! —dijo Zee, aún más molesta.
—¿Qué está pasando, Zee? —preguntó Dante, con Shaun sobre sus hombros, mientras avanzaba a grandes pasos por el mar de conejitos.
—Justo la persona que quería ver... —respondió la maga, sarcástica.
—Hola, Jason —saludó Supergirl al chico—. ¿Quién es él? —preguntó, mirando a Conner con curiosidad.
—Él... digamos que es un amigo. Le hemos enseñado a ser, en general, "humano" —respondió Dante con un tono casual.
—Tú... —dijo Conner, señalando el símbolo en el traje de Supergirl—. También tienes el símbolo... —comentó, acercándose a ella. —¿Sabes qué significa? —preguntó, con una expresión de confusión.
—Significa esperanza —respondió Supergirl, algo confundida por la pregunta—. Ya en serio, ¿quién es él?
—Digamos que es un tipo amigable y extraño —dijo Jason con una sonrisa—. Él también es... digamos que un vigilante en aprendizaje.
—Esperanza —dijo Conner, mirando el símbolo rojo en su camiseta con una expresión reflexiva, como si de repente se sintiera responsable de algo más grande.
—¿Tanto te desagradó? —dijo Dante, mirando a Zee, que seguía mostrando su molestia.
—Sí —respondió la chica, sin rodeos—. Siempre que estoy contigo pasan cosas extrañas, gracias a tu particular suerte.
—Bueno, hoy no pasará —dijo Dante, dando un paso al frente con una expresión decidida.
—¡Dante, cuidado! —gritó Shaun, viendo cómo su hermano estaba a punto de pisar un conejito.
En un segundo, Dante resbaló, perdiendo el control, y cayó hacia el frente. Shaun, en un intento por evitar caer también, se impulsó hacia atrás, aterrizando de manera sorprendentemente ágil sobre el césped. Sin embargo, esto provocó que el adolescente cayera encima de Zee.
—¿No que no pasaría? —preguntó Zee, molesta, mientras veía cómo el rostro de Dante estaba a milímetros del suyo, sus labios casi tocándose en un beso accidental.
Ambos se quedaron paralizados, el momento tenso colgando en el aire. Su labios temblando estando a punto de rozarse. Dante, completamente avergonzado, se apartó rápidamente, levantándose con prisa.
—¡Lo siento, lo siento mucho! —dijo Dante, mirando al suelo, mientras Shaun se reía de fondo.
Zee, aunque algo desconcertada por la cercanía, solo resopló y se levantó con calma, sacudiéndose el polvo de su ropa.
—No te preocupes, Dante. Aunque parezca que tienes una suerte de imán para problemas... —dijo Zee, su tono aún sarcástico pero menos molesto—. Solo evita que esto se repita.
Dante, un poco sonrojado, asintió, agradecido de que Zee no hubiera reaccionado de una manera más extrema. A lo lejos, Conner observaba en silencio, confundido por el revuelo que acababa de presenciar.
—Señorita maga, ¿Puede no coquetear con su novio frente a nosotros, por favor? —dijo un niño con un tono desagradable.
—¡No somos novios! —gritaron Zee y Dante al unísono, alzando la voz al mismo tiempo, mirando al niño con desdén.
—Ella parece una chica disfrazada de Superman —comentó otra niña, observando a Supergirl con curiosidad.
—¿Disfrazada de Superman? —replicó Supergirl, visiblemente molesta, su tono de voz subiendo de intensidad.
—Él parece un tipo normal usando una camisa de Superman —añadió un niño, señalando a Conner con el dedo.
Conner frunció el ceño ante el comentario, claramente irritado por la comparación con Superman. No le gustaba en lo más mínimo que lo compararan con el Hombre de Acero.
—Ten, ponte esto —dijo Jason, sacando el antifaz y dándoselo a Conner.
Con curiosidad, Conner lo aceptó y se lo colocó. El antifaz cubrió sus ojos, y una pequeña capa blanca se extendió sobre su rostro, pero, para su sorpresa, podía ver perfectamente a través de él.
Rápidamente, Zee aprovechó la ocasión para improvisar. Tomó a Supergirl del brazo y luego a Conner.
—¡Así es, niños! Estos son mis asistentes, la adorable Supergirl y el… eh, oh, ah… —dijo Zee mirando a Conner mientras trataba de encontrar las palabras adecuadas.
Dante, al ver la confusión de Zee, tocó su hombro, interrumpiéndola.
—¿Qué? —preguntó Zee, mirando a Dante con curiosidad.
—Superboy —respondió Dante, sonriendo levemente. —Su nombre es Superboy.
—¡Y el misterioso Superboy! —exclamó Zee, retomando su actuación. —¡Ahora, mis asistentes junto a esos extras! —dijo, apuntando a Jason y Dante, quienes se miraron entre sí, confundidos.
—¡¿A quién llamas extra?! —gritó Jason, molesto, cruzando los brazos.
—Como decía, para nuestro acto, haremos desaparecer a estos conejitos —continuó Zee, quitándose el sombrero de maga y metiendo un conejito en él, haciendo que desapareciera en un parpadeo.
—¡Wow! —dijeron los niños, fascinados, mientras Shaun observaba con ojos brillantes.
Rápidamente, el grupo comenzó a recoger los conejitos, metiéndolos en el sombrero de Zee. Al hacerlo, el sombrero se agrandó enormemente, succionando todos los conejitos del parque de Pelham.
—¡Tarán! —exclamó Zee, haciendo una reverencia triunfal, mientras el parque quedaba vacío de conejitos.
Pero entonces, un fuerte estruendo resonó a lo lejos.
—¡Pum! —se oyó el sonido de algo acercándose a gran velocidad.
—¿Eso simplemente podría ser un terremoto? —preguntó Supergirl, nerviosa, mirando a su alrededor.
—¡Kara! —gritó Zee, visiblemente molesta.
—¡¿Qué demonios?! —gritó Jason, mientras un tsunami de conejitos los arrastraba, cubriendo el parque y todo lo que estaba a su paso.
—¡¿Qué carajos?! —exclamó Dante, luchando por mantenerse a flote mientras las olas de conejitos lo arrastraban.
—¡Wiiiiii! —gritaba Shaun, mientras flotaba sobre la ola de conejitos con una gran sonrisa en el rostro.
—¡Solo tenías que seguir una regla! —reclamó Zee a Supergirl, claramente frustrada por el caos.
—¡Mentira! ¡Me diste como 500 reglas! —gritó Supergirl, tratando de mantener el equilibrio mientras las olas de conejitos seguían inundando el parque.
—Estoy confundido... —dijo Conner, pensativo, mirando la escena caótica que se desarrollaba a su alrededor.
—Yo también lo estoy... —añadió Jason, sin poder evitar soltar una pequeña risa nerviosa mientras trataba de mantenerse a salvo de los conejitos que seguían llegando en grandes cantidades.
—¡Y rompiste la única importante! —reclamó Zee, agarrándose del objeto más cercano, que para su mala suerte era Dante.
—Hola… —dijo Dante, flotando como un tronco en medio del tsunami de conejos.
—¡¿Y cómo iba yo a saber que Harry Houdini era niña?! —gritó Supergirl, hundiéndose brevemente antes de volver a salir a la superficie.
—¡¿Harry qué?! —Zee la miró indignada. —¡¿Cómo te atreves?! Son criaturas mágicas puras con nombres cuidadosamente elegidos. ¡No se les puede mezclar! ¡No son Merlín ni Harry Houdini! —espetó furiosa, aferrándose más fuerte a la chaqueta de Dante.
—¡Mis nombres son mejores que los tuyos! —replicó Supergirl, justo antes de hundirse nuevamente bajo el mar de conejitos.
—¡No importa! —gritó Zee, soltando a Dante para hundirse junto con Supergirl.
Momentos después, emergió del agua de conejitos con su traje de heroína.
—La única manera de detenerlos… —declaró Zatanna, mientras observaba la ola peluda que la rodeaba. —…es con la propia magia.
Con un gesto dramático, Zatanna extendió los brazos, apuntando hacia el millar de conejitos.
—La causa de esto es el amor prohibido entre Blackberry Hazel von Oswla III y Marshmallow Fluffytail.
—Merlín y Harry Houdini… —murmuró Supergirl, asomando la cabeza.
—¿Me puedes explicar de una vez qué está pasando aquí? —preguntó Dante, claramente frustrado, mientras se sacudía conejitos de la cabeza.
Zatanna suspiró, dedicándole una mirada paciente.
—Mira, Dante… a veces, cuando dos conejos mágicos de linajes diferentes se enamoran, su amor puede desatar… bueno, esto —explicó, señalando el desastre peludo que inundaba el parque.
—¿Por qué no pueden simplemente tener conejitos normales como el resto? —gruñó Jason, sacando un pequeño conejo de su bolsillo.
—Porque no estamos lidiando con conejos normales. Estos son conejos mágicos. Su amor provoca… efectos secundarios —respondió Zatanna, encogiéndose de hombros.
—¡Entonces haz algo! —gritó Supergirl, agitando las manos para ahuyentar conejitos invisibles.
—¡Estoy en ello! —Zatanna respiró hondo, cerró los ojos y comenzó a recitar un conjuro.
—Etiruc sopar edojlA y a rugam xatim…
Uno a uno, los conejitos comenzaron a brillar suavemente. Poco a poco, el tsunami de criaturas comenzó a retroceder, reduciéndose a una gran bola de conejos amontonados.
—¿Eso fue todo? —preguntó Jason, desconcertado.
—Sí… lancé un hechizo de desamor —dijo Zatanna con un suspiro, sacudiendo su capa.
Sin embargo, los ojos de los conejitos, que antes reflejaban dulzura, se tornaron de un rojo intenso y furioso. Lentamente, comenzaron a fusionarse en un gigantesco monstruo conejo.
—Creo que… tal vez lancé mal el hechizo —murmuró Zee, retrocediendo un paso.
—¡Ahhh! —gritó una transeúnte mientras corría lejos del parque.
—¡Vamos, corran, corran, corran! —gritó Jason, dirigiendo a las personas fuera del área.
Dante se quedó mirando al enorme monstruo conejo, sonriendo con confianza.
—Superboy, nos encargamos de esto —dijo, mientras una llama consumía lentamente la carne de su rostro, dejando expuesta una calavera con toques metálicos envuelta en fuego.
—¿Ok? —murmuró Conner, claramente confundido.
Antes de que Dante pudiera moverse, un balde de agua cayó sobre él, empapándolo por completo aunque sus llamas seguían ardiendo.
—¿Qué rayos haces? ¡Zee! —gruñó Dante, volviendo a la normalidad mientras se sacudía el agua.
—¡¿Qué crees que ibas a hacer?! ¡Son solo conejitos bebés! ¡No puedes incinerarlos! —le reclamó la maga, señalándolo con el dedo.
—¿Y qué… hacemos entonces? —preguntó Conner, aún confundido por toda la situación.
—¡Yo me encargo! —exclamó Supergirl, lanzándose contra el monstruo conejo.
Con un rápido movimiento, el gigantesco monstruo la tragó de un solo bocado.
—¡Supergirl! —gritó Jason, preocupado.
—Supergirl… —susurró Zee, impactada por lo que acababa de pasar.
De repente, desde el interior del monstruo, Supergirl emergió de nuevo, rompiendo la barrera de conejitos con ambas manos. En sus brazos sostenía a Blackberry Hazel von Oswla III y Marshmallow Fluffytail, quienes se abrazaban formando un corazón.
—¡Sepáralos! —gritó Zee desde abajo, agitándose frenéticamente.
—¡Pero no puedo! Se ven tan lindos juntos —protestó Supergirl, mientras los conejitos frotaban sus narices entre sí.
—¡Oye, no sabía que tenías ese lado tierno! —bromeó Jason, riéndose un poco.
—¡No es así! —gritó Supergirl, ruborizándose. Con un suspiro, separó a los dos conejitos de un solo tirón.
Al instante, el monstruo de conejos desapareció, dejando solo a Blackberry Hazel y Marshmallow Fluffytail sentados pacíficamente en el suelo.
—Bueno… eso fue raro —dijo Conner, cruzándose de brazos mientras observaba cómo Zatanna sostenía a los conejitos.
—Solo otro día normal —comentó Dante, sacudiéndose los restos de pelo de conejo de la chaqueta.
Zatanna suspiró, sosteniendo a Blackberry Hazel von Oswla III y Marshmallow Fluffytail en brazos.
—No sé por qué me molesto… Kara, me aseguraré de que cuides bien a estos dos.
—Sí, sí, confía en mí —respondió Supergirl, sonriendo mientras aceptaba a los conejos con suavidad.
Casa de Kara
Horas después, en la tranquilidad de su apartamento, Kara se sentó en el sofá con Blackberry y Marshmallow acurrucados en su regazo. Zatanna había insistido en mantenerlos separados, pero en cuanto se fue, Kara los dejó juntos nuevamente.
—No se preocupen, chicos —susurró Kara con una sonrisa cómplice mientras acariciaba a los conejos. —El amor siempre encuentra una manera… aunque Zee no esté de acuerdo.
Los conejitos se miraron y, como si entendieran, se acurrucaron más cerca el uno del otro, formando un pequeño corazón con sus cuerpos.
Kara solo rió para sí misma y encendió la televisión.
Fin.
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