¡Dulce Justicia!
Podemos ver a Barbara Gordon mirando en su tablet un video de Wonder Woman.
—Como vemos, una luz de esperanza surgió en Midtown durante el ataque de un monstruo, y muchos se preguntan… ¿quién es esta Wonder Woman? —decía la reportera del video mientras comenzaban a aparecer imágenes de los escombros y cadáveres dejados por la criatura—. Y al parecer, no es la única. Hasta ahora, lo único que sabemos de estos misteriosos vigilantes es su apariencia —continuó la reportera mientras la pantalla mostraba cinco retratos: un extraño hombre con un casco rojo, otro con una X en la máscara, uno más con apariencia de vampiro, uno con una monstruosa cara roja con detalles negros y espeluznantes dientes, y finalmente, una figura de calavera metálica envuelta en llamas.
Barbara habría seguido prestando atención de no ser por la voz de su padre que la sacó de su concentración.
—¿Barbara, me escuchaste? ¿Sabes el número de tus clases? —preguntó Jim Gordon mientras ajustaba el espejo retrovisor del auto.
—Sí… —respondió ella, algo irritada, mientras se ponía su capucha de murciélago morado y volvía a mirar su tablet.
—Vamos, calabacita, sé que es difícil empezar en una escuela nueva, pero estoy seguro de que te adaptarás.
—¡Papá! Me estás haciendo mudarme en medio de la prepa. Me encantaba Ciudad Gótica, y estaba a punto de finalmente, finalmente, finalmente encontrarme en, eh… mi grupo —se corrigió rápidamente antes de soltar más información de la cuenta.
—¿Tu, eh… tu grupo? —repitió Jim, visiblemente confundido.
—Sí, ya sabes… mi manada, mi tripulación, mi tribu, mi…
—Oh —dijo Jim al fin entendiendo—. Tus amigos, tus compadres.
—Mi equipo… —susurró Barbara, encogiéndose en su abrigo.
—Vamos, es el primer día de clases, seguro que harás amigos.
—Está bien —respondió ella, sonriéndole falsamente. Jim, sin notar la falsedad, le devolvió una sonrisa genuina.
Después de unos cinco minutos de silencio, el auto se detuvo frente a su destino: Metrópolis High.
—Aquí estamos. Metrópolis High —dijo Jim, echando un vistazo al imponente edificio. La cancha de fútbol americano era tan grande que se podía ver desde la calle—. Wow, es incluso más grande que la Academia Gotham… Bueno, espero que tengas un buen día, calabaza.
—Gracias… —dijo Barbara, saliendo del auto mientras observaba la magnitud de la escuela.
El bullicio de los estudiantes llenaba el ambiente.
—¡Wow, mira ese auto! —gritó un chico señalando en dirección al estacionamiento.
Barbara giró rápidamente hacia donde estaba el joven y vio a dos adolescentes tocando un Dodge Charger negro de 1969.
—¿Y si lo robamos? —propuso uno de ellos en tono burlón.
—¡Hey! —gritó alguien con enojo.
Los chicos, al igual que Barbara, se voltearon para ver a otro joven de su edad, o quizás un poco mayor. Media 1.86, vestía una chaqueta negra con rayas blancas, camisa roja, pantalones oscuros y unas Jordan clásicas. Su presencia era intimidante, y por la forma en que caminaba hacia ellos, parecía no tener paciencia para bromas. Era Dante Castle.
—Apreciaría que dejaran de tocar mi auto —dijo Dante, tronándose los nudillos.
—Sí, sí, lo que digas, chico nuevo —contestó uno de los adolescentes, posando la mano sobre la manija de la puerta.
Barbara juraría que, por un instante, los ojos cafés de Dante brillaron con un tono rojizo.
—¡Ahhh! —el chico soltó la manija de golpe, sacudiendo la mano como si se hubiera quemado.
—Vámonos —dijo el otro, dando un paso atrás. La altura de Dante, que rondaba el 1.86, junto con su actitud fría, terminó de intimidarlos.
Barbara observó la escena con una mezcla de curiosidad y cautela.
Definitivamente, este lugar será interesante… pensó mientras caminaba hacia la entrada de la escuela.
—¡Ya les dije que no fui yo! —gritó una chica rubia y alta, vestida con una chaqueta azul—. Solo digo que no sé por qué me castigan por algo que no hice.
—Solo ten cuidado, Kara —dijo una mujer desde el asiento del conductor de un auto, con una sonrisa tranquila.
—Sí, no queremos que pase como la última vez —añadió el hombre que iba a su lado, sonriendo de forma cómplice.
Kara gruñó, cruzándose de brazos. —Les digo que no fui yo. Me inculparon.
—Claro, cariño, lo sabemos. Que "tú" no lo hiciste —dijo la mujer, haciendo un gesto despreocupado con la mano—. Pero piensa en esto más como una aventura que como un castigo.
—Y como tus tutores, es nuestro deber ayudarte a ser la mejor Kara que puedas ser —agregó el hombre, usando un tono cursi que hizo que la chica rodara los ojos—. Es parte de este viaje de autocontrol.
Kara lanzó un suspiro frustrado y miró el auto. Con un simple manotazo en el techo, casi hizo que se volcara.
—Que tengas un gran primer día —dijo la mujer con una sonrisa mientras Kara se alejaba sin mirar atrás.
—Oh no. Lo que sea adecuado para ti —dijeron los dos tutores al unísono, observando el techo del auto con cierta felicidad enfermiza.
Barbara, que había presenciado la escena desde cerca, frunció el ceño. —Eso fue raro…
Mientras se dirigía hacia la entrada de la escuela, sus oídos captaron otra conversación que llamó su atención.
—Jason, ya te dije, no necesito armas. Con mis X estoy bien —dijo un chico de físico atlético, con cabello negro algo desordenado. Medía alrededor de 1.76 y vestía una chaqueta gris oscuro con detalles azules.
—Oh, vamos Danny, unas Glock 9mm no te vendrían mal —respondió su compañero, un adolescente más musculoso, de cabello castaño con mechones blancos. Vestía una chaqueta café y una camisa negra debajo.
Barbara los observó con intriga desde la distancia, fingiendo que revisaba algo en su tablet.
—Vamos, por favor —insistió Jason, dándole un codazo suave a Danny.
—Está bien, pero… —Danny detuvo la frase al notar que Barbara los miraba de reojo—. Mejor continuamos la conversación en otro lugar —añadió rápidamente, agarrando a Jason del brazo y arrastrándolo hacia una esquina más apartada.
Bárbara arqueó una ceja, intrigada por la conversación de Jason y Danny. De repente, el autobús escolar llegó, frenando frente a la entrada. De él bajó una chica bajita, de piel morena. Apenas puso un pie fuera, tropezó y su bolso se abrió, esparciendo su contenido por el suelo.
Vestía un suéter de rayas amarillas y negras, una falda amarilla y zapatillas blancas algo desgastadas. La chica parecía mortificada mientras recogía sus cosas con rapidez, tratando de que nadie más lo notara.
Bárbara vio la oportunidad y, sin dudarlo, se agachó para ayudarla.
—¡Hola! Soy Bárbara Gordon, pero puedes llamarme Babs. ¿Cuál es el tuyo? —dijo con entusiasmo, recogiendo un par de cuadernos.
—K-Karen… —susurró la chica con timidez, esquivando la mirada de Babs. Su nerviosismo aumentó al notar lo cerca que Bárbara estaba, invadiendo sin querer su espacio personal.
—Soy nueva aquí, es mi primer día. —añadió Bárbara rápidamente, sin percatarse de que su efusividad parecía incomodar aún más a Karen.
Karen dejó de hablar de golpe cuando vio que Bárbara sostenía algo que parecía… ¿un guante con un aguijón?
—¡Gracias y adiós! —Karen le arrebató el objeto de las manos con rapidez y salió corriendo, como si Bárbara acabara de descubrir un gran secreto.
—Oh… un gusto en conocerte… —dijo Bárbara, algo desanimada. Rápidamente, se palmó la cara suavemente, reprendiendo su torpeza.
—Relájate, Babs… primer día… todo saldrá bien… —se susurró a sí misma.
En ese momento, la bocina de una limusina cercana llamó su atención. Bárbara giró la cabeza justo a tiempo para ver cómo una chica de cabello negro y largo, con una camisa blanca bajo un chaleco de vestir negro, falda burdeos y calcetas hasta la rodilla, bajaba con elegancia. Llevaba tacones cortos que resonaron en el pavimento con cada paso.
Desde la ventanilla del vehículo, un hombre vestido como un mago asomó la cabeza, sosteniendo una mochila violeta.
—Zee, olvidaste tu mochila. —dijo el hombre con una sonrisa encantadora.
—Gracias, papi. —respondió la chica, y con un simple gesto hizo que la mochila desapareciera de las manos de su padre y apareciera mágicamente en las suyas.
Bárbara parpadeó.
¿Acaba de hacer magia…?
Zee giró sobre sus talones para entrar a la escuela, pero en el proceso tropezó torpemente con alguien que pasaba en ese momento. Era el mismo adolescente alto, de chaqueta negra con rayas blancas, que Bárbara había visto antes. De alguna forma, Dante terminó cayendo de espaldas al suelo… con el trasero de Zee aterrizando directamente sobre su cara.
—¡Hyaaa! —chilló Zee, saltando de inmediato mientras su rostro se encendía de rojo.
Dante, aún en el suelo, se incorporó con una expresión mezcla de vergüenza y enojo.
—¡¿Por qué siempre pasan este tipo de cosas contigo?! —exclamó, sonrojado y visiblemente molesto.
—¡Eso debería decir yo! —replicó Zee, ajustándose la falda con nerviosismo—. ¡Aléjate de mí!
Agarró su bolso y entró rápidamente a la escuela sin mirar atrás.
Bárbara se quedó observando la escena con incredulidad, tratando de asimilar todo lo que acababa de ocurrir en los últimos minutos.
—Definitivamente… este lugar es raro. —murmuró, empezando a caminar hacia la entrada.
Una vez adentro, Bárbara se dirigió hacia su casillero, ajustando la mochila sobre su hombro mientras recorría el pasillo abarrotado de estudiantes. El sonido de conversaciones, risas y pasos resonaba por todos lados, pero una discusión cercana llamó su atención.
Frente a ella, dos chicos parecían enfrascados en una acalorada charla.
—¡Ya te dije que no lo quiero, Hal! —espetó una chica de aspecto hispano, con un gorro verde oscuro que cubría parte de su cabello largo y negro. Llevaba un vestido largo verde claro, una camisa del mismo tono y unos pendientes que tintinearon cuando se giró con brusquedad, extendiendo la mano para devolverle un anillo al chico frente a ella. —no creo en Green lantern corps, sus métodos son demasiados violentos.
—Yo no hice las reglas. —respondió Hal, un adolescente de cabello castaño cuidadosamente peinado. Vestía una camisa verde oscuro de manga larga y jeans azules. Su expresión era relajada, pero había un brillo juguetón en sus ojos. Tomó el anillo de la mano de la chica solo para devolverlo segundos después—. Ahora es tu responsabilidad.
—¿Qué responsabilidad? —interrumpió una voz a su lado.
Bárbara giró la cabeza y vio a un chico que acababa de aparecer, casi como si surgiera de las sombras. Era un adolescente de cabello castaño oscuro y corto, con una pañoleta negra de patrones grises atada alrededor de la cabeza. Sus ojos marrones observaron la escena con curiosidad, y un colmillo sobresalía apenas de su labio superior. Llevaba una camiseta de manga larga debajo de una sin mangas oscura, que parecía un chaleco con capucha.
—¡Nick! —gritó la chica, sobresaltada—. ¡No vuelvas a hacer eso!
—Sí, sí… lo que digas. —respondió Nick con indiferencia, pero una sonrisa juguetona asomó en la comisura de sus labios—. ¿Entonces? ¿Qué es lo que es tu responsabilidad?
—Nada que te interese, chico nuevo. —dijo Hal, con un tono ligeramente agresivo, intentando desviar el tema.
Nick entrecerró los ojos, escrutándolo.
—¿No crees que eso es un poco grosero?
Hal lo miró de arriba abajo, su expresión endureciéndose por un instante.
—Basta, Nick. —intervino la chica, sujetándolo suavemente del brazo.
—Controla a tu novio, Jess. —se burló Hal, metiendo las manos en los bolsillos de su chaqueta mientras se alejaba por el pasillo.
—¡No es mi novio! —respondió Jessica rápidamente, cruzándose de brazos con una expresión de fastidio.
Nick puso una mano sobre el pecho, fingiendo estar herido.
—Wow… —dijo, arrastrando la palabra con exageración—. ¿Tan rápido me descartaste?
Jessica lo miró de reojo, visiblemente molesta.
—Eres imposible.
—Lo sé. —dijo Nick con una sonrisa despreocupada.
Bárbara, que había estado observando la escena mientras sacaba sus libros, no pudo evitar sonreír para sí misma. Definitivamente, este lugar está lleno de personalidades interesantes.
Hora del almuerzo
La cafetería de la escuela vibraba con el bullicio de estudiantes que se agolpaban en las mesas. En una esquina, cinco jóvenes se acomodaron alrededor de una mesa, charlando animadamente mientras deslizaban sus bandejas.
—Bien chicos, iniciemos la operación: L...U...N...C...H. —anunció Danny con tono solemne, entrecerrando los ojos como si estuviera dirigiendo una misión secreta.
—Eso… ¿qué significa exactamente? —preguntó Dylan, arqueando una ceja con evidente confusión.
—Significa que se sienten y coman su almuerzo. —interrumpió Jason, masticando una papita sin despegar la vista de su bandeja.
—Le quitas todo el misticismo a mis órdenes, hombre. —Danny hizo una mueca de disgusto, apoyando el mentón sobre su mano—. ¿No puedes dejarme tener mi momento? Respeta más a tu líder.
—¿Y quién te nombró líder? —intervino Dante, girando el tenedor en su mano con desgano.
Danny se enderezó en su asiento, apuntándose con el pulgar.
—¿Acaso tú fuiste entrenado desde que naciste por el mejor asesino del mundo? ¿Tienes un plan para cada situación? ¿Puedes adaptarte a cualquier amenaza?
—Wow... —Nick rodó los ojos con sarcasmo—. ¿Algo más, señor “Maestro del Destino”?
¡Slap!
El sonido de un impacto resonó de repente por toda la cafetería. Todos los presentes giraron hacia la fuente del escándalo.
—Mi cabello... —murmuró Zee, con el rostro congelado en shock.
Su largo cabello negro, normalmente impecable, estaba ahora cubierto con una mezcla de puré de papas y salsa. Zee extendió la mano hacia su bandeja, recogiendo un puñado de comida.
—Mi. Cabello. —repitió con furia, mientras su mano temblaba ligeramente.
Dante apenas podía contener la risa al ver la escena.
—Oye, ¿estás bien, Zee? —preguntó, luchando por mantener la compostura.
La respuesta llegó en forma de un puñado de comida lanzado sin advertencia.
—¡Oye! —protestó Dante, pero fue demasiado tarde. El puré pasó zumbando por encima de su cabeza, golpeando a Danny directo en la cara.
—¡Pffff! —Danny escupió aire y trozos de comida, mientras la mesa estallaba en carcajadas.
—Ahora sí, sacaste boleto. —dijo Dante, tomando su hamburguesa y lanzándola sin pensarlo dos veces.
La hamburguesa viajó por la cafetería... pero erró el blanco.
—¡Oh no! —exclamó Nick, al ver cómo la hamburguesa se dirigía directamente hacia Karen.
Antes de que pudiera reaccionar, Jess apareció de la nada, usando su bandeja como escudo para proteger a Karen.
—¡Déjala en paz, abusón! —gritó Jess, firme en su postura.
Un segundo después, un sándwich la golpeó en el costado de la cabeza.
—¡Guerra de comida! —exclamó Bárbara, levantándose de su asiento con entusiasmo.
Y así fue como la cafetería entera se convirtió en un campo de batalla de albóndigas voladoras, papas fritas como proyectiles y sándwiches usados como bumeranes.
Mientras la comida volaba por los aires, Danny, con puré aún goteando de su rostro, se volvió hacia Jason.
—Te lo dije… la operación L...U...N...C...H. Tenía que tener un nombre épico.
—Hombre, de todos los escenarios posibles… ¿tenía que pasar justo aquí? ¿En serio? —Jason reía mientras se inclinaba hacia atrás, disfrutando del caos. Su risa se cortó de golpe cuando una albóndiga bañada en salsa aterrizó directamente en su mejilla.
—Chicos... —Danny dejó su bandeja con calma, tomando su sándwich como si fuera un arma sagrada—. Operación: Desastre de Comida. —Sin dudar, lanzó el sándwich directo hacia una chica rubia alta que estaba al otro lado de la cafetería.
—¡Hijos de puta! —exclamó Kara al ver cómo el sándwich le rozaba el hombro, dejando un rastro de mostaza en su chaqueta. Sin pensarlo, formó una bola de puré de papas en su bandeja y la arrojó con fuerza hacia Danny.
Nick, siempre atento, interceptó el proyectil con una bandeja, desviándolo justo a tiempo.
—¡Buen bloqueo! —gritó Dante mientras se agachaba, esquivando un trozo de pizza volador.
Jason, viendo la oportunidad, agarró un puñado de papas fritas y las lanzó directamente hacia Kara con una sonrisa maliciosa.
—¡Jason! ¿Qué carajos? —Kara lo miró con incredulidad mientras las papas se deslizaban por su cabello.
—¡Lo siento, Kara! ¡Pero la familia es primero! —Jason alzó su bandeja defensivamente, como si esperara represalias.
La estrategia del grupo estaba clara: dos defendían y tres atacaban. Nick y Jason se cubrían con bandejas, bloqueando cualquier intento de contraataque, mientras Danny, Dante y Dylan recogían comida y la lanzaban sin piedad.
Kara, ahora más que dispuesta a entrar en la pelea, formó una barricada con las sillas cercanas y comenzó a devolver los ataques con precisión militar.
—¡Vas a necesitar más que papas fritas para detenerme, Jason! —gritó Kara, lanzando un trozo de pastel que explotó contra la bandeja de Nick.
—¡Refuerzos! —gritó Danny, haciendo un gesto a Bárbara, que estaba en plena batalla lanzando macarrones con queso.
—¡Ya voy! —Babs corrió, deslizándose sobre el suelo cubierto de comida, mientras lanzaba una bandeja llena de nuggets hacia Kara.
—¡Esto es ridículo! —gritó Dante, pero no podía dejar de reír mientras lanzaba un cartón de leche hacia Zee, que lo esquivó de milagro.
La cafetería estaba hecha un desastre. El sonido de risas, gritos y comida volando llenaba el aire mientras el suelo se volvía cada vez más resbaladizo por las bandejas caídas y las bebidas derramadas.
La formación de Danny y su grupo había resistido bien durante los primeros minutos, pero la realidad los alcanzó rápidamente: se habían quedado sin municiones.
—¡Recarga! —gritó Dylan, agachándose detrás de una mesa mientras buscaba algo, lo que fuera, para lanzar.
—¡No queda nada! —Dante se cubría la cabeza con una bandeja, esquivando un pedazo de pizza que pasó a centímetros de su rostro.
Danny entrecerró los ojos, analizando la situación como si estuviera planeando un asalto militar.
—Bien… —susurró con tono serio, su mente ya trabajando en una solución—. Nos dividiremos en dos grupos. Dante y yo iremos por las mesas del centro. Ustedes —señaló a Jason, Nick y Dylan—, rodeen por los lados y reúnan toda la munición que puedan.
Jason levantó el pulgar con una sonrisa confiada.
—Entendido, jefe.
Nick asintió, mientras Dylan se ajustaba la pañoleta como si fuera una banda de guerra.
—¡Bien, vamos! —gritó Danny, y junto a Dante, salió corriendo hacia el corazón de la cafetería.
Ambos se lanzaron al campo de batalla improvisado, zigzagueando entre sillas volcadas y charcos de jugo que brillaban bajo las luces. Kara, aún manchada de papas fritas, los vio venir.
—¡¿A dónde creen que van?! —exclamó, recogiendo una bandeja llena de espagueti.
—¡Divídanse! —gritó Danny, empujando a Dante hacia la derecha mientras él saltaba sobre una mesa.
Dante rodó por el suelo, terminando detrás de una fila de sillas. Desde allí, comenzó a recoger sándwiches desechados y los guardó en su bandeja.
—¡Tengo algo de munición! —avisó Dante, levantando una hamburguesa envuelta en servilletas.
Mientras tanto, Danny se deslizó por el suelo y agarró una bandeja llena de nuggets que alguien había dejado abandonada.
—Perfecto… —sonrió con malicia, listo para devolver el ataque.
Jason y Nick, por su parte, rodeaban con éxito el área, recolectando pequeños proyectiles comestibles.
—Esto es lo mejor que nos ha pasado en días —susurró Nick, lanzando una bola de pan a la bolsa de recolección que cargaba Dylan.
—Definitivamente —respondió Jason, agachándose mientras un pedazo de pastel volaba por encima de su cabeza.
La batalla continuaba, y aunque las probabilidades estaban en su contra, el equipo de Danny no pensaba rendirse tan fácilmente.
Dante giró a su izquierda y se encontró con una escena que, para su retorcido sentido del humor, era más que divertida. Zee estaba acurrucada debajo de una mesa, abrazándose a sí misma mientras intentaba evitar el desastre que reinaba en la cafetería.
—¿Necesitas ayuda? —preguntó Dante, con una sonrisa burlona, agachándose para mirarla de cerca.
Zee lo fulminó con la mirada, apretando las rodillas contra su pecho mientras un pedazo de puré volaba peligrosamente cerca de su cabello.
—¡No necesito tu ayuda! —refunfuñó, apartando la vista.
Dante se encogió de hombros, pero no pudo evitar notar la tristeza en su expresión mientras se miraba el cabello manchado de comida.
—Mi cabello… —susurró Zee, casi en un lamento.
Justo en ese momento, Dante vio algo que le hizo abrir los ojos con sorpresa: una hamburguesa grasienta volaba directamente hacia el rostro de la chica.
—Mierda… —susurró, y sin pensarlo dos veces, lanzó su bandeja hacia ella.
La bandeja interceptó la hamburguesa en el último segundo, enviándola a estrellarse contra el suelo con un sonido húmedo.
—Ven, —dijo Dante, extendiendo la mano hacia Zee, ofreciéndole ayuda para salir de debajo de la mesa.
Zee lo miró con recelo, claramente dudando si aceptar o no. Pero tras unos segundos, suspiró y tomó su mano.
—Está bien… pero no te hagas ilusiones.
Dante sonrió con suficiencia, pero justo cuando Zee comenzó a levantarse, el pie de Dante resbaló en una mancha de salsa en el suelo.
—¡Whoa!
Perdiendo el equilibrio, Dante cayó hacia adelante, empujando a Zee en el proceso. De alguna manera que desafiaba toda lógica, el adolescente terminó con el rostro hundido en los pechos de la chica.
—¡¿Q-Q-Qué haces, idiota?! —gritó Zee, su rostro encendido como un tomate mientras intentaba apartarlo a empujones.
—¡N-No fue mi culpa! —se defendió Dante, alzando las manos como si aquello ayudara a aclarar la situación.
El revuelo no pasó desapercibido. Nick y Jason, que estaban cerca, se detuvieron y soltaron una carcajada al ver la escena.
—Dante… ¿acaso es tu técnica secreta de combate? —se burló Jason, intentando contener las lágrimas de risa.
—¡Cállate, no es lo que parece! —gritó Dante, levantándose de un salto y retrocediendo como si hubiera tocado algo prohibido.
Zee, roja de la vergüenza, recogió una bandeja del suelo y la lanzó hacia él.
—¡Muere!
Dante esquivó por poco el ataque, pero no la ira de Zee, quien salió corriendo detrás de él con una venganza ardiente en sus ojos.
—¡Fue un accidente, lo juro! —reía Dante, mientras la cafetería entera estallaba en carcajadas.
Danny no podía dejar de reír mientras veía a Dante correr por su vida, con Zee pisándole los talones y blandiendo una bandeja como si fuera un arma letal.
—¡No puedo creerlo! —se dobló de la risa, llevándose una mano al estómago.
Sin embargo, su diversión se vio interrumpida cuando, sin darse cuenta, tropezó con alguien. Danny reaccionó rápido, estirando las manos y sujetando a la persona por la cintura justo a tiempo para evitar que ambos terminaran en el suelo.
—¿Estás bien? —preguntó, con la respiración entrecortada, mientras sus ojos se encontraban con los de la chica a la que acababa de atrapar.
Bárbara Gordon lo miró con sorpresa. Su coleta pelirroja se balanceó suavemente al girar la cabeza, y sus brillantes ojos verdes reflejaban tanto desconcierto como curiosidad.
—S-Sí… —respondió Babs, sintiendo cómo su corazón latía más rápido de lo normal.
Se quedó congelada por un instante, consciente de la cercanía entre ambos.
"Esto no era parte del plan..." pensó, mientras intentaba apartar cualquier pensamiento que no fuera recuperar la compostura. Pero había algo en la forma en que Danny sonreía que hacía difícil concentrarse.
Danny, por su parte, no parecía tener prisa en soltarla. Su típica sonrisa traviesa seguía ahí, como si nada hubiera pasado.
—Menos mal que tengo reflejos de ninja, ¿no crees? —bromeó, arqueando una ceja.
Babs rió suavemente, aunque no pudo evitar bajar la mirada, sintiendo el calor subir a sus mejillas.
—Supongo que sí… —susurró, apartando un mechón de cabello detrás de su oreja mientras Danny la dejaba lentamente en pie.
El chico se cruzó de brazos, sin perder su actitud relajada.
—Aunque… —añadió, con un brillo juguetón en los ojos —parece que eres tú quien se lanza hacia mí. ¿Es tu plan secreto para conquistarme?
Babs lo miró con incredulidad, pero la sonrisa que luchaba por ocultar terminó ganando.
—¿Conquistarte? —se cruzó de brazos, imitándolo. —Por favor, ni siquiera sé quién eres…
Danny se llevó una mano al pecho, fingiendo estar herido.
—Ay, eso dolió. Pensé que ya era famoso por aquí. —Le tendió la mano. —Danny… Grayson.
Babs levantó una ceja, claramente reconociendo que ese apellido tenía cierta familiaridad.
—Bárbara Gordon. Pero puedes llamarme Babs.
Danny estrechó su mano con una sonrisa encantadora.
—Babs, ¿eh? Me gusta. Tiene estilo.
—Gracias… creo —dijo ella, ladeando la cabeza con diversión.
La conversación fue interrumpida por el ruido de una bandeja chocando contra la pared, seguida de un grito indignado de Zee.
—¡DANTE, VEN AQUÍ!
Danny y Babs se giraron justo a tiempo para ver a Dante saltar por encima de una mesa, mientras Zee lo perseguía con una furia incontrolable.
—Parece que alguien la está pasando peor que tú —comentó Babs, conteniendo la risa.
—Oh, sí… Dante siempre tiene talento para meterse en problemas —dijo Danny con una carcajada.
—¿Y tú?
—¿Yo? —Danny se encogió de hombros. —Solo estoy aquí para salvar a damiselas en apuros.
Babs rodó los ojos, pero no pudo evitar reírse.
—Bueno, Grayson, no me considero una damisela… pero te lo dejaré pasar esta vez.
Danny la miró con una sonrisa que, por alguna razón, hizo que el corazón de Babs latiera un poco más rápido de lo normal.
—Entonces, ¿me dejarás sentarme contigo en el almuerzo o tengo que tropezar contigo otra vez?
Babs soltó una carcajada y señaló la mesa donde estaban sentadas Jess y Karen.
—Ven, pero no prometo protegerte si Zee cambia de objetivo.
—Acepto el riesgo —dijo Danny, siguiéndola con una sonrisa de oreja a oreja.
Por otro lado, Jess estaba exhausta. Había demasiada comida volando por todos lados, y ella se encontraba atrincherada detrás de una mesa junto a la tímida Karen, quien sostenía su bandeja como si fuera un escudo.
Ambas estaban agachadas, tratando de mantenerse fuera de la línea de fuego. Jess suspiró, observando el campo de batalla que antes era una simple cafetería escolar.
—Esto es una locura… —murmuró, apartando un mechón de cabello de su rostro.
En ese momento, Nick emergió de detrás de una mesa, con papas fritas colgando de su camiseta y una bandeja en la cabeza a modo de casco improvisado.
—¿Tas bien? —preguntó con una sonrisa burlona, como si hubiera estado buceando en un mar de comida.
Jess levantó una ceja, observándolo de arriba abajo.
—Nick… tienes un nugget pegado en la frente.
—¿Eh? —Nick frunció el ceño, llevándose la mano a la cara. Al tocar el nugget, se encogió de hombros y se lo metió en la boca como si nada. —Cinco segundos en el suelo, sigue siendo comestible.
Karen lo miró con una mezcla de horror y asombro.
—¿Cómo puedes comer eso? —susurró, apenas audible.
—Supervivencia básica, querida Karen —dijo Nick, guiñándole un ojo. —En tiempos de guerra, no se desperdicia comida.
Jess soltó una risa por lo bajo, pero negó con la cabeza.
—Claro, supervivencia. Seguro que en cualquier momento te nombran héroe nacional.
—Lo sé, lo sé, es difícil cargar con tanto talento —respondió Nick con dramatismo, mientras se acomodaba la bandeja-casco.
Karen sonrió tímidamente, aunque rápidamente bajó la cabeza cuando un bollo de pan pasó zumbando por encima de ellos.
—¿Por qué seguimos aquí? —preguntó Karen, con la voz temblorosa. —Podríamos… no sé… irnos.
—¿Irnos? ¿Y perdernos esto? —Nick hizo un gesto amplio hacia el caos. —¡Esto es historia en proceso!
—Historia o expulsión masiva —murmuró Jess, rodando los ojos.
Nick se sentó en el suelo frente a ellas, usando la mesa como parapeto.
—Vamos, Jess. Acepta que te estás divirtiendo.
—Divirtiéndome… claro, porque estar aquí, atrapada entre bandejas voladoras, es justo como soñaba pasar mi almuerzo.
—Lo sabía. Sabía que en el fondo eras una rebelde —bromeó Nick.
Jess negó con la cabeza, pero no pudo evitar sonreír un poco.
—Está bien, señor supervivencia… ¿cuál es el plan?
Nick se quedó pensativo por un momento, mirando alrededor.
—Bueno… —dijo finalmente, mirando a Dante, quién en ese momento estaba siendo perseguido por Zee. —Creo que la única opción es unirnos a ellos… o quedarnos aquí y rezar.
Karen se encogió un poco más detrás de la mesa.
—Yo voto por rezar…
Jess miró a Karen con ternura y luego a Nick, que la miraba expectante.
—Está bien, salgamos de aquí… pero si me cae algo encima, te juro que te haré comerte cada pedazo.
—Acepto el desafío —dijo Nick, poniéndose de pie y extendiendo la mano hacia ella.
Jess la tomó, y juntos ayudaron a Karen a levantarse.
—Bien, vamos —susurró Jess, mientras salían lentamente de su escondite, esperando no convertirse en los próximos objetivos de la guerra de comida.
Justo en ese momento, una figura se detuvo en la entrada de la cafetería.
—¡ALTO!
La voz retumbó por todo el lugar, silenciando el caos al instante. Cada bandeja, hamburguesa y bola de puré quedó suspendida en el aire durante un breve segundo.
Cuando todos voltearon hacia la puerta, se encontraron con la imponente figura del director Chapín. Su ceño fruncido y sus manos firmemente cruzadas sobre el pecho hablaban por sí solos.
—¿Quién empezó esto? —exigió con voz grave, mientras su mirada recorría la sala llena de comida esparcida y estudiantes con restos de almuerzo pegados en la ropa.
Hubo un silencio incómodo. Entonces, casi como si estuviera ensayado, todos en la cafetería levantaron el brazo y apuntaron hacia el mismo grupo: Dante, Zee, Dylan, Jason, Kara, Danny, Bárbara, Nick, Jess y Karen.
—¿En serio? —susurró Dante, mirando a su alrededor con incredulidad.
—¡A detención! ¡Ahora mismo! —bramó Chapín, señalando la puerta con firmeza.
Salón de Castigo
El ambiente en la sala de detención era denso. La luz entraba débilmente por las ventanas cubiertas de polvo, y los pupitres rayados daban testimonio de generaciones de estudiantes rebeldes.
El director Chapín se paseaba lentamente frente al grupo de diez adolescentes, con las manos a la espalda y la mirada severa.
—Detención el primer día de clases… vergonzoso. Simplemente vergonzoso. —Negó con la cabeza mientras chasqueaba la lengua. Luego, sin añadir más, salió de la habitación cerrando la puerta con un golpe seco, dejando al grupo completamente solo.
Hubo un breve silencio.
—Bueno… —dijo Dante rompiendo la tensión. —Podría haber sido peor.
Zee, que estaba visiblemente molesta, se levantó de su asiento y se dirigió directamente hacia donde él estaba sentado.
—Espero que tengas buenos abogados —dijo con los brazos cruzados y una mirada fulminante.
Kara la miró con fingida confusión.
—¿Por qué? ¿Por tener mejor puntería que tú?
Desde el otro lado de la sala, Jason soltó una carcajada burlona.
—Bien dicho —comentó Dante, dándole una palmada a kara en la espalda.
Zee entrecerró los ojos y se inclinó hacia él.
—Te recuerdo que fuiste tú quien terminó con la cara en mis pechos.
—¡Ohhh! —Danny y Dylan no pudieron contener la risa, mientras Jason silbaba en tono de burla.
Dante levantó las manos, fingiendo rendición.
—Hey, hey… técnicamente fue culpa del piso resbaloso.
—Claro, culpa del piso… —replicó Zee, aunque una leve sonrisa asomaba en sus labios.
Bárbara, sentada cerca de Danny, miró la escena con diversión, pero intervino antes de que la conversación se saliera de control.
—Deberíamos pensar en una historia decente para cuando Chapín regrese. —Babs los miró a todos seriamente. —Porque si no, nos vamos a quedar aquí por lo que queda del año.
—¿Tienes alguna idea, genio? —preguntó Dylan, girándose hacia ella.
Danny se apoyó en su pupitre, con una sonrisa confiada.
—Yo digo que culpemos al club de teatro. Siempre hacen cosas raras, seguro nos creen.
Jess lo miró con incredulidad.
—¿El club de teatro? ¿En serio?
—¿Tienes una mejor idea? —Danny levantó las cejas.
Nick levantó la mano, como si estuviera en clase.
—¿Qué tal si simplemente decimos la verdad?
Todos se quedaron en silencio por un momento, hasta que Kara soltó una risa irónica.
—Sí, claro. Y ya de paso confesamos que Dante casi asfixia a Zee con su cara.
—¡Oye!
El grupo estalló en risas nuevamente, mientras Nick se encogía de hombros con una sonrisa.
—Solo digo que, si vamos a estar aquí, al menos lo pasemos bien.
—Estoy de acuerdo —añadió Jason, inclinando su silla hacia atrás. —Aunque… dudo que sea la última vez que nos veamos en esta sala.
Danny sonrió ampliamente, mirando a todos sus compañeros de detención.
—Tal vez… pero al menos el primer día de clases ya es legendario.
Y con eso, las risas continuaron llenando el salón, mientras la tarde avanzaba y la luz del sol se filtraba tímidamente a través de las ventanas polvorientas.
El sonido de la puerta abriéndose interrumpió el bullicio del salón de detención. Los ojos de todos se dirigieron hacia la entrada, y Zee, sin tiempo para regresar a su pupitre, se dejó caer rápidamente en el asiento junto a Dante, adoptando una postura inocente.
El director Chapín entró con paso firme, seguido por un oficial de policía y alguien cubierto con una capa de tela que ocultaba su rostro bajo una capucha.
—La encontramos vagando por las calles. —informó el oficial, con voz firme y algo cansada.
Chapín suspiró y chasqueó la lengua en señal de desaprobación.
—Faltar a clase el primer día… Los jóvenes de estos días. —Negó con la cabeza antes de señalar hacia el grupo de estudiantes. —Métela ahí con los otros delincuentes mientras averiguo en qué salón debería estar.
El oficial asintió y, sin decir más, dejó que la figura encapuchada avanzara hacia el interior del aula. La puerta se cerró con un golpe seco, dejando al nuevo miembro frente al grupo.
Hubo un breve silencio mientras la figura se quitaba lentamente la capucha, dejando caer la tela hacia atrás.
El aire pareció detenerse cuando el rostro de la recién llegada quedó al descubierto.
Cabello negro como la noche, ojos azules intensos y una postura que irradiaba confianza. Era imposible confundirla.
—Es... —murmuró Jason, sin poder apartar la mirada.
—Wow. —añadió Dylan, con los ojos bien abiertos.
—No es para tanto. —Kara se cruzó de brazos, frunciendo ligeramente el ceño.
—Es… —balbuceó Karen, con las mejillas encendidas.
—Hermosa… —susurró Zee, casi sin darse cuenta.
—Sí… —coincidió Dante, apenas consciente de que había hablado en voz alta.
¡Pellizco!
—¡Auch! —Dante se quejó, sobándose el brazo mientras miraba a Zee con incredulidad. —¿Eso por qué fue?
Zee lo fulminó con la mirada, visiblemente molesta.
—Porque ahora va a ser otra chica a la que le harás cosas raras. —dijo en tono acusador, con los brazos cruzados.
—¡No lo hago a propósito! —se defendió Dante, alzando las manos. —Y ese tipo de cosas solo me pasan contigo por alguna razón.
—Excusas. —Zee no parecía convencida.
Dante la observó durante unos segundos y luego, con una sonrisa burlona, se inclinó un poco hacia ella.
—¿No puede ser que estés… celosa?
Zee se puso de pie de golpe, casi tropezando con su propio pupitre.
—¡Por supuesto que no!
Pero, mientras hablaba, dio un paso en falso. El suelo hizo el resto.
—¡Ah!
Con un movimiento torpe, Zee cayó hacia adelante, llevándose a Dante consigo.
—¡Whoa! —Dante terminó en el suelo, con Zee recostada directamente sobre su pecho.
Por un momento, ambos se quedaron congelados.
—¡Ah! ¡Ah! ¡Y-Yo puedo explicarlo! —balbuceó Zee, incorporándose rápidamente mientras levantaba las manos en señal de inocencia.
Dante, aún tumbado en el suelo, soltó un suspiro.
—Claro que puedes…
Mientras Zee intentaba justificarse con una nueva discusión, el resto de los presentes siguió observando a la recién llegada.
Jess fue la primera en romper el silencio.
—Es ella…
Karen asintió lentamente.
—Wonder Woman.
Kara bufó con incredulidad, girándose hacia ellas.
—Oh, vamos. No es Wonder Woman. Es solo una chica disfrazada.
En ese momento, la joven dio un paso al frente, con las manos en la cintura y una mirada desafiante dirigida hacia Kara.
—¡No soy una chica! —exclamó, con un tono que exigía respeto. —Sobreviví a las 21 pruebas del torneo de Atenea y Afrodita. No soy una chica… ¡Soy una mujer!
Hubo un silencio sepulcral.
Jason se inclinó hacia Dylan, susurrando con una sonrisa.
—Esto se puso interesante.
—Es un reto, princesita. —Kara cruzó los brazos y la miró con una sonrisa desafiante.
—Para ti, tal vez lo sea. —Diana mantuvo la calma, su expresión serena pero con un brillo travieso en los ojos. —Vamos, te dejaré dar el primer golpe.
—Te arrepentirás. —Kara no esperó más y lanzó una serie de golpes rápidos hacia Diana.
Diana esquivó con facilidad, moviéndose con gracia mientras Kara fruncía el ceño con frustración.
—¡Quédate quieta!
Finalmente, un puñetazo logró impactar en el estómago de Diana, enviándola a estrellarse contra la pared, rompiéndola en el proceso.
Jason soltó un silbido.
—Uy… eso tuvo que doler.
Kara, con los ojos muy abiertos, se acercó rápidamente.
—Yo… lo siento. ¿Estás bien? ¡Perdóname, yo no…!
No terminó la frase. Diana salió disparada de entre los escombros y se lanzó contra ella, devolviendo el golpe con fuerza. Kara salió volando hacia el otro extremo del salón, cayendo de rodillas.
Jason observó con una sonrisa creciente.
—¡Yo apuesto diez dólares a la kryptoniana! —exclamó, sacando su billetera y mirando a Dylan, Nick y Danny.
Dylan sacudió la cabeza mientras mostraba un billete.
—¡Yo le apuesto veinte a Wonder Woman!
Nick se encogió de hombros.
—Yo no contaría con eso. —Apuntó hacia Jess, que en ese momento levantaba su mano, dejando visible el anillo de Green Lantern.
Un resplandor verde iluminó la sala cuando Jess creó una gran barrera de energía que se interpuso entre Diana y Kara.
—Oigan ustedes dos, la respuesta no es pelear. —Jess miró con desaprobación a ambas mientras mantenía la barrera firme.
Nick rodó los ojos.
—Jess, ¿vas a seguir con tus cosas hippies otra vez?
—Tiene razón. —Karen, que había permanecido callada hasta ese momento, comenzó a pulsar unos botones en su muñeca. —La respuesta no es pelear… es huir.
Acto seguido, una armadura robótica amarilla con detalles negros envolvió su cuerpo, encogiéndose hasta que Karen medía apenas unos centímetros. Sin pensarlo dos veces, voló a toda velocidad hacia la ventana.
¡PAM!
—¡Ahh! —Karen cayó al suelo después de chocar con la ventana, que, para su mala suerte, estaba cerrada.
Dante no pudo contener la risa.
—Esto es más divertido que ver a esas dos golpearse. —Se dobló un poco mientras observaba a Karen sacudirse.
Zee, sin embargo, tenía otros planes.
—¡Toma, toma, toma! —decía la chica con los ojos cerrados mientras golpeaba a Dante repetidamente en el pecho con los puños.
Dante apenas sintió los golpes, pero la escena le resultó divertida.
—¿En serio, Zee?
—¡Toma! —Ella siguió golpeándolo, sin abrir los ojos.
—Esto ya es molesto… —pensó Dante, suspirando.
Sin pensarlo mucho, giró ligeramente la cabeza y, sin darse cuenta, terminó dándole un pequeño beso en la mejilla a Zee.
Los golpes se detuvieron de inmediato.
Zee abrió los ojos lentamente, y su rostro pasó del asombro al rubor en cuestión de segundos.
—T-Tú… ¿me acabas de…?
Dante sonrió con aire inocente.
—No fue a propósito....
—¡Dante! —Zee lo fulminó con la mirada, pero su rostro estaba tan rojo que no resultaba intimidante.
—Oye, al menos no te lancé contra una pared como Kara. —Dante rió, ganándose un nuevo golpe, aunque esta vez fue más suave.
Mientras tanto, Jason observaba la escena con una sonrisa burlona.
—Diez dólares a que Dante no sale vivo de aquí.
—Treinta a que terminan en otra situación vergonzosa. —Danny cruzó los brazos detrás de su cabeza, apoyándose despreocupadamente en su pupitre con una sonrisa diabólica en el rostro.
Jason soltó una carcajada.
—Trato hecho. —Chocó su mano con la de Danny, sellando la apuesta mientras observaban a Dante y Zee.
Zee, aún con el rostro rojo como un tomate, se levantó rápidamente del suelo, sacudiéndose la falda con brusquedad.
—¡Esto no volverá a pasar! —declaró, señalando a Dante con el dedo, la ira reflejada en sus ojos.
—Claro, claro. —Dante se encogió de hombros, levantándose con calma. —Pero técnicamente, no pasó nada.
—¡Claro que sí pasó! ¡Me besaste!
—Fue en la mejilla. Apenas cuenta.
Zee apretó los puños, sus ojos brillando con furia.
—¿Quieres que cuente? Porque puedo golpearte lo suficientemente fuerte como para que lo recuerdes toda la semana.
—Wow, tranquila. —Dante levantó las manos en señal de rendición, pero una sonrisa divertida permaneció en su rostro.
Kara, aún ajustándose el traje tras el golpe de Diana, observó la escena con una sonrisa burlona.
—Bueno, al menos ustedes dos hacen que la detención sea entretenida.
—Me lo agradecerán después. —Dante guiñó un ojo, disfrutando del caos que siempre los rodeaba.
Karen, que seguía frotándose la cabeza tras el golpe contra la ventana, murmuró:
—¿Es siempre así con ustedes?
—Tarde o temprano todos terminan envueltos en el caos de Dante. Es como una maldición. —dijo Nick
—O un talento especial. —añadió Danny con una sonrisa traviesa, disfrutando del espectáculo.
—¿Qué puedo decir? Es la especialidad de la casa. —Dante sonrió, sin parecer ni un poco avergonzado por la situación.
—Sí. —Zee puso las manos en sus caderas y lo miró con una sonrisa maliciosa. —¿Al igual que convertirte en una calavera metálica llameante? —preguntó, con tono sarcástico, sorprendiendo a los chicos.
—¿Le dijiste? —preguntó Danny, un poco más serio, mientras metía una mano en su bolso.
Nick volteó a mirar a Dante con una mirada de desaprobación, Jason hizo lo mismo, y Dylan simplemente negó con la cabeza, sabiendo que se avecinaba una tormenta.
—No, por supuesto que no le dije. —Dante se defendió, levantando ambas manos en señal de inocencia. —Es que el otro día... —dijo, juntando los dedos con timidez, algo incómodo.
En ese momento, Zee se detuvo, comenzando a esbozar una sonrisa arrogante.
—¿A qué viene eso? —preguntó Dante, confundido, al ver el cambio de actitud de Zee.
—Dentro de poco, el director Chapín estará por cruzar esa puerta. Y cuando encuentre este desastre... ¿cómo crees que reaccionará? —Zee dijo esto con una mirada traviesa, disfrutando del pánico que se comenzaba a apoderar de la sala.
—Oh, oh. —La exclamación de sorpresa salió casi al unísono de todos los presentes.
Inmediatamente, el pánico se apoderó del aula. Tanto Diana como Kara comenzaron a intentar recoger los escombros de la pared rota, mientras Karen se desesperaba más por salir, nerviosa por lo que se avecinaba. Jess, sin pensarlo, creó una pala y una escoba de energía verde con la que intentaba limpiar los escombros, mientras el reloj avanzaba rápidamente hacia su peor momento.
En ese instante, la puerta del aula estaba a punto de abrirse. Zee, con una mirada decidida, comenzó a recitar unas palabras en voz baja, moviendo las manos con agilidad. De repente, una luz morada envolvió toda la habitación, y en un parpadeo, todo volvió a la normalidad. Los escombros desaparecieron, las paredes parecían intactas, y todos los estudiantes se encontraban nuevamente en sus pupitres, con sonrisas nerviosas en sus rostros.
—¿Qué carajo? —dijo Dante, sorprendido, mirando a su alrededor, sin entender cómo todo había vuelto a la normalidad.
—¿Qué pasa aquí? —preguntó el director Chapín, entrando en el aula, mirando a todos con desconcierto. La calma repentina lo sorprendió.
—Nada, director Chapín. —Todos dijeron al unísono, sonriendo de manera forzada, mientras intentaban parecer lo más tranquilos posible.
El director, sintiéndose algo incómodo por la atmósfera tensa, caminó hacia su escritorio, sacó un juego de llaves y, con un suspiro, dijo:
—Solo regresé por las 3 llaves. —dijo, claramente incómodo, antes de volver a salir del aula sin hacer preguntas.
La puerta se cerró tras él, y los estudiantes soltaron un suspiro colectivo de alivio.
—Bueno, eso fue más cerca de lo que me hubiera gustado. —Dante pasó una mano por su cabello, intentando calmar los nervios.
—¡No vuelvas a hacer eso! —dijo Zee, cruzada de brazos, todavía con el rostro ligeramente sonrojado.
Dante solo miró de forma desafiante.
—¿Qué? Fue divertido.
En ese momento, se escuchó un chillido de emoción. Barbara, quien había estado al margen, no pudo contener su entusiasmo.
—¡Lo sabía, lo sabía, lo sabía, lo sabía, lo sabía! —exclamó con energía, antes de señalar a Dante. —A ti te vi intimidar a esos chicos —dijo mientras apuntaba a Kara. —A ti te vi golpear ese auto con fuerza —luego señaló a Karen. —Me parecieron sospechosos tus artefactos —se volteó hacia Zee. —A ti te vi haciendo magia —y finalmente, se volvió a Jess. —A ti te vi hablando con aquel chico lindo sobre anillos corps, y ustedes —dijo mirando a los chicos y a "Wonder Woman"—. No sabía que aparecerían, pero son un buen extra. Sabía que tenían poderes, por lo que organicé la pelea de comida para que nos enviaran a detención. Una vez aquí, se pondrían tan nerviosos que revelarían sus poderes —explicó Barbara con una sonrisa triunfante mientras rebuscaba en su mochila. —Yo soy... ¡la gran Batgirl! —declaró, poniéndose una máscara púrpura parecida a la de Batman.
—Es fan de murciélagos... —dijo Danny con un tono algo desagradado, sin poder creer lo que acababa de escuchar.
—¡Genial! ¡Una hermana de batalla! —dijo Diana, emocionada y completamente sorprendida por el giro de los acontecimientos.
Los demás se quedaron en silencio por un momento, procesando lo que Barbara acababa de revelar. A pesar de que la situación era un tanto surrealista, parecía que todos ahora tenían algo en común: poderes, secretos, y una nueva aliada con una máscara púrpura, lista para unirse a su caos.
Jason cruzó los brazos, observando a Barbara con detenimiento.
—¿Conoces a alguien llamado Wolf o Alfred? —preguntó con seriedad, clavando su mirada en ella.
Barbara parpadeó confundida.
—¿Ah? No... ¿No se supone que Alfred es solo el mayordomo de Bruce Wayne?
Jason suspiró y negó con la cabeza.
—Falsa alarma. Danny, déjalo.
Todos voltearon a mirar a Danny… quien, sin que nadie se diera cuenta, estaba apuntándole a Barbara con una enorme "X" metálica, afilada y amenazante. Su rostro, normalmente despreocupado, estaba cubierto por una expresión sombría.
—¡¿Qué demonios?! —exclamó Barbara, retrocediendo bruscamente, con los ojos muy abiertos.
—¿Y dicen que yo soy el raro? —murmuró Dante, alzando una ceja mientras se recargaba contra una mesa.
—No es nada, Danny solo es… bueno, Danny. —Dylan sonrió con indiferencia, como si nada fuera extraño en lo que estaba ocurriendo.
—Sí, ignóralo. —añadió Nick, encogiéndose de hombros.
Barbara miró a Jason, esperando alguna respuesta lógica.
—¿Esto es normal para ustedes?
Jason asintió con total calma.
—Sí. Más de lo que debería ser.
Danny bajó la "X" lentamente, pero no sin antes lanzarle a Barbara una última mirada fulminante.
—Solo una precaución. —murmuró en voz baja.
Barbara cruzó los brazos, molesta pero aún con cierta curiosidad.
—¿Precaución de qué exactamente? ¿Me vas a explicar qué está pasando aquí?
Dante intervino, apoyando un brazo sobre el hombro de Barbara con una sonrisa confiada.
—Mira, Babs… estás entrando en un club muy exclusivo. Uno donde las cosas dejan de tener sentido el 70% del tiempo.
—¿El otro 30%? —preguntó Barbara con desconfianza.
—Nos estamos riendo de algún chiste malo o de algún ataque esquizofrénico de Dante. —respondió Dylan sin pensarlo dos veces.
Barbara se quedó en silencio un momento, mirando a todos a su alrededor.
—...Eso suena gracioso.
—Lo es. —confirmó Nick con una gran sonrisa. —Bienvenida al caos.
—El caos es inevitable cuando Dante está cerca. —Dylan asintió.
—Es mi don, mi maldición. —Dante se encogió de hombros, claramente orgulloso.
Zee, que había estado cruzada de brazos, resopló.
—No deberías sentir orgullo de eso. Hasta ahora, esa "suerte" tuya solo me ha causado momentos vergonzosos.
Dante la miró con una sonrisa pícara.
—Te mantengo entretenida, eso cuenta.
Barbara ignoró el intercambio y levantó el rostro con determinación.
—Como sea. No tienes solo una hermana de batalla, tienes cinco hermanas y cinco hermanos de batalla.
Diana sonrió con orgullo ante esas palabras.
—¡Exacto!
Pero el entusiasmo duró poco.
—Soy artista, no policía. —dijo Zee sin apartar la vista de sus uñas.
—No quiero. —dijeron todos los chicos al unísono, sin dudarlo ni un segundo.
—No me gusta la violencia. —murmuró Jess mientras revisaba su anillo.
—Yo no hago esas tonterías de ser héroe. —agregó Kara, cruzándose de brazos.
—No creo que sea buena en eso… —susurró Karen, encogiéndose tímidamente.
Diana miró a todos, atónita.
—¡¿Cobardes?! —dijo con indignación, señalándolos con su dedo como si estuviera pronunciando un discurso épico. —No lo ven. ¡Los dioses nos concedieron estos poderes para salvar el mundo del hombre!
Hubo un breve silencio.
—Nah. —dijo Danny con indiferencia.
—Demasiado esfuerzo. —añadió Nick.
—¿Podemos al menos salvar el mundo después del almuerzo? Tengo hambre. —dijo Dante, estirándose perezosamente.
—Vamos chicos, será divertido. Villanos, peleas, artilugios, guaridas secretas… ¡Identidades secretas! —exclamó Barbara, entusiasmada.
Zee alzó una ceja y miró a Diana, quien llevaba su traje de heroína sin ningún intento de disimulo.
—Sabes que la parte de “identidad secreta” —dijo con sarcasmo— implica mantenerla, bueno… secreta.
—Oh, eh... bueno... —Barbara se rascó la nuca, algo avergonzada. —¿Qué tal esto? Ustedes pueden seguir siendo adolescentes normales mientras Diana nos entrena. Luego nosotras le enseñamos cómo ser una adolescente normal. Podrás maquillarla, Zee. ¿Trato hecho?
Zee entrecerró los ojos, pensativa.
—Hmm… ¿y quién soy yo para negarme a enseñar maquillaje? —aceptó, encogiéndose de hombros.
—Y-yo... y-yo también lo haré. —dijo Karen, nerviosa pero con una leve sonrisa.
—Bien por ti, Karen. Yo lo haré porque respeto tu decisión. —añadió Jess con tranquilidad.
—Bueno… puede que sea divertido. —admitió Nick con una media sonrisa.
—Sería bueno distraernos un poco. —dijo Danny, pensativo.
—Dos dentro, entonces yo también. —dijo Dylan.
Jason, con una expresión seria, cruzó los brazos.
—Solo si hay nachos.
Todos giraron para mirar a Kara, la última en responder.
—Ah, claro, como sea. —dijo con desinterés, cruzándose de brazos.
Pero justo cuando parecía que todos estaban de acuerdo, Dante levantó la mano con seriedad.
—¡Esperen!
El tono repentino captó la atención de todos. Las miradas se centraron en él, esperando algo importante.
Dante mantuvo la pose dramática por unos segundos antes de soltar una carcajada.
—Necesito… que alguien me acompañe a recoger a mi hermano.
El salón se llenó de un largo y sonoro:
—¡Paso!
Todos respondieron al unísono, menos una persona.
—¿Qué cosa de qué? —preguntó Zee, parpadeando confundida. No había prestado atención a la conversación.
Danny, con una sonrisa maliciosa, se acercó y puso una mano sobre el hombro de Zee.
—Mi querida Zee… tienes el gran honor de acompañar a Dante.
Zee lo miró horrorizada.
—¡¿Y yo por qué?!
Barbara se encogió de hombros y desvió la mirada.
—Es que… todos dijimos que no, excepto tú. Técnicamente… fuiste la última opción por descalificación.
—¡Pero yo no quiero! —protestó Zee, desesperada.
Diana intervino, colocando las manos en su cintura como si estuviera a punto de dar un discurso heroico.
—Acepta las consecuencias por no prestar atención a tus camaradas.
—¡Esto es ridículo! —Zee bufó, pero Dante ya se estaba acercando a la ventana.
—Bueno, vámonos. —dijo mientras abría de par en par la ventana, listo para saltar.
—¡El castigo aún no termina! —se quejó Zee, mirando a los demás con súplica en los ojos.
Dante se giró, ya con una pierna afuera.
—Sí… —alargó la palabra mientras sonreía— pero mi hermanito es más importante.
Zee suspiró con resignación, siguiendo a Dante con pasos pesados.
—Voy a necesitar más que maquillaje para sobrevivir a esto…
El rugido del Charger negro resonaba en las calles de Metrópolis mientras Dante lo conducía con una mano en el volante y la otra en la palanca de cambios, disfrutando cada curva como si estuviera en una carrera.
—¡Más lento! —gritó Zee desde el asiento del copiloto, los ojos cerrados y ambas manos aferradas al cinturón de seguridad como si su vida dependiera de ello.
Dante esbozó una sonrisa de diversión, pero justo en ese momento el auto se detuvo bruscamente. Zee abrió los ojos, desconcertada.
—¿Qué pasó?
—Semáforo en rojo. —respondió Dante con calma, como si no acabara de ponerla al borde del infarto.
Zee se recostó en el asiento con un suspiro de alivio.
—Voy a encender el radio. —dijo, buscando algo para distraerse mientras giraba la perilla.
De repente, "Kill the Silence" de Coldrain llenó el auto.
Zee hizo una mueca.
—¿Puedes poner otra cosa? Eso me lastima los oídos.
Dante, sin perder el ritmo, imitó su voz con un tono exagerado:
—"¿Pidrias ponir otri cosa? Esi mi lastimi lis oídis". —se burló, cambiando de estación.
El auto se llenó con "Queencard" de (G)I-DLE.
—Oh, no gracias. —dijo Dante, estirando la mano para cambiar de nuevo.
Pero antes de que pudiera hacerlo, Zee le dio un manotazo.
—¿Y eso por qué? —se quejó, sobándose la mano.
—Me gusta esta canción. La vamos a escuchar. —afirmó con firmeza, cruzándose de brazos.
Dante puso los ojos en blanco y miró el semáforo.
—"Mi gusti esi canción". —murmuró molesto, justo cuando la luz cambió a verde.
Sin decir más, el Charger rugió y aceleró, dejando atrás el cruce.
Escuela Roble Alto – Salida de Clases
Shaun estaba junto a su maestra, balanceándose de un lado a otro con las manos en los bolsillos de su chaqueta.
—Shaun, ¿estás seguro de que tu hermano viene por ti? Los padres de los demás niños llegaron hace 20 minutos. —dijo la maestra, visiblemente preocupada.
Shaun le dedicó una sonrisa confiada.
—No se preocupe, maestra. Mi hermano estará aquí en 3, 2, 1...
Justo en ese momento, el rugido de un motor se escuchó acercándose.
Un Dodge Charger 1969 negro se detuvo frente a la escuela. La mirada de la maestra se endureció al verlo. La puerta del conductor se abrió y Dante bajó, luciendo su chaqueta de cuero negra, camisa roja, pantalones oscuros y unas Jordan desgastadas. A su lado, Zee descendió del auto, estirándose mientras su largo cabello caía sobre sus hombros.
Shaun salió disparado hacia ellos, sus ojos brillaban al ver a Zee.
Dante, viendo que el niño corría hacia ellos, se arrodilló con los brazos abiertos, preparado para recibir un abrazo.
—¡Ven aquí, enano! —dijo con una sonrisa de satisfacción.
Sin embargo, Shaun pasó de largo y se lanzó hacia Zee, abrazándola con fuerza.
Dante parpadeó, aún con los brazos extendidos, sin entender lo que había pasado.
—...¡Enano traidor! —espetó, poniéndose de pie de un salto.
Zee y la maestra soltaron una pequeña risa al verlo.
—Usted debe ser el hermano de Shaun. —dijo la maestra, acercándose con una mirada severa.
—Sí. —respondió Dante, relajándose, aunque la intensidad de la mirada de la maestra lo hacía sentir como si estuviera bajo interrogatorio.
—Debería procurar llegar más temprano. No es aceptable dejar a un niño de nueve años esperando tanto tiempo.
—Sí, lo siento. No volverá a pasar. —respondió con una sonrisa tensa, mientras intentaba no fruncir el ceño.
La maestra no parecía satisfecha y continuó con su sermón durante diez minutos, mientras Dante asentía mecánicamente, resistiendo las ganas de responder con sarcasmo.
Finalmente, la mujer terminó y se despidió con un suspiro, girándose para regresar al colegio.
—Oh, una cosa más... —dijo de repente, deteniéndose y dirigiéndose a Zee.
Zee arqueó una ceja.
—¿Sí?
—No es asunto mío, pero debería conseguirse un novio más puntual.
Zee se quedó congelada por un segunydo antes de reaccionar con una expresión de completo horror.
—¡No es mi novio! —gritó indignada, mientras Dante se encogía de hombros con una sonrisa burlona.
—Si necesitas referencias, puedo darte algunas. —añadió él, claramente disfrutando la situación.
—¡Cierra la boca! —exclamó Zee, dándole un golpe en el brazo mientras caminaban hacia el auto.
—Eh, al menos no dijo que soy mal conductor. —replicó Dante, encendiendo el Charger.
—Eso es porque no te vio manejar. —murmuró Zee, abrochándose el cinturón con rapidez, mientras el motor volvía a rugir.
El semáforo en rojo parecía detener no solo el tráfico, sino también el ambiente dentro del Charger. Dante tenía la cabeza apoyada en el volante, mientras Shaun lo miraba con preocupación desde el asiento trasero.
—Dante, ¿Tas bien? —preguntó el niño con un tono nervioso—. Sé que la maestra Kale puede ser un poco dura...
Dante suspiró y alzó la mirada, aunque no despegó las manos del volante.
—Naaa, tranquilo, Shaun. Solo me dijeron lo de siempre. —respondió con una sonrisa que no llegaba a sus ojos—. Que parezco un bueno para nada, que seguramente consumo drogas, que si no hago un cambio saludable en mi vida me irá mal, que... —su voz se fue apagando mientras volvía a apoyar la frente contra el volante—. Que seguramente pienso en huir y dejarte atrás.
El silencio que siguió fue incómodo, pesado, como si el motor del Charger también hubiera decidido guardar luto por las palabras de Dante.
Shaun bajó la mirada, jugando con las mangas de su chaqueta, sin saber qué decir. Sin embargo, Zee, quien había estado en silencio hasta ese momento, decidió romper la tensión.
—No creo que seas un bueno para nada. —dijo de repente, su voz calmada pero firme.
Dante levantó la cabeza, sorprendido. No esperaba que Zee dijera algo, mucho menos algo positivo.
—¿Qué? —preguntó, girándose hacia ella.
Zee se encogió de hombros, como si lo que estaba diciendo fuera lo más obvio del mundo.
—Tu ropa tiene tu propio estilo, y eso no está mal. —continuó, mirando por la ventana como si intentara disimular su incomodidad—. Es cierto que tus dientes afilados, como los de un demonio, no ayudan mucho... —añadió, señalando con un dedo hacia su boca.
—Gracias por el cumplido... supongo. —murmuró Dante con sarcasmo, cruzando los brazos.
Zee lo ignoró y siguió hablando:
—Y que tu altura es muy intimidante. Menos tu escalofriante sonrisa, que parece sacada de una película de terror...
—Ok, ¿esto sigue siendo un cumplido? —interrumpió Dante, alzando una ceja.
—Déjame terminar. —Zee lo miró con una expresión de exasperación antes de continuar—. Y sí, admito que cuando estoy contigo me pasan cosas extrañas, como casi morir en cada semáforo. Pero... no creo que seas nada de lo que ella dijo.
Dante parpadeó, sin saber cómo responder. Su instinto era soltar una broma o algún comentario mordaz, pero algo en el tono de Zee lo detuvo.
—¿En serio piensas eso? —preguntó finalmente, con una voz más suave de lo habitual.
Zee lo miró de reojo, antes de volver a encogerse de hombros.
—No suelo decir cosas que no pienso.
Dante se quedó en silencio por un momento, procesando lo que acababa de escuchar. Luego, una pequeña sonrisa, sincera esta vez, se formó en sus labios.
—Gracias, Zee.
Zee resopló, fingiendo desinterés.
—No te acostumbres.
El semáforo cambió a verde, y Dante puso el auto en marcha, pero el ambiente dentro del Charger ya no era tan pesado como antes.
Desde el asiento trasero, Shaun sonrió al ver a su hermano relajarse un poco.
—Sabía que te agradaba, Zee. —comentó el niño con una sonrisa traviesa.
—¿Qué? ¡No! —respondió Zee rápidamente, cruzándose de brazos y desviando la mirada.
—Shaun, te juro que si sigues hablando, te dejaré en la escuela hasta mañana. —bromeó Dante, sin poder evitar reírse un poco.
El Charger continuó su camino, con risas y bromas llenando el espacio donde antes solo había silencio.
Mientras Dante y Zee se encargaban de recoger a Shaun, Barbara y los demás tomaron la tarea de mostrarle a Diana las primeras tres reglas de cómo ser un adolescente normal.
Terraza de un edificio en Metrópolis.
Diana observaba a los chicos detenidamente, viendo cómo estaban formados en una fila frente a ella.
—Si vamos a ser un equipo, necesito conocer sus habilidades y facultades. Tú —dijo Diana, señalando a Jess—. Nombre, rango y habilidades.
—Haa... hola, soy Jess, una cadete en algo llamado Green Lantern Corps y... —suspiró—. Vaya, esto es complicado. Algunos alienígenas extraños me dieron este anillo de poder. Son una especie de policías espaciales que patrullan diferentes sectores... —miró a Diana, que estaba completamente perdida y sin entender nada—. Oh, ¿sabes qué? Todo el asunto es un poco complicado... Puedo hacer cosas con el anillo. —dijo, creando con energía verde una maceta flotante.
—¡Cool! —dijo Shaun, impresionado.
—Eso es súper cool. —comentó Barbara. —Ahora, un palo saltarín. —dijo, y Jess lo creó. —Un burrito. —Jess lo hizo de nuevo. —Ahora, un doble burrito.
—¿No sería mejor decirle cosas útiles? —cuestionó Danny.
—Ella se hubiera negado de todos modos. —respondió Nick.
—Definitivamente que sí es difícil... —dijo Dylan, mirando la escena con una sonrisa irónica.
—¿Con este anillo de los dioses puedes crear cualquier arma imaginable para vencer al enemigo y someterlo? —preguntó Diana, sorprendida.
—Bueno... en teoría sí, pero no me gusta la violencia. —dijo Jess, algo incómoda.
—Increíble. ¿Y cómo se te conoce? —preguntó la amazona.
—Green Lantern. —respondió Jess, transformándose momentáneamente para mostrar el anillo—. Es que viene con el anillo.
—¿Y tú? —preguntó Diana, pasando a la siguiente persona en la fila.
—Soy la misteriosa Batgirl, y puedo hacer esto y esto... —dijo Barbara, mientras se ponía su traje y comenzaba a contar una historia sobre Batman.
—Concéntrate. —dijo Diana, pasando rápidamente a la siguiente.
—Aja. —respondió Batgirl, terminando de ponerse su traje con una sonrisa.
—¿Y tú? —le preguntó Diana a Zee.
—Puedes llamarme la misteriosa, la fabulosa, la gran e imponente Zatanna. —dijo Zee, mientras su ropa se transformaba en el traje de maga, un poco revelador, y terminaba con una explosión de fuegos artificiales.
Zee llevaba un traje
negro de tipo esmoquin con una camisa blanca que deja ver parte de su pecho. Unas medias de red y tacones negros puntiagudos. El traje no hacía mucho para evitar que su trasero resaltara.
Dante no pudo evitar mirarla de arriba abajo, deteniéndose en los muslos y el trasero de la chica. Sin embargo, fue golpeado en el hombro por Nick.
—Oye, amigo, usa tu bolso para ocultar lo evidente. —dijo Nick, señalando un bulto en la entrepierna de Dante con una sonrisa burlona—. Jajaja, se te p...
—¡Cállate! Ni una sola palabra. —dijo Dante, serio, mientras se tapaba con el bolso.
—Interesante. Y dime, ¿qué otra cosa puedes hacer? —preguntó Diana, mirando a Zee.
—También puedo cambiar un corazón rojo a negro. —dijo Zee, haciendo el truco frente a Diana.
—¡¿Qué clase de brujería es esta?! —gritó Diana, alterada, mientras pisoteaba la carta, como si intentara destruirla—. ¡Esto no tiene sentido!
Diana desvió la mirada mientras Zee le enseñaba a Barbara la absurda cantidad de pañuelos que podía sacar de su sombrero de maga. Al mismo tiempo, Dante trataba de disimular que estaba mirando el trasero de Zee.
—Asombroso, pero me temo que esas habilidades no te servirán en combate. Además, tu traje distrae mucho a los hombres. —dijo Diana, señalando a Dante, quien no era muy bueno disimulando su fijación.
—¡¿Qué estás mirando?! —preguntó Zee, enojada.
—Nada... —dijo Dante, mirando al cielo, tratando de evadir la situación.
—No me engañas. —dijo Zee, entrecerrando los ojos, claramente molesta.
—No sé de lo que hablas. —dijo Dante, intentando mantener su compostura.
—Nosborn, qué galán. —comentó Shaun, con sarcasmo.
—¡Tu cállate! —dijo Dante, revolviendo el cabello del niño, tratando de calmar la situación.
—¿Y qué haces tú? Ya conocemos tu gran fuerza. —dijo Diana a Kara, quien estaba observando todo desde un lado.
—Yo no hago esas cosas tontas de superhéroes. —dijo Kara, indiferente, cruzándose de brazos.
—¿Ah, sí? —respondió Diana rápidamente. En un abrir y cerrar de ojos, tomó a Batgirl y la lanzó con fuerza, asustando a todos.
En ese momento, un borrón azul y rojo voló hacia Batgirl y la atrapó en sus brazos.
—Bien, si soy una superhéroína. —admitió Kara, usando su traje de Supergirl mientras sostenía a Batgirl en sus brazos.
—¡Otra, otra! —dijo Batgirl, emocionada, con una sonrisa de emoción en su rostro.
El ambiente se había vuelto un poco más relajado, pero ahora la verdadera dinámica entre estos jóvenes héroes estaba comenzando a formarse.
Depósito de chatarra.
—¿Me cambié de atuendo para esto? —se quejó Zee, cruzándose de brazos.
Su nuevo traje era ajustado, de piel negra, con una pieza blanca en forma de corazón que recorría desde su pecho hasta la cintura, dejando un pequeño pero visible escote. Llevaba una capa negra que caía suavemente sobre sus hombros, y su cabello ahora estaba teñido de un violeta brillante que resaltaba bajo la tenue luz del depósito.
—Bueno, por aquí no hay nadie y casi nadie podría verte usar tus poderes, así que es perfecto. —Dante sonrió con aire burlón mientras la miraba de arriba abajo—. Y si te sirve de consuelo... el traje te queda bien.
—Wow. —Zee arqueó una ceja, su tono cargado de sarcasmo—. No quiero los halagos de un pervertido que no para de mirarme el trasero.
Dante levantó las manos en señal de inocencia.
—Vamos, solo fue una vez.
—¿Ah, sí? —Zee le lanzó una mirada fulminante—. ¿Y qué pasó con lo de "usa tu bolso para taparte"?
—¡Eso no prueba nada! —se defendió Dante rápidamente, sintiendo el calor subiéndole al rostro—. Fue Nick el que lo mencionó, no yo.
Zee chasqueó los dedos y de inmediato una pequeña lluvia de chispas mágicas rodeó a Dante, haciendo que su cabello se volviera rosa brillante por unos segundos.
—¡Hey, hey! ¡No abuses de tus poderes! —Dante se sacudió el cabello, pero Zee solo sonrió con satisfacción.
—Tal vez deberías prestar más atención a tus alrededores y menos a mi trasero.
Dante suspiró, rindiéndose.
Zee giró sobre sus talones con una sonrisa victoriosa y empezó a caminar hacia el grupo.
—¿No te parece gracioso? —dijo Dylan, mirando a Danny—. Como hace un rato estaban discutiendo, y ahora mismo prácticamente acaban de coquetear frente a nosotros.
—Es como la dualidad, la existencia de dos caracteres o fenómenos distintos en una misma persona o en un mismo estado de cosas. —Danny respondió con tono filosófico.
—¡No estábamos coqueteando! —protestó Dante, visiblemente molesto.
—¡Exacto! Y menos con un pervertido como él. —Zee cruzó los brazos, sonrojada.
—Como sea, hagan eso en un hotel. —Nick dijo burlonamente, antes de cambiar de tema—. Oigan, ¿dónde está Diana?
En ese momento, Diana apareció frente al grupo, como si hubiera estado esperándolos.
—Vinimos acá para practicar, para aprender a salvar el mundo del hombre.
—¡Oh, sí! —gritó Batgirl emocionada, ya preparada para lo que vendría.
—Primero debemos aprender a salvar al hombre mismo. —Diana señaló unos maniquíes femeninos, colocados a un lado de la torre de autos oxidados.
—Ah, creo que esas son mujeres. —comentó Karen, mirando los maniquíes con confusión.
Inmediatamente, Diana lanzó una tapa de alcantarilla contra una pila de autos oxidados. Los autos comenzaron a tambalear y a caer, pero Diana, con una rapidez impresionante, empezó a correr hacia los maniquíes, pateando un auto para impulsarse, tomando un maniquí y levantándolo. Recogió rápidamente los demás maniquíes y saltó hacia los autos que aún caían, utilizando los autos como trampolines. Finalmente, se quedó de pie sobre uno de los autos, con todos los maniquíes a salvo a su alrededor.
—Ahora, es su turno. —Diana dijo, mirando al grupo.
Rápidamente, entre Diana y los chicos, apilaron otra gran torre de autos y colocaron unos maniquíes al frente de la torre.
—Rómpete una pierna. —Dante dijo en tono burlón a Jason, quien caminaba hacia los maniquíes.
—Con amigos así... —murmuró Jason mientras se posicionaba junto a los maniquíes, claramente algo reticente.
Supergirl, por su parte, se acomodó en el centro de los maniquíes. Diana, con gran destreza, saltó desde allí con impulso, provocando que la torre de autos comenzara a caer en dirección a los maniquíes. Al ver los autos caer, Supergirl voló hacia ellos y los golpeó con gran fuerza, rompiéndolos en pedazos. Se quedó flotando en el aire, mirando al grupo con una sonrisa victoriosa, disfrutando del impacto mientras los demás hacían muecas de dolor y susto. Diana, desde el suelo, observaba la escena con desaprobación.
—¿Qué estás haciendo? —preguntó, claramente disgustada.
Supergirl miró hacia abajo, horrorizada al darse cuenta de lo que había causado. Los maniquíes estaban completamente aplastados por los escombros, algunos incluso desmembrados por la fuerza de su impacto.
En el centro del desastre, se encontraba Jason, completamente intacto, pero con la mirada perpleja. A su alrededor, los escombros estaban esparcidos, algunos tan cerca de él que pudieron haberlo aplastado.
—¿Estás bien? —preguntó Supergirl, aterrizando junto a él.
Jason aún estaba en estado de shock, miró a su alrededor y luego a Supergirl.
—Solo gracias a la extraña suerte de Dante. —dijo Jason, con un tono incrédulo.
Tienda de cómics
—Cuarta lección del adolescente normal: Cultura pop, todo adolescente debe tener algún conocimiento de las cosas que le gustan a la gente —dijo Barbara mientras recorría las estanterías llenas de cómics—. Esta es toda la cultura que podrías desear.
—¿Llamas a esto cultura pop? —dijo Zee, visiblemente disgustada, mientras sostenía un cómic en sus manos.
—A mí me gusta este lugar —respondió Dante, aún molesto por los comentarios previos.
—Tú ya eres raro de por sí, así que no cuenta —comentó Zee burlonamente.
—No tientes a la suerte —dijo Dylan, poniéndole la mano sobre el hombro a Dante—. Nunca sabes cuándo se activará su rareza.
—¿Quieres volver a pasar otro momento vergonzoso con él? —dijo Nick, sonriendo maliciosamente—. Digo, literalmente pasa de la nada.
—No, gracias —respondió Zee, cruzando los brazos.
—¡Oh Dios mío! —exclamó Barbara, quitándole el cómic a Zee—. ¿Es esta la edición limitada anual especial de Batman vs el Guasón? ¡Mataría por esto!
—Al menos me pagaron por los derechos de eso —murmuró Jason con disgusto, llamando la atención de Kara con su súper oído.
—¡¿Qué?! ¡Barbara, debemos estar por encima de tales acciones! No puedes asesinar a alguien solo por bienes materiales. —exclamó Diana, indignada.
—No, no, no, Diana —dijo Jess acercándose—. Es solo una expresión —añadió mientras todos salían de la tienda de cómics—. Como: mataría por un burrito —dijo, señalando a un vendedor de burritos.
Diana, sin perder el ritmo, se acercó rápidamente al vendedor y le gritó:
—¡Te mataré por un burrito! —exclamó, causando que el vendedor se asustara y comenzara a correr—. ¡Acepta mi dinero o muere! —gritó, corriendo tras él con un billete en la mano.
Ante la escena, casi todos salieron corriendo detrás de Diana.
—Sabía que pasaría, mejor dejemos que ellos se encarguen —dijo Danny, mirando a Jason antes de notar a un chico con unos lentes de realidad virtual de color verde con el logo de Lexcorp.
Mirando al chico con curiosidad, Jason pasó suavemente su mano frente a los lentes del joven.
—¿Hola? —preguntó, con una sonrisa divertida.
—¡Waaa! —gritó el chico asustado, girando rápidamente y huyendo, dejando caer su billetera accidentalmente.
Agachándose, Nick tomó la billetera y, con una sonrisa traviesa, le sacó el dinero.
—Esto fue más fácil de lo que pensé —comentó, tirando la billetera de vuelta al suelo mientras comenzaba a caminar junto a los chicos, dirigiéndose hacia donde había huido Diana.
Depósito de Chatarra
Sobre una cinta transportadora que llevaba a un compactador de chatarra, Diana y los demás habían colocado algunos autos y restos de chatarra, acompañados de maniquíes.
—¿Por qué yo...? —dijo Dante pesimista, parado junto a un maniquí en la cinta transportadora.
Rápidamente, Diana empujó suavemente a Zee hacia el frente. Zee entendió enseguida, esbozando una sonrisa mientras sus ojos comenzaban a brillar de color púrpura. Elevándose al cielo, desprendió un resplandor púrpura, sorprendiendo a las chicas, aunque no sorprendiendo a Diana ni a los chicos. Realizó una serie de movimientos antes de generar un tentáculo púrpura de magia que viajó hasta el interruptor del compactador, apagándolo. Zee descendió del cielo, con los ojos cerrados, y se volteó hacia los demás, haciendo una reverencia mientras unas manos mágicas le aplaudían. Sin embargo, su momento de gloria fue interrumpido por Batgirl, quien tocó suavemente su hombro y señaló horrorizada al compactador.
Dante había sido aplastado junto a los maniquíes por el compactador.
—¡Santa mierda! —gritó Nick, mientras Shaun se desmayaba.
—¡Ahhh! —se oyó un grito proveniente del compactador.
Inmediatamente, el compactador explotó, revelando a un sujeto de 1.80 metros, con una calavera metálica envuelta en llamas naranjas y amarillas por cabeza.
—Ah, pero estás bien —dijo Zee, calmándose mientras sorprendía a las chicas.
—¿Tú sabías de eso? —preguntó Jess, sorprendida.
—Sí, algo así —respondió Zee, disimulando su nerviosismo.
—Tú... —dijo Diana sorprendida—. Un espíritu de venganza... —susurró, asombrada.
Rápidamente, Karen se giró para mirar a los chicos.
—¿Alguno de ustedes tiene poderes? —preguntó con miedo.
—No —respondieron Jason, Nick, Dylan y Danny, mintiendo con tal sinceridad que parecía verdad.
—Solo Dante los tiene —dijo Danny, mintiendo a la perfección. Su habilidad para mentir era impecable.
—Eso me dolió —dijo el Ghost Rider, volviendo a la normalidad.
Siguiente prueba
Supergirl sostenía a un perro por la cadena mientras Green Lantern (Jess) colocaba un filete sobre la cara de un maniquí con una expresión de asco. En medio de ellos, Bumblebee, con su tosca armadura, estaba nerviosa. Los demás observaban, expectantes. Wonder Woman bajó la mano, dando inicio a la prueba. Inmediatamente, Bumblebee se encogió al tamaño de una abeja al apretar un botón en su antebrazo. Unos lanzacohetes salieron de su espalda, apuntando al perro. Supergirl soltó al perro, y este corrió directo hacia la pequeña Bumblebee, que, presa del pánico, apretó el botón de los lanzacohetes. Sin embargo, estos no se activaron. En su prisa, Bumblebee salió volando en dirección al maniquí, mientras el perro la perseguía. Se desvió y se escondió detrás de la cabellera de Wonder Woman. El perro, sin embargo, siguió su camino y saltó hacia el filete.
Bumblebee, exhausta, se desplomó sobre el hombro de Wonder Woman con una expresión de nerviosismo. Esta la acarició suavemente mientras todos notaban cómo el perro, tras haberse tragado el filete, comenzó a correr y escaparse. Rápidamente, todos comenzaron a correr detrás del perro con la intención de atraparlo.
Spa
—Lección 26 de la adolescente normal —dijo Barbara, con los pies dentro de una tina—. Ehhh, ¿y qué hacemos? —preguntó confundida, mirando a su izquierda, donde Zee estaba con el cabello envuelto en una toalla, mascarilla facial, unas rodajas de pepino en los ojos, mientras sus uñas eran retocadas y recibía un masaje en los hombros.
—Consintiéndonos —respondió Zee, con un tono relajado.
A su lado, Diana, un poco atemorizada, se resistía mientras las trabajadoras del spa trataban de quitarle las zapatillas y retocarle las uñas.
—Relajante —volvió a decir Zee, con una expresión satisfecha.
Las uñas de los pies de Karen eran retocadas por una trabajadora, mientras ella sonreía plácidamente sentada en un sillón cómodo. Dylan estaba relajado, recibiendo un masaje en los hombros y con los pies dentro de una tina con agua. Jess, un poco incómoda, miraba la piel del sillón mientras tenía los pies dentro de la tina. Por otro lado, los chicos y Kara estaban echados en un sillón cercano, con expresión de desinterés, mirando sus celulares.
—¿Te gusta esto? —preguntó Nick, sorprendido, mirando a Dylan.
—¿Qué? Es relajante —respondió el adolescente, sin inmutarse.
—Parte de ser una chica normal es cuidarnos —explicó Zee.
—¿Y en el mundo del hombre las uñas de los pies son importantes? —preguntó Diana, confundida.
—Precisamente —dijo Zee, mirando a Diana mientras se quitaba una rodaja de pepino del ojo—. ¿No es divertido? —añadió, volviendo a colocarse la rodaja de pepino.
—A mi parecer, solo estás torturando a una pobre chica —dijo Dante, mientras él y Shaun miraban un video en su teléfono.
—¿Siempre tienes que salir con tus comentarios? —dijo Zee sarcásticamente, frunciendo el ceño.
—Ay, el amor juvenil siempre es una de esas cosas tan hermosas. —bromeó una de las trabajadoras.
—Se equivoca, señora —dijo Dante, rodando los ojos—. Ella y yo no tenemos nada.
—Créame —dijo Zee a la trabajadora—. Aunque no lo parezca, es un pervertido de primera.
—Cállate, ¿quieres? Vas a causar una confusión —dijo Dante, nervioso.
—¿Cómo qué? Como el hecho de que eres malo disimulando mientras miras mi trasero —dijo Zee en tono acusatorio.
Dante, con una sonrisa nerviosa, respondió:
—No sé de lo que hablas.
—¡Ay, pero qué callos tan grandes! —dijo una de las trabajadoras, mirando los pies de Diana—. Necesito algo rudo —añadió, sacando una pulidora.
—¡Atrás! —gritó Diana de forma amenazante, mientras sacaba el lazo de la verdad.
Inmediatamente, las trabajadoras del spa comenzaron a correr en pánico, perseguidas por Diana. Las chicas las siguieron, mientras Kara y los chicos se unían a la persecución, todos sonriendo.
Depósito de Chatarra
Wonder Woman apuntó hacia Batgirl, quien le respondió con una sonrisa. Rápidamente, Wonder Woman señaló un camino lleno de maniquíes hasta un árbol sin hojas, en el cual descansaba un gato de peluche. Al dirigir su mirada de nuevo hacia Batgirl, esta última estaba distraída observando una mariposa. Al darse cuenta, Wonder Woman levantó el pulgar y comenzó a correr hacia los maniquíes. Golpeó a algunos, pateó a otros, e incluso lanzó una granada. Luego saltó hacia la rama donde se encontraba el gato de peluche, lo levantó con gesto triunfante y, al mirar a los demás, vio sus miradas de desaprobación, acompañadas por la de Wonder Woman.
—¿Esos no eran "Los malos"? —preguntó nerviosa.
Siguiente prueba
Nick se encontraba junto a varios maniquíes. Wonder Woman indicó a Green Lantern que se acercara a una excavadora, la cual estaba siendo operada por Batgirl. Con un simple gesto de su mano, Wonder Woman hizo que Green Lantern golpeara la excavadora. Sin embargo, Green Lantern rápidamente se negó. Ante esto, Wonder Woman se alejó, luciendo algo molesta. Volteó hacia los maniquíes y a Nick, mientras creaba una caja fuerte de energía verde para protegerlos y alejarlos de la excavadora. Cuando miró a Wonder Woman, esta le dirigió una mirada que indicaba que aún quedaba trabajo por hacer.
Entonces, con una sonrisa de satisfacción, Green Lantern observó cómo la excavadora caía sobre ellos, solo para que la pala de la excavadora atrapara a Supergirl y a Jason, lo que causó una reacción de pánico en Green Lantern. En un instante, la pala fue destruida por Supergirl, quien liberó a Jason, quien se encontraba atrapado debajo.
—Gracias —dijo Jason, con una mirada agradecida hacia Supergirl. Luego, giró hacia Batgirl y, sacando un dedo del medio, dijo con tono desafiante—: Perra.
Cine
En el cine, los chicos miraban con pesar una película romántica. Nick y Dylan jugaban a las cartas, Danny observaba a otros adolescentes que también usaban esas extrañas gafas de realidad virtual, Shaun dormía plácidamente, Jason revisaba su celular y Dante tenía una expresión amarga mientras susurraba que debieron haber ido a ver la reemisión de Shrek 2. Kara también dormía. Diana, por su parte, estaba completamente confundida, mientras que el resto de las chicas parecían extrañamente inmersas en la película.
—Lección número 64 del adolescente normal: romance —dijo Barbara, absorta en la pantalla.
—Nunca quise amarla, Alexandra, pero ahora es lo más importante en mi vida. ¿Por qué Kaitlyn aún no me ha mandado un mensaje?
—Necesita tiempo, Aidan. Han pasado al menos dos días. Si te escribe dentro de tres días, eso es amor irrevocable.
—¿Qué está pasando? —preguntó Diana, desconcertada.
—Algo estúpido —dijo Nick.
—Muy estúpido —secundó Dylan.
—No los escuches, Diana. Aiden le está diciendo a Alexandra que no puede vivir sin Kaitlyn, pero Alexandra dice que Kaitlyn le escribirá mañana porque eso hizo Michael cuando terminaron —explicó Karen con un suspiro largo—. ¿No es romántico?
—Los chicos... son complicados —dijo Diana, aún sin entender.
Las chicas suspiraron al unísono.
—Ni que lo digas.
Por alguna razón, Zee volteó a mirar a Dante, notando el ceño fruncido en su rostro.
—¿Qué pasa? —preguntó Dante, aburrido.
—N-nada, solo miraba la cara de demonio que tienes —dijo Zee, algo nerviosa.
Dante arqueó una ceja y esbozó una sonrisa sarcástica.
—Debe ser porque me estoy muriendo de aburrimiento —contestó, recostándose más en la butaca—. Deberíamos haber visto Shrek 2. Eso sí es arte.
Zee rodó los ojos, pero no pudo evitar sonreír levemente.
La película llegó a lo que parecía ser el clímax: la protagonista y el interés amoroso estaban a punto de besarse. Diana, sin embargo, malinterpretó la escena.
—¡Cuidado, Kaitlyn! ¡Aidan ataca! —gritó, desenvainando su espada para cortar la pantalla.
—¡No, Diana, él solo va a...! —intentó explicar Karen, justo cuando un trozo de tela cayó sobre ella—. Besarla...
Afuera del cine
—¡Ja! Lo sabía. Paguén —dijeron Dante y Jason al unísono, extendiendo la mano hacia Dylan, Nick y Danny, quienes sacaron veinte dólares cada uno y se los entregaron con resignación.
—¿Cómo fue que me convencieron de apostar a que no pasaría nada? —protestó Danny.
—Dylan —dijo Nick con fastidio.
—Es culpa de ustedes por creerme —respondió Dylan, encogiéndose de hombros.
—Bueno —dijo Kara, cansada—. Fracasamos y ya es tarde, yo me voy.
—¡Espera! ¡No me rendiré! Debe existir algún lugar donde una princesa guerrera pueda relajarse —dijo Barbara, revolviendo su cabello con frustración.
—Tengo una idea —intervino Karen con una sonrisa.
Karen llevó al grupo a los muelles.
La brisa nocturna traía consigo el sonido de risas y música. Las luces de los juegos y atracciones iluminaban el cielo oscuro mientras el grupo de adolescentes observaba a las familias, parejas y otros jóvenes divirtiéndose. Las filas para los autos chocones, la rueda de la fortuna, la montaña rusa y el carrusel se alargaban, pero eso no desanimó a nadie.
El primer destino fue la zona de videojuegos. El grupo decidió probar suerte en el típico juego de lanzar pelotas para derribar objetivos.
Kara tomó la pelota con confianza, pero al lanzarla, la arrojó con tanta fuerza que atravesó la máquina, rompiéndola en el acto. Por un segundo hubo silencio... hasta que todos estallaron en carcajadas.
—A ver, déjame a mí —dijo Jason, acercándose con una sonrisa.
—No vas a poder, seguro que fallas —se burló Kara con los brazos cruzados.
Jason tomó una pelota y, sin decir nada, la lanzó con precisión, derribando casi todos los objetivos. Sin perder tiempo, arrojó otra y terminó con una puntuación perfecta.
—Wow, ¿qué eres, un tirador profesional o qué? —dijo Kara, levantando una ceja con un toque de burla.
—No es tan difícil. Puedo enseñarte si quieres —contestó Jason en un tono retador.
—Vas a caer, Hood —dijo Kara, sonriendo mientras se separaba del grupo junto a Jason.
—¡Oigan! —gritó Barbara, viendo cómo ambos se alejaban—. ¡No se pierdan!
Danny los observó marcharse y luego encogió los hombros.
—Y... —dijo alargando la palabra—. Ya se fueron.
Rápidamente se volteó hacia el resto.
—Señoras y señores, reúnanse. Los dividiré en grupos.
De alguna manera, los grupos terminaron así: Nick y Jess, Barbara y Danny, Diana y Dylan, junto con Karen y Shaun. Finalmente, Dante quedó con Zee.
—¿Otra vez? —protestó Zee, cruzándose de brazos mientras miraba a Danny con molestia.
—¿Qué quieres que haga? Fue aleatorio —se defendió Danny con una sonrisa traviesa.
Zee suspiró resignada mientras Dante esbozaba una sonrisa sarcástica.
—Relájate —dijo Dante—. No puede ser tan malo.
—Eso dices tú... —murmuró Zee, pero no pudo evitar sonreír levemente.
Zee suspiró resignada mientras Dante esbozaba una sonrisa sarcástica.
Zee resopló y caminó hacia él con paso firme.
—¿A dónde quieres ir? —preguntó, visiblemente molesta.
Dante levantó las cejas con desdén antes de responder.
—Comida —dijo el joven, mientras empezaba a caminar hacia la salida.
Zee lo siguió con una mirada fulminante, pero al final, sin mucha opción, lo acompañó.
Terminaron en un pequeño restaurante, uno de esos lugares con un ambiente acogedor y cálido, donde una banda local tocaba suavemente en una tarima al fondo. La música era relajante, pero no lo suficiente como para calmar el apetito de Dante.
—Me muero de hambre desde el almuerzo —comentó Dante, dejando escapar un suspiro mientras se sentaba en una mesa.
Zee se dejó caer en la silla de enfrente, no tan emocionada por la comida, pero sabiendo que lo acompañaría.
Un camarero, con una sonrisa amable, se acercó rápidamente a la mesa.
—¿En qué puedo ayudarlos? —preguntó, con tono servicial.
Dante, sin mirarlo, levantó el menú de la mesa y lo sostuvo frente a sí, ya decidido.
—Lo que sea que tenga mucha carne. Y algo frío para beber. —dijo sin perder el tiempo.
Zee lo miró con una mezcla de incredulidad y cansancio.
—¿En serio? No puedes ni esperar un segundo, ¿verdad? —dijo Zee, dejando escapar un suspiro.
El camarero, sin mostrar ninguna sorpresa ante la actitud de Dante, anotó el pedido y se alejó rápidamente.
Dante se reclinó en su silla, sonriendo satisfecho.
—¿Qué? No soy de los que andan perdiendo el tiempo. ¿Tú qué pedirás, Zee?
Zee lo miró por un momento antes de responder, tratando de mantener su paciencia.
—Lo que me parezca más exagerado... —murmuró, mirando el menú sin mucho interés.
Mirando a la banda tocar, Dante rápidamente cambió su semblante a uno más deseoso, como si estuviera atrapado en la melodía.
Zee, que lo había notado, levantó una ceja y lo miró desconcertada.
—¿A ti te gustan las bandas? —preguntó, incrédula ante el cambio repentino en la actitud de Dante.
Dante, como si nada, giró ligeramente hacia ella y la miró con una expresión de indiferencia.
—No es eso —respondió al natural, mientras cruzaba los brazos—. Cuando estudiaba en la Academia Gotham, solía practicar canto como una materia extra. Era muy bueno.
Zee lo miró fijamente, sin poder evitar soltar una pequeña risa.
—¿En serio? —dijo, aún sorprendida—. ¿Dante, el chico malo, cantando?
Él la miró con una sonrisa torcida, como si esa parte de su pasado fuera algo que preferiría dejar en el olvido, pero al mismo tiempo, parecía un poco orgulloso.
—Sí, bueno, lo hice —respondió en tono tranquilo, casi como si fuera un hecho sin importancia—. No era mi actividad favorita, pero digamos que tenía talento.
Zee arqueó una ceja, más intrigada que nunca.
—¿Cantas bien o eres uno de esos que se creen rockstars sin tener idea? —preguntó con tono burlón, disfrutando un poco de la posibilidad de que Dante tuviera un lado tan inesperado.
Dante sonrió con su característica sonrisa sarcástica.
—Nunca me consideré un "rockstar", pero sí, sé lo que hago.
Zee lo observó por un momento, luego volvió su atención a la banda que seguía tocando suavemente.
—¿Sabes? No te imaginaba así. —dijo ella, con una ligera sonrisa.
Dante se acomodó en la silla, mirando la banda en el escenario mientras un leve brillo de nostalgia se reflejaba en sus ojos.
—Bueno, supongo que nadie se imagina realmente lo que hay detrás de alguien, ¿verdad? —respondió, su tono volviendo a ser más serio, casi pensativo.
Con un poco de entusiasmo, Zee se levantó de la mesa, dejando a Dante mirando con sorpresa.
—Espera aquí, ya vuelvo —dijo ella, dándole una mirada traviesa antes de caminar rápidamente hacia el escenario.
Dante la miró, un poco confundido. Se acomodó mejor en su silla, frunciendo el ceño mientras observaba cómo Zee se acercaba a los músicos. No entendía qué intentaba hacer, pero algo en su actitud le decía que no era nada bueno para él.
—Espera… —dijo Dante en voz baja, mirando cómo Zee empezó a platicar con uno de los músicos, señalando hacia él y luego al escenario.
Poco después, Zee empezó a hacer gestos como si estuviera negociando algo, y Dante se sintió aún más confundido, sin saber si debía preocuparse o divertirse con la situación. Mientras tanto, la banda siguió tocando con la misma energía, ajena a lo que ocurría en la mesa.
Unos minutos más tarde, Zee regresó a la mesa con una sonrisa amplia.
—¿Qué pasó? —preguntó Dante, ya sintiendo que algo raro iba a pasar.
Zee se sentó con un aire triunfante.
—Vas a cantar —dijo con tono retador, mientras se cruzaba de brazos y se recostaba en la silla.
Dante la miró, levantando una ceja.
—¿Qué? ¿Estás loca? —respondió, levantándose de inmediato.
—Solo hazlo —Zee sonrió de forma traviesa, señalando hacia la banda, que ahora parecía esperar la señal de ella.
Dante suspiró pesadamente, mirando la situación mientras se levantaba, sabiendo que no podría escapar de ello.
—Tienes un pésimo sentido del humor —dijo, mientras caminaba hacia el escenario, ya resignado.
Zee lo observó con diversión, disfrutando del momento.
—No te preocupes, Dante. Va a ser divertido —dijo, mientras lo veía subir al escenario.
—Y bien, muchacho, ¿qué es lo que deseas cantar? —preguntó uno de los músicos, mirando a Dante con curiosidad.
Dante, un poco nervioso, sacó su teléfono de manera torpe.
—Ah… —murmuró, mientras revisaba la pantalla—. Yo... Escribí esto hace unos años —dijo, mostrando la letra de la canción a los músicos.
El músico que lo había preguntado sonrió y observó el teléfono de Dante con interés.
—Interesante —comentó con una sonrisa, mientras los demás músicos se asomaban para ver la letra.
Dante, aunque nervioso, comenzó a concentrarse, y la banda se preparó, dispuesta a acompañarlo. Dante inspiró hondo antes de empezar a cantar, con la voz algo temblorosa al principio, pero con fuerza a medida que avanzaba la letra.
Creo que ya el truco al fin encontré
Para mi aburrida rutina volver
De bostezos extenuantes y desánimo
En cual película emocionante de acción
Antes yo con el cielo bien no me llevé
Pues mi frío corazón con candado apresé
Pero hallé melodías con nuestro brillar
Que es pequeño y luce más que el Brillo en la ciudad,
me las apañé viviendo en soledad
Sólo necesité un fulgor
Que me guiara a tu realidad
Ya podré guardar cual souvenir
Cada panorama hermoso que vi
Pongo una cinta en los paisajes que admiré
Volviendo a mi hogar tan feliz.
Un saludo me dio cada estación
Incluso una lágrima me brotó
No hay palabras para poder describir
La ruta a mi hogar que me diste a mí.
Ando caminando
Y a veces acelerando
Por el camino que lleva a tu voz
Riendo, corriendo
Creo que mejor sigo lento
En el camino a tu corazón.
Yo pensaba "las cosas no van a cambiar"
Cada día pasaba, dejándome atrás
Y buscaba el motivo de mi existir
Luego nuestra melodía
Nos logró unir.
Te saludaré tal como hiciste tú
Cuando me comentaste que
Descarriados no hay que vivir.
¿Desde qué lugar empezó nuestra unión?
¿Cuál ha sido el viaje que nos enlazó?
No sé nada de tu ayer ni tu porvenir,
Pero igual a casa voy junto a ti.
¿Cuántas veces sobre ti llovió
Y sólo te reíste sin pánico?
Desde más allá de la luna regreso a mi hogar
Dejando atrás mi sufrir.
Ando caminando
Empiezo a correr sin notarlo
Yendo a ti con total ilusión
Riendo, corriendo
Y luego con vergüenza siguiendo
Por el camino de tu resplandor.
Siempre voy guardando cual souvenir
Cada panorama hermoso que vi
Pongo una cinta en los paisajes que admiré
Volviendo a mi hogar tan feliz.
Un saludo me dio cada estación
Incluso otra lágrima me brotó
No hay palabras para poder describir
La ruta a mi hogar que me diste a mí.
¿Desde qué lugar empezó nuestra unión?
¿Cuál ha sido el viaje que nos enlazó?
Tu mañana y tu ayer adornaron cada cielo
Al volver junto a ti.
Seguiré guardando cual souvenir
Cada panorama hermoso que vi
Y aunque sea el fin del universo
Hacia mi hogar voy a volver tan feliz.
Ando caminando (Caminaré)
Yo voy de regreso a tus brazos (Te abrazaré)
Al caer, sigo cual nada pasó
Riendo, corriendo
(Corriendo)
Este corazón te lo entrego
(Te entrego)
Al dirigirme a tu dirección.
(La canción souvenir no es de mi autoría, la traducción pertenece al jirafa)
Al terminar, Dante se quedó en silencio, respirando profundamente mientras la banda guardaba sus instrumentos, impresionados por la pasión en su voz. Durante unos segundos, hubo un silencio en el restaurante, y luego, el público comenzó a aplaudir, algunos sorprendidos, otros realmente conmovidos por la canción de Dante.
Zee lo miraba desde su lugar con una sonrisa satisfecha, claramente orgullosa de haberlo convencido. Dante se sonrojó ligeramente al ver la reacción, pero una ligera sonrisa apareció en su rostro mientras bajaba del escenario.
—No estuvo mal —comentó un músico, palmeándole la espalda a Dante—. Tiene talento.
Dante, aún algo avergonzado, se dirigió hacia Zee, quien ya lo esperaba con una mirada divertida.
—Te dije que lo harías bien —dijo Zee con una sonrisa traviesa.
—Bueno, gracias por presionarme, supongo —respondió Dante con tono de broma, rascándose la nuca.
Zee soltó una pequeña risa.
—Es lo que hago, Dante. —dijo, levantándose de la mesa. —Ahora, ¿vamos por esa comida?
Dante asintió, aún con una sonrisa tímida, y juntos, se dirigieron hacia la barra para pedir algo de comer, mientras el ambiente a su alrededor seguía lleno de música y risas.
Estos salían satisfechos del restaurante después de haber terminado su comida. Sin embargo, de una manera absurda, Zee resbaló, y en un intento de mantener el equilibrio, se aferró a Dante, lo que provocó que ambos cayeran al suelo.
—¡Ay! —se quejó Zee al caer, mientras cerraba los ojos momentáneamente por el impacto.
Cuando los abrió, un par de segundos después, se dio cuenta de la situación en la que se encontraba. Con una mirada perpleja, Zee vio cómo la mano izquierda de Dante había terminado en su pecho, y la mano derecha de él, de manera igualmente desafortunada, se había levantado su falda, dejando al descubierto sus bragas.
Dante, completamente atónito y sin darse cuenta de lo que había ocurrido, murmuró de manera inconsciente:
—Son negras...
En ese momento, Zee sintió que el calor del enfado subía rápidamente por su cuerpo, y sin pensarlo mucho, le dio una mirada fulminante.
—¡Tienes 5 segundos para correr! —dijo ella, su cuerpo temblando de coraje, aunque sus palabras se mezclaban con una irritación que solo aumentaba.
Dante, aún en shock por la situación, no pudo reaccionar de inmediato, pero al ver el fuego en los ojos de Zee, rápidamente se levantó y comenzó a alejarse apresuradamente, mirando hacia atrás para asegurarse de que Zee no estuviera persiguiéndolo aún.
—¡Te voy a matar, Dante! —gritó Zee mientras él corría, haciendo que algunos transeúntes se detuvieran a mirar la escena.
En cuanto Dante vio que la furia de Zee no lo alcanzaba, ralentizó su paso, tratando de calmarse, pero aún temblando por la situación. Por su parte, Zee, tras unos momentos de caminar furiosa, soltó un resoplido, sabiendo que la noche no terminaría tan fácilmente.
—En serio... —dijo Zee, molesta, mientras apretaba los puños—. Cómo odio tu extraña "suerte".
Dante, respirando agitadamente después de su carrera improvisada, se giró hacia ella con una expresión de disculpa, aunque todavía no podía quitarse la sensación incómoda de lo sucedido. Se rió nerviosamente, rascándose la nuca.
—Ya, ya... lo siento. No fue mi intención —dijo, tratando de calmarla, aunque sabía que era inútil. Cada vez que algo extraño pasaba entre ellos, Zee siempre reaccionaba con esa mezcla de furia y frustración.
Zee lo miró con una ceja arqueada, sin dejar de fruncir el ceño.
—No sé si te das cuenta, pero cada vez que estamos cerca, parece que el destino se empeña en meternos en situaciones ridículas —respondió, cruzándose de brazos y mirando al frente, sin querer reconocer la tensión que aún sentía.
Dante sonrió de manera torcida, sabiendo que no había forma de escapar de su "suerte". Pero, por alguna razón, disfrutaba de la forma en que Zee reaccionaba a sus travesuras involuntarias. Era casi como si, a pesar de su enojo, se divirtiera un poco también.
—Supongo que eso es lo que hace que todo esto sea interesante, ¿no? —dijo, encogiéndose de hombros, sin intentar hacer una broma esta vez, sino más bien reconociendo la extraña conexión entre ambos.
Zee soltó un suspiro, mirando hacia otro lado para evitar mirarlo directamente, aunque no pudo evitar una leve sonrisa. No quería admitirlo, pero Dante tenía una forma peculiar de hacer que todo fuera menos pesado.
—Solo no lo repitas —respondió, de forma más tranquila, pero aún con una chispa de molestia.
—No es algo que pueda controlar —dijo Dante sonriendo—. Es como una ley del universo.
—No tientes a tu suerte, Castle —dijo Zee, entrecerrando los ojos, sin dejar de caminar a su lado.
Por otro lado, Jess y Nick continuaban caminando entre los juegos del muelle, disfrutando de la atmósfera festiva. Jess, sin embargo, se detuvo al ver una instalación particular: un puesto con un rifle de aire comprimido donde los participantes disparaban a algunos objetivos, y el premio eran peces vivos. La escena hizo que Jess frunciera el ceño con tristeza.
—¿Quieres liberarlos? —preguntó Nick, viendo la expresión de la chica.
—Sí, pero hoy no traje mis carteles de protesta —respondió Jess, visiblemente desanimada.
Nick sonrió de lado y, con una mirada traviesa, se acercó al carnie del juego.
—Mira, ahora a mi modo —dijo, mientras sacaba cinco dólares de su bolsillo y los mostraba con una sonrisa confiada. El carnie, sin pensarlo mucho, tomó el dinero y le entregó el rifle.
Nick, con una precisión sorprendente, disparó rápidamente contra el carnie, quien perdió el equilibrio y resbaló hacia un lado, tomando a todos por sorpresa.
—¡Ahora! —gritó Nick mientras tomaba los peces del tanque, corriendo hacia Jess.
—Pudimos haber resuelto esto de forma más legal —dijo Jess, soltando los peces en el agua, viendo cómo nadaban rápidamente hacia la libertad.
Nick, riendo mientras se acercaba a ella, le dio una palmada en la espalda.
—¿Y qué sería de nosotros sin un poco de caos? —respondió, guiñándole un ojo.
Jess solo suspiró, mirando cómo los peces se adentraban en el mar, su gesto de frustración se desvaneció, reemplazado por una sonrisa, aunque fuera pequeña.
—Caos, ¿eh? —dijo, aunque no pudo evitar reírse ante la ocurrencia de Nick.
Al final, ambos se alejaron del juego, sintiendo que, aunque su acción había sido un tanto alocada, por lo menos habían hecho algo bueno en el proceso.
—Esto es incómodo... Mejor hubiera arreglado las cos as para que me hubiera tocado con Dante —pensó Danny, mientras miraba a Barbara, que caminaba junto a él. La situación era aún más incómoda de lo que había anticipado.
—De todos, tenía que tocarme la fan de Batsy —pensó, mirando de reojo a Barbara, que parecía estar disfrutando del ambiente, pero su presencia junto a él hacía que Danny no pudiera relajarse. Aunque no quería admitirlo, las constantes referencias a Batman y su obsesión con el héroe le ponían los nervios de punta.
Barbara, por otro lado, parecía no notar el malestar de Danny y, mientras observaba los juegos del muelle, comentó sin girarse hacia él:
—¿Sabías que Gotham tiene uno de los mejores parques de diversiones? Podríamos ir ahí en otro momento.
Danny, aún un poco distraído por sus pensamientos, asintió sin mucha convicción.
—Sí... suena bien —dijo, sin mucho entusiasmo, lo que no pasó desapercibido para Barbara.
—¿Te pasa algo? —preguntó ella, mirándolo con una ligera sonrisa de complicidad.
Danny se ruborizó ligeramente, sin saber cómo responder. Al final, solo decidió cambiar de tema.
—¿Te gustaría ir a la rueda de la fortuna? —sugirió, tratando de suavizar el ambiente.
Barbara lo miró con una expresión divertida.
—¡Claro! Vamos —dijo sin dudar, disfrutando de la compañía a pesar de la aparente incomodidad de Danny.
Aunque Danny aún sentía esa extraña sensación de incomodidad, al menos la idea de estar en la rueda de la fortuna le ofrecía una pequeña distracción.
Dentro de la rueda de la fortuna, el ambiente era diferente. La estructura metálica crujía ligeramente mientras ascendían lentamente hacia lo alto. El sonido del viento era calmante, y la vista de la ciudad iluminada desde las alturas ofrecía una sensación de tranquilidad, aunque la situación seguía siendo incómoda para Danny.
Barbara, sin embargo, parecía estar disfrutando del paseo. Se recostó un poco en el asiento, mirando hacia el cielo estrellado y luego al mar.
—¿Sabías que desde aquí se puede ver todo el muelle? Es casi como estar en otra ciudad, ¿no? —dijo, con una sonrisa.
Danny miraba hacia el horizonte, tratando de centrarse en algo que lo distrajera.
—Sí... Es impresionante —respondió, su voz un poco vacía. La situación era extraña para él, estar ahí con Barbara, después de lo que había estado pensando antes.
Barbara, notando el silencio y la ligera tensión en Danny, decidió romper el hielo.
—¿Te molesta que hable tanto de Batman? —preguntó con una sonrisa juguetona.
Danny se sorprendió un poco por la pregunta directa, pero apreció que Barbara intentara aligerar el ambiente.
—No, no es eso —dijo, algo nervioso—. Es solo... no estoy tan familiarizado con todo ese tema.
Barbara se rió suavemente.
—Entiendo, lo he llevado demasiado lejos. Solo es que... me gusta mucho Batman. Es una especie de héroe, ¿sabes? Con sus defectos, pero aún así hace lo correcto. Aunque a veces me pregunto si todo lo que hace realmente cambia algo.
Danny, al escuchar esto, miró a Barbara con algo de curiosidad.
—¿Crees que el mundo puede cambiar solo con la voluntad de una persona? —preguntó, un poco pensativo.
Barbara lo miró y, con un toque de seriedad, le respondió:
—No, pero creo que cada pequeño gesto cuenta. Tal vez no cambiemos el mundo, pero sí las vidas de las personas a nuestro alrededor. A veces, eso es suficiente.
Danny asintió lentamente, sintiendo una ligera conexión con lo que había dicho. Aunque sus pensamientos seguían confusos, las palabras de Barbara le dieron algo de claridad. Por un momento, se olvidó del ambiente incómodo que había estado creando y comenzó a relajarse.
—Tienes razón —respondió, sintiendo un poco más de calma.
Ambos miraron hacia el horizonte mientras la rueda de la fortuna continuaba su lento ascenso, la ciudad debajo de ellos extendiéndose como un mar de luces brillantes. El viento movía suavemente sus cabellos, y por un momento, las tensiones parecían desvanecerse.
Mientras tanto, Diana, Dylan, Shaun y la tímida Karen se encontraban en una mesa cerca de una pizzería, rodeados por el ambiente relajado y la brisa nocturna. Se estaban divirtiendo, y el sonido de risas llenaba el aire. Diana había intentado tomar un trozo de pizza, pero el queso derretido se alargó hasta su cara, creando un desastre que hizo que todos estallaran en carcajadas.
—¡Ay, no! —exclamó Diana, tratando de despegar el queso de su cara, mientras todos se reían—. ¡Esto no está pasando!
Dylan, con una gran sonrisa, no pudo evitar reirse más fuerte.
—¡Es como si estuvieras atrapada en una trampa de queso! —bromeó, levantando su rebanada para hacer una mueca.
Shaun, siempre el más tranquilo del grupo, no pudo ocultar una sonrisa.
—Creo que ya podemos decir que te ganaste el título de "Reina del queso" —dijo en tono divertido.
Karen, que había estado observando con una ligera incomodidad, finalmente se animó a hablar, sonriendo tímidamente.
—No te preocupes, Diana. Creo que todos hemos pasado por algo así... aunque no con tanto queso —dijo con una pequeña risa nerviosa, sus mejillas enrojeciendo ligeramente.
Diana, finalmente, logró liberar su cara del queso pegajoso, pero no pudo evitar reírse de sí misma.
—Bueno, al menos nadie me va a acusar de no aprovechar bien la pizza —dijo entre risas, limpiándose un poco con una servilleta.
Dylan, con una expresión juguetona, la miró con burla amistosa.
—Lo bueno es que te ha tocado un queso de buena calidad —dijo mientras miraba el trozo de pizza en su plato.
Karen, sintiendo la atmósfera relajada, comenzó a reír también, aunque con un toque de timidez.
—Creo que es uno de esos momentos que uno guarda para después contar... ¿a alguien? —murmuró mientras se sentaba más cómoda en su silla.
—¡Claro! —respondió Diana, dándole un toque amistoso en el brazo a Karen—. Este tipo de momentos son los que más se recuerdan.
La conversación se desvió a un tema más general, pero todos, incluso Karen, se sentían más cómodos, disfrutando del ambiente relajado y de la compañía. A pesar del caos inicial, la noche seguía siendo divertida, y la pizza, aunque con más queso de lo esperado, no había dejado de ser deliciosa.
Mientras tanto, Diana, Dylan, Shaun y la tímida Karen se encontraban en una mesa cerca de una pizzería, rodeados por el ambiente relajado y la brisa nocturna. Se estaban divirtiendo, y el sonido de risas llenaba el aire. Diana había intentado tomar un trozo de pizza, pero el queso derretido se alargó hasta su cara, creando un desastre que hizo que todos estallaran en carcajadas.
—¡Ay, no! —exclamó Diana, tratando de despegar el queso de su cara, mientras todos se reían—. ¡Esto no está pasando!
Dylan, con una gran sonrisa, no pudo evitar reirse más fuerte.
—¡Es como si estuvieras atrapada en una trampa de queso! —bromeó, levantando su rebanada para hacer una mueca.
Shaun, siempre el más tranquilo del grupo, no pudo ocultar una sonrisa.
—Creo que ya podemos decir que te ganaste el título de "Reina del queso" —dijo en tono divertido.
Karen, que había estado observando con una ligera incomodidad, finalmente se animó a hablar, sonriendo tímidamente.
—No te preocupes, Diana. Creo que todos hemos pasado por algo así... aunque no con tanto queso —dijo con una pequeña risa nerviosa, sus mejillas enrojeciendo ligeramente.
Diana, finalmente, logró liberar su cara del queso pegajoso, pero no pudo evitar reírse de sí misma.
—Bueno, al menos nadie me va a acusar de no aprovechar bien la pizza —dijo entre risas, limpiándose un poco con una servilleta.
Dylan, con una expresión juguetona, la miró con burla amistosa.
—Lo bueno es que te ha tocado un queso de buena calidad —dijo mientras miraba el trozo de pizza en su plato.
Karen, sintiendo la atmósfera relajada, comenzó a reír también, aunque con un toque de timidez.
—Creo que es uno de esos momentos que uno guarda para después contar... ¿a alguien? —murmuró mientras se sentaba más cómoda en su silla.
—¡Claro! —respondió Diana, dándole un toque amistoso en el brazo a Karen—. Este tipo de momentos son los que más se recuerdan.
La conversación se desvió a un tema más general, pero todos, incluso Karen, se sentían más cómodos, disfrutando del ambiente relajado y de la compañía. A pesar del caos inicial, la noche seguía siendo divertida, y la pizza, aunque con más queso de lo esperado, no había dejado de ser deliciosa.
Mientras tanto, Jason observaba cómo Kara destruía el martillo del juego "Aplasta al topo", cada golpe resonando con un estrépito que parecía desatar una tormenta de frustración. La rubia no se detenía, pero al escuchar la pregunta de Jason, pausó un momento y lo miró con una mirada curiosa.
—Entonces, ¿qué fue eso sobre los derechos en la tienda de cómics? —preguntó Kara, con tono de desconcierto, mientras sus ojos brillaban con un destello de interés.
Jason trató de evadir la conversación, rascándose la nuca nerviosamente.
—No sé de qué hablas —respondió rápidamente, con una sonrisa forzada, tratando de desviar el tema.
Kara, sin embargo, no se dejó engañar. Sus superoídos le daban ventaja en esos momentos, y Jason lo sabía muy bien.
—Tengo superoídos, ¿Recuerdas? —dijo con tono burlón, mientras sus ojos verdes brillaban, claramente disfrutando de la pequeña ventaja que tenía.
Jason suspiró internamente, sabiendo que no podría escapar de la insistencia de Kara. La verdad, en ese momento, parecía inevitable.
—Malditos superoídos... —se quejó mentalmente, sintiendo que no tenía otra opción que ser honesto. Aun así, la verdad que decidió compartir era solo una parte.
—Bueno, es mejor que te lo diga si vas a seguir insistiendo de todos modos —dijo Jason, resignado. Se inclinó hacia ella, como si estuviera a punto de revelar un secreto.
—Yo solía ser... Robin.
Kara lo miró con incredulidad, su expresión se transformó en sorpresa.
—¡Wow! ¿En serio usabas ese traje con pantaloncillos? —preguntó, su tono lleno de burla, pero con un toque de asombro. Jason la miró con una mezcla de frustración y resignación.
—Sí, burlate, pero al mío le hice mis modificaciones propias —respondió él, tratando de mantener la compostura—. Me deshice de esos pantaloncillos.
Kara no pudo evitar soltar una carcajada.
—¡Me imagino! —rió, disfrutando la imagen de un Robin con pantalones más adecuados—. Pero, ¿y por qué lo dejaste? Digo, ¡deberías haber sido el mejor Robin de todos!
Jason se tensó un poco, sus ojos se oscurecieron mientras se recogía el cabello y lo apartaba de su rostro. Era algo de lo que no solía hablar, pero con Kara había algo que le impulsaba a contarle.
—Yo... me volví más agresivo que los otros Robins —dijo, su tono más serio ahora, como si reviviera los recuerdos dolorosos—. Al punto en que le corté la mano a un traficante. Batman me regañó, me dijo que ese no era el método... me dijo que si no cambiaba mi forma de ser o me controlaba, entonces dejaría de ser Robin. No quise aguantarlo más, así que me fui... de ese lugar.
Kara lo miró fijamente, su expresión se suavizó un poco. Jason había compartido más de lo que solía mostrar. Pero en su interior, sabía que la historia era solo una parte de lo que realmente había sucedido.
—¿Y qué pasó después? —preguntó Kara, sin burlas ni sarcasmo, sino con una curiosidad genuina, como si quisiera entender lo que Jason había atravesado.
Jason miró al frente, el brillo en sus ojos revelando una mezcla de emociones contenidas. Su vida con Batman había sido complicada, pero había aprendido a vivir con las consecuencias de sus decisiones.
—Lo que pasó después... es que dejé de ser Robin. Y tuve que aprender a ser alguien más.
Jason frotó su brazo con una mueca de dolor fingido, aunque por dentro no pudo evitar sonreír.
—Oye, ¿qué fue eso? —se quejó, mirándola con una ceja levantada.
Kara se cruzó de brazos, dándole un pequeño empujón con el hombro.
—Eso fue por ser tan dramático —respondió, con una sonrisa juguetona—. Además, ese "alguien más" me cae muy bien. Así que no necesitas disculparte por ser diferente a los demás Robins.
Jason la miró de reojo, notando cómo su tono había cambiado. Kara no lo veía como alguien roto o problemático, sino simplemente como él mismo.
—Gracias —murmuró Jason, desviando la mirada hacia el mar iluminado por la feria—. Supongo que tener superamigos no está tan mal después de todo.
Kara soltó una risa suave.
—Claro que no —respondió, girando hacia él mientras ponía las manos en la cintura—. Y si necesitas a alguien que te saque de problemas o destruya un juego de feria en el proceso... ya sabes a quién llamar.
Jason se encogió de hombros.
—¿Destruir juegos? Eso ya quedó claro. Pero si algún día necesito que alguien vuele y me lleve directo a casa para evitar el tráfico, lo consideraré.
Kara rodó los ojos, pero no pudo evitar reír.
—Entonces será un trato.
Los dos continuaron caminando por el muelle, la atmósfera más ligera que antes. Jason, por primera vez en mucho tiempo, sintió que podía bajar un poco la guardia. Y Kara, bueno, estaba segura de que Jason Todd no era tan mal tipo como decían las historias.
Después de una hora, todos se habían reunido nuevamente frente a un colorido local iluminado con luces neón.
—Bueno, chicos y chicas, después de esta noche solo hay una cosa para consolidar nuestra amistad y los lazos que tenemos ahora… ¡Escarcha! —exclamó Zee, señalando el lugar llamado "Dulce Justicia".
—¡Dulce Justicia! —gritaron todas las chicas al unísono, con excepción de Bárbara y Diana, quienes intercambiaron miradas confundidas.
—¿Escarcha? —susurró Diana, arqueando una ceja—. ¿Qué clase de ritual es este?
Bárbara se encogió de hombros.
—No lo sé, pero suena peligroso… y delicioso.
—Estoy de acuerdo con la parte de peligroso —añadió Jason, con los brazos cruzados.
—¿Por qué siento que este lugar va a ser la causa de algún desastre? —susurró Dante mientras los chicos, también confundidos, decidieron seguir a las chicas adentro.
Mientras tanto…
En uno de los edificios de LexCorp, una figura de baja estatura tecleaba frenéticamente en una enorme computadora. Las luces azules de los monitores iluminaban el rostro parcialmente cubierto por una capucha.
—Con esto bastará para causar suficiente… caos —murmuró la persona, activando un comando con una sonrisa siniestra.
En diferentes bodegas de la ciudad, varias unidades de robots demoledores se encendieron. Sus ojos rojos brillaron mientras salían en distintas direcciones. Cada robot llevaba pancartas que decían: "Aviso de demolición inminente" y, sin previo aviso, comenzaron a derribar estructuras cercanas a centros juveniles, cafeterías y parques.
De vuelta en Dulce Justicia…
El interior estaba lleno de vitrinas relucientes con pastelillos, galletas y todo tipo de postres multicolores. Las luces cálidas y el aroma a azúcar derretida creaban un ambiente acogedor.
—¿Qué es este lugar? —preguntó Dante mientras observaba las vitrinas, desconcertado.
Zee lo miró como si le hubieran dicho que la Tierra era plana.
—¿Es en serio? No puedo creer que no conozcas Dulce Justicia.
—Soy nuevo en Metrópolis, ¿recuerdas? —respondió Dante, encogiéndose de hombros.
—Ah, cierto —Zee esbozó una sonrisa burlona—. Entonces, bienvenido al paraíso del azúcar.
—Ja… Luego no me culpes si mi "suerte" se activa en un lugar así, rodeado de tantas personas —bromeó Dante mientras se inclinaba ligeramente hacia ella.
Zee rodó los ojos y le dio un leve empujón.
—No serías capaz.
Dante se encorvó hasta quedar a su altura, acercando su rostro peligrosamente al de Zee.
—Ahí te equivocas. Yo no, pero esa extraña "suerte" es otro asunto.
Zee tragó saliva y, sin poder evitarlo, sus ojos bajaron hacia los labios del chico. Se mordió el labio, sintiendo cómo sus mejillas ardían.
—Que... ardiente... —susurró sin darse cuenta, mientras un pequeño hilo de baba resbalaba por la comisura de sus labios.
—Ya no sé qué tan cierto sea la broma del hotel… —dijo Dylan, mirando a los dos con una mezcla de incredulidad y diversión.
—Voy a necesitar terapia… —añadió Nick, desviando la mirada.
Mientras tanto, Bárbara ya se había acercado a una vitrina, contemplando los diferentes pasteles con ojos brillantes.
—Vaya… ¿Dónde ha estado este lugar toda mi vida? —murmuró mientras se le hacía agua la boca.
En ese momento, un joven rubio, delgado y con ojos azules, apareció detrás del mostrador. Llevaba el uniforme de la tienda y parecía estar lleno de energía.
—¡¿Qué tal, qué hay, qué onda, qué les sirvo, qué pasa, qué necesitan?! —disparó rápidamente el chico con una sonrisa amplia.
—¡Hola, Barry! —saludaron las chicas con entusiasmo.
—¡Hey, chicas! ¿Qué hay, qué pasa, quieren algo dulce? Porque aquí solo hay azúcar y más azúcar. ¿Lo de siempre? ¿Lo de siempre? ¿Lo de siempre? —preguntó Barry tan rápido que parecía un disco rayado.
Se detuvo abruptamente cuando notó al resto del grupo: Diana, Bárbara, Danny, Dante, Nick, Jason, Shaun y Dylan.
Zee se adelantó y tomó el mando de la situación.
—Babs tendrá el pastel en capas de gatito con chispas. Diana tomará la "Muerte por Chocolate" —Diana frunció el ceño y sacó su masa—. Es retórico, Diana… Dante pedirá la explosión de cereza picante, Jason un batido de ron con chocolate, Shaun un helado de vainilla-fresa, Danny una malteada de frutas con crema batida y…
—¿Tienen carne? —interrumpieron Nick y Dylan al mismo tiempo.
Barry se quedó en silencio por un momento, claramente confundido.
—Ahhh… no.
—Un pastelillo, entonces —dijo Nick con resignación.
—Lo mismo, pero doble —añadió Dylan.
—Ok —Barry desapareció a velocidad supersónica, regresando en 10 segundos con todas las órdenes.
Danny y Jason se miraron al instante, sin decir nada.
—Un gusto conocerlos chicos, espera… ¿acaso no fueron los de la pelea de comida en la escuela? —preguntó Barry con curiosidad.
—Vaya, eres estudiante —dijo Danny.
—Sí, me transfirieron de Central City —respondió Barry con una sonrisa nerviosa.
—¿La ciudad que sufrió un choque de materia oscura? —añadió Jason, cruzado de brazos.
—Pffft… ¿Acaso no son así todas las ciudades? —bromeó Barry—. Tienen un héroe, se llama Flash. Aunque solo lo he visto en periódicos. Es muy famoso allá, pero dudo que esté aquí… ¿Cómo sabría yo?
Jason lo miró fijamente mientras Barry se alejaba.
—Salvado, Allen —murmuró Barry aliviado.
Jason y Danny compartieron una mirada de entendimiento.
—Es Flash.
—Adelante, Diana —dijo Karen con una sonrisa, empujando el cuenco hacia ella.
—Ok… —Diana hundió la cuchara en el helado y se llevó una generosa porción a la boca. Sus ojos se agrandaron de pura alegría, y sin decir palabra, dejó caer la cuchara. Sin pensarlo dos veces, hundió la cara en el cuenco como un animal hambriento, devorando todo el contenido con ansias.
Cuando finalmente se apartó, respiraba con fuerza, sus labios manchados de helado. —Esto… esto es lo más delicioso que he probado en mi vida.
Sus ojos, aún encendidos por el éxtasis del azúcar, se posaron en el helado de Shaun.
—¡¿Vas a comer eso?! —preguntó con un tono que hizo que el niño se encogiera en su asiento.
—Ehh… —balbuceó Shaun, abrazando su helado como si su vida dependiera de ello.
Zee, notando la tensión, rápidamente intervino, levantando las manos con calma.
—Tranquilo, Shaun. Solo mírame y suelta el helado. Nadie saldrá herido.
Dante soltó una risa. —En 3, 2, 1… ¡Ya!
Sin dudarlo, Zee rodeó a Shaun en un abrazo protector, como si lo estuviera defendiendo de un depredador.
—¡Corre, Shaun! ¡Corre hacia la luz! —bromeó Dante mientras sacaba el helado de las manos del niño y lo lanzaba hacia Diana.
Diana lo atrapó en el aire y lo devoró en cuestión de segundos. Pero no se detuvo ahí. Con un brillo insaciable en los ojos, fue por el helado de los demás, devorando cada postre que encontraba en su camino. Finalmente, después de una docena de cuencos vacíos, se desplomó en su silla con una expresión de pura satisfacción.
Nick miró la escena con incredulidad. —Jason, ya sabes qué hacer.
—Voy por las palas… —suspiró Jason, levantándose con resignación.
—¡Amigos! —gritó Diana de repente, poniéndose de pie con renovada energía—. ¡Debemos celebrar cada victoria aquí! ¡Esto sabe mejor que cualquier ambrosía, este lugar es mil veces mejor que el Elysium!
Se llevó un batido entero a la boca, bebiéndolo de un solo trago.
—¡Dulce Justicia por siempre! —gritó Bárbara, levantando su pastelito como si fuera una copa de oro.
—¡No tengo idea de qué significa eso! —dijo Diana, riendo alegremente.
Pero el ambiente festivo se cortó de golpe cuando una voz femenina gritó desde la entrada:
—¡Oye! ¿Qué crees que estás haciendo?
El grupo se giró hacia la fuente de la conmoción. Frente a la entrada del local, un escuadrón de robots demoledores se había alineado. Sus ojos rojos brillaban con intensidad mientras avanzaban, taladros y sierras saliendo de sus brazos mecánicos.
Una mujer de cabello recogido —la dueña del local— se interpuso entre los robots y los clientes.
—Rechazamos su oferta, ahora salgan de aquí. ¡No permitiré que destruyan Dulce Justicia!
—Shaun… —susurró Dante, acercándose a su hermano menor—. Sabes dónde está el auto, ¿verdad?
Shaun asintió con miedo.
—Ve y espéranos ahí. Los chicos y yo iremos pronto.
Sin dudarlo, Shaun corrió hacia la salida, esquivando a los robots que comenzaban a avanzar.
—10… 9… 8… 7… —la fría voz del robot resonó en todo el local—. 6… 5… 4… 3… 2… 1… Demolición en curso.
Con un estruendo, los robots activaron sus herramientas. Las sierras zumbaban mientras taladros perforaban el suelo.
Pero antes de que pudieran destruir algo más, un lazo dorado surcó el aire, enredándose alrededor de uno de los robots y arrancándolo de su lugar con una fuerza devastadora. El autómata fue lanzado contra la pared, estallando en chispas.
El grupo giró en dirección a la fuente del ataque.
—No sé qué está pasando aquí… —la figura de una mujer imponente, con armadura roja y azul, emergió de las sombras—. Pero juré proteger este mundo, incluso si eso significa romper unas cuantas reglas.
Diana —ahora como Wonder Woman— desenvainó su espada y se lanzó hacia los robots con una mirada feroz.
Rápidamente, las demás chicas no dudaron en entrar en acción.
—Zaniuqam naczerapased —gritó Zatanna, disparando una ráfaga de magia que hizo desaparecer a varios robots.
—Oh, gracias, gracias —dijo, creando manos mágicas que aplaudían en su honor—. Nadie puede ignorar a la grandiosa Zatanna.
Pero en ese momento, un robot con sierras se deslizó detrás de ella, dirigiéndose hacia un grupo de chicos que estaban usando lentes de realidad virtual.
Diana, al ver la amenaza, se apresuró a reaccionar.
—¡¿Por qué no corren?! —gritó mientras sujetaba a un robot con cuerdas mágicas, mirando con preocupación a los chicos.
Distracta por la situación, Zee no se percató de que un robot se le acercaba sigilosamente por la espalda.
—¡No te distraigas! —le gritó Dante, reaccionando rápido. Colocó una mano sobre el robot, de la cual emanaba una intensa temperatura, derritiendo al autómata en segundos.
—Ya lo tenía bajo control —respondió Zee, algo molesta.
—Ajá —dijo Dante, pateando otro robot que se acercaba—. Casi te hieren.
—Pero no fue así —respondió ella, lanzando rayos de magia sin mucha precisión, que se dispersaron por el aire sin encontrar su objetivo.
—¡Enfócate! —le pidió Dante, alzando la voz.
—¡No molestes! —replicó Zee, visiblemente irritada.
—Pues no presumas antes de ganar una pelea —le dijo Dante con tono burlón.
Mientras tanto, Supergirl estaba derribando robots sin control, mandándolos volando por los aires, causando daños significativos a la estructura del lugar.
—¡Supergirl! ¡Golpéalos más suave! —gritó Jason, ayudando a algunas personas a salir del peligro.
Supergirl, haciendo caso al consejo, comenzó a golpear a los robots con menos fuerza, pero al poco rato, la sierra de un robot la alcanzó, golpeándola en el costado. La furia de Supergirl aumentó y comenzó a golpear a los robots sin medida, rompiendo todo a su paso.
Batgirl, con una concentración imparable, atacaba a los robots usando sus batarangs, desarmándolos uno a uno. Sin embargo, se vio rodeada por varios de ellos, lo que la obligó a arrojar batarangs sin apuntar, con los ojos cerrados, tratando de repeler el ataque.
Danny, quien estaba observando la situación, recogió uno de los batarangs caídos y, con habilidad, lo utilizó para abrirse paso entre los robots hasta llegar donde estaba Batgirl.
—¡¿Qué estás haciendo?! —gritó Danny, preocupado por su amiga.
—Es que yo… —dijo Batgirl, abriendo los ojos y mirando con algo de culpa.
—No digas que tienes miedo —dijo él fríamente, mientras derribaba a un robot de un golpe—. Tú eras la que decía que quería estar en situaciones como esta, no te acobardes ahora que la verdad está frente a ti.
Batgirl apretó los dientes, algo molesta por el regaño de Danny. No le gustaba ser cuestionada, especialmente cuando estaba en medio de la acción, pero sabía que tenía razón. Sin embargo, su atención se desvió rápidamente hacia otro frente.
Mientras tanto, la pequeña Bumblebee, con rapidez y agilidad, se metió dentro de uno de los robots y, al tamaño normal, lo destruyó desde adentro, causando que el autómata explotara en chispas.
—¡Vencí a uno! ¡Vencí a uno! —dijo Bumblebee, saltando de alegría, como si hubiera logrado una gran victoria.
—Sí, sí, muy bien —respondió Dylan con tono algo molesto, mientras sacaba a un adolescente con gafas de realidad virtual de entre los escombros. A pesar de la situación, parecía no estar tan impresionado por el logro de Bumblebee.
Por otro lado, Green Lantern había ideado una extraña solución: creó una gran escoba y una pala con su anillo de poder, usando estas herramientas para barrer los robots fuera del establecimiento. Sin embargo, para su frustración, los robots volvían a entrar, como si fueran indefinidamente incontrolables.
—¡Eso no funcionará! —exclamó Nick, pateando uno de los robots que se acercaba—. ¡Solo destrúyelos!
—¡Eso es violencia! —protestó Green Lantern, con un tono firme, mientras observaba cómo los robots volvían una y otra vez.
—¡¿Y qué se supone que hagamos?! —gritó Nick, lanzándose hacia otro robot—. ¡¿Acaso quieres que sigan invadiendo el lugar?! ¡El tiempo de hablar ya pasó!
Green Lantern frunció el ceño, pero sabía que, por esta vez, tendría que ceder. La situación estaba fuera de control, y las soluciones pacíficas no parecían estar funcionando. Sin embargo, eso no le impediría tratar de encontrar una forma de combatir la violencia, aunque ahora era más difícil que nunca.
Green Lantern frunció el ceño al ver el caos a su alrededor. La situación estaba fuera de control, pero era evidente que su intento por ser pacífico no estaba dando resultado.
Justo en ese momento, Danny, viendo el deterioro del lugar, gritó desesperado:
—¡Green Lantern, sácanos!
Sin dudarlo, Green Lantern usó su anillo para crear una pala de excavadora gigante. Con un solo movimiento, recogió a todos y los sacó del lugar, justo a tiempo. La estructura del edificio se desplomó, cayendo en escombros. El grupo cayó al suelo, pero estaba a salvo.
—Barbara... ¿En qué diablos estabas pensando? —dijo Danny, claramente enojado—. ¡Hubo gente que pudo salir herida!
—Lo siento, pe- —intentó disculparse Batgirl, pero fue interrumpida.
—¡Pero nada! Si crees que ser un héroe es solo golpear a los provocadores del mal, entonces estás equivocada —intervino Diana, apoyando a Danny, con firmeza.
—¡Hey! ¡Se están pasando! —gritó Supergirl, visiblemente molesta por la acusación.
Rápidamente, Jason se puso frente a ella, impidiendo que la discusión escalara.
—Tú no deberías decir eso. Te dije que controlaras tu fuerza, pero no lo hiciste —le dijo con una mirada severa.
—Ok, escucha —respondió Kara, también molesta.
—¡No! ¡Tú escucha! Si no controlas tu fuerza al pelear, puedes causar más daño del que ya hay —le gritó Jason, intentando que ella comprendiera la gravedad de la situación.
Mientras tanto, Bumblebee, algo tímida, intentó suavizar la tensión:
—Yo derroté uno... —dijo en voz baja.
—Al menos es más que lo que hizo Green Lantern —respondió Nick, burlándose de Green Lantern.
—La situación era difícil —se defendió el héroe, visiblemente frustrado por las críticas.
—Hubieras podido ayudar más si hubieras creado un arma, pero no, tú y tu política en contra de la violencia nos pusieron en desventaja —le reprochó Diana, apoyando a Nick.
Zatanna, por su parte, observaba toda la escena con una expresión de desinterés, como si no le importara en lo más mínimo la discusión entre sus compañeros.
—¿A qué viene esa expresión? —dijo Dante, mirando a Zatanna con cierta curiosidad.
Zatanna apenas le prestó atención, manteniendo su rostro impasible, como si no tuviera ganas de involucrarse en ese drama.
—Nada, solo me sorprende que no estés reprendiéndome como ellos a ellas —dijo Zatanna, con calma, sin perder su expresión impasible.
Dante la miró fijamente, un tanto severo, pero su tono de voz era más suave que el de los demás.
—Ya sabes lo que hiciste mal —respondió con voz firme, sin rodeos—. Como decía mi mamá, "aprende de los errores y mejorarás."
Zatanna mantuvo su postura tranquila, pero una leve sonrisa apareció en su rostro. Sabía que Dante tenía razón, aunque su actitud era más relajada respecto a todo lo que había pasado.
—Supongo que sí —dijo ella, sin darle mucha importancia a la reprimenda. Luego, levantó una ceja—. Aunque no me quejo de que alguien más esté tomando el rol de "regañona" por hoy.
Dante no pudo evitar soltar una leve risa, aunque su rostro se endureció rápidamente. La tensión en el grupo aumentó a medida que la conversación tomaba un giro más serio.
—¿Por qué no usaste tus poderes? —preguntó Zee, mirando al chico con una expresión inquisitiva. —Tengo entendido que el Ghost Rider es muy fuerte.
Dante se quedó en silencio por un momento antes de responder, sus ojos oscureciéndose.
—Yo… aún no domino por completo al espíritu y al satanista que viven en mi mente —dijo, con un tono grave—. Cada vez que me transformo, es una lucha interna entre el espíritu deseante de venganza, el satanista Eli Morrow, y yo, el vehículo.
Zee lo miró fijamente, frunciendo el ceño con evidente escepticismo.
—Entonces, ¿solo te niegas a afrontar la carga? —dijo, su tono acusatorio perforando el aire.
Dante apretó los puños, la frustración creciendo en su pecho.
—No es tan fácil como parece, Zee —respondió, su voz agitada—. Yo no quería esta mierda dentro de mí. No pedí esto.
Zee levantó una ceja, sin parecer convencida.
—Debiste pensar en ello cuando firmaste ese contrato —dijo ella, con un tono cortante.
Dante se tensó al escuchar esas palabras, sus ojos ardían de ira.
—Yo no firmé ningún contrato —respondió, su voz temblando de rabia—. No hables como si supieras de lo que hablas.
El sol comenzaba a ponerse, tiñendo el cielo de tonos anaranjados y morados mientras la noche caía, una atmósfera sombría envolvía al grupo.
—¿No se supone que para portar el espíritu de la venganza, debes hacer un trato con el demonio? A mi parecer, solo quieres evitar los actos que cometiste el día que firmaste ese contrato —continuó Zee, su mirada fría.
Dante explotó, dando un paso hacia ella, su voz cargada de rabia.
—¡Otra vez con ese contrato! —gritó, su voz reverberando con furia—. ¡Tú no sabes nada! El día que me convertí en esta mierda, morí. Unos malditos me dispararon a quemarropa solo por saber de más. Ese día, moribundo, solo le recé al cielo, al infierno, y desgraciadamente, me escuchó el espíritu de un satanista.
La respiración de Dante se volvió irregular, su mente reviviendo el horror de ese momento. Zee, al ver la sinceridad y el dolor en sus ojos, se quedó en silencio, sin atreverse a decir más. El aire estaba cargado de tensión, como si el conflicto entre ellos aún no hubiera llegado a su fin, pero Dante, aunque molesto, sabía que no podía seguir ocultando esa parte de su pasado.
De repente, una pequeña llama surgió de la cuenca del ojo derecho de Dante.
—¡MiErdA! —gritó el chico, su voz distorsionada, llamando la atención del grupo.
Rápidamente se sacudió, apagando la llama con la mano mientras una mueca de dolor se formaba en su rostro. Dio dos pasos al frente, tambaleándose por la sensación ardiente que recorría su cuerpo.
—¿Está bien? —preguntó Kara con preocupación, acercándose un poco.
—No —respondió Dylan con el ceño fruncido—. Este ataque parece más fuerte que los anteriores.
—¿De qué hablas? —intervino Barbara, visiblemente confundida.
Danny suspiró, cruzando los brazos.
—A diferencia de lo que ustedes creen, Dante no es un metahumano —explicó—. Está poseído por un espíritu de venganza.
—Entonces, si es así… —intervino Jess, recordando algo—. Cuando fue aplastado por la compactadora y se transformó, ¿por qué regresó a la normalidad de inmediato?
Diana tomó la palabra, con una expresión seria.
—El espíritu simplemente no puede dejar morir a su portador… su vehículo —explicó—. El Espíritu de la Venganza es tan antiguo como la Tierra misma.
—¡Aghggh! —Dante se retorció de dolor, su piel comenzando a llenarse de pequeñas ampollas que estallaban al contacto con el aire. Trozos de piel se desprendían de su rostro, revelando carne quemada debajo.
—¡JAJAJAJAJA! —comenzó a reírse de forma descontrolada mientras su ropa empezaba a humear.
Finalmente, las llamas surgieron desde el interior de su cuerpo, incinerando su carne hasta que solo quedó una calavera metálica envuelta en fuego. Dante silbó, y desde la distancia, su Hell Charger apareció derrapando, con las llantas ardiendo.
—¿Qué rayos está pasando? —preguntó Shaun desde el asiento trasero del auto infernal, asomando la cabeza con una expresión desconcertada mientras el escape lanzaba llamaradas.
El ambiente comenzó a cambiar de golpe. Una espesa niebla se deslizó por las calles, provocando que Diana se pusiera tensa al instante.
—Amigos… —dijo con un tono serio, apretando el puño—. Les presento a mi madre.
Desde la niebla emergió una silueta alta y elegante. Pronto, la figura de una mujer rubia, con armadura dorada, se reveló ante ellos. La reina Hipólita, acompañada de varias amazonas, avanzó con paso firme.
—Disfrazarte de guerrera… entrar al torneo de Atenea y Afrodita en contra de los deseos de tu reina… y dejar Themiscyra sin mi permiso —reprendió Hipólita, su mirada fija en Diana.
—¿Cómo que te escapaste? ¿No era tu destino salvar el mundo del hombre? —preguntó Dylan, más confundido que nunca.
—Ese no era su destino —intervino Hipólita, tomando la oreja de Diana como si fuese una niña traviesa—. Solo ha traído deshonra a su pueblo.
El rugido del Hell Charger resonó en la calle mientras Dante subía al vehículo, pisando el acelerador para alejarse rápidamente del lugar.
—Vamos. Regresaremos a casa y pasarás castigada por el resto de tu inmortal vida —dijo Hipólita con severidad, dándose la vuelta.
El ambiente quedó tenso. Karen, aún vestida con su traje de Bumblebee, bajó la mirada.
—Sabía que no estábamos preparadas para ser heroínas —susurró, quitándose el casco y guardándolo—. Especialmente yo… —añadió antes de marcharse lentamente.
—Karen, espera… —intentó detenerla Barbara, pero Karen ya estaba lejos.
Jess miró el anillo de Green Lantern en su dedo. La luz verde que lo rodeaba parecía más tenue.
—Sabía que este anillo solo traería violencia y destrucción… —dijo mientras se lo quitaba, dejándolo caer al suelo.
Kara, con los brazos cruzados, soltó un suspiro pesado.
—Yo se los dije… ser héroes es para tontos —murmuró, y con un tono de arrepentimiento, se marchó sin mirar atrás.
Barbara se quedó en silencio, viendo a todos alejarse uno a uno. Con un nudo en la garganta, sacó su teléfono y marcó un número.
—Papá… ¿Podrías venir por mí? —susurró, conteniendo las lágrimas mientras caminaba hacia la estación de autobuses más cercana.
—¿Y ahora qué hacemos? —preguntó Nick, dirigiendo su mirada hacia Danny en busca de orientación—. Líder…
Danny abrió su mochila y sacó la máscara de Red X, colocándosela con calma.
—Ahora… iremos en busca de nuestro amigo —dijo, observando el pequeño rastro de fuego que había dejado el Hell Charger.
—Entendido —respondieron todos al unísono.
Nick fue el primero en cambiar. Su piel comenzó a blanquearse hasta adquirir el tono del mármol, su nariz se cható como la de un murciélago, y sus ojos se tornaron de un rojo intenso. Las orejas se alargaron, y sus colmillos crecieron, afilados y prominentes.
Dylan, por su parte, fue cubierto por una masa simbiótica de color rojo y negro. La sustancia reptaba por su cuerpo, formando un traje con una enorme araña blanca que se extendía desde su pecho hasta la espalda. La máscara cubría su rostro, dejando solo dos grandes ojos blancos brillando en la oscuridad.
Jason sacó de su mochila el casco de Red Hood. Se colocó una chaqueta negra de motociclista con los hombros blancos y una capucha roja sangre. Debajo, llevaba una camisa roja y, sobre esta, un chaleco táctico con el símbolo de un murciélago rojo. Sus jeans militares negros y las botas de combate completaban el conjunto.
Finalmente, Danny se ajustó el resto del traje de Red X.
—En marcha —ordenó Red X con voz firme.
—¡Esperen! —la voz de Zee los detuvo.
Ella se acercó rápidamente, su capa ondeando mientras corría hacia el grupo que ya se preparaba para seguir el rastro de Dante.
—¿Qué están haciendo? —preguntó, deteniéndose frente a Red X con el ceño fruncido.
Red X ajustó su máscara y la miró con seriedad.
—Vamos a buscar a nuestro amigo.
Zee lo miró fijamente, tratando de medir la determinación en sus ojos.
—¿Aunque eso signifique enfrentarse a un espíritu de venganza? —insistió, cruzándose de brazos—. Dante podría no querer ser encontrado.
Red hood pasó a su lado, las pistolas aseguradas en su cinturón.
—Si no lo buscamos, ¿quién lo hará? —dijo sin titubeos.
Dylan, ahora completamente transformado en Carnage, se giró hacia Zee con una sonrisa torcida.
—Es parte de nuestro equipo. No lo vamos a dejar solo… no después de todo lo que hemos pasado juntos.
Nick, ya en su forma de Morbius, dejó que sus colmillos relucieran bajo la luz tenue.
—Además… si se vuelve incontrolable, alguien tiene que detenerlo.
Zee escaneó los rostros de cada uno. El rastro ardiente del Hell Charger aún brillaba en el horizonte, mientras la niebla que trajo a Hipólita se disipaba lentamente.
Suspiró y dio un paso adelante.
—Entonces yo también voy.
Red X arqueó una ceja bajo la máscara.
—¿Estás segura?
—Más segura que nunca. No pienso dejar que se enfrenten solos a algo así —dijo con determinación.
le dio una palmada en el hombro.
—Bienvenida al equipo.
—No me agradezcas todavía… —Zee chasqueó los dedos, y su atuendo cambió mágicamente. Ahora llevaba su clásico traje de maga, revelador y ajustado.
Nick ladeó la cabeza con curiosidad.
—¿Y ese atuendo… para qué?
Zee desvió la mirada, algo nerviosa.
—Fue lo que llevaba puesto cuando lo conocí. Tal vez… —tragó saliva—, tal vez verlo de nuevo así lo ayude a… recordar.
Red hood soltó una leve risa.
—¿Crees que tu trasero pueda traerlo de vuelta?
—¡Tal vez! —respondió, sonrojándose, pero manteniendo la frente en alto.
Red X no dijo nada, simplemente giró y comenzó a caminar.
El resto lo siguió, avanzando por la carretera iluminada por las brasas que dejaba el rastro de Dante.
—Recuerden… —la voz de Red X sonó firme y baja mientras caminaban—. Dante sigue siendo nuestro amigo. Pero si el espíritu toma el control… haremos lo necesario para traerlo de vuelta.
Nadie respondió, pero el silencio era suficiente. El grupo sabía lo que eso significaba.
Aun así, avanzaron juntos. Listos para lo que fuera que les esperaba más adelante.
El rastro en llamas que dejaron los neumáticos los condujo rápidamente hacia los barrios bajos de Metrópolis. Seguirlo no fue difícil; cada marca ardiente los guiaba como migas de pan hacia su destino.
—Es aquí… —dijo Red X, deteniéndose frente a una casa envuelta en llamas.
La escena era infernal. Varios vehículos afuera ardían intensamente, pero lo que más destacaba era el Dodge Charger 1969 de Dante, estacionado al frente como un guardián del caos. Desde los asientos traseros, Shaun golpeaba con fuerza el vidrio de la ventana, desesperado por salir.
—¡Shaun! —gritó Zee, corriendo hacia el auto sin pensarlo dos veces.
—¡Apártate! —dijo Morbius, arrancando de un tirón la puerta del vehículo como si estuviera hecha de papel. Con cuidado, sacó al niño de nueve años.
—¿Estás bien? —preguntó Red Hood, agachándose para ver al niño a los ojos.
Shaun asintió con rapidez, aunque aún respiraba agitadamente.
—Yo sí… —murmuró, intentando calmarse—. Pero Dante… él está dentro. —Apuntó hacia la casa en llamas.
Red Xdio un paso al frente, su voz sonó fría y firme.
—Eso no importa.
Zee se arrodilló frente a Shaun, colocándole las manos en los hombros con suavidad.
—Quédate aquí. Pronto volveremos —le dijo, esbozando una sonrisa tranquilizadora.
El niño asintió de nuevo, aunque sus ojos reflejaban el miedo de lo que podía suceder.
Sin más palabras, el grupo se dirigió hacia la casa. Las llamas crepitaban a su alrededor mientras entraban, pero ninguno dudó en seguir adelante.
Adentro, la escena era aún más aterradora. Un gángster se arrodillaba temblando frente a Ghost Rider, sus manos suplicaban clemencia mientras las llamas del infierno bailaban en los ojos del ente demoníaco.
—¡Piedad, piedad! —gritaba el hombre, con lágrimas corriendo por sus mejillas.
Ghost Rider lo tomó del cuello de la camisa, elevándolo hasta que sus pies quedaron suspendidos en el aire. Su voz retumbó como un trueno.
—¡YO NO TENGO PIEDAD!—rugió—. MÍRAME A LOS OJOS… TUS MANOS ESTÁN MANCHADAS CON LA SANGRE DE INOCENTES… SIENTE SU DOLOR.
El gángster gritó durante tres minutos interminables hasta que su cuerpo cayó al suelo, sus ojos carbonizados y vacíos.
Zee apretó los labios, retrocediendo un paso. La brutalidad de la escena la perturbaba; ver cómo Dante, o lo que quedaba de él, arrebataba la vida de esa manera era difícil de procesar.
—¡Dante! —gritó, rompiendo el silencio sepulcral que siguió a la ejecución—. ¡Sé que estás ahí! ¡No puedo creer que estés dejando que esa cosa te controle!
Ghost Rider giró lentamente hacia ella. Su mirada ardiente la recorrió con indiferencia, como si no la reconociera.
Red Hood resopló mientras sacaba dos Glock 43X Sig Sauer P365 de su cinturón.
—Bueno… ahí va el plan de convencerlo con palabras —murmuró, cargando ambas pistolas.
Morbius crujió el cuello, sus ojos rojos centellearon en la oscuridad.
—Si él no escucha… lo haremos entrar en razón a nuestra manera.
Danny, aún con la máscara de Red X puesta, se adelantó.
—Sean lo que sean, no lo olviden… sigue siendo nuestro amigo.
Zee asintió, pero su mirada no se apartó del cráneo ardiente frente a ella.
—Lo traeremos de vuelta… o moriremos intentándolo.
Las llamas rugieron a su alrededor mientras el grupo avanzaba para enfrentar al Espíritu de la Venganza.
—¡Muy bien, muchachos! ¡3312! —gritó Red X, con voz llena de determinación, señalando la ofensiva que acababa de iniciar.
Rápidamente, como parte de un ataque coordinado, Red Hood corrió por la derecha de Ghost Rider, mientras que Carnage lo hacía por la izquierda, y Morbius se lanzó desde arriba con la velocidad de un rayo.
Red Hood, sin dudarlo, abrió fuego repetidamente con sus pistolas, pero para su sorpresa, las balas se derretían antes de impactar contra el cráneo metálico del Rider. Sin tiempo para reaccionar, Carnage aprovechó la apertura para saltar hacia adelante, sus dedos se alargaron y se convirtieron en garras afiladas como cuchillas. Ghost Rider, sin embargo, no tardó en reaccionar. Con un movimiento rápido, lanzó su cadena con una fuerza brutal, impactando a Carnage y arrojándolo al suelo con un fuerte golpe.
Pero Morbius no se dio por vencido. Cayó sobre los hombros del Rider, comenzando a golpear su cráneo con rabia. El Ghost Rider, como si fuera nada, lo tomó por el cuello y lo arrojó con una violencia indescriptible hacia Red Hood, quien apenas logró esquivar el impacto.
El Rider, con furia, lanzó su cadena hacia Red X, atrapando sus piernas con un giro rápido antes de girarlo y soltarlo contra Carnage, que apenas pudo levantarse del golpe anterior. Las explosiones de las X lanzadas por Red X estallaron contra el pecho del Ghost Rider, enviando chispas hacia todos lados, pero sin parecer hacerle mucho daño.
Red Hood rugió de frustración.
—¡Basta! —gritó Dante, su voz resonando a través de los ojos del Rider, como si intentara hacer un último esfuerzo por recuperar el control.
Sin embargo, en ese preciso momento, múltiples cadenas se materializaron, sujetando con fuerza su cuerpo, llevándolo más y más adentro en su mente, atrapado en la batalla interna que estaba librando contra el espíritu vengativo. Las cadenas lo envolvieron, inmovilizándolo con una fuerza sobrenatural.
Ghost Rider estaba a punto de lanzarse nuevamente hacia Carnage con toda su furia, pero en ese momento, un lazo púrpura apareció de la nada, reteniendo su brazo derecho con una fuerza sorprendente.
El Rider giró su mirada, buscando la fuente de esa interferencia, y fue entonces cuando vio a Zee.
La joven, con pánico en los ojos, sostenía el lazo con ambas manos, el cual brillaba con un resplandor místico que parecía desafiar al mismo espíritu vengativo. La tensión en el aire era palpable, y Ghost Rider la observó, como si intentara entender qué estaba sucediendo.
Zee, sintiendo que el peso de la situación recaía sobre ella, trató de mantener la compostura, pero sus manos temblaban mientras sostenía el lazo que mantenía al Rider a raya.
—¡Dante! —gritó ella, sin poder evitar la desesperación en su voz—. ¡Por favor, no dejes que te controle!
El Ghost Rider no dijo palabra alguna. Su mirada estaba fija, pero algo en su expresión parecía indicar que aún quedaba una chispa de Dante dentro de esa bestia de fuego y metal. La lucha por su alma no había terminado, pero en ese momento, nadie sabía quién ganaría.
Rápidamente, dos balas impactaron contra el cráneo del Ghost Rider, causando un destello de chispas que iluminó la oscuridad. El Rider giró la cabeza con rapidez, su mirada infernal fija en Red Hood, quien había sido el autor del disparo. El impacto parecía haber sido solo un pequeño inconveniente, pero era evidente que la furia del espíritu de venganza estaba lejos de apagarse.
Mientras tanto, Carnage, Morbius y Red X se levantaban lentamente, recuperándose de los golpes previos, cada uno con una expresión de determinación en el rostro. Sin vacilar, se lanzaron al ataque, corriendo hacia el Ghost Rider con una velocidad sorprendente, listos para un enfrentamiento más brutal.
Carnage, cubierto por la masa simbiótica que lo protegía, corrió hacia el Rider con sus garras extendidas, dispuesto a cortar todo lo que se interpusiera en su camino. Morbius, con sus ojos brillando de hambre y rabia, se lanzó por encima de él, dispuesto a atacar desde un ángulo diferente. Red X, con una postura decidida, se movió con agilidad para flanquearlo.
El Ghost Rider, al verlos acercarse, sacudió su cadena con fuerza, el sonido metálico resonando como un presagio de muerte. Con un rápido movimiento, lanzó la cadena hacia Carnage, quien apenas logró esquivar el ataque, pero el Rider ya estaba preparado para lo siguiente. Con un giro de su muñeca, lanzó una segunda cadena hacia Morbius, intentando atraparlo por el cuello.
Mientras tanto, Red Hood avanzaba con agilidad, disparando nuevamente contra el Rider, pero como antes, las balas parecían derretirse antes de llegar a su objetivo. Sin embargo, no se dio por vencido. Red Hood seguía avanzando, preparado para lo que fuera necesario.
—¡No hay escapatoria! —gritó Ghost Rider, su voz mezclada con la furia del espíritu vengativo que lo controlaba, mientras los atacantes se acercaban cada vez más.
La batalla estaba lejos de ser decidida, y el destino de Dante aún pendía de un hilo, atrapado en su lucha interna con el espíritu que ahora poseía su cuerpo.
Sacando rápidamente dos X grandes de su cinturón, Red X las sostuvo con firmeza, usándolas como cuchillas afiladas. Con una expresión de pura determinación, corrió hacia el Ghost Rider con una velocidad mortal, moviéndose como un rayo hacia su objetivo.
Ghost Rider, al notar su movimiento, levantó su cadena, preparándose para defenderse, pero Red X ya estaba demasiado cerca. Con un giro rápido, Red X esquivó la cadena que intentaba atraparlo y, con un hábil movimiento, clavó una de las X directamente en el costado del Rider. El impacto hizo que el aire alrededor del Rider se agitara, y una chispa de energía oscura se liberó, pero la X no logró perforar completamente la armadura infernal del Ghost Rider.
—¡No eres tan invulnerable como crees! —gritó Red X, girando rápidamente sobre sus talones para lanzar un nuevo ataque.
Con la otra X, Red X apuntó al cráneo del Rider, intentando darle un golpe certero. El Ghost Rider, sin embargo, reaccionó con una velocidad sobrehumana, levantando su brazo y bloqueando el ataque con su cadena, que rebotó con un sonido metálico. A pesar de la fuerza del golpe, Red X no perdió el ritmo y volvió a esquivar una nueva acometida de la cadena.
En ese momento, Morbius aprovechó la distracción, saltando sobre el Rider y lanzando un golpe directo hacia su rostro, pero el Ghost Rider lo esquivó con una agilidad sorprendente, girando sobre sí mismo y tomando a Morbius por el cuello con una fuerza brutal, levantándolo en el aire.
Carnage, cubierto por su simbiótico rojo y negro, avanzaba por un costado, buscando la oportunidad para atacar. Con sus garras extendidas, saltó hacia el Rider, pero este lo interceptó con su cadena, golpeándolo con tal fuerza que lo arrojó contra el suelo, haciendo que el simbiótico se retorciera en dolor.
—¡Esto termina ahora! —gritó Red X, redoblando su esfuerzo.
El grupo estaba rodeando al Ghost Rider, cada uno tomando su posición mientras él intentaba resistirse a los ataques. El Rider había sido golpeado varias veces, pero la maldición del espíritu vengador lo mantenía en pie, fortalecido por la furia y el dolor de todos aquellos a quienes había condenado.
Dejando escapar un rugido ensordecedor, el Ghost Rider provocó una explosión de fuego que envió a todos los presentes volando por los aires. Las llamas parecían devorar el aire mismo, como si la furia misma de la venganza estuviera dispuesta a consumir todo a su paso.
En ese caos, un disparo de magia impactó contra su pecho, pero Ghost Rider no se inmutó. A una velocidad sobrenatural, se acercó rápidamente a Zee, quien apenas tuvo tiempo de reaccionar antes de que él la levantara por el cuello, como si fuera una muñeca de trapo, apretando con una fuerza terrible.
—¡Ghageuw! —la chica gritó entre toses, sus manos buscando inútilmente el agarre en la muñeca del Rider, mientras la desesperación comenzaba a consumirla. La falta de oxígeno la estaba ahogando, y sus ojos se llenaron de lágrimas, incapaz de hacer nada más que mirar al Ghost Rider con una mezcla de miedo y tristeza.
Con dificultad, Zee logró susurrar, casi como una súplica desesperada, mirando fijamente a los ojos ardientes de la calavera metálica.
—Solo... aceptate por completo... —las palabras salieron de su boca a duras penas, pero cada sílaba pareció pesar más que el anterior.
De repente, esas palabras no solo flotaron en el aire, sino que parecieron viajar a través de su mente, como proyectiles cargados con energía emocional. Dante las escuchó con claridad, como si estuvieran atravesando la barrera de su conciencia. Con los ojos desorbitados, abrió los ojos con rapidez, como si algo dentro de él hubiera despertado. Una oleada de recuerdos y emociones lo invadió, y por un instante, el dolor y la ira que lo habían consumido comenzaron a ceder ante una sensación más humana, más familiar.
Con las manos, Dante tomó con fuerza las cadenas que lo mantenían cautivo. Sentía cómo la energía oscura que lo envolvía comenzaba a temblar bajo su contacto. Las llamas del Rider ardían más intensamente, pero algo dentro de él se rehusaba a dejarse consumir por completo. Con una mezcla de furia y desesperación, comenzó a gritar.
—¡Ahhhggg!—el grito que emanó de sus labios no era solo el de un hombre, sino el de alguien luchando contra la propia oscuridad que lo había transformado. Las cadenas brillaron intensamente al tomar el control de su cuerpo, pero, a medida que sentía el calor de las llamas metiéndose en su piel, algo dentro de él finalmente rompió. La esencia misma del Ghost Rider comenzó a tambalear, como si el propio fuego que lo consumía se viera amenazado por la lucha interna que estaba ocurriendo.
De repente, las llamas que rodeaban la calavera metálica del Ghost Rider comenzaron a apagarse, como si la voluntad de Dante hubiera comenzado a romper el control del espíritu vengador. La carne comenzó a aparecer lentamente, cubriendo su rostro de nuevo, dejando atrás la forma infernal y dejando paso a la humanidad que, por un instante, había desaparecido.
El Ghost Rider, ahora reducido a una figura más humana, se tambaleó antes de soltar a Zee, dejándola caer suavemente al suelo. Ella, respirando con dificultad, miró al ahora más vulnerable Dante, quien, con esfuerzo, se dejó caer de rodillas mientras las últimas llamas en su cuerpo se apagaban, dejando solo el rastro del tormento que había sufrido.
Zee, aún recuperándose del ataque, se acercó con cautela, observando a Dante. A pesar de su dolor y agotamiento, su mirada reflejaba una mezcla de tristeza y comprensión.
—Dante... —susurró, casi como una plegaria.
Con la respiración agitada, Dante levantó la cabeza, y aunque sus ojos seguían siendo ardientes, una chispa de humanidad brillaba en ellos. Su voz, rasposa y llena de dolor, salió como un susurro:
—Lo siento...
Carnage, aún con un deje de incredulidad en sus ojos, se cruzó de brazos mientras observaba el intercambio. El humo del combate aún flotaba en el aire, y las cenizas caían suavemente como si el infierno que había desatado Ghost Rider apenas comenzara a disiparse.
—¿Entonces qué? —resopló Carnage con burla—. ¿Nos vamos a sentar a cantar "Kumbayá" o ya terminamos con las crisis existenciales?
Red X sonrió bajo su máscara, girando una de sus X explosivas en la mano con aire relajado.
—¿Quién diría que el gran Carnage tenía un lado sentimental? —se burló, lanzando el dispositivo al aire y atrapándolo con facilidad—. Tal vez deberíamos preocuparnos más por ti que por Dante.
Carnage gruñó por lo bajo, pero antes de que pudiera responder, Red Hood se interpuso, lanzándole una mirada de advertencia.
—Basta. —El tono de Red Hood fue seco, sin espacio para juegos—. Lo importante es que seguimos aquí… enteros.
El grupo se sumió en un breve silencio. El peso de lo que acababan de presenciar, de ver a Dante ceder ante el Ghost Rider y regresar, aún flotaba entre ellos como un fantasma difícil de ignorar.
Dante se puso de pie lentamente, sintiendo el crujido de sus huesos y el ardor que aún recorría su cuerpo. Zee lo miró con cierta preocupación, pero mantuvo la distancia, cruzándose de brazos mientras desviaba la mirada con un rubor leve en sus mejillas.
—Gracias... por haberme ayudado —murmuró Dante, con la voz rasposa mientras sus ojos se encontraban con los de Zee.
Zee se sobresaltó un poco, frunciendo el ceño de inmediato.
—¡N-no pienses que vine porque me agradas o algo parecido! —espetó, agitando una mano en el aire con nerviosismo—. Simplemente... no quería que Shaun presenciara más tragedias.
Dante esbozó una leve sonrisa, asintiendo con comprensión.
—Claro... lo entiendo.
Morbius, que había permanecido en silencio, se acercó unos pasos, sus ojos brillantes escaneando la escena.
—La transformación fue... diferente esta vez —comentó, su voz suave pero inquisitiva—. Dante, ¿qué pasó ahí dentro?
Dante guardó silencio durante un momento, sus pensamientos retrocediendo a ese espacio oscuro dentro de su mente donde las cadenas ardientes casi lo habían reducido por completo.
—Sentí que iba a perderme... pero algo me detuvo. —Alzó la mirada, encontrándose con Zee por un instante—. Sus palabras.
Zee desvió rápidamente la mirada, reprimiendo una sonrisa satisfecha.
Red Hood guardó sus armas, pero sus ojos se mantuvieron fijos en Dante con severidad.
—Espero que puedas mantener a raya al Rider... porque la próxima vez que lo pierdas, dudo que podamos detenerte sin consecuencias.
Dante asintió con firmeza.
—Lo mantendré bajo control.
Carnage chasqueó la lengua, apartando la mirada con desdén.
—Todo este momento conmovedor me está matando... ¿Podemos irnos ya?
Red X se estiró con pereza, lanzando una última mirada a la casa aún humeante detrás de ellos.
—Sí, hagámoslo antes de que la policía decida aparecer. No creo que podamos explicar por qué hay un auto en llamas en el vecindario.
Dante giró hacia el Dodge Charger y suspiró.
—Tendré que arreglarlo… otra vez.
Zee, todavía un poco sonrojada, soltó una leve carcajada.
—Bueno, será mejor que aprendas a estacionarlo lejos de las casas en llamas la próxima vez.
El grupo comenzó a alejarse de la escena, y mientras se perdían entre las sombras de la ciudad, Dante sintió que, por primera vez en mucho tiempo, el peso del Ghost Rider era un poco más llevadero.
Zee, aún con el rostro ligeramente sonrojado, soltó una leve carcajada.
—Bueno, será mejor que aprendas a estacionarlo lejos de las casas en llamas la próxima vez.
De repente, el bolsillo de Zee comenzó a vibrar. Frunció el ceño y sacó su teléfono, leyendo rápidamente el mensaje que acababa de llegar. Su expresión cambió, volviéndose más seria.
—Las chicas están en problemas —anunció, levantando la mirada hacia el resto del grupo.
Red X se encogió de hombros con aire despreocupado.
—¿Qué no se habían quedado con la idea de que ser superhéroinas no era lo suyo?
Zee suspiró, deslizando el teléfono de vuelta a su bolsillo.
—Parece que Babs las llamó y las convenció… de alguna forma.
Morbius chasqueó la lengua con molestia.
—Aggh, no puedo creerlo… Ni modo, vamos por ellas.
Antes de que pudiera moverse, Red X levantó una mano, deteniéndolo.
—Espera, frena ahí. —Lo miró con seriedad—. ¿Recuerdas que ellas no saben que somos vigilantes?
Red Hood intervino, cruzándose de brazos mientras ajustaba su casco.
—Eso ya no importa. —Sus ojos se estrecharon—. No cambia mucho si lo descubren o no.
Red X suspiró, dejando caer los brazos a los lados con resignación.
—Bien… vamos a por ellas.
Antes de que pudieran avanzar, una llamarada emergió de la cabeza de Dante, cubriendo su rostro con la calavera metálica envuelta en fuego. El resplandor naranja iluminó el lugar, dejando a sus compañeros en silencio durante un instante.
—Yo los llevo —dijo el Ghost Rider, su voz resonando con un eco distorsionado que envió escalofríos por sus espinas.
Por el mar, el Hell Charger avanzaba con furia, surcando el oleaje como si la misma agua se apartara ante su paso. Las ruedas ardían, dejando un rastro de vapor tras de sí.
—¡No me jodas que esta cosa puede ir sobre el agua! —exclamó Morbius, mirando con asombro desde la ventanilla.
—Entiendo que somos muchos... —Zee cerró los ojos por un instante, tratando de mantener la calma mientras una vena comenzaba a temblarle en la frente—. ¡Pero por qué demonios tengo que ir sentada en los muslos de Dante! —Se quejó, aferrándose rápidamente a la chaqueta del Ghost Rider cuando este aceleró de golpe.
Red Hood no pudo evitar reírse mientras se acomodaba en el asiento delantero.
—Considéralo el mejor asiento de la casa.
Shaun, encogido en el regazo de Red Hood, levantó la mano en señal de aprobación.
—Así es. —Sonrió de medio lado—. Créeme, podría ser peor.
Zee gruñó por lo bajo, apretando los dientes mientras Dante mantenía la vista fija en el horizonte.
—Si terminamos salvándolas, tú me debes una, Rider.
En un barco volador, las amazonas se movían con destreza, vigilando con agudeza cada rincón mientras se mantenían alerta. El aire estaba tenso, las emociones a flor de piel, y el sonido de las velas agitadas por el viento era lo único que rompía el silencio.
—Esto no era parte del plan... —dijo Batgirl, su tono marcado por el pesimismo mientras se encontraba amarrada a un mástil, observando la situación que se desarrollaba ante sus ojos.
Green Lantern, también en una posición similar, intentó mantener una postura más optimista.
—Pudo ser peor —respondió, intentando restarle gravedad al asunto.
—¡Reina, se acerca un proyectil! —gritó una de las amazonas, su voz llena de alarma.
Hipólita reaccionó al instante, girándose hacia la fuente del grito.
—¿Dónde? —preguntó, mientras una amazona le pasaba un catalejo. Al mirar a través de él, sus ojos se ensancharon al ver la figura que se aproximaba.
—¿Eso es un carruaje de metal en llamas? —preguntó, desconcertada, al ver la forma que se aproximaba.
Diana, con una expresión igualmente sorprendida, se acercó a su madre.
—¿En llamas? —repitió, sin poder entender del todo lo que veía. Pero antes de que pudiera procesarlo por completo, su mente conectó los puntos.
—¡Estrellándose! —gritó una amazona justo antes de que el Hell Charger impactara contra el barco volador con una fuerza devastadora.
El estruendo fue ensordecedor, y del auto infernal emergieron Red Hood, Morbius, Carnage, Red X, Ghost Rider y Zatanna. La visión de los extraños héroes deslumbró a las amazonas, que rápidamente tomaron posiciones de combate, listos para proteger a su reina y prisioneras.
Hipólita, mirando con incredulidad a los recién llegados, exigió una respuesta.
—¡¿Quiénes son ustedes?! —preguntó, su voz autoritaria resonando en el aire.
Red X, con su típica actitud arrogante, dio un paso adelante, cruzando los brazos.
—Nosotros... Somos los Night Sons —declaró con un tono desafiante, su nombre flotando en el aire mientras las amazonas se mantenían en guardia, con las armas preparadas y listas para atacar.
Diana, todavía en estado de shock, fijó su mirada en Zatanna, quien intentaba, aunque con cierto esfuerzo, mantener la compostura mientras se sacudía el polvo de su ropa.
—¿Zee? —dijo Diana, mirando a Zatanna con una mezcla de confusión y desconcierto—. ¿Qué haces con ellos… y cómo los conoces?
Zatanna, visiblemente incómoda por ser el centro de atención, levantó las manos en señal de inocencia.
—Es... complicado —respondió, mirando de reojo a Ghost Rider y los demás. El aire a su alrededor se sentía pesado, como si todos esperaran una explicación más detallada.
Carnage, con una sonrisa torcida y los ojos brillando con una malicia evidente, se acercó a las amazonas.
—Digamos que somos el equipo de rescate —dijo, su tono burlón cargado de sarcasmo.
Red Hood, sin perder su postura confiada, se cruzó de brazos, observando a las amazonas con una sonrisa torcida.
—Si "rescate" significa "estrellarse con estilo", entonces sí... somos su equipo —comentó con una mezcla de ironía y diversión, disfrutando del caos que acababa de desatarse.
Ghost Rider, con su presencia imponente, dio un paso al frente. Las llamas de su cráneo chisporroteaban intensamente, y su mirada estaba fija en Hipólita.
—Vinimos por ellas —dijo, su voz resonando con un eco sobrenatural que hacía vibrar el aire a su alrededor. Los ojos de Ghost Rider ardían con un fuego incandescente mientras observaba a Hipólita con una intensidad aterradora.
Ante esta amenaza inesperada, Diana se encontró indecisa, mirando a su madre y luego a los extraños visitantes. No sabía si atacar o esperar. La situación se volvía más peligrosa por segundos.
Hipólita, con su mirada firme y decidida, no dudó ni un segundo.
—¡Capturen a estos payasos! —ordenó, su voz resonando con autoridad. Las amazonas se lanzaron hacia adelante, desenvainando espadas y preparando flechas. La orden era clara—. No dejen que se acerquen a las prisioneras ni a Diana.
El aire se llenó de tensión mientras ambos grupos se preparaban para el enfrentamiento, la batalla parecía inevitable, y el destino de todos colgaba de un hilo.
Rápidamente, las amazonas se lanzaron al ataque, sus pasos resonando con fuerza sobre la cubierta del barco volador. La tensión era palpable, y el aire parecía cargado de electricidad mientras las guerreras se agrupaban, listas para enfrentarse a los recién llegados.
—¡Formación: Ariete de batalla! —gritó Red X, su voz firme y autoritaria, dando la señal para iniciar el ataque. El caos estaba a punto de desatarse, y cada uno de los Night Sons sabía exactamente qué hacer.
Al frente, Carnage saltó hacia adelante con una velocidad sobrehumana, sus manos transformándose en afiladas espadas de simbionte que brillaban con un peligro mortal. Su rostro mostraba una sonrisa salvaje mientras se abalanzaba hacia las amazonas, sus espadas cortando el aire con un sonido agudo y aterrador.
Morbius, con su velocidad sobrehumana, hizo uso de su agilidad vampírica. Se lanzó hacia el mástil, saltando con gracia sobre la estructura, aferrándose a ella con una fuerza inhumana. Desde allí, observaba a sus enemigos, preparado para atacar desde las alturas y sorprender a las amazonas con sus poderes.
Ghost Rider, con su cráneo llameante y su presencia infernal, no perdió tiempo. Avanzó directamente hacia Hipólita, su mirada fiera y decidida. Las llamas que envolvían su cuerpo chisporroteaban intensamente, iluminando el campo de batalla con un resplandor infernal. Sabía que Hipólita era la mayor amenaza en el campo, y no perdería la oportunidad de enfrentarse a ella cara a cara.
Red Hood, con una agilidad sorprendente, comenzó a disparar a las amazonas mientras avanzaba con rapidez. Las balas se disparaban de sus Glock, una tras otra, volando con precisión hacia las guerreras. No podía esperar que su fuerza física fuera suficiente, pero sabía que sus habilidades de tirador eran letales, y eso podría marcar la diferencia.
Mientras tanto, Red X no se quedó atrás. Tomó dos de sus X explosivas, las activó y las arrojó con una rapidez mortal hacia las amazonas. Las explosiones que siguieron sacudieron el aire, dejando atrás una estela de destrucción, pero Red X no se detuvo. Continuó lanzando sus armas con precisión, siempre en movimiento, buscando desestabilizar a las guerreras para abrir un espacio para sus compañeros.
El caos se desató de inmediato. Las amazonas, entrenadas en combate y con una fuerza inhumana, se lanzaron al enfrentamiento con furia. Espadas se cruzaban, flechas volaban por el aire y el sonido de los impactos resonaba por todo el campo de batalla.
Hipólita, manteniendo la calma a pesar del caos, desenvainó su espada con determinación, dispuesta a enfrentar a Ghost Rider. Sabía que el enfrentamiento contra un ser infernal no sería fácil, pero su fuerza y habilidad la respaldaban.
Diana, observando la batalla desde un costado, estaba preocupada. Sabía que las amazonas no serían suficientes para detener a los Night Sons y que, si no actuaba rápido, las cosas podrían empeorar. Pero, por un momento, se sintió atrapada entre la lealtad a su madre y la incredulidad ante la llegada de estos nuevos aliados.
El combate continuó, con los dos bandos chocando en una batalla épica, donde los Night Sons luchaban con la fuerza de sus poderes sobrenaturales y habilidades mejoradas, mientras las amazonas defendían con el honor y la determinación que solo ellas podían tener. La batalla por el control del barco volador estaba lejos de terminar.
La batalla seguía siendo un caos, y cada segundo que pasaba parecía traer más sorpresas. Diana, desde un costado, no podía dejar de observar preocupada el desarrollo del enfrentamiento. La situación estaba fuera de control, y cada uno de los Night Sons estaba demostrando ser más formidable de lo que ella había anticipado.
Morbius, deslizándose con agilidad por el mástil, aprovechó su velocidad sobrenatural para cortar las sogas que mantenían cautivas a las chicas. Green Lantern, aún sorprendido por la aparición del vampiro, le lanzó una mirada desconcertada.
—¿Quién eres? —preguntó, sin poder evitar su tono de incredulidad.
—Tan rápido te olvidas de mí, hippie —replicó Morbius con una expresión fingida de tristeza, casi burlándose de la situación.
—¡Nick!—gritó sorprendida Green Lantern, reconociendo al hombre que había sido una figura clave en su pasado.
Mientras tanto, Red Hood se encontraba rodeado por un grupo de amazonas. A pesar de su destreza y habilidades, estaba comenzando a sentirse un poco agobiado por el número. Con una rápida patada a una amazona en el estómago, se alejó un poco para tomar distancia y pedir refuerzos.
—¡Refuerzos! —gritó, justo en el momento en que un borrón azul y rojo apareció y tiró a una amazona contra la proa.
—¿Quién eres? —exigió Supergirl, sorprendida por la aparición de un nuevo aliado en la batalla.
—No esperaba que te olvidaras del mejor tirador que conoces —respondió Red Hood, mientras aplicaba una llave a otra amazona, dejándola fuera de combate.
—Jason —dijo Supergirl con una mezcla de sorpresa y desconcierto.
—Cuando te dije que dejé de ser Robin para convertirme en algo más, esto es ese algo más —replicó Red Hood, su tono grave y decidido.
A unos metros, una pequeña Bumblebee, tras liberarse, accidentalmente provocó que dos amazonas se dejaran inconscientes por su descuido, golpeándolas con sus alas.
—¡Bien hecho, Karen! —gritó Red X, mientras se encontraba espalda con espalda con Batgirl, cubriéndose mutuamente de los ataques enemigos.
Batgirl, rápida y estratégica, lanzó un batarang que brilló brevemente en el aire, distrayendo a una amazona momentáneamente. Aprovechando el momento, Red X la tomó por la cintura y disparó un X gancho hacia el mástil, sacándolos de la zona de combate y asegurándose de que no quedaran rodeados.
—¿Quién eres? —preguntó Batgirl, aferrándose a Red X, no queriendo caerse de la cuerda.
Con un toque de diversión en su voz, Red X levantó el mentón de la chica, mirando directamente a sus ojos mientras la aseguraba con una mano.
—¿Ya te olvidaste de la rueda de la fortuna? —le preguntó, su tono familiar.
—Danny... —dijo Batgirl, finalmente reconociendo al hombre que había sido una figura importante en su vida.
Mientras tanto, Ghost Rider se encontraba en un brutal enfrentamiento con Hipólita, quien, tras lanzarle un potente puñetazo, había logrado darle un golpe directo en su cráneo infernal. El impacto resonó con una vibración profunda que retumbó en su mente, pero no fue suficiente para derribarlo.
—Ahora que tengo el control, creo que no soy tan fuerte como lo es el espíritu —pensó Dante, sintiendo cómo el calor infernal de su propio ser se mezclaba con la fuerza de su voluntad. Se levantó, su cráneo aún chisporroteando, sus ojos llameantes mirando fijamente a Hipólita.
Ambos se enfrentaban con la misma determinación, pero Dante, aunque poderoso, sabía que el verdadero poder residía en el espíritu del Ghost Rider. Y ahora, debía desatar todo ese poder para enfrentarse a la fuerza de la reina amazona.
Dante se levantó lentamente, sacudiendo la cabeza mientras el fuego en su cráneo chisporroteaba débilmente. Hipólita permanecía firme, con una expresión serena pero letal, su postura reflejaba años de experiencia en combate.
—Ahora que tengo el control, creo que no soy tan fuerte como el espíritu... —pensó Dante, sintiendo cómo el calor infernal disminuía poco a poco.
Hipólita relajó los hombros, pero su mirada se mantuvo afilada. Lentamente, soltó su espada, dejándola caer al suelo con un sonido metálico que resonó en la cubierta del barco volador.
—¿Eso es todo lo que tienes? —dijo, levantando los puños y adoptando una postura de combate cuerpo a cuerpo.
Dante apretó los dientes. Las llamas de su cabeza resurgieron, y su esqueleto metálico se iluminó con un resplandor rojizo.
—Está bien, probemos otra cosa.
Sin perder más tiempo, Dante corrió hacia ella, girando su cadena infernal por encima de su cabeza. El arma llameante cortaba el aire, zumbando mientras la balanceaba contra la reina amazona.
Hipólita se movió con precisión, esquivando el ataque inicial. En un instante, vio una apertura y, sin dudarlo, lanzó un poderoso derechazo directamente contra el cráneo de Dante. El impacto fue brutal, y el Ghost Rider salió disparado hacia atrás, rebotando varias veces contra la cubierta del barco.
El fuego de su cabeza comenzó a apagarse mientras su piel y carne regresaban, revelando su apariencia humana.
¡Boing!
De alguna manera, Dante terminó su trayectoria chocando directamente contra el pecho de **Zatanna**.
—¡¿Qué crees que estás haciendo, pervertido?! —gritó Zatanna, con el rostro encendido de furia mientras temblaba de indignación.
Dante se apartó de inmediato, levantando ambas manos en señal de rendición.
—¡Espera, espera! ¡Fue un accidente!
Zatanna lo fulminó con la mirada, cruzando los brazos de manera desafiante.
—¿Accidente? ¿Te lanzaste hacia mí "por accidente"?
Dante señaló rápidamente hacia Hipólita, que lo observaba desde la distancia con una ligera sonrisa de superioridad.
—Técnicamente, ella me lanzó.
Zatanna apretó los dientes, dejando escapar un largo suspiro para contenerse.
—La próxima vez apunta a otra parte. —Le dio un empujón con el dedo en la frente, lo suficiente para hacerlo tambalear un poco hacia atrás.
Red Hood, que observaba la escena desde un costado mientras seguía combatiendo a las amazonas, no pudo evitar reírse.
—Oh, esto mejora cada segundo.
Morbius, que acababa de noquear a otra amazona, se acercó con una expresión divertida.
—Creo que Hipólita acaba de descubrir tu punto débil, Dante.
Dante gruñó mientras se levantaba por completo, frotándose la cabeza donde Zatanna lo había empujado.
—No es mi culpa que sus golpes sean como martillos.
Batgirl, desde el mástil, gritó hacia ellos mientras intentaba contener a otra amazona.
—¡Menos bromas y más ayuda aquí!*
Dante, volviendo a encender sus llamas, ajustó las cadenas en sus manos y sonrió.
—Bien, es hora de la revancha.
Zatanna rodó los ojos, pero no pudo evitar una pequeña sonrisa en sus labios.
—Solo trata de no usarme de colchón otra vez.
Dante no tuvo tiempo de responder. De inmediato, corrió hacia Hipólita, su cadena infernal girando por encima de su cabeza como un látigo en llamas. Con un rápido movimiento, lanzó un izquierdazo directo a la reina amazona, que lo bloqueó sin esfuerzo. Al instante, Hipólita contraatacó con un derechazo, pero Dante esquivó el golpe con agilidad. Aprovechando el momento, intentó utilizar su fuego infernal, arrojándolo hacia la reina con la intención de quemarla.
—¡No lo creo! —gritó Hipólita, sorprendiendo a Dante al tomarlo de la chaqueta. Con un movimiento brutal, le dio una patada en el estómago, empujándolo varios pasos hacia atrás.
—¡Ahhh! —gritó Zatanna, al ver cómo las llamas se acercaban peligrosamente a ella.
Por suerte, las llamas de Dante no quemaban a los inocentes, pero la ropa de Zatanna no estaba exenta de sufrir el calor infernal.
Dante, aún algo aturdido, miró hacia atrás, preocupado.
—¡Zee! ¿Estás bi—? —se detuvo en seco al ver la imagen ante él.
La ropa de Zatanna había sido casi completamente destruida por las llamas, dejándola en ropa interior de manera casi inexplicable.
—¡No mires! —gritó Zatanna, completamente avergonzada, mientras se cubría rápidamente.
La distracción de Dante fue fatal. Hipólita aprovechó el momento, acortando la distancia entre ellos. Sin previo aviso, lanzó un golpe directo al rostro de Dante, mandándolo al suelo con gran fuerza. La sangre brotó rápidamente de su boca, mientras el impacto lo hacía girar en el aire.
El sonido de un beso resonó de forma inesperada. Dante, por pura casualidad, había aterrizado besando la mejilla de Zatanna. La sangre de su rostro se deslizaba por la cara de la chica, bañando parcialmente su pecho.
Zatanna se quedó paralizada, con los ojos muy abiertos y las mejillas encendidas por la vergüenza y la confusión.
—E-Esto... —balbuceó Zatanna, sin saber cómo reaccionar, con los ojos ligeramente llorosos por la incomodidad.
Dante, aún en el suelo, parpadeó varias veces mientras miraba a Zatanna.
—Yo... No era mi intención, juro que... —intentó disculparse, pero sus manos resbalaron cuando intentó levantarse, lo que lo hizo terminar aún más cerca de ella.
Desde un costado, Red Hood, recargando sus pistolas mientras se mantenía en su lucha contra las amazonas, no pudo evitar estallar en carcajadas.
—¡Oh, esto es oro puro! —gritó, disparando sin mirar a las amazonas que seguían rodeándolo—. Dante, creo que tu técnica de combate necesita un ajuste, pero sigue así, parece que estás ganando de formas que no entiendo.
Batgirl, todavía colgada del mástil junto a Red X, no pudo contener una risa ahogada al ver la escena.
—Parece que el fuego infernal tiene efectos secundarios.
Por fin, Zatanna, recuperándose de la sorpresa, levantó una mano y conjuró una ráfaga de magia. En un abrir y cerrar de ojos, su traje de heroína la envolvió, cubriéndola y restaurando su dignidad.
—¡Dante! ¡Enfrenta a Hipólita, no a mí!
—le gritó mientras limpiaba la sangre de su rostro, el cual aún estaba teñido de rojo por el impacto.
Dante asintió, tomando aire con dificultad. Intentó recomponerse, mirando fijamente a la reina amazona.
—Sí… sí, tienes razón.
Se puso de pie con determinación, dirigiendo su mirada hacia Hipólita, quien lo observaba con una ligera sonrisa de diversión, claramente entretenida por la situación.
—Adelante, "Espíritu de la Venganza". Estoy esperando.
Las llamas de Dante comenzaron a arder de nuevo, más intensas que antes. Su cuerpo resplandeció con un resplandor infernal, y los ecos de su poder se sintieron con fuerza en el aire.
Zatanna, cruzándose de brazos, observó desde un costado, sus ojos fijos en Dante con una ceja arqueada, aunque una pequeña sonrisa se asomaba en sus labios.
—Más te vale ganar. —murmuró para sí misma, aunque una ligera sonrisa de complicidad se mostró en su rostro.
El enfrentamiento entre Dante y Hipólita estaba lejos de terminar. Ambos estaban listos para continuar, pero con una tensión palpable en el aire, y con las expectativas de todos, incluido Dante, puestas sobre la pelea que decidiría quién prevalecería.
Carnage, aprovechando que Hipólita estaba distraída con Ghost Rider, se movió rápidamente hacia Diana.
—Diana —dijo Carnage, mientras el traje simbiótico se deslizaba bajo la piel de Dylan—. Tienes que detener esto, o tu madre hará puré de Dante.
Diana lo miró con tristeza, su rostro reflejando la lucha interna que sentía.
—Es que yo... no puedo. Fui en contra de las reglas. —su voz tembló al confesarlo, llena de remordimiento.
Dylan la miró fijamente, tomando sus manos con una mezcla de calma y urgencia.
—Eso no importa. —dijo con firmeza—. Parte de ser un adolescente normal es desobedecer algunas veces. Vamos, por favor. —sus ojos se encontraron con los de Diana, penetrantes y llenos de determinación—. Lo más importante es que haces lo que crees que es correcto.
Sonrojándose levemente, Diana asintió, la resolución comenzando a formarse en su corazón. Con una mirada decidida, se armó de valor.
—¡Amazonas, su princesa les ordena que paren! —gritó Diana, extendiendo su mano hacia las guerreras, su voz resonando con poder. Las amazonas vacilaron, sorprendidas por la firmeza de su orden.
Pero en ese momento, Hipólita, quien aún peleaba contra Dante, levantó la voz con la misma autoridad.
—¡Y su reina les ordena continuar! —gritó Hipólita, lanzando un golpe hacia Dante, quien fue enviado volando nuevamente contra Zee.
Diana no cedió.
—¡Paren! —gritó, su voz más fuerte, más firme. Estaba decidida a detener esa lucha innecesaria.
—¡Continúen! —respondió Hipólita, con un gesto desafiante mientras volvía a golpear a Dante.
—¡Paren! —gritó Diana una vez más, mirando directamente a su madre, con una mirada desafiante y llena de determinación.
Hipólita, sonriendo de forma desafiante, mandó a Dante volar por los aires nuevamente, enviándolo contra Zatanna.
—¡Continúen! —gritó Hipólita sin vacilar, su poder como reina inquebrantable.
Diana, con la mirada fija en su madre, dio un paso al frente, su tono firme y autoritario.
—¡Paren! —gritó Diana con una voz que parecía retumbar en todo el lugar, su presencia dominando la escena.
Hipólita, al escucharla, frunció el ceño.
—¿Ahora qué hacemos? —preguntó una amazona, mirando a Red X, claramente confundida por la tensión que se había desatado entre madre e hija.
Red X, mirando la situación, respondió con incertidumbre.
—No lo sé. —dijo, sin saber cómo continuar en medio de ese conflicto.
Hipólita, mirando a Diana con desaprobación, habló con una dureza que solo una madre podría tener.
—Solo tienes 317 años, Diana. Eres una chica demasiado joven e ingenua para tomar tus propias decisiones.
Diana no se dejó intimidar. Alzó la cabeza con dignidad, enfrentando a su madre con valentía.
—No, mamá. Quizás soy demasiado joven, pero fui yo quien sobrevivió a las 21 pruebas de Atenea y Afrodita. Por derecho, soy una mujer. Es la ley de las amazonas. —dijo Diana, sonriendo con firmeza, mientras su mirada se mantenía fija en Hipólita.
En ese instante, todas las amazonas, al escuchar las palabras de su princesa, se arrodillaron en un gesto de respeto absoluto.
—¡Es la ley! —dijeron todas las amazonas al unísono, su voz resonando con solemnidad. La lealtad a la ley de las amazonas no podía ser negada.
Diana había hablado con la fuerza y el honor de su linaje, y las amazonas no podían hacer más que reconocerlo.
*Hipólita, mirando a los ojos de su hija, suspiró profundamente antes de darse la vuelta. Era evidente que no podía desautorizar a su hija frente a sus propias guerreras.
Inmediatamente, Diana volteó a mirar a sus amigos y amigas, su rostro iluminado por una sonrisa de pura emoción, casi sin poder creer lo que acababa de suceder mientras chillaba de la emoción.
—Sí... —dijeron todos, con sus voces graves, cansadas, pero con una chispa de satisfacción por la victoria obtenida.
Desde el barco volador, se desplegó una gran alfombra verde que descendió hasta el suelo, mientras todos se subían al vehículo, junto con el auto de Dante, que había llegado para llevarlos lejos de la peligrosa escena.
Batgirl miró a Diana, su rostro reflejando una mezcla de orgullo y alegría.
—¡Felicidades, Diana! —dijo, abrazándola con fuerza—. Desobedecer a tu madre es la lección número 218 del adolescente normal. Oficialmente, eres una adolescente y somos un equipo de nuevo.
Las otras chicas, emocionadas por el logro de Diana, la rodearon en un abrazo grupal, compartiendo la alegría del momento. Zatanna, y las demás no podían dejar de sonreír al ver la felicidad de la joven princesa.
Morbius, viendo todo el alboroto, suspiró pesadamente.
—Bueno... —dijo, mirando hacia el horizonte—.Fue más doloroso de lo que pensé.
Dylan, sonriendo al ver la escena, soltó una pequeña carcajada, mirando a Dante, quien aún estaba medio aturdido por los golpes recibidos.
—Y más vergonzoso... —comentó, señalando a Dante con una sonrisa traviesa.
Red Hood, observando a Dante desde un costado, no pudo evitar hacer un comentario.
—Amigo, si querías privacidad con Zee, solo nos hubieras dicho. No era necesario que te dejaras golpear tanto.—se rió, burlándose con su característico tono sarcástico.
Dante, ahora visiblemente avergonzado y molesto, se giró hacia Red Hood, el enojo reflejado en su rostro.
—¡Que no es así! —gritó Dante, levantando las manos en un intento de defenderse, con el rostro encendido de vergüenza.
Mientras todos se reían, Dante desvió la mirada, esperando encontrar algo de apoyo. Sin embargo, se topó con una Zee visiblemente molesta, con los brazos cruzados y el ceño fruncido.
—¿Y tú por qué me miras de esa forma? —preguntó Dante, inclinando la cabeza con confusión.
Zatanna dio un paso al frente, su mirada afilada como dagas.
—¿En serio me preguntas eso? —dijo, alzando una ceja—. ¿Te parece normal terminar dos veces encima de mí en menos de cinco minutos?
Dante levantó las manos en señal de rendición, retrocediendo un poco.
—¡No fue intencional! Hipólita me lanzó, tú estabas en medio, ¡fue una coincidencia!
Zatanna resopló, sin dejar de mirarlo fijamente.
—Claro… y supongo que la sangre en mi cara también fue "una coincidencia", ¿verdad?
Dante abrió la boca para responder, pero Red Hood intervino desde atrás, riendo.
—Oye, Zee, dale un respiro. Creo que le rompieron suficientes huesos como para compensarlo.
Zatanna miró de reojo a Red Hood, pero su expresión suavizó un poco al ver a Dante frotándose el cuello, claramente incómodo.
—Hmph... está bien. Pero la próxima vez, Dante, mejor apunta hacia otra dirección cuando vueles por los aires.
Dante asintió rápidamente.
—¡Lo haré! Lo prometo.
Dylan, observando desde un costado, se acercó a Dante con una sonrisa burlona.
—Hombre, creo que nunca había visto a alguien tan "afortunado" y desafortunado al mismo tiempo.
Dante suspiró, dejando caer los hombros.
—Sí, bueno… "afortunado" no es la palabra que usaría.
En ese momento, Diana se acercó al grupo, aún con su radiante sonrisa.
—¡Lo logramos! Mi madre finalmente cedió. —dijo emocionada—. Gracias a todos por apoyarme, aunque… fue un poco caótico.
Batgirl se encogió de hombros.
—¿Qué esperabas? Es lo normal cuando estás con nosotros.
Dante miró a Diana con una leve sonrisa.
—Al menos terminó bien.
Diana asintió, pero Zatanna aún tenía algo más que decir.
—Sí... terminó bien para ti, pero yo sigo teniendo que limpiar mis pechos por culpa de Dante. —dijo, lanzando una mirada molesta hacia él mientras se cruzaba de brazos.
El comentario provocó que Dante casi se atragantara con su propia saliva.
—¡¿Qué?! —exclamó, agitando las manos con nerviosismo—. ¡Eso fue un accidente! ¡Ni siquiera fue mi culpa!
Red Hood dejó escapar una carcajada tan fuerte que casi se cayó del costado del barco.
—Dante, amigo... creo que ya deberías dejar de dar explicaciones. Solo estás hundiéndote más.
Batgirl se cubrió la boca, intentando contener la risa mientras Diana miraba la situación con una mezcla de diversión y curiosidad.
—Tal vez es una señal de que deberías aprender a caer con más estilo. —comentó Diana, riendo por lo bajo.
Zatanna chasqueó la lengua y sacudió la cabeza, aunque una pequeña sonrisa jugueteaba en sus labios.
—Estaré esperando la disculpa… y algo más que palabras.*
Dante parpadeó, notando el tono afilado en la voz de Zee.
—¿Algo más que palabras? —repitió con cautela.
Zatanna asintió lentamente, con una sonrisa traviesa jugando en sus labios.
—Tal vez oírte cantar de nuevo.—dijo en voz alta, lo suficiente para que todos lo escucharan.
Dante se quedó helado, girando la cabeza hacia ella con los ojos muy abiertos.
—¡Zee! ¿Por qué lo dices en voz alta?
Morbius arqueó una ceja, claramente intrigado.
—Espera un segundo… ¿Tú cantas? —preguntó, cruzándose de brazos mientras una sonrisa comenzaba a formarse—. ¿Dante, el Espíritu de la Venganza, canta?
El resto del grupo dejó de hablar por un momento, sus miradas se centraron de inmediato en Dante, quien ahora sentía el calor subiéndole al rostro.
—¡Se supone que era un secreto! —gruñó, mirando a Zee con frustración.
Zatanna simplemente se encogió de hombros, disfrutando del momento.
—No dije nada que no fuera cierto. —dijo con aire inocente—. Además, tienes talento. No deberías esconderlo.
Red Hood soltó una carcajada.
—¡Oh, esto es divertido! Primero te estrellaste contra ella, luego el beso accidental y ahora esto. Dante, definitivamente eres el alma de la fiesta.
Dante suspiró, pasándose una mano por el rostro.
—Voy a necesitar terapia después de esto…
Batgirl se acercó, divertida.
—Vamos, no puede ser tan malo. Tal vez nos puedas dar un pequeño concierto privado.
Diana asintió con entusiasmo.
—Sí, me encantaría oírlo.
Dante levantó las manos, retrocediendo un paso.
—¡Ni lo sueñen!
Red X, quien había permanecido en silencio hasta ese momento, se inclinó contra una barandilla del barco.
—¿Y si lo hacemos parte de una apuesta? Si pierdes la próxima misión, tendrás que cantarnos algo.
Zatanna sonrió ampliamente.
—Me gusta cómo suena eso.
Dante los miró a todos, sintiéndose completamente acorralado.
—¿Saben qué? No tengo palabras.
Zatanna se acercó, dándole un pequeño empujón con el hombro.
—Relájate. Solo queremos pasar un buen rato. Además, te prometo que la próxima vez que cantes, no dejaré que se burlen de ti.
Dante la miró de reojo, detectando una chispa de sinceridad en sus palabras.
—Está bien… pero no prometo nada.
Morbius se acercó, golpeando ligeramente el hombro de Dante.
—¿Quién diría que el tipo más duro de aquí es también un cantante secreto?
Dante bufó, pero una pequeña sonrisa se escapó.
—No me hagan arrepentirme de confiar en ustedes.
El ambiente se relajó mientras el grupo seguía bromeando y disfrutando de su viaje. A pesar de las constantes bromas, Dante sabía que estaba rodeado de amigos. Y, en el fondo, no le molestaba tanto que Zatanna quisiera volver a escucharlo cantar.
El muelle de Metrópolis temblaba bajo los pesados pasos de los robots de demolición, y el aire se llenaba de tensión mientras Green Lantern descendía lentamente con su alfombra de energía, llevando al equipo hacia el centro del conflicto.
—¿Eh? Chicos… —dijo bumblebee señalando hacia el muelle.
Un grupo de robots de demolición, enormes y amenazantes, bloqueaba el paso. Uno de ellos, con una luz roja parpadeante en la cabeza, dio un paso al frente.
—Están interfiriendo con los protocolos de demolición. Tienen 10 segundos para retirarse. —la voz robótica resonó con frialdad.
Supergirl dio un paso adelante, cruzándose de brazos con una sonrisa desafiante.
—No, ustedes tienen 10 segundos antes de que les pateemos el trasero.
El ambiente se volvió aún más tenso cuando, detrás de los robots, emergió un gigantesco traje de guerra. Su imponente silueta estaba adornada con el inconfundible logo de LexCorp, brillando con un resplandor intimidante.
—¿Qué es esa cosa? —preguntó Bumblebee, con un tono que dejaba entrever su preocupación.
Batgirl dejó escapar un grito de emoción.
—¡Oh, chicos! Es Lex Luthor. Lo sabía, lo sabía, lo sabía. —dijo, saltando de felicidad.
Red X rodó los ojos.
—Batgirl, ahora no.
Ella se encogió de hombros, inclinándose hacia Red Hood con una sonrisa traviesa.
—Pero sabía que era Lex.
Diana avanzó, desenfundando su espada con determinación.
—Atrás, Lex Luthor. No dejaremos que destruyas este muelle.
Hubo un breve silencio, interrumpido por una risa aguda que resonó desde el interior del traje.
—¿Lex? ¿Crees que soy Lex? —dijo una voz infantil.
Para sorpresa de todos, el cristal tintado del pecho del robot se iluminó, revelando una cabina vacía.
—Oh, espera, espera. —la voz carraspeó mientras el asiento del piloto descendía. Frente a ellos, apareció una joven rubia, con coletas y una sonrisa orgullosa.
—¡Ja! ¿Creen que soy Lex Luthor? ¡Se enfrentan a nada menos que la gran Lena Luthor!
Red Hood se llevó la mano a la frente.
—¿Oye niña? Baja de ahí.
—Te puedes lastimar. —añadió Red X, con un tono más suave.
Lena frunció el ceño y golpeó el panel de control con furia.
—¡Cállense!
Carnage chasqueó la lengua, cruzando los brazos.
—Vaya, qué mocosa.
Morbius miró el robot con una sonrisa burlona.
—¿Qué tal si es una hobbit?
El grupo se rió, mientras Lena golpeaba de nuevo el panel, visiblemente frustrada.
—¡Silencio! Este es mi plan, no el de mi hermano tonto. Nunca se le ocurriría algo tan brillante.
Supergirl levantó una ceja, incrédula.
—¿Tienes que explicárnoslo?
Morbius suspiró.
—¿En serio vamos a escucharla?
Red Hood sonrió.
—Nah… será divertido.
Lena se cruzó de brazos, adoptando una postura de villana exagerada.
—Ustedes los adolescentes creen que son tan inteligentes… Pero ni siquiera pueden notar la trama más obvia. —señaló el robot con orgullo—. Reprogramé las gafas de realidad virtual de Lex, pirateé estos robots y ahora destruiré todos los lugares “divertidos” de Metrópolis. Cuando terminen, estarán atrapados en mi mundo virtual.
Carnage parpadeó, incrédulo.
—Ese es el plan más estúpido que he escuchado… y he oído muchos.
Red X se rió.
—¿Sales con Gizmo?
Green Lantern miró a Red X con curiosidad.
—¿Quién es Gizmo?
Red X sonrió.
—Es como mi némesis. No se preocupen.
Lena se inclinó hacia adelante, con el ceño fruncido.
—¡Ustedes son los tontos! ¡Ataquen!
Los robots de demolición avanzaron, mientras Diana levantaba su espada.
—¡Hermanas, ataquen!
El campo de batalla estalló en acción. Wonder Woman se movió con rapidez, cortando robots con su espada y usando su escudo para repeler los golpes. Un robot intentó atacarla por la espalda, pero Zatanna levantó la mano y pronunció un hechizo.
—Elveng ojlse.
El robot salió volando hacia un juego del muelle. Green Lantern creó una mano gigante de energía, lanzándolos de vuelta hacia Lena.
Lena se cubrió, gruñendo.
—¡Odio a los héroes!
Rápidamente, Ghost Rider giró su cadena, destruyendo varios robots. Red Hood disparaba con precisión, Carnage los cortaba con sus espadas simbióticas, Supergirl los enviaba a volar, Bumblebee, haciéndose pequeña, lograba provocar cortocircuitos en los robots, Red X lanzaba sus shurikens en forma de X, mientras Batgirl arrojaba batarangs con puntería letal.
—¡Son demasiados! —gritó Red X, viendo cómo, pese a sus esfuerzos, los robots demoledores se las arreglaban para destruir algunos locales del muelle.
—¡Chicos, vengan aquí! —gritó Batgirl, llamándolos con urgencia.
El equipo corrió hacia ella, reagrupándose rápidamente.
—¡Estamos perdiendo y los adolescentes de Metrópolis pagarán el precio! —dijo Zatanna, con preocupación.
—Tranquilos, hasta los supertrajes de guerra necesitan una fuente de energía. —explicó Red X, mientras Batgirl trabajaba en su laptop con rapidez.
—Si logramos causar un cortocircuito, venceremos ese traje y los robots se detendrán. —añadió Batgirl sin apartar la vista de la pantalla.
—¿Cómo? —preguntó Zatanna, mientras Supergirl se dirigía a una tienda de música cercana, agarrando una guitarra eléctrica del escaparate.
—Una vez, usando mi guitarra en casa, la puse en el nivel 10 y causé un apagón en todo el vecindario. Si hacemos esto aquí, ¡La cortamos! —dijo Supergirl, tocando un potente acorde.
Carnage frunció el ceño.
—¿Y qué hay de mí? Soy sensible a esas cosas.
Red X sonrió de lado.
—Cuando eso pase, tendrás que correr.
Supergirl se preparó, levantando la guitarra con una sonrisa confiada.
—Esto va a ser divertido.
—Muy bien. Ghost Rider, tú acerca a Bumblebee y a Batgirl lo más que puedas al traje. Supergirl, mantente cerca del traje. Red Hood, usa tus habilidades como tirador para distraer. Green Lantern, Zatanna, ustedes también distráiganlo. Carnage, Morbius, Wonder Woman y yo atacaremos de frente —dijo Red X, comenzando a correr.
Green Lantern rápidamente creó varias gaviotas de luz que comenzaron a revolotear alrededor de la cabina de Lena.
—¡Háganse a un lado, estúpidas aves! —gritó Lena, moviendo los brazos del supertraje torpemente, intentando ahuyentarlas.
—Jokge zuru.—recitó Zatanna, y de inmediato varios clones de ella aparecieron, acercándose a molestar y distraer a Lena.
—A ver si esto es de tu talla. —Red Hood murmuró mientras cargaba una bala más potente en su pistola Glock.
El disparo acertó de lleno en el pie del traje, haciendo que tambaleara y casi cayera.
Mientras tanto, el auto infernal de Ghost Rider embestía a varios robots mientras avanzaba a toda velocidad hacia el traje. Batgirl iba en el asiento del copiloto, ajustando y modificando el amplificador de la guitarra eléctrica que Supergirl le había entregado.
—Listo. —anunció Batgirl con una sonrisa.
—Espera. —dijo Shaun, asomándose desde el asiento trasero donde se había escondido del peligro. Rápidamente sacó un marcador rojo y escribió un "11" encima del "10" en el amplificador.
—Ok, ahora solo necesitamos una forma de conectar la espiga al supertraje. —comentó Batgirl, pensando en una solución.
—Yo puedo hacerlo. —se ofreció Bumblebee.
Batgirl frunció el ceño.
—Pero Bumblebee, es muy peligroso.
—Lo sé, Babs, pero soy la única que puede hacerlo. —dijo, tomando el cable. —Además, ¿qué opción tenemos?
—Eso es muy valiente, Bumblebee. ¡Sujétate! —exclamó Ghost Rider mientras aceleraba, lanzando sus cadenas como arneses y conduciendo directamente por el antebrazo del supertraje.
Bumblebee logró acercarse a la espalda del traje y entró en una pequeña abertura. Dentro, buscó una terminal donde conectar el cable. Justo cuando consiguió conectarlo, el otro extremo se soltó.
—Creo que debimos conseguir uno más largo... —pensó Bumblebee, luchando por volver a conectar la espiga.
—¡Oigan, bájense! —gritó Lena, sacudiendo el traje en un intento de tirar al Hell Charger, que permanecía firmemente adherido.
—¡Batgirl, suéltalo y vámonos! —ordenó Ghost Rider.
Sin dudarlo, Batgirl arrojó la guitarra hacia el cielo.
—¡Ahora, Supergirl! —gritó Batgirl.
Supergirl atrapó la guitarra en el aire y flotó, preparándose.
—¡Ahora, corre! —le gritó Red X a Carnage, quien salió disparado en dirección contraria.
—Muy bien. Es hora de tu canción de cuna. —anunció Supergirl con una sonrisa confiada. Sacó una púa de guitarra y golpeó un acorde de poder.
El sonido fue ensordecedor, resonando en todo el muelle. En el interior del traje, **Bumblebee** se cubrió los oídos, pero sabía que estaba fuera del alcance. Respiró hondo, consciente de que debía actuar.
Con decisión, metió el brazo directamente en el centro de energía, justo cuando la electricidad atravesó el cable y la recorrió por completo. El impacto sónico se expandió por los alrededores, lanzando a Carnage por los aires. La masa simbiótica se desprendió de él, retrocediendo hacia Dylan, que observaba desde lejos.
—¡Trampa! ¡Han hecho trampa! ¡No es justo! —gritó Lena mientras el traje comenzaba a apagarse y se desplomaba lentamente.
Lena cayó con un golpe sordo, frunciendo el ceño y cruzando los brazos con frustración.
—Oigan, ¿dónde está Bumblebee? —preguntó Morbius, mirando alrededor con preocupación.
De repente, una pequeña luz amarilla brilló detrás de ellos. La luz se expandió y Bumblebee volvió a su tamaño original, aterrizando suavemente frente al grupo.
—¿Ganamos? —preguntó, quitándose el casco con una sonrisa agotada.
—Sí. —Dylan asintió, mientras su traje simbiótico volvía a cubrirlo lentamente, dándole un aspecto amenazante pero relajado.
—Me encanta tu nuevo look, Bumblebee. —dijo Zatanna, señalando con un gesto divertido un mechón amarillo que sobresalía de una de sus coletas. —¿Cuál es tu secreto?
—Valor. —Wonder Woman respondió por ella, colocando una mano en el hombro de Bumblebee y atrayéndola hacia un cálido abrazo.
El momento fue interrumpido por el sonido de sirenas. Varios autos de policía llegaron al muelle, seguidos por una multitud de civiles que habían presenciado la batalla. Las personas se aglomeraron alrededor del enorme robot derribado y comenzaron a vitorear, disfrutando la victoria del equipo de héroes.
El ambiente festivo fue interrumpido por un elegante automóvil negro que se detuvo cerca del lugar. La puerta se abrió lentamente, y Lena salió arrastrándose del traje de guerra destrozado, con la ropa hecha jirones y la cara manchada de hollín.
—Ahí está mamá, te dije que me robó mis cosas. —dijo un joven Lex Luthor, bajando del auto junto a su madre.
—¡Lutessa Lena Luthor! ¡Estás en muchos problemas, jovencita! —exclamó su madre, cruzando los brazos mientras miraba con desaprobación a Lena, quien gruñó frustrada.
—¡No pueden hacerme esto! —protestó Lena, sentándose con los brazos cruzados dentro del auto familiar. —Todo fue culpa de esos héroes!
La madre de Lex suspiró, mirando con compasión a su hijo.
—Lamento que se hayan roto tus cosas, Lex.
—No te preocupes, mamá. Estoy feliz de que la revoltosa no haya sido lastimada. —respondió Lex, sacando la lengua a Lena, quien no tardó en devolverle el gesto con un bufido.
—Y no olvides conseguir los pastelillos que prometiste. —añadió la madre.
—Tranquila, mamá. Aún no me despido de los mejores pastelillos de Metrópolis. —dijo Lex, presionando un botón en el auto con una sonrisa confiada.
En otra parte de la ciudad, los robots de LexCorp ya estaban reconstruyendo Dulce Justicia y muchos de los locales que Lena había destruido durante el combate.
De vuelta en el muelle, la multitud seguía animando.
—¡Hay dos nuevos equipos de héroes en Metrópolis! —gritó una joven emocionada.
—¡Y son chicas! —añadió una niña pequeña con una sonrisa radiante.
Mientras tanto, los Night Sons se movían con discreción hacia las sombras, intentando retirarse antes de atraer demasiada atención. Pero justo cuando estaban a punto de desaparecer, varios policías se dieron cuenta de su presencia.
—¡Son ellos! —gritó un oficial, apuntando con su arma.
—¡Ellos son los responsables del asesinato de los capos menores de Ciudad Gótica! —exclamó otro, encarándolos con firmeza.
El ambiente se tensó de inmediato. Red Hood entrecerró los ojos, deslizando una nueva bala en su pistola con un clic sutil. Carnage dejó escapar una risa baja y gutural, mientras su traje simbiótico se retorcía ansioso por la batalla. Morbius reveló sus colmillos, sus ojos rojos brillaban con intensidad. Red X sacó una de sus icónicas X, haciéndola girar entre sus dedos con calma peligrosa.
Ghost Rider, sin decir palabra, silbó con fuerza. A lo lejos, un rugido metálico y el sonido de llantas quemando el asfalto se hicieron presentes. Un Dodge Charger 1969, envuelto en llamas infernales, emergió del callejón como un espectro, embistiendo con fuerza algunos autos de la policía que intentaban formar una barrera. El fuego no dañaba los vehículos, pero la fuerza del impacto los hacía girar y caer a un lado del muelle.
Ghost Rider se deslizó sin esfuerzo al asiento del piloto, las llamas reflejándose en su calavera ardiente. Red X saltó al asiento del copiloto, girando sobre sí mismo en el aire antes de aterrizar con precisión.
—¡Suban! —gruñó Ghost Rider con su voz infernal.
Sin dudarlo, Red Hood abrió la puerta trasera y se sentó, manteniendo su arma lista mientras Morbius y Carnage se acomodaban a su lado. El interior del auto parecía más grande de lo que debía ser, una anomalía más del vehículo demoníaco.
El Charger rugió como una bestia y las llamas del escape se intensificaron cuando Ghost Rider pisó el acelerador. El auto se disparó hacia adelante, dejando atrás el sonido de sirenas y órdenes confusas de los oficiales.
—¡Deténganlos! —gritó un policía, levantando su radio.
—¿Detenerlos? —replicó su compañero, observando el rastro de llamas que dejaba el auto. —No sé tú, pero yo no me voy a cruzar con eso.
En medio de la multitud, un civil se acercó a Zatanna, observando cómo los héroes se alejaban en el horizonte.
—¿Quiénes eran ellos? —preguntó con curiosidad y algo de asombro.
Zatanna cruzó los brazos y sonrió con orgullo, sus ojos brillaban con un toque de misterio.
—Ellos... son los Night Sons.
La multitud murmuró entre sí, algunos aplaudieron mientras otros observaban con admiración y desconcierto.
El Dodge Charger siguió su camino hacia la noche, desapareciendo entre las calles de Metrópolis, mientras los Night Sons se preparaban para la próxima batalla.
Tres meses después
Los chicos se encontraban frente a Dulce Justicia, el famoso café de Metrópolis, que ahora ostentaba un letrero brillante que decía Gran reapertura.
—Ahhh, esto es vida —dijo Zee, sentada cómodamente, mientras tomaba un panecillo de chocolate, recargándose en el respaldo de la silla. —Buenos amigos y chocolate.
Kara, con un tono burlón, miró a Zee y dijo:
—Bueno, 9 buenos amigos y un novio.
Zee levantó la vista, visiblemente molesta.
—¡Ya les dije que Dante y yo no tenemos nada! —respondió, frunciendo el ceño.
—Espera, ¿entonces ni siquiera somos amigos? —preguntó Dante, mirando a Zee con una expresión de falsa sorpresa.
—Exacto, los demás sí son mis amigos, pero tú solo eres un conocido —respondió Zee, poniéndose a la defensiva.
—Wow —dijo Dante, fingiendo una expresión de pena mientras se llevaba la mano al corazón. —Eso duele, Zee.
Barbara, que estaba observando la conversación desde el otro lado de la mesa, decidió intervenir con una sonrisa traviesa.
—Bueno, chicos —dijo, tomando un tono más serio— ¿Recuerdan que la primera vez que vinimos aquí, Diana dijo que deberíamos pasar siempre por aquí?
—Sí... —dijo Karen, visiblemente confundida, mirando a Barbara. —¿A qué te refieres?
—Espera, Barbara —interrumpió Danny, pero ya era demasiado tarde.
En un movimiento rápido, Barbara tomó el contenedor de pajillas y con una sonrisa cómplice, usó la tapa y la combinación de la mesa para hacerla descender rápidamente.
De repente, el suelo bajo ellos comenzó a moverse y, en cuestión de segundos, todos cayeron sobre unos colchones que habían aparecido de la nada.
—¡Mi cabeza! —dijo Dante, abriendo lentamente los ojos, pero solo vio oscuridad a su alrededor. —¿Qué pasó? —preguntó, aún confundido mientras intentaba orientarse.
Al parecer, mientras caían, Zee se aferró instintivamente a Dante. Cuando finalmente cayeron sobre los colchones, Zee aterrizó encima de él, y de manera desafortunada, su trasero terminó justo sobre el rostro de Dante.
Dante se quedó inmóvil por un momento, totalmente sorprendido. Zee, aún aturdida por la caída, levantó la cabeza y vio en qué situación habían terminado. Rápidamente se levantó de encima de él, con un rojo intenso en su rostro.
—¡Perdón! —exclamó, claramente avergonzada, mientras se levantaba rápidamente.
—Bueno, ahora que estamos todos cómodos... —comenzó Bárbara, mientras aplaudía suavemente.
De inmediato, unas luces se encendieron, revelando el lugar con mayor claridad. El espacio subterráneo era impresionante. Había seis estaciones personalizadas, cada una diseñada a la perfección para sus respectivas dueñas: una estación con tonos rojos y azules para Supergirl, otra de diseño ágil y tecnológico para Bumblebee, una con elementos dorados y clásicos para Wonder Woman, una estación con tonos verdes para Green Lantern, una elegante y mística para Zatanna, y finalmente, una oscura y llena de tecnología de punta para Batgirl.
En el centro del cuarto, descansaban dos sillones y un puff, acompañados por una pantalla de gran tamaño y una consola de videojuegos encendida, mostrando el menú de selección.
—Wow, Babs... ¿Cómo lograste construir todo esto? —preguntó Jessica, observando asombrada las estaciones.
Bárbara sonrió, satisfecha con la reacción de su amiga.
—Bueno, digamos que fueron necesarias unas cuantas visitas junto a Danny cuando el lugar estaba en construcción. —Bárbara cruzó los brazos con orgullo— Él no bromea cuando dice que literalmente puede hacer magia con cualquier cuchitril.
Danny se encogió de hombros con una sonrisa confiada.
—¿Qué puedo decir? —dijo, apoyándose en el respaldo de uno de los sillones— Si vas a esconder un cuartel secreto, más vale que lo hagas con estilo.
Las chicas rieron, mientras cada una se dirigía a su respectiva estación.
Academia Gotham – Oficina del Director
En una amplia oficina iluminada tenuemente por la luz de la ciudad, el director de la Academia Gotham observaba a un joven de baja estatura, piel clara y ojos verdes que no parecían perder detalle de su alrededor. Tenía 15 años, pero su mirada reflejaba una inteligencia mucho mayor.
—Bueno, Mikron O'Jeneus, esta es una gran escuela —dijo el director con un tono persuasivo— ¿Estás seguro de que deseas irte? Tu rendimiento ha sido sobresaliente.
El joven se acomodó en su asiento, con una leve sonrisa.
—Prefiero que me llame Mikron, señor. —respondió con firmeza mientras tomaba los papeles de traslado— Y, aunque aprecio la oportunidad, creo que es momento de expandir mis horizontes.
El director asintió, aunque con cierta resignación.
—Fue un placer tenerte en la academia, Mikron. Te deseo lo mejor en tu futuro.
Mikron se puso de pie, estrechó la mano del director con una sonrisa calculada y salió de la oficina.
A medida que salía del edificio, sacó de su mochila una pequeña foto. En ella se veía una imagen borrosa de los Night Sons en acción, y, en la esquina, la figura de Red X encerrado en un círculo rojo, claramente marcado como objetivo.
—Parece que has hecho amigos,
B-127... —susurró con una mirada maliciosa— Espero que tú y tus amigos estén listos, porque voy en camino.
Algún Lugar en el Espacio – Bar Extraterrestre
En un pequeño y oscuro bar, ubicado en un planeta de poca relevancia, una figura desaliñada se tambaleaba frente al mostrador. Llevaba una camisa negra con una gran calavera blanca en el pecho. El hombre tenía aspecto rudo, pero claramente había bebido demasiado.
—Y así fue como... ¡hip!... terminé en este universo —decía el hombre, mientras sostenía un vaso casi vacío— Dejé a una prostituta embarazada y... ¡hip!... simplemente desaparecí... ¡como un fantasma! —rio sin gracia, golpeando la mesa.
El bartender, un alienígena de piel púrpura y múltiples ojos, suspiró con cansancio.
—Ya es suficiente por hoy, Frank —le dijo, limpiando el mostrador sin mirarlo.
Frank —o más conocido como The Punisher o Cosmic Ghost Rider— alzó el vaso para un último trago, pero estaba vacío. Observó su reflejo en el cristal.
—Maldito universo... —murmuró.
—Frank... vete a casa. —insistió el bartender, señalando la salida con uno de sus múltiples brazos.
Frank gruñó, se puso de pie con dificultad y salió tambaleándose del bar, perdiéndose entre las sombras de la calle iluminada por neones.
Fin.
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