conoce a cheetah
En el gimnasio de Metrópolis High, una chica rubia de cabello largo y brillante se preparaba para su rutina. Con una carrera veloz, saltó y realizó una voltereta perfecta que dejó boquiabiertas a las demás chicas del equipo.
—Si sigues saltando así, seguro ganaremos el oro este año —comentó una de sus compañeras, acercándose a ofrecerle un paño con entusiasmo.
—Bueno —respondió la rubia, aceptándolo con elegancia—, no fui yo quien se cayó de las barras. —La otra chica bajó la mirada, sintiéndose avergonzada.
—¡Barbi, ese fue tu salto más limpio! —exclamó la entrenadora con una sonrisa—. Excelente trabajo.
—Bien, si ya está claro, seré la capitana de nuevo —dijo Barbi con aire narcisista, cruzando los brazos mientras dirigía una mirada altiva al resto del equipo—. Les dejaré algo muy claro...
—Espera —la interrumpió la entrenadora, revisando un papel—. Creo que aquí hay otra candidata... Diana Prince. —Alzó la vista buscando a la chica en cuestión.
—Argh, la chica nueva —murmuró Barbi con desdén, rodando los ojos.
A un lado del gimnasio, Diana cerró los ojos y susurró en voz baja.
—Levántame, Boreas... Que tu respiración invernal me sostenga... Εταιρεία...
—¡Prince! —gritó la entrenadora, sacándola de su concentración.
Diana suspiró, se puso de pie y, con una velocidad impresionante, corrió hacia el trampolín. Dio tres volteretas en el aire antes de aterrizar con gracia, superando con facilidad el desempeño de Barbi. Las demás chicas corrieron a felicitarla, dejando a Barbi observando con el ceño fruncido.
—Tal vez haya dos capitanas este año —comentó la entrenadora con una sonrisa.
—¿Qué? ¡Por supuesto que no! —se quejó Barbi, claramente molesta.
—¡Muy bien, felicidades, Prince! Eres la nueva capitana del equipo —anunció la entrenadora, provocando aplausos por parte de las demás.
—¡Wow, sí, eso Diana! —gritó Dylan desde el fondo, animándola.
Diana se sonrojó rápidamente, cubriéndose el rostro con las manos.
—¡Uy! —exclamaron las chicas del equipo al ver su reacción.
—¡Suficiente de animar! ¡Vuelve a tu castigo, Kasady! —gritó la entrenadora, señalando al chico.
—Fue un accidente... bruja —murmuró Dylan mientras seguía trapeando.
Salón de Clases
Bárbara Minerva estaba en su pupitre, retocándose el maquillaje frente a un pequeño espejo.
—¡Buen trabajo, Barbi! —dijo la profesora, entregándole su examen—. No todos los días se ve un 100% en cálculo avanzado.
Barbi sonrió con arrogancia, pero la profesora continuó:
—Aunque... Diana sacó un 102% y Danny Grayson obtuvo un 110%. ¡Nuevo récord escolar!
Los aplausos se escucharon de inmediato. Barbi apretó el bolígrafo en su mano, casi rompiéndolo.
—Maldita sea... ahora ese tipejo también... —pensó con rabia.
Salida
Al finalizar las clases, Barbi llegó al estacionamiento y subió a su auto deportivo amarillo descapotable.
—¡Hola, chicas! ¡Fiesta en la piscina de mi casa! —anunció con entusiasmo.
—No creo, Barbi. Vamos a ayudar a Diana a decorar para el baile —respondió una de sus compañeras con una sonrisa.
—Nos vendría bien tu ayuda. Habrá camaradería y diversión —añadió Diana amablemente.
—¿Tu novio problemático también estará ahí? —preguntó Barbi con tono sarcástico.
—No... no, no, no. Dylan solo es mi mejor amigo —respondió Diana, tropezando con sus palabras.
—Ajá... —dijeron las chicas con picardía.
—Diana es el alma de la fiesta —bromeó otra compañera.
—¡Y nos está enseñando nuevos pasos de baile! —añadió otra, haciendo que Barbi frunciera el ceño.
Las risas continuaron mientras Barbi se alejaba, apretando el volante con fuerza.
—¡Ahhh! —gritó, pisando el acelerador mientras salía disparada de la escuela.
Carretera
En un semáforo, Barbi se detuvo junto a un Dodge Charger 1969 negro. Al girar la cabeza, vio a Dante y Zee dentro del vehículo.
—Interesante... puedo desquitarme con este perdedor —pensó Barbi, acelerando ligeramente.
—¿Por qué estoy aquí? —preguntó Zee, fastidiada.
—Después del desastre de los conejos mágicos, mi auto quedó lleno de pelo. Técnicamente eran tus conejos, así que me debes un favor —respondió Dante, con la mirada fija en el semáforo.
—Ahhh... —Zee suspiró, resignada.
Al escuchar el sonido del motor de Barbi, Dante sonrió.
—Es un reto.
—¡Dante, no! —gritó Zee, abrochándose el cinturón.
—Dante, sí.
El semáforo cambió a verde. Ambos autos salieron disparados, pero rápidamente el Charger tomó ventaja, dejando atrás el deportivo de Barbi.
De repente, un portal de fuego se abrió frente al Charger, absorbiéndolo y desapareciendo.
—¿Qué demonios fue eso...? —dijo Barbi, atónita.
El Charger emergió del portal en otra escuela.
—Creo... que nos teletransportamos —murmuró Dante, sorprendido.
Barbi continuó su camino hasta su mansión. Al llegar, bajó furiosa y se dirigió a una habitación cerrada con llave.
—Esto no me detendrá, papá... —susurró.
Con una patada, abrió la puerta y caminó hasta una vitrina llena de artefactos oscuros y tenebrosos.
—Demasiado rápido —dijo la chica, descartando una daga. —Demasiado humano —añadió, desechando una calavera con cuernos. —Demasiado cómico —comentó al observar un tótem, hasta que finalmente dirigió su mirada a una estatua dorada de un gato. Las dos esmeraldas que suplantaban los ojos de la estatua brillaron, captando de inmediato su atención.
—Diana Prince, señorita perfección. Danny Grayson, tonto sabelotodo. Dante Castle, estúpido chico malo —enumeró mientras tomaba la estatua entre sus manos. —Bien, tengo la solución perfecta para mis problemas. ¡Se las verán con Guepardo! Porque sentirán toda su ira… por garras y colmillos con poderío, tan rápido como el viento. ¡Eso sellará su destino! —gritó elevando la estatua por encima de su cabeza.
Nada ocurrió.
Frustrada, la chica arrojó la estatua contra el suelo.
—Qué gato de porquería —masculló antes de salir de la habitación.
Apenas cerró la puerta, los ojos de la estatua comenzaron a brillar de forma siniestra.
Al día siguiente...
Los chicos caminaban hacia el gimnasio mientras el cielo nublado anunciaba una inminente tormenta.
—¡Estoy tan emocionada de contarles lo que el comité decorador ha hecho! —dijo Diana con entusiasmo.
—Yo solo estoy emocionada por el baile —respondió Babs, sonriendo.
—Sí, han sido días raros y pesados… deteniendo villanos y ladrones, y enseñándole a Conner a ser, bueno, un adolescente normal —añadió Danny.
—Lo... siento —murmuró Conner con incomodidad.
—No te disculpes, amigo. Literalmente no sabías nada de este mundo —le respondió Jason con una palmada en el hombro.
—Hey, Jess, ¿moverás esas caderas? —preguntó Nick con tono juguetón.
—¿Alguna vez piensas en lo que dices? —dijo la chica, ruborizándose un poco.
—No, así soy yo, chiquita —contestó Nick encogiéndose de hombros.
—¿Y tú, Kara? Apuesto a que tienes unos pasos ocultos —dijo Jason, señalándola con una sonrisa desafiante.
—¡Oh, apuesta a que sí, Todd! —respondió Kara con una mirada retadora.
—¡Apúntenlo! Ayer, que estuve castigado, vi que se lucieron con la decoración —intervino Dylan con entusiasmo.
—¡Ah, es cierto! —dijo Karen mientras sacaba un par de auriculares y se los entregaba.
—¿Y esto? —preguntó Dante, curioso.
—Ya saben que soy sensible a los ruidos fuertes y a las frecuencias altas, pero con estos bebés ese problema se acabó. Si alguien pregunta, solo diré que tengo problemas de audición —explicó Dylan orgulloso.
—Wow, eso es genial —dijo Dante, impresionado, y luego miró a Karen. —Eres muy inteligente, Karen.
—Gracias —respondió ella con una leve sonrisa.
Zee hizo un puchero, cruzando los brazos.
—Yo también lo soy… —murmuró.
—¡La vamos a romper el viernes por la noche! —gritó Babs al entrar al salón. Sin embargo, se detuvo de golpe. —¿Woh?
—Parece que alguien ya lo rompió —comentó Kara, viendo las decoraciones destrozadas.
—No tiene gracia, Kara —dijo Jess, suspirando.
—Bueno, técnicamente no destrozaron la alfombra, solo los carteles —añadió Kara divertida.
Jason y Nick no tardaron en reírse.
—¡Jajajaja!
Conner, un poco confundido, los imitó.
—¡Jajajaja!
—No tiene gracia —repitió Jess, frunciendo el ceño.
—¿Y por qué se están riendo? —preguntó Kara con una sonrisa divertida.
—Conner no conoce bien este mundo. Es normal que intente encajar. Nick y Jason… bueno, su sentido del humor es como el de un niño de cinco años —explicó Jess con resignación.
Diana se acercó lentamente a uno de los carteles rasgados, pasando los dedos por las marcas.
—Tal vez no debimos contratar a una banda que tocara tan fuerte para el baile —comentó Kara, provocando otra carcajada general.
—¡Kara! —se quejó Jess, molesta.
Un relámpago iluminó el cielo y los estudiantes se dirigieron a sus clases.
Vestidores femeninos
Diana avanzó por los vestidores, un poco cabizbaja. Sacó su traje de gimnasia del casillero y, al cerrarlo, notó un arañazo en la puerta. Su corazón se aceleró mientras pasaba los dedos sobre la marca. De repente, una figura veloz pasó a su lado, sobresaltándola. Miró a su alrededor, pero no pudo ver nada.
Pasillos
Mientras tanto, en los pasillos, los chicos recogían los restos de los carteles destruidos.
—Vamos, apurémonos antes de que piensen que los boletos están en oferta —bromeó Kara, dejando caer pedazos de papel en una bolsa de basura.
—¡Jajajaja! —rieron de nuevo Jason, Nick y Conner.
—¡Kara! —gruñó Jess.
De repente, un grito se escuchó desde los vestidores femeninos.
—¡Ahhh!
Todos corrieron hacia la puerta, pero Zee se apresuró a bloquearles el paso.
—¡Lo siento, vestidores femeninos! —exclamó.
—¿En serio? ¡Podría ser una emergencia! —protestó Danny.
—Dante, cuando Zee salga, usa tu extraña suerte —dijo Nick, cruzándose de brazos.
—Tranquilo, se activará en cualquier momento —respondió Dante con una sonrisa confiada.
—¿Suerte? —preguntó Conner, intrigado.
—Por alguna razón, cada vez que Dante y Zee están cerca, algo pasa. Terminan en situaciones vergonzosas o comprometedoras. Y parece que afecta a cualquiera que toque —explicó Jason.
—Como lo de los conejos en el parque —recordó Conner.
—Exacto.
Un ruido estridente interrumpió la conversación.
—¡Argh! —gritaron Dylan y Conner cuando la alarma contra incendios comenzó a sonar.
Todos evacuaron el edificio mientras los profesores guiaban a los estudiantes.
—¿Están bien? —preguntó Kara, saliendo de los vestidores.
—Nosotros sí —respondió Jason—, pero a Conner y Dylan les afectó un poco.
—Upps, siempre se me olvida —dijo Supergirl.
—Degenerada —dijo Dylan, molesto, mientras la masa simbiótica empezaba a cubrirlo, transformándose en Spider-Carnage.
Rápidamente, Danny cambió su ropa por su traje de Red X, Jason sacó su traje y casco rojo, transformándose en Red Hood. La piel de Nick empezó a volverse blanca como el marfil, sus orejas y colmillos se alargaron, su cabello creció un poco, su nariz se acható, parecida a la de los murciélagos, y las uñas de sus pies y manos se alargaron como garras. Conner sacó de su bolsillo un antifaz negro y cambió su camiseta por una de color negro con el logo de Superman en rojo.
Justo en ese momento, la luz se fue.
—Wow, qué cliché —dijo Dante.
—Ok, equipos, sepár- —dijo Wonder Woman, pero fue interrumpida por Red X.
—Lo siento, Wonder Woman, pero no nos separaremos. Le sería más fácil a lo que sea que está con nosotros atraparnos uno por uno. Es mejor ir en equipos de dos —dijo Red X.
—Además, en las películas, siempre que los protagonistas se separan, los atrapan uno por uno —añadió Batgirl.
—Hagamos esto al azar —propuso Red Hood, mientras sacaba una pequeña bolsa con papeles doblados.
Tras sacar los nombres, los equipos quedaron formados:
• Batgirl y Red X.
• Wonder Woman y Spider-Carnage.
• Red Hood y Supergirl.
• Superboy y Bumblebee.
• Green Lantern (Jess) y Morbius.
• Ghost Rider (Dante) y Zatanna.
Zatanna frunció el ceño al ver su nombre junto al de Dante.
—¿Por qué siempre me toca contigo? —se quejó, claramente disgustada.
Dante se encogió de hombros y la miró con su característica sonrisa tranquila.
—Míralo de esta forma: sucede tan a menudo que ya podríamos considerarlo una ley del universo.
Zatanna rodó los ojos y suspiró con resignación.
—Solo... no hagas nada raro —advirtió.
—¿Yo? Jamás —dijo Dante con falsa inocencia, lo que no hizo más que aumentar la desconfianza de Zatanna.
Biblioteca
Green Lantern y Morbius caminaban por la biblioteca, Green Lantern iluminaba el camino con una pequeña linterna.
—Hey Nic- —dijo Green Lantern, siendo interrumpida.
—Morbius —la corrigió The Living Vampire.
—Ya sé, pero estamos solos, no hay nadie —respondió Green Lantern.
—Bueno, tienes un punto —dijo Morbius, usando su ecolocación.
—¿Tienes algo? —preguntó Green Lantern.
—Nada... —dijo Morbius, confundido—. Se supone que nada escapa de mi ecolocación.
—Tal vez estás estresado —dijo Green Lantern.
—Miau —se escuchó detrás de Morbius.
Rápidamente se voltearon, pero no vieron nada.
—¿Qué carajo? —dijo Morbius.
Detrás de una estantería, se volvió a escuchar:
—Miau.
—¡Grrrr! —se escuchó un gruñido.
Repentinamente, una criatura felina se arrojó contra Morbius, comenzando una pelea de arañazos. Asustada, Green Lantern creó un martillo verde, con el que, por accidente, golpeó a Morbius.
—¡Morbius! —dijo, acercándose a él—. ¿Estás bien? —preguntó, mirándolo de cerca.
—Detrás... de ti... —dijo el vampiro, adolorido.
—¡Ahhh! —gritó Green Lantern cuando la bestia se arrojó contra ellos.
Con Red X y Batgirl
Los dos caminaban por los pasillos. Batgirl tenía la mirada fija en un rastreador, observando la señal de todos, cuando de repente, la señal de Green Lantern y Morbius desapareció.
—Esto es raro —dijo Batgirl, temerosa—. La señal de Green Lantern y Morbius desapareció. —De repente, un punto rojo desconocido se mostró en el rastreador—. ¡Se acerca a nosotros!
Un pequeño ruido se oyó detrás de ellos, lo que ocasionó que Batgirl lanzara un batarang.
—Tranquilízate, Batgirl. Yo derecha, tú izquierda —dijo Red X. Ella asintió, y ambos se colocaron espalda con espalda, esperando a la criatura.
—La señal se fue —dijo Batgirl, viendo su rastreador, en el cual apareció una luz roja—. ¡Está sobre nosotros! —gritó Batgirl.
—¡Grrrr! —gruñó la criatura, arrojándose hacia Batgirl.
—¡Ahhh! —gritó Batgirl al sentir cómo la criatura rasgaba parte de su máscara, hiriéndola en el proceso.
—¡Maldición! —gritó Red X, lanzándole una X explosiva a la criatura, la cual logró esquivarla. Rápidamente, la criatura se escondió en las sombras.
—En serio, usas las sombras... —dijo Red X, sacando dos X eléctricas de sus guantes—. ¡Yo luchaba en Gotham! —gritó mientras corría hacia la criatura.
Este esquivó un zarpazo, pero Red X le dio un golpe en el costado. Su piel era dura, por lo que no le causó mucho daño. La criatura alzó su otra garra, casi golpeando su rostro. Red X se inclinó hacia adelante, tomando su X y adoptando una posición de salto. Saltó hacia la criatura, lanzándole una ráfaga de electricidad, lo que la hizo salir corriendo. Red X le lanzó otra X, pero la criatura la esquivó, huyendo por las ventilas.
—¡Mierda! —gritó Red X, dándose la vuelta—. ¡Babs! —dijo, dirigiéndose a la chica, quien estaba tendida en el suelo.
—No te preocupes, estoy bien —dijo Batgirl, tapándose la herida en el rostro—. Auch... —murmuró.
Red X suspiró.
—Quédate quieta, ¿ok? —dijo, sacando un spray y acercándose a ella. Cuando Red X se puso en posición para usar el spray, no notó que sus rostros estaban muy cerca, lo que hizo que Batgirl se sonrojara.
—Listo. Lo que te di es mi propia mezcla. Sana las heridas faciales más rápido —dijo, haciendo que Batgirl tomara un batarang y mirara su reflejo, fascinada por cómo la herida sanó sin dejar cicatriz.
—Wow —dijo la chica antes de recordar—. ¡Espera! ¿Y los demás?
—Tranquila, los demás están bien. Carnage, Wonder Woman, Supergirl, Red Hood, Ghost Rider, Zatanna, Superboy y Bumblebee. Quizás Bumblebee sea retirada de la pelea, pero los demás están bien —respondió Red X.
—Tienes razón —dijo Batgirl, notando algo en su traje—. Aunque deberíamos buscar un salón para reparar algo...
—¿Algo como qué? —preguntó Red X, antes de notar que la criatura, además de romper la máscara de Batgirl, también había rasgado parte del traje en el hombro y el pecho, revelando el sostén que llevaba. Era de gatitos, y su abdomen también estaba parcialmente visible—. Mierda... Bien, vamos —dijo, haciendo que Batgirl se sintiera algo apenada.
Con Supergirl y Red Hood
Ambos caminaban por los pasillos cercanos a la oficina del director. El silencio era interrumpido únicamente por el eco de sus pasos y la tenue luz de emergencia parpadeaba, creando sombras inquietantes en las paredes.
De repente, el estómago de Red Hood rugió.
—Ay, tengo hambre —dijo mientras vigilaba los alrededores.
Supergirl soltó una pequeña risa. —Ven, sígueme —dijo, tomando su brazo con confianza.
Lo llevó hasta su casillero y, tras abrirlo, sacó una pequeña caja con galletas.
—Toma, estas siempre me salvan —le ofreció.
—Gracias —aceptó Red Hood, retirando la parte de su casco que cubría su boca.
Supergirl también tomó una galleta y comenzó a comer mientras se apoyaba en los casilleros.
—Siempre guardo algo, por si me da hambre —comentó con naturalidad.
Red Hood la observó de reojo mientras comía. —Sí... eso se nota —murmuró, haciendo un gesto hacia la figura de Supergirl.
La chica dejó de masticar y lo miró con el ceño fruncido, pero un leve sonrojo cruzó su rostro.
—¿Y eso qué significa? —preguntó con tono desafiante.
—Nada, nada —respondió rápidamente Red Hood, tratando de disimular.
—Si tienes un problema con cómo me veo, dilo de una vez —se acercó, cruzando los brazos y mirándolo de cerca.
—En realidad... te ves bien —respondió Red Hood, volviendo a colocar la parte del casco sobre su rostro.
Supergirl se quedó en silencio por unos segundos, sintiendo que su rostro se calentaba. —Ah... gracias. Hey, Jason... a ti te gus—
Antes de terminar, un fuerte "crash" y el sonido de algo rasguñando metal interrumpió la conversación.
—Dejemos esto para después, Kara. Vamos —dijo Red Hood, corriendo hacia el origen del estruendo. Supergirl lo siguió de inmediato.
—¿Puedes ver en la oscuridad? —preguntó él mientras avanzaban.
—Sí, pero uso visión infrarroja —respondió Supergirl, activando su habilidad. Su mirada recorrió el pasillo, detectando varias firmas de calor. —Hay doce firmas... espera, ¿trece? —se detuvo bruscamente.
Red Hood frunció el ceño. —¿Treinta?
—No... somos doce en total. Hay una firma extra... —Supergirl estaba alerta, su visión seguía fija en el pasillo.
—Vamos, hay que avisar a los demás. —Red Hood comenzó a girarse cuando escuchó un desgarramiento detrás de él.
—¡Ahhh! —gritó Supergirl mientras se sujetaba la falda, que había sido rasgada por detrás.
En un movimiento veloz, Red Hood sacó sus pistolas y disparó hacia donde vio moverse algo. El destello de las balas iluminó lo suficiente para revelar brevemente a la criatura antes de que desapareciera.
—¡Kara, qué— —Su voz se detuvo cuando notó el estado de Supergirl. La falda había quedado prácticamente destruida, dejando a la vista su ropa interior carmesí. —Son rojas...
Supergirl notó su mirada y, con rapidez, se quitó la capa para atarla alrededor de su cintura, improvisando una falda.
—¡¿Qué miras?! —exclamó, con el rostro ardiendo de vergüenza.
Red Hood desvió la mirada de inmediato. —Nada... mejor deberíamos seguir.
—¡Grrrr! —El rugido de la criatura resonó de nuevo.
Red Hood disparó mientras esquivaba ágilmente los ataques de la bestia. Supergirl intentó golpearla, pero su capa improvisada casi se soltó de nuevo.
—¡Esto no funciona! —gruñó, sosteniendo la capa con una mano mientras intentaba luchar.
Red Hood tenía a la criatura en la mira. Disparó, pero la bala rebotó en su dura piel. Desviada, la bala impactó la cabeza de Supergirl.
—¡Ay! —se quejó ella, sobándose. —¡¿Jason, qué carajo?!
—¡Vamos, eres a prueba de balas! Sabía que no te haría daño —se defendió Red Hood.
—No voy a seguir así —dijo ella, señalando su improvisada falda. —Ayúdame a encontrar algo para ponerme y ¡no te atrevas a mirar!
—Está bien, está bien... —suspiró Red Hood, siguiéndola.
A medida que caminaban, Jason intentaba mantener la vista al frente.
—Demonios... siempre supe que tenía una buena figura, pero esto es demasiado —pensó mientras luchaba por mantener su concentración.
—Jason, ese salón está libre. Vamos a ver si hay algo ahí —dijo Supergirl, guiándolo.
—Demonios... —volvió a pensar él, mientras la seguía sin discutir.
Ghost Rider (Dante) y Zatanna
—¿Por qué no estás transformado? —preguntó Zatanna mientras caminaban por la cafetería, observando de reojo el entorno.
Dante se encogió de hombros con una sonrisa burlona. —No queremos atraer su atención con un fósforo andante, ¿verdad?
Zatanna frunció el ceño. —Sabes, podrías ser más amable.
Dante soltó una leve risa, pero justo en ese momento, un trueno retumbó por todo el lugar.
—¡Hiiiip! —chilló Zatanna, sobresaltada.
Sin pensarlo, se abrazó del brazo de Dante, apretándolo con fuerza. El cazador de demonios la miró de reojo y dejó escapar una sonrisa maliciosa.
—¡Vaya, vaya! ¿Quién diría que la gran Zatanna le teme a los rayos? —bromeó, disfrutando de la situación.
—¡¿Acaso ya no puedo tenerle miedo a algo?! —replicó ella con el rostro ligeramente sonrojado, aferrándose aún más.
Dante levantó las manos en señal de rendición. —Ah, no, no... Yo solo decía...
Otro rayo iluminó el cielo seguido de un estruendo más fuerte.
—¡Ahhh! —gritó Zatanna, pero esta vez levantó las manos y comenzó a lanzar ráfagas de magia descontroladamente en varias direcciones.
—¡Hey, Zee! ¡Tranquila, soy yo! —dijo Dante, esquivando una de las ráfagas mientras la sujetaba por la muñeca con suavidad.
Zatanna lo miró, respirando agitadamente.
—Vas a electrocutar a todos antes de que el rayo siquiera caiga —se burló él, guiñándole un ojo.
Ella apartó la mirada, cruzando los brazos y soltando el agarre. —No es mi culpa que me asusten estas cosas.
Dante se encogió de hombros otra vez. —No te preocupes, Zee. Si pasa algo, tienes a un infierno viviente de tu lado.
—Eso no es precisamente tranquilizador... —murmuró, pero una leve sonrisa se dibujó en su rostro mientras continuaban caminando.
Zatanna lo miró, respirando agitadamente, mientras la magia que había lanzado poco a poco se disipaba en el aire.
—Vas a darle a todos antes de que el rayo siquiera caiga —se burló Dante, guiñándole un ojo.
Ella apartó la mirada, cruzando los brazos y soltando el agarre con cierta vergüenza.
—No es mi culpa que me asusten estas cosas... —murmuró, pero justo en ese momento otro trueno retumbó, iluminando el pasillo con una luz intensa.
Zatanna reaccionó de inmediato, abrazándose de nuevo a Dante y alzando la vista hacia él con temor reflejado en sus ojos.
—Dante... —susurró, apretándose más contra él— Tengo miedo. No quiero terminar como esas chicas de las películas de terror... ¡Maldición! ¿Por qué Babs tenía que mencionarlas?
Dante arqueó una ceja, observando su expresión vulnerable.
—¿Ella...? Nunca se comporta así conmigo... —pensó, notando lo cerca que estaban sus rostros.
—Ah, tranquila. Solo debemos eliminar a la criatura y listo —dijo con su típica sonrisa confiada, aunque nerviosa.
—Esa sonrisa da miedo... pero gracias —dijo Zatanna con una leve risa, aunque su agarre no se aflojaba.
Sin previo aviso, algo se movió en las sombras detrás de ellos. Antes de que Zatanna pudiera reaccionar, sintió un tirón repentino. Un rasguño invisible desgarró la parte trasera de su traje, rompiendo también su sostén.
Con un suave pero audible desgarro, su pecho quedó expuesto.
Dante se giró al escuchar el sonido, y sus ojos se abrieron como platos. Su rostro se tornó rojo mientras una sonrisa nerviosa se dibujaba en sus labios.
—T-te-tet... ¡TETAS! —gritó sin filtro, congelado por la impresión. Por un instante, sintió que contemplaba los secretos del universo.
—¡NO LO DIGAS! —gritó Zatanna, cubriéndose rápidamente con ambas manos mientras su rostro se encendía de vergüenza.
—¡Lo siento! ¡Mal día para no traer chaqueta! —exclamó Dante mientras, sin perder tiempo, invocaba sus llamas y se transformaba en Ghost Rider.
La criatura que los acechaba aprovechó el caos y lanzó sillas y mesas en su dirección. Ghost Rider agitó su cadena con furia, destruyendo los proyectiles mientras Zatanna, aún cubriéndose, lanzaba un rayo con una mano, pulverizando una de las mesas que volaba hacia ellos.
—¡Zee, cúbrete detrás de mí! —gruñó Ghost Rider, bloqueando un nuevo ataque con su cuerpo.
La criatura, veloz pero torpe, intentó acercarse, pero Ghost Rider la recibió de frente. Los arañazos rebotaron en su esqueleto ardiente, sin causarle el menor daño.
—Mi turno... —susurró Dante con una sonrisa macabra, y de un fuerte puntapié, arrojó a la criatura contra una pared, abriendo un agujero en el concreto.
Pero la criatura aprovechó la distracción para huir.
Dante, aún con el fuego apagándose en su cuerpo, se destransformó y se volvió hacia Zatanna.
—¿Estás bien? —preguntó con una leve sonrisa, pero al verla aún cubriéndose, se giró rápidamente.
—Sí, pero... —Zatanna bajó la voz y su sonrojo se intensificó— ¡No mires!
—Claro, claro... No estoy mirando —dijo Dante, llevándose una mano a la nuca mientras mantenía la vista en cualquier dirección menos hacia ella—. Aunque, sinceramente, deberías considerar traer repuestos.
—¡Cállate y busca algo para taparme! —gritó Zatanna, cruzándose de brazos para cubrirse mientras lo miraba con furia.
—Solo tengo estas —dijo Dante, levantando las manos en señal de inocencia, con una sonrisa despreocupada.
Zatanna lo fulminó con la mirada.
—¡¿Qué quieres que haga con tus manos, Dante?!
—No lo sé... ¿tal vez usarlas de cortina? —bromeó él, encogiéndose de hombros con una ligera sonrisa.
—¡No es gracioso! —espetó Zatanna, agachándose ligeramente, lo suficiente como para intentar ocultarse sin perder toda su dignidad.
Dante soltó una leve risa, pero al ver la incomodidad en su rostro, suspiró. Se dio cuenta de que la situación no era tan divertida como había pensado.
—Está bien, está bien… —murmuró, llevándose una mano a la frente mientras miraba alrededor. —Vayamos al salón del club de teatro. Seguro que tienen algo ahí para cubrirte.
—¿Por qué un club de teatro? —preguntó Zatanna, levantando una ceja mientras seguía con la vista fija en él.
—¿Crees que los vestuarios aparecen de la nada? —dijo Dante con tono obvio, mientras comenzaba a caminar, señalando con la cabeza. —Ahí seguro tienen túnicas, capas... cosas que sirven para cubrirse.
Zatanna apretó los labios, molesta, pero no dijo nada más y lo siguió, sujetando con fuerza los restos de su traje que aún quedaban.
El pasillo estaba en penumbra, solo iluminado por las luces de emergencia y los destellos ocasionales de relámpagos que se colaban por las ventanas. El aire estaba cargado de una tensión palpable.
Cuando llegaron a la puerta del salón del club de teatro, se encontraron con Red X y Batgirl, quienes también parecían haber tenido problemas con sus trajes.
Batgirl tenía su traje desgarrado a la altura del pecho, cubriéndose con los brazos para evitar más vergüenza.
—¿A ti qué te pasó? —preguntó Zatanna, aún cubriéndose con ambas manos.
—La criatura rompió mi traje —respondió Batgirl con el ceño fruncido, mirando a la chica.
—Genial, estamos formando un club de “víctimas del desgarro de ropa” —soltó Dante con sorna mientras abría la puerta del salón de un empujón.
—No bromees con esto... —murmuró Zatanna, entrando rápidamente al salón, ignorando las risas de Dante.
Dentro del salón, la escena era aún más peculiar.
Supergirl estaba sentada en una silla, con las piernas cruzadas, mientras Red Hood se encontraba de pie detrás de ella, sosteniendo la capa de la kryptoniana alrededor de su cintura para cubrirla.
—Adivinaré... la criatura también —dijo Red Hood, con una expresión que mezclaba resignación y cansancio.
—Aghhh... —gimió Supergirl, dándole una mirada molesta a Red Hood. —Fue accidental, lo juro —añadió él rápidamente, levantando una mano en señal de inocencia.
Dante se apoyó contra el marco de la puerta, cruzándose de brazos, observando la situación con una sonrisa traviesa.
—Bueno, al menos no soy el único con problemas... —comentó mientras observaba a su alrededor.
—¡Dante, deja de mirar y busca algo ya! —gruñó Zatanna, avanzando entre bastidores del club de teatro, tratando de no llamar la atención.
—Voy, voy... —respondió Dante, con una expresión burlona, comenzando a revisar junto a Red X una caja llena de disfraces.
En ese momento, la puerta del club se abrió de golpe, revelando a Green Lantern y Morbius. Green Lantern sostenía con fuerza sus pantalones, como si intentara evitar que se cayeran.
—¿Ustedes también? —preguntó Morbius, con una mirada entre divertida y sorprendida.
—Sí —respondieron todos al unísono, con una mezcla de molestia y resignación.
Green Lantern se quedó en el umbral de la puerta, mirando a su alrededor con una expresión confundida.
—Parece que todos estamos pasando por lo mismo —comentó, ajustándose los pantalones con una mano mientras intentaba no hacer demasiada atención a la situación incómoda.
Morbius, con su semblante serio, echó un vistazo a los demás, sus ojos rojos brillando a la luz tenue del lugar.
—Esto es un caos. ¿Realmente tenemos que seguir luchando contra esa criatura en estas condiciones? —preguntó, como si estuviera considerando si la misión valía la pena.
Zatanna, aún cubierta con la túnica, cruzó los brazos, visiblemente frustrada.
—¿Acaso no lo hemos decidido ya? ¡Hay que detener a esa criatura, no importa cómo! —dijo, con tono autoritario, sin poder evitar soltar una leve risa irónica por la ironía de la situación.
Red X suspiró, mirando a todos los presentes.
—Parece que la pelea va a ser más difícil de lo que pensaba... No es solo la criatura a la que tenemos que enfrentarnos, sino todo esto —dijo, señalando las prendas rotas de todos los presentes, con una sonrisa entre burlona y resignada.
Morbius se cruzó de brazos, observando a la chica que aún intentaba ajustar su ropa y a Green Lantern que parecía tener más problemas con sus pantalones que con el monstruo.
—De verdad... ¿todos estamos en el mismo barco? —comentó con un tono mordaz.
Green Lantern asintió con firmeza, aunque su rostro reflejaba un toque de desesperación.
—Parece que sí —respondió, haciendo un gesto con la cabeza hacia la puerta—. Y no podemos dejar que esa cosa siga destruyendo todo.
Dante se levantó de la caja de disfraces, mirando a sus compañeros con una sonrisa irónica.
—Bueno, al menos tenemos algo de equipo, aunque sea un poco... peculiar.
—¡Ahhh! —se escuchó un grito a lo lejos.
—¡No hay tiempo, pónganse esto! —gritó Red Hood, arrojando unas prendas blancas hacia todos.
—¡Los que estén en condición de pelear, síganme! —ordenó Red X mientras salía rápidamente del salón, seguido por los chicos, dejando a las chicas atrás.
Tres minutos antes...
Wonder Woman y Spider-Carnage caminaban por el gimnasio, charlando tranquilamente.
—Vaya clima —comentó Spider-Carnage, mirando las nubes oscuras que se acumulaban en el cielo.
—Ya lo creo —respondió Wonder Woman, mirando a su alrededor, notando la tensión en el aire.
—Oye, ¿qué tal si vemos una película hoy a las 7? —propuso Spider-Carnage, mirando a la amazona con una sonrisa—. Si no me equivoco, hoy estrenan la última parte de ¡La furia de los dioses!
—¡Claro, me encantan esas películas! —respondió Wonder Woman, sonrojándose un poco ante la idea.
De repente, un grito desgarrador resonó por el gimnasio.
—¡Ahhh!
—Dejemos eso para después —dijo Wonder Woman, rápidamente poniéndose alerta y corriendo hacia el origen del grito.
Cinco minutos antes...
Superboy y Bumblebee caminaban por la bodega deportiva.
—Esto es incómodo —pensó Conner mientras caminaba junto a Bumblebee, que volaba a su lado en su tamaño de abeja, esquivando objetos y estantes.
De repente, la criatura saltó sobre Superboy, quien apenas tuvo tiempo de reaccionar.
—¡Ahhh! —gritó Superboy, dándole un fuerte golpe a la bestia, que retrocedió a regañadientes ante el impacto.
—¡Ahhh! —gritó Bumblebee, viendo cómo la criatura se acercaba peligrosamente a ella.
Superboy, sin pensarlo dos veces, se interpuso entre Bumblebee y la criatura, propinándole un poderoso golpe que lanzó al monstruo hacia atrás, alejándola de su compañera.
Justo en ese momento, los otros chicos llegaron al lugar.
—¡Está bien! —gritó Wonder Woman al ver la escena, aliviada al ver que ninguno de ellos había salido herido, pero su expresión seguía tensa.
—¡Déjalos ahora! —gritó Spider-Carnage, transformándose rápidamente. La criatura salió de las sombras, revelando a una figura femenina y felina de ojos verdes brillantes. Era una...
—¿Una Cheetah? —dijo Wonder Woman, algo extrañada, mientras la criatura escupía a Bumblebee y se lanzaba hacia ellos con una velocidad impresionante.
—¡Es tu fin, maldito gato de mierda! —gritó Ghost Rider, encendiendo su cadena y lanzándola hacia la criatura.
—¿Ghost Rider? —preguntó Superboy, sorprendido al ver al héroe.
—¡No soy el único! —gritó Morbius, moviéndose como una sombra a gran velocidad. Se lanzó contra Cheetah, tacleándola y estrellándola contra la pared.
—¿Y los demás? —preguntó Superboy, mirando a su alrededor.
—¡Aquí! —gritaron Red X y Red Hood, entrando corriendo por la puerta. Red X lanzó dos X explosivas, obligando a Cheetah a retroceder. Mientras tanto, Red Hood se acercó y comenzó a golpearla con sus puños. Ella intentó defenderse, rasguñándole la cara, pero de repente un lazo dorado la detuvo.
—¡No lo harás! —gritó Wonder Woman, mientras sujetaba a Cheetah con el Lazo de la Verdad.
Red Hood aprovechó la oportunidad y comenzó a golpearla en el estómago. Sacó sus pistolas, pero al verlas, Cheetah comenzó a correr hacia Diana, quien se preparó para enfrentarse a ella. Sin embargo, Cheetah saltó sobre Wonder Woman, esquivando sus golpes, y se alejó rápidamente. Justo en ese momento, dos X le dieron de lleno y explotaron, causando que Cheetah tambaleara.
De repente, una figura la tacleó con fuerza.
—¡Ahora! —gritó Morbius, mordiendo a Cheetah y succionando su sangre.
—¡GRRR! —rugió Cheetah con furia, mordiéndole el cuello a Morbius. Él la dejó ir momentáneamente, pero antes de que pudiera reaccionar, Cheetah fue atrapada por una cadena y un lazo, mientras Wonder Woman y Ghost Rider la acercaban a ellos.
Ambos héroes la golpearon con fuerza, mandándola a volar directamente hacia los vestidores.
—Yo iré —dijo Wonder Woman, corriendo hacia los vestidores.
—¿Y qué pasa con Green Lantern, Supergirl, Batgirl y Zatanna? —preguntó Bumblebee, mirando a su alrededor con algo de preocupación.
—Bueno... —dudó Red Hood, claramente incómodo.
—No lo digas... —interrumpió Supergirl, y todos se voltearon. Nik, Dylan y Dante se destransformaron y vieron a las chicas en un estado algo peculiar.
—¿Por qué están vestidas como novias de boda? —preguntó Dante, mirando a Zatanna, quien intentaba evitar la mirada de todos.
—Después de muchos intentos, encontramos un armario, y solo había eso en nuestras tallas —explicó Zatanna, mirando al suelo, claramente avergonzada.
—Jess, Zee, ¿acaso ustedes no pudieron arreglar sus trajes usando sus poderes? —preguntó Bumblebee, algo confundida por cómo se veían las chicas. Jess y Zatanna estaban a punto de decir algo, pero ambas se palmearon la cara, resignadas.
—¿Y el ramo? —preguntó Red X, mirando a Batgirl, quien sostenía un ramo de flores con una sonrisa nerviosa.
—Es que combinaba con el vestido —respondió Batgirl, sonrojándose un poco.
En los vestidores
Wonder Woman entró rápidamente en los vestuarios femeninos, buscando a su amiga. Al principio, no la vio, pero luego encontró a una Barbara, que parecía ser una versión de "Barbie", con varios rasguños y visiblemente aturdida. Diana se acercó con rapidez y le ofreció su ayuda.
—¡Bárbara! —gritó Diana, preocupada. —¿Qué pasó?
—Diana, yo... liberé a Cheetah —dijo Barbara, mirando a Diana con ojos llenos de arrepentimiento.
—¿Por qué? —preguntó Diana, ayudando a Barbara a sentarse mientras la observaba con una expresión preocupada.
—Estaba celosa de ti... de ese chico nuevo, el novio de Zatara, y de ese chico que te aplaudió. Estaba tan celosa de ustedes... —dijo Barbara, las palabras saliendo apresuradamente de su boca, como si intentara justificar sus acciones.
Diana suspiró profundamente, sentándose junto a ella y poniéndole una mano en el hombro con ternura.
—No tienes que estar celosa de mí ni de ellos. Lo logrado por una persona no debe opacar a los demás. Y algún día alguien sentirá algo especial por ti. Los celos son simplemente un monstruo de ojos verdes que deberías dejar ir. Todos tenemos algo único que ofrecer al mundo, Barbara. No necesitas compararte con nadie —dijo Diana, su voz llena de comprensión.
Barbara, tocada por las palabras de su amiga, dejó que unas lágrimas cayeran de sus ojos.
—Tienes razón —dijo Barbara, mientras las lágrimas caían suavemente, pero una pequeña sonrisa comenzaba a formarse en su rostro.
"CLANK" —se escuchó un chirrido de metal.
—La Cheetah... —dijo Diana con seriedad, tensando los puños.
—¡Solo ve, Diana! Estaré bien, solo ve —gritó Barbara, haciendo un gesto para que se fuera.
Diana asintió con firmeza y salió corriendo, dejando a Barbara atrás para cambiarse de ropa rápidamente.
Afuera
Wonder Woman salió de los vestidores, encontrándose con su equipo, todos vestidos de blanco.
—¿Qué pasó aquí? —preguntó, arqueando una ceja mientras observaba los trajes improvisados.
—Cheetah rompió sus trajes, y esto es lo único que encontraron —resumió Red X con indiferencia, señalando los vestidos de boda y camisas blancas que llevaban puestos.
Diana suspiró y cruzó los brazos.
—¿Qué hay de Cheetah? ¿Se fue? —preguntó Batgirl, tirando suavemente del vestido que llevaba, intentando que no se notara tanto.
—Sí, pero seguramente nos volveremos a encontrar —dijo Wonder Woman, con el ceño fruncido.
Hubo un breve silencio incómodo hasta que Jason se quitó el casco y se acercó a Kara con una sonrisa despreocupada.
—Ni modo, ¿vamos por un helado? —sugirió con aire casual.
—Ah, seguro —respondió Kara, siguiéndolo sin recordar que seguía usando el vestido de novia.
Mientras ambos se alejaban, Danny miró a Batgirl y se encogió de hombros.
—¿Quieres… no sé, ir a comer algo?
—B-bueno —tartamudeó Barbara, sonrojándose mientras olvidaba completamente que también llevaba un vestido blanco.
A unos pasos, Nick se acercó a Jessica.
—¿Te llevo?
—Puedo irme sola —respondió Jess con firmeza, cruzándose de brazos.
Nick la miró de reojo y sonrió con picardía.
—A ver, ¿puedes moverte tan rápido que nadie te note? Porque si no, vas a necesitar algo más que voluntad para no llamar la atención vestida así.
Jessica suspiró, resignada, y se aferró a su brazo.
—Más te vale no hacer comentarios —dijo, pero sus gritos resonaron cuando Nick aceleró y ambos desaparecieron en segundos.
Conner miró a Karen, aún algo confundido.
—¿Y nosotros qué hacemos?
Karen sacó un panfleto de una tienda de refacciones y se lo mostró.
—Necesito conseguir piezas nuevas. ¿Me acompañas?
Conner asintió con una leve sonrisa.
—Está bien. Vamos.
Ambos se alejaron tranquilamente mientras el resto del equipo se dispersaba.
Dylan se acercó a Diana y le dio un suave codazo.
—¿Nos vamos ya a ver La furia de los dioses?
—¡Claro! —respondió Diana, animada.
Mientras todos se iban, Dante y Zatanna quedaron atrás.
—Bueno, parece que solo somos tú y yo —dijo Dante con una sonrisa traviesa, cruzándose de brazos mientras miraba a Zatanna—. Por lo que recuerdo, me debes un favor.
Zatanna se puso nerviosa al instante y dio un paso hacia atrás.
—Eso es cierto… ¿No puedes cobrar ese favor en otro momento?
—Lo siento, pero no —dijo Dante con aire despreocupado.
Antes de que Zatanna pudiera reaccionar, Dante la tomó en brazos, cargándola en estilo nupcial.
—¡¿Era necesario tomarme de forma tan vergonzosa?! —gritó Zatanna, su rostro completamente rojo.
—No —respondió Dante con una sonrisa—. Pero es divertido.
—¡Dante, bájame ahora mismo o te convertiré en conejo!
—¡Demasiado tarde! Vamos a recoger a Shaun.
Zatanna, aún protestando, no tuvo más opción que aferrarse a él mientras Dante se alejaba, disfrutando claramente de la situación.
En los vestidores
Barbara se inclinó sobre el lavabo, dejando que el agua fría corriera por sus manos antes de salpicar su rostro. Respiraba con dificultad, sintiendo cómo el sudor y la tensión se acumulaban en su cuerpo.
Miró su reflejo en el espejo. Su cabello estaba despeinado, y su rostro mostraba pequeñas marcas y rasguños dejados por la batalla. Pero lo que más llamó su atención fueron sus ojos.
Un leve destello dorado atravesó sus iris por un segundo.
—¿Por qué debería dejar ir al monstruo...? —susurró, con la voz temblorosa mientras tocaba el espejo con los dedos.
Sus ojos volvieron a cambiar. Ahora un brillo verdoso los cubría por completo.
—Ahahaha... ¡Ah! —jadeó y apretó su hombro derecho con fuerza, como si algo la estuviera quemando por dentro.
El reflejo comenzó a distorsionarse, y por un instante, la imagen de Cheetah apareció en el espejo, sonriendo con malicia.
—Esos chicos... me la pagarán. Todos lo harán —susurró Barbara, su voz temblorosa transformándose en un tono más grave y áspero.
Lentamente, las marcas de sus heridas comenzaron a desvanecerse. Rasguños que deberían haber tardado días en sanar desaparecían en cuestión de segundos.
Una sonrisa oscura se dibujó en sus labios mientras se enderezaba y volvía a mirar al espejo.
—Pronto...
Las luces del vestidor parpadearon y el ambiente se tornó denso y pesado. Barbara giró la cabeza hacia la puerta, como si sintiera una presencia cercana.
Sin decir nada más, se ajustó el cabello y salió del vestidor con paso tranquilo, pero con la mirada encendida por un resplandor depredador.
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