23.

Este es un episodio algo fuerte. Me gustaría advertir: desde este capítulo en adelante, las agresiones violentas, serán explicadas con detalle, las escenas dolorosas/angustia son explicadas de forma gráfica y varias cosas que pueden incomodar. Me gustaría decir, que llegan a dar una sensación de nauseas, ya que soy alguien que se considera sensible, por lo que si tú también lo eres, te recomiendo saltar esas partes.

Estuvieron en la cama un buen rato, mientras Larissa dejaba pasar su pierna por encima de Draco, recostando su cabeza en su pecho. 

Draco por su lado, estuvo acariciando su espalda, mientras dibujaba figuras invisibles, aferrándose a su cuerpo con fuerza, porque sabía que el bello momento no duraría mucho tiempo.

Larissa acercó lentamente su brazo, que descansaba en el pecho de Draco, para deslizarlo por el antebrazo del rubio. 

Draco se tensó y ella levantó la cabeza. -¿Esta ahí? - murmuró, haciendo referencia a la marca tenebrosa.

Draco asintió y ella lo comprendió, dejando la palma de su mano contra su brazo, para acariciar sobre su camisa. -¿Qué vamos a hacer cuándo esto termine? - preguntó ella de repente, curiosa por saber.

Draco suspiró. -No tengo idea. Solo sé que quiero estar contigo, en todas las formas posibles. - dijo en voz baja.

Larissa sonrió. -Sabes que eso no es posible. - le respondió en el mismo tono.

-¿Por qué te aferras tanto a él?.. Solo te esta lastimando. - le dijo con cierto desespero en su voz.

La castaña volvió a recostar su cabeza en el pecho de Draco y cerró los ojos. -Porque me da miedo. 

Draco pasó sus dedos por el sedoso cabello castaño y comenzó a murmurar. -También dijiste eso la noche que te besé.. y aún así seguiste el beso. 

Las mejillas de Larissa estaban ahora mismo de un rojo intenso, mientras recordaba pequeños momentos y sensaciones de esa noche. -Cállate, tú ni siquiera lo recuerdas. - le dijo divertida.

Draco se burló. -Eso crees tú, pero te digo que lo mejor de mis resacas es que las cosas vuelven eventualmente. 

Larissa escondió su cara en el hueco del cuello de Draco y gimió avergonzada.

Draco continuaba acariciando con suavidad su cabello, enredando sus dedos en el castaño cabello. -Si soy sincero... - comenzó a decir Draco, con una voz tranquila. -Tenía miedo de que hubiésemos tenido... sexo, aquí. - Larissa levantó su cara y se encontró con los ojos grises del rubio, ella mantenía una expresión confundida y ofendida al mismo tiempo.

-¿Acaso tú no quieres..? - murmuró ella, señalando su cuerpo sin un punto en especial.

Pero Malfoy tomó la mano de Larissa y besó el torso de esta, fue una forma suave y reconfortante. -No es eso, no quería que... pensaras que te invite solo para eso. - murmuró. -Además, mi principal objetivo contigo, es hablar... no- follar... - dijo en un tono un poco avergonzado.

Tenía que admitir que le avergonzaba hablar sobre sexualidad con ella, lo llegaba a poner muy nervioso.

Larissa asintió y acomodó su cabeza de nuevo en su pecho, disfrutando de ese pequeño momento, el cual no sabía cuando podría volver a repetir. Solo ellos dos, sin miedo de lo que podría pasar si eran atrapados. Solo sus cuerpos, dando calor el uno al otro, diciendo adiós al hielo que acumulaban por la soledad. El extrañar un abrazo, fue su peor castigo. Extrañando un beso en la mejilla, alguien que te rodeara con sus brazos y atrajera tu cuerpo para sanarlo de los males y absorberlas por ti, que curara cada herida de tu cuerpo, corazón y alma, para dejar solo cicatrices que besaría con ternura más tarde, cuando volviesen a estar solos. 

Solo ellos.

Era lo que siempre deseaban.

Pero a pesar de estar apreciando el momento, como algo que nunca en su vida había sentido. -¿Recuerdas como se sentía besarme? - le dijo ella en voz baja, mientras levantaba su cabeza y lo miraba directamente a los ojos.

-No. - respondió rotundamente. -Puedo recordar lo que hicimos, no como se sentía. - pudo ver como Larissa asentía y miraba a otro lugar, se sentía patética por haber preguntado tan así, de repente. Pasaron solo unos segundos, antes de que Draco la tomara por la barbilla y la besara de nuevo, esta vez fue algo lento y suave, como el toque de una pluma. -Pero puedes ayudarme a recordar como se siente. - susurró sobre sus labios.

Larissa lo besó de regreso, pero con un beso basto, para sentarse de golpe en la cama y mirarlo asustada. -No. - dijo solamente.

Draco la miró confundido. -¿Qué? 

Larissa negó con la cabeza. -Tenemos que trabajar en la poción. Mañana es nuestro ultimo día y yo-

Draco se integró en su lugar y la jaló del brazo, provocando una gran cercanía entre ellos. -Bueno entonces tendremos que levantarnos muy temprano para trabajar. - le respondió.

Larissa lo miró confundida, pero las dudas desaparecieron cuando él volvió a juntar sus labios con los de ella, tomándola por los hombros, para hacer que su cuerpo cayera de forma suave contra el colchón. En ningún momento rompieron el beso, no deseaban ser separados por nada del mundo.

Ella dejó que él se acomodara entre sus piernas, mientras lo dejaba besar con ternura sus labios. Pero el recordatorio de que sus actos eran incorrectos la golpearon de repente, sin embargo, ella los ignoró, dejando que su cuerpo se derritiera junto al de él. 

Draco había comenzado a toquetear su cuerpo con cuidado y paciencia, dando pequeñas caricias a su cuerpo, metiendo las manos por debajo de su camisa, dejando que las frías manos erizaran la piel caliente de Larissa, pero pronto las pálidas manos descendieron hasta su cintura, dando un pequeño apretón, memorizando cada parte de ella mientras la besaba con dulzura.

Mientras ella jugaba con el cabello de Draco, jalando un poco de las raíces, tragando sus jadeos cada vez que él la tocaba de forma suave, creando la combinación perfecta de calor y frío en su cuerpo; él estaba deslizando sus manos hasta su cadera, sosteniendo ahí con fuerza, intentando dejar moretones.

El dulce recordatorio, de Draco diciendo que la única forma en que la lastimaría, sería de formas placenteras, la única forma en que habría un moretón en su piel, hecho por Draco, sería porque Draco la estaba tomando con fuerza en sus manos, haciéndole saber que ambos lo disfrutaron, sea lo que ellos hayan hecho. Todo por medio de acciones, poco sutiles.

De forma inconsciente, ella levantó sus caderas, cuando pudo distinguir la mano de Draco moverse desde su cadera hasta su rodilla, dando leves caricias con las yemas de sus dedos, para luego subir de regreso, sin dejar de atacar con fuerza sus labios, deseando poder dejar marcas rojas hechas por él y solo de él. 

Cuando las caricias llegaron a su muslo, lo sintió colocar su palma completa en su pierna, para luego subir por debajo de la falda, rozó ligeramente la entrada de Larissa, provocando que un gemido escapara de su boca.

Draco habría seguido, si no fuera porque notó que ella había dejado de regresar el beso. La miró y se dio cuenta de lo nerviosa que ella estaba, apretando sus labios en una línea recta, mientras sus mejillas se tornaban un poco más rojas de lo que estaban, acompañados de su respiración irregular. Para rematar, Larissa sabía que sus bragas estaban húmedas, lo que la hizo sentir vergüenza y detener todo.

Draco se levantó y la dejó sentarse en su cama. -¿Todo en orden? - le preguntó en voz baja.

Ella miró al frente, donde estaban las cosas de la poción y asintió. -Si. - Draco se acercó a ella para continuar con su sesión acalorada de besos, pero Larissa no lo dejó, colocando su mano en su pecho y haciendo que retroceda. -Deberíamos avanzar con la poción. - susurró, mientras se ponía de pie.

Draco la miró confundido desde su posición en la cama, pero respeto que ella no quisiera seguir, pero ella era tan buena, haciendo que él se interesara en el por qué de sus elecciones.

Ella caminó a la poción de Draco, la cual estaba hirviendo, echando burbujas, asomó su nariz y el olor de siempre la golpeó. Sacó la cabeza de ahí y levanto la cara a Draco, quien solo la miraba preguntándose el qué habrá olido. 

Ella lo sabía, a veces sus ojos eran tan fáciles de leer. -Si la hiciste bien. - murmuró con una pequeña sonrisa.

Draco sonrió con altanería, pues es algo característico de Draco el ser tan egocéntrico, lleno de si mismo. -Te dije que sería algo fácil. - presumió.

Larissa puso los ojos en blanco de forma juguetona y le pasó por un lado, caminando en dirección de su pergamino, cuando lo tuvo en sus manos, caminó al escritorio de Draco de nuevo y en sus dedos, tomó la pluma que parecía decir que Draco usaba para sus tareas.

Terminó de escribir una breve conclusión en las ultimas pulgadas de pergamino y sonrió satisfecha. -Terminado. - ella sonrió satisfecha y volvió sus ojos a el chico alto parado frente a ella, quien seguía cada uno de sus movimientos con detalle. -¿Lo quieres leer?.. para asegurar que no hizo nada falta. - preguntó ella, estirando el pergamino en dirección a Draco.

El rubio asintió, para luego tomar el pergamino de su mano y rozar apropósito sus dedos con los de ella. 

Era tan fácil para ella, fingir que nada había pasado en cuestión de pocos segundos. 

Actuaba como si sus bragas no estuvieran mojadas por el simple toque de él, actuaba como si él no hubiera estado devorando sus labios, como si fuera su comida favorita, hace unos segundos en su cama, actuaba tan natural.

Y quizás por eso, Seamus la había tomado como su pequeña presa, claro que ella no era alguien fea, pero no era alguien perfecta, Draco no lograba verla como un ser perfecto, solo la veía como ella... y eso lo había hechizado desde el primer momento en que sus ojos se cruzaron en el Gran Comedor. Donde él no entendía el por qué de su miedo, el por qué de su misma ira al verla asustada, solo entendía que ella no era tan insoportable como pensaba, entendía que ella quizás si era bonita, su sonrisa si alegraba sus tardes tristes, su olor lograba embriagarlo, sus labios lograban ser adictivos, su toque podía ser sanador, su mera presencia era el mismo cielo para Draco Malfoy.

Draco Malfoy estaba comenzando a enamorase, pero sentía que era algo que no quería ocultarle, quería gritarle al mundo que estaba comenzando a sentir algo por Larissa. Gritar que no sentía miedo con ella, lograba evitar que sus sentimientos por ella, se convirtieran en ira u odio. 

Pero lo que más quería, era poder decirle eso a ella en voz alta. 

Larissa lo esperó en su cama, sentada junto a él a los pies de la misma, deseando que no faltara nada en el ensayo. 

Cuando Draco terminó la miró y negó con la cabeza. -Todo esta perfectamente redactado. - suspiró y pudo ver como ella sonreía. 

Suficiente para hacer de su día algo hermoso.

Larissa levantó la mirada al reloj de la habitación de Draco.

Las ocho y media de la noche, sus ojos regresaron a los de Draco, quien también estaba mirando el reloj. -¿No tienes práctica de quidditch? - le preguntó ella, colocando su mano en la pierna de Draco.

El rubio la miró y negó con la cabeza. -Seguramente no estas enterada, pero Montague nos ha estado haciendo practicar dos veces al día, cinco de la mañana y después del almuerzo. - le explicó con cuidado.

Larissa asintió. -¿Eso por qué?

-Pronto habrá un partido contra Gryffindor y... vendrá el famoso trío de oro a ver el partido. - murmuró. 

El trío de oro.

Larissa apretó la pierna de Draco, para obtener más de su atención. Ella abrió la boca para preguntar, pero las palabras no salieron.

Quería preguntar sobre su romance con Hermione, saber más de lo que sabía. Preguntar si lo que sintió por ella era un amor verdadero, deseaba preguntar, por qué dejó por Hermione sus estándares de la pureza de sangre.

Pero nada salió de aquella boca, solo una incomoda pregunta. -¿Estas emocionado? 

Draco frunció el ceño y negó con la cabeza. -Es evidente que Slytherin va a ganar. - murmuró.

Larissa sonrió un poco. -¿En serio? - Draco asintió en respuesta. -Pues hace mucho tiempo Slytherin no ha ganado un partido a mi casa. 

Draco pasó su lengua por dentro de su mejilla y sonrió. -Bueno, sé que esta vez lo haremos, porque yo soy el buscador y los Gryffindor están demasiado confiados. - le respondió.

Larissa levantó una ceja y sonrió, para luego ponerse de pie y cruzarse de brazos frente a él. -Apuesta, hombre. - le escupió en la cara, acercándose un poco a él, teniendo como resultado que sus caras estuvieran a la misma altura.

Draco se puso de pie, doblando su altura; ahora Larissa tenía que levantar la cabeza un poco para poder mirarle. -Ponga usted mi penitencia

Larissa sonrió divertida. -Si Gryffindor gana me vas a comprar muchas cervezas de mantequilla.

-Olvidas que tengo mucho dinero, tonta. - murmuró con una sonrisa divertida, para luego añadir. -¿Y si Slytherin gana? 

Larissa se encogió de hombros. -En la rara situación, en que Slytherin llegara a ganar.. ¿qué te gustaría tener de mi? 

Draco sonrió y acercó su cara a la de ella. -Si Slytherin gana, entonces tienes que dar por terminada tu relación con Seamus. Tienes que ir y decirle que deben terminar. - señaló él.

Larissa lo miró con un poco de molestia. -Seamus es mi novio y lo amo. 

-¿Cuántas veces lo ensayaste frente al espejo? - le respondió Draco con amargura en su voz.

Larissa se había enfadado y lo empujó molesta. -Deja de meterte en mis asuntos. - dijo entre dientes.

-Lo dices como si esto fuera más por mi que por ti. - le espetó molesto el chico.

Larissa bufó. -Piensas que si termino con él, ahora podrás besarme con toda libertad. - le dijo en voz alta.

Draco se burló una vez más, con pura amargura. -Estas loca. - le respondió en el mismo tono. -Te estaría haciendo un favor si ganará y tuvieras que terminar con él.

Larissa no respondió, solo caminó con pasos fuertes hasta el escritorio, para tomar su bolso. Draco la vio caminar por la habitación, mientras metía sus cosas en su mochila. -¿Adónde vas? - le preguntó con un tono más calmado, mientras ella guardaba sus artículos molesta. Ella no respondió. 

Draco se acercó a ella lentamente y tomó su muñeca, consiguiendo que ella lo mirara molesta. -A mi sala común, ahora si me disculpas...

-No, no te disculpo. 

Larissa lo observó incrédula y negó con la cabeza. -¡¿Qué te sucede?! ¡Deja de actuar como un niño, Draco! - le gritó, para luego zafar su mano, del suave agarre de Draco.

Ella tomó sus cosas y colgó su mochila, pero no sin antes darle una mirada molesta a Draco.

Giró sobre sus talones y salió de la habitación, seguido de eso, ella dio un portazo.

Caminó y caminó por las escaleras de las habitaciones de los Slytherin, pasando por la sala común de las mismas serpientes sin prestar atención a si estaba llena o no. Pero era un poco tarde, lo más seguro es que estuvieran en la fiesta de Hufflepuff.

La había escuchado, pero no prestó atención y al parecer Draco tampoco, pues habían estado toda la tarde juntos una vez más.

Caminó por los pasillos del gran castillo, subiendo y bajando escaleras para llegar a su sala común y poder recostarse en su cama al fin. 

Podría llorar todo lo que ella quisiera, pero aunque su corazón, su alma y su cuerpo estuvieran en constante agonía, ella no podía soltar ni una lágrima. Solo podía mirar el techo oscuro con tristeza, pensando si así sería su vida por siempre, de ahora en adelante. 

Cuando llegó a la sala común de Gryffindor, se dio cuenta de que estaba sola. No había nadie, por lo que agradeció internamente.

Caminó un poco, cerrando la puerta detrás de ella y pudo escuchar como pasos bajaban, supuso que sería algún alumno, pero estaba cargando mala suerte ese día, porque pudo ver a Seamus, quien bajaba con un semblante neutro, pero rápidamente cambió a uno molesto, al cruzarse con los ojos de ella.

Ella lo miró asustada, abrió los ojos tanto, que pudo jurar que saldrían rodando de su cara. 

El chico dio zancadas hasta ella, mientras ella retrocedía, casi corriendo, ella bajó pequeñas escaleras de espaldas, mientras intentaba escapar de Seamus, quien parecía molesto. -¿Dónde demonios estabas? - dijo entre dientes, mientras su cara ardía de furía.

Larissa no pudo hablar, simplemente negó frenéticamente con la cabeza. -Seamus, yo-

-Quiero la puta verdad, pequeña zorra. - le gritó, su grito había hecho eco en la sala común, por lo que deseó que alguien pudiera escuchar e interrumpir el horroroso momento, pero nunca era así.

Las personas preferían meterse en sus asuntos, nunca la salvarían, aún si vieran como Seamus la apuñala con su varita en el cuello, ellos pasarían de largo para luego susurrar en los pasillos. Dirían que no vieron nada, incluso que no escucharon, pues la torre de Gryffindor era muy grande y sería casi imposible escuchar gritos desgarradores de alguien que estaba siendo golpeado brutalmente o apuñalado por una varita.

Porque en lo más profundo de su ser, ella temía más de Seamus que de cualquier otra cosa. 

Lo recordaba como si hubiera sido ayer, cuando la habían puesto a lanzar hechizos a boggarts. Era Seamus. Seamus era su boggart, pensó en lo ridículo que eso se veía, pero ahora ella lo entendía.

Cualquiera pensaría que era Lord Voldemort, Bellatrix, la oscuridad, ver a tu familia sin vida... pero ella veía a su novio ahí.

Su cabeza volvió a la realidad, cuando chocó con un sillón detrás de ella, sus palmas lo tomaron con firmeza, intentando no caer hacía atrás, pero cuando intento correr más de Seamus, él ya estaba frente a ella, cerrando los puños con fuerza, creía que seguro se estaba haciendo daño en la piel de sus palmas, enterrando sus propias uñas de forma profunda y dolorosa.

-Te hice una jodida pregunta. - gruño muy cerca de su cara.

Larissa sintió como sus piernas temblaban mientras se enfrentaba a los furiosos ojos de Seamus Finnigan.

Ella lo intentó calmar y negó con la cabeza, lista para mentir. -Estaba haciendo mi trabajo. - murmuró.

Seamus apretó la mandíbula. -¿Crees que soy estúpido?.. por todo el castillo suena como me eres infiel, maldita perra. - gritó molesto, su saliva cayendo en la cara de Larissa. -Oh, pobre Seamus, debe estar muy mal, su novia ha estado acostándose con los malditos mortifagos. - imitó en una voz chillona, pero al mismo tiempo llena de odio a ella.

Ella volvió a negar con la cabeza. -Yo no. - balbuceó.

Seamus la empujó por los hombros. -¿Tú no qué, Larissa? ¿No qué?.. eres una perra, una zorra infiel. - le dijo a la cara, mirando directamente a sus ojos.

Él la quería lastimar. 

-Yo no hice nada, te lo juro. - su voz se quebraba más conforme pasaba el tiempo, conforme él se acercaba ella temblaba más y más. -Estaba haciendo mi tarea. - dijo, rogando por medio de sus ojos que creyera lo que ella decía. -Mira. - sacó el pergamino de su mochila y se lo mostro.

Seamus se lo arrebató de mala gana y lo miró. Ahí notó que ella no estaba mintiendo, por completo. El chico suspiró y paso sus manos por su cara con mera frustración, para luego mirarla. -Sabes que no es mi culpa, ¿verdad? - murmuró, como si de repente la ira se hubiera esfumado.

Larissa lo miró y asintió. Seamus sonrió y estiró su mano para acariciar su mejilla. -Te amo y tú me amas, ¿no es así? - ella asintió en respuesta y Seamus dejó un pequeño beso en su mejilla. 

Los pasos se escucharon y Larissa pudo ver detrás de Seamus, como una chica bajaba de las habitaciones, pero estaba segura que no era una Gryffindor, pues estaba acomodando su uniforme y el color amarillo sobresaltaba. 

-Adiós, Seamus. - canturreó mientras le sonreía al chico, que le regaló una media sonrisa. 

Larissa pudo sentir... bueno, ella realmente no sintió nada nuevo. 

Pudo ver con sus ojos manchados en lágrimas, como la chica le enviaba una mirada burlona y como Seamus acomodaba el bulto de sus pantalones, pero ella no se iba a quejar... estaba haciendo lo mismo con Draco, iba a su habitación y dejaba que la besaran. 

Ella se sentía igual que él. 

Las lágrimas habían comenzando a bajar por sus mejillas y Seamus se percató de eso. -¿Qué? ¿Por qué lloras ahora? - le dijo brusco.

Larissa negó con la cabeza, cerrando los ojos mientras más lágrimas mojaban su piel. -¿Qué haces cuándo no estoy, Seamus? - sollozó a su novio, quien ahora estaba mirando al techo con frustración. -¿Por qué ella te ha sonreído así? - apuntó a la puerta, donde ya no había nadie. 

Seamus se acercó un poco más a ella, pero Larissa había logrado darle un poco la vuelta al chico. -Por favor. - gritó Seamus, regresando a ser esa bestia que la atormentaba siempre. -No fue nada. - apuntó a la salida, por donde la chica había desaparecido.

Larissa limpió las lágrimas de sus mejillas, que fueron reemplazadas por nuevas que iban bajando. -¡Te vi! - levantó la voz. -Tú... tú la besaste. - susurró, mientras sus ojos mostraban la derrota. 

Era de esperarse, viniendo de Seamus, pero había algo que la hacía sentirse derrotada, triste y adolorida. Le dolía el cuerpo, el alma y su corazón. Sentía que apenas podía respirar con normalidad, mientras su pecho subía y bajaba de forma veloz, su corazón gritando y golpeando su pecho con violencia, intentando escapar de su lugar. La cabeza le daba vueltas, todo era tan borroso y sentía que apenas podía mantenerse en pie. 

-No la besé. - respondió Seamus con violencia.

Ella dejó que su espalda golpeara la pared, mientras comenzaba a llorar, sintiendo que estaba drenando gran cantidad de energía mientras lo hacía. Negando con la cabeza lo miró. -No soy estúpida, Seamus. - murmuró mientras sus ojos se llenaban más de las saldas lágrimas. 

-No lo parece. - se burló.

Ella lo iba a golpear. Estaba segura de que iba a hacerlo. Quería empujarlo y hacerlo caer en el piso como él alguna vez hizo con ella, pero no podía.

Su corazón dolió mientras lloraba frente a él, tapando su rostro, ahogando los sollozos y los gritos de dolor, que provenían directamente de su corazón. 

Ella estaba odiando todo.

Odiaba a Seamus. Odiaba a Draco. Odiaba a Ginny. Odiaba a esa Hufflepuff, pero la persona que ella más odiaba, era a ella misma. 

Por ser tan estúpida.

Tonta. Tonta. Tonta. 

Se repitió miles de veces en su propia cabeza, mientras lloraba, evitando a toda costa la mirada de Seamus. -¿Se supone que me aburra aquí?.. - dijo de repente el chico frente a ella.

Larissa levantó la mirada. -¿Qué es lo que quieres decir? - sorbió su nariz, mientras se ahogaba con sus sollozos.

Seamus se burló, casi como si estuviera incrédulo por sus palabras. -Acepta que no- acepta que no me das lo necesario. - le escupió con odio. -Desde... bueno, nunca me dejas besarte como quiero, no me dejas tocarte como quiero y lo más importante... tú- tú ni siquiera me dejas tener un poco de tiempo contigo. - se comenzó a quejar. 

La estaba culpando por sus acciones. 

Larissa negó suavemente con su cabeza. -Sabes que siempre podemos pasar tiempo, como antes.. leer, conversar, comer dulces, dar un-

Seamus no tardó mucho en estrellar su palma en contra de su mejilla. El impacto de su mano fue tan fuerte que ella se tambaleó, sosteniendo su mejilla con la palma de su mano, sintiendo como el ardor se extendía en su mejilla. Casi llora. Casi grita. Casi sale corriendo. 

El fuego del dolor corría tan rápido por su piel, mientras ella lo miraba asustada, era tan nuevo que Seamus se volviera más violento con frecuencia. Pasando de gritar de vez en cuando a golpearla cada que tenía oportunidad. 

Ella apretó sus labios, mientras su labio inferior temblaba. Ella lo quería esconder. Esconder que estaba demasiado asustada para hablar o siquiera para moverse. 

-¡Sabes perfectamente a lo que me refiero! - gritó.

Y como era de esperarse, todos en sus habitaciones escuchaban como la golpeaba, como le gritaba y la denigraba a un punto exagerado; porque siempre fue mejor meterse en sus propios asuntos que en los asuntos de los demás.

¿Karma? Tal vez... pero, ¿por qué?

Larissa sentía que era la forma en que el universo la castigaba, por todos esos años en que pudo presenciar como lastimaban a otras personas: como se burlaban de Hermione, mientras ambas hacían la tarea de adivinación en la biblioteca. La tomaron por horribles apodos, la molestaron de formas enfermas, mientras Larissa solo veía con lastima a la pobre castaña. Se sentía mal por ella.

Pudo ver como los Slytherin empujaban a Ron y a Ginny, llamando a ambos Weasleys, con apodos clasistas, humillantes y dolorosos, los cuales muchas veces los hicieron sentir avergonzados de su propia familia. Todo lo había visto y escuchado en primer persona, mientras solo veía al par de hermanos con lastima. Se sentía mal por ellos.

Porque vio como golpeaban a Draco a principios de año, solo quedó como espectadora al ver como los Slytherin lo tomaban como su pequeño muñeco de trapo, golpeando hasta llenar sus nudillos de sangre, manchar la camisa de Draco con sangre, manchar sus mejillas y sus caras con la sangre de Draco, lo vio jadear de dolor y gemir moribundo por el dolor insoportable, como intentaba escapar mientras se arrastraba por el suelo, lleno de dolor, en busca de alguien que quisiera detener toda su tortura, y si eso no fuera suficiente, también dejó que Seamus lo golpeara, aún cuando Draco se encontraba en un estado casi inconsciente, ella lo permitió, mirando con lastima. Se sentía mal por él.

Ahora, Seamus le había gritado, la había humillado, gritando en su cara palabras humillantes, culpándola de todo: la infidelidad, el dolor, la poca confianza, el ambiente tóxico. Él le gritó como ella era la responsable, la empujó contra una pared para lastimarla y dejarla sin aire en sus pulmones por el golpe contra las piedras, la había asfixiado hasta dejarla sin conocimiento, la mandó a la enfermería cientos de veces, obligándola a mentir las primeras tres veces, para no meterse en problemas, luego se disculpó con ella con algunas palabras y algunas flores. Ella estaba tan enamorada que lo perdonó. La había abofeteado con una fuerza bruta, mientras dejaba una marca roja en su mejilla, ardiendo en la piel de forma dolorosa, la había hecho llorar, la había lastimado. La lastimó tanto. 

La había dañado de una forma enfermiza, mientras todos solo miraban, solo susurraban, la miraban con lastima. Se sentían mal por ella.

-

Seamus la estaba mirando con tanto odio en sus ojos, mientras intentaba retener sus ganar de asesinarla, pero no sirvió de nada, cuando ella le gritó de regreso por primera vez en todo ese momento. -¡Ya no quiero seguir así! ¡No! - gritó mientras sostenía su mejilla con fuerza, tratando de apaciguar el ardor en ella.

Seamus la miraba furioso, pues ella nunca le gritaba. -¡¿Qué?! ¡No se va a terminar! ¡Seguiré con esa puta de Hufflepuff, mientras sigues metida en tus jodidos asuntos! - le gritó lleno de ira. 

Su cara parecía como si se estuviera reteniendo de matarla, asfixiarla de nuevo. 

Larissa negó con la cabeza, su rostro lleno de dolor. 

Ella no quería.

No. No. No. No quería.

Le dolía en el alma hacer esto, porque ella sabía que había aquel cariño por el chico dulce del que alguna vez se enamoró, el chico que la alagaba, la hacía reír, la acariciaba... la esperaba; ese chico, no estaba más. Ahora ella solo podía ver una bestia en él, alguien sin sentimientos, un ser despiadado, lleno de odio y de si mismo.

-¡¿Qué se supone que quieres del puto maricón?! - gritó Seamus. Ella sabía perfectamente a quien se refería, pero fingió locura, por su bien y por el de él. -¡Malfoy, Larissa! - le aclaró con gritos. Sentía como si la garganta de Seamus fuera a reventarse, llenando de sangre su garganta, llenando su boca y su cuerpo por dentro, creando una hemorragia interna hasta matarlo, se ahogaría con su propia sangre y moriría de una forma dolorosa y desesperante. -¡Ese tipo estuvo en Azkaban! - gritó con fuerza. 

Larissa negó con la cabeza. -¡Eso es mentira! - le gritó, sus ojos llenos de lágrimas. Estaban explotando. Ambos. De una forma oscura y violenta. -¡No pueden enviar a un chico menor de edad allí! 

Seamus la aventó con fuerza, mientras su espalda se golpeaba contra la pared, enterrando las piedras en su espalda, pues los picos la estaban casi atravesando. 

Ella gimió de dolor en voz alta, mientras cerraba los ojos y se obligaba a no llorar más por eso. 

-¡Estuvo ahí, maldita imbécil! - gruñó. -¡Harry lo sabe, él lo sacó de ahí! - le gritó, para luego caminar a la figura débil de la chica, que luchaba por mantenerse en pie, después de los pocos pero fuertes golpes que había recibido por parte de él. La tomó por los hombros y la hizo ponerse de pie, para que lo mirara a los ojos.

Deseaba que ella sufriera. Anhelaba ver su cara contorsionarse en dolor, mientras aplicaba uno físico y escupía uno emocional. 

Quería ver como ella gritaba por su agarre fuerte y violento, que sus gritos fueran confusos, al punto de que ni ella mismo supiera su gritaba por la mera verdad o por el dolor que le estaban proporcionando. Acercó sus caras, queriendo la mejor vista de eso. -Al muy imbécil lo metieron ahí... - comenzó a sisear, mientras la veía cerrar los ojos con dolor, apretarlos con fuerza para hacerse creer que nada era real, que no estaba pasando. Pero lo estaba. -Con una previa tortura, deseaban volverlo loco para hacerlo soltar algo que lo inculpara y así quedar de por vida ahí. - le susurró, disfrutando cada momento de su sufrimiento.

-Cállate. - le dijo ella con dolor en su voz, pero manteniendo un tono bajo.

-No. - dijo simplemente para continuar. -Lo golpearon de forma violenta, hasta el punto de hacerlo escupir sangre, incluso podría decir que vomitaba sangre semanas después de ser golpeado. ¿Estas palizas de Hogwarts?... deben ser nada comparado con Azkaban, ¿y sabes qué?.. lo tenía bien merecido. - dijo en voz baja, de una forma hostil, apretando sus hombros con fuerza.

Larissa podía jurar que en cualquier segundo escucharía el crujir de sus huesos, mientras ellas se quejaba en voz baja por el dolor, apretando sus labios, para hacerlos callar. 

Él continuó atormentándola con escenarios de Draco Malfoy. Mientras él narraba toda la información que Harry alguna vez soltó en la madriguera y ella no estuvo presente, evidentemente. 

Pudo imaginar a Draco sollozando por piedad, detrás de su reja en Azkaban, mientras se acurrucaba en una esquina de la fría celda, pudo imaginar como aurores que eran adultos lo pateaban en el estomago, estrellaban su puño contra su cara, rompiendo su nariz, para luego repararla con un hechizo y hacerlo de nuevo, hasta que Draco gritara que rogaba piedad o que sabía la respuesta del interrogatorio en el que lo habían sometido. 

Podía imaginar la camisa de Draco llena de manchas color carmesí, resultado de las golpizas que solían darle a cada hora de la comida.

Imaginar como Draco gritaba que necesitaba de su madre, que la necesitaba ver, solo verla para sentirse vivo de nuevo; podía imaginar como los aurores lanzaban maldiciones imperdonables en su cuerpo.

Todo para obtener una verdad inexistente, poniendo en riesgo la vida y la integridad del chico que no tuvo elección, para limpiar su nombre frente a la comunidad mágica.

No pasó mucho tiempo, para que ella comenzara a gritarle que se callara, que se detuviera, pataleando con la poca fuerza que restaba en su cuerpo, pues el dolor quemaba sus huesos, apenas podía respirar, sentía como el oxígeno la iba abandonado lentamente. 

Y Seamus no duró mucho en poner sus pecaminosas manos en la suave piel del cuello de Larissa, mientras ella abría la boca pidiendo aire, un poco de oxígeno para seguir consciente. 

La estaba tomando por el cuello, para luego golpear su frágil cuerpo contra la pared. 

Lo hizo una, dos, tres, cuatro... la dejó tirada en el piso.

Mientras ella caía sobre sus manos, sintiendo el escozor en las palmas de sus manos, pues el golpe había sido de gran altura. Su primer instinto fue buscar aire, mientras jadeaba y tosía por la presión que habían ejercido en su cuello una vez más. Sabía que eso le iba a dejar moretones. 

Unas dolorosas manchas purpuras, que irían tomando colores verdosos, amarillentos, cafés, hasta desaparecer de su cuerpo, pero jamás de su mente, jamás de su roto corazón. 

Seamus se colocó en cuclillas, para luego tomarla por la barbilla con fuerza, asegurándose de también dejar marcas ahí, pues no le importaba en lo más mínimo. Ella sabía como esconder esas marcas, siempre lo hacía. Siempre obedecía.

Ella estaba con los inyectados en sangre, mientras Seamus tenía solo unos rasguños que ella hizo intentando zafarse del agarre del tipo que ahora sonreía de forma enferma frente a su rostro.

-Esto, Larissa. - susurró, señalando el poco espacio entre ellos. -Nunca existió. - sonrió. -En cuanto a... esa cosa que llamabas relación, si, se acabó. - escupió, para luego soltarla con brutalidad. 

Se puso de pie, le dio una mirada llena de repulsión al cuerpo de Larissa, quien estaba tiraba en el piso a cuatro patas, jadeando por aire entre sollozos, apretando sus ojos con fuerza, para evitar caer desmayada en medio de la sala común. 

-Maldita zorra, debes estar llena de... infecciones, no puedo imaginar con cuantos te acostaste mientras no estabas aquí conmigo, como se suponía que debías. - le dijo como últimas palabras, para seguido de eso, caminar de regreso a las habitaciones de varones en la torre de Gryffindor.

Larissa no pudo evitar sollozar con fuerza, mientras se quedaba inmóvil en su lugar, temblando en cada sollozo. Tenía miedo. 

Tenía un miedo inimaginable, porque ella sintió que pudo haber muerto a manos de ese bastardo, pudo haber terminado su corta vida en ese mismo instante, cosa que de alguna forma agradecería. 

¿Acaso esta tortura estaba terminando o solo era el comienzo de lo peor?

Tenía miedo, pero le aterraba estar sola. 

Le aterraba y le dolía de una forma inexplicable, sintiendo el frío de su cuerpo, la debilidad en cada nervio que la recorría de pies a cabeza, sintiendo que ella solo necesitaba alguien a su lado.

Larissa siempre fue alguien que amó la soledad, de una forma casi imposible. Amando leer sus libros bajo los árboles, reír de sus propios chistes, pensar sola, pero muchas veces, le daba miedo estar sola, sola con su cabeza, con Seamus, sola en el gran mundo, más allá de solo el mundo mágico que la rodeaba. 

-

¡Hola! 

me gustaría mencionar que este capítulo para mi es bastante importante, ya que refleja un poco de mi y alguna relación que tuve en el pasado, hace mucho tiempo. Dejenme decirles que no están solas. Siempre hay una salida a todo el tormento, piensen en hablar con alguien de su total confianza y recuerden que mis dms siempre están abiertos para ustedes. 

Att: -F💖

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