22.
Draco se había despertado sin pantalones, la ropa interior estaba en sus rodillas y gran sorpresa se llevó cuando encontró cierto aroma y cierto objeto en su habitación.
Sus ojos se abrieron de par en par cuando vio un listón negro en el medio de su habitación. Si bien, él habría pensando que tomó a alguna chica al azar y se la llevó a su habitación, pero el olor a alcohol y a dulces fresas estaba en toda la habitación.
Su corazón latía con fuerza mientras corría a mirar su horario de clases. Tenía pociones a la primera hora.
-¡Gracias, Merlín! - gritó Draco, mientras corría por su ropa y tomaba su mochila, salió corriendo de la habitación, pero se dio media vuelta cuando recordó que dejó la poción.
Regresó corriendo por el frasco y los materiales y lo aventó en su bolso.
Salió corriendo una vez más, corriendo por los pasillos, mientras esquivaba alumnos, empujaba elfos y atravesaba fantasmas.
Hasta que por fin llegó al aula de pociones.
Empujó la puerta y se encontró con Larissa, quien tenía su cabeza descansando en una de sus manos y la otra sostenía su pluma, escribiendo en el pergamino y mirando el libro.
El libro de tapa negra que ella había mostrado con una sonrisa el día en que Seamus los había atrapado.
Se acercó lentamente, preparado para escuchar lo que más dolería saber.
No quería terminar con ella en sus sabanas, quería hablar como personas civilizadas, necesitaba escucharla hablar de su dolor y sus secretos y que ella escuchara los suyos. Pero estaba seguro de que su yo ebrio, no se controlaría ni un poco antes de hacerla enredarse con él, sabiendo que tiene novio.
Cuando estuvo detrás de ella, la pudo ver tensa y solo caminó al asiento junto a ella. -¿Qué haces? - le murmuró con suavidad, mientras acomodaba sus cosas frente a él.
Larissa no levantó la cara de su pergamino y continuó escribiendo. -La tarea. - respondió secamente.
Draco se golpeó por dentro.
Ella no actuaba así, al menos no con él.
La culpa se lo estaba comiendo, mientras la miraba desde su lugar sentado junto a ella, pensando en que posiblemente le dijo que se fuera a su sala común, luego de tener relaciones.
¿Y lo peor del caso? Él ni siquiera lo recordaba en absoluto.
Ella detuvo su pluma y la despegó del pergamino. -¿Por qué actúas raro? - le preguntó mirando al pergamino frente a ella.
Draco se enfureció y la tomó por la barbilla, haciendo que ella lo mirara. -¿Realmente no sabes? - escupió molesto.
Cuando sus ojos color avellana cruzaron con los grises, su corazón se detuvo. Se sintió tan mal de haber estado ebrio mientras le hacia, solo Salazar sabrá, en su cama.
Ella lo miró. -Draco, relájate. - dijo ella, quitando la mano de Draco de su cara. Había puro desagrado en su mirada y eso rompió el corazón del rubio platinado.
-No actúes como si no te hubiera follado ayer, Smirnov. - escupió de la nada.
Larissa abrió los ojos de par en par y negó con la cabeza. -Nosotros- Draco- ¿De qué estas hablando? - balbuceó negando con la cabeza.
Draco gruñó. -Tu maldito listón. - dijo mientras sacaba con brusquedad el listón negro. Larissa tomó el material de seda en sus manos y lo miró. -Y toda mi puta habitación huele a tu asqueroso perfume y- y además... - dudó en si debía decir la posición vergonzosa en la que se había despertado. Pero era ella. Ya la había visto desnuda, solo que no lo recordaba. -Y además, me dejaste desnudo en mi habitación. Mi ropa interior abajo y mis colchas llenas de... bueno ya sabes. - escupió molesto, llevando sus ojos a la ventana más cercana, mientras se ruborizaba.
El corazón de Larissa se rompió al pensar en Draco acostado con otra chica. Ella negó con la cabeza. -Nosotros ni siquiera tuvimos... eso. - escupió en voz baja, queriendo ocultar lo herida que estaba. -El listón es mío, si, pero yo no te deje así... cuando me fui-
-¿Qué estabas haciendo ahí en primer lugar? - espetó en voz alta.
Larissa miró a la puerta, esperando que nadie hubiera escuchado. -Bueno, yo- tú me pediste que fuera, cuando estabas sobrio. - dijo y volvió a su trabajo.
Draco le quitó la pluma de la mano, en el momento en que la vio escribir en el pergamino. -¿Qué hicimos? ¿Qué dije? - preguntó, para luego hacerla mirar en su dirección.
Ella se sonrojó de forma notoria y él gimió en voz alta molesto. -Nos besamos. - susurró en un pequeño y delgado hilo de voz, pero por la silenciosa habitación, Draco la escuchó. -Nos besamos mucho y... dijiste que- tú dijiste que ese podría ser nuestro secreto. - ella estaba tan nerviosa mientras hablaba y repetía las escenas en su cabeza una y otra vez.
-¿Solo te besé?.. quiero decir, ¿sabías que estaba ebrio? - dijo frunciendo el ceño. Todo en su cabeza era confuso, pero sentía un leve alivio saber que no lo hizo con ella en el peor de los escenarios. Ahora su preocupación era que haya dicho algo que no debía. Azkaban. Sus padres. Su madre. Su padre. Los juicios. Su familia.
Ella negó con la cabeza. -Dijiste algo de... tus padres, sobre que le dirías a tu padre que asesinara a Seamus, al fin que una muerte más-
El timbre la interrumpió.
Draco fue paciente, dejó que ella guardara silencio mientras los estudiantes entraban en el aula, dejando que Slughorn comenzara a dar las indicaciones sobre la clase y que su tiempo se estaba agotando. Consideraba que habían pasado ya muchos días y deseaba que mañana, en la siguiente clase, mostraran sus avances.
Durante la larga y aburrida explicación del profesor, Draco abrió sus piernas, rozando por accidente la rodilla de Larissa, quien se quedó quieta al sentir la suave caricia.
Draco sabía que hicieron un poco más que besarse, no lo recordaba, pero lo sabía por como ella estaba actuando.
Si bien, no quería quedar como un idiota, así que simplemente diría que estaba borracho, que todas las palabras, sonidos y acciones provenientes de él, no eran ciertas, pues no tenía idea de lo que hablaba durante la ebriedad. Sin embargo, en lo más profundo de su ser, deseaba decirle que le permitiera repetir lo que sea que hicieron, porque la valentía del alcohol lo hacía hacer tonterías; sabía que nunca diría nada de repente estando sobrio y le dolía. Porque deseaba poder tocarla, besarla, morderla, escucharla, mientras él estaba en sus cinco sentidos, viendo como esa bonita boca rosada se movía, mientras hablaba de ella y el como se sentía.
Cuando Slughorn terminó de explicar la larga clase, Larissa continuó escribiendo en el pergamino y él se acercó lentamente, fingiendo que iba a buscar materiales en el sitio donde ella estaba sentada, acercó su cara hasta hasta su oído, mientras se obligaba a tomar valentía de no salir corriendo. -¿Quieres ir a mi habitación? - le susurró en su oído.
Ella se sobresaltó, por el repentino movimiento de Draco y volteó su cabeza para mirarlo, cuando él regreso a su lugar. Movió la cabeza en negación y frunció el ceño. Draco rodó los ojos y la miró de regreso. -Quizás si me dices que hicimos... yo pueda dar justificación de todo y- tal vez, puedas entender porque hice ciertas cosas. - le dijo en voz baja, cuidando que nadie notara que estaban hablando más amigables de lo normal.
Larissa lo miró y dudosa acepto ir con él. En la cara de Draco se dibujo una pequeña sonrisa. -¿Después de clases?
Y con eso, Larissa asintió.
Draco asintió de regreso y miró el libro que Larissa tenía abierto. -Nunca me hablaste de los libros. - murmuró, señalando con su cabeza el libro de páginas amarillentas.
Larissa movió sus ojos lentamente al libro y sonrió de forma breve. -Bueno... el libro fue escrito por Salazar Slytherin... además, me llamó tanto el hecho de que hubiera más de una consecuencia de la amortentia. - dijo en voz baja, mientras sonreía.
Draco la miró con atención, dejando que ella se expresara con total libertad. -¿Sabías que Vol- Voldemort, fue concebido por la amortentia? - preguntó él, mientras ella lo miraba con total atención. Su boca se formó en una pequeña "o" y sonrió. Lo hizo sonreír con esa sonrisa aperlada, aquella que lo mareaba cada vez que tenía oportunidad. Lastima aquella que no recordaba como se sentía ella.
Larissa negó con la cabeza. -Escuché que su padre fue un muggle, lo que despertó un interés en mi. - dijo para añadir. -Soy muy curiosa.
Draco sonrió con ternura al verla acomodar el cabello detrás de su oreja. Deseaba poder hacer eso algún día. -Su padre fue un muggle, uno que su madre... que era bruja, atrapó con amortentia. Voldemort fue concebido por los efectos de la poción y eso hizo que sea incapaz de sentir amor, afecto y cosas... cosas relacionadas. - dijo él, mientras su tono bajaba.
Se sentía estúpido, por intentar atraparla en una conversación con él.
Larissa estaba tan atenta a cada palabras que él decía, lo hacía sentir extraño la atención de esa forma.
Pero el tiempo pasaba demasiado rápido.
Porque cuando menos lo notaron, ambos estaban comiendo en el Gran Comedor. Mientras Draco picaba su comida y la miraba desde lo lejos, ella estaba mirando a Ginny, conversando sobre algo que la mantenía con una cara preocupada.
Se lo preguntaría más tarde, el extraño y nuevo sentimiento por ella, lo hacia preocuparse más de la cuenta para ser del todo sinceros.
Ella miró en su dirección por accidente y las mariposas se aparecieron en su estomago sin avisar. El repentino cosquilleó en su estomago lo estaba volviendo loco, solo deseaba tomarla y meterla en su habitación; quería que estuvieran solos y así poder pasar el resto de sus vidas, alejados de todo aquello que les hizo daño.
Ella le dio una pequeña sonrisa, la que Draco tardó unos segundos en devolver.
Ginny la tomó del brazo y la sacó del comedor. Una punzada lo invadió al sentir que no la iba a ver hasta después de sus clases, pero para su buena suerte, solo faltaba una clase.
La clase de adivinación, la cual se paso terriblemente lento, mientras estaba sentado escuchando cada tontería.
-¡Draco! - le gritó Astoria, su compañera en esa clase.
Malfoy la miró y la miró molesto. -¿Qué?
-Lee mi taza. - estiró la taza de porcelana blanca, pero asomó su nariz a la taza de Draco, la cual estaba llena. -Toma tu taza y la leeré. - señaló.
Draco aceptó a regañadientes, pues la profesora llevaba un buen rato mirando.
Astoria sonrió satisfecha, tomando la taza de Draco entre sus manos y asomó su cabeza, buscando formas a la taza de té. -Hay un Sol. - dijo con entusiasmo, abrió la página seis de su libro y leyó el significado del Sol en voz alta. -Habrá gran felicidad, ¿no es eso bueno? - dijo apuntando a la taza.
Draco asintió. -Si, como sea. - respondió con aburrimiento.
Astoria gruñó. -¿Qué dice la mía? - señaló la taza de porcelana blanca, entre las manos de Draco.
-Que... - la movió un poco, buscando una forma. -Dice que eres una estúpida. - dijo con burla.
Astoria bufó y le dio un golpe en el brazo. -Dame eso, la leeré yo misma. - gruñó, arrancando de las manos de Draco la taza.
-Así no funciona. - murmuró divertido.
Astoria sonrió irónica. -Al menos podré tener una pequeña idea de lo que quiere decir.
Draco rodó los ojos y se sumió en sus pensamientos una vez más. Solo podía pensar en ella, intentando recordar que fue lo que hicieron.
-
Cuando las clases al fin terminaron, Draco se encontró tomando una ducha, para luego colocar una camisa de cuello alto color negro, un saco y pantalones que le iban a juego. Roció perfume sobre las prendas de vestir y él mismo y se miró al espejo.
-Eres un ridículo. - se dijo a si mismo en voz baja, mirando su reflejo en el espejo de cuerpo completo.
Escuchó la puerta golpear y casi se tropieza, mientras caminaba allí; cuando al fin giró el pomo, se encontró con la cara preocupaba de Larissa, ella estaba sosteniendo los libros con fuerza contra su pecho y miraba detrás de ella, cuidando que nadie la viera entrar.
Draco salió un poco y asomó su cabeza, mientras colocaba su mano en su espalda y la animaba a entrar en la habitación, en silencio.
Draco aclaró su garganta y sonrió nervioso. -¿No es divertido?
Larissa caminó vacilante hasta el escritorio de Draco y dejó sus dos libros y su pergamino, con mucho cuidado se dio media vuelta. -¿Qué?
-Que estemos escapando y escondidos de los demás.
Larissa sonrió un poco. -No sé si divertido es la palabra correcta. Yo diría... que me da miedo.
Y como si de un relámpago fuera, un recuerdo lo golpeó de la nada.
Draco se burló y la tomó por la nuca, enredando sus dedos pálidos en el castaño cabello ondulado. -Necesito arruinarnos. Deseó que me uses y me hagas decirte hasta el más oscuro de mis secretos, Smirnov. - le susurró, su aliento fresco golpeando sus labios.
Ella ni siquiera notó cuando una de las mano de Draco, ahora estaba firmemente agarrada de su cintura. -No, Draco. - murmuró negando con la cabeza. -Si te soy sincera, me da miedo. - trató de hacer el momento algo gracioso, pero Draco la estaba mirando con seriedad.
Recuerdos.
Recuerdos de la noche anterior.
Draco lo ignoró y miró a su escritorio. -¿Se supone que vamos a trabajar?
Larissa asintió. -Mañana es nuestro ultimo día de trabajo. La poción esta casi lista y solo estoy dando pequeños detalles en mi ensayo, así mañana podremos repasar todo, para tener una buena nota. - sonrió.
Draco no quería.
Él deseaba poder verla más, se sentía como un niño pequeño, deseando estar en el área de juegos un poco más.
Larissa caminó al escritorio y arrastró la silla, para tomar asiento. Draco la miró fijamente, mientras ella le daba la espalda.
Draco acercó su cara a la de ella comenzó a picotear un camino de besos, desde su cuello hasta su mandíbula. Tiernos y suaves, mientras la respiración se agitaba y la sentía dar jadeos silenciosos. -Puede ser un secreto. Nuestro secreto. Por favor, deja que te cuide, lo voy a hacer bien. - susurró mientras la presionaba contra su cuerpo.
Draco se acercó a ella, con el corazón acelerado. -¿Ayer dije algo?
Larissa asintió escribiendo en el pergamino. -Tu padre, dijiste que iría a Azkaban, y ambos están en juicios o algo. - murmuró, para luego añadir en voz alta, mirando a los ojos grises. -¿Estás bien?
Las palabras lo golpearon como un par de camiones, la miró sin saber que decir; nadie nunca había preguntado eso en realidad.
-¿Por qué actúas tan normal?.. ayer... ayer hicimos algo, no por nada desperté en esa posición vergonzosa. - escupió de repente.
Larissa dejó de escribir y como si de un volcán se tratara, ella explotó. -Ya te dije que no hicimos nada. - dijo entre dientes. -Me besaste, te bese. Es todo.
-¿Cómo explicas el semen en mi cama? - dijo con brusquedad, señalando la cama.
Larissa empujó el escritorio con las palmas de sus manos, se puso de pie y lo miró molesta. -¡No es mi culpa que hayas tomado a alguien para follar! - le gritó. -¡Si estabas tan caliente, pudiste haber tirado un hechizo para seguir besándome! - gritó sin pensar en lo que estaba diciendo.
-¡Yo no me follé a nadie! ¡Estas loca! - le gritó de vuelta.
Larissa estaba molesta.
En el fondo, ella estaba segura de que Draco se había acostado con alguna Slytherin que encontró por ahí. -¡Loca! ¡Pero así me besaste! ¡Loca, pero así de loca, soñaste como nos estábamos besando! - lo empujó con fuerza, pero él apenas y se movió.
Draco la miró con los ojos abiertos. -¡Dijiste que no había dicho nada! - le gritó furioso.
Si cualquiera afuera los escuchara, juraría que son un matrimonio de ancianos.
-¡Pues me besaste! - gritó, señalando la cama de atrás.
-¡¿Y te gusto?!
-¡Si, mucho! - le contestó. Larissa apenas estaba pensando en lo que gritaba.
Pero Draco la había escuchado muy bien.
Se acercó a ella, provocando que sus labios casi se tocaran, mientras la tomaba por la cintura y la presionaba contra su cuerpo. -Repite eso.
-Draco, no te puedes poner caliente por eso. - le susurró divertida.
-Calla. Repite lo que dijiste. - ordenó en voz baja.
De pronto, todo se había tornado de una forma muy distinta.
Larissa colocó sus manos en el pecho de Draco, buscando un poco de distancia. -Tengo un novio, que amo mucho. - dijo de forma lenta.
Draco puso los ojos en blanco. -Eso no te importaba ayer ¿o si? - le sonrió de forma burlona, mientras enarcaba una ceja.
Larissa lo separó de su cuerpo y negó con la cabeza. -Vine aquí para trabajar. - dijo en voz baja, porque dentro de ella, deseaba besarlo.
Deseaba poder marcarlo de besos, cada parte de él, deseaba acariciar y morder su pálida piel, pero aquello que más deseaba, era que él recordara cada detalle, sobre como se sentía su piel contra la de ella, como se sienten sus labios al fundirse como un montón de cera de vela, dos caramelos bajo el sol.
Ella caminó al escritorio y tomó sus cosas, para luego caminar a la cama de Draco y comenzar a escribir, pero fue interrumpida, cuando sus ojos se movieron, encontrando a un chico rubio, el cual estaba acomodando sus últimos ingredientes para hacer que la poción funcionara.
Draco parecía estar concentrado, acomodando todo de forma perfecta, entonces ella sintió un gran deseo de hablarle. -¿Tus padres irán a.. Azkaban?
Draco levantó sus ojos a ella.
En cualquier otro escenario, Draco Malfoy se hubiera enfadado, gritando que no debería meterse en lo que no le importa, negando cada palabra y luego caminando lo más lejos posible, para no verse como un estúpido, para intimidarla y hacerla temer más de lo normal, pero desde hace semanas ella no había estado temiendo y... desde hace semanas, él no la estaba viendo tan asquerosa de lo normal.
Malfoy lo deseaba y no iba a perder la oportunidad de esta forma. Podía hablar con ella con libertad, porque cada vez que ella estaba en presencia, él sentía seguridad, sentía libertad, sentía calor, un sentimiento que hacia desaparecer al de soledad.
Al frío sentimiento de soledad.
Ese que te hace enloquecer, comienzas intentando ignorar, para luego gritar a los cuatro vientos de formas indirectas lo solo que te sientes, lo solo que piensas que vas a estar por el resto de tu miserable vida, un sentimiento de soledad, que con solo pensarlo, te daba frío. Aquellos sentimientos que siempre están presentes, pero algunas veces más que otras, solo deseas tirar todo. Gritar.
Gritar hasta que tu garganta sangre. Sangre. Que sangre sin parar.
Un sentimiento desgarrador, un sentimiento de miseria; aquel que piensas que nadie será capaz de hacer desaparecer, sintiendo como mueres por dentro lentamente, como cada día es peor al anterior. Tirar. Gritar. Llorar. Eso es lo que quieres.
¿Alguna ves te has sentido tan solo, que estas a punto de caer en la mera locura?
Pues Draco Malfoy si.
Y Larissa Smirnov no era la gran excepción.
Draco la miró atento unos segundos. Esto era nuevo para él. Todo. Hablar, reír, expresarse sin miedo con alguien que no compartía su sangre.
-Si. - contestó sin vacilar.
Larissa asintió. -Lo siento mucho.
-No te disculpes, mi padre cometió actos atroces. - dijo en voz baja.
Torturas. Asesinatos. Eso es lo único que Lucius hizo, por servir y tener la confianza de su señor oscuro, pero al mismo tiempo, lo hacia por mantener unida a su familia, por mantenerlos a salvo, algo que quizás nadie nunca notaría, es que Lucius Malfoy, hizo aquellos actos atroces por ellos. Por su esposa y su hijo.
Nadie, solo los Malfoy, serían capaces de entender aquel asunto.
-Mi madre... ella esta impune o algo, solo debe cooperar y será libre porque no tiene la marca tenebrosa. - susurró, volviendo a la poción.
Larissa se removió incomoda al pensar en el tatuaje horrendo, aquel que era irreversible, marcando tu vida por completo, te haría gritar de dolor, cada vez que el señor te necesitara. La marca horrible que estaba impregnada de por vida en sus pieles, con el terrible anuncio, el desgarrador recordatorio de lo maldito que estás de ahora en adelante.
Larissa pronto recordó también, que Draco tenía la marca. -¿Tú también vas a ir-
-No. - interrumpió Draco, antes de que ella terminara su oración.
¿A quién mentía?
Si él ya había estado ahí, por los meses más largos de su vida, los días pasando como eternidades y los segundos más dolorosos que pudo haber experimentado un chico de 17 años.
Pero no se lo iba a mencionar, al menos no ahora.
-¿Entonces estas triste y por eso te pones borracho? - le preguntó la castaña, para luego terminar con las ultimas dos hojas del ensayo.
Draco negó con la cabeza. -Tengo cosas en casa. - dijo en voz baja.
Larissa asintió. -¿Quieres hablar de eso? - Draco negó con la cabeza, terminando de dar vuelta a la poción en sentido de las manecillas del reloj. -¿Quieres hacer algo luego de terminar? - realmente ella no tenía idea del por qué esas palabras salieron con tanta naturalidad, como si lo hubiera preguntando antes.
Draco la miró y asintió. -Dime a qué huele la poción.
-¿La has terminado? - preguntó sorprendida.
Draco asintió y ella se puso de pie, para luego alizar su falda y caminar al escritorio junto a él. Se puso a un lado del caldero y asomó su nariz.
Por supuesto que reconoció el olor. No era la primera vez que ella lo sentía.
En el año anterior, en la clase de Slughorn, en su cuarto año, el la clase de Snape. En la madriguera, cuando Fred y George la prepararon por error, cuando intentaban hacer pociones para explotar juguetes de plástico.
Siempre era el mismo olor.
Levantó la cabeza y lo miró. -¿Sabías que Seamus me va a matar si sabe que estoy aquí? - le dijo ella, cuidando su tono.
Realmente tenía miedo, pero algo de ella estaba tan dispuesta a romper las reglas y vencer ese miedo profundo... no por él, sino con él.
Draco levantó los ojos con diversión, pero todo aquel rastro de diversión desapareció cuando vio los ojos avellana temerosos. -¿En serio?
Larissa asintió. -Es- es un poco celoso, pero es inofensivo.
-¿Y por eso terminaste en la enfermería? - dijo sin sensibilidad.
Larissa se puso recta y lo miró desafiante. -No es de tu incumbencia. Él no tuvo la culpa, -
Draco la apuntó con un dedo acusador y se acercó un poco a ella. -No te atrevas a terminar esa frase, porque los dos sabemos que es una total mentira. - dijo en voz baja, incitándola a retarlo.
Pero ella no terminó la oración. Se quedo callada mientras lo miraba. -Si deseas ser abierto conmigo, esta bien, pero no esperes lo mismo de mi parte, Draco. - respondió de la misma forma.
Draco se burló sin gracia y miró a la ventana. -¿Entonces así es esto?.. ¿Te enviaron del ministerio?.. ¿Quieres que hablé?.. Porque ya estuve meses en el puto Azkaban, pequeña estúpida. - escupió molesto.
Larissa y Draco se miraron impactados, sus ojos tan abiertos.
Él no quiso decir eso, pero así lo hizo.
-Tú estuviste. - pronunció Larissa en voz baja.
-Vete. - le dijo mientras la interrumpía. Ella no se movió, entonces Draco caminó hasta la cama y la tomó del brazo. -Vete. Ahora. - volvió a decir mientras la levantabas de la cama.
Ella lo miró unos segundos, negó con la cabeza. -No. No hasta que te expliques. - dijo subiendo la voz.
Draco miró a un costado, evitando la mirada de Larissa, porque sabía que si la veía a los ojos, le sería imposible mentir. -Si quieres ser abierta conmigo, adelante, pero no esperes lo mismo de mi parte. - repitió sus palabras.
Larissa lo miró dolida y lo empujó, pero de nuevo, no consiguió absolutamente nada, pues él la superaba en tamaño y fuerza. -Simplemente no quiero hablar de mi vida.
Draco se burló de nuevo. -¿Entonces?... se supone que finges ser un puto libro abierto, para luego evadir preguntas. - le dijo en voz alta. Él solía ser más delicado cuando hablaba con ella, si no era un tono bajo, era uno frío, pero nunca se atrevía a levantar la voz. -¿Qué quieres?.. ¿Besos sin compromiso? ¿Por qué odias admitir que tu novio apenas te mira?.. si querías eso, solo pudiste pedirlo. - escupió de repente.
Larissa abrió los ojos ofendida, pero en un santiamén, ella frunció el ceño molesta y lo golpeó en el pecho. -Cállate. - le gritó.
Draco le sonrió con pura maldad. -¿No soportas la verdad? - le dijo en voz baja, acercando su cara a la de ella.
Ella estaba a punto de explotar, de gritar, y justo en es momento, luego de tantos años, ella lo hizo sin pensarlo dos veces. -¡Si! ¡Si me envió a la maldita enfermería, Draco! ¡¿Eso querías escuchar?! - le gritó en la cara, en ese mismo instante, Draco desvió la mirada y la bajó al piso. -Me asfixió hasta dejarme inconsciente.. ¿Sabes que hice después? - le dijo en voz baja, buscando su mirada.
El corazón de Draco estaba doliendo, como si toda esa furia se estuviera convirtiendo en dolor y puro dolor, destruyendo un poco más de su triste y miserable ser, pero ella continuó. -Le mentí a todos. - susurró. -Le dije a Pomfrey que caí de las escaleras... y me creyó, pero esta bien, porque siempre lo hacen, cada vez que él-
Ella se estaba atragantando con su saliva, el nudo en la garganta apenas la dejaba respirar, mientras Draco la veía con la cara contorsionada, las lágrimas bajando por sus pálidas mejillas, escuchando las rutinas dolorosamente normales que ella hacía. -Eso hago cada vez que él me lastima. - susurró con rabia en su voz. -Es tan normal... para él es tan simple golpear hasta dejarme sin aliento... para que luego Ginny me rescate o Luna, la que sea estaba bien. - continuó hablando de su tortura. -Pero a mi me duele, Draco. Me duelen los golpes, las palabras, los recuerdos, me duele respirar. - le estaba comenzando a doler el pecho.
Estaba recordando cada vez que Seamus la tocó de formas dolorosas, porque solo miraba en su dirección cuando se trataba de lastimarla, posiblemente ahora mismo estaría riendo con sus compañeros de cuarto, mientras ella desahogaba sus penas con un tipo del que ni siquiera estaba segura de querer.
Quizás era solo la sensación de amor y atención que nunca nadie le dio.
Draco la miró a los ojos, mientras la veía llorar, pero ella no estaba haciendo ningún ruido, solo dejaba que el agua salada bajara por sus mejillas, mojando cada rastro de piel que iba tocando.
Sin pensarlo dos veces, Draco la envolvió en un abrazo, uno que ella tardó unos segundos en devolver, pero finalmente lo hizo, cuando sintió el calor corporal de Draco darle la bienvenida. La estaba apretando tan fuerte, como si sintiese que en cualquier momento ella iba a romperse, como si fuera una pequeña muñeca de porcelana rota y él tratara de mantener los pedazos unidos con solo sus manos.
Ella lo envolvió en un abrazo con fuerza y respiró su aroma, dejando que sus pies cedieran, sintiendo e imaginando que podría estar flotando con él en sus brazos. Un sentimiento de calor y amor que nunca en su vida había sentido.
Las mariposas recorriendo su estomago, sintiendo como si nada más que ellos y su pequeño amor prohibido existiera, el calor entre ellos iba aumentando mientras se mantenían unidos, como si de alguna forma pudieran fundir sus cuerpos en uno solo con un solo abrazo.
Un eterno abrazo.
Pero como todo lo bueno tiene que terminar, sus pies se cansaron y ella lo miró, levantando su cabeza y dejando descansar su barbilla en su pecho, para que luego él bajara su mirada, aquellos orbes grises que la tenían hechizada. -Me duelen los pies. - murmuró.
Draco sonrió con ternura, sin terminar el abrazo. -Entonces puedo arreglarlo, señorita. - murmuró divertido.
Se separó, rompiendo el abrazo, sintiendo un golpe de aire frío en su cuerpo, que luego fue sustituido por su calor una vez más, cuando la tomó de ambos brazos y la hizo pasarlos al redor de su cuello; Larissa solo lo estaba mirando con una pequeña sonrisa, mientras él se agachaba un poco y la miraba, como si estuviera pidiendo permiso, ella asintió. -Entonces salta un poco. - le susurró.
Ella lo hizo y él la tomó por las piernas, dejando que las envolviera por su torso. -¿Qué vas a hacer? - le susurró ella, teniendo cerca su cara.
Draco sonrió, como ella nunca lo había visto sonreír. Una sonrisa sincera y hermosa, que quedaría grabada en su cabeza por siempre. -No te quiero soltar. - le susurró.
Ella le dio una media sonrisa e inclinó un poco su cara a él. -Entonces nunca lo hagas, por favor. - murmuró.
Sentía como si no hubiera un poder en el plano terrenal, que pudiera quitarles aquella felicidad.
Una felicidad que nunca habían sentido en sus vidas, alejados de todo y de todos, siempre con la fría compañera, llamada soledad. Pero ahora era distinto.
Un hermoso calor, un exquisito cosquilleo. Embriagarse el uno del otro, era lo que más deseaban.
Un beso.
Solo uno.
Un beso donde Draco había estado ebrio. Un beso en el que Draco no recordaba nada, pero con el transcurso del día lo comenzó a hacer, teniendo pequeños pedazos de recuerdos y sensaciones, sensaciones que Larissa recordaba, porque lo había memorizado de una forma espeluznante.
Draco se inclinó un poco con ella en la cama y se recostó con ella sobre él, mientras dejaba que la cabellera castaña descansara en su pecho; ella estaba sintiendo como el corazón de Draco latía de una forma lenta. Tranquila.
Exacto.
Tranquilo. Una sensación que no sabían que extrañarían hasta que la perdieron, una sensación que recuperaron con la presencia del otro.
-
-
Una morra chilló escribiendo los últimos párrafos, pero no les voy a decir quien soy xd.
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