21.
Este es el capítulo más largo que he escrito, me llevo dos semanas. Intentaré hacerlos así si les gusta.
Díganme si prefieren cortos o largos.
Larissa había estado metida en la enfermería, mientras pasaba escondida de Seamus o cualquiera que tuviera un par de ojos y viera las feas marcas en su cuello.
Draco no lo sabía.
No sabía si ella estaba en su habitación o la enfermería. De igual forma, se estaba obligando a si mismo a no buscarla en los lugares del castillo.
Pero su cuerpo era un vil traicionero, llegó dos veces a la enfermería en una sola mañana y pudo ver como Larissa estaba conversando con Ginny, quien no parecía querer dejarla sola. No tuvo una oportunidad para poder acercarse, aunque ni siquiera sabía si tendría las fuerzas suficientes para acercarse.
¿Qué le diría? No tenía idea.
Caminó al Gran Comedor, dispuesto a olvidar como es que ella se veía en la enfermería, pero el terrible recordatorio de ella lo golpeó, cuando la pudo ver sentada en la mesa de Gryffindor, no había nadie a su al rededor.
Draco se puso de pie, pero sus rodillas flaquearon cuando los ojos cafés de Larissa lo miraron directamente y los recuerdos de su sueño lo golpearon de una forma espeluznante.
Se volvió a sentar, mientras sus ojos seguían pegados a los de ella, y una terrible punzada lo golpeó en el centro de su pecho cuando vio a Seamus caminar a ella.
No.
Draco rodeó la mesa de Slytherin, pero cuando lo hizo, Seamus ya la estaba sacando del Gran Comedor. Miró desesperado a Ginny Weasley, pero ella estaba muy animada riendo con sus otros compañeros.
El corazón le estaba golpeando el pecho de una forma violenta, tomando su fuerza caminó detrás de ellos, intentando no parecer desesperado.
Seamus la estaba llevando por pasillos y doblando esquinas, cuando el Gryffindor pensó que estaban solos, la tomó de ambas manos y trató de acariciar su mejilla, pero ella retrocedió, mirando a un costado. Accidentalmente sus ojos chocaron con los de Draco y se sintió más a salvo, por alguna extraña razón.
Miró de regreso a Seamus y sus manos comenzaron a temblar. Las apretó para no hacerlo notorio.
-¿Dónde habías estado? - le susurró Seamus con falsa dulzura.
Larissa no contestó. Ella apenas podía hablar correctamente, estaba llena de éxtasis, aquella adrenalina que llenaba el cuerpo cuando sabías que algo iba a ocurrir. Aquel miedo. Aquel terror. Pánico.
Su boca se secó y a duras penas, pudo hablar. -Yo.. estaba en la enfermería. - murmuró.
Seamus intentó acercarse un poco más, pero sus ojos se fueron al pasillo, justo cuando Draco estaba caminando hacia ellos.
Sonrió con burla y se alejó, pero no sin antes decir. -Ya sabes que ocurre, no hagas tonterías. - susurró con veneno.
Para cuando Draco llegó junto a ella Seamus ya había desaparecido por el pasillo.
Larissa estaba mirando en la dirección en la que Seamus se había ido, negando a reconocer la presencia de Malfoy. Se sobresaltó cuando la gran mano pálida se posó en su hombro. Ella lo miró y lo dejó tocarla, mientras se miraban por largos segundos. -¿Te hizo daño? - preguntó Draco.
Larissa negó. -Él no me ha hecho daño. - murmuró.
Draco asintió y se miraron por más segundos, un silencio incomodo los invadió, solo sus presencias haciendo ruido, era un silencio tan absorto, que podían escuchar a los alumnos del gran comedor a lo lejos, sin embargo, Larissa rompió el silencio. -Seamus no me quiere cerca de ti y... creo que sería mejor que hagamos el trabajo por cuenta propia. - dijo en voz baja, temerosa de todo aquello que le hiciera daño.
Draco frunció el ceño. -Por más lejos que quisiera estar de ti, no puedo. - murmuró, ella lo miró con los ojos muy abiertos, su corazón estaba latiendo fuerte contra su pecho, mientras pensaba en las formas que deseaba chocar sus labios contra los de él y rodearlo con sus brazos, dejando que sus cuerpos se fundieran en un fuerte calor. -Porque es necesario que escribas cada parte de la poción, cada error, cada pequeño movimiento de varita... todo. - agregó en voz baja y tranquila, mientras veía el sonrojo de las mejillas de la chica desaparecer.
Larissa asintió. -Quizás puedas escribirlo en un pergamino y dármelo después, en el salón de clases. - sugirió ella.
Draco no dijo nada a eso, solo dejó ir el aire de forma dramática y puso los ojos en blanco. -¿Le vas a hacer caso? - dijo irritado, mientras apuntaba al pasillo por el cual Seamus se fue.
Larissa rodó los ojos. -No es eso-
-¿Entonces qué es? - la interrumpió de repente.
Larissa lo miró con dolor en sus ojos.
Es miedo, Draco. No temo de Seamus, temo de mi y de ti. Me da miedo estar enamorándome de ti.
-Estoy cansada y me quiero dormir, ahora. - dijo simplemente, mientras se tragaba sus emociones reprimidas.
Ella giró en sus talones y poco antes de que pudiera comenzar a caminar, la mano de Draco se enroscó en su muñeca. Él la atrajo a su cuerpo y le dio media vuelta, haciendo que sus ojos chocaran con los de ella. -¿A qué le tienes miedo? - preguntó en voz baja.
Larissa ahora estaba frente a él, mientras lo sentía acercarse más a ella, sus cuerpos estaban a milímetros de distancia, mientras la mano de Draco seguía en la muñeca de Larissa. Ella no quería decir nada, pero su cerebro comenzó a fallar cuando el aliento fresco de Draco al golpeó en el rostro y juró que sus respiraciones comenzaban a mezclarse en este punto.
Sus ojos fueron de los labios de Draco a sus ojos plateados, mientras sus labios se separaban casi en cámara lenta, ella pudo murmurar. -A ti.
Draco la miró con dolor en los ojos distancio un poco sus caras. Su corazón anhelaba mantenerla tan cerca como fuera posible, quería sentir sus labios rozar con los de ella, mientras se dejaba embriagar en su olor, pero al mismo tiempo deseaba saber de ella. Deseaba aun más, poder conversar con ella sin la necesidad de terminar en una cama desnudos, como lo haría con cualquier otra chica en aquellos años, cuando era solo un chico. Por supuesto, aún era un chico, pero su cabeza y su corazón habían madurado.
Deseaba no terminar en una cama desnudos y ebrios, a pesar de sentir gran anhelo de tocarla y quitar su ropa con suavidad. Simplemente no podía hacerlo, porque de alguna forma, él quería que ella realmente entendiera lo que había pasado, ¿Y ella? ella deseaba escuchar cada palabra, resolviendo las dudas en su cabeza, las que se comenzó a hacer cuando Harry Potter comenzó a insinuar que Draco Malfoy era un mortifago.
Cuando estuvo a cierta distancia de ella, una cercana, pero no demasiado para ser tentados a besarse, él comenzó a hablar. -Quiero saber, realmente quiero.
-¿Qué es lo que quieres saber? - preguntó ella.
Los pasos comenzaron a acercarse a ellos y Draco miró a los costados. Estaban terminando de comer y ahora salían del Gran Comedor. -Aquí no... ven a mi habitación. Justo diez minutos después del toque de queda. - murmuró con cuidado, queriendo evitar que los escucharan.
Larissa no pensó dos veces antes de asentir, para después verlo irse.
Ahora solo podía ver su espalda ancha moverse, mientras veía sus músculos flexionarse en su uniforme de Slytherin, sus manos a los costados moviéndose ligeramente, mientras el cabello rubio platinado, recibía una pequeña porción de luz por parte del sol.
Sonrió sin darse cuenta, al recordar que podría verlo en su habitación otra vez.
¿Pero era correcto?
Tenía miedo de Seamus, pero temía más de su propio corazón, quien comenzaba a traicionarla. La traicionaba mientras se aceleraba al ver al Draco, al verlo sonreír, al sentir su aroma, su tacto, su mirada... todo.
Todo él.
Siempre él.
-
-
La noche cayó y sus compañeras estaban conversando en sus camas, mientras veían la revista Corazón de Bruja. -¿Ya vieron?... Harry Potter es de los magos más guapos de la comunidad mágica. - sonrió Padma.
Ginny se sonrojó notablemente y lanzó una almohada en su dirección. -Harry es atractivo.
Todas comenzaron a reír mientras asentía y Larissa tomó el momento para mentir y ponerse de pie, tenía puesta su pijama, la cual estaba formada de una blusa común color rosa pastel y un pants que le hacía juego, el cual tenía pequeños conejos y corazones como estampado color blanco. Colocó sus sandalias y se puso de pie, pero no sin antes darse una mirada en el espejo y asegurar que su cabello no estaba desordenado.
Ginny se burló. -¿Con quién te vas a encontrar?... dime, pequeña Lari... ¿encontraste algo mejor que la patética excusa de Seamus? - pregunto divertida, mientras la sacudía de los hombros juguetonamente.
Larissa negó con la cabeza mientras sonreía. -Voy con... Pomfrey. Me duele el estomago. - dijo en voz alta, esperando que las otras la escucharan.
Ginny la miró con preocupación. -¿Por qué te duele?
Larissa se encogió de hombros. -Me ha venido... ya sabes. - murmuró mirando hacia abajo.
Aunque no eso no era mentira, ella se sentía demasiado emocionada por mentir de esa forma. Porque no era cualquier mentira, era una exclusiva para escaparse con un chico.
Ginny asintió, entendiendo el malestar falso de Larissa y regresó con las otras chicas, tomando la revista en sus manos y burlándose de los chismes que había inventado Rita en su sección.
Larissa abrió la puerta y salió de la habitación, mientras caminaba por la sala común, deseando que no hubiera nadie.
Para su suerte solo estaba Dean, quien la miraba con lastima. Ella lo ignoró y continuó caminado hasta la salida.
-¿A dónde vas? - preguntó la voz de sus más terribles pesadillas.
Ella se dio media vuelta lentamente, mientras se abrazaba a si misma. Su corazón estaba golpeando su pecho con terror. -A mi. Me duele el estomago, voy con Pomfrey. - murmuró mientras miraba a Seamus.
-¿Y Ginny?
-Ella se quedó... no quiero meterla en problemas por acompañarme... - explicó mientras seguía su mentira.
Seamus miró el reloj en la pared, sobre el fuego. -Hace trece minutos fue el toque de queda, si te metes en problemas no pienso ir a sacarte. - dijo, para luego caminar al sofá junto a Dean.
Ella lo vio sentarse, mientras apretaba sus manos, enterrando sus uñas contra sus palmas. -Del único problemas que deseo sacarme es de ti. - murmuró para si misma, mientras giraba sobre sus talones y salía de la sala común.
Y con el corazón latiendo a mil segundos por hora, sus piernas corriendo y estirándose mucho para llegar a su destino, la varita en la mano mientras aluzaba su camino. Larissa estaba frente a la puerta de la sala común y escuchó como los pasos se acercaban a ella.
-¿Larissa?
Se dio media vuelta, mientras apuntaba con su varita. Solo era Astoria, ella se acercó mientras bajaba la varita de ella lentamente. -¿Qué haces aquí? - preguntó en voz baja, para luego añadir. -Te vas a meter en problemas.
Larissa no sabía que responder, pero Astoria parecía ser alguien de confiar. -He venido a ver a Malfoy, quiero terminar el trabajo de pociones... o avanzar. - mintió.
Mentiras.
Mentiras.
Y más mentiras.
¿Acaso es lo único que ella podía hacer bien? Mentirle a la gente sin más, ella siempre había vivido en una pequeña mentira.
La pequeña y mentirosa vida de Larissa Smirnov; donde fingía ser la pareja perfecta de Seamus Finnigan, la amiga de gente reconocida como El Elegido, el niño que vivió para morir y revivir; su vida era pura falacia, una de la que no había ganancia. Por más que deseara gritar la mentira que la tenía encadenada, era un plan imposible. Cada vez era más difícil esconder las mentiras y vivir en la verdad, porque ella no se atrevía decir en voz alta sus temores y sus problemas, los que la tenían viviendo en la miseria, ella sabía que si los decía en voz alta, todos y cada uno de ellos, se harían realidad.
La golpearían tan fuerte y le dolería. Ardería en su pecho como una bofetada sin piedad, dejando marcas visibles a todo aquel que la viera. Obteniendo nada más que miradas de lastima y personas escupiendo palabras falsas, aquellas que solo dicen por cortesía y no curan el alma.
Sus ojos fueron a Astoria una vez más, quien ya estaba murmurando la contraseña, haciendo que las puertas se abrieran de una forma dolorosamente lenta.
Miró al fondo de la puerta. La que conduciría a Draco Malfoy de alguna forma, tomó una leve respiración, comenzando a formular mentiras elaboradas en su cabeza para que él no sospechara nada de ella.
Diría que... que ella estaba tan cansada aquella vez que peleo con Seamus, él solo dijo que estaba celoso. Si. Estaba celoso del tiempo que pasaban juntos ella y Draco... entonces solo lloró y ella lo abrazó; pero... pero luego ella fue a la enfermería porque comenzaba a hacer viento invernal y había tomado un leve resfriado que Pomfrey tardó en curar porque Larissa se negaba a tomar los medicamentos. Si. Eso era perfecto y estaba casi segura de que se lo tragaría todo.
Caminó hasta la sala común de Slytherin, detrás de Astoria, mientras la castaña murmuraba que odiaba las tareas de prefecta.
Cuando estuvieron en la puerta que conducía a las habitaciones de los varones, Astoria sonrió cansada, quitando su túnica. -Sabes el camino... supongo.
Larissa asintió, con sus manos jugando frente a ella y comenzó a caminar, subiendo escaleras por escalera. Para cuando estuvo caminando por el pasillo, pudo ver la puerta de Draco al final del gran pasillo.
Sus piernas comenzaron a flaquear y comenzó a arrepentirse de estar ahí, se obligó a si misma a llegar y cuando estuvo frente a la puerta.
Ella se arrepintió por completo.
No quería hacerlo.
Su puño cerrado estaba frente a ella, sobre su cabeza, mientras intentaba buscar fuerzas para golpearlo suavemente contra el material de madera.
Apretó sus labios y lo hizo, pero cuando lo logró la puerta de abrió lentamente frente a ella.
Cuando la puerta se terminó de abrir, se encontró con la imagen de Draco tirado en su cama, la camisa blanca del uniforme estaba con los dos primeros botones abiertos y las mangas hasta los codos, mientras cubría con un brazo su cara.
Ella titubeó al principio, pero lo pudo lograr. -¿Draco?.. ¿Estas bien? - pudo murmurar.
Draco quitó de forma floja su brazo y arrastró su cabeza por la cama, mirando directamente a la silueta de Larissa. -¿Qué haces aquí? - dijo con la voz arrastrada.
-Tú... dijiste que viniera aquí, después del toque de queda. - dijo con voz suave mientras caminaba un poco más a la entrada.
Draco llevó su propia muñeca hasta frente a su cara y se burló. -Llegaste... treinta y cinco minutos tarde. - balbuceó.
Larissa asintió. -El camino hasta las mazmorras es bastante largo, considerando que duermo en la torre de Gryffindor. - dijo nerviosa, con una pequeña sonrisa, para después cerrar la puerta detrás de ella.
Draco se puso de pie cuando ella entró por completo y cerró la puerta.
Entonces Larissa notó el estado en el que estaba, al verlo tambalear en sus pies, por más que lo intentara ocultar, sus pies fallaban de vez en cuando, dando una verdadera traición.
Ella retrocedió contra la misma pared, cada vez que él se iba acercando. Hasta que lo tuvo frente a ella, colocando sus manos a los lados de su cabeza. -¿Por qué te demoraste? - susurró, el aliento a ebriedad la golpeó en la cara. El olor a licor era muy fuerte.
Ella arrugó su nariz y colocó sus manos en el pecho de Draco, mientras lo alejaba lentamente. -Es muy largo el camino, ya deberías saber eso. - murmuró con cuidado.
Draco la miró desconcertado, era obvio que la sustancia que se había metido no lo tenía en sus cinco sentidos.
Ella se puso recta y lo tomó con cuidado del brazo, mientras lo llevaba a la cama para que pudiera estar sentado. Cuando ambos estuvieron sentados, Larissa suspiró y lo miró. -Creo que será mejor que vuelva otro día... no estas sobrio.
Draco la miró unos segundos y negó con la cabeza. -Estoy bien. Aunque tal vez tienes razón, hoy te vez más bonita de lo normal. - balbuceó. Alargó su mano y pasó un mechón de cabello detrás de la oreja de Larissa, para acariciar su mejilla mientras lo hacia.
Larissa sonrió nerviosa y pudo sentir su estomago revolverse. -Vez. Estas diciendo tonterías, te vas a arrepentir mañana si me quedo un segundo más aquí. - susurró.
Draco gruñó molesto y rodó los ojos. -Eres tan irritante. Realmente te odio tanto, te odio mucho. - escupió de repente.
-Pero si no te hice nada. - dijo Larissa con cierta molestia.
-Por supuesto que lo hiciste. Tú y tu maldita sonrisa, tú y tus asquerosos ojos, tú y tu tonta voz. Me enloquece. - comenzó a hablar el rubio. Larissa abrió la boca en shock y negó con su cabeza. -Te odio. Te odio. Porque por tu culpa estar aquí se vuelve menos horrible. - la señaló con tu dedo, para luego añadir. -Por tu culpa puedo soportar otra noche aquí, porque sé que cuando sueñe, te voy a ver ahí con tus bonitas ondas y... y- además, cuando despierte te puedo ver en la estúpida clase de pociones. - Draco cubrió su cara con sus palmas y gimió de molestia.
Larissa solo lo estaba mirando, no dijo nada. Si ella respondía todo se comenzaría a volver real.
Se hundió en sus pensamientos, obligando a su voz y a su boca no contestar que se sentía así por él. Pero entonces, ella regresó de golpe, cuando lo escuchó sollozar.
Draco estaba colocando sus codos sobre sus rodillas, mientras escondía su cara entre sus manos, su cuerpo se sacudía con cada sollozo. -¿Por qué me haces esto? - sollozó el rubio.
Larissa lo miró atenta. -Draco, yo no te hice nada. - murmuró con cuidado. -Estas ebrio, solo estas diciendo tonterías.
Draco levantó su cara y la miró molesto, sus ojos grises inyectados en sangre. -¿Tonterías?.. estas loca. - se puso de pie y comenzó a caminar de un lado a otro, como si su ebriedad hubiera desaparecido, comenzó a hablar con claridad. -Te soñé, estabas muy bonita, Larissa. Y luego tú me incitaste a besarte y yo lo hice. - pasó sus manos por su cara y la talló. -Maldita sea, se sintió tan bien. - gimió mientras cerraba los ojos.
Larissa abrió la boca, estaba impactada.
¿Draco Malfoy había soñado con ella? ¿Se besaron? ¿Ambas cosas en una misma frase?
Ella se puso de pie y detuvo a Draco, mientras lo tomaba por los hombros, haciendo que él la mirara. -Draco, estas confundido. Solo es el sueño y el alcohol. - susurró.
Draco negó con la cabeza. -De verdad. En serio, tengo sentimientos por ti. - sollozó, mientras las lágrimas volvían a caer de sus ojos, manchando las suave mejillas.
Larissa estiró su mano y limpió las lágrimas. -Debes estar-
Draco la interrumpió. -No. No. No, esto es muy real, Larissa. Tienes que ayudarme. - dijo con cierto terror en su tono.
Larissa negó con la cabeza. -Cállate. No puedes decir eso. Si Seamus te escucha-
Draco acercó su cara a la de ella. -¿De verdad piensas que me importa ese imbécil? - Larissa iba a contestar, pero él añadió. -Mis padres están en pleno juicio, deciden si irán a Azkaban, Larissa... mi padre obviamente se va a ir de por vida. Si tu excusa de novio me llega a tocar un pelo de nuevo, no dudaría en pedirle a mi padre que lo asesine... un asesinato más a su larga lista no influye en nada. - susurró contra su cara, mientras intentaba estar tan cerca de ella, para poder juntar sus labios en un beso.
Pero ella seguía mirando con miedo. -Draco, no le hagas daño. - murmuró.
Draco se burló. -¿Por qué no iba a hacer eso?
Larissa negó con la cabeza. -Porque te puedes meter en problemas y yo- a veces creo que podríamos ser amigos. - le murmuró con suavidad.
Draco se burló y la tomó por la nuca, enredando sus dedos pálidos en el castaño cabello ondulado. -Necesito arruinarnos. Deseó que me uses y me hagas decirte hasta el más oscuro de mis secretos, Smirnov. - le susurró, su aliento fresco golpeando sus labios.
Ella ni siquiera notó cuando una de las mano de Draco, ahora estaba firmemente agarrada de su cintura. -No, Draco. - murmuró negando con la cabeza. -Si te soy sincera, me da miedo. - trató de hacer el momento algo gracioso, pero Draco la estaba mirando con seriedad.
Draco acercó su cara a la de ella comenzó a picotear un camino de besos, desde su cuello hasta su mandíbula. Tiernos y suaves, mientras la respiración se agitaba y la sentía dar jadeos silenciosos. -Puede ser un secreto. Nuestro secreto. Por favor, deja que te cuide, lo voy a hacer bien. - susurró mientras la presionaba contra su cuerpo.
La lujuria. El placer. La satisfacción. El pudor. La confianza. Las mentiras. El dolor.
Todo en un solo y corto momento.
Ese pequeño momento en el que Draco atrapó su labio inferior con ternura, para succionarlo y comenzar a besar sus labios con fiereza. Mientras ella movía sus manos a su nuca, jalando un poco de las raíces rubias, dejando que él la llevara hasta su cama.
Justo como en su sueño.
Ella se dejó llevar, por sus manos caminando en su cuerpo, por sus labios presionados contra los suyos, su lengua explorando su boca.
Draco la acomodó en su cama, de forma en que una de sus piernas estaba entre las de ella, mientras presionaba su rodilla contra su núcleo.
Ella gimió en voz baja y Draco gruñó contra sus labios, profundizando aún más el beso. Mordiendo una y otra vez los suaves y rosados labios de Larissa, mientras la sentía moverse contra él, rogando por más placer.
Ella lo tomó por el cuello de la camisa y lo empujó contra ella, entonces sintió a Draco sonreír sobre sus labios. Él se separó unos momentos y le sonrió mientras relamía sus labios. -Mi secreto ahora será el tuyo. - murmuró.
Larissa lo miró agitada, mientras su pecho subía y bajaba; su cabello estaba regado a los lados de su cabeza, mientras sus labios se encontraban hinchados y... ni hablar de su cuerpo, el cual pedía a gritos ser tocado, seguir experimentando placer.
Draco se acercó a ella y mordió sus labios con fuerza, mientras ella gemía en una mezcla de dolor y placer al mismo tiempo. Volvió a tomar su labio inferior, pero esta vez con suavidad, para luego introducir su lengua en su boca y continuar con su delicioso festín.
Pero todo se detuvo cuando Larissa sintió el sabor a alcohol en su boca.
Draco.
Draco estaba ebrio.
Draco ni siquiera estaba en sus cinco sentidos, no podía dar su consentimiento de hacer esto, no si estaba ebrio.
Ella lo empujó con todas sus fuerzas y Draco la miró aturdido, mientras se recargaba en sus codos y la miraba. -¿Te lastime? - preguntó Draco preocupado.
Pero Larissa negó. -No. Estas- estas ebrio. Esto no esta bien. - dijo agitada mientras se levantaba de la cama y lo miraba.
Draco se recostó y miró al techo. -Puedo lanzar un hechizo para estar sobrio si eso te preocupa y haría mejor mi trabajo. - se burló.
Ella negó con la cabeza y se sintió repentinamente avergonzada.
Draco estaba más amistoso y hablador de lo que jamás habría sido estando sobrio y con ella. Seguro ni siquiera iba a recordar nada a la mañana siguiente y eso la hizo querer llorar y sentir vergüenza.
Porque se dejo llevar por el simple anhelo de sus labios y el placer.
Ella había comenzado a llorar y negó con la cabeza. -Es que ni siquiera vas a recordar nada de lo que hicimos. - murmuró para luego salir corriendo, mientras dejaba a un Draco confundido.
Quien estaba recargado en sus codos en la cama, mirando desconcertado como Larissa salía corriendo. Una sonrisa burlona se dibujo en su cara cuando pudo ver el bulto en sus pantalones, los que se estaban haciendo más ajustado conforme repetía las escenas y los sonidos de ella en su mente.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top