08.

Las palabras lo habían tomado desprevenido. 

¿A su habitación? ¿Qué pretendía? ¿Qué Draco solo metiera a una Gryffindor a su cuarto?

Por supuesto que no haría eso, era imbécil el simple hecho de pensar en aquello. Que tontería. En especial no la metería a ella, la chica cuyo novio lo había pateado montones de veces en el pasillo mientras se aprovechaba de la golpiza que los Slytherin le habían dando. 

Draco frunció el ceño y negó con la cabeza, ella seguía tocando su muñeca, él podía sentir la forma en que su toque se fundía en su pálida piel y la forma en que lo llenaba de calma en ese momento. -No, no te vas a meter a mi habitación. - murmuró con molestia y confusión. 

Larissa negó con la cabeza y lo miró con ojos suplicantes. -Pero no hemos decidido ni siquiera cual será la poción, Draco. - dijo ella con un toque de desesperación. 

Malfoy suspiró y observó por sobre la cabeza de la chica. -Es Malfoy. No somos amigos, te lo recuerdo. - dijo sin humor.

Él realmente estaba siendo lo más amable que ella le dejaba ser. Si seguía manteniendo sus dedos suaves en su muñeca lo más probable es que Draco deseara tomarla de la mano y sentir su palma contra la de él, eso lo haría enloquecer y seguro la llenaría de insultos. La haría llorar. Ella simplemente era insoportable. 

La Gryffindor ladeó su cabeza. -Puedes decirme al menos... al menos dime la poción que quieres hacer, quizá yo pueda hacer el ensayo y tú la poción. - dijo ella con su suave voz, pero sus ojos derramaban pura desesperación.

Ella parecía un libro abierto.

Draco la observó durante largos minutos, estaba estudiando sus rasgos de una forma casi espeluznante. Nunca se detuvo a ver cada fino rasgo de esa chica, nunca se le había cruzado, ni siquiera lo veía como una necesidad. Pero ahora podía verla con un detenimiento, sus claros ojos avellana, sus largas pestañas y su cabello con ondas en las puntas, sin mencionar sus labios regordetes y rosados. 

No era tan horrible como recordaba. 

Draco miró la pequeña mano de ella, tomando su muñeca pálida con nada de fuerza y volvió a mirarla a los ojos. -Voy a trabajar solo si me sueltas. - murmuró.

Larissa asintió y soltó la mano de Draco con delicadeza. El chico simplemente comenzó a caminar y entonces ella supuso que debería seguirlo. Y eso hizo. Lo siguió por detrás todo el camino por los pasillos, doblando esquinas y caminando sin detenerse o decir alguna palabra. 

Él caminaba algo rápido, pues sus piernas largas avanzaban más que las cortas de Larissa. Ella calculó que media al menos un metro ochenta... quizá ochenta y cinco, mientras lo tuvo de espaldas, pero no estaba del todo segura, no tenía algo para medir la altura del chico rubio.

Ella era bastante observadora en ciertos detalles.

Cuando bajaron a las mazmorras, el rubio se detuvo frente a la puerta de Slytherin y susurró la contraseña. -Pura sangre. 

Volteó su cabeza para asegurarse de que ella lo había estado siguiendo y así era, ella estaba detrás de él. Jugueteando con sus dedos mientras lo veía de forma inocente y asustadiza en sus ojos, no lograba comprender que estaba haciendo ella ahí si tanto miedo le tenía. 

Él se hizo camino dentro de la sala común, con el ligero golpeteo de zapatos de la chica detrás de él, cuando empujó la puerta para entrar a la sala común, para la buena suerte de ambos no había nadie, solo algunos primer año haciendo sus tareas, mientras los prefectos los ayudaban. 

Draco se detuvo en seco cuando pudo distinguir a aquella Slytherin castaña y molesta caminar hacía él. -¡Draco Malfoy! - se quejó ella. 

Era Astoria Greengras. Estaba en el mismo año que Ginny y Larissa. 

Cuando Draco se clavó en el piso, con una mirada aburrida hacia abajo, directo a la chica bajita frente a él. Tenía su ceño fruncido, sus cejas estaban casi juntas por lo molesta que estaba y sus labios apretados, mientras sus mejillas estaban más y más rojas, sus pestañas negras revoloteaban, intentando no llorar por lo que le había sucedido. -¿Qué? - respondió aburrido.

Astoria abrió la boca y una lágrima se deslizo por su rosada mejilla. Sus ojos verdes volaron detrás de Draco y el platinado siguió su mirada. Estaba viendo a Larissa, quien estaba como una niña pequeña viendo cada detalle de la sala común de las serpientes con asombro, pero sin tocar nada. -¿Qué hace ella aquí? ¿Por qué ahora traes chicas? - se quejó en voz baja.

Draco levantó ambas cejas. -No traigo a nadie... solo ha venido a hacer un proyecto del viejo gordo. - murmuró mientras la veía con molestia.

Astoria se burló y más lágrimas por sus mejillas se deslizaron. -Montague ha venido a gritarme. - soltó ella de repente. -Tuve que cubrir tu asqueroso trasero y me ha reprendido por no decir donde estabas... asusto a los primer año. - dijo ella mientras sorbía la nariz. 

Larissa había estado observando y escuchando desde atrás, sin decir una sola palabra. 

Draco colocó una mano en el hombro de la pequeña Astoria. -¿Qué le has dicho? - susurró.

Astoria se encogió de hombros y sorbió su nariz. -Que estabas haciendo tareas en la biblioteca. - balbuceó.

Draco asintió. -Gracias... pero sabes que no puedo hacer nada si te ha gritado. Me gritara el doble. - dijo casi balbuceando la ultima oración, provocando que Larissa no escuchara o entendiera un poco.

Astoria asintió limpiando sus dulces lágrimas y camino a los sillones de cuero, donde habían estado los primer año jugando con sus varitas. -Vamos, Zabini. Has tu tarea. - dijo ella con una pequeña sonrisa al chico moreno pequeño. -¿Sabías que han enviado al hermano de Blaise? - dijo ella mirando con una sonrisa a Draco. 

El rubio la miró aburrido y pronto molesto. -No me interesa nada de ese traidor. - escupió y camino a las escaleras que daban a las habitaciones de forma molesta. -¡Smirnov, que esperas! - gritó desde las escaleras, haciendo eco por toda la sala común. 

Astoria le dio una sonrisa a Larissa y con eso la chica castaña de cabello ondulado salió corriendo a las escaleras, detrás de Draco. 

Ella lo podía ver caminando y maldiciendo frente a ella. Sin embargo, ella no se atrevió a hablar, ella quería salir corriendo. 

¿Y si la maldecía a ella? ¿Era capaz de hechizarla? Seguro si, era lo más probable, pues estarían solos en aquella habitación del fondo con la placa de "Draco Malfoy" color dorado.

Realmente ahora estaba aún más asustada, él estaba enojado por alguna razón y ella era el blanco más cercano y fácil; ver el tacto que tuvo con Astoria al verla llorar fue algo que la tranquilizo, le hizo saber que al menos sentía algo, que podía ser un poco empático fuera de todo.

Pero ella no era Astoria, no habían hablado como parecía haberlo hecho con la castaña Slytherin de ojos bonitos y verdes. 

Draco empujó de forma brusca, una fuerza casi bruta, la puerta. Y ella se sobresaltó. Ahora si quería salir corriendo gritando que Draco Malfoy el ex mortifago, la iba a asesinar en las mazmorras de Slytherin; pero su cuerpo la traicionó. Sus piernas caminaron dentro del lugar.

Estaba compuesto por una cama al centro, una alfombra verde y negra, un escritorio en la esquina color café como la madera y una silla... seguro hacía ahí sus deberes. La ventana gigante que abarcaba el espacio de casi una pared entera, estaba mostrando nada más que el lago ahí, con algunos pequeños animales marinos allí mismo; dando un toque de luz verde a la habitación, por los rayos dorados de afuera que se cruzaban con el lago. 

Draco se dejó caer en la cama y la vio juguetear con los libros en sus manos. -¿Qué se supone que quieres hacer? - dijo de repente y ella lo miró. Estaba simplemente sentado en su cama. 

Ella tomó aire. -Si no tienes tiempo, solo podemos buscar una poción y luego... quizás en clase la podemos comenzar a elaborar. Y tal vez-

-Deja de ser tan insegura. - gruñó con molestia, frunciendo su ceño. Ella lo miró sorprendida. -¿Qué importa mi opinión? Tú eres la inteligente ¿no?

Deja de ser tan insegura. 

Las palabras en su cabeza se repetían una y otra vez, haciendo un nudo. Pero ella habló. -No es eso... es un trabajo en equipo, se supone que ambos debemos trabajar, estar de acuerdo con las decisiones que se tomen y si no lo estamos dialogar sobre eso. 

Draco suspiró rendido. -¿Entonces? - dijo sin aparente interés. 

Ella tomó aire y valentía de Gryffindor. -Entonces dime una poción, yo haré el ensayo, tú la poción y luego veremos que más dice el profesor. - explicó con aparente seguridad, pero por dentro ella estaba temblando, a nada de lloriquear por ayuda y miedo. 

Draco asintió y se puso de pie. -Quiero hacer la amortentia. Ahora largo. - dijo señalando la puerta. 

Ella siguió su dedo y lo miró incrédula. -¿Qué?... pero es una poción muy difícil, Dra- Malfoy. - dijo ella en un tono sorprendido, corrigiéndose en el momento que estuvo por decir el nombre de pila del platinado.

Draco caminó a la puerta y giró el pomo entre sus dedos. -Si como no, ya vete. - dijo sin importancia y abrió la puerta. 

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