Capitulo 2

Después los días pasaron con distintos profesores y materias. Sin embargo había dos cosas importantes, una, muchas de ellas las compartían con Griffindor, y dos, Michael Severin no ponía mucha atención. Esto era bueno y malo, su apatía hacia las peleas infantiles entre casas le evitaba algunos problemas. Lamentablemente con amigo de Draco Malfoy muchas veces veía la crueldad del rubio platinado. Draco lanzó un hechizo hacia Harry Potter, sin embargo, accidentalmente cayó a una castaña Griffindor nacida de muggles (lo que Draco le gustaba llamar sangre sucia). Ella se llamaba Hermionie Granger, una chica sin amigos y la más inteligente de su grado, logrando superar a Draco por bastante. Este hechizo hizo que los dientes de ella se hicieran más y mas grandes como un castor. No hubo simpatía para ella.
-Ni si quiera se nota la diferencia- rio Ron Weasley.
La pobre niña salió corriendo llorando en medio de la clase. El Professor Cuthbert Binns tampoco parecía importarle la broma, demasiado entretenido en platicar sobre las guerras de goblins con su aburrida voz. Pronto Michael se quedó dormido, y fue notorio por sus ronquidos. Eran fuertes, lo suficientes como para hacer que el fantasma se irritara con él.
-Señor Severin-dijo con seriedad, flotando hacia el chico. -SEÑOR SEVERIN- el grito del fantasma hizo que se sobresaltara el pelirrojo, quien obtuvo la risa de sus compañeros y una mirada asesina por parte de Draco. -Le próxima vez que desee dormir, hágalo en su habitación.
-Ah, no me di cuenta, lo siento.
-Dígame ¿Por qué se dieron las rebeliones de goblins?
-Por feos.
Draco solo se palmeo la cara enojado y avergonzado de asociarse en ese momento con Michael.
-¡No, fue para poder obtener trato igualitario! Quince puntos de Slytherin, y se encargará de limpiar los trofeos sin uso de magia durante tres días.
AL acabar la clase Michael estaba decaído, intentando quitarse el sueño. Draco, como siempre decidió intentar alegrarlo porque ya se había hartado de la actitud de su amigo. No quería solo a dos personas dándole cumplidos.
-¿Sabías que el jueves tendremos clase de vuelo?
-¿Eh? -Fue la respuesta de Michael.
La verdad es que Draco hablaba mucho sobre volar. Se quejaba en voz alta porque los de primer año nunca estaban en los equipos de quidditch y contaba largas y jactanciosas historias, que siempre acababan con él escapando de helicópteros pilotados por muggles. Pero no era el único: Michael también disfrutaba volar, aunque fuera por una razón completamente, parecía que había pasado toda la infancia volando por el campo con su escoba. Esto le había ayudado a escapar de la miseria que vivía en ese entonces. El viento en su cara, el aroma de árboles, lo adoraba. Estaba agradecido con Draco de haberle enseñado a volar. Aunque claro, el detestaba quiddich.
En el desayuno del jueves, la lechuza de Draco llegó con sus golosinas de siempre que solo compartía con Michel, ya que, él era su seguidor/amigo más antiguo. El muchacho de cabello platinado abría con perversa satisfacción en la mesa de Slytherin. Le ofreció algunas ranas de chocolate a Michael y regalo dos paquetes de "beartie bots jelly beans" a Crabbe y Goyle. Obviamente, el pelirrojo sabía que eso era porque no le gustaban esos dulces y era un egoísta que no compartía mucho. Solo Michael obtenía algunos de los que a Draco le gustaban, no podía evitar sentirse orgulloso por eso.
-Mira, Longbottom tiene una recordadora-se burló Draco del niño medio gordo de Griffindor.
-Esa cosa se ve inútil-comentó Michael mordiendo uno de sus chocolates antes de que escapara.
La recordadora era una bola de cristal, del tamaño de una gran canica, que
parecía llena de humo blanco. Si cambiaba de color al tomarla con fuerza significaba que algo se le había olvidado al usuario. Para sorpresa de nadie, eso mismo ocurrió con Neville Longbottom. Michael tomó esta oportunidad mientras estaba pasando al lado de la mesa de Gryffindor; le quitó la recordadora de las manos. Le alegró ver como Draco aguantaba la risa, su corazón latiendo bastante de la emoción por su bromita. Potter y Weasley saltaron de sus asientos. Pero la profesora McGonagall, que detectaba problemas más rápido que ningún otro profesor del colegio, ya estaba allí.
-¿Qué sucede?
-Severin me ha quitado mi recordadora, profesora.
Con aire ceñudo, Draco le indicó a Michael a dejar rápidamente la Recordadora sobre la mesa. Michael solo hizo una mueca de irritación, pero no se interpuso.
-Sólo se la quería enseñar a Draco -dijo, y se alejó junto con Draco, seguido por Crabbe y Goyle.
Aquella tarde, a las tres y media, Draco, Michael, Crabbe, Goyle y los otros Slytherin corrieron a toda velocidad, hacia el parque, para asistir a su primera clase de vuelo. Era un día claro y ventoso. La hierba se agitaba bajo sus pies mientras marchaban por el terreno inclinado en dirección a un prado que estaba al otro lado del bosque prohibido, cuyos árboles se agitaban tenebrosamente en la distancia. Era un día que Michael sentía que estaba hecho para ellos. Se preguntaba que clase de criaturas se escondían en el bosque prohibido, y también cómo hacer que Draco dejara de quejarse de la clase de vuelo.
Pronto llegaron los Griffindor, con la profesora, la señora Hooch. Era baja, de pelo canoso y
ojos amarillos como los de un halcón. Michael rápidamente hizo un dibujo malhecho de la mujer, tratando de aguantar la risa de la burla que hacía de ella, usando como referencia las quejas de Draco sobre la clase.
-Bueno ¿qué están esperando? -bramó-. Cada uno al lado de una escoba. Vamos, rápido.
Michael miró su escoba. Era vieja y algunas de las ramitas de paja sobresalían formando ángulos extraños. Esto estaba en mal estado, su vejez se notaba, no era digno de Draco...Michael sacudió la cabeza ¿De dónde había salido ese pensamiento?
-Extiendan la mano derecha sobre la escoba -les indicó la señora Hooch- y digan «arriba».
-¡ARRIBA! -gritaron todos.
La escoba de Michael saltó de inmediato en sus manos, pero fue uno de los
pocos que lo consiguió. Igualmente con Potter y Draco. El pelirrojo aburrido decidió detallar su dibujo animado. Luego, la señora Hooch les enseñó cómo montarse en la escoba, sin
deslizarse hasta la punta, y recorrió la fila, corrigiéndoles la forma de sujetarla.
Michael se molestó muchísimo cuando la profesora dijo a Draco que lo había estado haciendo mal durante todos esos años. ¿cómo se atrevía esta vieja a decir eso? Eso hizo que Michael agregara serpientes devorándola en su dibujo, estaba seguro que a Draco le haría reír. Pero no logro mostrárselo pues la señora Hooch lo había visto.
-Te crees muy gracioso... cinco puntos de Slytherin por distracción e insulto a un profesor. -dijo la señora quitándole la ilustración. -Ahora, cuando haga sonar mi silbato, den una fuerte patada-instruyó mientras se alejaba de él-. Mantengan las escobas firmes, elévense un metro o dos y luego bajen inclinándose suavemente. Preparados... tres... dos...
Pero Longbottom, nervioso y temeroso de quedarse en tierra, dio la patada antes de que sonara el silbato. Michael no sabía si reír como Draco en silencio o preocuparse.
-¡Vuelve, muchacho! -gritó, pero Neville subía en línea recta, Cuatro metros... seis metros... El chico gordo tenía la cara pálida y asustada, mirando hacia el terreno que se alejaba, lo vio jadear; deslizarse hacia un lado de la escoba y..
BUM...
Un ruido horrible y Longbottom quedó tirado en la hierba. Le sorprendía al pelirrojo el hecho de que el niño no había quedado como hot cake. La señora Hooch se inclinó sobre Longbottom, con el rostro tan blanco como el del chico. La mujer volteo hacia el resto de la clase.
-No deben moverse mientras llevo a este chico a la enfermería. Dejen las escobas donde están o estarán fuera de Hogwarts más rápido de lo que tarden en decir quidditch. Vamos, hijo.
Longbottom, con la cara llena de lágrimas, pareciendo un cerdo a punto de ser sacrificado, se agarraba la muñeca con su gruesa mano, cojeaba al lado de la señora Hooch, que lo sostenía.
Casi antes de que pudieran marcharse, Draco ya se estaba riendo a carcajadas. Michael no pudo evitar hacerlo tambien
-¿Vieron la cara del gordo? - Michael no podía respirar de tanta risa después de ese comentario. Los otros Slytherins les hicieron coro.
-¡Cierra la boca, Malfoy! -dijo Parvati Patil en tono cortante.
-Oh, ¿estás enamorada de Longbottom? -dijo Pansy Parkinson, una chica de Slytherin de rostro duro. -Nunca pensé que te podían gustar los gorditos llorones, Patil.
-¡Miren! -dijo Draco, agachándose y recogiendo algo de la hierba-. Es esa cosa estúpida que le mandó la abuela a Longbottom. La recordadora brillaba al sol cuando la tomó en sus manos. A Michael le recordaba bastante a los cristales que tenían los candelabros de la Mansión Malfoy. Alli fue cuando se dio cuenta de lo que haría su amigo. Michael era travieso, pero tenía sus límites.
-¿Para que quieres esa cosa Draco? - preguntó Michael calmando su risa y poniéndose serio.
-Para nada que te importe- Draco sabía que Michael ahora no estaba de su lado. Potter, por su parte aprovechó.
-Trae eso aquí, Malfoy -dijo el pelinegro con calma. Todos dejaron de hablar para observarlos. Michael jaló a Draco.
-Désela-dijo Michael enojándose cada vez mas. Draco solo rodó los ojos y volteó hacia Harry con una sonrisa maligna y traviesa.
-Creo que voy a dejarla en algún sitio para que Longbottom la busque... ¿Qué te parece... en la copa de un árbol?
-Draco Malfoy, no te atrevas...-Advirtió Michael.
Draco lo ignoró subiéndose a su escoba alejándose. Desde las ramas más altas de un roble llamó a Potter. Michael no iba a esperarse, tomó su escoba al mismo tiempo que Harry.
-¡Ven a buscarla, Potter!
-¡No! -gritó Hermione Granger-. La señora Hooch dijo que no nos moviéramos. Nos vas a meter en problemas.
Michael ni Potter le hicieron caso a la castaña. Con la cara roja del enojo Michael ya estaba en el cielo trtando de agarrar a Draco del brazo para poderlo hacer entender lo grave del asunto. Pero lo que lo detuvo fue ver a Potter volando como si fuera un ave creada para eso. Algo que parecía fácil, y la cara de Draco mostraba que se sentía igual. Ahora su enojo era distinto, estaba dirigido hacia Potter y no su amigo. ¿Por qué? Ni el mismo sabía.
-¡Déjala -gritó Potter, haciendo a ambos salir de su asombro- o te bajaré de esa escoba!
-Ah, ¿sí? -dijo Draco, tratando de burlarse, pero con tono preocupado.
-Por favor-suplicó Michael. -Ya no es divertido, lo sabes. No vale la pena.
Pero ni él ni Draco anticiparon que Potter se inclinaría hacia delante, tomándo la escoba con las dos manos y se lanzó sobre el rubio como una jabalina. Michael jaló a Draco y pudo alejarlo justo a tiempo, Potter dio la vuelta y mantuvo firme la escoba. Abajo, algunos aplaudían.
-¡Atrápala si puedes, entonces! -gritó Malfoy, molesto por la atención hacia Potter.
-¡No! ¡No lo hagas! -pero la súplica de Michael fue ignorada. vio en cámara lenta como el rubio giró la bola de cristal hacia arriba y bajó a tierra con su escoba. Michael había tenido suficiente, bajó a su amigo a la fuerza. No fueron vistos por los profesores, pero cuando Potter bajó...
-¡HARRY POTTER!
La profesora McGonagall corría hacia ellos. Michael se sentía aliviado de que no fue hacia ellos el grito.
-Nunca... en todo mis años en Hogwarts...
La profesora McGonagall estaba casi muda de la impresión, y sus gafas centelleaban de furia. Michael se sentía mal por el de pelo negro, era culpa de Draco que esto ocurrió...
-¿Cómo te has atrevido...? Has podido romperte el cuello...
-No fue culpa de él, profesora...
-Silencio, Parvati.
-Pero Malfoy...
-Ya es suficiente, Weasley. Harry Potter, ven conmigo.
En aquel momento, Michael notó, para su ira interna, el aire triunfal de Draco, Crabbe y Goyle, mientras Potter andaba inseguro tras la profesora McGonagall, de vuelta al castillo. Lo iban a expulsar; lo sabía. Pero no iba a poder defenderlo.

Continuará

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