El Príncipe y la Plebeya

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El Príncipe y la Plebeya

Para Draco todo era contradictorio en más de un sentido, contradictorio sentir la añoranza al abandonar el castillo y al mismo tiempo tener esas ansias de abandonarlo y cerrar por fin ese ciclo negro de una vida. Contradictorio también para Hermione amar tanto su segundo hogar y saber que tenía que abandonar el nido para emprender el vuelo para desplegar sus alas y aventurarse a la búsqueda de nuevos horizontes.

La vida en si está llena de contradicciones, complicaciones, sentimientos encontrados que se contraponen, que nos exponen y confunden, que nos aterrar y tranquilizan por partes iguales, que nos debilitan y nos fortalecen en cada paso en falso, que nos elevan por los cielos a la expectativa de un mejor mañana y nos hunden en el profundo y oscuro abismo de la incertidumbre.

Sentimientos que chocan y se colisionan para saber cuál es el más fuerte, cual es aquel que debe predominar y anteponerse en esa batalla que se desarrolla día a día.

Odiar es lo opuesto de amar, y sin embargo, ambos son sentimientos intensos, desbordantes y apasionados, se contradicen en sí mismos pero están ligados en muchas ocasiones pues a veces van de la mano y luchas en arduas batallas para saber cual será el vencedor por ese día y mañana, mañana volverán a chocar en un ciclo sin fin para continuar la guerra interna.

Equilibrio y balance, al choque de dos fuerzas opuestas, de dos energías que contantemente se entrelazan a pesar de sus diferentes orígenes, el gris de un cielo agitado, frio o tormentoso y los tonos cálidos de un café caramelo de un cielo despejado donde juegan los rayos del sol, se unen en uno solo, se mezclan en un cumulo de colores y texturas nuevas, en un encuentro tantas veces buscado y eternamente deseado.

Dos personas diferentes sucumbiendo a los mismos sentimientos, abandonándose al amor y añorando un plano donde puedan estar juntos y gozas de la libertad de sus emociones.

Él, la representación de las debilidades humanas en más de un sentido y en su contrapunto la manifestación de un linaje puro, de la vanidad hecha carne, del orgullo mal entendido, de una soberbia imposibilitando y coartando su propia libertad de pensamiento.

Ella, la representación del pensamiento lógico, de la coherencia, de la razón  y en sus contradicciones la esencia de un origen que no debería ser mágico pero lo era, que no debería ser complementario a la pureza pero sin duda eran dos partes de la misma pieza.

El, aprendiendo de sus errores, abriendo por primera vez sus ojos y su pensamiento más allá de esos principios impuestos y decadentes.

Ella, encontrando que la razón se reduce a nada cuando no se es capaz de ver lo más importante, como tener fe sin fundamentos, y creer aun si no existen pruebas de algo que va más allá de la lógica o el entendimiento.

El, amándola, entregándose por primera vez de manera sincera, exponiendo sus escondidos deseos de sentir algo puro y verdadero, permitiéndose ser vulnerable demostrando sus debilidades.

Ella, amándolo, entregándose más allá de lo racional o lo correcto, permitiéndose explorar más allá de la teoría en una práctica que jamás había experimentado siendo su primer despertar en muchos sentidos.

Hoy era su última noche en el castillo, la última antes de enfrentarse a un futuro confuso e intrincado, donde el destino no era claro y no les daba todas las respuestas. Los dos lo sabían bien y no podían evitar sentir miedo, temor a lo desconocido y la incertidumbre si eso funcionaria, pero tenían que intentarlo, agotar sus posibilidades y aun después de agotar sus esperanzas sin un resultados optimo, buscaría la manera de mantener sus manos unidas como ahora, pues solo necesitaban de eso para recobrar las fuerzas y darle la cara a lo que viniera.

Resguardados por la noche habían recorrido el castillo en silencio, tomados de la mano, dando una despedida a cada lugar por el que pasaba, recorrieron cada pasillo, pasando por cada torre, subiendo y bajando escaleras, colándose por lugares prohibidos para terminar después de varias horas en la torres de premios anuales.

Era tarde, muy tarde cuando cruzaron el umbral de la sala común donde todo comenzó como un juego de palabras e insultos, y Hermione no pudo contener un largo suspiro lleno de nostalgia y se abrazo a la cintura de Draco que la estrecho con ternura mientras peinaba sus cabellos con su mano.

Ambos desconocían lo que les esperaba mañana, tenían miedo pero no dudaban que estar juntos era lo que querían y que estaban dispuesta a defender su amor a toda costa.

Subieron las escaleras sin soltar sus manos entrelazando sus dedos, llegaron a una puerta a la izquierda de un breve pasillo, era la habitación que compartía Hermione y Sam, pero en esta ocasión cuando abrieron la puerta no estaba ocupada, sabían el justo lugar donde ahora se encontraba la rubia, no se necesitaba ser adivino para comprender que estarían en muy buena compañía en la otra habitación cruzando el pasillo.

Entraron sin prisas y cerraron la puerta a sus espaldas, estaba frente a frente mirándose a los ojos, uniendo sus palmas y entrelazando sus dedos. Draco tenía el rostro tranquilo y concentrado como si estuviera debatiéndose internamente y Hermione tenía las mejillas sonrojadas y sonreía con timidez hundiéndose en la profundidad de esos ojos grises que tanto amaba.

Lentamente, tan lentamente como si apenas fueran capaces de moverse el rubio se inclino un poco buscando sus labios y ella siendo generosa se los ofreció mientras cerraba los ojos abandonándose a esa placentera sensación cuando se unieron en un suave beso.

Su aliento cálido se mezclaba en su cercanía, se mantenían labio con labio sin moverse como si temieran que tantas emociones mescladas tan intensamente de un momento a otro los hicieran explotar de alguna manera.

Con los ojos cerrados Draco tomo el rostro de su amaba entre sus manos y le acaricio con devoción sin despegar su boca de la suya, y se sintió dichoso de sentirla estremecer con sus caricia sucumbiendo ante las vibraciones de su cuerpo y esa corrientes eléctricas invisibles atravesándole cada poro de su piel. Tuvo tantas ganas de gritar de júbilo ante esas nuevas sensaciones al explorar su rostro entre suaves toques y sentir la lozanía  y el calor de su piel derruyendo las ultimas capaz de hielo de su corazón.

Y el tembló cuando percibió las manos de Hermione subir de manera delicada y con cierta torpeza con caricias por sus brazos hasta llegar a sus hombros y en un gesto que le pareció sublime y lo estremeció hasta la medula sintió las yemas de sus dedos trazar líneas imaginarias en su cuello, subiendo con una lentitud casi tormentosa por su mentón y mejillas hasta el nacimiento de su pelo, para después bajar con la misma ternura y suavidad de nuevo hasta sus hombros y estrecharse contra él como si buscara sentirlo más cerca de ella.

Su sangre estaba en llamas y podría jurar que se había transformado cada gota de ese líquido rojo en lava incandescente, pero no podía, no debía dejar que sus ansias lo sobrepasaran, debía ser cauteloso y mantener el control de sus actos.

De manera diestra la despojo de su blusa dejándola solo con el sujetado negro de encaje, y una nueva oleada de calor los sorprendió al ver y sentir la tierna piel de sus hombro, de su espalda, de ese cuello largo y cetrino  bajo el toque de sus manos. Queriéndola explorar un poco mas se atrevió a recorrer esa piel tostada con sus labios haciendo que de la boca de castaña salieran gemidos placenteros.

Trazo un camino  por el cuello descubierto, por su clavícula hasta el nacimiento de sus senos y se sintió frustrado al sentirse limitado por la tela de exquisito encaje que cubría esos dos montes de redondeces sublimes que se agitaban con la acelerada respiración de Hermione.

Subió torturando con su boca, con la suavidad de esos delgados y finos labios, y la humedad de su lengua sumada a la presión moderada de sus dientes que arrebataban más y más sonidos placenteros de los labios apretados de su dama que inútilmente intentaba silenciar esos sonidos amorosos que huían de su garganta.

Pero la Leona no era del todo sumisa y su falta de experiencia la compensaba con dedicación, saciando con su curiosidad innata y esas ansias locas por aprender y mejorar,  aprendía al paso de su maestro, descubriendo en cada movimiento un nuevo conocimiento.

Descubría y exploraba la extensión de una piel cremosa que se erizaba con cada toque suyo y se sintió poderosa a pesar de su inexperiencia porque también temblaba ese hombre de piel de mármol tallado bajo sus manos.

Sus manos temblaban al igual que el resto de su anatomía y el calor de su cuerpo iba en aumento, como el cosquilleo que se extendía impetuoso al sur de su vientre y se manifestaba en una humedad que le resultaba placentera. Y sus dedos tomaron vida propia y aun con torpeza comenzaron a desabrochar uno a uno los botones de la camisa que cubría esos fuertes pectorales.

Hermione era devota a las enseñanzas y era capaz de efectuar cualquier hechizo a la perfección después de verlo realizado una primera vez, y ante estos nuevos conocimientos que no eran del todo diferentes se desenvolvía con la misma soltura al poner en práctica las nuevas enseñanzas, aprender se le daba bien a la Gryffindor y enseñar se le daba excelente al Slytherin.

Granger repetía cada caricia recibida con la máxima perfección, obligo a su boca a acallar sus gemidos para tatuar sus besos en la piel pálida de Draco, pero como buena alumna supero a su maestro en cierto punto, besando el hueco de su garganta de manera tan erótica que el rubio contuvo el aliento y soltó un jadeo ronco y gutural.

Su lengua saboreo palmo a palmo el cuello blanco, la piel sensibilizaba del lóbulo de su oído, sus hombros y su pecho, enrojeciendo la piel expuesta a la tortura de su boca, de sus dientes que traviesos siguen con deleite en un juego tormentoso y ardiente.

La habitación está casi en penumbras alumbrada apenas por el tenue fulgor de un par de velas encendidas, dándole un ambiente íntimo y relajado, perfecto para ellos.

Quizás no es lo que el gran Malfoy siguiendo sus viejas usanzas hubiera tenido en mente como perfecto porque esa no era la cama enorme con sabanas negras de seda que hubiera usado en el pasado para ser el escenario de sus pasiones desatadas, no está rodeado de los lujos mínimos de los que siempre había disfrutado, no había vino esperando ser tomado o frutas exóticas para degustar, no era una habitación lujosa e impecable con la música suave tocando de fondo o los inciensos embriagando con sus aromas eróticos.

Esa era solo una cama mullida de proporciones normales, de sabanas blancas inmaculadas y suaves, era una alcoba más bien modesta que nada tenía de exótica, no era lujosa ni despampanante, pero era perfecta a pesar de que las paredes estaban decoradas con los colores de su casa rival, a pesar de que la única música que se escuchaban eran la suma de largos suspiros, jadeos roncos y gemidos suaves llenos de places, a pesar de que no había vino y lo único que los embriagaba y aturdía eran sus mutuos besos, y no había fruta exótica para probar por lo que se complacían con degustar el sabor de su piel bajo sus labios.

Era perfecto a pesar de sus carencias, sin importar que rayara en lo bizarro porque lo importante no era el lugar donde se consumaba el amor y el deseo, la perfección llegaba porque eran las personas adecuadas.

Las prendas cayeron una a una hasta dejarlos al natural frente a sus ojos, aun de pie se contemplaban en silencio, el con un brillo de excitación en sus pupilas dilatadas, ella con ese candor en la mirada y esas mejillas pudorosas arreboladas de un matiz carmesí.

Las bocas se encontraron de nuevo  en un vaivén diferente más  ardiente y excitante, más sensual y provocativo, sus lenguas se juntaban y jugueteaban, se frotaban en un baile cadencioso y la lava corría por sus venas, la piel ardía de excitación y exigía algo más.

Con los ojos cerrados a ciegas caminaron sin separarse hasta que el borde de la cama los detuvo, y enfebrecido Draco la acomodo entre sus brazos con agilidad para levantarla en vilo y depositarla con una ternura sobre la cama que el mismo no habría creído que era capaz de demostrar. 

Cuando la deposito en la cama sintió como su corazón golpeaba con fuerza sus costillas queriendo salir de su pecho, ante esa imagen tan perfecta y recordó aquella primera vez que la admiro desnuda cuando entro de improviso al baño, entonces había pensado que esa mujer era una diosa, una Venus emergiendo de las profundidades del agua y ahora que estaba tendida en su cama le parecía aun una diosa pero más terrenal, todavía más hermosa si eso era posible.

Su cabello largo castaño y rizado estaba desparramado por la almohada como una marea suave y dulce de oleaje tranquilo, sus labios rojos e hinchados de tantos besos eran más apetecibles, todavía más sensuales y suculentos a la vista, sus mejillas arreboladas y el brillo en sus ojos lo perturbo porque jamás en nadie habia visto ese amor reflejado en sus pupilas y esa inocencia manifiesta en un rostro de facciones finas.

Era verdad que había tenido en su cama mujeres de cuerpos mas exuberantes, de cuervas más prominentes y redondeces mas marcadas, pero nunca nadie le parecía tan hermosa y exquisita como esa Leona de piel tostada.

Nunca a nadie había tocado como la tocaba a ella, con esa delicadeza, con ese amor y veneración con la que esculpía cada curva, cada línea de su figura, porque sabía que solo a ella amaba. Sus pechos suaves se amoldaban en sus manos, en su boca como hechos a medida, al igual que sus caderas y esas piernas torneadas, toda ella había sido hecha solo para él.

Hermione también se deleito ante la figura desnuda de Draco y admiro ese cuerpo tan sublime y esa piel tan pálida definiendo cada musculo de sus brazos, de ese pecho y abdomen bien trabajado hasta llegar a sus caderas afiladas y en la espesura de ese bello dorado ensortijado se levantaba el cumulo de todas sus paciones.

La Gryffindor recordó también aquella vez que lo viera desnudo y una punzada de celos la atravesó al recordarlo con Parkinson, pero no quiso pensar en eso y se dejo llevar por otro recuerdo, por aquel que le traía a su mente la fresca imagen de ese rubio desnudo e inconsciente mientras ella se deleitaba bañándolo y disfrutando de limpiar cada parte de su anatomía.

Sentía un calor abrazador con cada toque y ella también se permitió tocarlo, acariciando con suavidad su espalda y como la intensidad de las caricias aumentaba se atrevió a acariciar su virilidad haciéndolo dar un respingo, Draco se sintió en la gloria con esas caricias y supo que había llegado el momento.

La miro a los ojos con ternura e infinito amor, pidiendo permiso y ella como toda respuesta se apodero de sus labios en un último beso antes de entregarle a ese hombre su virginal pureza.

El gran seductor temblaba de deseo pero también de miedo, porque sabía muy bien que no sería fácil y aunque lo deseaba con todas sus fuerzas temía dañarla, ella lo supo y lo beso con mayor suavidad y se separo lo justo para susurrar en su oído. -Te amo. -Para después volver a asaltar su boca.

Draco entro en ella tan lentamente como le fue posible y la sintió tensar su cuerpo y ahogo un suave quejido en sus labios, y espero controlando sus deseos de moverse, controlando esas ansias que le consumían torturándole. Busco sus ojos temeroso,  pero como si de un milagro se tratara la sintió relajarse y le miro con el mismo amor y deseo, sintió hasta entonces sus uñas enterrarse en la piel de su espalda y ella le sonrió dando la confirmación que esperaba.

Fue tan delicado como pudo mientras comenzaban el vaivén de sus caderas, que poco a poco menguaron el dolor de Hermione para darle paso al más delicioso éxtasis.

Era perfecto, en las imperfecciones del lugar, en el cumulo de sensaciones que flotaban en el ambiente,  en el fundir de dos cuerpos calientes que se entregaban y se acoplaban como si hubieran sido diseñados el uno para el otro.

Eso era el destino, era la vida, eran sus sueños levantándose después de los tormentos de una guerra. Eran sus esperanzas puestas en un mañana incierto, eran sus temores derrumbándose por su valor.

Eran dos viejos enemigos haciendo las paces en el calor de las sabanas, en el cobijo de un amor que surgió de lo imposible  y lo  impensable,  y se materializo en realidad.

Llegaron juntos al éxtasi, y sus cuerpos cálidos y palpitantes explotaron haciéndolos tocar el cielo

 Por Merlín Bendito Draco bendijo ser el primer hombre en su vida, como dio gracias al cielo por saber por primera vez que era hacer el amo. Hermione no se podía sentir más dichosa, plena y completa y para su fuero interno ella también mando bendiciones a todas aquellas que estuvieron antes que ella por el gran trabajo que habían hecho pues ahora entendía porque Draco era un Dios en la cama, pero su felicidad aumentaba porque tenía la seguridad de saber que ella era ya la única en su vida.

Durmieron abrazados cubriendo su desnudez con las sabanas, agotados y colmados por el placer experimentado. Estaban tranquilos y más seguros que ya nadie podría separarlos.

Draco y Hermione eran dos almas diferentes que en el camino se encontraron y se repelieron por ser diferentes, eran dos personas de cunas diferentes, de ideales distintos, de pensamientos variados, y al final contradictorios y complicados, pero sin importar nada se amaron y se dieron cuenta que solo juntos estaban completos.

Eran el ying y el yang, un príncipe que aprendió a amar en brazos de una plebeya.

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