Epílogo
Se abrió la puerta y entro una nueva versión de Dante Zamorano. Llevaba una barba prolijamente cortada y el cabello, muy limpio y más largo de lo habitual. Por lo demás, la típica boina, lentes de marco negro, y el sobretodo mostaza, seguían allí. De todos modos, los principales cambios que habían sucedido en él, eran imperceptibles para los ojos de los demás.
La habitación estaba limpia y ordenada como siempre, y le habían dejado unas flores sobre una mesa en una de las esquinas. El televisor de pantalla plana ocupaba el lugar de siempre, en el centro del cuarto. Su anciana y amada madre, en su silla de ruedas, había levantado la mirada como siempre cuando él venía.
- ¡Holaaa... Alberto, viniste a tomar el té! ¡Vení, sentate acá al lado que te cuento las noticias de hoy!
Pero ahora, el nuevo Dante se agacho y abrazo con todas sus fuerzas a su madre, que era la única familia de sangre que le quedaba en esta tierra, y lloró. Estuvo así un largo rato hasta que le salió la voz, aunque sea entrecortada. ¡Creía que nunca más iba a volver a ver esa hermosa sonrisa!
- ¡Te amo, mamá! ¿Cómo estuviste? ¡Re bien, seguro, acá te cuidan tan bien...!
- Yo también, queriidoo! Shhht shht, mi niño bueno, Dante, no llores más! - Su mirada seguía perdida.
Su llanto había despertado un recuerdo en ella de cuando él era pequeño, y ella lo consolaba. Entonces, sin pensar, Dante le tomó la mano, como solía hacer siempre...
Todo se volvió blanco como el papel.
"En una carretera, un Renault Sandero, se había detenido. Un hombre yacía tirado sobre el camino, y otro le hacía señas para que lo ayudara. El conductor del vehículo, con una camisa a cuadros roja, se bajó y fue a ver a los dos hombres que solicitaban su ayuda. Entonces, el sujeto que estaba de pie, sacó un revólver y apuntó a la cabeza del desprevenido conductor del auto.
- ¿Qué pasa? ¡Esto es un error, yo no tengo dinero!
- ¡Cállate, Alberto Zamorano, y entra al auto, conmigo, atrás! - Dante, sorprendido vio que se trataba de su padre.
En el asiento de atrás, entraron Alberto, y quien le apuntaba con el arma, el anciano Edityr, solo que sin cicatrices y con su visión intacta. Entonces, el sujeto que había estado fingiendo una lesión o alguna clase de accidente, se subió en el asiento del conductor.
Yolanda, que estaba en el asiento del acompañante, se había tomado la cabeza y gritaba que no les dañaran. Quien acababa de entrar y ahora conducía, era Virgilio.
- ¡¿Pero, qué pasa?! ¡¿Quiénes son ustedes?!
- ¡Cállate vieja, o liquidamos a tu marido, y a ti también!
- ¡Vamos, arranca ya!
El auto avanzaba por el camino, a gran velocidad. Edityr tenía apoyada su arma en la cabeza de Alberto, mientras Yolanda gritaba y lloraba aterrada; y Virgilio conducía e intentaba callarla, amenazándola con que matarían a su marido.
- Yo... ¿Qué quieren? ¡No tenemos plata!
- ¡No queremos tu dinero, anciana!
- ¡Vamos, apúrate, que el tiempo apremia! - Le gritaba Edityr a Virgilio. – El maestro tiene todo listo y tenemos que mandar la nota, así Dante lo tendrá que hacer.
- ¡Pero esta anciana gritona, no me deja pensar!
El rostro de Alberto se había tornado desencajado y desesperado.
- ¡Yo ya sé lo que quieren, Yolanda! ¡Son ellos! ¡Los que mataron a papá! ¡Quieren a Dante!
- ¡Nooo! ¡Nooo! ¡Socorro, socorro! - Gritaba espantada Yolanda.
- ¡Idiota infeliz, cállate!
Edityr, furioso, había empezado a pegarle a Alberto en la cabeza con el arma, de forma descontrolada.
Dante observaba toda esta situación. Ya había visto que Edityr podía leer la mente de los demás. Pero en el infierno, no tenía esa habilidad. Y después la recuperó. ¿Por qué?
¡Porque bajo presión, y en un estado alterado emocional, no funciona su poder! Sólo cuando dejaron de correr y atravesar, asustarse, luchar contra los peligros, y demás; fue cuando volvieron sus habilidades telepáticas.
Ahora mismo, en su visión, Dante vio que Edityr estaba bajo presión, en el mismo estado emocional que en el infierno. Por eso fue sorprendido por Alberto.
- Necesito concentrarme, así sabremos lo que vinimos a averiguar – dijo Edityr y Dante comprendió que se referían al manuscrito que estaba en la casa de sus padres.
Alberto se cubría la cabeza para evitar los golpes dados por el anciano con el arma. En un momento en que Edityr se distrajo y miró al frente, para gritarse con su compañero Virgilio, el padre de Dante tomó un cuchillo de campo que llevaba siempre en su bota, como medida de prevención desde la muerte de Arturo, cuando se enteraron de que había ciertos "peligros" a los que podrían enfrentarse.
Alberto realizó rápidamente dos movimientos en cruz sobre el rostro de Edityr, realizándole dos tajos profundos.
- ¡Aaahhh! ¡Mierda, mierdaaaaaa! ¡Ahhhh!
Virgilio volanteaba con el auto, pues Yolanda intentaba patearlo.
- ¡Mierda, carajo! ¿Qué pasa acá?
Edityr se tomaba el rostro, que sangraba a borbotones, chillando como un animal malherido.
- ¡¡Ahhh! ¡Mis ojos, mis ojos!!!!
El auto pegó una abrupta frenada, haciendo chirriar los neumáticos.
Todos los tripulantes se sacudieron violentamente hacia adelante, y con el revólver, sucedió lo mismo; ante la impetuosa frenada del auto. Virgilio se dio vuelta, cuando el coche ya no necesitaba ser conducido, y tomó el arma en sus manos, mientras su compañero aullaba de dolor.
- ¡Maldito bastardo, eres un cadáver! - su rostro estaba rojo de furia.
Alberto tenía el cuchillo ensangrentado en su mano, y estaba muy asustado.
El sonido del arma de fuego lo impactó. ¡Le había disparado un tiro en la cabeza a su padre! Dante se tapó el rostro, pero se obligó a mirar lo que venía a continuación.
Yolanda lloraba con sus manos sobre la cabeza, hecha un ovillo sobre el asiento del acompañante.
- No... no... Alberto... no, no....
- ¿Pero qué mierda hiciste, Virgilio?
- ¡Tuve que hacerlo, te iba a matar! ¿No lees la mente tú?
- ¡Todos gritaban! ¡No lo vi!!! Ahhhh mierda que dolorrr!!! ¡Me dejó ciegooo!! ¡¡Ciegoo!!
Edityr se tomaba el rostro y Virgilio lo ayudó a salir del coche. Había quedado dentro el cadáver de Alberto y el asiento lleno de sangre. Yolanda, en su sitio, gritaba y lloraba desconsolada.
- ¡Socorro, socorro! ¡Lo mataron a Alberto! ¡Van a matarme! ¡Socorro!!
- ¡Haz que se calle esta vieja, por dios!
- ¡Ya voy!
Virgilio abrió la puerta del auto y golpeó a la madre de Dante fuertemente en la cabeza, haciendo que cayera fuera del vehículo.
Se hizo silencio.
- ¿Qué pasó?
- ¡Le tuve que pegar a la anciana! ¡Se arruinó todo el plan, Edityr! ¡Tendríamos que haber venido acompañados! ¡Van a encontrar el cadáver de Alberto Zamorano con un tiro en la cabeza, y van a descubrir todo!
- ¡No! ¡Fíjate atrás si hay un bidón, y préndeles fuego!
- ¡Sí, ya mismo, antes de que venga alguien!
El auto estaba en la carretera, y tenía el capot levantado. Yolanda estaba tirada al lado de la rueda del acompañante. Virgilio roció el Sandero con un bidón de nafta, principalmente en el asiento del conductor, donde habían colocado a Alberto muerto, para simular un accidente. Edityr estaba sentado a un lado del camino, tomándose el rostro terriblemente dolorido.
- ¡Maldición! ¡¿Cómo pudo salir todo tan mal?! - Se preguntaba Edityr, entre espasmos de dolor.
- ¡Nos estaba esperando! ¡Alberto sabía que vendríamos... que tarde o temprano lo abordaríamos!
- Listo. Ya está. Ahora voy a meter a la vieja en el auto y...
- ¡Llévame a un hospital, Virgilio!
El hombre de tupido bigote y cejas dudó qué hacer. No había tiempo para nada, pues veía que a lo lejos venían vehículos. Optó por ayudar a su compañero a salir de ahí, lo más rápido posible.
Entonces, Virgilio arrojó un encendedor sobre el charco en la parte trasera del auto. Yolanda había quedado sobre la ruta en un sector seco, del lado del acompañante.
- ¡Te ayudo, Edityr! ¡Vámonos rápido de acá, que vienen autos a lo lejos! Cuando encuentren a estos, al costado de la ruta, con el auto incendiado y ellos carbonizados, van a pensar que fue un accidente - Virgilio miró para atrás. - Espera... la vieja está muy lejos del fuego y del auto. Voy a acercarla a ver si la agarra el fuego antes...
Se había empezado a oír una sirena de ambulancia o de bomberos.
- ¡Es una sirena! ¡Virgilio, no hay tiempo, nos van a ver!
- ¡No, ven! ¡Por aquí!
Virgilio agarró a Edityr por el hombro y lo ayudó a correr hacia unos tupidos y densos matorrales al costado del camino, donde se ocultaron rápidamente.
El fuego había prendido mucho más fuertemente en el asiento delantero, que era donde habían tirado casi todo el contenido el bidón; porque tenían más interés que se quemara, para ocultar el asesinato.
- ¡Vámonos, que nos pueden ver, y hay que curarte esas heridas! ¡Si tenemos suerte, se quema la vieja con el tarado ese... o no se despierta nunca por el golpe!
- No importa, Virgilio, después mandamos a alguien a que vigile. Si hay riesgo de que nos delate, la matamos.
Y los dos tipos se fueron, ocultos entre las sombras. Los bomberos y ambulancia habían llegado al lugar y lograron rescatarla a Yolanda, que continuaba desmayada. Le colocaron un cuello ortopédico, y la subieron en una camilla, al interior del vehículo de asistencia. Toda la parte del interior del Sandero estaba chamuscada, y el cadáver allí detrás, irreconocible. Si hubieran tardado más tiempo, hubiera agarrado el tanque de nafta o el motor, y no hubiera quedado ni rastro tampoco, de Yolanda."
Dante se apartó de un brusco salto, de su madre, que sonreía en su silla de ruedas.
-Dale, sentate que te cuento, Alberto...
Estaba horrorizado. Habían hecho esto, y era Alberto quien había dejado ciego a su agresor, Edityr. Y su asesino era Virgilio. Por eso era la misma fecha. Aquello lo tenían armado.
Su padre casi arruinaba sus planes, y su madre no había podido recordar nada.
Y él había peleado y discutido con Juanca, echándose las culpas. Y siempre se trató de ellos.
Dante se sentó en un sillón, junto a su madre. Necesitaba de su compañía. Sobre todo ahora que había descubierto toda la verdad.
"Mamá...Papá... Abuelo... Juan Carlos..." - pensaba para sí - ¡Voy a hacer todo lo posible por pararlos! ¡Lo prometo!
En el televisor, habían comenzado las noticias internacionales.
Una periodista del canal de noticias de USA, de CNN, hablaba en una conferencia de prensa, ese 2 de Diciembre de 2019, acerca de las candidaturas en Estados Unidos de Norteamérica. Tenía el logo del canal en el micrófono. Vestía un traje azul marino. Estaba maquillada sutilmente, y llevaba el pelo corto y muy bien peinado.
-"Los precandidatos presidenciales demócratas llegaron a superar la veintena en este 2019. El ramillete de aspirantes se destaca por la alta presencia de mujeres y minorías raciales. Sin embargo, a medida que avanzamos hacia las primarias del 2020, la carrera se estrecha y las opciones se vuelven más homogéneas. Aún prevalece el extendido rango de edades: entre los 38 años y los 78 años. Todos ellos buscan derrotar al republicano Donald Trump y así liderar el retorno de su partido a la Casa Blanca en las elecciones de noviembre.
Uno de los candidatos Demócratas más nombrados últimamente para la presidencia, es Joe Biden, quien anunció formalmente que seleccionó a la senadora y ex candidata a la nominación presidencial demócrata Beatriz Boyer, para ser su compañera de fórmula en las elecciones presidenciales de noviembre del próximo año".
Aparecían imágenes de un hombre canoso que saludaba a su público entusiasta, al lado de la senadora. Ella tenía el cabello rojizo y un vestido blanco muy bien entallado.
- "Por otra parte - Continuaba la elegante periodista - El exgobernador de Carolina del Sur y exrepresentante de los Estados Unidos, Mark Sanford declaró oficialmente su candidatura el 8 de septiembre, pero suspendió su campaña el pasado 12 de noviembre. Ahora se postula Bill Weld, con 75 años, gobernador de Massachusetts desde 1991 a 1997, presentó a su compañero de fórmula, Alphonse Crawford, un filántropo y amigo de confianza, para las elecciones de noviembre de 2020. Los resultados de esta elección, los tendremos el 15 de Diciembre del corriente año 2019.
Se veía en la pantalla, los camarógrafos preguntando a este nuevo personaje de la escena política. En las letras de la pantalla se leía "Alphonse Crawford". El tipo reía y se lo veía muy formal y respetable. Era calvo y regordete. Era Aleister Crowley.
Mientras se veían estas imágenes de Crowley y la pantalla dividida con la senadora Beatriz, la periodista terminaba su relato, con una interesante reflexión para el pueblo norteamericano, y quizás, para el resto del mundo:
- "Estas serán unas elecciones muy reñidas e importantes. Ya está casi completo el electorado. Pero, para los que aún no se han pronunciado, ciudadanos, sean conscientes y vayan a emitir su sufragio. Su voto por uno o por otro candidato, pueden hacer una real diferencia en nuestro futuro próximo como nación, y para el resto del mundo".
Y entonces, por un momento, la imagen hizo una aproximación al rostro de Beatriz Boyer y al de "Alphonse Crawford" (Crowley).
Por un instante, pareció que en sus miradas había algo más, algo como....
(No, no podía ser. Serían, solamente, conspiraciones delirantes...)
Era diciembre de 2019.... Y lo peor, estaba por venir...
FIN
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