Capítulo 27


- ¡Este es el camino secreto a los fosos infernales! ¡Es el OCTAVO CÍRCULO, donde se castigará a los fraudulentos! - De pronto, Crowley, había recuperado el ánimo y comenzaba a caminar.

Desde donde estaban, se veían claramente 10 gigantescos círculos, unos conectados con otros. Era por aquellos por donde tenían que caminar. Esos círculos, en verdad eran los bordes superiores de inmensos y profundos fosos. ¡Lo ideal sería no caer en ninguno de ellos!

Iban caminando y Crowley les explicaba:

- Son diez fosos... ¿ven?...Traten de no mirar para abajo. Son profundos y... ¡Podrían impresionarse de lo que hay allí!

- Bueno, pero... ¿Qué hay allá, Crowley? - señaló Beatriz hacia adelante.

En medio de la penumbra, por donde los siete transitaban, se encontraba el primero de los grandes fosos. Abajo, pudieron ver unas escenas bastante horribles.

Había unos sujetos que les faltaban los brazos. Había uno en particular, bastante subido de peso, y morocho con lentes, al que le acababan de amputar ambas piernas. Llevaba un mameluco azul, como de los que utilizaban los mecánicos, muy sucio de grasa y ahora, de su sangre. Unos sujetos lo mantenían en cuadripedia, con un collar para perros. Le gritaban:

- ¿Querías quedarte con una casa que no era tuya? ¡Esta es tu casa ahora, por toda la eternidad! - reían - ¡Y no te preocupes! ¡Nunca te voy a dejar a pie!

A otros sujetos los tenían aferrados a unas bañaderas. Entonces les abrían las canillas de agua hirviendo.

- ¡Yo le arreglé la canilla, señora...! ¡¡AHHHHHHH!!

- ¡Dígame si sale demasiado fría!... - las risas eran dementes.

- ¡¿Qué pasa allá abajo?! ¡Yo no veo nada! - Edityr no había podido recuperar su habilidad en el infierno. Grandier lo llevaba tomándolo del codo, para evitar que tropezara en un borde.

- Acá, es donde castigan a los estafadores, los timadores y fraudulentos...- Le explicaba Virgilio, que iba haciendo equilibrio, por una senda angosta entre dos fosos.

De pronto, Edityr trastabilló y Grandier, rápidamente, volvió a colocarlo en el sendero.

-¡Aay ay ay!

- ¡Cuidado! ¡Es muy delgada la línea entre la rectitud y el fraude -habló a modo de broma. - Vamos... tenemos que pasar este lugar... - Crowley les indicaba el camino hacia el frente.

Llegaron hasta un foso gigante, más grande que los anteriores nueve. Recién al llegar allí pudieron ver una escalera de piedra que bajaba adherida, de forma circular, por todo el borde interior.

- ¡Vamos, bajemos hasta el fondo! ¡Parece vacío, no se ve ningún peligro allá abajo!

Confiados, o al menos en parte, los siete comenzaron el apresurado descenso. Entonces, en la cima, de donde venían, comenzaron a asomarse un montón de criaturas gigantescas y horripilantes.

- No se ve a dónde va esto. ¡Sólo sabemos que bajamos! - Grandier observaba que debajo reinaba completamente la oscuridad.

- Mucho cuidado, pueden haber sorpresas...

Virgilio quedó mudo cuando miró al cielo.

- ¡Cuidado! ¡Nos observan desde arriba! ¿Qué tendrán pensado? - Se preguntó con curiosidad, señalando hacia el borde, lleno de aquellas criaturas expectantes.

Entonces, como si lo hubieran escuchado, comenzaron a arrojar enormes piedras, contra las escaleras. Muchas de esas rocas golpearon justo donde acababan de bajar, rompiendo varios peldaños detrás de ellos. La mayoría de las rocas caían rebotando y sin producir grandes daños. Una de esos enormes peñascos, golpearon también las escalinatas, muy cerca de Crowley y Virgilio, que eran los que descendían primero. Tuvieron, los siete, que saltar tres o hasta cuatro escalones para abajo, para evitar quedar atrapados en los escombros que seguían cayendo.

- ¡Corran, esto es una trampa mortal! - Gritó Crowley.

La única ventaja que tenían ellos siete era que las mismas escaleras enroscadas por el borde habían tapado la trayectoria directa de los peñascos. La otra gran ventaja que tuvieron, fue su diminuto tamaño en comparación con los proyectiles gigantescos que les arrojaban, y los gigantes.

Cuando llegaron al foso completamente a oscuras, no les fue difícil ver una abertura iluminada, que llevaba al otro lado.

Finalmente lograron evitar ser aplastados. Cuando el último de ellos atravesó la abertura en el foso, un enorme pedrusco, tapó la abertura. Desde donde estaban ahora, igual se escuchaba cómo continuaban cayendo las piedras, pues sus agresores no podían saber que ya habían escapado.

Al salir se hallaron en un espacio abierto, donde caminaba un montón de gente. Era un gran e iluminado salón de fiesta donde se hallaban ahora. Al otro lado tenía una lujosa puerta, muy diferente a todas las que habían visto hasta ese momento. Se trataba de un espacio amplio y suntuoso, donde se habían congregado todas aquellas personas, con multitud de colores en sus vestimentas. Había comenzado a escucharse una música, y la gente había empezado a bailar. Estaban disfrazados, con mascarillas blancas, o sombreros y las damas con largos vestidos hasta el piso. El techo estaba lleno de lámparas: enormes arañas de cristal que iluminaban todo el recinto. Habían grades cortinados y ornamentaciones, que decoraban todo el lugar. Muchos mozos se acercaban con bandejas de plata, ofreciendo copas de champagne y toda clase de aperitivos. Nadie parecía siquiera prestar atención a los recién llegados.

Por su cara, con solo verlo, Dante supo que Crowley se sentía como en su casa.

- Vamos a caminar entre esta gente. Hay que llegar allá - Crowley les señaló la puerta del fondo.

- Sólo hay que mezclarse entre estas personas, que bailan como hipnotizados, sin vernos - Teodora se había subido la capucha del vestuario negro ceremonial, ocultando completamente su rostro. Los demás hicieron lo mismo, y caminaron juntos, como un grupo de monjes invitados a la fiesta.

Entonces se escuchó un terrible estruendo. Dante pensó para sí, que era obvio, a esta altura, que algo les quitaría la paz de aquellos breves minutos. La pared lindante al foso, de donde venían, había cedido. Unas enormes piedras giraban por todo el salón, atropellando a los bailarines, las cortinas, los decorados, los mozos con sus bandejas, y cualquier cosa que estuviera a su paso.

- ¡Corran, corran. Que nos atropellan las rocas! - Gritó Beatriz.

Todos corrieron al máximo de la velocidad que les permitieron sus acalambradas piernas. Las piedras gigantes, giraban y destrozaban todo a su alrededor.

Mientras esto pasaba, la música no se detenía, y los bailarines continuaban danzando hasta que alguna de las inmensas rocas les pasara por encima. Entonces, los solitarios que habían perdido a su compañero de baile, buscaban a otro para continuar danzando.

Llegaron finalmente a la puerta al otro extremo del destrozado salón. Polvo y humo se había levantado por doquier.

- ¡Rápido, abramos esta puerta entre todos! - Gritó Grandier, tomando del hombro a Edityr, para indicarle dónde.

Así lo hicieron. La puerta cedió, pero en lugar de abrirse, se derrumbó, junto con varias partes de las paredes y mampostería. En ese momento en que todos cayeron de bruces junto con la puerta, hacia la siguiente estancia, todo el techo con las arañas de cristal, las paredes y columnas, se vinieron abajo, en un terrible estruendo espantoso. Una nube de polvo avanzó rápidamente, cubriéndolo todo.

Nada ni nadie había quedado en pie. Pero todavía algunas gigantes piedras seguían irrumpiendo, al son de la música que nunca se había detenido.

Poco a poco se fueron poniendo de pie, y sacudieron sus prendas. De pronto, hacía un frío antinatural, como todo lo que ocurría allí.

- Eso estuvo cerca... ¿Están todos bien? - Grandier se preocupaba por sus compañeros.

- Creo que sí - se sacudía Edityr, tocando sus piernas y codos, para verificar que no había nada roto.

Lentamente comenzaron a caminar. Al principio, veían todo blanco el piso, pues la nube de polvo lo había teñido todo. Incluyendo el cabello largo y sucio, y la barba de Dante, que se los sacudió.

Pero muy pronto se dieron cuenta que estaba todo congelado, y que la nieve abarcaba una inmensa extensión. ¡Por eso hacía tanto frío!

Dante señaló hacia adelante, pues algo en la nieve espesa había llamado su atención.

- ¡Miren! ¡Parece gente que ha quedado congelada ahí...!

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