Capítulo 11


Dante. 12 de Abril.

Al día siguiente, nuevamente estaban todos reunidos alrededor de la mesa semicircular, en el salón de reuniones del Círculo Principal. Dante ocupaba el mismo sitio que tenía asignado el primer día. En el centro de la mesa, a su derecha, estaba Beatriz, y al otro extremo de la derecha, Virgilio. En frente, en la otra parte de la mesa circular, cortada por un espacio, estaban Edityr, el anciano de bastón, y en el centro Santino, que acababa de sentarse, pues había ayudado al viejo ciego.

El primer sitio, a la derecha del gran sillón principal con incensarios en largos apoyadores a sus lados, permanecía como siempre, desocupado.

Un anciano de lentes, al que Dante no conocía ni nunca había visto, se aproximaba a la gran mesa. Tenía un rostro bastante arrugado y ovalado, y una prominente pera angulosa: depositó sobre el mármol lustrado, una gran carpeta que traía entre sus brazos.

- Hola, permiso, Maestros. "Jnum Satis Anuket".

- Jnum Satis Anuket - respondieron los demás, al unísono.

- Crowley me ha enviado con instrucciones, para contarles sobre nuestra próxima excursión.

Beatriz se inclinó cerca de Dante y le susurró una breve explicación, mientras el anciano recién llegado, hurgaba entre las páginas del libro, buscando algo en particular.

- Thomas es uno de nuestros Eruditos estudiosos. Raramente salen de aquí al exterior. Su trabajo es estudiar.

- Como saben, en casi todas las culturas antiguas: en Egipto, en sumeria, en las civilizaciones precolombinas de América, en Göbekli Tepe en Turquía, las apariciones ancestrales de los dioses, muestran imágenes con este bolso. No sabemos lo que era o por qué los representaban siempre así, con estos "bolsos de los dioses". Aún en culturas separadas por miles de años, y a distancias de miles de kilómetros entre sí.

Thomas mostraba una fotografía tomada a un monumento, donde se veía uno de esos grabados antiguos, donde un ser con cabeza de perro, y alas de pájaro, parecía sostener un pequeño bolso de mano, similar a una cartera con manijas, como las de las mujeres de hoy en día.

- Y hoy - continuó complacido por la atención que se le prestaba, - gracias a nuestro acompañante aquí presente, Dante Zamorano, hemos descubierto, la posible ubicación este "bolso de Thoth" o... "Jnum".

- "Jnum Satis Anuket" - repitieron todos como un mantra instantáneo.

Mientras todos aplaudían, una conocida voz sonó entre la penumbra reinante en el salón.

- Gracias, Thomas...

Desde atrás del anciano muy sorprendido, una mano se había apoyado en su hombro. Al avanzar un poco y acercarse a la gran mesa circular, todos pudieron ver que se trataba de Crowley.

- Ya terminé con lo que estaba estudiando. Ahora, para todos, tenemos que descansar. En un rato iniciaremos los preparativos para el viaje... a París, a buscar el "Jnum".

- Sí, Maestro... - Balbuceó Thomas, apenas saliendo de su sorpresa.

14 de Abril

Frente a la entrada principal al castillo, había un gran hall con columnas que bordeaban en círculo, aquella estancia. En esa planta, donde comenzaba la escalera, había una figura parada, con una vestimenta ceremonial medieval, con una capucha que cubría completamente su rostro. En el piso de abajo, donde terminaban las escaleras, había una multitud de monjes también encapuchados, algunos con antorchas en sus manos. Entre ellos, había también, algunos de los enigmáticos corpulentos de cabezas alargadas y máscaras.

Esa noche, se llevaba a cabo una de tantas ceremonias ocultas. Eran siempre realizadas en diferentes ubicaciones secretas. La figura que estaba arriba, se apoyaba sobre la baranda de mármol, rodeado de incensarios y grandes cuencos con material encendido en su interior.

- Hoy, vamos a realizar una invocación especial. Para llevar buena ventura a nuestros hermanos del Círculo Interno.

Una de las llamas en el cuenco se elevó por un instante. Iluminado desde abajo, el resplandor jugueteó con las cicatrices y los ojos completamente en blanco, del anciano ciego.

- Hoy presido yo, Edityr Woordrue, pues nuestro Maestro Crowley, la comitiva integrada por el resto del Círculo principal, y el invitado - "Guía Datador", Dante Zamorano... emprendieron el viaje en busca de "Jnum". ¡Objeto que finalmente, tras tanto tiempo, tienen conocimiento de su verdadera ubicación!

El murmullo colmó toda la instancia.

- ¡Jnum Satis Anuket! ¡Jnum Satis Anuket!

El anciano ciego levantó sus manos, en una de las cuales sostenía su bastón, y pareció mirar los pliegues complejos y las figuras circulares que formaban las columnas en el cielo raso elevado.

- ¡Que esta luna ayude a nuestros compañeros, que regresen a nuestro Santuario, con éxito en su misión! ¡Con Jnum y todos los dones que vendrán con él!

Un ayudante a su lado, arrojó unos polvos y cenizas en el gran cuenco. Entonces, la llamarada crepitó y cambió de intensidad y se elevó, iluminando las ornamentaciones de las columnas y las barandas de mármol, que estaban a su alrededor.

- "Tawil At Úmr, el primero de los Primordiales... el de la vida prolongada..."-

Entonces tomó con su mano un medallón pesado que le colgaba del cuello y lo elevó sobre su cabeza, entre las nubes de humo del incienso y el cuenco llameante.

- ¡Lleva nuestra plegaria! ¡Jnum Satis Anuket!

Por sobre la baranda, entre la nube de humo, abajo la multitud encapuchada, respondía.

- ¡Jnum Satis Anuket!

Paris – 15 de abril

En el hall del lujoso hotel, el grupo expedicionario de Crowley avanzaba.

- Bueno, finalmente estamos acá.

- Vamos a alojarnos en este hotel - dijo Virgilio mientras degustaba unos crepés.

Beatriz aún estaba parada, con una mano en su ceñida cintura.

- Ahora vas a poder descansar, después de tantas horas de viaje.

- Muchas gracias, Bea. ¿Pero no es apenas mediodía?

- Sí, claro, Dante.

-Mi celular continúa sin señal – Dante intentaba hacer nuevamente su pedido, pero sin incomodarlos - ¿Sería posible llamar a mi hermano, desde este hotel de Francia?

-Sí. Ahora mismo vamos a descansar. Antes de ir a la catedral será mucho más conveniente.- dijo Crowley, un poco cortante.

Dante ocupaba un sillón largo, a la izquierda en el pequeño y confortable salón de estar. Delante de él había una mesa rectangular alargada y bajita, sobre la trabajada alfombra, donde habían colocados unos platos, copas con vino, unas carnes y verduras que ya prácticamente estaban en extinción, y algunos flanes y crepés de postre.

En el sillón de en frente estaba sentado muy cómodo Virgilio fumando, a su lado Santino, y permaneciendo de pie tras el sillón, Crowley. Quien faltaba, naturalmente, era Edityr, que había quedado en el castillo. Siendo ciego, hubiera sido más un estorbo que una ayuda, en este caso.

Dos lámparas grandes colgaban del techo, que era muy bajo si lo comparáramos con el del castillo. Detrás de Dante había una ventana, varios platos ornamentales y clásicas pinturas renacentistas enmarcadas.

- Hay que dormir bien.- Hablaba Beatriz, seria.- Vamos a levantarnos a las 16 horas. Ahí vamos a contarte cómo sigue el plan. Ya tenemos todo listo para poder entrar. Muy pronto serán nuestros, los secretos de "Nuestra Señora de Notre Dame".

Y sus ojos vivaces, con los tres lunares en su ceja derecha, parecieron centellear, tan solo un instante.

15 de Abril de 2019. 16: 15 horas.

En un rato, con los permisos, planos y anotaciones de la logística hecha de antemano, Beatriz, Crowley, Santino, Virgilio y Dante, se alistaron para ingresar a la Catedral. Estaba ubicada frente a la enorme plaza con el mismo nombre de Notre Dame. Los arcos del ingreso, eran impresionantes.

Al frente, arriba, tenía dos torres cuadradas y paralelas. Al centro un enorme vitreaux circular con cientos de cristales concéntricos, y en la fachada, entre el verde de algunos árboles, los tres arcos gigantes, donde estaba la imponente entrada.

La camioneta trafic blanca, los dejó al frente del lugar, y estacionó en la calle, perpendicular al río Sena. Había una gran escalinata, por la que Crowley, Beatriz y Virgilio, subieron. Las gárgolas a sus alrededores parecían espiarlos desde las alturas. Una vez en la puerta, mostraron sus permisos, a los guardias que custodiaban el lugar, que verificaron que todo estaba en orden.

Mientras Santino estacionaba la trafic, Dante se preparaba dentro, para unirse a los demás en cualquier momento.

Una vez que se lo indicaron por medio de señas, los dos miembros faltantes del equipo llegaron hasta allí; Dos guardias de turno, confirmaron los nombres de todo ellos en las planillas de ingreso, para los empleados de las refacciones. Entonces ingresaron los cinco sin problemas, con unos mamelucos, cascos con linternas incorporadas, planos e instrumentos para realizar arreglos. Iban exactamente vestidos como los verdaderos operarios que realizaban las restauraciones en el techo de la catedral. Como Beatriz tenía el cabello rojizo largo, lo llevaba atado en forma de rodete, dentro del casco.

- ¿Y ahora? ¿Para donde es, Dante?

- A la derecha creo que tenemos que ir.

Los cinco estaban parados en el gran salón de entrada, donde abundaban las estatuas, y, al fondo del enorme salón, un centro de ceremonias. Había allí unos candelabros, copas y unos rosarios. Quedaban libres unos pequeños accesos como pasillos en el centro y en los laterales, entre los reclinatorios para rezar, hasta el altar.

El interior era inmenso. Y cautivaba por su estructura, ornamentación, antigüedad y detalles. Se abría un conjunto de columnas alineadas, que formaban una separación del gran salón. Y dentro del pasillo que se formaba, al fondo, había una pequeña estatua en un altar contra la pared.

- Es por allá - señalaba Dante para todos - tenemos que ir abajo.

Rotando la cabeza de la estatua, Dante abrió una puerta secreta. Encararon por una serie de galerías y franquearon algunas puertas cerradas. El polvo y telas de arañas, cubrían el piso, paredes, columnas y toda clase de artilugios. El hecho de que no hubieran huellas en la gran capa de tierra, demostraba que hacía muchísimo tiempo que nadie había visitado estos escondrijos. Por todas partes se veían estatuas rotas, mantas viejas, adornos y columnas partidas, que pudieron sortear gracias a sus linternas encendidas, pues todo estaba en completa oscuridad. Finalmente llegaron a un recinto en la parte inferior.

- M... creo... - murmuró Dante.

El paso estaba obstruido por una pared. Pero, al tocarla, Dante supo exactamente, qué mecanismo accionar. Ante ellos, se deslizó parte de los ladrillos, dejando espacio suficiente para que pudieran atravesar el umbral de a uno. Se levantó una nube de polvo, que hacía un juego de luces entre los haces de las linternas.

- ¡Si! ¡Acá lo vi... es... es por acá! - Dante estaba francamente muy entusiasmado y emocionado.

Una columna derruida. Un espejo trizado. Maderas podridas. Y solamente al fondo, otra pared. Mientras Beatriz, Crowley, Santino y Virgilio inspeccionaban el lugar, soplaban el polvo, movían algún que otro objeto abandonado, Dante camino debajo de un arco con guardas, al encaminarse hacia los ladrillos del fondo.

Dante quitó uno de los ladrillos, dejando una cadena al descubierto, en la pequeña abertura en la pared. La jaló con fuerza, y la pared crujió de forma repentina, revelando un pequeño túnel al ras del piso, por el que tendrían que pasar prácticamente en cuclillas.

- Una puerta - Crowley sonreía mientras se acomodaba el casco para poder iluminar la entrada. - La iglesia fue edificada sobre este panteón, hace muchos siglos atrás. Según investigué antes de venir, era utilizado para ritos religiosos paganos a la Diosa Isis. Y mucho antes que eso, un cementerio de antiguas civilizaciones - explicó mientras caminaba al frente, y encendía también su linterna de mano.

Agazapado, le seguía Virgilio por el angosto túnel, con mapas enrollados y algunas carpetas con las "refacciones" que harían en el techo de la catedral. Detrás de ellos caminaba apoyando una mano en la pared, Beatriz, cuidando muy bien por donde pisaba. Por último, cerraban el tren humano Santino y Dante. Ciertamente, la sensación de encierro le estaba produciendo mucha ansiedad y claustrofobia. Él era el menos experimentado, en esta clase de expediciones arqueológicas.

La voz de Crowley se oía como metálica y encerrada allí dentro.

- Uno de los Dioses, del más antiguo mundo, fue enterrado junto con sus posesiones, en este mausoleo oculto.

Crowley, Virgilio y Beatriz salieron del túnel. Mientras los dos hombres comenzaban a recorrer el añejo recinto, Ella lo ayudó a Dante, a salir del pequeño hueco. Crowley parecía ser bastante mayor de edad y más gordo que él, y, sin embargo, se las apañaba bastante bien. Debía estar acostumbrado a estas cosas.

- Creo que este es el lugar - dijo cuando ya había logrado salir y Santino asomaba su cabeza detrás de él.

Este sitio, parecía ser mucho más antiguo que todos los otros pasadizos. Los objetos, mucho más derruidos. Las telas de arañas eran como pequeñas sogas mugrientas. Columnas partidas. Maderas caídas y mampostería hecha añicos. Crowley observaba atentamente unos frisos en pésimo estado, mientras Santino, con una linterna en la mano, quitaba el polvo de una gran caja funeraria de cemento, que estaba cubierta con unas mantas.

- Por como está todo esto, nadie ha pisado aquí en muchos siglos.

- Si. Polvo y tierra por doquier... ¡Y bichos, puaj!

La linterna de Virgilio alumbró una pequeña estancia entre algunas columnas y ornamentos sucios y gastados, con el mismo aspecto deteriorado de todo el lugar.

- ¡Impresionante! - su exclamación hizo que inmediatamente cada quien dejase lo que estaba haciendo por su cuenta, y acudiese junto a él.

El haz de luz caía sobre un sarcófago cubierto de telas de arañas y tierra. A su lado se distinguían unas pequeñas estatuillas con formas de mamushkas, pero con cabezas de animales. Eran evidentemente, canopos. (s empleados en el , donde se depositaban las de los , lavadas y embalsamadas, para mantener a salvo la imagen unitaria del cuerpo. Estos vasos se introducían en una caja de madera, o , que, durante el cortejo fúnebre, era transportada en un trineo).

Al lado opuesto a éstas vasijas, había un gran arcón con una figura inscripta en su lomo redondeado.

- Aquí debe estar. ¡Miren las inscripciones! ¡Es un sarcófago pequeño, debe estar aquí el "Jnum"!

Mientras Crowley decía esto, claramente emocionado, Santino ya había encontrado una barra de acero, entre todos los objetos por allí desperdigados, con el que hacer palanca para abrirlo. Y, aquel bruto fortachón, en seguida lo hizo.

Crowley rápidamente sacó del interior del arcón, el Jnum, tomándolo por el asa. Era increíble. Ante ellos, brillaba frente a la luz de la linterna, el famoso "Bolso de los Dioses".

- ¡Aquí está! - Exclamaba Crowley lleno de emoción y con la voz entrecortada.

Pero luego de una breve pausa, cambió su expresión y el tono de su voz. Mientras lo tomaba, y su linterna del casco iluminaba el brillante objeto metálico, con la otra mano señalaba justo debajo del asa, donde se veía una ranura. Ahora sí podía verse el objeto con más detalle.

- ¡Pero está faltando otro objeto, que se inserta en esta rendija!... ¡Maldición!... al menos lo encontramos... - Terminó su frase, con resignación.

Beatriz, muy pensativa, en seguida opinó sobre el curso de acción a seguir.

- A lo mejor, si Dante toca el "Jnum", nos puede decir... de qué objeto se trata, y si también está en este... - No pudo terminar su frase pues un sonido la distrajo.

Dante también sorprendido, giró abruptamente su cabeza hacia atrás, mirando a la oscuridad. Los cinco estaban allí parados, olvidando momentáneamente el brillante objeto. Otro ruido de golpes, acababa de escucharse justo detrás de Dante y Beatriz. Evidentemente, no había sido ninguno de ellos. Alguien más, estaba allí. En la oscuridad.

Las linternas apuntaron rápidamente. Al principio vieron que sólo había objetos en ruinas, tierra y telas de araña, lo mismo que observaron durante todo el trayecto. Todo estaba muy quieto y en silencio. Varias linternas volvieron su atención sobre el objeto recién encontrado. Pero Virgilio mantuvo en ese mismo lugar del sonido, su haz de luz.

Una sombra se recortaba detrás de una de las columnas, y se extendía hacia arriba.

Virgilio subió la linterna, apuntando hacia el techo, casi sobre sus cabezas. Sólo pudo contener su respiración.

Dante sintió su cambio de aire, y como estaba ya bastante preocupado, miró de nuevo a donde apuntaba la linterna de Virgilio.

- ¡Nooo! ¡Miren eso! - No pudo evitar lanzar un grito de terror.

Era una sombra muy oscura, que serpenteaba y cambiaba de formas. En un momento, claramente podía distinguirse una cabeza, con huecos en lugar de ojos y boca, que dejaban ver trozos del techo. La sombra era más bien, como un cúmulo de humo, lleno de puntiagudas formas en la parte de atrás de su negro cuerpo brumoso, que ahora extendía unos largos miembros y dedos sobre los cinco intrusos. Sus enormes fauces puntiagudas, habían comenzado a moverse, ante la mirada estupefacta de los allí presentes.

Dante estaba aterrado. Las formas brumosas que envolvían el cielo raso, le resultaron, de pronto, conocidas.

- ¡¡E- es como lo que vi la primera noche, en mí habitación!!

Entonces, una voz de ultratumba, seguida de golpes como los que habían escuchado, se hizo oir por todo el gran recinto, retumbando en las paredes. Las palabras estaban en un dialecto desconocido, sin embargo eran comprendidas por todos a la perfección.

- ¡HOMBRESSS IMPERTINENTESS! ¡OSAN PROFANAR EL SANTUARIO SAGRADO DEL PRIMORDIAL! ¡DE AQUÍ NO PODRÁN SALIIIIIRRRR! ¡SERÁN JUZGADOS Y CONDENADOS POR EL MISMÍSIMO ¡¡ANUBIS!!!

Entonces, de la criatura negra como el carbón, surgió otra cabeza, que era más similar a un dragón demoníaco con cuernos. Esta segunda cabeza, comenzó a irradiar una luminiscencia desde su interior.

- ¡¡MUERANN EN LAS LLAMASSS DEL INFIERNOO!!

- ¡¡HEREJESSSSS!!

Dante y los demás, veían venir su muerte inmediata e inexorable. Quedarían enterrados allí, bajo pilas de escombros, en aquel panteón secreto, sin que nadie pudiera rescatarlos jamás.

Entonces sucedió algo tan extraordinario como inesperado.

Beatriz se puso delante, con ambas manos extendidas, entre ellos y la criatura que ahora tenía los ojos y fauces encendidas.

- ¡Todos! ¡Quédense atrás mío, rápido! - Beatriz le entregó su casco a Dante, que no entendía por qué ella haría algo así.

- ¡No!... ¿Qué creés que vas a.... hacer?...

Una abrasadora ráfaga de fuego incandescente salió de la espeluznante criatura. Dante pudo sentir el calor, que era sofocante.

El fuego debería haberlos consumido y devorado en un instante. Pero no fue así. Beatriz permanecía de pie, con sus brazos extendidos, a la altura de los hombros. La columna de fuego se había desviado, y subido por unos recovecos y huecos en el techo, sin siquiera tocarla. Ni a ella ni a sus compañeros.

Crowley tenía el Jnum en sus manos, y no lo soltaría por nada del mundo. Les señalaba el pequeño túnel por el que se habían deslizado para llegar hasta esa instancia, en el otro lado del oscuro salón, ahora iluminado por la criatura incandescente.

- ¡Vamos! ¡No se queden ahí mirando! ¡Tenemos que salir por ahí! ¡Yo llevo el Jnum!

El primero que se arrojó literalmente, con el objeto en su mano, al interior del túnel, fue Crowley. Le siguieron Virgilio, Dante y Santino, que empujaba a los demás para que se apuraran, presos del pánico. Ese estrecho pasadizo, de pronto, ya no les parecía tan asfixiante ni claustrofóbico.

Beatriz fue la última en entrar, pues en repetidas ocasiones, con su mano extendida, había desviado exitosamente los mortíferos fuegos fatuos.

- ¡Vamos, muévanse, yo los cubro!

La criatura chillaba con agónica ira y deseos de venganza, mientras les escupía fuego y toda clase de insultos.

-¡PROFANADORESSSS!

-¡LADRONESSSSSS!

Una vez que los cinco salieron del largo túnel, volvieron a recorrer el camino inverso, por el que habían llegado hasta el subsuelo.

- Si los mitos son certeros, ese espectro guardián, no va a poder seguirnos mucho más allá! ¡Está unido al cuerpo momificado, del Dios sepultado! - Crowley corría en primer término, y explicaba agitado mientras sostenía el Jnum, el Bolso de los dioses, entre sus manos.

A lo lejos, como un chillido ahogado, aún podía escucharse el lamento, que provenía de la más tenebrosa oscuridad.

- ¡PROFANADORESSSS!

Los cinco atravesaron por la pared que a la ida se había deslizado hacia arriba como una persiana, y después, tirando de la pared, accedieron al primer sitio donde Dante había girado la cabeza de la estatua, para escapar y salir definitivamente de aquella espantosa trampa mortal.

Las mudas gárgolas, una vez más, eran testigos silenciosos de todo lo que ocurría debajo de sus sombras.

Así es como, los cinco profanadores que ingresaron, escaparon con el artefacto, y se introdujeron en su camioneta trafic, rumbo al hotel.

Mientras, dejaron en la Catedral de Notre Dame de París, un misterio sin resolver. El origen del incendio, de esa tarde del 15 de Abril de 2019, que lo consumió todo.

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