1. the night we met.
५ ۟ 𓂂 ͟𓇼 ׂ 🐚 ִ ഒ
✦ ٬ ୧ i'm just asking for a beer.
En la penumbra de la habitación de Marjorie, el sonido agudo de la alarma anunciaba el inicio de un día que parecía destinado a la monotonía. Mientras otros adolescentes disfrutaban del esplendor del verano con fiestas en la playa y vidas amorosas enérgicas, Margie se veía atrapada en una realidad diferente. Su única preocupación giraba en torno a trabajar incansablemente para asegurar un modesto sueldo, alejándola de las despreocupadas experiencias de sus pares. Apagó el despertador con poca gana, ya que ayer había estado hasta muy tarde en el trabajo y no había dormido muy bien. Por lo que se despertó tarde, pero justo para llegar de nuevo al bar.
El acto de levantarse se convirtió en una rutina mecánica para Marjorie: atender sus necesidades básicas, vestirse y realizar su higiene personal, todos actos ejecutados con una eficiencia aprendida a lo largo del tiempo. Al salir de su habitación, se encontró con un paisaje desolador en la sala de estar, marcado por botellas de cerveza esparcidas por el suelo. Entre ellas yacía su padre, Liam, en un estado casi moribundo, descansando en el sofá.
—Papá... —llamó Marjorie, dando palmadas en la piel del adulto— ¡Liam!
Liam emergió de su sueño con una expresión desconcertada, su ceño fruncido reflejando la confusión.
—¿Qué pasa?
—Ve a la cama, yo iré a trabajar —ordenó Margie, su voz llevando una mezcla de autoridad y resignación.
Liam, al ponerse de pie, se acercó a su hija y le dio un beso en la frente, un gesto que hablaba de un cariño que aún perduraba.
Con su padre finalmente en reposo, Marjorie agarró su bolso y se encaminó al pequeño bar donde desempeñaba su labor diaria, el cual no estaba tan lejos, pero distante en algunos aspectos.
Al llegar al bar, se dirigió directamente a la barra, donde se encontró con Dahlia, su compañera de trabajo. La bienvenida se expresó con un tono divertido, pero tras las palabras había una sombra de las responsabilidades y desafíos diarios.
—¿Qué onda, chica? —Saludó Dahlia, con su voz reflejando diversión por el día.
—Estoy en eso, pero supongo que bien —aclaró Margie, su tono tratando de ocultar las preocupaciones subyacentes. Ajustándose el delantal con una mezcla de resignación y determinación en su mirada, lista para enfrentar otro día de su realidad laboral.
—Ayer fui de fiesta, ¡estuvo asombroso! —Exclamó, gesticulando con entusiasmo— ¿John B no era tu amigo?
—Eso creo, ¿por qué?
—Lo besé, es como un príncipe, pero le falta el dinero —confesó, algo que no fue bien recibido por Marjorie.
—No es buena esa comparación... —respondió Marjorie con tono pasivo, tratando de evitar conflictos pero sintiéndose ofendida.
—¿No estarás mal por eso, verdad? —Preguntó— ¿Te sigue gustando? ¿No era solo un crush de la niñez?
—Claro que no, nunca me gustó. —Trató de disimular—. Son solo cosas raras que dices.
Lo último podría ser verdad, pero lo del principio era una mentira. Los dos se habían criado juntos, ¿era inevitable, no? Sus padres eran amigos, pasaban casi todos los días juntos... algo saldría de ese lugar.
—Cariño, me doy cuenta cuando mientes, se te nota en los ojos —dijo con una mirada traviesa.
—Como sea, hoy será agotador, los sábados vienen los cretinos.
Dahlia asintió, ambas habían enfrentado situaciones desagradables con hombres que se excedían con la bebida y se volvían irrespetuosos.
—Hablando de cretinos... —señaló Lia al ver al jefe salir del interior de la cocina.
—Buenas tardes, señoritas, habrá mucho trabajo así que a comenzar el día.
—¿Qué tal, Chris? ¿Ya tienes mi paga? —Enfrentó Margie al hombre más estúpido que se pueda conocer.
—Querida, solo espérame, estoy muy endeudado.
—¿Más? —Interrumpió Brown— Vengo todos los malditos días, Christopher, ¿cuánto tiempo debo esperar, otros tres meses?
—Ya encontraré la forma de pagarte, te lo prometo.
Era difícil sentir pena por él; al principio parecía un hombre pequeño en problemas, pero con el tiempo, solo eran puras excusas. ¿Cómo un hombre sin dinero podría comprar un barco lujoso? Aun así, mantenía su tono amigable; no quería perder su trabajo. Los cretinos que tanto odiaba le dejaban mucha propina.
—Está bien.
La puerta del bar se abrió y dejó ver a cuatro adolescentes, los cuales Margie desearía poder evitar, pero claro que no podía, eran unos clientes.
—¡Marg! ¿Cómo estás, amiga? —Saludó JJ, un muy buen amigo.
—Hola chicos, bien, ¿y tú? —Respondió limpiando brevemente la barra— ¿Luke ha hecho algo? —Preguntó en un susurro al rubio.
—Tranquila, mamá.
Marjorie lo miró con su ceño levantado, demostrando la desaprobación a tal actitud. Solo se preocupaba de lo que podría llegar a repetirse por parte de ese hombre.
—Solo no me quiero enterar al tenerte en la puerta de mi casa, ¿está bien?
—Ya lo sé, no te preocupes.
—¿No quieres dar una vuelta? —Preguntó John B., con quien Margie prefirió evitar el contacto visual fingiendo que limpiaba unos vasos con un trapo.
—No, gracias. Hoy es un día muy largo.
—Por favor —suplicó Kiara a un lado, su rostro transformándose en un puchero intentando de ser y sonar convincente.
—Te extrañamos, ¿lo sabes? —Confesó Pope, con sinceridad en su tono de voz, lo que provocó que Margie lo viera con dulzura.
En todo ese momento Dahlia tenía miradas cómplices con el Routledge, las cuales no eran pasadas por desapercibido por parte de Marjorie, quien se encontraba herida en su interior al ver como el amor de toda su vida nunca se fijaba en ella.
—Otro día los alcanzó; tengo que trabajar horas extras para poder cubrir la renta —mencionó Margie con pesar al abrirse con los Pogues. La dificultad aumentaba cuando se trataba de ellos.
—Eso lo dijiste en tu cumpleaños, en el de John B., en el de Pope... —exclamó Kiara, extrañando profundamente a su mejor amiga—. Puedo seguir si quieres.
—¡Está bien! Mañana los veo, ¿están contentos?
Los chicos lucían triunfadores al lograr convencerla, un logro que nunca resultaba sencillo. Mientras Marjorie sostenía contacto visual con la única persona con la que no lo había hecho, John B., la incapacidad de verlo solo como un amigo resultaba devastadora, a diferencia de cómo él la veía.
—¿Quieren algo para tomar? —Preguntó Dahlia con una mirada coqueta hacia Routledge, jugando con un mechón de su cabellera castaña.
—No, gracias, ya nos íbamos —aclaró John B, con notorio nerviosismo y tartamudeo al modular sus palabras.
—Nos vemos, chicos. Adiós —se despidió Marjorie mientras se dirigía hacia JJ, empujándolo al tocarle suavemente el pecho, para luego abrir la puerta y permitir que se fueran.
—Yo también te quiero, eh —el rubio elevó su tono, sintiéndose ofendido por la forma en que Brown lo trató.
El grupo de Pogues comenzó a alejarse, y Margie los siguió con la mirada, deseando volver a los viejos tiempos en los que compartían risas y cervezas, momentos que no valoró lo suficiente.
—¡Hubieras ido, yo me ocupaba de todo! —Reclamó Dahlia, poniéndose en el camino de Marjorie.
—No es tan fácil como tú crees —murmuró al pasar por un lado de su compañera, tratando de evitar sus preguntas.
La puerta sonaba repetidamente, el bar se llenaba de turistas y personas mayores, siendo uno de esos días con más ocupación. Cuando el turno de Dahlia terminó, Marjorie se quedó sola cumpliendo sus horas extras, con la presencia de los indeseables del lado sur de la isla, que se podían contar con la palma de una mano.
—Luke, qué sorpresa —habló Marjorie fingiendo asombro.
—Brown, un gusto verte —tartamudeando por los efectos del alcohol—, ¿cómo está tu padre?
—Veo que ya has tomado.
Dejó rápidamente una cerveza en la barra, sintiendo pesar al saber cómo se comportaba Luke cuando estaba borracho. Pero era preferible no meterse en problemas con ningún cliente a esta hora.
Marjorie revisó su reloj de mano, notando que en cinco minutos terminaría su turno, deseando llegar temprano a casa antes de que el huracán la alcanzara.
Tras esperar impacientemente, el reloj estaba a punto de indicar el momento de su partida, lo que significaba echar a todos del bar.
—¡Todos vieron la hora, es tiempo de irse!
Aunque los borrachos se resistían, luego de algunas súplicas, logró que cada uno se fuera. Pero no esperaba que segundos después la puerta se abriera.
—Estamos cerrando —aclaró Marjorie limpiando las mesas, sin levantar su mirada.
—Solo quiero una cerveza, por favor —pidió amablemente un chico, sentándose en una silla de la barra.
—Lamento informarte que no será posible, vuelve mañana.
Al levantar la cabeza, no esperaba encontrarse con Rafe Cameron, expresando su asombro por la forma en que sus ojos se abrieron.
—¿Qué hace un Cameron por aquí? —Señaló entre carcajadas.
—Solo pidiéndole un poco de alcohol a una bella muchacha como tú.
Marjorie frunció el ceño. Aunque estaba acostumbrada a ser llamada de esa manera para conseguir lo que querían, esta vez se sentía diferente.
—Vale, ¿si lo hago te irás?
—No antes de que me des tu número —confesó Rafe, provocando un bufido indignado de Brown.
—A tus órdenes ricachón. —habló de forma sarcástica, sirviendo la cerveza requerida por Cameron.
Rafe Cameron pasaba la mayor parte de sus días en el bar donde Marjorie trabajaba, era extraño como en repetidas ocasiones ella lograba atraparlo mirándola. Solo que, ¿era imposible, cierto? Un kook no podía estar interesado en una pogue, ni viceversa.
Una vez que Cameron bebió su cerveza, Margie lo echó rápidamente del lugar. Esperando que el chico, para la suerte de Brown, se haya olvidado de cierta cosa.
—¿Y tu número? —Preguntó antes de que Marjorie le cerrara la puerta, volteándose a verla, mientras ella se quedaba petrificada.
—Será algo para otro día, Cameron —finalmente la entrada quedó bloqueada y Margie había dejado a Rafe Cameron, por primera vez en su vida, sin lo que quería.
५ ۟ 𓂂 ͟𓇼 ׂ 🐚 ִ ഒ
✦ ٬ ୧ MY OWN SPACE.
ojalá este fic sí terminarlo!!
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