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Nadie puede robarte la calma cuando nunca has conocido el significado del concepto. No obstante, el minuto en que su meditación fue rozada por un aura conocida, Adam maldijo la tierra que pisaba. Cayó de rodillas al suelo y enterró las uñas en la superficie con tanta fuerza que dejó de sentir los dedos.
¿Una respuesta coherente al dolor emocional de recibir el llamado de la muerte? Quizás. Pero Adam no era de los que se desbordaban emocionalmente, al menos en el sentido de la desesperación. Y este tampoco era el caso.
La sangre con la que tiñó la tierra era una orden.
Una invocación.
—Idiota —dijo la voz que bien sabía que era la de Kosuke.
—¿Idiota yo? —susurró entre dientes—. No soy el que está muerto, joder.
—¿Los demás saben?
Adam abrió los ojos y vio el cuerpo de su amigo, materializado frente a él. No intentó tocarlo. Sabía que dolería.
—Estoy solo.
Kosuke alzó las cejas con sorpresa y un poco de ironía.
—Vaya. Tenías un poco de tino, escondido por ahí. El milagrito de la resurrección era verdad, después de todo.
Adam chasqueó la lengua. Por supuesto. Solo Kosuke podría hacer chistes en un momento como este. Solo él podía hacer malditas bromas cuando se había dejado matar dios sabe cómo.
Bien, que se fuera al carajo.
—Estás muerto. No tengo que escuchar tu mierda.
—Sí, bueno. Tú me llamaste.
Seitz se puso de pie y avanzó hacia Kosuke. El primero le sacaba varios centímetros de estatura, pero no era solo eso. Los ojos azules de Adam reflejaban la desolación equiparable a un campo yermo y destruido, el infierno. Su presencia era intimidante en sí misma.
—Basta de gilipolleces, Uchiha —dijo el polaco. Su tono calmado tenía una amenaza subterránea que hizo que el bosque a su alrededor se volviera más frío—. Si te llamo, es porque ahora tu alma me pertenece.
Kosuke apretó los dientes.
No le tenía miedo realmente. Era su amigo. Lo conocía desde que eran niños. Pero sabía de dónde venía esa furia. No debería alimentarla. Y, de todas formas, le quedaban algunos minutos como él mismo, si es que se concretaba la amenaza.
—¿Ya me inclino ante ti o cómo funciona la mierda? —lo desafió Uchiha, a pesar de todas las alarmas en su interior que le decían que no lo hiciera.
Adam no solo lo ignoró, sino que hizo aparecer a su espíritu guía, el mismísimo Hades en forma de cuervo, y lo lanzó contra uno de los árboles, sin tocarle un solo pelo.
—¡La única razón por la que permití que Danka fuera a esa puta misión fue que tú y Neveu prometieron devolvérmela con vida! —rugió Seitz—. ¿Y ahora estás aquí? —Otra ráfaga de oscuridad aplastó a Kosuke—. Lo juraste. —Uchiha sabía que estaba muerto, por lo que la sensación de no poder respirar era totalmente retórica. Aun así, el aire escapó de sus pulmones calcinados—. Ella es mía.
Los ojos de Adam se volvieron rojos, demoníacos, mientras doblegaba a Kosuke. Pero en ningún momento lo tocó, ya que, una vez que lo hiciera, su alma iba a dejar de ser propia. Una vez lo aceptara en el infierno, no habría vuelta atrás y el alma de Kosuke solo se manifestaría mediante la posesión al cuerpo de Adam. Eso ambos lo sabían, y es por ese motivo que, a pesar del yugo que tenía Seitz sobre él, Uchiha no pasó por alto el hecho de que la ira todavía no se llevaba lo mejor de su amigo.
Le estaba dando la oportunidad de escoger su camino hacia la muerte.
—Nos bombardearon —jadeó, cuando la fuerza espiritual de Adam cedió—. Era una trampa. Danka me lo dijo, me dijo que lo más probable era que el campo estuviera minado. No la escuché, porque Kaoru estaba en problemas y por poco hago que nos maten a todos. —Conforme las palabras brotaban, el aire volvía a él y, con ello, un torrente de lágrimas y pánico—. No me quedó alternativa. Sellé el perímetro con mi aura y... Maldita sea. —Dio un hondo suspiro que fue sucedido por un sollozo cargado de frustración—. Soy un imbécil.
Adam suavizó su postura y se sentó a un costado del cuerpo de Kosuke. En un día como cualquier otro, probablemente no le molestaría escuchar su llanto. Habían crecido así, escuchando de una litera a otra, los lamentos de haber sido abandonados, o vendidos, o simplemente arrebatados de sus padres debido a sus poderes.
No le molestaba el llanto de Kosuke. Es más, siempre había pensado que, si él mismo pudiera llorar, su congoja se parecería bastante a la suya.
No obstante, ¿cuánto tiempo llevaba muerto?
Necesitaba respuestas. Necesitaba saber de Danka.
—¿Sabes si Kao...? —comenzó Kosuke, tratando de calmarse.
Seitz lo meditó unos segundos y luego negó con la cabeza.
—Todavía no huelo mierda, así que debe seguir chillando en este plano —dijo, con desdén.
Por si las dudas, Kosuke confirmó que ni el hecho de que él estuviera muerto iba a hacer que Adam tratara a su hermana con respeto. Extrañamente, encontró un poco de consuelo en aquella normalidad.
—¿Estás seguro? —preguntó Uchiha.
El polaco puso los ojos en blanco.
—Si tuviera la presencia de la apestosa de tu hermana, lo sabría. Créeme —sentenció—. Lo cual no quita el hecho de que podría morir justo ahora.
—¿Y Danka y Daniel?
—Ninguno ha sido marcado por mí en vida —murmuró con un tono siniestro—. Por lo tanto, si mueren, eso es todo. Una de las ventajas de ser completamente humano.
—Entonces es verdad. Estamos jodidos.
—A menos que...
Kosuke se incorporó de inmediato y la semilla de la esperanza, hizo estragos en él. No le importaba lo peligroso que pudiera ser o qué clase de tinieblas tendría que desatar Adam para ayudarlos, si Ko pudiera ser parte de algún plan, lo haría.
—Dime —imploró Uchiha.
—Podrías tomar un poco de mi sangre —respondió, sin dejar mucho espacio a preguntas—. Eso te permitirá volver a tu cuerpo, pero no utilizarlo. Solo nos servirá para que sepas si los demás lograron escapar o si debemos ir a buscarlos.
—Haré lo que sea.
—Tiene un precio —agregó Adam, aunque bien pudo haberse callado y enviar a Kosuke a la condena con tal de salvar a Danka. Pero sabía que debía reservar al menos una onza de paciencia si quería que Huntzberger volviera a dedicarle una sonrisa—. Esclavitud.
—¿A quién?
—A mí.
—¿Seguiré siendo yo mismo?
—Si me apetece. sí.
—Puedo hacerlo, si eso nos da una oportunidad —aceptó Kosuke—. Ya estoy muerto. No veo qué otro mal podría hacer.
—No es tan sencillo, perderás el libre albedrío y ni siquiera te darás cuenta. Si bebes mi sangre, serás un alma en pena a mi servicio. Ni siquiera recordarás lo que significa la voluntad propia, acatarás la mía sin contemplaciones.
—¿Eso significa que seguiré luchando a tu lado?
Seitz gruñó.
—Deja de romantizar todo, idiota.
—Pero, ¿me invocarás para luchar contigo?
—¿Eso...? —inquirió Adam, por una vez demostrando algo de vulnerabilidad ante el de ojos violeta—. ¿Eso te haría feliz?
—Por supuesto, hermano.
Los dos chicos quisieron abrazarse, en medio del bosque, en medio de la nada, donde era una locura pensar que hubiera una guerra desatándose. O mejor dicho, perdiéndose.
Los miembros de la Academia llegaron a Alemania, muchos siendo apenas unos niños. Crecieron juntos, fueron entrenados como bestias, condicionados como cerdos para el matadero. Y más allá de su naturaleza semi humana, la magia y las habilidades, todos los entrenamientos que rayaban en la tortura, obligándolos a reaccionar como máquinas de destrucción, el Escuadrón de los Lobos había logrado considerarse familia.
De alguna jodida manera, eso era lo que los había metido en el problema. Cuando la chica nueva, la de sonrisas radiantes, largas trenzas guardadas al interior de una boina roja roída por los años, resultó ser un polizón dejado por su hermano mayor, de manera clandestina en la Academia, con el fin de salvarla del campo de concentración al que seguro lo habían enviado a él.
22892.
Ese era el número de Danka Huntzberger.
El tatuaje en su muñeca no mintió, cuando en la última misión, el portal energético deshizo el hechizo que lo había camuflado todo el tiempo, junto con restaurarle parte de la memoria que le había sido arrebatada con el fin de protegerla.
Adam se recriminaba por no haber sospechado, cuando no lo dejaron verla, al intentar entrar en la tienda de primeros auxilios en el momento que supo que estaba herida.
Si hubiera sabido, los habría matado a todos en el acto.
Pero no.
No había seguido su instinto, por lo que ahora estaban en un bucle interminable de supervivencia. Habían logrado rescatar a Danka de los doctores alemanes que querían ponerle las garras encima, mediante un motín, pero a cambio estos habían capturado a Kaoru.
Era simple matemática. Si tenían a la hermana menor de Kosuke, era el cebo perfecto para dividir al grupo.
Era obvio que Kosuke acudiría al rescate y, tener a los hermanos Uchiha fuera de combate era reducir las fuerzas del grupo considerablemente.
"Daniel y yo somos humanos" había dicho Danka. "No somos rastreables. Si acompañamos a Ko, creerán que va solo y tendremos una oportunidad de factor sorpresa"
"Como una mierda, tú no vas a ir".
"Adam, esa no es decisión tuya".
"¿Quieres apostar?"
Y ahí está la ironía del efecto mariposa. Este fue otro momento en que pudo dejar que las amenazas se hicieran carne. Pudo encerrarla, maldita sea. Someterla.
Pero no lo hizo, porque ella era la luz de la que su alma condenada estaba sedienta.
Le permitió decidir.
Y ahora no sabía si la volvería a ver.
—¿Adam? —lo llamó Kosuke. Y cuando el polaco reaccionó, lo supo: nunca más dejaría que Danka se fuera de su lado.
—Si debo matar a Kaoru para salvar a Danka, lo haré —dijo, mirándolo a los ojos—. Si debo invocarte para lograrlo, no lo dudaré. Le pediré a tu jodida alma que me ayude con el trabajo, ¿entiendes?
—No lo harás.
Es cierto. No lo haría. Al menos no la parte en que lo usaría a él para matarla, porque no lo necesitaba, pero no lo dijo, porque no era el punto.
—No tendrás cómo negarte.
—Bueno, hijo de puta, ¿quieres rescatarlas o no?
—Sí. —Sacó una daga y la deslizó sobre su palma, abriéndose la piel—. Solo te estoy dando la posibilidad de elegir.
Kosuke suspiró y acercó sus labios a la herida. Sin embargo, antes de hacer contacto con ella, dijo:
—Sé que tienes el poder suficiente como para tomar mi aura sin sudar una gota. Lo siento en la tierra, puedes aniquilarnos a todos solo por aburrimiento. Siempre lo supe, desde que comencé a luchar en tu cuadrilla. La diferencia es que ahora lo siento, porque estoy en tu terreno; hay algo que me llama hacia ti y se siente como si lo estuvieras reprimiendo. Eres una maldita fuerza gravitacional. —Luego, antes de tomar la mano de Seitz, finalizó—: Así que supongo que Danka sí saca lo más humano de ti. Por eso, lucharás por mantener al resto con vida.
Dicho esto, guió su boca hacia la herida sangrante y el proceso no fue lo que esperaba. En cuanto el sabor metálico del torrente vital de Adam tocó su piel, el bosque rugió en corrupción. Ni siquiera había succionado. No lo necesitó. La sensación que vino a continuación, sin embargo, fue como si se estuviera atragantando con ácido.
Los ojos de Kosuke, siempre de un exótico violeta, se tornaron negros en su totalidad, mientras que el vínculo entre ambos se consolidaba. Seitz estaba acostumbrado al dolor que esto conllevaba, por lo que pudo mantenerse en su lugar, incólume a las sombras que sellaban el pacto. Por su parte, el japonés rugía su dolor, mientras su cuello se inclinaba en una posición imposible hacia el cielo.
No podía respirar.
Y como tampoco se le permitía vivir, la tortura parecía perpetua. Estaba segurísimo de que ni siquiera morir le había dolido tanto y todas las venas, anquilosándose en el vínculo con la sangre maldita del invocador, lo hicieron perder el control de su aura, la cual sintió de golpe el llamado de su propio cuerpo en descomposición.
Trató de hablar, de decirle a Adam lo que estaba viendo, pero este último se encargó de camuflar su alma de cualquier huella o trampa mágica que pudiera ayudarle a los alemanes a señalar su posición.
Kosuke actuó, entonces, por mero instinto, sintiendo el rechazo de la Naturaleza a la ocupación de su propio cuerpo sin vida, pero no le importó. Tenía una sola oportunidad y haría que contara, aun si la tierra escupía sobre su aura poseída.
Cuando la segunda explosión llegó, Kosuke retornó a su nuevo maestro con, quizás, peores noticias de lo que ambos hubieran esperado.
—Daniel activó el protocolo de suicidio sobre el perímetro. Fui expulsado de mi cuerpo, porque probablemente fue descuartizado y calcinado por la explosión —anunció.
Confiaba en el criterio de Neveu. Si había tenido que seguir aquella directiva, debió ser el llamado correcto, pero no si... No si eso significaba que Danka...
—Hijo de puta —exhaló, sintiendo absoluto pavor allí donde se suponía que tenía un corazón.
—Le dio tiempo a las chicas de escapar.
Alivio.
Paz.
Hasta que recordó que eso significaba que Danka estaba sola junto a Kaoru y que si la segunda estaba herida, no podría conjurar un portal que la trajera más rápido de vuelta a él. Lo cual era lo más probable o lo único que justificaba que la Uchiha estúpida no lo hubiera hecho ya.
—Joder.
—El aura de Kao es demasiado débil... —dijo el alma de Kosuke—. O como ya no está en mi voluntad hacer algo por iniciativa propia, no puedo establecer una conexión clara para rastrearlas. Así que...
—Ve con ella —ordenó Seitz.
Los ojos de Kosuke nunca más volverían a ser violeta.
En cambio, cuando su espíritu se disipó entre las sombras del bosque, Adam se convenció de que era capaz de ver ese color en la estela de su invocación.
De cualquier forma, cuando estuvo solo otra vez, dejó caer su espalda en uno de los árboles más cercanos, rogándole al destino que -si ya le dolía una realidad donde dos de sus mejores amigos habían muerto- por favor, no le hiciera conocer un mundo donde tuviera que vivir sin Danka.
Porque ese sería justamente el mundo que destruiría.
_____
¿Pensaron que lo peor que podría pasar es que un personaje muriera?
¿Qué tal esto? JAJAJA
Bueno, segundo capítulo. Son cinco.
Nos vemos <3 Cali;
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