V. Tra di noi

I might not be the right one

It might not be the right time

But there's something about us I've got to do

Some kind of secret I will share with you

I need you more than anything in my life

I want you more than anything in my life

I'll miss you more than anyone in my life

I love you more than anyone in my life

Something about us – Daft Punk

Un aroma a carne y verduras asadas perfumaba el jardín. Bruno estaba untando unas hierbas en la carne para darle más sabor, y Giorno atendía a Abbacchio que venía llegando con una botella de vino envuelta en cinta de colores. El ambiente estaba algo tenso, una incomodidad más espesa que el humo negro que salió al recién perder la parrilla. Bruno lo saludó cortés, pero frío, y siguió en lo suyo, y Paolo agradeció nada más que por educación que el hombre le llevara de regalo un vino francés. Al rato Abbacchio se fue, y Giorno por fin respiró.

—No tienes que estresarte tanto, Giorno

—Es que no sé si estuvo bien dejarlo entrar... y además no he podido ayudarte

—Hijo, no importa, no te compliques, sólo venía a dejarle un regalo al abuelo y se fue. Guido, Narancia y Fugo han estado cubriéndote en este rato, así que no es problema

Sus amigos le sonrieron y el abuelo también cambió la cara, no quería hacer sentir culpable a Giorno. El muchacho había dejado de sentirse completamente así hacía apenas uno, o dos años. De niño, quería ver a Leone y compartir con él, pero tenía la impresión de que él no estaba siendo bueno con los sentimientos de Bruno. Un poco más grande, guardaba rencores con Abbacchio, pero también le daba el favor respecto a que había sido un buen padre. Le ayudaba con los estudios, era afectuoso a su manera (aunque Giorno le rehuía) y siempre estaba preocupado por su bienestar. Lo que siempre lo hacía cuestionarse a Giorno sobre perdonarlo, era que estaba convencido de que Leone no debió dejar que Bruno se fuera, porque pese a que Paolo les decía todo el tiempo "esta es su casa", la verdad era que él y su papá no tenían una casa y no eran más que hospedados, básicamente, y así llevaban años.

—No puedes odiar a Leone por cómo eligió hacer su vida amorosa. Es tu papá, y te ama

Bruno le bajaba un poco los sentimientos de culpa, pero justamente allí era cuando Giorno quería decirle "nos echó a la calle", sin embargo, era obvio que Bruno le contestaría algo así como "nadie me echó, yo me fui" o "nunca estuvimos en la calle". Quería pensar que seguía defendiendo a Leone por orgullo y no por seguir enamorado de él, pero a esas alturas ya no sabía, y no había cosa que convenciera a Giorno de que la palabra perdón le quedaba demasiado grande a Abbacchio, y que compartir con él no significaba que las cosas estaban olvidadas.

De todas formas, era otra cosa dejarlo entrar a la casa. Ellos podían llevarse relativamente bien (pese a las discusiones) pero no quería exponer a su papá y abuelo a tener que compartir con Leone si no querían, por eso Giorno creía que la había cagado. Con un suspiro, agradecía ver a su papá con el mismo buen humor de siempre y a su abuelo abriendo la botella para servirse una copa.

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Mientras ayudaba a poner la mesa, Narancia se preguntaba si es que estaba haciéndolo bien, bajo la atenta mirada de Fugo. Los cubiertos iban en cierto orden, tenía una noción de ello, pero no quería preguntar y pasar por ignorante y con poca educación. En su casa, esas cosas no importaban mucho, el fin era comer. Giorno siempre le había parecido un chico fino y de seguro en su casa era menester tener cierta etiqueta, aunque actuaran con sencillez. Diablos, había comido ahí tantas veces, y no se acordaba. Para peor, Fugo estaba mirándolo con una sonrisa burlona. Él sí que tenía una vida en donde todo ese tipo de formalidades eran cosa cotidiana.

—Fugo, pon tú los cubiertos

—¿Y por qué yo? Yo estoy preocupado de acarrear la comida. Ya sé, no sabes dónde van los cubiertos

Narancia enrojeció y miró hacia otro lado. Podía haber sido cualquier persona, Mista probablemente tampoco sabría dónde van los cubiertos y no le importaría. Giorno o Bruno le habrían enseñado con paciencia. Pero no, tenía que ser Fugo. Después de ese día en que esquivó hablar con él, tras la carrera en bicicleta, las cosas parecían estar normales entre los dos, aunque debía reconocer que Fugo había suavizado un poco su carácter. De todas maneras, con él la respuesta era impredecible.

—N-No, no tengo idea— reconoció el muchachito. ¿De qué servía inventarle otra cosa?

—Tenedor a la izquierda, cuchillo a la derecha y la cuchara también, pero más afuera. Copa un poco más arriba de los cuchillos. Pon un plato bajo, encima irá el plato hondo. No creo que importe tanto, Narancia

—¿Y por qué me mirabas como riéndote?— preguntó desconfiado, aunque por dentro agradecía la ayuda

—Es que te veías muy complicado con el asunto, es todo, relájate

—¿Quién eres y qué hiciste con Fugo?

El muchacho sólo se rió y fue a la cocina a buscar la comida. De vuelta, traía consigo una bandeja con una torta y también venían Giorno y Bruno con más comida. Mista traía champagne y una jarra de jugo. Narancia sonrió orgulloso cuando Paolo se sentó a la mesa para ser celebrado, y admiró la forma en que todo estaba dispuesto. No pudo evitar sonrojarse cuando Bruno lo elogió por el orden y prolijidad. Se mordió el interior de la mejilla y se sentó una vez que todos estuvieron en sus puestos.

Suponía que no todo lo que hacía era una burla, pero estaba lejos de considerarse exitoso.

Cuando la celebración terminó, el sol aún no se ponía. Narancia estaba agradecido, pero quería más fiesta, sin embargo, era el cumpleaños de un abuelo, ¿qué esperaba? Mista y Giorno se mostraron de acuerdo en salir con él a divertirse, y si Fugo quería sumarse sería aún mejor. Al final terminaron los cuatro chicos corriendo por la playa como unos niños. Fugo y Giorno huían del agua y luego volvían a caminar por donde las olas peinaban la arena, desafiando a los espíritus del mar a mojarles los pies.

Por su parte, Narancia y Mista jugaban a desenterrar tesoros con la supuesta "capacidad detectora de metales" del mayor. El muchachito, viendo a su compañero convencido de que tenía poderes para encontrar monedas o joyas, se preguntaba qué tan bajo podía caer una persona como para pedirle consejos nada menos que a Mista, sin embargo, no tenía otra opción y necesitaba la palabra de otra persona. Fugo se quedaba afuera de la ecuación por obvias razones. Giorno era su mejor amigo y guardaba bien los secretos, pero no quería agobiarlo, menos tras lo atareado que se vio en el cumpleaños de su abuelo.

—¿Alguna vez...?

—¿Alguna vez qué?

—Hm... has... ¿encontrado algo valioso?

—Siempre, el anillo que tiene Giorno me lo encontré botado

—Qué indecente eres

—¡Giorno lo sabe! ¿Cuál es el problema?

—¡Que estaba pensando que eras una persona a quien le pediría consejos y ahora definitivamente no lo haré!

—¿Consejos? Soy genial dando consejos. Con mi vida hago puras pendejadas pero puedo ayudar a los demás

—¿Puedo confiar en ti?

En eso, Mista se agachó emocionado a revolver la arena, y tras escarbar unos segundos, sacó una moneda extranjera, que le mostró a Narancia con vehemente emoción. Quizás... Mista si tenía algo que decir que pudiera aportar. No parecía un humano normal, quizás sus consejos serían extraordinarios como su carácter.

—Sólo te pido que no le digas a nadie...

—Está bien, Narancia

Tras morderse la mejilla (había perdido la cuenta de cuántas veces lo había hecho en ese día), se decidió a hablar lo que había querido decir desde un principio.

—¿Alguna vez te ha gustado alguien que jamás se fijaría en ti? Alguien completamente fuera de tu liga...

—¿Qué no es obvio? Creí que nunca le gustaría a Giorno. Somos algo así como la bella y la bestia, ¿no crees?

—No exageres, no estás tan feo. Voy a otra cosa, cuando es una persona... demasiado superior. Cuando te sientes como un verdadero tonto a su lado y es humillante hasta estar cerca de esa persona...

—Mierda Narancia, te gusta Fugo

—¡N-no, no!... bueno... quizás... un poco...

—Perdí la puta apuesta

—¡¿Estabas apostando sobre quien me gusta?!

—Giorno está seguro de que te gusta Fugo y yo creía que no, y bueno, apostamos

—Son unos idiotas

—Perdón Narancia, perdón, no pensé que te lo tomarías a mal...

—Nah... quizás soy demasiado evidente

—Para mí no, ustedes se tratan bastante mal y no creo en eso que dicen de "quien te quiere te aporrea", ¿qué sádico inventó esa mierda?

—Es cierto...

—Yo creo que Giorno adivinó sólo porque los conoce mejor, pero créeme que nadie pensaría que te gusta Fugo, no lo tratas con cariño precisamente... y perdona por ser tan sincero, pero él te trata aún peor y yo no sé qué pasa por tu cabeza Narancia para fijarte en él

El chiquillo rezongó. —¡Aaaaayyy! ¡tampoco lo sé! Si hasta debería caerme mal

—Aaah eso es cosa tuya. Por mi parte te aconsejo buscar por otro lado. Aunque Fugo correspondiera tus sentimientos... ¿no crees que sería tortuoso llevarse peleando? Para mí suena agotador

—Es verdad... bueno, voy a intentar apagar un poco lo que siento. Hacer otras cosas, concentrarme más en pasar de curso

Narancia estaba sacudiendo la arena lentamente con la punta de su zapato, mientras le daba la razón al novio de su amigo. Quizás estaba demasiado obsesionado con la idea de tener un novio también, y Fugo sonaba como alguien cercano. Narancia debía entender que aquello no lo convertía en el mejor candidato, y el primer paso era aceptar la realidad. Mientras ambos daban una última revisión a la arena, a lo lejos Giorno les hizo una seña con la mano para que fueran a ver algo que encontró entre las rocas.

Pececillos de colores se ocultaban entre las algas en una pequeña piscina, esperando con paciencia como poco a poco esta se fusionaba con el mar gracias a la marea, y así podrían volver a encontrarse con sus familias. El Narancia de antes habría querido sacar uno, llevarlo a casa y luego lamentarse al verlo morir. El de hoy, sonreía al verlos en su hábitat.

No se había dado cuenta, pero, en algún momento aprendió a perder si era por un bien mayor.

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El cuarto estaba apenas iluminado por una vela aromática. Le sorprendía para mal tener que usar tantas artimañas para conseguir relajarse. Si no era una vela, era incienso, aceite, un baño de tina con agua caliente, leche calentada, melissa, pasiflora, melatonina, masturbación y la lista seguía.

Había quedado más tranquilo después de que Giorno fuera a dejarle un agua de toronjil. Lo último que le dijo esa noche, fue agradecerle por darle permiso para ir con Mista a la playa para el siguiente festivo en dos semanas más. Guido había estado ahorrando bastante, se había comprado un auto de segunda mano y ahora correría con los gastos de un pequeño viaje. Bruno pensaba que sería un lindo regalo para Giorno, quien pronto terminaría el año escolar con rotundo éxito, así que Bruno no tuvo que pensarlo demasiado para concederle ir, bajo la condición de hablar con Mista antes del viaje y darle una serie de instrucciones y advertencias. Quería dejar a su hijo en buenas manos esos días.

Se había cuestionado un montón si correspondía también que lo autorizara Leone. Llegó a la conclusión de que era lógico oír su opinión también. Si se ponía en su lugar, Bruno estaría furioso de que Giorno hiciera algo sin que él supiera y con la venia de Abbacchio. Sin embargo, estaba seguro de que Leone no le daría permiso, y eso rompería el corazón de Giorno. No había visto a su hijo saltando en una pata así desde que era un pequeño niño, probablemente dormiría con la sonrisa más grande y Bruno con la eterna sensación de ser demasiado permisivo con tal de verlo contento.

A veces pensaba que quiso llenar todos los vacíos de la vida de Giorno dejándolo hacer lo que quisiera. Debía pegarse con una piedra en el pecho por tener un hijo tan ejemplar, pese a todas las carencias.

¡Demonios! Otra vez estaba pensando cosas demasiado profundas justo antes de tener que dormir, era tortuoso. Si tan sólo su cabeza estuviera apoyada en un torso amplio, quizás sus pensamientos se irían a correr lejos, y así estaría más contento.

Ugh, ¿compartir cama con alguien? No, gracias. Los años estando solo lo habían puesto bastante huraño, pero reconocía que le gustaría en algunas ocasiones estar abrazado a alguien en la noche. De todas maneras, eso no significaba que su vida dependiera de ello, era un simple deseo como el de cualquier mortal.

Mientras le daba vueltas el revoltijo de ideas de cada noche, el teléfono sonó bastante tarde para lo normal. No recibía llamadas a esa hora, casi nunca, a menos que fuera alguna situación del trabajo.

Lo suponía, la voz de Diavolo hizo acto de presencia y Bruno se quejó internamente por tener que pensar en el trabajo un viernes por la noche. Honestamente, tampoco era que tuviera otro panorama. No salía a fiestas ni bares, a menos que alguno de sus amigos se lo propusiera. No recibía visitas tampoco, no a esa hora. Apretó los dientes pensando en que tendría que rellenar algún documento faltante.

—Bruno, qué gusto escucharte

El modo de arrastrar las palabras no le resultaba normal. Definitivamente, Diavolo estaba ebrio, o al menos había bebido.

—Señor Diavolo, ¿cómo está?— respondió, fingiendo agrado

—Muy bien. Pensando muchas cosas

—¿Algo en que pueda ayudarle?

—Bruno, podrías ayudarme de tantas maneras. Ya te lo he dicho, ¿no?

El moreno tragó saliva. Llevaba bastante tiempo intentando patear esas conversaciones bajo la alfombra. Diavolo era atractivo, sí. Bruno muchas veces había querido sentirse deseado de nuevo, no podía negarlo, pero definitivamente no por su jefe. De joven, sin hijos ni una familia a la que cuidar, habría mandado a un jefe así a la mierda y hasta seguramente le habría pegado, o roto un mueble. Pero culposamente sentía que se había vendido al sistema. No podía llegar y hacerse echar del empleo así, y era una sensación asquerosa predicarle a Giorno que no se dejara atropellar por nadie, y en secreto, ser arrollado por Diavolo.

—Uhm... estoy algo cansado, a esta hora ya debería estar durmiendo...— rió nervioso. No quería que su risa sonara coqueta y anhelaba simplemente parar de reírse, pero la ansiedad lo superaba. Intentaba consolarse con que no era dueño ni responsable de lo que Diavolo interpretara.

Lo que sí, por teléfono era más fácil poner excusas. En horas de trabajo, imposible. Incluso cuando Bruno se daba trabajo a sí mismo para estar ocupado y no poder acceder a las invitaciones de Diavolo, el hombre le tomaba la mano y repetía un olvida eso, y al final Bruno terminaba con su jefe en una mesa VIP en algún brunch de Nápoles. Luego, de vuelta en la oficina, no había día en que no intentara llegar más lejos, y la ultima vez había dejado un beso en el costado de la boca de Bruno.

Estando solo después, la impotencia lo hizo arrojar decenas de papeles al piso, para luego recibir un llamado de atención del mismo Diavolo por el desorden.

Si tan solo lo hubiera regañado, no habría sido tan terrible. Pero comenzaba a pasearse por la oficina, deslizando los dedos por el escritorio, amasaba los hombros de su secretario y le hablaba suave, pero burlesco, con sus qué secretario más desordenado, Bruno, pareciera que te estás buscando horas extras, no me molestarían para nada unas horas más de ti aquí...

Bruno a veces se relajaba en casa y pensaba, ¿y qué pasa si me lo cojo, nos sacamos las ganas y seguimos nuestra vida?, pero luego apretaba los párpados y se sentía indigno. A esas alturas de la vida no había culpa en tener sexo con alguien sin afecto, pero le molestaba la dinámica de poder a la que estaba sometido, y la vida de su jefe fuera de la oficina. Diavolo era su empleador, tenía una niñita de la edad de Giorno esperando por él en casa, y qué profundo asco le causaba la idea de tener aventuras de oficina cuando justamente así fue que Abbacchio le plantó los cuernos.

—Pero no estás durmiendo... ¿estás en pijama? ¿o en ropa interior? Sé que te gusta la lencería, ¿te la quitas al dormir?

—No tengo ganas de hablar, jefe, esto es vergonzoso para mí

Jefe... suena tan erótico en tus labios

Bruno no soportó más, y cortó. No pasó un segundo y el teléfono volvió a sonar, y sonar, y sonar... no supo cuántas veces hasta que Giorno entró a la pieza con un gesto de confusión.

—¿Papá? Pensé que te había pasado algo, ¿por qué no contestas?

—Están molestando, lo voy a desconectar

—¿Quién es?

—No lo sé, sólo dicen incoherencias. Ve a dormir Giorno, no le haremos caso a estos ociosos

Bruno desconectó el teléfono de la línea, y por fin dejó de hacer ruido el insoportable eco del acoso en su cabeza. Cerró los ojos, esperando poder dormirse pronto, y deseando que fuera tan fácil desconectar a alguna gente de su vida real como simplemente tirar un cable.

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El sonido de las gaviotas saludando ya no era llamativo para la pareja de amigos que día a día recorrían ese mismo camino entre sus casas y el centro de Nápoles, por lo que, era como si prácticamente fueran invisibles, así como en ocasiones lo era la gente, el mar, y todo aquello que se había hecho tan parte de sus vidas.

Narancia pateó una piedra que fe a caer metros más adelante, y con ello no faltó el rezongo por estar varados en la ciudad mientras Giorno estaba de viaje.

—¡Yo también quisiera ir a la playa!

—Narancia... estamos en la playa

—No es lo mismo... aquí estamos en la caleta ¡quisiera estar en la playa como Giorno! Descansando, tomando sol, bebiendo jugo de coco, lejos del olor a pescado

—Puedes hacer todo eso caminando un poco más, Narancia

—No es igual... porque sé que después tendré que volver a casa. Lo que quiero, es irme un rato, lejos, olvidarme de todo, aunque sea un rato. No estoy pidiendo ir a Capri ni la Puglia, algo simple. Esta playa de aquí está llena de la misma gente y olor apestoso

—Uhm... vamos a buscar un par de cosas. Podríamos tomar un bus a Maronti, y volver en la tarde

—¡Siempre he dicho que eres un genio! ¡Nos juntamos en este mismo paradero en quince!

—Oye, no alcanzo a preparar una mochila decente, con suerte llego a mi casa en ese rato

—¡Apúrate y llega apenas puedas!

Narancia ya iba corriendo lejos cuando dijo aquella última frase. La adrenalina lo hizo casi volar por la vereda para ir a buscar un bolso. Debía ponerse traje de baño, llevar toalla, algo de comer y beber, bloqueador, dinero, y una pelota inflable. Cuando tuvo todo metido en la mochila, suspiró y se arregló el cabello, con una sonrisa de oreja a oreja que adornaba su cara. ¡Iría con Fugo a la playa! Bueno, ya habían ido antes, pero siempre con Giorno también. No estaba seguro si sería distinto o no, pero de todas maneras lo emocionaba.

La risa fue aún más explosiva cuando llegó al paradero y Fugo ya estaba allí, sí que se había apurado, Narancia no le tenía tanta fe. Tomaron el autobús, y durante la hora y minutos de viaje, fueron comentando cosas sobre la gente de escuela, preguntándose cómo estaría Giorno, y murmurando burlas sobre algunas personas que subían al bus.

Seguían siendo un par de niños. Aunque Narancia sentía como la pierna que iba en contacto con la de Fugo ardía y cosquilleaba.

No fue fácil permanecer sereno durante el resto del día. Los labios de Fugo lucían hermosos envolviendo una tajada de sandía. Aplicarle bloqueador en la espalda había sido un placer indescriptible y culposo. Su piel blanca y brillante parecía estar llena de pequeños brillitos de estrellas.

—¿No te pondrás bloqueador?

Fugo lo sacó de sus nublados pensamientos. Y no, Narancia casi nunca usaba bloqueador, se le olvidaba, tampoco era que se quemara. De todas maneras, sabía que debía hacerlo, pero era de esas cosas a las que cuesta tomarles el peso.

—Siempre lo olvido

—Yo te ayudo

Fugo deslizó sus manos por sus hombros con suavidad, y así también por toda su espalda, preocupado de cubrir todo espacio de piel. No faltó, al final de la aplicación del producto, una palmada sonora en la piel embetunada, y Narancia se retorció entre dolor y risas pícaras junto a su amigo, ambos recostados sobre sus toallas, mirando el cielo azul y limpio de Nápoles.

¿Tan difícil era simplemente girar el rostro y besarlo?

¿Valdría la pena?

¿Qué pasa después de un beso no anunciado?

Se preguntaba si había dado las señales suficientes durante todo ese tiempo, pero parecía que la había cagado hacía mucho, y era nada más que una ilusión querer ganar su aprecio después de hacer justamente todo lo contrario a demostrarle cariño. Su perfil, dulce y algo femenino, era algo que lo distraía desde siempre. Había intentado negárselo, siendo indiferente, incluso haciéndole daño, y estaba seguro de que había sido la decisión más estúpida de su vida.

Narancia sólo merecía el más profundo de los amores.

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La primera noche, se le había hecho rarísimo despertar en una casa distinta y al lado de Mista, pero ahora estaba disfrutando estar lejos de todo y en excelente compañía. Mista estaba enseñándole algunos platillos, salían a la feria artesanal, tomaban helado, jugueteaban en el mar... era una sensación maravillosa de libertad y regocijo.

La piel de Mista se sentía salada y algo seca. El agua de mar hacía desastres en el cabello y la piel, pero Giorno se divertía chupando el hombro de su novio después de relajarse y retozar en la cama.

—Sabes a palomitas de maíz con sal

—Giorno, me va a salir un coágulo en el hombro— exclamó Mista, entre risas

—No, no quiero que te mueras— le dijo, dejando de chupetear y alisando la piel con la mano

—Hay que ducharse

—Nunca pensé qué dirías algo como eso

—Puedo ser flojo para bañarme pero no soporto el agua de mar encima

—¡Qué exagerado! Es sólo algo natural

—Es semen de ballena, Giorno

—¡Aaah! ¡qué asco!— el muchacho exclamó, y corrió desnudo a meterse a la ducha, adelantando a Mista. Luego ambos estuvieron en la ducha, riendo como tontos y jugando con la espuma.

—¿Sabes lo que es un dragón?

—¿A qué te refieres?

—A una práctica sexual

—No tengo idea— le dijo, con un desconocimiento genuino. Realmente no sabía qué podría ser un dragón.

—La chupas hasta que salga... ya sabes. Y luego lo echas pa' fuera por la nariz

Giorno puso cara de asco y miró a su novio como preguntándole "¿dónde mierda aprendiste eso?".

­—No es que lo haya hecho

—Ok, te creo... pero no suena a algo que yo pueda hacer, ¿y si me ahogo?

­—No tienes que hacerlo Giorno. Sólo estoy haciendo conversación, porque aunque no lo creas, sigo nervioso...

—Podrías haberme hablado de cualquier otra cosa— le dijo el rubio, apegándose junto a él en el cubículo, acariciando la piel jabonosa y tibia, y riendo con ternura.

—No sé. Me pone nervioso saber que estamos solos. Y estando nervioso hablo babosadas. Como de mierda, semen, sangre y esas cosas

Giorno comenzó a reír a todo pulmón. Lo entendía, hablar idioteces era un lindo gesto de confianza. Recordaba con gracia a Narancia divirtiéndose orinando con una pierna levantada, o como cuando Trish terminaba hablándole de sus dolores de menstruación y de que odiaba estornudar andando en su período y que él jamás lo entendería. Guido, a su lado, se contagió de su risa melodiosa y lo abrazó más fuerte.

—Dime que vas a quedarte, Giorno

—Aquí estoy, no puedo volver a casa solo

—No... quédate en mi vida

Giorno no estaba seguro si es que podría disimular las lágrimas con el agua de la ducha. Ocultó su cara en el hombro de Mista, y dijo sí, sí, sí, hasta siempre.

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Para Giorno fue extraño llegar a casa esa tarde y encontrar a Bruno allí. Estaba sentado a la mesa, pellizcando unas frutillas, con la mirada fija en nada. Inmediatamente, Giorno le preguntó, sorprendido por su presencia, ante lo que su padre explicó que salió un poco antes del trabajo y que tendrían tiempo libre, si quería comer algo en especial de bienvenida, o si quería salir por allí a dar una vuelta a hablar sobre su viaje a la playa y no dejaba de repetirle que lo había extrañado mucho. No era raro que Bruno quisiera compartir a solas con él, así que el chiquillo aceptó y salieron a un restaurante a comer hamburguesas, de las que Giorno llevaba varios días antojado.

Lo raro fue cuando llegado el día lunes, Bruno fue a dejarlo a la escuela y luego volvió a casa. Cuando Giorno llegó del zoológico por la tarde, Paolo tenía un gesto de decepción y Giorno sabía, sabía que estaba pasando algo que no le habían contado.

—Tú me haces contarte todo, y mira cómo me tienes a mí, casi adivinando qué está pasando

Bruno suspiró agotado. Giorno se parecía mucho a él en ese aspecto, no se le podía omitir información por mucho tiempo, ni menos mentirle. No tenía sentido seguir ocultando lo obvio.

—Me despidieron del trabajo

—¡¿Qué?! ¿Por qué?

—Así es la vida, Giorno. A uno lo contratan, a otro lo despiden, unos nacen, otros mueren, qué se yo

—Pero tienen que haberte dado una razón...

—¡Ese Diavolo es un despechado!— rezongó Paolo desde la cocina

—¿Qué pasó?— preguntó Giorno, con un tono de voz severo

—Lo de siempre, Giorno, "necesidades de la empresa", "recorte de personal"...

—No te echó por eso

—¿Quizás estoy viejo para ser su secretario?— Bruno respondió utilizando el humor

—Lo echó porque Bruno no toleró más su acoso— respondió Paolo finalmente lo que Giorno esperaba, y a la vez nunca deseaba escuchar

—¡¿Qué?! ¡Maldito! ¿Cómo puede ser tan mierda?

—Así es la gente

—¡Es que eso está mal!

—Bueno, no me fui exactamente por eso. Me echó por golpearlo. Aguanté bastante. Ya no más.

El gesto de rabia de Giorno fue lentamente transformándose en una sonrisa. —¿Le pegaste?

—Sí. Tampoco es chistoso, Giorno, creí que llamaría a la policía y casi me cago de miedo, pero no lo hizo, sólo me despidió

—Ah no sé, yo estoy orgulloso de ti, papá

Bruno dejó escapar una pequeña sonrisa, y entonces su hijo se acercó a abrazarlo. Giorno nunca sabría realmente de qué manera Diavolo lo molestaba, pero el rubio entendía que Bruno era una persona habitualmente pacífica y lo más probable era que el tipo cruzó los límites descaradamente. No merecía otra cosa que pegarle incluso más duro.

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Paolo solía decir que el mundo era un pañuelo, y vaya que tenía razón. Cuando Trish le hablaba a Giorno sobre su vida, coincidían en muchos aspectos. Ambos hijos de padres separados, ella vivía con su madre, mientras que su padre tenía otra casa, pero Trish lo visitaba bastante porque era regalona de papá. El trabajo de su papá era de oficina, estaba ligado a la moda y publicidad, y para Giorno, las coincidencias eran abrumadoras. Solía prestarle la atención que le daba a cualquier persona, pero fue especialmente llamativo cuando Trish le habló sobre el nuevo secretario de papá era un tipo que no le inspiraba confianza y que prefería mil veces al anterior, que llevaba años ahí.

Giorno estaba en negación. Quería hacer más preguntas, demonios, si sólo se atreviera a preguntarle el nombre de la empresa, sabría exactamente si era lo que él pensaba o no, pero tenía terror de confirmarlo. Trish, ¿hija de Diavolo? Una parte dentro de sí intentaba convencerlo de que no era cierto. ¿Por qué la hija de un empresario de la moda estaría allí entre animales? ¿por qué tomaría un trabajo de medio tiempo, en un principio? No tenía sentido, de seguro tenía una vida muy cómoda. Aunque quizás, esa misma era la razón, si mal no recordaba lo que la chica le dijo cuando se conocieron. Trish quería hacer algo distinto con su tiempo, ganar su propio dinero y matar el aburrimiento.

Los sentimientos amenazaban con nublar su razón. Giorno estaba aún ardiendo en ira por Diavolo. ¿Pero qué culpa tenía Trish de eso? Ella sólo era una chica como él, queriendo disfrutar la vida, hacer amigos, reír y no preocuparse.

Debió anticipar la cagada que quedaría cuando se juntaron con ella, Mista, Narancia y Fugo en la noche y Trish quiso ir con ellos, y con toda inocencia Narancia hizo conversación como cualquier día.

—¿Cómo le ha ido a tu papá?

—Uhm...

Giorno se vio tan sorprendido, que le miró las caras a cada uno antes de responder. Les había contado a su novio, a Fugo y Narancia acerca de que su padre había sido despedido (agradecía a toda divinidad existente y no existente no haberles contado los detalles) pero nunca pensó que sacarían el tema a colación justo cuando Trish estaba allí.

No tenían como saber, y por lo mismo, no tenían ninguna culpa.

—Le ha ido bien, sí, está... buscando, pero está todo bien

—¡Qué jefe más hijo de puta, tu papá debe ser el mejor secretario!

Giorno estaba casi morado cuando Trish lo miró. Cuando Narancia metía la pata, Fugo solía cambiar el tema, darle un codazo disimulado o derechamente regañarlo. Pero esta vez, Fugo era otro que no sabía nada al respecto, y quedó en manos de Giorno hablar sobre otra cosa.

Trish estuvo callada durante toda esa velada. Apenas opinó que las papas fritas estaban buenas y no hizo más comentarios. Giorno se daba cuenta de que ella quería hablarle, era evidente en su mirada, pero no se pudo, ya que aunque Fugo y Narancia se fueron, Mista estaba presente y de hecho fue a dejar a Trish a casa antes de dejar a Giorno en la suya.

El estómago se le retorció al día siguiente cuando Trish le dijo que quería hablarle sobre algo. Comieron tranquilos, como todos los días, Trish se veía de buen humor, pero en los minutos que les sobraron del break para merendar, la chica comenzó a lucir nerviosa.

Cuando, entre miradas esquivas, pidió disculpas por su padre, Giorno sintió su corazón romperse.

—No tiene que ver contigo, Trish, no pidas disculpas...

—Es que de verdad lo lamento mucho... nunca imaginé que él era tu papá

—Bueno... son cosas que pasan en todo trabajo

El sentimiento visceral de Giorno de gritar lo infeliz que era Diavolo, se encontraba aplacado por el afecto y respeto hacia su amiga, ella no tenía nada que ver y jamás le haría daño por rabia. Ella insistía en disculparse, pero Giorno no tenía nada que perdonarle. La invitó a levantarse de la banqueta, y compró algodones de dulce en el puesto, para endulzar el rato y dejar todo asunto atrás.

Bruno estaría orgulloso.




~


Uuuf ha pasado tiempo verdad? Y en este tiempo, un millón de cosas :0

Hace un par de meses, quién diría que nos íbamos a encontrar en esta mierda?

Tengo sentimientos encontrados. El confinamiento me desespera y extraño los privilegios de la vida antes de la pandemia. Pero a la vez, he encontrado una dañina comodidad en estar en la casa. Creo que cuando todo vuelva a la normalidad, estaré feliz de ver a mis amigxs, volver a  divertirme, y por otra parte, creo que me costará mucho retomar mi vida tal como era. Me da miedo volverme loca y no ser capaz ni siquiera de enfrentar la rutina que antes era mi hábito.

En fin, ya nadie sabe qué puede pasar. Hay personas pasándolo horriblemente peor. Espero que ustedes estén llevando bien todo esto, mando mucho aguante!

En otros temas, estoy super atrasada con la escritura y la lectura, muchos fics que actualizar y una cola inmensa que leer, y no hago más que jugar AAAAYYY!! También tengo que terminar un reto en el que me nominaron :3 Quisiera ser disciplinada :c

Agradezco a todxs quienes pasan por aquí a leer, votar y comentar, son un amor! ♥♥ Bye bye, nos leemos! Cuídense mucho!

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