I. Così come sei
And you are always right
And my, you are so perfect
Take you as you are
I'll have you as you are
I'll take you as you are
I love you just the way you are
I'll have you just the way you are
I'll take you just the way you are
Does anyone love the way they are?
Stars – The Cranberries
La campana de la escuela había sonado hacía ya media hora, lo que significaba que ya debía estar en casa hacía diez minutos. Sin embargo, en ese tórrido día, había decidido hacer un desvío y llegar a su hogar un poco más tarde y con una noticia sorpresa.
No le preguntó a nadie cuando decidió dejar su currículum en la recepción del Zoológico de Nápoles aquella tarde. La mujer del mesón le sonrió alegremente, y le dijo que, probablemente, en unos días más lo llamarían.
Giorno se preguntaba si es que le decían eso mismo a todos, para no hacerlos sentir mal, o si de verdad cabía la posibilidad de recibir un llamado.
Se devolvió a su casa apurado, casi corriendo, sin embargo, a apenas un minuto de llegar, recordó que no debía lucir muy agitado o su abuelo empezaría a cuestionarlo, con sus dónde andabas Giorno, o ¿Bruno sabe? Y ese tipo de preguntas que no venían al caso. Si llegaba más tarde, sería por un bien mayor.
Las correas de la mochila se incrustaban en sus hombros derretidos, y gotas de sudor se acunaban sobre su nariz cuando intentaba, sin éxito, regular su respiración.
—¿Dónde andabas, Giorno?
—Hola, nonno
—Vienes todo sudado hijo— le decía el anciano, y con amor le ayudaba a quitarse la mochila de la espalda.
—Tuve que ir al centro a hacer unas cosas...
¿Bruno sabe?
—¿Bruno sabe? ¿Qué fuiste a hacer?
Giorno se dejó caer de culo en el sofá, como si sus rodillas ya no funcionaran para sostener su peso. Encendió el televisor y respondió la verdad, pero casi como para que su abuelo no le escuchara.
—Dejé un currículum para un trabajo de medio tiempo
—¡Mio Dio! Giorno, no es necesario que trabajes, ya hemos hablado de esto antes. Tu papá no estará nada contento. En el mundo laboral conoces a las peores personas
—Abuelo, es un trabajo simple en el zoológico. Sólo es limpiar caca de animales y darles comida.
—¿Y si te mandan a la jaula de los leones?
—Les pediré una foto— sonrió fanfarrón
—Ahora bromeas, pero cuando llegue Bruno, estarás dando explicaciones
—Quiero ayudarles. Ustedes han hecho bastante por mí
—No te estamos pidiendo nada a cambio, Giorno. Con saber que respondes en los estudios es suficiente
—¡A propósito!
Giorno rebuscó en su mochila y encontró un examen de matemáticas con un 10/10. Mientras le mostraba su calificación, miraba sonriente a su abuelo, quien intentaba observar achicando los ojos y buscaba sus lentes en el bolsillo del pecho de su camisa. Una vez puestos y tomado el conocimiento de su excelente rendimiento, su abuelo le sonrió con cierta complicidad.
—Es difícil contigo, Giorno. Te ganas lo que buscas. Quizás Bruno no se enoje tanto si primero le muestras este examen
—Lo haré
Abuelo y nieto pasaron la tarde en quehaceres de la casa, y luego preparando la cena para cuando llegara Bruno, el punto medio entre aquellas dos generaciones. Giorno se encargó de poner la mesa y Paolo cocinó algo de pasta y verduras.
Cuando ambos escuchaban el sonido de un taconeo afuera, sabían que Bruno venía caminando a paso fuerte por la vereda, subiendo por la calle empinada. La casa de los Buccellati era la típica casa napolitana situada en una calle desnivelada, de paredes estucadas, un color amarillo opaco, una puerta verde musgo que daba directo a la vereda, sobre un pequeño escalón chueco, y arriba de la puerta se asomaba un balcón, en donde se veía ropa colorida secándose en la brisa. Una casa antigua, tradicional y sencilla, pero con valor histórico. Mucha gente solía preguntarle a Paolo, el dueño, si es que la vendía o rentaba, pero la respuesta era negativa.
Una familia de un abuelo, un padre separado y un jovencito vivían allí.
—¡Buonasera!— Bruno abrió la puerta y saludó a su padre e hijo, quienes se asomaron desde la cocina alegremente. Giorno se secó las manos con un paño y salió a darle un abrazo a su papá. Lo invitó a sentarse a la mesa y le sirvió un plato con comida. Bruno, agradecido, esperó a que todos estuvieran sentados antes de comenzar a comer.
Cada uno habló sobre su día, y mientras Giorno hablaba, su abuelo esperaba expectante que contara sobre la solicitud de trabajo. Sin embargo, el muchachito omitió información.
—¿No vas a contarle?— susurró el viejo en la cocina, dándole un pequeño codazo mientras juntaban fruta en un plato para comer de postre.
—Los temas tensos no se conversan en la mesa, nonno. Le diré una vez que se coma la última cereza del plato
Llevaron la fruta a la mesa y se dedicaron a comer. Bruno se había deshecho en halagos hacia su hijo por su calificación, orgulloso y con el pecho inflado, así que Giorno aprovechó de encestar la puñalada justo cuando estaba en el peak de las felicitaciones.
—Dejé un currículum en el zoo
El ceño de Bruno se frunció. Lo miró inquisitivo, como queriendo saber si había escuchado mal. Cuando Giorno no se inmutó ni corrigió su comentario, Bruno supo que no estaba bromeando.
—¿Para qué quieres trabajar? Acá lo tienes todo y Leone te deposita todos los meses
Su semblante se había vuelto serio. Bruno Buccellati era intimidante cuando lo consumía la severidad. Parecía que la sombra de sus pestañas largas, volvían sus ojos azules en unos tan oscuros como el onix.
—Quiero aportar en algo en la casa, papá. Y hacer algo diferente. Trabajar me vendrá bien, ya sabes, para ser más responsable, tener consciencia del dinero, ganar experiencia laboral...
—Giorno, no está mal que quieras trabajar, pero el mundo laboral es distinto a la escuela, es muy agotador, y allí es donde conoces a gente verdaderamente doble cara
—Solo es un trabajo de tiempo parcial, papá... por favor. Seguiré teniendo buenas notas
Bruno lo pensó un momento. Giorno era un hijo admirable. No cualquier adolescente se ofrecía para una responsabilidad de ese calibre, así que, quizás debía agradecerle. Suspiró, largamente, e intentó convencerse de que si Giorno tomó esa decisión, era porque anhelaba ser un mejor hijo y nieto, ¿y quién era él para negárselo?
—Giorno. Si te llaman, puedes ir. Si no te llaman, no lo volverás a intentar hasta tu mayoría de edad
El muchachito sonrió emocionado y abrazó a su papá con fuerza. —En una semana estaré trabajando, te lo aseguro
—¿Le has dicho a Leone?
—¿Y para qué va a saber?
—Estoy seguro que va a insistir en que te da lo suficiente y que no deberías hacerlo
—A ti te decía lo mismo para que te quedaras en casa, papá
Bruno tragó saliva ante su franqueza, pero sí, tenía razón. —Bueno, yo no voy a decirle nada, tú tendrás que avisarle tarde o temprano
—No, no, no, mejor que no sepa, así sigue pagando la pizza él
Bruno sonrió y lo miró con amor, mientras Paolo por primera vez en un buen rato, estaba completamente de acuerdo con Giorno y lo apoyaba en forma absoluta.
Así era, siempre que se tratara de ir en contra de su ex yerno.
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El primer día de trabajo de Giorno fue una sorpresa para sus amigos, Fugo y Narancia. Fugo era el tipo de chico que vivía para estudiar, y el privilegio de nacer en cuna dorada le permitía no tener que preocuparse de nada más. Nunca habría pensado en tener que trabajar a esa edad, y por lo mismo, cuestionaba a Giorno. ¿Para qué trabajar, si puedes estar viendo una serie en ese rato? Era lo que pasaba por su cabeza. Por otra parte, Narancia estaba fascinado y quería trabajar también. Era un muchacho muy pegote y entusiasta con las novedades y las ideas de los demás.
—¡En el zoo! ¡Me encanta! ¡Yo también quiero, y criar mi propia tortuga!
—El zoológico no es para que te encariñes con un animal de mascota, Narancia— le dijo Fugo, con seriedad
—Ay así qué chiste
—Debe ser difícil no encariñarse— comentó Giorno, —me gustan todos los animales
—Quiero trabajar allí también, Giorno— comentó, sus ojos púrpura brillantes y mojados
—No puedes, Narancia, tienes reforzamiento de matemáticas día por medio— le recordó Fugo
—¡Si no fuera por esa mierda! No quiero que estés solo, Giorno
—No creo que vaya a estar solo, acá trabaja mucha gente. Bueno, no es que venga a hacer vida social tampoco...
Cuando Giorno se vio obligado a cambiarse de escuela, se había dicho lo mismo. Sus padres se separaron cuando tenía siete años, y al principio no comprendía exactamente de qué se trataba. Analizando la situación, a sus dieciséis, llegó a la conclusión de que cuando era pequeño, creía que una separación era algo así como una pelea por un juguete y que luego sus papás se pedirían disculpas y volverían a estar juntos. Además que, pese a estar separados, sus padres seguían viviendo en la misma casa por un tiempo, que quizás fue un mes, pero para Giorno se sintió eterno.
Luego, le tocó elegir lo que ningún niño debería tener que escoger: quedarse con uno de sus padres. El punto de quiebre era fácilmente recordado por Giorno. Tras llegar un poco más temprano de la escuela, escuchó una conversación en la que Bruno estaba llorando, y Leone estaba diciéndole que pronto su novio se mudaría a la casa, y que qué pensaba hacer.
Leone tenía novio. Tenía un esposo y un novio, ¿qué sentido tenía eso? Y estaba haciendo llorar a Bruno. Nadie debía hacer llorar a papá.
El hombre casi se cayó de espaldas cuando Giorno se acercó a él con una mochilita con sus cosas, y le dijo me voy con papá y mi nonno. Bruno se quedó mirándolo, entre afligido y conmovido, mientras llevaba su maleta a la sala de estar.
—Esta es tu casa, Giorno— Leone se agachó hasta mirarlo a los ojos (haciendo un esfuerzo por comprimir esos casi dos metros de altura hasta la estatura de su hijo), y le acarició el cabello. Luego lo tomó de los hombros, acercándolo e invitándolo con él, y Giorno se dejó, pero de manera fría correspondió el abrazo de Leone.
—Gracias. Pero iré con papá Bruno
—Tendrás que ir a otra escuela, hijo...
—Está bien, gracias papá, no me importa ir a otra escuela
—Vas a una excelente escuela, Giorno— a esas alturas, Leone había comenzado casi a rogarle
—Quiero vivir con papá Bru y mi nonno, acá voy a tener que vivir con una persona que no es mi papá
Leone miró a Bruno con gravedad, culpándolo. Bruno no había ejercido ningún tipo de influencia en Giorno, y seguía hablándole maravillas de Leone, como si esa misma persona no le hubiese destrozado el corazón. Bruno estaba tan sorprendido como él de que Giorno supiera eso, se habían cuidado un montón de no hablar de ello ni demostrar tristeza frente a él, pero su hijo había sido siempre tan intuitivo, curioso y despierto.
—Bien, Giorno. Entonces nos veremos pronto, hijo
Abbacchio le contestó con una conformidad fingida, y abrió sus brazos. Ese abrazo sí fue devuelto por Giorno, pues era una despedida y se suponía que las despedidas se cerraban con un abrazo o un beso, o así era cada vez que bajaba del auto de Bruno y entraba a la escuela. Bruno decía que era importante despedirse porque a veces pasaban cosas en las que las personas no se volvían a ver. Podía sonar muy fatalista, pero Giorno lo entendió a la perfección.
Quería creer que volvería a ver a Leone. Pero si no era posible, se despediría con amor.
Al caer la tarde, Giorno y Bruno estaban en el barrio más antiguo de Nápoles entrando sus pertenencias a casa, con la ayuda de Paolo. El viejo no hizo ninguna pregunta, los acogió en casa y les entregó una habitación. Les dio cena, y desempacó los juguetes de Giorno para distraerlo, y luego bebió un té con Bruno, de esos tés cargados de desahogo.
Al día siguiente, Bruno fue en busca de un colegio para Giorno. No fue difícil encontrar uno, gracias a sus calificaciones y un informe conductual que lo describía como un muy buen alumno.
Al ir a buscarlo tras su primer día de clases, Bruno estaba muy, muy preguntón y curioso. Giorno iba sentado atrás, asegurado con un alzador, ya que era un niño pequeño y liviano y Bruno no se arriesgaría a llevarlo como copiloto.
—¿Cómo te fue en tu primer día, Giorno?
—Bien. El profesor es simpático. Un niño ya me regaló el libro que hay que leer para este mes
—Oh, qué estupendo— Bruno le sonreía a través del espejo, mientras Giorno miraba por la ventana, perdido en el paisaje, hipnotizado por la novedad. —¿Tienes un amiguito?
—Algo así
—¿Cómo es eso?
—Yo no estoy preocupado de hacer vida social, papá
—Pero Giorno, la vida social es tan importante como las calificaciones. Es hermoso tener un amigo que te acompañe, yo tengo a Prosciutto, a Rissotto, Squalo, Tiziano... son buenos amigos y me ayudan. Ahora alguien acaba de regalarte un libro para la prueba, me parece un gesto muy solidario
—Se llama Fugo Panacotta
—Fugo... supongo que le has agradecido
—Sí... de hecho, lo invité a casa— reconoció, avergonzado
—Aaaaaah, el que no venía a hacer vida social— Bruno se burló, con ternura
—Creo que no puedo evitarlo, la gente llega a mí— contestó el pequeño, con un gesto engreído.
Y así era siempre. Estaba entrando al zoológico tras despedirse de Fugo y Narancia y marcar el ingreso, cuando vio a la secretaria recepcionista con quien dejó el currículum. La mujer le dio la bienvenida, le entregó un overol en tonos camel, unos bototos de seguridad y un par de guantes. Envió a Giorno a cambiarse ropa al camarín, y una vez que estuvo listo, pinchó en su pecho una credencial con su nombre.
Giorno se miró en el cristal de la mampara, y se encontró ridículo, pero suponía que así debía ser, trabajar con animales no iba de la mano con lucir sofisticado.
Mientras Giorno recorría los primeros pasillos del lugar, una chiquilla de pelo rosa se le acercó, con una actitud temerosa, pero con la suficiente valentía como para hablarle. Ella también era una novata y no sabía muy bien qué hacer, y Giorno, sin tener idea tampoco, le aconsejó ser paciente y le dijo que seguramente alguien llegaría a orientar a los nuevos.
La chica se llamaba Trish, y también había entrado a trabajar por voluntad propia. Se aburría en casa y quería su propio dinero para darse gustos. Para Giorno, eso era totalmente válido.
Estuvieron dando unas vueltas, observando las primeras jaulas, cuando al poco rato se les acercó un muchacho alto, moreno y delgado, que llevaba una gorra y un gesto amistoso.
—Trish— leyó en el pecho de la chica. —Bienvenida. Tu tarea será darles leche a las crías en la granja educativa— dijo, y le entregó un carro cargado con unas mamaderas, bolsas con polvo para hacer leche con etiquetas de animales, una ponía un corderito, otra un cerdito, alpacas, y un pony. Vaya, a Trish le había tocado una tarea linda en ese día.
—Gracias— le dijo al otro empleado —¡Nos vemos, Giorno!
Giorno se despidió, ondeando la mano, y se encontró solo con el otro muchacho. Por alguna razón, se sintió intimidado, no por la actitud del chico, que no fue nada más que muy cooperadora y agradable, sino por su propia sensación. Llegó a pensar en haberle hecho caso a Bruno y no haber ido allí, y aún ni siquiera comenzaba con sus labores.
Los nervios recorrían su piel causándole escalofríos, y su estómago se sentía retorcido. Se preguntaba si acaso le darían una tarea muy mierda en su primer día. Sospechaba que a Trish le habían dado una misión adorable y grata por ser mujer, ese tipo de cosas solían ocurrir, y Giorno sabía que era molesto para las mujeres también. Los hombres son más exigentes con otros hombres, era lo que corría por su consciencia mientras el muchacho moreno miraba su credencial.
—Giorno
—Buon pomeriggio
—Tanta formalidad, Giorno— sonrió el chiquillo, poniéndole una mano en el hombro con toda confianza— Tu tarea será en la granja también. Te toca atender a los conejos, limpiar las jaulas, observar las crías y tendrás que hacer labor educativa. Apréndete este folleto, será lo que le enseñes a los niños. No toques a las crías con las manos desnudas, ni dejes que nadie lo haga. Y eso es todo.
—Gracias
—Cualquier cosa, búscame como Mista
—Gracias... Mista
El muchacho le dio la espalda, y Giorno sintió la necesidad de hablarle. —No sé nada sobre conejos— exclamó el muchachito, un poco desesperado.
—Follan como enfermos
Giorno detuvo sus pasos, sintiendo como el calor subía a sus mejillas. Esperaba cualquier tipo de sugerencia o dato interesante, pero el joven salía con ese tipo de comentarios.
—Uhm... todos los días se aprende algo— comentó Giorno, intentando seguirle el juego, pero la verdad era que estaba avergonzado y en shock. Mista seguía con un gesto despreocupado mientras le decía que los conejos comían sólo hierba, que nacían con los ojos cerrados y sin pelo, que eran sociables y que sus dientes jamás dejaban de crecer, por lo que debían roer madera.
Giorno le escuchó atentamente y luego fue hasta las jaulas. No dejaba de pensar en que Mista era un chico muy confianzudo quizás, desfachatado y desubicado. Luego sólo se convencía de que Mista simplemente tenía buen humor en general. Mientras tanto, le echaba alfalfa a los conejos, y lo miraba desde lejos, como barría una jaula con otro tipo, y era pura risa y alegría.
No se había dado cuenta cuando un montón de pasto le había caído encima a un conejo. Estaba demasiado absorto en las actividades ajenas. Le solía pasar en la escuela que, en vez de preocuparse de su tarea, terminaba más pendiente de cómo trabajaban Narancia o Fugo. Acá era lo mismo, sí, eso debía ser. Recogió una buena porción del pasto y lo volvió a meter al saco, mirando a todos lados por si alguien se daba cuenta. No había ningún tipo de daño, los conejos se veían bien y estaban contentos.
Mientras los conejos se alimentaban, se dedicó a aprender lo que decía en el folleto. No era difícil, básicamente explicar en lenguaje infantil a los niños sobre la vida de aquellos animales.
De lejos, vio a Mista, hablando con un grupo de niños entusiastas. Él dramatizaba, rugía, gruñía, y los niños le celebraban. Se preguntaba si es que él también sería tan carismático al momento de recibirlos, pero intentaría hacerlo lo mejor posible.
No pasó mucho tiempo hasta que los niños llegaron. Los saludó, se presentó, les habló en voz alta y clara, más lento, y haciendo énfasis en algunas palabras, recordando cómo se debía hablar a un niño pequeño. Los niños lo miraban sorprendidos, lo llamaban "señor Giorno" y hacían preguntas que muy bien pudo responder. Fue gratificante una vez que terminó, y la maestra que acompañaba a los niños le dio las gracias y lo felicitó.
Una vez que la mujer y sus alumnos se alejaron, Giorno pudo respirar aliviado. Había sido la primera exposición que hacía en su nuevo trabajo, y había salido bien. Las siguientes serían aún mejores. Se dedicó a ello durante la tarde, y no se dio cuenta cuando llegó la hora de salida.
Fue hasta el camarín, se cambió de ropa y caminó hasta la entrada para marcar su salida en la tarjeta. Vio a Mista sin uniforme hablando con la recepcionista. No lucía como alguien que trabajaría en el zoológico. Llevaba una camiseta corta azul que dejaba ver su abdomen, y unos pantalones rojos con líneas negras, como el patrón del pelaje de un tigre, y unas botas negras. Era extravagante, por decir lo menos, pero a la vez, irradiaba sencillez, en la forma en que hablaba, y en cómo bromeaba a la secretaria.
—Usted sabe, yo de aquí me voy derechito a la casa, tengo que cuidar este cuerpo para que nadie lo profane
—Claro, claro, debes cuidar tu pureza— la mujer le seguía el juego, con una expresión irónica
—Hasta el matrimonio, como debe ser
—¿Tú, casado, Guido? Creo que es más fácil que uno de los cerdos de acá salga volando
Giorno pasó, escuchando parte de la conversación, le sonrió a la secretaria, quien le devolvió el gesto, y el muchachito marcó su tarjeta y se despidió con un adiós general, ondeando la mano. No pensó que llamaría la atención de Mista, pero fue casi inmediato.
—¡Oye Giorno! ¿Ya te vas? Déjame acompañarte
—Uhm... claro— le había parecido algo invasivo que ni siquiera le preguntara si podía, pero tampoco le diría que no. Prefería llevarse bien con él si es que seguiría siendo el encargado de sus labores.
—A menos que alguien venga a buscarte
—No, nadie
—Bien, vamos entonces. Adiós, Sofía
—Adiós chicos, que lleguen bien
Ambos salieron de la recepción rumbo a la puerta del zoo, y Giorno permanecía silencioso. No estaba nervioso, estaba en paz, pero no sabía exactamente de qué hablar. Por suerte, fue Mista quien rompió el silencio. Parecía que los temas fluían por su boca como una cascada fascinante. Resultó que ambos iban en la misma dirección, y caminar unidos le daba a Giorno algo más de seguridad.
Hacía años que Giorno se movía solo por Nápoles. No era que Bruno fuese despreocupado, más bien quería darle independencia, y confiaba en el criterio de su hijo a la hora de actuar sin supervisión.
Caminar con un extraño no sonaba como la decisión más criteriosa. Pero era un compañero de trabajo, ¿no? Alguien con más experiencia y más autoridad. Aparte, no negaría que Mista era entretenido y ya lo había hecho reír bastante por el camino. Había aprendido que vivía relativamente cerca de su casa, llevaba un par de años en el zoo, primero a tiempo parcial como él, y luego a tiempo completo, después de graduarse de la escuela el año anterior. No había seguido estudiando, por lo que, actualmente se dedicaba solamente a trabajar.
Por su parte, Giorno le contó que vivía con su papá y abuelo, y estaba en secundaria. Agradeció internamente que Guido Mista no hiciera más preguntas sobre su vida familiar, no tenía deseos de explicar nada. Quizás otro día, si se daba la oportunidad.
—Bien— dijo Giorno, frenando su caminar —Yo vivo por acá
—Te acompaño
—No es necesario, no te molestes
—No es una molestia, Giorno
Caminaron por el callejón, Mista se encontraba admirando las casas del sector por su antigüedad e historia. Su respiración no se alteraba en lo más mínimo, pese a ir hablando hasta por los codos y además caminando en subida, sin embargo, la de Giorno estaba realmente agitada. No solía ocurrirle, probablemente no fue buena idea sacar un café de la máquina del zoo tan tarde.
Llegó hasta la puerta verde, indicándole a Mista que aquella era su casa, y se despidieron, Giorno desde la puerta, mientras Mista ondeaba la mano y le sonreía.
Tras atravesar la puerta, Giorno se preguntaba si habría sido demasiado inapropiado darle un abrazo y simplemente, agradecerle.
Holiwi ♥
Les presento mi primer fic de JJBA :3 Es un fic sobre recuentos de la vida, y bastante abuso del racconto xDDD como pueden ver, la pareja principal es el MisGio, BruAbba son ex matrimonio u.u y se viene el FugoNara :D
Me siento rara, porque estoy recién escribiendo para este fandom, este es mi primer fic y es literalmente empezar desde cero, porque acá nadie me conoce por Jojo's, sino por BTS así que me siento como recién nacida, pelada, arrugada y fea xDDD
De todas maneras estoy muy contenta y entusiasmada con escribir la historia :3 Espero que a quienes la lean, les guste y disfruten mucho :3
Bueno para quienes llegan aquí, soy Alpaca, shippeo shinos (en realidad sólo me gusta BTS, y mi otp TaeJin) y amo Jojo's (en donde shippeo TODO lo que se mueva, pero mi otp es el BruAbba).
Otra cosa, este fic se ve más cute en modo oscuro :3 Y espero que esta weá no me cambie los guiones. Y puta, si me equivoco con el italiano, díganme porfa, si la cago me avisan xDDDD
Muchas gracias por todo ♥ Un besote!
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