capítulo 48
La visita a casa de los Jeon ocurre una semana más tarde.
Los golpes de amor por parte de querido suegro aún son visibles y Jungkook sabe que no pasarán muy desapercibidos ante los ojos de sus padres.
Jungkook está cien por ciento seguro de que necesitaba por lo menos cuatro meses para darles la noticia a sus padres, pero pronto el embarazo de Jimin se notaría y quería hacer lo correcto.
A su lado, Jimin temblaba cómo una hojita.
Muy diferente a Jungkook que ya había tenido la oportunidad de conocer a sus padres, él no. Los Jeon eran personas importantes dentro de la política o algo así escuchó, y por ende nunca pasaban demasiado tiempo en casa.
Su pecho dolió al saber que Jungkook pasaba mucho tiempo solo, lejos del cariño y la calidez de una familia.
Pronto tendrían la suya propia y Jimin se encargaría de estar los tres juntitos por las noches frías.
—No estés nervioso, bebé, les vas a encantar —Jungkook sonrió, a un lado de la puerta que se encargó de abrir para él.
—¿Q-Que? Pero eso no fue lo que dije antes de que mi papá...
Jungkook abrió la boca listo para hablar, pero finalmente negó y atrapó su mano para entrelazar sus deditos y ayudarlo a bajar del auto.
La casa de los padres de su alfa era como la de un cuento. Enorme, bonita, tan bien construida y cuidada que Jimin no dudó en admirarla con ojitos brillantes y sorprendidos.
—¿Te gusta? Voy a comprar una tan bonita para ti.
Jungkook sonrió ante la vista y sostuvo la mano de su omega más de cerca, suspirando profundo y logrando atrapar un poco del aroma dulzón de este.
No le preocupaba el hecho de que sus padres se negaran a la unión con su omega, si no del hecho de saber que este sería uno de los últimos pasos antes de tomarlo todo, haciéndose responsable del bebé que el amor de su vida llevaba en su interior.
Así que, mientras ambos eran recibidos por los empleados de la mansión, Jungkook se aferró a la calidez suave que Jimin siempre le ofrecía.
Ladeo el rostro un momento, mientras ambos esperaban ya dentro de la casa que le vio crecer y, antes de capturar los recuerdos que el hogar le generaba a lo largo de su niñez, Jungkook sonrió ante la vista de las mejillas tiernamente sonrojadas de su Jimin.
Un sticker de fresa adornaba uno de sus pumulos marcados, mientras su boquita se mantenía en un pucherito que le arrancó un risita baja.
Jimin también le observó, parpadeando inocente y finalmente se apoyó contra su toque, resguardandose contra su pecho, como si confiara en él para lo que sea que fuese a venir.
Y no pudo sentirse más orgulloso.
Por supuesto que lo haría. Él siempre estaría para cuidar a su omega, tanto como lo deseó desde el primer momento en que lo vio riendo a carcajadas, dentro de la cafetería escolar.
Quién diría que su lobo siempre tuvo la razón.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top