«Dualité»
Cada amanecer es el inicio de un nuevo día; una nueva batalla; un nuevo triunfo. Sin embargo, para él, cada día después de lo acontecido; no sólo es una nueva batalla, sino que, también es el inicio de una nueva vida...
Una que crece en su interior por culpa de la locura.
Y que a pesar de perdonar todo, nunca va a olvidar su dolor.
Muchas han sido las veces en las que siente sus rodillas flaquear y cómo las ganas de tirarse al piso a llorar inundan su ser, rogando a alguien que le ayude a acabar con el dolor en su interior, y le dé otra oportunidad para enmendar sus errores y curar sus temores.
Sin embargo, sabe que huir es de cobardes, y él no era ningún un cobarde. No importa que el tiempo esté sobre sus hombros, no importa que llueva o sea el fin de toda su felicidad, dará lo mejor de sí en todo momento, intentará esforzarse más que los demás si es necesario para darle una vida digna de llamarse así.
Mostrar felicidad, es su mayor prioridad para así no preocupar a los demás por algo tan "simple" como su roto interior. Mostrará su mejor sonrisa, ocultándose con la mejor máscara que pudiera tener. Tal vez así podría protegerse, y podría ser feliz después de haber vivido en el caos y dolor.
Aún recuerda todo lo ocurrido, como si de una cinta vieja se tratase, viviendo una y otra vez en su cabeza; su único consuelo era que al menos ese día él había podido liberarse del infierno.
Sus pies cansados se encuentran, la sangre le escurre por sus muslos y piernas, mientras intenta salir de aquel tétrico lugar a toda costa. No importa el dolor punzante en sus caderas; sólo la luz del sol y el aroma a libertad le ayudarán a vivir de nuevo.
Puede oler la humedad en la tierra; una esencia tan pura y deliciosa que, causa una sensación de calidez dentro de sí, advirtiendo que no hace mucho había caído una tormenta; hacía bastante tiempo que no sentía aquel dulce tacto sobre su delicada piel, un roce tan gentil que hacía a su alma volar y su pecosa y dulce piel vibrar.
No tenía idea de cuánto tiempo corrió por las calles de esa inmensa ciudad, sin embargo, no se detendría hasta llegar a su destino.
El lodo en sus heridos pies provoca un ardor punzante, mientras el agua salada de la lluvia mezclada con la suciedad de las calles en innumerables charcos le provoca escalofríos y constantes pinchazos en sus heridas abiertas. Dificultando el poder correr con libertad.
Sentía las miradas extrañas, asqueadas; de las personas a su alrededor, eso lo hacía sentir aún peor e inferior, cualquiera que lo hubiera visto así, podrían pensar que era un pobre y desgraciado, que había sido atacado de manera brutal; basándose en sus heridas y sus rasgadas prendas, o que tal vez sólo era un loco que había escapado de algún hospital psiquiátrico y buscaba refugio.
Por ahora, para él no eran relevantes esas ideas, su único objetivo era llegar a la casa que tanto buscaba, su única salvación en esos momentos. Sabía que, si corría al hospital, él llegaría y se lo llevaría con alguna tonta excusa tal como ya lo había hecho en el pasado. Su única opción era llegar a esa casa, eso le daría oportunidad de al menos defenderse, después de todo, era la única que le quedaba cerca.
El peor error que cometió antes, fue haber intentado huir y el no asegurarse que él estuviera en verdad noqueado.
Después de mucho correr, pudo ver finalmente a la distancia aquella casa que tanto buscaba.
Después de mucho tiempo de tortura, aquella horrible y desesperante pesadilla acabaría de una vez por todas, su infierno terrenal llegaría al final y el cielo añorado le aguardaba como a todos los ángeles. El crepúsculo le daba la impresión de salvación, tal y como en las películas de superhéroes que tanto le gustaba ver.
Una escena épica y digna de recordar por el resto de sus días, una en donde el héroe salva al inocente de la maldad de la villanía. En ese instante, el aire dejó de pesar y aquella escena era como ver el oro puro.
El dolor pudo más que su emoción, y como si de un colapso se tratase, se dejó caer al agua enlodada del patio principal, dejando que el lodo cubriera sus heridas y el agua sucia manchara su ropa además de llenar su hermosa cabellera verdosa de lodo y pasto.
Con las pocas fuerzas que le quedaban a su débil y mutilado cuerpo se arrastró hacia la puerta de aquel hogar y tocó desesperado la puerta, arañando parte de la misma he intentado tomar la cerradura de metal. No deseaba esperar, sin cuidado alguno, tomó una piedra y la arrojó a la ventana de la entrada, rompiéndola al instante; la desesperación y el miedo que sentía eran demasiados para soportar.
El pánico de volver a sentir esas manos sobre su cuello y esos cortes en su piel lo paralizó; el dolor y el cansancio se intensificaron. Correr en pésimas condiciones le estaba cobrando factura, por un instante cerró sus ojos de esmeralda.
Intentó pensar que ese no era el final de su vida, que a tan corta edad no moriría; pero el pesimismo, la lógica y el cansancio le recordaban que eso solo era mentira, una de tantas que le atormentaron antes. Sus buenos recuerdos inundaron sus memorias haciendo que todo lo bueno de su vida, le sacará sin querer una ligera y apenas visible sonrisa. Después de todo, aquel hombre que tanto le atormentó en vida tenía razón, sí iba a morir como el perro que era, tal parece que los villanos nunca se equivocan.
Morirás por mis manos y la soledad será tu única compañía en este infierno. Basura como tú, no merece siquiera existir...
Al poco tiempo pudo escuchar unos pasos tranquilos y casi nulos desde dentro de la casa. Estaba salvado, ellos le habían escuchado, ahora podía estar en paz, al menos hasta su agónica y cruel muerte. Lo último que vio antes de perder por completo la conciencia fueron un par de cabelleras; una larga rubia; y una azabache acercarse a él de manera desesperada.
Sintió unos brazos delgados rodearlo en un efusivo y sobreprotector abrazo, mientras una mano fría intentaba reanimarlo con leves golpes en sus mejillas y frente. Aún a la lejanía podía escuchar una y otra vez aquella voz repitiendo una sola frase:
"¡Joven Midoriya! ¡No duerma! ¡Por favor, No duerma!".
A partir de ahí, todo fue oscuridad, nada más que solo oscuridad y frialdad rodeándolo, repitiendo en sus oídos lo patético, repulsivo y miserable que es. Simple polvo, simple basura que solo merecía la muerte. Nombres, caras, voces y sonidos, son recuerdos e ilusiones.
La realidad no es más que un sentimiento doloroso, un delirio agonizante.
Los recuerdos son ilusiones. Y las ilusiones son mentiras, las noches de su insomnio y sus descuidos solo fueron pesadillas de dolor.
Se prometió que nunca olvidaría a sus amigos y aquellas personas que le ayudaron desde un inicio.
Todos los días lo recuerda pero sonríe para olvidar, sin importar cuánto se quiebre o cuánto le duela.
No tienes la culpa, nunca la tuviste; era la respuesta que Toshinori y Aizawa le daban para que no se deprimiera tras vivir aquel suceso tan traumatizante.
Y esas eran las palabras que le repetía su madre tras despertar de esa monstruosa pesadilla cada noche.
Aquel dolor no definiría su vida, daría todo por lo justo, lo bueno y lo gentil.
Él no se rendiría en ningún momento.
Porque un día para él, no es más que una nueva oportunidad para iniciar de cero y defender su propia idea de la moral.
Su propia paz.
—Los próximos meses deberás cuidarte mucho, ya sabes la dieta que debes seguir y no debes dejar de venir por ningún motivo, hay que mantenerte en constante monitoreo —. Dicho esto, el médico se retiró del lugar dejando en soledad a la mujer y su hijo.
—Izuku, aún estás a tiempo de denunciar— intentó explicar la mujer conteniendo su pánico y miedo al recordar el pasado—. Por favor, Toshi te apoyará en todo y Aizawa es más que un testigo de lo que pasó
—No, ya no quiero volver a verlo jamás— era verdad, había sufrido tanto que sólo deseaba olvidar todo lo sucedido y seguir adelante.
No importa cuantas complicaciones tuviera que enfrentar para salvarle, no importa si su último aliento se va en darle la vida, la daría para asegurarse de su bienestar. Se acercó a su progenitora y la abrazó con cariño, en un intento de liberar su estrés y dolencia. Con cuidado, y como si de un roce se tratara, limpió las lágrimas del rostro de su madre y mostrando una radiante sonrisa.
Aquella sonrisa contenía la dicha, felicidad y seguridad que tanto deseaba sentir desde hace tiempo. Una paz que debía durar por largo tiempo en él, al menos hasta el noveno mes.
Las heridas muchas veces cicatrizan, más nunca se olvidan.
Él, por otro lado, nunca pensó que un pastel y un café amargo le alegrarían su día de un instante a otro. Pero ¿qué tanto puede durar su felicidad?
—Nadie lo sabe amigo nunca habla de eso—. Contestó aquel joven, limpiando los restos de pastel en sus labios—. Él es muy tímido.
La casualidad en su vida era inevitable y atípica, pero ahora aquel puro y bello ángel le iluminó sus días como si de un sol se tratase, su única diferencia es que no era un sol.
Era bello y gentil como la encantadora e hipnótica luna.
Aquellas hechizantes esmeraldas le salvaron, en la mitad del verano.
Su vida fue dorada...
La luna y el sol son diferentes, pero juntos forman un amor puro.
Ambos siempre crean maravillas inolvidables.
El estilo y rudeza, la dulzura e indiferencia... ¿Podrían combinar?
La ilusión de la realidad puede ser dulce, amarga pero, por sobretodo, siempre es disfrutable.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top